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Tema: Las Gafas de Castellani

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  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Las Gafas de Castellani

    Leonardo Castellani: Para Sören, Jauja




    *






    *
    El año cincuenta – y, antes del 60 (no recuerdo la fecha) – acabé de leer meditadamente el gran tratado de Kirkegord “Posdata definitiva no científica a las Nonadas Filosóficas”, después de haber leído otras obras menores para alcanzar su comprensión. El libro me fascinó (o más elegante me impactó) de tal modo que ese mismo día escribí el poema kierkegordiano Jauja, el mejor de los míos (esto quizá no sea decir mucho) con una facilidad no ordinaria, como si alguien me lo dictase.
    *
    Uso allí la alegoría de un viaje arriscado por mar a una de las Islas Afortunadas para corporizar el “Itinerarium Mentis” del místico danés; como Fray Juan de Yepes usó la de una subida a la montaña, Santa Teresa el ingreso a la cámara más íntima de un palacio, el Inglés Bunyan el de un viaje a pie plagado de obstáculos y peripecias alegóricas; y así otros poetas místicos.
    *
    La escrición del poema, que va aquí en apéndice, me dejó la impresión de que el danés me había ayudado, como se lo pedí, lo cual significaba que se había salvado y estaba con Dios, lo cual se puede tener por superstición (y Uds. caros lectores pueden tenerlo) pero en mí es convicción soberana.
    El poema comienza:
    *
    *
    JAUJA
    *
    Yo salí de mis puertos tres esquifes a vela
    Y a remo a la procura de la Isla Afortunada
    Que son trescientas islas, mas la flor de canela
    De todas es la incógnita que denominan Jauja
    Hirsuta, impervia al paso de toda carabela
    La cedió el Rey de Rodas a su primo el de León
    Solo se aborda al precio de naufragio y procela
    Y no la hallaron Vasco de Gama ni Colón.
    *
    Rompí todas mis cosas implacable exterminio
    Mi jardín con sus ramos de cedrón y de arauja
    Mis libros de Estrabonio de Plutarco y de Plinio
    Y dije que iba a América, no dije que iba a Jauja.
    Pinté verdes los cascos y los remos de minio
    Y las vela como alas de halcón y de ilusión
    Quedé sin rey ni patria, refugio ni dominio
    Mi madre y su pañuelo llorando en el balcón.
    *
    Muchas veces la he visto, diferentes facciones,
    Diferentes lugares, siempre la misma Jauja
    Sus árboles, sus frondas floridas, sus peñones
    Sus casas, maderamen del más perito atauja.
    Su señuelo hechicero de aromas y canciones
    Enfervecía el cielo de mi tripulación,
    Mas desaparecían sus mágicas visiones
    Apenas la ardua proa tocaba el malecón.
    *
    La he visto entre las brumas, la he visto en lontananza
    A la luz de la luna y al sol de mediodía
    Con sus ropas de novia de ensueño y esperanza
    Y su cuerpo de engaño decepción y folia.
    Esfuerzo de mil años de huracán y bonanza
    Empresa irrevocable pues no hay volver atrás
    La isla prometida que hechiza y que descansa
    Cederá a mis conatos cuando no pueda más.
    *
    Surqué rabiosas aguas de mares ignorados
    Cabalgué sobre olas de violencia inaudita
    Sobre mil brazas de agua con cascos escorados
    Recorrí la traidora pampa que el sol limita.
    Desde el cabo de Hatteras al golfo de Mogados
    Dejando atrás la isla que habitó Robinson
    Con buena cara al tiempo malo y trucos osados
    Al hambre y los motines de la tripulación.
    *
    Me decían los hombres serios de mi aldehuela
    “Si eso fuera seguro con su prueba segura
    También me arriesgaría, yo me hiciera a la vela
    Pero arriesgarlo todo sin saber es locura...”
    Pero arriesgarlo todo justamente es el modo
    Pues Jauja significa la decisión total
    Y es el riesgo absoluto, y el arriesgarlo todo,
    Es la fórmula única para hacerla real.
    *
    Si estuviera en el mapa y estuviera a la vista
    Con correos y viajes de idea y vuelta y recreo
    Eso sería negocio, ya no fuera conquista
    Y no sería Jauja sino Montevideo.
    Dar dos recibir cuatro, cosa es de petardista,
    Jauja no es una playa-Hawaii o Miramar.
    No la hizo un matemático sino el Gran Novelista
    Ni es hecha sino para marineros de mar.
    *
    Las gentes de los puertos donde iba a bastimento
    Risueñas me miraban pasar como a un tilingo
    Yo entendía en sus ojos su irónico contento
    Aunque nada dijeran o aunque hablaran en gringo.
    Doncellas que querían sacarme a salvamento
    Me hacían ojos dulces o charlas de pasión
    La sangre se me alzaba de sed o sentimiento
    Mas yo era como un Sísifo volcando su peñón.
    *
    Busco la isla de Jauja, sé lo que busco y quiero
    Que buscaron los grandes y han encontrado pocos
    El naufragio es seguro y es la ley del crucero
    Pues los que quieren verla sin naufragar, son locos
    Quieren llegar a ella sano y limpio el esquife
    Seca la ropa y todos los bagajes en paz
    Cuando sólo se arriba lanzando al arrecife
    El bote y atacando desnudo a nado el caz.
    *
    Busco la isla de Jauja de mis puertos orzando
    Y echando a un solo dado mi vida y mi fortuna;
    La he visto muchas veces de mi puente de mando
    Al sol de mediodía o a la luz de la luna.
    Mis galeotes de balde me lloran ¿cuándo, cuándo?
    Ni les perdono el remo, ni les cedo el timón.
    Este es el viaje eterno que es siempre comenzando
    Pero el término incierto canta en mi corazón.
    *
    Oración
    *
    Gracias te doy Dios mío que me diste un hermano
    Que aunque sea invisible me acompaña y espera
    Claro que no lo he visto, pretenderlo era vano
    Pues murió varios siglos antes que yo naciera
    Mas me dejó su libro que, diccionario en mano,
    De la lengua danesa voy traduciendo yo
    Y se ve por la pinta del fraseo baquiano
    que él llegó, que él llegó.
    *
    Leonardo Castellani
    *
    (del apéndice de la obra “De Kirkegord a Tomás de Aquino” de Leonardo Castellani)

    http://la-buhardilla-de-jeronimo.blo...ren-jauja.html

  2. #2
    Avatar de Evelyn
    Evelyn está desconectado Miembro graduado
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    Re: Las Gafas de Castellani

    Muchísimas gracias Hyeronimus, también se la he pedido a Don Cosme y ya me la ha pasado.

    Nuevamente le agradezco, que tenga un buen día.

    Saludos en Cristo y en María Sma.
    “Amar la patria
    es el amor primero
    y es el postrer amor
    después de Dios,
    y si es crucificado
    y verdadero
    ya son un solo amor,
    ya no son dos.
    Amar la patria
    hasta jugar el cuero
    del puro patrio
    Bien Común en pos
    y afrontar marejada
    y majadero
    eso se inscribe
    al crédito de Dios”

    Leonardo Castellani

  3. #3
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Las Gafas de Castellani

    Como vi que la pregunta estaba en dos hilos, repondí en el más apropiado, y parece que D. Cosme no la vio. No sé si la sacaría del mismo sitio, pero yo la encontré con el contexto. En todo caso, me alegra que le llegara la respuesta por partida doble, porque a veces uno lanza una pregunta y no encuentra quien se la pueda responder.

    Tenga un buen día, y saludos en Cristo y María

  4. #4
    Avatar de FACON
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    Re: Las Gafas de Castellani

    Cita Iniciado por Von-Feuer Ver mensaje
    ¿Por cierto alguién sabe donde encontrar los libros de Castellani?
    Cita Iniciado por Donoso Ver mensaje
    Físicamente yo los he visto en la capilla de FSSPX en Madrid, pero igualmente se trata de ejemplares de viejas ediciones.
    En cuestión de dias saldrá a España Castellani con la editorial Libros Libres.

    Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI

    ISBN: 9788496088849
    Autor: Leonardo Castellani
    Precio: 18.00

    Comprar on line: Libros Libres [18.00 €]

    La figura del sacerdote argentino Leonardo Castellani ha adquirido una notoriedad creciente en España gracias a la constante difusión de su pensamiento por el escritor Juan Manuel de Prada, que ha preparado para LibrosLibres una edición con los mejores y más polémicos trabajos periodísticos del padre Castellani, anotados y precedidos por un prólogo sobre esta figura de las letras hispanoamericanas. Castellani ha sido considerado “el Chesterton de la lengua española” por la amplitud temática de su obra, su empeño apologético y su carácter incisivo. Castellani creó escuela y un cuarto de siglo después de su muerte mantiene lectores fieles que dicen que descubrir a Castellani es una experiencia inolvidable.


    http://www.libroslibres.com/ficha_libro.cfm?id=225
    El noble es aquel:
    que tiene alma para sí y para otros.
    Son los nacidos para mandar.
    Son los capaces de castigarse y castigar.
    Son los que en su conducta han puesto estilo.
    Son los que no piden libertad sino jerarquía.
    Son los que sienten el honor como la vida.
    Son los capaces de dar cosas que nadie obliga y abstenerse de cosas que nadie prohíbe. Son los...

    ("El nuevo gobierno de Sancho" Leonardo Castellani)

  5. #5
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Las Gafas de Castellani

    ¡Qué gran noticia!

  6. #6
    Avatar de FACON
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    Re: Las Gafas de Castellani

    http://www.cope.es/laestrellapolar#top

    entrevista a juan manuel de prada en la presentación del libro
    El noble es aquel:
    que tiene alma para sí y para otros.
    Son los nacidos para mandar.
    Son los capaces de castigarse y castigar.
    Son los que en su conducta han puesto estilo.
    Son los que no piden libertad sino jerarquía.
    Son los que sienten el honor como la vida.
    Son los capaces de dar cosas que nadie obliga y abstenerse de cosas que nadie prohíbe. Son los...

    ("El nuevo gobierno de Sancho" Leonardo Castellani)

  7. #7
    Avatar de ALACRAN
    ALACRAN está desconectado "inasequibles al desaliento"
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    Re: Las Gafas de Castellani

    Esto figura en la página de la COPE: http://www.cope.es/laestrellapolar#top

    Juan Manuel de Prada nos habla del mejor escritor católico en español del s.XX
    Se llama Leonardo Castellani, y el libro que ha editado Juan Manuel de Prada lleva el título Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI, en Libros Libres. Castellani fue el profeta que supo entender lo que le pasaba al mundo. Estamos ante un autor con una capacidad de subversión absoluta, silenciado por el matrix progre, y un maestro en la formulación del pensamiento más certero que provoca la adhesión del lector, sin caer en la brocha gorda. En definitiva, un intérprete de las verdades más profundas. Castellani fue un sacerdote argentino de finales del XIX, jesuíta, al que expulsaron de la orden, pero sin que él nunca renegara de su fe. Más tarde fue restituido, conciliando su vocación literaria y sacerdotal. Para Juan Manuel de Prada, Castellani es el Chesterton en lengua española, un escritor potente sin que huela a sacristía, un escritor de contundencia y gran brillantez, aunque no escriba para hacer amigos.
    Un subversivo absoluto, expulsado de su orden y que no huela a sacristía es simbolo ideal para que los catolicos compitan con los iconos zpedorros. Si oliera a sacristía y no fuera subversivo sería del opus, seguro.

    Hay que desconfiar de los autores famosos despues de muertos. Si este hombre no era conocido en la epoca super-catolica del Caudillo o de Perón, por algo sería. Solo en epocas desquiciadas como esta se hace famosos a medianias como este tipo. Llamar mejor escritor católico a este tipo ¿Y las obras del cardenal Gomá? ¿Y las del padre Poveda? ¿Y las de Royo Marin?
    Un cura metido a literato como este Castellani tiene que ser un mal cura. Un cura, de ser algo, ha de ser teologo. Y si no a rezar.
    Última edición por ALACRAN; 21/11/2008 a las 19:17

  8. #8
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Las Gafas de Castellani

    El padre Castellani es un gran escritor católico sin discusión. Es 100% fiel a la Tradición y no tiene nada de modernista, y fue perseguido por unos jesuitas que ya empezaban a apartarse de la doctrina. En la España supercatólica del Caudillo no se lo conocía porque los libros de Castellani se publicaron en Argentina y no tenía tanta difusión. Nadie discute el nivel de otros autores como el cardenal Gomá, el padre Poveda o el padre Royo Marín, entre muchos otros. Pero le aconsejo que antes de descalificar lea algo de Castellani. Se va a sorprender. No era ningún mal cura. Por supuesto que era teólogo. Y no cualquier teólogo. Castellani, con notas todas de sobresaliente, obtuvo el título más alto que la Iglesia Católica otorga a los más sabios entre sus doctores (1931). Diploma bulado lo claman por llevar como protocolización el mismo sello de plomo de las bulas pontificias. En él, el Papa Pío XI y el Prepósito General de la Compañía de Jesús, P. Wladimiro Ledóchowski, acreditan con su firma, que Leonardo Luis Castellani es Doctor Sacro Universal (cum licentia ubique docendi), que su título lo habilita a enseñar Filosofía y Teología, aquí, como en Inglaterra, la China o el Japón, sin reválida. El mismo le da derecho a publicar sus escritos sin censura previa, en los países donde no hubiese otro título igual o superior al suyo. Superior, no existe; igual, nadie lo tenía en la Iglesia desde el descubrimiento de América hasta él. Magnífica hazaña de atleta intelectual. Sin contar otros títulos obtenidos en la Sorbona. Y eso de "famoso después de muerto" no sé a qué viene. Desgraciadamente no es tan famoso. No se habla de él por su marcado carácter políticamente incorrecto. Pero entre algunos católicos tradicionalistas no es tan desconocido, al menos en Argentina. Gracias a Dios, Juan Manuel de Prada lo está dando a conocer en España.

  9. #9
    Avatar de Tradición.
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    Re: Las Gafas de Castellani

    Credo del Incrédulo» Leonardo Castellani


    «Creo en la Nada Todoproductora, dónde salieron el cielo y la tierra.
    Y en el Hómo Sápiens, su único Rey y Señor,
    que fue concebido por Evolución de la Mónera y el Mono.
    Nació de la Santa Materia,
    bregó bajo el negror de la Edad Media.
    Fue inquisicionado, muerto, achicharrado,
    cayó en la miseria,
    inventó la Ciencia,
    y ha llegado a la Era de la Democracia y la Inteligencia.
    Y, desde allí, va a instalar en el mundo el Paraíso Terrestre.
    Creo en el Libre Pensamiento,
    la Civilización de la Máquina,
    la Confraternidad Humana,
    la Inexistencia del pecado,
    el Progreso Inevitable,
    la Putrefacción de la Carne
    y la Vida Confortable. Amén».

  10. #10
    Avatar de Rodericus
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    Re: Las Gafas de Castellani

    Coincido en la comparación que se hace Jm de Prada, de Castellani con Chesterton.

    Tengo una obra de Castellani, de homilías, y sin duda, estamos ante un buen y gran teólogo; por no citar su Apokalipsis comentado.

    Lo que me sorprende ( o no tanto para el que lleva veneno y el aguijón presto) es que haya quien se haya atrevido en este foro a denostar su figura sin tan ni siquiera haber leído nada suyo.

    ¿Medianía el padre Castellani? Hay que ser muy burro para atreverse a a hacer semejante afirmación.

  11. #11
    Avatar de Tradición.
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    Re: Las Gafas de Castellani

    Cristo Rey


    « Ergo Rex es tu? Tu dixisti…
    Sed Regnum deum non est de hoc mundo » (Ioan. 18 : 33-36)

    El año 1925, accediendo a una solicitud firmada por más de ochocientos obispos, el Papa Pío XI instituyó para toda la Iglesia la festividad de Cristo Rey, fijada en el último domingo del mes de octubre.
    Esta nueva invocación de Cristo, nueva y sin embargo tan antigua como la Iglesia, tuvo muy pronto sus mártires, en la persecución que la masonería y el judaísmo desataron en Méjico, con la ayuda de un imperialismo extranjero: sacerdotes, soldados, jóvenes de Acción Católica y aun mujeres que murieron al grito de “¡Viva Cristo Rey!”
    Esta proclamación del poder de Cristo sobre las naciones se hacía contra el llamado liberalismo. El liberalismo es una peligrosa herejía moderna que proclama la libertad y toma su nombre de ella.
    La libertad es un gran bien que, como todos los grandes bienes, sólo Dios puede dar; y el liberalismo lo busca fuera de Dios; y de ese modo sólo llega a falsificaciones de la libertad.
    Liberales fueron los que en el pasado siglo rompieron con la Iglesia, maltrataron al Papa y quisieron edificar naciones sin contar con Cristo. Son hombres que desconocen la perversidad profunda del corazón humano, la necesidad de una redención, y en el fondo, el dominio universal de Dios sobre todas las cosas, como Principio y como Fin de todas ellas, incluso las sociedades humanas.
    Ellos son los que dicen: “Hay que dejar libres a todos”, sin ver que el que deja libre a un malhechor es cómplice del malhechor; “Hay que respetar todas las opiniones”, sin ver que el que respeta las opiniones falsas es un falsario; “La religión es un asunto privado”, sin ver que, siendo el hombre naturalmente social, si la religión no tiene nada que ver con lo social, entonces no sirve para nada, ni siquiera para lo privado.
    Contra este pernicioso error, la Iglesia arbola hoy la siguiente verdad de fe: Cristo es Rey, por tres títulos, cada uno de ellos de sobra suficiente para conferirle un verdadero poder sobre los hombres.
    Es Rey por título de nacimiento, por ser el Hijo Verdadero de Dios Omnipotente, Creador de todas las cosas; es Rey por titulo de mérito, por ser el Hombre más excelente que ha existido ni existirá, y es Rey por titulo de conquista, por haber salvado con su doctrina y su sangre a la Humanidad de la esclavitud del pecado y del infierno.
    Me diréis vosotros: eso está muy bien, pero es un ideal y no una realidad. Eso será en la otra vida o en un tiempo muy remoto de los nuestros; pero hoy día... Los que mandan hoy día no son los mansos, como Cristo, sino los violentos; no son los pobres, sino los que tienen plata; no son los católicos, sino los masones. Nadie hace caso al Papa, ese anciano vestido de blanco que no hace más que mandarse proclamas llenas de sabiduría, pero que nadie obedece. Y el mar de sangre en que se está revolviendo Europa, ¿concuerda acaso con ningún reinado de Cristo?
    La respuesta a esta duda está en la respuesta de Cristo a Pilatos, cuando le preguntó dos veces si realmente se tenía por Rey. “Mi Reino no procede de este mundo”. No es como los reinos temporales, que se ganan y sustentan con la mentira y la violencia; y en todo caso, aun cuando sean legítimos y rectos, tienen fines temporales y están mechados y limitados por la inevitable imperfección humana.
    Rey de verdad, de paz y de amor, su Reino procedente de la Gracia reina invisiblemente en los corazones, y eso tiene más duración que los imperios. Su Reino no surge de aquí abajo, sino que baja de ahí arriba; pero eso no quiere decir que sea una mera alegoría, o un reino invisible de espíritus.
    Dice que no es de aquí, pero no dice que no está aquí. Dice que no es carnal, pero no dice que no es real. Dice que es reino de almas, pero no quiere decir reino de fantasmas, sino reino de hombres. No es indiferente aceptarlo o no, y es supremamente peligroso rebelarse contra El.
    Porque Europa se rebeló contra El en estos últimos tiempos, Europa y con ella el mundo todo se halla hoy día en un desorden que parece no tener compostura, y que sin El no tiene compostura…
    Mis hermanos: porque Europa rechazó la reyecía de Jesucristo, actualmente no puede parar en ella ni Rey ni Roque. Cuando Napoleón I, que fue uno de los varones —y el más grande de todos— que quisieron arreglar a Europa sin contar con Jesucristo, se ciñó en Milán la corona de hierro de Carlomagno, cuentan que dijo estas palabras: “Dios me la dio, nadie me la quitará”.
    Palabras que a nadie se aplican más que a Cristo. La corona de Cristo es más fuerte, es una corona de espinas. La púrpura real de Cristo no se destiñe, está bañada en sangre viva. Y la caña que le pusieron por burla en las manos, se convierte de tiempo en tiempo, cuando el mundo cree que puede volver a burlarse de Cristo, en un barrote de hierro. “Et reges eos in virga férrea” (Los regirá con vara de hierro).
    Veamos la demostración de esta verdad de fe, que la Santa Madre Iglesia nos propone a creer y venerar en la fiesta del último domingo del mes de la primavera, llamando en nuestro auxilio a la Sagrada Escritura, a la Teología y a la Filosofía, y ante todo a la Santísima Virgen Nuestra Señora con un Avemaría.
    Los cuatro Evangelistas ponen la pregunta de Pilatos y la respuesta afirmativa de Cristo:
    “— ¿Tú eres el Rey de los judíos?”
    “— Yo lo soy”.

    ¿Qué clase de rey será éste, sin ejércitos, sin palacios, atadas las manos, impotente y humillado?, debe de haber pensado Pilatos.
    San Juan, en su capítulo XVIII, pone el diálogo completo con Pilatos, que responde a esta pregunta:
    Entró en el Pretorio, llamó a Jesús y le dijo: “¿Tu eres el Rey de los Judíos?”
    Respondió Jesús: “¿Eso lo preguntas de por ti mismo, o te lo dijeron otros?”
    Respondió Pilatos “¿Acaso yo soy judío? Tu gente y los pontífices te han entregado. ¿Qué has hecho?”.

    Respondió Jesús, ya satisfecho acerca del sentido de la pregunta del gobernador romano, al cual maliciosamente los judíos le habían hecho temer que Jesús era uno de tantos intrigantes, ambiciosos de poder político: “Mi reino no es de este mundo. Si de este mundo fuera mi reino, Yo tendría ejércitos, mi gente lucharía por Mí para que no cayera en manos de mis enemigos. Pero es que mi Reino no es de aquí”.
    Es decir, su Reino tiene su principio en el cielo, es un Reino espiritual que no viene a derrocar al César, como Pilatos teme, ni a pelear por fuerza de armas contra los reinos vecinos, como desean los judíos.
    El no dice que este Reino suyo, que han predicho los profetas, no esté en este mundo; no dice que sea un puro reino invisible de espíritus, es un reino de hombres; El dice que no proviene de este mundo, que su principio y su fin está más arriba y más abajo de las cosas inventadas por el hombre.
    El profeta Daniel, resumiendo los dichos de toda una serie de profetas, dijo que después de los cuatro grandes reinos que aparecerían en el Mediterráneo, el reino de la Leona, del Oso, del Leopardo y de la Bestia Poderosa, aparecería el Reino de los Santos, que duraría para siempre. Ese es su Reino...

