El otro día tuve entre mis manos un libro de texto peruano donde se decía que a los criollos les era prohibido ejercer funciones administrativas. Desde el Inca Garcilaso, soldado de Juan de Austria enterrado con todos los honores en Córdoba, a Olavide, ministro de Carlos III, Enrile jefe de la flota o el duque de San Carlos, ministro de Fernando VII, o el mismo Nariño, quien fue enjuiciado por ladrón (Tan ladrón como Miranda), los ejemplos contundentes son hasta repetitivos. Sin embargo, los nacionalistas de toda clase siguen repitiendo el mismo mantra, negando hasta lo que los mismos próceres dijeron y refabricando una mitología que ya no se sostiene más. