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Tema: Hay “otro” bicentenario

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    Re: Hay “otro” bicentenario

    http://bicentenariodistinto.blogspot.com/2012/02/charles-montague-fabian-uno-de-los.html


    JOSÉ MARTÍ, ¿ AUTORITARIO Y ANEXIONISTA ?



    Foto de Internet

    ¿Martí, anexionista "a la mexicana”?

    Fuente: TIEMPOS DE REFLEXION (Para artículo completo presione el enlace)


    Por Carlos Manuel Estefanía
    Director de la revista "Cuba Nuestra”
    Estocolmo.

    Cuando conocemos los términos en los que Martí, quién trabajó, conspiró y amó en los Estados Unidos, condenó a aquellos que buscaban, todavía a fines del siglo XIX, convertir a Cuba en una estrella más de la bandera estadounidense, no puede dejar de sorprendernos la idea de que el independentista cubano haya podido abogar por alguna variante de la anexión. Sin embargo, esto es lo es lo que ha sugerido en uno de sus artículos, publicado pocos años antes de morir, Manuel Moreno Fraginals. Se trata del historiador más importante de aquellos con los que contó la "Cuba socialista". Fraginals trabajó durante décadas como investigador y profesor de historia en la Cuba de Fidel Castro, marchándose definitivamente del país antes de su deceso. En el año 2000, estando ya fuera de su patria, publicó una serie de trabajos que indagan en buena medida en los conflictos hispanocubanos del siglo XIX. Entre los trabajos aparece uno, titulado "El anexionismo". Allí aparece el siguiente párrafo:

    "Todavía a fines del Siglo XIX, algunos pensaron, como solución al conflicto cubano, que si no se le podía ganar la guerra a España lo mejor era anexarse a México. Tampoco esta opción prosperó, aunque por los pocos documentos que han quedado se sabe de las conversaciones que a este respecto sostuvo José Martí con el tristemente célebre dictador mexicano Porfirio Díaz hacia fines de aquel siglo.”

    No ha sido Fraginals el primero en abordar el tema de la anexión de Cuba a México, aunque probablemente sí el primero en involucrar a Martí en esta tendencia. Sin ir mas lejos, he encontrado en mi biblioteca personal una vieja referencia al tema, recogida en el libro de Ramiro Guerra, "El camino de la independencia". Se trata en realidad de un estudio centrado en las rivalidades entre Estados Unidos e Inglaterra, derivadas de sus intereses en Cuba. Allí se alude a las pretensiones mexicanas y colombianas sobre la isla caribeña. Se explica que, terminada la guerra contra España en el continente, era natural que la confrontación prosiguiese en el mar. México estaba particularmente interesado en atacar a Cuba, el principal arsenal de España en América y base de operaciones contra ese país. Si la isla era ocupada, tendrían lo mismo México que Colombia una buena presa para negociar el reconocimiento definitivo de la independencia, a cambio de la devolución de la isla. Por eso, los dos países recién independizados planearon el envío de expediciones contra Cuba, a la vez que fomentaban conspiraciones que facilitaran sus planes. Muchos de los revolucionarios cubanos de entonces creyeron ingenuamente en las intenciones libertadoras de los dos nuevos países, pero más tarde descubrieron que los afanes de poner fin a la tiranía española sólo obedecían a los intereses particulares de los estados recién surgidos en tierra firme. Uno de los primeros criollos que reaccionó fue el poeta José María Heredia. El cantor por excelencia de la libertad de Cuba apelaría en una oda a sus compatriotas para que proclamaran la independencia antes de que fuesen liberados por quienes podrían convertirles en "ilotas de América”.

    Heredia, tras su vasta experiencia como político e intelectual cubano emigrado en México, sabía lo que le esperaría a Cuba si caía bajo la égida de su segunda patria. Heredia, al final de su vida y tras amargas vivencias, renunció definitivamente a los afanes independentistas de su juventud, ganándose con ello el rechazo de los separatistas. Paradójicamente, la memoria del poeta encontró con los años su defensor en alguien famoso por sus ideas independentistas: José Martí.

    ¿Cómo es posible que se buscase la anexión de Cuba a México en pleno porfiriato, tal y como nos lo revela Manuel Moreno? ¿No sirve acaso la misma crítica que hiciera Martí a los anexionistas pro yanquis? Para dar respuesta a tales preguntas habría que estudiar las pruebas del anexionismo martiano a las que Moreno Fraginals alude sin dejarnos referencias concretas.

    ¿Cómo dar con esos documentos que supondrían una nueva evaluación de la figura de José Martí?

    Para descubrir la clave acudimos al libro "Cuba mexicana: Historia de una anexión imposible", de Rafael Rojas. Se trata de un voluminoso texto donde se hace una investigación sobre las relaciones entre Cuba y México, desde los tiempos en que la Nueva España y la isla compartían la condición de colonias, hasta la ocupación de la isla por los Estados Unidos en la guerra de 1898. Ahí se abordan los largos periodos de contubernio entre los regímenes mexicanos con el despotismo colonial en la isla. El gobierno de Porfirio Díaz, para la primavera de 1896, propició una campaña en favor de la anexión de Cuba a México. Para ello, se realizó una entrevista entre José Martí y Porfirio Díaz, el primero de agosto de 1894 en Chapultepec. En esa reunión, Martí expuso al dictador mexicano lo que se cree fue el tema de la anexión.

    Se debe recordar que en 1876, el separatista cubano se había referido con duros términos al caudillo mexicano, caracterizándole como "un hombre que se declara por su exclusiva voluntad, señor de hombres". Pero quince años mas tarde, José Martí solicitó el encuentro con el dictador usando todo tipo de lisonjas. Porfirio Díaz escuchó con interés a Martí, mas no le concedió una de sus peticiones: el reconocimiento de beligerancia a los cubanos. En cambió, le otorgó una ayuda pecuniaria de 20,000 pesos.

    Lo que Martí estaba procurando era conjurar el peligro de la anexión de Cuba a los Estados Unidos. Martí, quien sin dudas fue un genio político, bien pudo haber intuido en 1894 lo que terminó aconteciendo en 1898: la conversión de Cuba en un protectorado norteamericano. Frente al horror de ver una Cuba anglosajona, este hombre pudo pensar mejor en una Cuba mexicana como un mal menor. Pero para confirmar la hipótesis, tendríamos que conocer, por lo menos, los detalles de lo que hablaron el conspirador Martí y el dictador Díaz en su encuentro de Chapultepec. Lamentablemente, el libro de Rojas nos deja con las ganas.

    ¿Será que existen otras fuentes, no consultadas por Rojas, aquellas a las que ha tenido acceso Moreno Fraginals, llevándole a resultados que significan un auténtico giro en la valoración del pensamiento político de Martí? ¿Se habría, al final de su vida, aquél a quien los cubanos definen por antonomasia como el apóstol de su independencia, convertido en un anexionista más?

    Las respuesta a las interrogantes descansan por el momento bajo tres lápidas mortuorias: la de José Martí, la de Porfirio Díaz y la de Manuel Moreno Fraginals. A ver qué investigador se atreve a levantarlas. La verdad histórica espera.





    C. L. A. M. O. R.: Legiones Británicas en la América del Sur
    Legiones Británicas en la América del Sur

    Merecen una mención particular… las Compañías Británicas. A las que Su Excelencia, el Presidente de la República, les ha concedido la ‘Estrella de los Libertadores’ en premio de su constancia y de su valor.” – Coronel Manuel Manrique, Jefe del Estado Mayor, durante la batalla del Pantano de Vargas (Boyacá).

    Las Legiones Británicas fueron unidades voluntarias extranjeras que combatieron en América del Sur contra España durante las llamadas Guerras de Independencia.

    Bajo el mando de Simón Bolívar, los voluntarios británicos llegaron a ser más de siete mil. En el Cono Sur, su número fue menor, aunque no despreciable, pero dado que combatieron en unidades menores mezcladas con tropas de otras procedencias es más difícil (aunque no imposible… y lo haremos próximamente) seguir sus peripecias.

    En general se trataba de veteranos de las Guerra Napoleónicas, originarios de Inglaterra, Escocia e Irlanda, pero también de los territorios alemanes que pertenecían a la Corona británica. Su motivación era tanto política como económica.

    Aunque Gran Bretaña había ayudado a liberar la Península Ibérica de las fuerzas de Napoleón, para la mayoría de los británicos España era “el enemigo”. El Parlamento londinense, según se desprende de sus sesiones, tenía bien en claro que no debía permitirse a España recuperar su antiguo esplendor imperial… a pesar de los compromisos contraídos en el Congreso de Viena. [*] A nivel popular, la “leyenda negra” estaba muy presente y la posibilidad de liberar a los americanos de la opresión del “papismo” español, era un mandato casi religioso. Por otro lado, en plena revolución industrial con salarios de miseria y el hacinamiento urbano, las historias de un continente extensísimo, rico y casi despoblado, iluminaban la imaginación de los más aventureros. Finalmente, un factor nada despreciable era el de una enorme cantidad de veteranos de casi treinta años de guerra que estaban ahora peligrosamente desocupados y que el gobierno británico quería sacar de la metrópoli.

    Por su parte, el gobierno de Londres, si bien extraoficialmente siempre les prestó apoyó, tuvo públicamente una actitud ambivalente frente a ellos: por momentos los condenó como mercenarios; por otros, los alabó como luchadores de la libertad. En cualquier caso, muchos de los oficiales de estas tropas de voluntarios, luego serían reincorporados con sus mismos rangos en el Ejército o la Armada de Gran Bretaña, como si hubiesen estado cumpliendo servicios a Su Majestad británica durante su estancia en América del Sur.

    En marzo de 1819, Bolívar decidió unificar a las tropas británicas bajo su mando en una única brigada, que tuvo a James Rooke como comandante. El irlandés Rooke, veterano de las campañas contra la República Francesa y luego Napoleón, amigo íntimo del Príncipe de Gales y cuñado del gobernador de St. Kitts (en el Caribe), se había unido en septiembre del ’17 a Bolívar en Angostura, quien le dio el mando del 1º Regimiento de Húsares de Venezuela (compuesto mayormente por voluntarios británicos) y junto a quien combatió durante la campaña del ’18.

    Luego de combatir en la batalla del Pantano de Vargas, donde Rooke perdió un brazo que le fue amputado. El irlandés “patriota” murió en Belencito, cerca de Tunja. Su esposa, Anna, recibió de la República de Colombia una pensión vitalicia.

    El 1º Batallón de la Legión Británica estuvo al mando del Cnel. James Towers English. El 2º Batallón, del Cnel. John Blossett. La llamada Legión Irlandesa, del Cnel. William Aylmer.

    English, hijo de un comerciante de Dublín, había sido proveedor y, luego, oficial de intendencia del Ejército Británico durante las Guerras Napoleónicas. En mayo del ’17 encontró a López Méndez, el agente de Bolívar en Londres, y se hizo pasar como teniente de caballería. Fue así que, como Capitán en comisión, se unió en diciembre de ese año a los Húsares venezolanos. Por su valentía, fue promovido a Coronel y nombrado como el segundo al mando de Rooke.

    En mayo del ’18, el coronel English firmó un contrato con el gobierno “patriota” para reclutar mil hombres en las Islas Británicas. Obtendría un beneficio de 50 libras esterlinas por cada hombre y el grado de General de Brigada en comisión, así como el mando de esta nueva Legión. English tuvo mayor éxito del esperado, y logró embarcar rumbo a Venezuela un grupo de dos mil voluntarios. El nuevo general británico desembarcó en Margarita en abril del ’19, tomando inmediatamente el mando de todas las tropas de voluntarios extranjeros.

    En julio de 1819, las tropas de English participaron de la toma de la fortaleza de El Morro y la ciudad de Barcelona. Los mercenarios británicos cometieron toda clase de vejaciones, violaciones, robos y destrozos. Hasta las iglesias fueron profanadas.

    Impresionado, el general Rafael Urdaneta, encargó a la Legión Británica capturar el fuerte de Agua Santa. English alegó estar enfermo, mientras sus mercenarios eran masacrados por los defensores realistas. Como consecuencia de esto, Blossett tomó el mando de la Legión, mientras English era enviado a Margarita, donde murió en extrañas circunstancias en septiembre de ese año ’19.

    Blossett también era veterano de las guerras de fines del siglo XVIII y principios del XIX. También irlandés, Blossett descendía del general francés hugonote que había ayudado a Guillermo de Orange a deponer al rey legítimo británico Jacobo II en 1688. Cuando se presentó ante él en Margarita, Bolívar le dio el rango de Coronel.

    Cuando English se vio obligado a retirarse, Blossett se hizo cargo de la Legión Británica. Pero su afición a los duelos fue su perdición. Otro coronel británico al servicio de los “patriotas”, de apellido Power, le dio un tiro que resultó fatal.

    Aylmer tenía un currículum un tanto distinto. En 1798 se había unido a la rebelión irlandesa que, imitando la revolución francesa, los llamados Irlandeses Unidos habían intentado para liberar la Isla Esmeralda y convertirla en una república democrática. Luego de ser derrotado en Ovidstown, sostuvo una guerra de guerrillas en el llamado “bog” de Allen contra las tropas británicas. Finalmente, a cambio de un salvoconducto hacia el exilio, se entregó. En Austria se unió al Ejército Imperial como oficial y combatió a Napoleón. Eventualmente, se uniría al cuerpo de Dragones británicos, aunque manteniendo su comisión austríaca.

    Terminadas las Guerras Napoleónicas y sin perspectivas revolucionarias en Irlanda, en 1819 partió con otros doscientos irlandeses hacia Venezuela. Creada la Legión Irlandesa por el Tte. Cnel. O’Connor, Aylmer quedó como segundo al mando.

    Herido en la batalla de Río Hacha, murió en Jamaica el 20 de junio de 1820. Jamaica, principal estación británica en el Caribe, era al mismo tiempo epicentro y refugio de las fuerzas “patriotas” en el norte de América del Sur, América Central y México.

    Nacido en Irlanda, Francis Burdett O’Connor pertenecía a una familia protestante de terratenientes. Un tío suyo, parlamentario, fue un famoso líder cartista; su padrino era también parlamentario por el Partido Radical; mientras que un primo, era uno de los jefes revolucionarios de línea más dura. La Revolución estaba en la genética de este futuro prócer venezolano.

    Junto con Aylmer, organizó y dirigió la Legión Irlandesa, arribando a la isla Margarita en septiembre de 1819. La vida de estos irlandeses voluntarios en Margarita fue terrible. Bolívar no había encargado preparativos y no había vituallas ni refugios para ellos. Muchos murieron de enfermedades y otros decidieron regresar a Europa. Recién en diciembre la Legión fue reorganizada como regimiento y comenzó a prepararse para desembarcar en Venezuela.

    En marzo del ’20, desembarcaron y tomaron Río Hacha, bajando la Cruz de San Andrés y colocando en su lugar la bandera verde irlandesa con el harpa en el centro. O’Connor y sus lanceros irlandeses tuvieron una actuación destacada en el combate de Laguna Salada, donde —según la propaganda “patriota”— 170 voluntarios derrotaron a más de 1700 realistas. (En realidad, los mercenarios contaban con abundante apoyo de rifleros y artillería.)

    Amotinados por no recibir los pagos prometidos, los irlandeses debieron ser desarmados y conducidos bajo vigilancia británica a la isla de Jamaica. Allí, O’Connor logró reenganchar a unos cien de sus antiguos subordinados. Con ellos, O’Connor se unió al sitio de Cartagena y en la campaña contra Santa Marta.

    Bolívar tuvo en mucha estima a O’Connor y, tras regresar de Panamá, lo hizo Jefe de su Estado Mayor para la campaña de “liberación” del Perú. Fue fundamental en ésta, su papel en la coordinación y aprovisionamiento de las tropas bolivarianas —con evidente ayuda de los comerciantes británicos que operaban en el Pacífico.

    Fue posteriormente asesor del Ejército Peruano-Boliviano, junto a Otto Braun, y tuvo un papel primordial en la derrota al Ejército Argentino en la batalla de Montenegro / Cuyambuyo. Tras esta victoria, O’Connor decidió retirarse a sus tierras en Tarija, donde intentó infructuosamente organizar colonias de británicos pobres. En ese tiempo abandonó su ateísmo y se convirtió a la religión católica, falleciendo en Tarija en 1871. Aunque sólo tuvo una hija legítima, su apellido tuvo una ilegítima proliferación en el sur de Bolivia.

    George Elsom fue el primero en arribar a Angostura con sus legionarios. (Curiosamente —o no tanto— lo hizo en la fragata HMS “George Canning”, que tiempo después traería a Buenos Aires a San Martín y demás miembros de la Logia Lautaro.) Luego formará en el 2º Regimiento de Lanceros de Venezuela a las órdenes de Skeene, y finalmente comandará el 2º Regimiento de Rifles de Venezuela. Junto a los hombres de Elsom, venía un grupo de doscientos hanoverianos (alemanes vasallos del Rey británico) a las órdenes de Johan Uslar, o Uzlar.

    Posteriormente, llegarían a Venezuela más voluntarios en expediciones comandadas por los coroneles del Ejército Británico: MacDonald, Campbell y Wilson.

    El escocés Donald MacDonald comandaba el 1º Regimiento de Lanceros de Venezuela, que habían dejado Portsmouth a fines de julio del ’17 con destino a Venezuela. El Cnel. MacDonald había sido un simple soldado en el Ejército Británico, pero supo aprovechar las oportunidades que se le presentaban. Por su valentía se le dio la posibilidad de pasar a oficial, alcanzando pronto el grado de Capitán. Con distinción sirvió en las Antillas, contra españoles, holandeses y franceses. Pero abierta la guerra contra Napoleón en la Península Ibérica, se presentó voluntario en el Ejército Portugués. Así llegó a ayudante de campo el Gral. Ballesteros. Pero el fin de las Guerras Napoleónicas no le sentó bien y pronto se vio abrumado por las deudas. Así fue reclutado por los agentes de Bolívar para organizar una expedición de voluntarios.

    Por su parte, Peter Campbell reclutó y mandó un Regimiento de “Rifles Negros” en Venezuela y Colombia. También de origen escocés, en las Guerras Napoleónicas sirvió con su regimiento, el Real de Kent Oriental, mejor conocido como “The Buffs” (por el color marrón amarillo de su uniforme). Con el grado de Capitán, se retiró a comienzos de 1818.

    Henry C. Wilson tenía a su mando los llamados “Húsares Rojos”, puesto que vestían con la casaca roja inglesa —uniforme similar al utilizado actualmente por la guardia presidencial venezolana—. Hijo de un clérigo protestante de Galway (Irlanda), se destacó desde niño como prodigio. A los 15 años había ingresado a Oxford y se había interesado en las “ideas francesas”, pero eso no le impidió alistarse en el Ejército apenas graduado. Sirvió como oficial en el 3º de Dragones Ligeros. Estuvo en la Península Ibérica y logró un buen dominio del castellano. Fue por eso que López Méndez lo pondría al frente de los otros coroneles británicos contratados —aunque, posteriormente, en batalla se demostraría como un pobre oficial—.

    El 1º Regimiento de Artillería de Venezuela quedó al mando de Joseph Gillmore. De origen irlandés, sirvió como Guardiamarina en las Antillas. Junto con otros oficiales británicos, se unió al Ejército Portugués; en su caso integrándose a la artillería de montaña. Se destacó en los Pirineos y luego regresó al Ejército Británico con el rango de Teniente del 27º de Infantería. En agosto del ’17, la desmovilización del Ejército Británico tocó a su puerta y Gillmore, retirándose, comenzó los contactos con los agentes revolucionarios sudamericanos.

    Robert Skeene fue contratado para reclutar y organizar un segundo regimiento de Lanceros. Habiendo sido maestro de reclutas de caballería en Maidstone y habiéndose retirado como Teniente Coronel, Skeene tenían muchísimos contactos en el Ejército Británico.

    Otro oficial británico que se destacó fue Gustavus M. Hippisley, jefe del 1º Regimiento de Húsares de Venezuela. Ya el 14 de mayo de 1817 acordó con López Méndez los términos del contrato —contrato que fue reproducido por el diario Morning Chronicle sin provocar ninguna reacción adversa por parte del gobierno de Londres—. Hippisley, a sus 49 años, era miembro de una distinguida familia de Somerset, que decían descender del rey anglosajón San Eduardo el Confesor. Él mismo era un hombre de muchas riquezas. Tras haber asistido al prestigioso colegio de Saint Paul en Londres, obtuvo una comisión en el 9º Regimiento de Dragones. Con su unidad, sirvió en Irlanda por siete años y donde conoció a su esposa, de una rica familia protestante. Apenas conquistada la Colonia de Buena Esperanza, en África del Sur, Hippisley recibe la oferta de trasladarse allí, donde sería promovido a Mayor de Brigada. Nueve años estuvo en el Hemisferio Sur y, luego, se retiró. Pomposo, formalista y exigente hasta el ridículo, su papel en Venezuela y Colombia se verá opacado por otros oficiales más pragmáticos.

    Otros muchos próceres británicos hubo en la América del Sur. Los nombres de Daniel Florence O’Leary, Gregor MacGregor, John Devereux, los hermanos James y John Mackintosh, Richard Trevithick, Thomas C. Wright, Alexander Alexander, George L. Chesterton, William Davy, Thomas I. Ferrier, Thomas Foley, Peter A. Grant, James Hamilton, John Johnstone, Laurence McGuire, Thomas Manby, Richard Murphy, John Needham, Robert Piggot, William Rafter, James Robinson, Athur Sandes, Richard L. Vowell, etc. Asimismo y simultáneamente, los buques británicos “Indian”, “Prince”, “Britannia”, “Dawson” y “Emerald”, servirán a los “patriotas”.

    Todas sus historias al servicio de los intereses británicos merecen ser contadas.

    Bibliografía:
    - Matthew Brown, Adventuring through Spanish Colonies: Simon Bolivar, foreign mercenaries and the birth of new nations (2006).
    - James Dunkerley, The Third Man: Francisco Burdett O’Connor and the Emancipation of the Americas (1999).
    - Alfred Hasbrouck, Foreign Legionaries in the liberation of Spanish South America (1928).
    - Ben Hughes, Conquer or Die! British volunteers in Bolivar’s war of emancipation (1817-21) (2010).
    - Eric Lambert, Voluntarios británicos e irlandeses en la gesta bolivariana (1980).
    - Brian McGinn, “A Complicate 19th Century celebration: St. Patrick’s Day in Peru, 1824”, Irish Roots 1 (1995).
    - Edmundo Murray, “O’Connor, Francisco Burdett [Frank] (1791-1871)”, Irish Migration Studies in Latin America 4:4 (X/2006).
    - Moisés Enrique Rodríguez, Freedom’s Mercenaries: British volunteers in the wars of independence of Latin America (2006).


    -----[*] En otro momento nos referiremos a cómo los planes de Manuel Belgrano de una monarquía independiente coincidían con los planes globales de Gran Bretaña en ese momento y las presiones de los Aliados sobre Fernando VII, según reconoce el mismo Mitre en su biografía del prócer revolucionario.

    Bolívar en Jamaica, ¿exilio autoimpuesto o recepción de órdenes?
    El Tercio de Lima dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: Hay “otro” bicentenario

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    JOSÉ MARTÍ, ¿ AUTORITARIO Y ANEXIONISTA ?




    Foto de Internet

    ¿Martí, anexionista "a la mexicana”?

    Fuente: TIEMPOS DE REFLEXION (Para artículo completo presione el enlace)


    Por Carlos Manuel Estefanía
    Director de la revista "Cuba Nuestra”
    Estocolmo.

    Cuando conocemos los términos en los que Martí, quién trabajó, conspiró y amó en los Estados Unidos, condenó a aquellos que buscaban, todavía a fines del siglo XIX, convertir a Cuba en una estrella más de la bandera estadounidense, no puede dejar de sorprendernos la idea de que el independentista cubano haya podido abogar por alguna variante de la anexión. Sin embargo, esto es lo es lo que ha sugerido en uno de sus artículos, publicado pocos años antes de morir, Manuel Moreno Fraginals. Se trata del historiador más importante de aquellos con los que contó la "Cuba socialista". Fraginals trabajó durante décadas como investigador y profesor de historia en la Cuba de Fidel Castro, marchándose definitivamente del país antes de su deceso. En el año 2000, estando ya fuera de su patria, publicó una serie de trabajos que indagan en buena medida en los conflictos hispanocubanos del siglo XIX. Entre los trabajos aparece uno, titulado "El anexionismo". Allí aparece el siguiente párrafo:

    "Todavía a fines del Siglo XIX, algunos pensaron, como solución al conflicto cubano, que si no se le podía ganar la guerra a España lo mejor era anexarse a México. Tampoco esta opción prosperó, aunque por los pocos documentos que han quedado se sabe de las conversaciones que a este respecto sostuvo José Martí con el tristemente célebre dictador mexicano Porfirio Díaz hacia fines de aquel siglo.”

    No ha sido Fraginals el primero en abordar el tema de la anexión de Cuba a México, aunque probablemente sí el primero en involucrar a Martí en esta tendencia. Sin ir mas lejos, he encontrado en mi biblioteca personal una vieja referencia al tema, recogida en el libro de Ramiro Guerra, "El camino de la independencia". Se trata en realidad de un estudio centrado en las rivalidades entre Estados Unidos e Inglaterra, derivadas de sus intereses en Cuba. Allí se alude a las pretensiones mexicanas y colombianas sobre la isla caribeña. Se explica que, terminada la guerra contra España en el continente, era natural que la confrontación prosiguiese en el mar. México estaba particularmente interesado en atacar a Cuba, el principal arsenal de España en América y base de operaciones contra ese país. Si la isla era ocupada, tendrían lo mismo México que Colombia una buena presa para negociar el reconocimiento definitivo de la independencia, a cambio de la devolución de la isla. Por eso, los dos países recién independizados planearon el envío de expediciones contra Cuba, a la vez que fomentaban conspiraciones que facilitaran sus planes. Muchos de los revolucionarios cubanos de entonces creyeron ingenuamente en las intenciones libertadoras de los dos nuevos países, pero más tarde descubrieron que los afanes de poner fin a la tiranía española sólo obedecían a los intereses particulares de los estados recién surgidos en tierra firme. Uno de los primeros criollos que reaccionó fue el poeta José María Heredia. El cantor por excelencia de la libertad de Cuba apelaría en una oda a sus compatriotas para que proclamaran la independencia antes de que fuesen liberados por quienes podrían convertirles en "ilotas de América”.

    Heredia, tras su vasta experiencia como político e intelectual cubano emigrado en México, sabía lo que le esperaría a Cuba si caía bajo la égida de su segunda patria. Heredia, al final de su vida y tras amargas vivencias, renunció definitivamente a los afanes independentistas de su juventud, ganándose con ello el rechazo de los separatistas. Paradójicamente, la memoria del poeta encontró con los años su defensor en alguien famoso por sus ideas independentistas: José Martí.

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    Heredia y México (VIII parte)

    Por: Oscar Ruíz Miyares
    Fecha: 2003-12-18
    Fuente: CUBARTE


    (Cubarte).- En 1834 José María Heredia ha roto todos sus vínculos y relaciones con el general Antonio López de Santa Anna, Presidente entonces, de los Estados Unidos Mexicanos, lo que casi equivalía a un suicidio político para el poeta. José María que con sus esfuerzos lo ayudó, y con su voto contribuyó a que alcanzara la más alta investidura del país, escribía entonces a su madre: -desde sus atentados de 1834 nos hemos extrañado uno de otro, y si se acuerda de mí es para aborrecerme sólo porque no apruebo sus yerros y felonías, como la turba de parásitos que le rodea-. En mayo el poeta redacta un manifiesto que firman los vecinos de Toluca contra el sistema centralista que pretendía establecer Santa Anna.

    El 27 de septiembre de 1834 Heredia pronuncia un discurso en la Plaza Mayor de Toluca en conmemoración de la independencia de México. Aquí además del recuento histórico, nuestro escritor, pone énfasis en la difícil situación política que vive el país. Entonces manifiesta: - (...) La ambición de algunos y la ignorancia lamentable de las masas han sido las amargas fuentes que han abortado con el dominio de la guerra civil un torbellino de crímenes y desgracias. Los hermanos se han perseguido con rabia frenética, y brazos mexicanos han vertido a torrentes sangre mexicana. La inseguridad, el terror, han hecho desaparecer las riquezas, y producido la miseria pública; la inmoralidad hace progresos horribles, y por todas partes resuenan gritos de dolor, o nos aterra el silencio sombrío de la desesperación o la muerte- . Al final concluye: -(...) Los padres de la independencia, los héroes cuya gloria conmemoramos (...) Nos advierten que perecieron por darnos patria, no por abrir teatro ignominioso a nuestros crímenes y locuras. (...) Sabiduría nos guiará en el camino del bien; todos seguiremos sus huellas, y pondremos base firme a la dicha nacional, elevando un templo indestructible a la reconciliación y a la concordia-.

    Nombrado en octubre de 1834 como director del Colegio del Estado, el poeta abre allí las cátedras de Jurisprudencia, Gramática Latina, Inglés y Francés.

    En enero de 1835, y sólo cuando el general Santa Anna entrega el gobierno al general Miguel Barragán, Heredia es designado Magistrado en propiedad de la Audiencia del Estado de México y sucesivamente lo nombran miembro de la Comisión que redacta la Revista Mexicana, miembro del Instituto de Geografía y estadística, de las Academias de la Lengua y de la Historia, y en febrero Rector del Colegio del Estado.
    El exceso de trabajo, las privaciones, molestias, disgustos, la inmoralidad, la ingratitud, la maldad y la injusticia de que ha sido víctima, han mellado el cuerpo y el alma de Heredia.

    En carta amarga y triste que José María escribe a Tomás Gener apunta: -Sí, amigo, ya no es posible que un hombre de bien viva en este desgraciado país. ¿Fue acaso terrible locura, o un generoso intento de mis años mozos, cuando soñé fundar la República de Cubanacán en la tierra que amo tanto?. Nunca se me ocurrió, a pesar de haber visto en Venezuela, los extremos bárbaros de la guerra a muerte, que estos países abandonen la tutela de España por la aventura de perpetua anarquía. Yo mismo fui Secretario de Santa Anna, le seguí con graves riesgos de la propia vida, y le he visto cambiar, en menos de cinco años, de la extrema izquierda a la derecha exagerada, como si las doctrinas políticas fueran simples trajes de ocasión para vestir a capricho (...) la patria se le rompe en las manos y todavía, sin prestigios, como ahora, tiene detrás muchos hombres que le siguen. (...) Ya México, desangrado, empobrecido, no es sombra del México virreinal que conocí junto a mi padre, ni menos el de otras épocas, de comienzo del siglo XIX, bajo el pacífico gobierno de España-.

    Esta carta de Heredia es decisiva para conocer como ha ido evolucionado su modo de pensar en torno a la lucha por la independencia de nuestros pueblos contra España. Sumido en la decepción y el desengaño, el poeta ha recibido en diciembre de 1835 un retrato de su madre que ansiosamente había pedido tiempo atrás. -Lo he traído conmigo, y lo he colgado en mi estudio, a un lado de mi mesa, para tenerlo siempre presente. (...) Sin duda está parecidísima y yo la hubiera conocido, a pesar de las inevitables alteraciones consiguientes al curso de los años.(...) Todos los días lo enseño a mis hijos, mientras llega el tiempo anhelado de que conozcan a Sumd. (Su merced) y la amen y acaricien personalmente. Adjuntos hallará (...) unos versos que me ha inspirado el corazón, que aunque carecen de adornos poéticos, serán preciosos para una madre-.

    -Al recibir el retrato de mi madre- es un poema que escribe Heredia en enero de 1836, y allí hace alusión a la negativa del general Miguel Tacón de permitirle regresar a Cuba, por no considerarlo entre los favorecidos con la amnistía concedida por la reina Cristina de España en 1833.

    (...) Tres años ha que por la vez primera
    Desde el tronco español se pronunciaron
    Los dulces ecos de la paz y olvido.
    !Oh! cómo palpité ...! La fantasía
    Con mágica ilusión mostróme abiertos
    Los campos deliciosos de mi Cuba,
    Y entre sus cocoteros y sus palmas,
    Al margen de sus plácidos arroyos,
    Con mi familia cara y mis amigos
    Me hizo vagar. Al agitado pecho
    Pensé estrechar a las hermanas mías,
    A mi madre inundar en llanto dulce
    De inefable ternura, y en su seno
    Deponer a mis hijos ... Mas sañudo,
    Arbitrario poder frustró mis votos:
    Que en la opresa, infeliz, hollada Cuba,
    De viles siervos abatida sierva,
    No le es dado hacer bien ni al mismo Trono:
    Su voluntad la eluden los caprichos
    De sátrapa insolente! ... Se arrastraron
    Dos lustros y dos años dolorosos
    De expatriación, de lágrimas y luto,
    Y en los hispanos pechos implacable
    Arde vivo el rencor ...



    La carta polémica a Tacón

    Heredia puso todo su empeño para obtener la concesión de pasar tan sólo dos meses con su añorada familia en su querida Cuba. En carta remitida a su hermana Ignacia le pregunta: -¿Quién habrá tenido la bondad de prevenir contra mí al Sr. Tacón, para que me cierre las puertas de mi patria?-. Es entonces que el 1ro de abril de 1836 redacta la carta que dirige al capitán general de Cuba, Miguel Tacón, en la que solicita autorización para visitar a su madre en Matanzas, al acogerse a la amnistía dictada en Madrid. Entonces escribe: -Se me asegura que V. E. expresó saber que mi viaje tendría un objeto revolucionario, por lo que no dudo que sus informantes me han calumniado cruelmente. Es verdad que ha doce años la independencia de Cuba era el más ferviente de mis votos, y que por conseguirla habría sacrificado gustoso toda mi sangre. Pero las calamidades y miserias que estoy presenciando hace ocho años, han modificado mucho mis opiniones, y hoy vería como un crimen cualquier tentativa para trasplantar a la feliz y opulenta Cuba los males que afligen al continente americano.-


    Veamos a continuación algunos criterios en torno a la famosa carta:

    Salvador Bueno: Desilusionado por las continuas luchas civiles, Heredia renuncia a sus ideas liberales. Escribe (...) una carta al capitán general Tacón, pidiéndole licencia para regresar a Cuba. Retorna a La Habana, sus amigos lo desdeñan, visita a su madre. Su estancia dura dos meses. Vuelve a México y muere el 7 de mayo de 1839. ( Historia de la Literatura Cubana (Editorial del Ministerio de Educación, La Habana, 1963. p.63 )
    Rine Leal: Escribe a Tacón una carta implorando su regreso a Cuba dentro de la amnistía dictada por la regente Cristina, y se arrepiente de sus ideales libertadores.

    Apenas dos meses vive en Cuba luego de una ausencia de trece años. Un solo amigo, el eterno Domingo Delmonte, lo / recibe, pero lo marca para siempre al llamarle ángel caído, y a los 33 años Heredia es una sombra del adolescente que huyó de su patria como todo un personaje trágico. ( La Selva Oscura Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1975 p.p. 127 128)

    Diccionario de la Literatura cubana: (...) Escribe a Miguel Tacón una carta (...) en la que se retracta de sus ideales revolucionarios y solicita permiso para volver a su patria (...) Concedido el permiso, llega a La Habana a principios de noviembre. Sus antiguos amigos, con Domingo Delmonte a la cabeza, desaprueban la carta a Tacón y rehuyen su compañía. Enfermo y desalentado, embarca de regreso hacia Veracruz en enero de 1837.(Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1980. Tomo I p.432)

    Como se ve resulta unánime el criterio de su renuncia a los ideales libertarios e independentistas, que no obstante haberlo manifestado explícitamente a Tacón, tres meses antes en el poema que Heredia dedica a su madre, llama al Capitán General de la Isla -Sátrapa insolente- y a Cuba -la opresa, la infeliz, la hollada-. Por ello comparto con el poeta Efraín Naderau que -la citada carta no fue más que el elevado y doloroso precio que debió pagar para pisar, por brevísimo tiempo, el suelo de la patria y besar a la querida madre de su corazón y al tío Ignacio y a las hermanas... Porque si hay alguien que no creyó en ningún momento que Heredia realmente abjuraba de sus ideales, ese fue Miguel Tacón. Sabía demasiado el funestísimo Capitán general porque, !señores!, de haberlo creído le hubiera sido fácil y apropiado para mostrarlo como la oveja que vuelve al redil, retenerlo en Cuba que era la mayor ambición de nuestro poeta.- (1)

    Con anterioridad nuestro José Martí, refiriéndose a este asunto escribió: -Un día, un amigo piadoso, un solo amigo, entró, con los brazos tendidos, en el cuarto de un alguacil habanero, y allí estaba, sentado en un banco, esperando su turno, transparente ya la mano noble y pequeña, con la última luz en los ojos, el poeta que había tenido valor para todo, menos para morir sin volver a ver a su madre y a sus palmas-.

    No creo que un hombre capaz de pronunciar un discurso como el que dijo en la Plaza Mayor de Toluca el 16 de septiembre de 1836, cinco meses después de la polémica carta a Tacón, realmente hubiera renunciado a sus ideales libertarios. Allí Heredia hace referencia a la pérdida por esos días del territorio mexicano de Texas a manos de los Estados Unidos. Entonces invoca a la guerra para combatir al usurpador extranjero y -(probar) al mundo que no se insulta impunemente al honor y patriotismo de los mexicanos-. Quiere decir esto que el poeta no ha renunciado en sus convicciones a la libertad, soberanía e independencia de los pueblos latinoamericanos, en este caso la entrañable México.



    Notas:
    (1) Ver Efraín Naderau Maceo. -José María Heredia: evocación y lenguaje-. En Santiago Revista de la Universidad de Oriente. Número 7 Junio de 1972 p.196.



    Temática: Cultura General





    Fuente:

    Portal Cubarte :: Artículos :: Heredia y Mxico (VIII parte)





    José María Heredia





    Antonio López de Santa Anna


  3. #3
    Avatar de Ordóñez
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Gabriel Fossa



    EL PLAN MAITLAND (Parte I )
    (Una forma discreta de llorar en silencio)
    Aparece un Plan Estratégico que suena conocido
    En la acción táctica de cruzar la Cordillera de los Andes, como parte de la campaña que va de 1817 a 1821, el General José de San Martín puso en marcha, al llevarlo a la práctica, un plan estratégico que guarda sorprendentes analogías con otro que fuera concebido en Inglaterra, y presentado a consideración de Su Graciosa Majestad a principios de 1801. Aunque personalmente me inclino a pensar, por algunas evidencias, que el año exacto de su compendio, redacción y revisión pudo estar comprendido entre mediados de 1799 y febrero de 1801.
    Este Plan Estratégico inglés habría sido concebido y escrito por el Mayor General Sir Thomas Maitland (1759-1824), y entregado a Henry Dundas (desde 1804 Primer Lord del Almirantazgo como Lord Melville), que entonces se desempeñaba como Secretario de Guerra en el primer gobierno de William Pitt (hasta 1801), llamado El Joven (1759 – 1806), durante el reinado de Jorge III (de 1760 a 1820), Rey de Gran Bretaña e Irlanda. Con anterioridad había sido secretario de su padre, Pitt (1708-1778), El Viejo (Lord Chatham), quien fuera Primer Ministro de los reyes Jorge II y Jorge III.
    El hallazgo del Plan Maitland como documento
    “Yo tuve la suerte –dice el doctor Rodolfo H. Terragno-, de encontrar una copia original del Plan Maitland en Edimburgo, a principios de 1981, mientras realizaba una investigación en archivos escoceses. El objetivo de esa investigación era obtener datos sobre James Duff, Cuarto Conde de Fife, y otros posibles contactos de San Martín” (R. H. Terragno, Las fuentes secretas del Plan Libertador de San Martín, publicado en la Revista Todo es Historia, Nro. 231, Buenos Aires, agosto de 1986).
    El hallazgo de Terragno consistió en 47 hojas manuscritas por el propio Maitland, sin fecha ni destino, así como ninguna indicación de que tal documento fuera presentado ante el gobierno británico. Algún empleado del museo, al organizar los papeles de Maitland, habría registrado el documento bajo el título de Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Perú y Quito.
    Más adelante dice este historiador, que “en la traducción del Plan Maitland, escrito en inglés de hace casi dos siglos, he procurado ser lo más literal posible, absteniéndome de toda modernización o simplificación de estilo.” Pues bien: así lo haré también. Lo delicado de este asunto así lo exige, a fin de que nadie sospeche que detrás de mí hay una mala intención respecto de este benemérito de la Patria.
    “Muchos oficiales escoceses estuvieron envueltos durante el Siglo XIX –sigue Terragno en su exposición- en planes para atacar a España o ayudar a las colonias en sus luchas por la independencia.” Sin desmerecer ni criticar a nadie, creo firmemente que lo dicho por el doctor Terragno es el exoesqueleto de lo que dijeron querían hacer los ingleses y su pléyade de amigos con la América Española; y el endoesqueleto resultó ser que, en realidad, se la querían merendar (“dominación indirecta” como la llamó Castlereagh, Ministro de Guerra, en septiembre de 1807), tal cual ocurrió finalmente de 1826 (empréstito con la Baring Brothers del que se recibió 1/4 del total -1/8 en metálico y 1/8 en papeles negociables-, y se pagó cuatro veces en efectivo, finalizando en 1905), hasta el 2007 con el establecimiento del Nuevo Virreinato del Río de la Plata desde 1955, con Islas Malvinas incluidas (1833 y 1982) que, procezoica y deliberadamente, se perdieron, a mi leal entender, para siempre.
    Preocupado el entonces presidente de los EE. UU (de 1821 a 1825), James Monroe (1758-1831), por las rápidas acciones lanzadas por el Ministro de Asuntos Exteriores (1823) de Inglaterra, George Canning (1771-1827) sobre los despojos del antiguo Imperio Español, reconoció también a las jóvenes repúblicas americanas como habían hecho los ingleses, y proclamó la famosa Doctrina Monroe (1823), que en extrema síntesis dice: América (del Norte) e Hispanoamérica (Africa Blanca) para los Americanos (los EE.UU.); y Europa y África (Negra) para Inglaterra. Es decir: pide subrepticiamente que se respete lo acordado y proclamado después de la derrota de Napoleón en Waterloo (1815) y el fin del Imperio de los Cien Días. Monroe no practicaba el arte declamatorio; era un viejo expansionista: en 1803 fue el motor de la compra de Luisiana y poco después de la compra de la Florida (1818).
    Y así, por decreto, sin que suene un tiro, incorporó hasta la fecha a Hispanoamérica (Africa Blanca) al patrimonio de la Gran Nación de Norte. Tampoco por esto hubo rebuzno alguno. No por allende ni por aquende los mares y tierras. Menos aquí, que teníamos la inconmensurable suerte de contar con Rivadavia al frente de los directoriales y una buena caterva de adictos, que son los que fusilarían al Coronel Borrego cuando les descubrió este chanchullo y el que habían armado con el Banco de la Provincia.
    El lugar de donde todos salen y a donde todos vuelven
    Respecto a los oficiales escoceses, puedo decir que muchos fueron amistades de San Martín en España primero y en Inglaterra después. No es una casualidad que, cuando el prócer elige el camino del ostracismo voluntario, volviese a Londres de donde había salido 12 años atrás, cumpliendo así la ley que dice que todo libertador que se precie de tal debe salir de Inglaterra y luego regresar a ella. Desde Carlos Marx hasta Gandhi y el Ayatollah Komeini cumplieron con esta premisa; sin contar al General Pinochet y a su supuesta antítesis progre Michelle Bachelet (la casaron con un comunista alemán residente en Londres y la mandaron a Berlín del Este, váyase a saber con qué misión), los que, cuando las papas quemaban, también regresaron a Londres donde fueron recibidos y cobijados maternalmente (por las mamás Elisabeth II y doña Margaret Thatcher).
    Y hablando de papas quemantes, Su Santidad, el Papa Juan Pablo II, antes de venir a consolarnos por la guerra de Malvinas, primero pasó por la Patronal, Inglaterra. Dicen que ésta fue una visita programada con mucha anterioridad y por ello inevitable. Se intentaba hacer un acercamiento con la Iglesia Anglicana. No sé. Porque las visitas, ante tal o cual eventualidad, se pueden suspender o posponer, y más a esos niveles estratosféricos de las relaciones pastorales, ¿o no? Es que el Banco Ambrosiano (el Banco de los Curas), Roberto Calvi (il Cavalieri) que apareció colgado por el cuello debajo del puente londinense de Los Hermanos Negros el 18 de junio de 1982 (dejándole al Ambrosiano un agujero de 8.300 millones de dólares), la Propaganda Due (cuyo tesorero era Calvi y Licio Gelli su Gran Maestre), y otras cosillas tiran más que una yunta de bueyes con la mancera bien cinchada al cogote y cornamenta.
    Armado de mucha paciencia y tomado de la mano de los españoles Modesto Lafuente (Historia General de España, Tomo XLVI, Cap. XXIV, pp. 7222 en adelante, Ed. Correo Español, Bs. As. 1889), y de Carlos Mendoza (Las Batallas del Siglo XIX, Tomo I, Cap. VI, pp. 117 y ss.; y Cap. VIII, pp. 146 y ss., Ed. Artístico Literaria, Barcelona); y siguiendo a los argentinos Bartolomé Mitre y a Pacífico Otero, los mayores biógrafos sanmartinianos, he frecuentado las campañas militares en las que participó San Martín en la Guerra de la Independencia española (de mayo de 1808 a fines de 1814). Aunque sabemos que la última acción de San Martín en España fue en el segundo sitio a Badajoz, a órdenes de William Carr Beresford, retirándose inmediatamente el 14 de septiembre de 1811 en un buque de guerra inglés, por la vía Cádiz-Gibraltar-Lisboa-Londres.
    De este estudio minucioso, detenido, surge que, necesariamente San Martín debió conocer en España al siguiente personal militar inglés que había participado en las invasiones de Buenos Aires: Brigadires Generales Auchmuty, Lumley y Cortty; Generales Acheson, Baird, Crawford y Beresford; Mayores Generales Lewisson Gower, Duckworth y Fergusson; Almirante Murray; Contra Almirante Sterling; Coroneles Bourke, Browne, Mahon, Munay, Trent, Nightingale y Lloyd; Tenientes Coroneles Pack, Dilkes, Deane, Gill, Guard, Paget, Poham, Boutler, Torrents, Backhouse, Bradford y Kington; Mayores Campbell, Guardner, Whittingham,Turner, Trotter, Nugent, Miller, Fucker, Gardner, Travers y Forbes; Capitanes Stirling, Howker, Jackson, Watsson, Dickson,Carmichael, Wilgress, Donell, Pallmer, Donnelly, Fraser, Douglas, Patrik, Clinton, Campbell, Broke, Brown y Arburthnot; Tenientes Mahon, McDonald, L’Estrange y Evans. Lógicamente en España estos fueron ascendiendo por antigüedad o méritos de guerra, como Pack, el perjuro, a General. Otros se murieron. Desde luego que tampoco son todos. Este puñado hombres son los que cumplen la doble condición de haber estado en Buenos Aires y en España, con diferencia de 1 ó 2 años entre un punto y el otro, y necesariamente debieron frecuentar a San Martín.
    En cuanto a las unidades militares que pasaron completas del Río de la Plata a España (vía Bahía de Mondego, Portugal) al mando del General Arthur Wellesley, después Duque de Wellington (1769-1852) fueron: el RI 71°; R 9° de Tenientes Dragones; Brigada de Artillería; RI 36°; RI 38°; RI 47°; RI 54°; R 20° de Dragones; RI 88°; RI 89°; RI 95°; RI 40°; RI 87°; R 17° de Dragones; RI 5°; RI 36°; RI 45°; R 6° y R 21° de Dragones R 6° de Guardias Dragones, sin contar 3 Compañías de Artillería; una Compañía de Carabineros; 4 compañías de Granaderos, un Batallón Ligero; 3 Compañías del Cuerpo de Carabineros; el Cuerpo de Santa Elena; 4 compañías de Artillería y un Cuerpo de Reclutas para los relevos. Todas ellas debieron ser unidades conocidas por San Martín en diferentes momentos, aunque no sabemos si revistó en alguna de ellas, lo que me parece improbable. También estas unidades cumplen la doble condición a la que me referí en el párrafo anterior.
    Sir Thomas Maitland y sus conexiones políticas
    Maitland fue un oficial naval, escocés como la gran mayoría de sus vinculaciones, miembro del Parlamento y compañero de George Canning en aquella Cámara. Así como él también, integrante de la Junta de Contralor (poderoso organismo del ente paraestatal llamado Compañía de las Indias Orientales. Digamos una organización que, por una parte fueron los herederos legítimos de filibusteros a lo Cook, Cavendish o Morgan; y por la otra, revestidos con rasgos más o menos civilizados al uso de un Cuartel General o de un Estado Mayor; como herramienta para todos aquellos que planeaban nuevas conquistas, no sólo en la India, sino también en el Caribe y en Sudamérica).


    Maitlan junto con Canning fueron Consejeros Privados de la Corona (a partir del 8 de abril de 1807). A Canning se le decía entonces “el heredero de Dundas”, ¿cómo lo llamarían a Maitland? Posteriormente Canning fue Canciller entre 1807 y 1809 por recomendación de Wellesley (hermano del que entonces ya estaba en Portugal).
    En 1783 William Pitt, segundo hijo de quien fuera Jefe de Gabinete de los reyes Jorge II y Jorge III, es nombrado Primer Ministro y Ministro de Finanzas. Su gobierno, que duraría 17 años, se iniciaba cuando el no tenía 25. Once años después, en 1794, desdobla un ministerio, colocando al Duque de Pórtland como Secretario de Estado de Interior, y lo separa de los negocios de la guerra que conserva Henry Dundas, Secretario de Guerra desde la asunción de Pitt. En este contexto del poder aparece Maitland vinculado a Dundas, “el más firme promotor de acciones británicas en Hispanoamérica”, y gracias a él tiene acceso directo a Pitt. Porque Dundas, un escocés muy hábil políticamente, fue la sombra de Pitt y viceversa.
    Maitland también estaba vinculado, a través de Dundas, a Sir John Coxe Hippisley, otro miembro del Parlamento y oficial del ejército de la Compañía de Indias Orientales. Hippisley era un buen conocedor de todos los temas sobre una posible acción militar en Hispanoamérica, porque había participado de las reuniones celebradas por Dundas con este motivo. Y había participado en ellas en calidad de asesor, porque había reunido abundante información de fuentes insospechadas.
    Hippisley vivió muchos años en Roma donde hacía tareas de espionaje para el gobierno británico, y fue allí donde obtuvo “información sobre los modos de atacar las colonias españolas”, todo lo cual paso a referir y analizar a continuación.
    Los Jesuitas: una fuente de información insospechada
    El ministro portugués Sebastián José Carvalho y Mello (1699-1782), Marqués de Pombal, hombre tenebroso, ampliamente vinculado a la masonería, a los iluminados y por ellos a los ingleses (desde el Tratado de Methuen, 1703, Portugal había pasado a ser una colonia inglesa, so pretexto de un tratado económico), durante el reinado de José I, expulsó a los Padres Jesuitas de los dominios lusitanos en América en 1758, y un año después lo fueron de Portugal con la expropiación de todos sus bienes. Reinando Luis XV fueron expulsados de Francia en 1764 como resultado de las presiones de Choiseul, los jansenistas, los “filósofos” y los “iluminados” (todos ellos con decidido apoyo real: Luis XV es el sembrador de lo que cosecharán los franceses con su Revolución). Lo mismo haría España con la Pragmática de Carlos III de fecha 27 de febrero de 1767, culpándolos del Motín de Esquilache y de otros actos panfletarios y subversivos que, hasta el día de la fecha, siguen siendo imposibles de verificar. Meses después lo fueron de Nápoles y en 1768 se reproduciría este caso en Parma.
    Sin embargo los países citados no quedaron conformes con estas medidas, y pidieron a Clemente XIII (Carlos Rezzonico, Papa de 1758 a 1769), la disolución de Compañía de Jesús del Santo Iñigo de Loyola. Pero la obtuvieron de Clemente XIV (Juan Antonio Vicente Canganelli, Papa de 1769 a 1774), quien promulgó el breve Dominus et Redemptor (1773), que en sí constituye una rareza: nunca fue publicado, pero se llevó a cabo puntualmente.
    No comentaré el golpe terrible que el Borbón Carlos III y su Ministro Aranda le asestó a nuestra patria con el injusto extrañamiento de los Padres Jesuitas. La expulsión de los Jesuitas significó, andando el tiempo, la pérdida de todo el actual Río Grande del Sur por el fallo de un presidente norteamericano (Memoria de Gonzalo de Doblas y Relación Geográfica de don Diego de Alvear). No le alcanzó a España con desatar las Guerras Guaraníticas de las que también culpó a los religiosos de la Compañía. Como no le había alcanzado el mantenernos por cientos de años en la condición de arrabal orillero del Imperio Español, agravado luego con el mote borbónico de Colonias. Con ellos y por ellos dejamos de ser parte de España como fuimos con los Austria, y pasábamos a ser una dependencia de servicio.
    La dureza de aquella expulsión, es la que no se vio por parte de la Corona Española con los prisioneros ingleses en 1806 y 1807, ni con los contrabandistas, usureros y portugueses que sacaban la plata del Potosí para enviarla a Inglaterra. Y tan violenta fue, que hubo casos en que no los dejaron tomar sus pertenencias ni sus medicinas. Entre los expulsos había muchos Padres que eran ancianos y otros enfermos: la mayoría de estos moriría en alta mar. Para septiembre de 1767 se los despachó, desde la islita que hace actualmente el Riachuelo en la Vuelta de Rocha, una versión antigua de un campo de concentración, con rumbo a Cádiz, y llegaron los sobrevivientes a esta ciudad (ya constituida en un verdadero lupanar) a principios de 1768. Pero allí habrían de enterarse de una nueva y, enseguida, se produciría un milagro.

    El confesionario
    La nueva fue que el clemente Papa Clemente XIV no los quería en Roma. Advertidos los demás puertos del Mediterráneo de esta piadosa decisión del Sumo Pontífice, ellos también se negaron a recibir a los sacerdotes. De manera que las embarcaciones salidas de Cádiz, no pudieron hacer arribada en la costa italiana ni en sus adyacentes, por lo que quedaron boyando a la deriva. Allí murió más de la mitad de los embarcados de hambre, sed y pestilencias que se desataron por el hacinamiento. Pero estos ya no eran viejos o enfermos. Eran hombres sanos con meses de martirio sobre sus espaldas. No conozco que la Iglesia haya hecho santo a alguno de ellos por este martirio propinado por los propios cristianos.
    El milagro fue que, a pesar de la prohibición existente en Cádiz de no dejar desembarcar a los sacerdotes y de que nadie tomase contacto con ellos como infectocontagiosos en cuarentena, más de la mitad de los expatriados desaparecieron mezclados con las brumas matinales de la marina. Fueron los ingleses instalados en Gibraltar los que se llevaron, con chalupas y bateles por el agua, a esta preciosa carga humana. No sería extraño que también lo hayan hecho por tierra con la ayuda española. De allí los cargaron en barcos de guerra y mercantes transportándolos a Londres en el mayor secreto. De esta manera Su Graciosa Majestad y el Almirantazgo se juntó con centenares de informantes de primera categoría. Hombres que habían estado en la América Española entre 10 y 40 años, sirviendo a la Fe y al Rey, contra quienes ahora tenían un gran resentimiento por haberlos hecho víctimas de una injusticia.
    Los Jesuitas eran conocedores del clima Hispanoamericano; estudiosos de su flora, su fauna e hidrografía; de los idiomas que hablaban los naturales de aquellas regiones y de sus idiosincrasias; de su historia, cosmogonía y teogonía; de caminos, pasos, sendas, montes, llanos, quebradas y sierras; muchos de ellos eran astrónomos y cartógrafos. Inglaterra sin ningún esfuerzo se juntó con este regalo de España que en aquel momento fue invalorable. Para evitar los siempre pesados e inoportunos interrogatorios que predisponen mal al expositor, seguramente los británicos les pidieron a los Padres que redactasen un informe con toda libertad, recluyéndolos en monasterios, abadías y casas de campo. Pienso que de allí debieron salir Descripción de la Patagonía del Padre Tomás Falkner (que además era británico nacido en Manchester, según nos contaba don José Luis Molinari; la obra se encuentra incorporada a la Colección de don Pedro de Angelis y fue publicada en Buenos Aires en 1835), y Hacia allá y para acá del Padre Florián Paucke (que era de Silesia, cuando ésta formaba parte de la Prusia de Federico II; obra que fue traducida y comentada íntegramente por el abnegado Edmundo Wernicke, y editada por la Universidad Nacional de Tucumán en cuatro tomos).
    Pero sin duda la obra que nos orienta sobre lo que debieron haber sido aquellos testimonios de los deportados, es la de Falkner, que fue traducida al castellano por Manuel Machón, un oficial español destinado en Londres. La imbecilidad de los Borbones prohibió la circulación de esta obra en España, lo que carece de sentido porque, si bien se tenían recelos de la divulgación de las noticias sobre los puntos vulnerables de las colonias, de nada servía el ocultarlas en la península, mientras que circulaban libremente por el resto del mundo. Un mundo que, justamente quería arrebatarle las colonias a España.
    Decía don Diego Luis Molinari (Orígenes de las fronteras) “que la versión (de Falkner) dada a conocer en 1774, era la fuente de inspiración para numerosos aventureros al servicio de la corona inglesa”. Y don Andrés M. Carretero agrega (Colección de Obras y Documentos) “que las alusiones referentes a las posibilidades de ocupación no escaparon a la percepción de los primeros ministros ni de los estrategas de la política exterior británica pues numerosos planes de expansión tenían como objetivo secundario o principal la ocupación de la Patagonia en su totalidad o en alguna parcialidad.”
    En cambio don Pedro de Angelis en el prólogo de la edición de 1835 es muy duro con Falkner: “Sean cuales fueron los motivos de disgusto que tenga un extranjero (de Angelis también lo era) contra el país que le acoge –dice-, nunca debe conspirar contra él, ni proporcionar armas a los que aspiran a invadirlo o usurparlo; y tal fue el objeto que se propuso Falkner al emprender la descripción de la Patagonia.” Y sinceramente creo que don Pedro, el publicista de don Juan Manuel, en esto tenía razón: si se toma la obra de Falkner y las invasiones inglesas de 1806 y 1807, se verá con sorpresa, que los invasores siguieron los caminos descriptos por él. De manera que el odio a España, a la que había servido 40 años, se tradujo en un odio hacia nosotros que no teníamos nada que ver. Más aún: contra un pueblo que lloró la partida de los Padres Jesuitas y que él sabía porque los vio llorar.
    Los Padres Jesuitas se desparraman y los ingleses se aprovechan
    Conjeturo que por 1780, o quizá un poco antes, la mayoría de aquellos Padres Jesuitas cobijados por los ingleses se habían repatriado. Al parecer el conjunto optó por regresar, cada uno, a su tierra natal (por ejemplo: Falkner murió en Worcester desempeñándose como capellán y algo parecido ocurrió con Paucke en su pueblo de la Silesia, el Slansk de los polacos). En 1774 había muerto el Papa Clemente XIV y asumió Pío VI (Juan Angel Braschi, Papa de 1774 a 1799), pero en estos 25 años de papado murieron Luis XV en 1774; Pombal en 1782; Choiseul 1785; Carlos III en 1788; etc. Es decir: todos los acérrimos enemigos de los Jesuitas fueron desapareciendo secados por la Parca inclemente, y ello permitió que, indulgente, el Papa Pío VI, permitiese el regreso subrepticio de algunos Jesuitas a Roma y, en otros casos, el mismo Papa, sabiéndolos hombres sabios y valiosos, los mandó a llamar para integrarlos a su elenco de notables.
    Como ya he dicho Sir John Coxe Hippisley vivió muchos años en Roma haciendo tareas de espionaje. Allí obtuvo información proporcionada por los jesuitas expulsados de España y otras posesiones de ultramar y regresados o confinados en territorio Vaticano. Entre estos sacerdotes exiliados, los más conspicuos conspiradores contra España (posiblemente pasados previamente por Londres), eran Juan José Godoy y Juan Pablo Viscardo. Pero Godoy era mendocino, junto con los jesuitas Miguel, Javier y Bernardo Allende.
    Hippisley “debió recibir de ellos información muy precisa –apunta Terragno-, acerca de Cuyo, incluyendo detalles sobre los pasos cordilleranos que unían Mendoza con Chile”. Tal vez sea esto lo que influyo decisivamente sobre Maitland para que considerara a Mendoza como “la indudablemente indicada”.
    En 1800 Hippisley escribió un memorial para Dundas sugiriéndole una rápida acción sobre las colonias españolas. Pero, antes de ello, extendió una copia del memorial a Maitland, ya embebido éste de todo aquel fárrago de documentación disponible, y enfrascado en la confección de un plan militar.
    Maitland, que seguramente ya tendría algunos borradores sobre este asunto, confeccionó un Plan Tentativo o Esquemático, agregando la información provista por Hippisley. Lo que no se ha dicho es si, con estas informaciones a la mano, Maitland, un andariego incansable, no vino hasta la Rivière de la Plate, como él llama en su Plan al Río de la Plata o Buenos Aires, para constatar en el terreno la posibilidad cierta de ejecutar la maniobra estratégica. Aunque también pudo entrar por Chile o el Perú. O bien trabajar con los espías de Inglaterra diseminados, como ahora, por todo el Virreinato, sacando luego la información vía de algún puerto brasilero. Esto no está escrito en ningún lado y es imposible de verificar.
    Y digo esto, porque me cuesta creer que Maitland, teniendo tan valiosa documentación de primera mano, estuviera 20 años sin mover el asunto (de 1780 a 1800 aproximadamente). Además observe el lector que Hippisley, antes de entregar su memorial a Dundas, le extendió una copia primero a Maitland, de donde éste viene a resultar a ojos legos como los míos, como la espina dorsal sobre la que se movía o descansaba todo este expediente.
    Con este Plan Tentativo, Maitland fue a ver a Dundas (llamado por los escoceses El Rey sin Corona). Pero éste prefirió discutirlo más tranquilo con su autor, porque estaba de acuerdo en la importancia de “asegurar nuevos y extensos mercados para las manufacturas inglesas”, pero, “con la independencia de un beneficio parcial”, quería adoptar “una visión general de la cuestión” y considerar un plan para tomar “toda Hispanoamérica”.
    En líneas muy generales el Plan Tentativo (o esquemático) de Maitland consistía en: la toma de Buenos Aires; marchar luego hacia la costa occidental y de allí, con una flota de la Compañía de Indias Orientales que comandaría Sir Richard Husey Bickerton, saltar al Perú. Con la costa occidental de Sudamérica en manos inglesas la derrota de España estaría asegurada. Hubo más discusiones con Dundas porque deberían existir, simultáneamente, acciones secundarias que coadyuven a la principal. Finalmente se decidió que esas acciones de distracción se llevarían a cabo sincrónicamente desde Caracas y Santiago de Chile; “pero todas ellas convergentes sobre Lima, Perú”, pedía Maitland.
    Sin embargo el centro de gravedad del Plan siguió siendo, inmutable, el eje Buenos Aires, Mendoza, Chile, Perú, a pesar de que a una mirada mundana parecería que se hubiesen abierto tres frentes. Digamos que un velo y engaño para que el enemigo (España) no supiese cuál era el centro de gravedad y dónde se buscaría la decisión. Fue entonces, y de esta manera, que Maitland concibió su Plan definitivo que lleva su nombre, que es el encontró el doctor Terragno en Edimburgo en 1981, escrito de su puño y letra.
    El Plan con su redacción definitiva, finalmente fue aprobado y se sabe que fue presentado Su Majestad. Sin embargo no hay constancia de su aprobación, desaprobación, ni pedido de enmienda. Nada. Tampoco se le puede seguir el rastro porque el gobierno de Pitt cayó enseguida: febrero de 1801.
    Las proposiciones de Maitland en su Plan de Operaciones
    A diferencia de planes ofrecidos por el venezolano Miranda o el del inglés Vansittart (aprobado, y cancelado de no muy buena gana en febrero de 1797), que resulta el más parecido al Plan Tentativo que estamos examinando, Maitland, de 42 años entonces, creía que un ataque sobre Buenos Aires o Caracas, por exitoso que fuese, no quebraría el dominio español sobre América. El sostenía que “una Expedición a Caracas desde las Indias occidentales, y una fuerza enviada a Buenos Aires podrían en verdad tender la emancipación de los Colonos Españoles en las posesiones orientales, pero el efecto de tal emancipación, aunque considerable, no podría jamás ser tenido por seguro en las más ricas posesiones hacia el occidente, y es menester observar que la única utilidad y principio por el cual los Españoles han asignado consecuencia a sus posesiones orientales es que, reteniéndolas, ellas actúan como una defensa para sus más valiosas posesiones en occidente.”
    Con la finalidad de tomar esas “valiosas posesiones”, Maitland propuso:
    1. Ganar el control de Buenos Aires. “Debería realizarse un ataque sobre Buenos Aires”. Para eso, Maitland consideró que harían falta 4.000 soldados de infantería; unos 1.500 de caballería; “con una proporción de artillería”.
    2. Tomar posiciones en Mendoza. “Subsecuentemente a la captura de Buenos Aires el objeto debería ser enviar a un cuerpo a tomar posiciones al pie de la ladera oriental de los Andes, propósito para el que la ciudad de Mendoza es indudablemente la más indicada.”
    3. Coordinar acciones con un ejército de Chili (así llama a Chile). Este otro ejército debería consistir en 3.000 soldados de infantería y 400 de caballería “con una proporción de artillería”. La mitad de la infantería debería “proceder de Inglaterra al Cabo de Buena Esperanza en barcos destinados últimamente a (…) Sudamérica”. La otra mitad debería ser “dotada por India, y proceder, cuando esté lista, directamente a la Bahía Botany”, en Australia, a los efectos de navegar luego a Sudamérica. El objetivo de tal ejército debería ser “indudablemente el Reino de Chili”. Debía atacar Valparaíso o Santiago o, “si encontrara que los Españoles se hallen en fuerza tal como para hacer que un inmediato ataque sobre Valparese o St. Iago sea imposible en el primer momento, actuar sobre el Río Bíobío y fortificarse mediante una inmediata conexión con los indios.”
    4. Cruzar los Andes. “El cruce de los Andes desde Mendoza a las partes bajas de Chili es una operación de cierta dificultad (…) Aún en verano el frío es intenso; pero con tropas de cada lado cuesta suponer que nuestros soldados no pudieran seguir una ruta que ha sido adoptada desde hace mucho como el más deseable canal para importar negros al Reino de Chili.”
    5. Derrotar a los españoles y controlar Chile. El objetivo de esta etapa era “aniquilar el gobierno (español) del Reino de Chili” y convertir a ese pueblo en “un punto desde el cual podríamos dirigir nuestros esfuerzos contra las provincias más ricas”. Esta era la tarea a cumplir por las fuerzas unificadas del ejército que debía cruzar los Andes y el que llegara por mar.
    6. Proceder por mar a Perú. “Si este Plan tuviese éxito en toda su extensión, la Provincia del Perú debería quedar pronto expuesta a una captura segura.” y “últimamente nosotros podríamos extender el sistema colonial, usando la fuerza si fuere necesario.” Lo indicado era para evitar toda violencia innecesaria. “Un coup de main (en francés en el original) sobre el puerto del Callao y de la ciudad de Lima podría en verdad probablemente ser exitoso y mucha riqueza sería ganada por los captores, pero este mero éxito, a menos que fuera asistido por nuestra capacidad de mantenernos en el Reino de Perú, podría terminar últimamente excitando la aversión de los habitantes contra cualquier futura conexión, de cualquier clase, con Gran Bretaña.”
    7. Emancipar Perú. “El fin de nuestra empresa debía ser indudablemente la emancipación de Perú y Quito.”

    God save the Queen!

    FIN DE ESTA PARTE
    El Tercio de Lima dio el Víctor.

  4. #4
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