    Esa clase de reinos espirituales no los entendía Pilatos, ni le daban cuidado. Sin embargo, preguntó de nuevo, quizá irónicamente: “—Entonces, ¿te afirmas en que eres Rey?”.
    Respondió Jesús tranquilamente: “—Sí, lo soy —y añadió después mirándolo cara a cara—; yo para eso nací y para eso vine al mundo, para dar testimonio de
    la Verdad. Todo el que es de la Verdad oye mi voz”.

    Dijo Pilatos: “— ¿Qué es la Verdad?”
    Y sin esperar respuesta, salió a los judíos y les dijo: “—Yo no le veo culpa”.
    Pero ellos gritaron: “—Todo el que se hace Rey, es enemigo del César. Si lo sueltas a éste, vas en contra del César”.

    He aquí solemnemente afirmada por Cristo su realeza, al fin de su carrera, delante de un tribunal, a riesgo y costa de su vida; y a esto le llama El dar testimonio de la Verdad, y afirma que su Vida no tiene otro objeto que éste.
    Y le costó la vida, salieron con la suya los que dijeron: “No queremos a éste por Rey, no tenemos más Rey que el César”; pero en lo alto de la Cruz donde murió este Rey rechazado, había un letrero en tres lenguas, hebrea, griega y latina, que decía: “Jesús Nazareno Rey de los Judíos”; y hoy día, en todas las iglesias del mundo y en todas las lenguas conocidas, a 2.000 años de distancia de aquella afirmación formidable: “Yo soy Rey”, miles y miles de seres humanos proclaman junto con nosotros su fe en e1 Reino de Cristo y la obediencia de sus corazones a su Corazón Divino.
    Por encima del clamor de la batalla en que se destrozan los humanos, en medio de la confusión y de las nubes de mentiras y engaños en que vivimos, oprimidos los corazones por las tribulaciones del mundo y las tribulaciones propias, la Iglesia Católica, imperecedero Reino de Cristo, está de pie para dar como su Divino Maestro testimonio de Verdad y para defender esa Verdad por encima de todo.
    Por encima del tumulto y de la polvareda, con los ojos fijos en la Cruz, firme en su experiencia de veinte siglos, segura de su porvenir profetizado, lista para soportar la prueba y la lucha en la esperanza cierta del triunfo, la Iglesia, con su sola presencia y con su silencio mismo, está diciendo a todos los Caifás, Herodes y Pilatos del mundo que aquella palabra de su divino Fundador no ha sido vana.
    En el primer libro de las Visiones de Daniel, cuenta el profeta que vio cuatro Bestias disformes y misteriosas que, saliendo del mar, se sucedían y destruían una a la otra; y después de eso vio a manera de un Hijo del Hombre que viniendo de sobre las nubes del cielo se llegaba al trono de Dios; y le presentaron a Dios, y Dios le dio el Poderío, el Honor y el Reinado, y todos los pueblos, tribus y lenguas le servirán, y su poder será poder eterno que no se quitará, y su reino no se acabará.
    Entonces me llegué lleno de espanto —dice Daniel— a uno de los presentes, y le pregunté la verdad de todo eso. Y me dijo la interpretación de la figura: “Estas cuatro bestias magnas son cuatro Grandes Imperios que se levantarán en la tierra [a saber, Babilonia, Persia, Grecia y Roma, según estiman los intérpretes], y después recibirán el Reino los santos del Dios altísimo y obtendrán el reino por siglos y por siglos de siglos”.
    Esta palabra misteriosa, pronunciada 500 años antes de Cristo, no fue olvidada por los judíos. Cuando Juan Bautista empieza a predicar en las riberas del Jordán: “Haced penitencia, que está cerca el Reino de Dios”, todo ese pequeño pueblo comprendido entre el Mediterráneo, el Líbano, el Tiberíades y el Sinaí resonaba con las palabras de Gran Rey, Hijo de David, Reino de Dios. Las setenta semanas de años que Daniel había predicho entre el cautiverio de Babilonia y la llegada del Salvador del Mundo, se estaban acabando; y los profetas habían precisado de antemano, en una serie de recitados enigmáticos, una gran cantidad de rasgos de su vida y su persona, desde su nacimiento en Belén hasta su ignominiosa muerte en Jerusalén.
    Entonces aparece en medio de ellos ese joven doctor impetuoso, que cura enfermos y resucita muertos, a quien el Bautista reconoce y los fariseos desconocen, el cual se pone a explicar metódicamente en qué consiste el Reino de Dios, a desengañar ilusos, a reprender poderosos, a juntar discípulos, a instituir entre ellos una autoridad, a formar una pequeña e insignificante sociedad, más pequeña que un grano de mostaza, y a prometer a esa Sociedad, por medio de hermosísimas parábolas y de profecías deslumbradoras, los más inesperados privilegios: durará por todos los siglos — se difundirá par todas las naciones — abarcará todas las razas — el que entre en ella, estará salvado — el que la rechace, estará perdido — el que la combata, se estrellará contra ella — lo que ella ate en la tierra será atado en el cielo, y lo que ella desate en la tierra será desatado en el cielo.
    Y un día, en las puertas de Cafarnaúm, aquel Varón extraordinario, el más modesto y el más pretencioso de cuantos han vivido en este mundo, después de obtener de sus rudos discípulos el reconocimiento de que él era el “Ungido”, el “Rey”, y más aún, el mismo “Hijo Verdadero de Dios vivo”, se dirigió al discípulo que había hablado en nombre de todos y solemnemente le dijo: “Y Yo a ti te digo que tú eres Kefá, que significa piedra, y sobre esta piedra Yo levantaré mi Iglesia, y los poderes infernales no prevalecerán contra ella y te daré las llaves del Reino de los Cielos. Y Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos”.
    Y desde entonces, viose algo único en el mundo: esa pequeña Sociedad fue creciendo y durando, y nada ha podido vencerla, nada ha podido hundirla, nadie ha podido matarla. Mataron a su Fundador, mataron a todos sus primeros jefes, mataron a miles de sus miembros durante las diez grandes persecuciones que la esperaban al salir mismo de su cuna; y muchísimas veces dijeron que la habían matado a ella, cantaron victoria sus enemigos, las fuerzas del mal, las Puertas del Infierno, la debilidad, la pasión, la malicia humana, los poderes tiránicos, las plebes idiotizadas y tumultuantes, los entendimientos corrompidos, todo lo que en el mundo tira hacia abajo, se arrastra y se revuelca (la corrupción de la carne y la soberbia del espíritu aguijoneados por los invisibles espíritus de las tinieblas); todo ese peso de la mortalidad y la corrupción humana que obedece al Angel Caído, cantó victoria muchas veces y dijo: “Se acabó la Iglesia.
    El siglo pasado, no más, los hombres de Europa más brillantes, cuyos nombres andaban en boca de todos, decían: “Se acabó la Iglesia, murió el Catolicismo”. ¿Dónde están ellos ahora?
    Y la Iglesia, durante veinte siglos, con grandes altibajos y sacudones, por cierto, como la barquilla del Pescador Pedro, pero infalible irrefragablemente, ha ido creciendo en número y extendiéndose en el mundo; y todo cuanto hay de hermoso y de grande en el mundo actual se le debe a ella; y todas las personas más decentes, útiles y preclaras que ha conocido la tierra han sido sus hijos; y cuando perdía un pueblo, conquistaba una Nación; y cuando perdía una Nación, Dios le daba un Imperio; y cuando se desgajaba de ella media Europa, Dios descubría para ella un Mundo Nuevo; y cuando sus hijos ingratos, creyéndose ricos y seguros, la repudiaban y abandonaban y la hacían llorar en su soledad y clamar inútilmente en su paciencia...; cuando decían: “Ya somos ricos y poderosos y sanos y fuertes y adultos, y no necesitamos nodriza”, entonces se oía en los aires la voz de una trompeta, y tres jinetes siniestros se abatían sobre la tierra: uno en un caballo rojo, cuyo nombre es La Guerra; otro en un caballo negro, cuyo nombre es El Hambre; otro en un caballo bayo, cuyo nombre es La Persecución Final; y los tres no pueden ser vencidos sino por Aquel que va sobre el caballo blanco, al cual le ha sido dada la espada para que venza, y que tiene escrito en el pecho y en la orla de su vestido: “Rey de Reyes y Senor de Dominantes”.
    El Mundo Moderno, que renegó la reyecía de su Rey Eterno y Señor Universal, como consecuencia directa y demostrable de ello se ve ahora empantanado en un atolladero y castigado por los tres últimos caballos del Apocalipsis; y entonces le echa la culpa a Cristo.
    Acabo de oír por Radio Excelsior una poesía de un tal Alejandro Flores, aunque mediocre, bastante vistosa, llamada Oración de este Siglo a Cristo, en que expresa justamente esto: se queja de la guerra, se espanta de la crisis (racionamiento de nafta), dice que Cristo es impotente, que su “sueño de paz y de amor” ha fracasado, y le pide que vuelva de nuevo al mundo, pero no a ser crucificado.
    El pobre miope no ve que Cristo está volviendo en estos momentos al mundo, pero está volviendo como Rey — ¿o qué se ha pensado él que es un Rey?—; está volviendo de Ezrah, donde pisó el lagar El solo con los vestidos salpicados de rojo, como lo pintaron los profetas, y tiene en la mano el bieldo y la segur para limpiar su heredad y para podar su viña. ¿O se ha pensado él que Jesucristo es una reina de juegos florales?

