Estimado HISPANIE:

Entiendo que sus comentarios, en especial el último, obedecen a un total desconocimiento de la doctrina católica al respecto, porque sus opiniones se oponen diametralmente a las verdades sostenidas por la única Fe verdadera y digna de respeto que es la enseñada por la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, la única fundada por Cristo Nuestro Señor.

La democracia, tal cual se entiende hoy en día, está condenada por el magisterio de la Iglesia en innumerables documentos, y constituye la máxima expresión de la anticristiandad (es decir la organización de la sociedad según la voluntad popular y no según la voluntad divina). Lo que la Iglesia siempre ha enseñado es una sociedad jerárquica en la cual se debe discriminar (sí, discriminar, esa bella palbra tan odiada por Satanás, el adalid del igualitarismo, y todos sus secuaces) conforme a las excelencias particulares de los individuos y los distintos niveles de las organizaciones sociales. Porque no somos iguales, por ejemplo, tenemos los hombres (cabezas de la sociedad) distintos deberes y atribuciones respecto de aquellas que no lo son, las mujeres. En cuanto a las otras "religiones", solo se pueden tolerar cuando su erradicación constituye un mal mayor que el bien que se pretende obtener. Y conste que la Iglesia solo la admite la tolerancia civil (o sea que a las sectas se les permita existir sin estar autorizadas a efectuar culto público), por ningún motivo la tolerancia religiosa ( o sea admitir como verdad formal siquiera uno de sus "dogmas"). De ahí la bendición que constituyó para la Hispanidad aquella gloria suya que fuera su Tribunal del Santo Oficio y que nos librara de tantos males, alejando la corrupción y la barbarie "europeas", hasta el triste episodio de su disolución. Por otra parte, que una constitución (que no es más que un panfleto liberal), promulgue la libertad religiosa o cualquiera de los así llamados "Derechos Humanos" (También condenados por infinidad de documentos pontificios y quintaesencia del anticatolicismo), para nada implica que sean propios y verdaderos derechos, puesto que se oponen a los de Dios y por tanto es un deber despreciarlos y desconocerlos, en cuanto antinaturales.

En último lugar, cabe señalar que la Iglesia jamás a permitido las conversiones forzosas y siempre las ha castigado con las peores penas, pero algo muy distinto es transigir con el error y el cinismo luciferino del liberalismo y su credo masónico. Ud. se equivoca del todo al afirmar que la libertad religiosa, no discriminación, democracia, etc. son logros o progresos, todo lo contrario, porque el único progreso es relativo a Dios, no al hombre. Mucho más civilizados e infinitamente más avanzados que nosotros fueron los hombres del siglo XIII y los de la España de los siglos XIV al XVII, que supieron comprender que su mayor empeño no podía sino consistir en defender la Ciudad Cristiana, edificada gracias a la Fe que, por la gracia de Dios y mediante su Santa Iglesia, le heredaran nuestros mayores.

Atte. C. YÁÑEZ D.