    Y ésta es la respuesta a los que hoy día se escandalizan de la impotencia del Cristianismo y de la gran desolación espiritual y material que reina en la tierra. Creen que la guerra actual es una gran desobediencia a Cristo, y en consecuencia dudan de que Cristo sea realmente Rey, como dudó Pilatos, viéndole atado e impotente. Pero la guerra actual no es una gran desobediencia a Cristo: es la consecuencia de una gran desobediencia, es el castigo de una gran desobediencia y — consolémonos— es la preparación de una gran obediencia y de una gran restauración del Reino de Cristo. “Porque se me subleven una parte de mis súbditos, Yo no dejo de ser Rey mientras conserve el poder de castigarlos”, dice Cristo.
    En la última parábola que San Lucas cuenta, antes de la Pasión, está preanunciado eso: “Semejante es el Reino de los cielos a un Rey que fue a hacerse cargo de un Reino que le tocaba por herencia. Y algunos de sus vasallos le mandaron embajada, diciendo: No queremos que este reine sobre nosotros. Y cuando se hizo cargo del Reino, mandó que le trajeran aquellos sublevados y les dieran muerte en su presencia”.
    Eso contó Nuestro Señor Jesucristo hablando de si mismo; y cuando lo contó, no se parecía mucho a esos cristos melosos, de melena rubia, de sonrisita triste y de ojos acaramelados que algunos pintan. Es un Rey de paz, es un Rey de amor, de verdad, de mansedumbre, de dulzura para los que le quieren; pero es Rey verdadero para todos, aunque no le quieran, ¡y tanto peor para el que no le quiera!
    Los hombres y los pueblos podrán rechazar la llamada amorosa del Corazón de Cristo y escupir contra el cielo; pero no pueden cambiar la naturaleza de las cosas. El hombre es un ser dependiente, y si no depende de quien debe, dependerá de quien no debe; si no quiere por dueño a Cristo, tendrá el demonio por dueño. “No podéis servir a Dios y a las riquezas”, dijo Cristo, y el mundo moderno es el ejemplo lamentable: no quiso reconocer a Dios como dueño, y cayó bajo el dominio de Plutón, el demonio de las riquezas.
    En su encíclica Quadragesimo Anno, el Papa Pío XI describe de este modo la condición del mundo de hoy, desde que el Protestantismo y el Liberalismo lo alejaron del regazo materno de la Iglesia, y decidme vosotros si el retrato es exagerado: “La libre concurrencia se destruyó a sí misma; al libre cambio ha sucedido una dictadura económica. El hambre y sed de lucro ha suscitado una desenfrenada ambición de dominar. Toda la vida económica se ha vuelto horriblemente dura, implacable, cruel. Injusticia y miseria. De una parte, una inmensa cantidad de proletarios; de otra, un pequeño número de ricos provistos de inmensos recursos, lo cual prueba con evidencia que las riquezas creadas en tanta copia por el industrialismo moderno no se hallan bien repartidas”.
    El mismo Carlos Marx, patriarca del socialismo moderno, pone el principio del moderno capitalismo en el Renacimiento, es decir, cuando comienza el gran movimiento de desobediencia a la Iglesia; y añora el judío ateo los tiempos de la Edad Media, en que el artesano era dueño de sus medios de producción, en que los gremios amparaban al obrero, en que el comercio tenía por objeto el cambio y la distribución de los productos y no el lucro y el dividendo, y en que no estaba aún esclavizado al dinero para darle una fecundidad monstruosa. Añora aquel tiempo, que si no fue un Paraíso Terrenal, por lo menos no fue una Babel como ahora, porque los hombres no habían recusado la Reyecía de Jesucristo.
    Los males que hoy sufrimos, tienen, pues, raíz vieja; pero consolémonos, porque ya está cerca el jardinero con el hacha. Estamos al fin de un proceso morboso que ha durado cuatro siglos.
    Vosotros sabéis que en el llamado Renacimiento había un veneno de paganismo, sensualismo y descreimiento que se desparramó por toda Europa, próspera entonces y cargada de bienestar como un cuerpo pletórico. Ese veneno fue el fermento del Protestantismo; “rebelión de los ricos contra los pobres”, como lo llamó Belloc, que rompió la unidad de la Iglesia, negó el Reino Visible de Cristo, dijo que Cristo fue un predicador y un moralista, y no un Rey; sometió la religión a los poderes civiles y arrebató a la obediencia del Sumo Pontífice casi la mitad de Europa. Las naciones católicas se replegaron sobre sí mismas en el movimiento que se llamó Contrarreforma, y se ocuparon en evangelizar el Nuevo Mundo, mientras los poderes protestantes inventaban el Puritanismo, el Capitalismo y el Imperialismo.
    Entonces empezó a invadir las naciones católicas una a modo de niebla ponzoñosa proveniente de los protestantes, que al fin cuajó en lo que llamamos Liberalismo, el cual a su vez engendró por un lado el Modernismo y por otro el Comunismo.
    Entonces fue cuando sonó en el cielo la trompeta de la cólera divina, que nadie dejó de oír; y el Hombre Moderno, que había caído en cinco idolatrías y cinco desobediencias, está siendo probado y purificado ahora por Cinco castigos y cinco penitencias:
    Idolatría de la Ciencia, con la cual quiso hacer otra torre de Babel que llegase hasta el cielo; y la ciencia está en estos momentos toda ocupada en construir aviones, bombas y cañones para voltear casas y ciudades y fábricas;
    Idolatría de la Libertad, con la cual quiso hacer de cada hombre un pequeño y caprichoso caudillejo; y éste es el momento en que el mundo está lleno de despotismo y los pueblos mismos piden puños fuertes para salir de la confusión que creó esa libertad demente;
    Idolatría del Progreso, con el cual creyeron que harían en poco tiempo otro Paraíso Terrenal; y he aquí que el Progreso es el Becerro de Oro que sume a los hombres en la miseria, en la esclavitud, en el odio, en la mentira, en la muerte;
    Idolatría de la Carne, a la cual se le pidió el cielo y las delicias del Edén; y la carne del hombre desvestida, exhibida, mimada y adorada, está siendo destrozada, desgarrada y amontonada como estiércol en los campos de batalla;
    Idolatría del Placer, con el cual se quiere hacer del mundo un perpetuo Carnaval y convertir a los hombres en chiquilines agitados e irresponsables; y el placer ha creado un mundo de enfermedades, dolencias y torturas que hacen desesperar a todas las facultades de medicina.
    Esto decía no hace mucho tiempo un gran obispo de Italia, el arzobispo de Cremona, a sus fieles.
    ¿Y nuestro país? ¿Está libre de contagio? ¿Está puro de mancha? ¿Está limpio de pecado? Hay muchos que parecen creerlo así, y viven de una manera enteramente inconsciente, pagana, incristiana, multiplicando los errores, los escándalos, las iniquidades, las injusticias. Es un país tan ancho, tan rico, tan generoso, que aquí no puede pasar nada; queremos estar en paz con todos, vender nuestras cosechas y ganar plata; tenemos gobernantes tan sabios, tan rectos y tan responsables; somos tan democráticos, subimos al gobierno solamente a aquel que lo merece; tenemos escuelas tan lindas; tenemos leyes tan liberales; hay libertad para todo; no hay pena de muerte; si un hombre agarra una criaturita en la calle, la viola, la mata y después la quema, ¡qué se va a hacer, paciencia!; tenemos la prensa más grande del mundo: por diez centavos nos dan doce sábanas de papel llenas de informaciones y de noticias; tenemos la educación artística del pueblo hecha por medio del cine y de la radiotelefonía; ¡qué pueblo más bien educado va a ir saliendo, un pueblo artístico! ¡Qué país, mi amigo, qué país más macanudo!
    — ¿Y reina Cristo en este país? — ¿Y cómo no va a reinar? Somos buenos todos. Y si no reina, ¿qué quiere que le hagamos?
    Tengo miedo de los grandes castigos colectivos que amenazan nuestros crímenes colectivos. Este país está dormido, y no veo quién lo despierte. Este país está engañado, y no veo quién lo desengañe. Este país está postrado, y no se ve quién va a levantarlo.
    Pero este país todavía no ha renegado de Cristo; y sabemos por tanto que hay alguien capaz de levantarlo.
    Preparémonos a su Venida y apresuremos su Venida. Podemos ser soldados de un gran Rey; nuestras pobres efímeras vidas pueden unirse a algo grande, algo triunfal, algo absoluto.
    Arranquemos de ellas el egoísmo, la molicie, la mezquindad de nuestros pequeños caprichos, ambiciones y fines particulares.
    El que pueda hacer caridad, que se sacrifique por su prójimo, o solo, o en su parroquia, o en las Sociedades Vicentinas...
    El que pueda hacer apostolado, que ayude a Nuestro Cristo Rey en la Acción Católica o en las Congregaciones…
    El que pueda enseñar, que enseñe…
    Y el que pueda quebrantar la iniquidad, que la golpee y que la persiga, aunque sea con riesgo de la vida.
    Y para eso, purifiquemos cada uno de faltas y de errores nuestra vida. Acudamos a la Inmaculada Madre de Dios, Reina de los Ángeles y de los hombres, para que se digne elegirnos para militar con Cristo, no solamente ofreciendo todas nuestras personas al trabajo, como decía el capitán Ignacio de Loyola, sino también para distinguirnos y señalarnos en esa misma campaña del Reino de Dios contra las fuerzas del Mal, campaña que es el eje de la historia del mundo, sabiendo que nuestro Rey es invencible, que su Reino no tendrá fin, que su triunfo y Venida no está lejos y que su recompensa supera todas las vanidades de este mundo, y más todavía, todo cuanto el ojo vio, el oído oyó y la mente humana pudo soñar de hermoso y de glorioso.
    Leonardo Castellani,
    de su obra “Cristo, ¿vuelve o no vuelve?”.

  12. #12
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    Re: Las Gafas de Castellani

    Los perros y la fe



    JUAN MANUEL DE PRADA



    Han sido muchas las veces en que la fe ha sido arrojada a los perros; y, cuando ya parecía que los perros la iban a devorar, han sido los perros los que perecieron. En las deslumbrantes páginas que rematan El hombre eterno, Chesterton computa hasta cinco ocasiones (pero fueron muchas más) en que la Historia parecía que iba a presenciar el fin de cristianismo; y otras tantas en que el cristianismo volvía a alzarse de sus ruinas, mientras sus enemigos se extinguían en la noche de los tiempos. Cuando el nominalismo crece triunfante sobre los escombros de la Edad Media, aparece Tomás de Aquino en la silla de Aristóteles; cuando el Islam galopa a rienda suelta, gritan como un trueno miles de jóvenes exultantes, hijos espirituales de Francisco de Asís, que elevan al cielo un bosque de flechas; cuando el paganismo renacentista se infiltra en las mismas estructuras de la Iglesia y desemboca en la disgregación de la Reforma, surge el aguerrido Ignacio de Loyola. Y así sucesivamente en todos los crepúsculos de la Historia, una y otra vez, hasta llegar a nuestros días: cuando ya parece que la fe está a punto de sucumbir, cuando ya los hombres que la profesan parecen cansados y claudicantes, surge un movimiento que les devuelve el ímpetu; y siempre se demuestra que, cuanto más irremediable parece la claudicación, más pujante es el resurgimiento.



    Y es que, como concluye Chesterton, la fe cuenta con un Dios que sabe cómo salir del sepulcro. Todas las épocas han tratado de emborrachar a sus hijos con vinos rebajados, con vinos agriados, con vinos que esconden un veneno o un somnífero; y, en todas las épocas ha terminado brotando, como una potente catarata carmes, la fuerza nutritiva del vino original. Y los hombres que se habían resignado a emborracharse con vinos adulterados, tras probar ese vino original, han vuelto a pronunciar aquellas palabras de gratitud que pronunciaron los invitados a las bodas de Caná: «Tú has guardado el buen vino para el final». El vino adulterado de nuestra época se llama laicismo; y como todos los vinos aguachirles o ponzoñosos que se le han ofrecido a la Humanidad desde que el mundo es mundo, le dice al hombre que Dios no existe, le dice al hombre que él mismo es Dios, le promete la liberación de todas las ataduras, el Paraíso en la Tierra y un porvenir plagado de bienaventuranzas; y el hombre, engolosinado, bebe de ese vino hasta quedarse ahíto, para luego descubrir que todas esas promesas se resumen en una resaca sobresaltada de bascas y mareos.



    Entonces, el hombre borracho de ese vino adulterado, mientras se deja arrastrar plácidamente por la corriente de su tiempo, mira en su derredor y descubre a lo lejos un barco frágil, zarandeado por el oleaje, que sin embargo se obstina en navegar a contracorriente. Y entonces reflexiona: «Yo tal vez esté muerto; y, puesto que nado a favor de la corriente, ni siquiera me habría dado cuenta. Pero para navegar como lo hace ese barco frágil hace falta estar vivo, porque sólo lo que está vivo puede navegar a contracorriente». Y, mientras el hombre ve pasar a su lado, arrastrados por la corriente, a todos los sofistas y demagogos que lo aturdieron con sus promesas, decide subir a ese barco al que una fuerza sobrenatural impulsa en sentido contrario. Y, subido a ese barco, vuelve a sentirse vivo.



    La Iglesia es ese barco frágil que navega a contracorriente. La singladura que promete es áspera y fatigosa, a diferencia del plácido abandono que augura dejarse arrastrar por la corriente. En su sufriente itinerario, ese barco es asaltado por piratas, desgarrado por luchas intestinas, acechado por bajíos y arrecifes, zarandeado por mil tempestades, pero el timonel que lo guía jamás desvía el rumbo. Y, cuando ya parece sucumbir a las Escilas y Caribdis que le lanzan mil dentelladas, vuelve a resurgir, dejando atrás a la jauría. A veces llegan hasta la prensa ecos de ese combate sempiterno: mientras el laicismo se afana en retirar los crucifijos de las paredes, 268.000 españoles más que el año pasado han decidido colaborar a través de la declaración del impuesto sobre la renta en esa singladura a contracorriente. Son 268.000 españoles más deseosos de sentirse vivos, hartos del vino adulterado que les sirven en la taberna del laicismo. Y su número no hará sino crecer.

    www.juanmanueldeprada.com
    Rodrigo dio el Víctor.

  13. #13
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    Re: Las Gafas de Castellani

    ALACRAN: Me he topado con tu desafortunado comentario sobre nuestro entrañable Padre Castellani, a quién conocí y traté asiduamente, quién me honró con su amistad y fue mi maestro mas preclaro.
    La página de COPE te vendió "carne podrida" y tu, sin más, la compraste, agregando de tu cosecha otras inexactitudes; que en nombre de la verdad y caridad se deben desmentir y aclarar.
    Por lo que veo, no has leido nada de la monumental obra de Castellani. Te invito a hacerlo, y así podrás comprobar por tí mismo su extraordinaria figura.
    Además, te sugiero que leas lo que han dicho de Castellani los distintos foristas en este hilo.
    Es un grave error considerar a Castellani como un "subversivo". Su doctrina fue de una absoluta ortodoxia. Me atengo a lo dicho al respecto por Hyeronimus.
    Acerca de la expulsión de los Jesuitas... fue una infamia de la Orden, que lamentablemente perdió a su máxima inteligencia y si le hubieren hecho caso, no habrían terminado siendo la punta de lanza de la Teología de la Liberación, entre otros errores. En esto, como en tantas cosas, el Padre fue profético.
    Tampoco es cierto que sea "famoso después de muerto". En nuestro país el liberalismo, las logias, los de la "linea media"; el progresismo, y demás yerbas, nunca lo quisieron y lo condenaron a la conspiración del silencio, mientras vivía, al igual que después de muerto.
    En cuanto a la "época super católica del caudillo o de Perón"; hay mucho hilo en el carretel... En la Argentina fue en gran medida el catolicismo, liberal, demócrata cristiano y progresista el que destituyó al General Perón y hasta el día de la fecha lo siguen detestando.
    En lo atinente al "super catolicismo" que mencionas, en la época de Franco, si dicho catolicismo hubiera sido real y verdadero; es obvio que no habrian arribado al poder quienes lo hicieron a la muerte del caudillo.
    De más está decir que Castellani no fue en modo alguno "un tipo de medianias"; por el contrario, al estilo de San Pablo, dió el buen combate y mantuvo la Fe; fueron precisamente los "medianos", los mediocres, los necios y, sobre todo, aquellos que ya sabemos, los que lo persiguieron impiadosamente.
    Alacrán: no basta que un cura sea "teólogo", para ser bueno... he conocido y conozco a muchos "teólogos" que espantan... y que Dios nos pille confesados antes de leer sus "refritos".
    Sin perjuicio de ello, te informo que Castellani era doctor en Teología, en Filosofía y en Psicología; además de saber Castellano, Latín, Griego, Francés, Inglés, Alemán, Italiano, Portugués, Catalán, e incluso aprendió el Danés para poder leer a Kierkegaard. De allí salió su magnífico libro "De Kierkegaard a Santo Tomás".
    Pero por sobre todo fue un hombre bueno, integro, un verdadero singular, con una inteligencia privilegiada, a más de un humor chestertoniano. A ello se adiciona que vivió en una pobreza franciscana y una sorprendente frugalidad en sus comidas.
    Si quieres saber algo del Padre Castellani, y está a mi alcance, cuenta conmigo.
    Quedo a tus órdenes.

  14. #14
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    Re: Las Gafas de Castellani

    Alacran, no se debe hablar sin saber.

  15. #15
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Las Gafas de Castellani

    Leonardo Castellani y la democracia.




    “En suma, lo que entiende Suárez decir es que la autoridad civil no puede ejercerse sino para el pueblo y con algún modo de consentimiento suyo; mientras el Roseao pretende que debe ejercerse por el pueblo, y por medio de representantes o mandantes elegidos explícitamente tiro a tiro, que por un lado tienen atribuciones ilimitadas y deiformes en forma realmente monstruosa, y por otra, pueden ser depuestos al capricho de la multitud, ornada de una especie de Voluntad Divina, es decir, Infalible, Sapientísima y Creadora del Bien y del Mal. Error siniestro y herético, causa de todas las revueltas modernas, y del terrible envenenamiento político cuyas convulsiones todo el mundo sufre en este momento.

    De este error han salido las consecuencias que usted sabe en la Argentina nuestra. ¿Quiénes gobiernan la Argentina? ¿Los más virtuosos, los más justos, los más sabios, los más videntes? ¿Quién se atrevería a sostenerlo? NO. Gobiernan teóricamente “los que el pueblo quiere”. ¿Y el pueblo quiere siempre a los más justos, los más virtuosos, los más sabios, los más videntes? NO. La masa teóricamente los querría siempre provisto que: 1° la masa misma estuviese siempre en estado de gracia y sabiduría, y 2° que fuera capaz de discernirlos, lo cual es absurdo por hipótesis, porque en ese paradisíaco caso, la masa ya no necesitaría gobierno alguno.

    De hecho, usted sabe a quiénes quiere en la realidad de las cosas la masa, o mejor dicho, la parte de ella que vota. La masa se ve obligada a querer a los que se le autoimponen como “más sabios, más justos, más virtuosos, más videntes” en una lucha taimada y feroz, donde la virtud, la justicia y la sabiduría brillan por su flamante ausencia, donde todos los vicios hijos de la ambición, la avaricia y la pereza, y todos los pecados desde el homicidio hasta la mentira y el insulto hacen la más flagrante, colorida e impúdica exhibición de sí mismos, en una desnudez que cada día se hace más cínica y más caradura. Prostitución espantosa de aquel sublime ideal del Reino de Dios que al comienzo llamamos “democracia”, ante la cual el filósofo no tiene más remedio que cubrirse la cara con la toga y salir del circo hacia la soledad; y el cristiano ponerse a orar y temer algún gran castigo del cielo, “quod advertat Deus”, una intervención de Azrael el Destructor.”

    Leonardo Castellani S.J., “Canciones de Militis”, Ed. Dictio. Bs. As., 1973, págs. 285/286.

    STAT VERITAS

  16. #16
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    Re: Las Gafas de Castellani

    El evangelio de Castellani

    JUAN MANUEL DE PRADA

    Hace algunos años, en la populosa biblioteca de un muy querido amigo porteño, Fabián Rodríguez Simón, descubrí algunos libros de Leonardo Castellani. Siendo mi amigo librepensador, y siendo Castellani un cura trabucaire y tonante, me sorprendió que me recomendara su lectura tan encarecidamente; tanto que acabé por hacerle caso, temeroso de toparme con uno de esos escritores medio cursis y medio coñazos que tanto abundan en los arrabales de la literatura. Pero me topé, en cambio, con un escritor "ígneo y original" (con estos dos epítetos tan exactos lo califica una comentarista anónima, en la página web de "Religión en libertad"): ígneo al mo do de los verdaderos profetas, con palabras de fuego que abrasan y confortan a partes iguales; original al modo de los verdaderos poetas, con una sensibilidad en vilo que ilumina cuanto toca, desde la sátira política a la exégesis bíblica. Nunca agradeceré suficientemente a mi amigo porteño aquel descubrimiento gozoso, que para mí fue el comienzo de una conversión profunda -literaria, vital, religiosa- en la que todavía ando metido. Me impuse el deber de dar a conocer a Leonardo Castellani al lector español; y en esta tarea he empeñado muchos esfuerzos: quizá este rescate sea lo único que se recuerde de mi paso por la tierra; desde luego, sé que será mi principal mérito cuando se separen las ovejas de los cabritos. ahora acabo de publicar en Ediciones Cristiandad "El Evangelio de Jesucristo", tal vez el libro más hermoso de Castellani. Lo escribió en las circunstancias más adversas: expulsado de la Compañía de Jesús, apartado del ministerio sacerdotal (que luego le sería restituido), solo e infamado, roído por tormentos espirituales crudelísimos que a otra naturaleza más inconstante que la suya habrían empujado a la apostasía. tal era su penuria por entonces que llegó incluso a trabajar como camionero y repartidor de leche; así hasta que un amigo que dirigía un periódico le propuso escribir unos comentarios a los Evangelios dominicales, a cambio de unas monedillas. Y Castellani escribió unas piezas grandiosas que no son propiamente sermones, ni meditaciones teológicas, ni glosas eruditas, ni mucho menos una "vida de Cristo" a la moda protestantoide, sino -como el propio autor los define- "ensayos existenciales" llenos de gracia y erudición, de observaciones sabrosas y exultantes pesquisas, en donde el polemista y el apologeta se dan la mano para derramarse sobre todas las cosas terrenas, sin desarraigarse jamás de su sustancia ultraterrena. Las lecturas evangélicas son así alumbradas sin moralinas ni sociologismos campanudos; el pensamiento agudo, aferrado siempre al mástil de la ortodoxia, y el estilo provocador, indómito, zumbón a veces, otras arriscado, hacen de cada comentario una fiesta de la inteligencia y una celebración ardorosa de la fe. Justo lo que uno busca en los sermones de los domingos y raras veces encuentra.
    A esta gavilla de comentarios a los Evangelios añade Castellani una introducción formidable en la que se enfrenta a la "cuestión sinóptica" siguiendo las tesis del jesuita francés Marcel Jousse, que consideraba que los Evangelios eran piezas recitativas a las que no pueden aplicarse los métodos establecidos para el estudio de los géneros literarios. Por supuesto, Castellani aprovecha para repartir mandobles a las torías histórico-críticas que empiezan considerando que los Evangelios son el fruto de un "elaboración literaria" para acabar degenerando en un almácigo de hipótesis desquiciadas. Un libro, en fin, para quedarse a vivir dentro de él, en coloquio amoroso y ensimismado, como el propio Castellani vivió dentro del Evangelio.

    El Evangelio de Castellani - ABC.es

  17. #17
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    Re: Las Gafas de Castellani

    En el foro hay algunos otros hilos sobre el P. Castellani. ¿Se podrían incluir en este para que no estén muy desparramados y facilitar la búsqueda y lectura?

    http://hispanismo.org/politica-y-soc...la-patria.html

    http://hispanismo.org/politica-y-sociedad/13210-castellani-y-el-terremoto-de-japon.html





  18. #18
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    Re: Las Gafas de Castellani

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    El evangelio de Castellani

    JUAN MANUEL DE PRADA


    Hace algunos años, en la populosa biblioteca de un muy querido amigo porteño, Fabián Rodríguez Simón, descubrí algunos libros de Leonardo Castellani. Siendo mi amigo librepensador, y siendo Castellani un cura trabucaire y tonante, me sorprendió que me recomendara su lectura tan encarecidamente; tanto que acabé por hacerle caso, temeroso de toparme con uno de esos escritores medio cursis y medio coñazos que tanto abundan en los arrabales de la literatura. Pero me topé, en cambio, con un escritor "ígneo y original" (con estos dos epítetos tan exactos lo califica una comentarista anónima, en la página web de "Religión en libertad"): ígneo al mo do de los verdaderos profetas, con palabras de fuego que abrasan y confortan a partes iguales; original al modo de los verdaderos poetas, con una sensibilidad en vilo que ilumina cuanto toca, desde la sátira política a la exégesis bíblica. Nunca agradeceré suficientemente a mi amigo porteño aquel descubrimiento gozoso, que para mí fue el comienzo de una conversión profunda -literaria, vital, religiosa- en la que todavía ando metido. Me impuse el deber de dar a conocer a Leonardo Castellani al lector español; y en esta tarea he empeñado muchos esfuerzos: quizá este rescate sea lo único que se recuerde de mi paso por la tierra; desde luego, sé que será mi principal mérito cuando se separen las ovejas de los cabritos. ahora acabo de publicar en Ediciones Cristiandad "El Evangelio de Jesucristo", tal vez el libro más hermoso de Castellani. Lo escribió en las circunstancias más adversas: expulsado de la Compañía de Jesús, apartado del ministerio sacerdotal (que luego le sería restituido), solo e infamado, roído por tormentos espirituales crudelísimos que a otra naturaleza más inconstante que la suya habrían empujado a la apostasía. tal era su penuria por entonces que llegó incluso a trabajar como camionero y repartidor de leche; así hasta que un amigo que dirigía un periódico le propuso escribir unos comentarios a los Evangelios dominicales, a cambio de unas monedillas. Y Castellani escribió unas piezas grandiosas que no son propiamente sermones, ni meditaciones teológicas, ni glosas eruditas, ni mucho menos una "vida de Cristo" a la moda protestantoide, sino -como el propio autor los define- "ensayos existenciales" llenos de gracia y erudición, de observaciones sabrosas y exultantes pesquisas, en donde el polemista y el apologeta se dan la mano para derramarse sobre todas las cosas terrenas, sin desarraigarse jamás de su sustancia ultraterrena. Las lecturas evangélicas son así alumbradas sin moralinas ni sociologismos campanudos; el pensamiento agudo, aferrado siempre al mástil de la ortodoxia, y el estilo provocador, indómito, zumbón a veces, otras arriscado, hacen de cada comentario una fiesta de la inteligencia y una celebración ardorosa de la fe. Justo lo que uno busca en los sermones de los domingos y raras veces encuentra.
    A esta gavilla de comentarios a los Evangelios añade Castellani una introducción formidable en la que se enfrenta a la "cuestión sinóptica" siguiendo las tesis del jesuita francés Marcel Jousse, que consideraba que los Evangelios eran piezas recitativas a las que no pueden aplicarse los métodos establecidos para el estudio de los géneros literarios. Por supuesto, Castellani aprovecha para repartir mandobles a las torías histórico-críticas que empiezan considerando que los Evangelios son el fruto de un "elaboración literaria" para acabar degenerando en un almácigo de hipótesis desquiciadas. Un libro, en fin, para quedarse a vivir dentro de él, en coloquio amoroso y ensimismado, como el propio Castellani vivió dentro del Evangelio.

    El Evangelio de Castellani - ABC.es
    Ando como loco buscando todo el material del padre Castellani y es bastante complicado, la verdad que es un gustazo que en España, en apenas 3 años, se hayan reeditado 2 obras suyas y 2 recopilaciones de artículos...la cosa marcha.

    Mañana cobro la extra y pienso comprar este título.

    Ya te contaré.
    TU REGERE IMPERIO FLUCTUS HISPANE MEMENTO

    El Rincón de Don Rodrigo

  20. #20
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    Re: Las Gafas de Castellani

    En España son difíciles de conseguir, pero gracias a Juan Manuel de Prada ya se puede conseguir algo. En Argentina sin duda habría más posibilidades, aunque algunos sólo se encuentren en librerías de viejo.

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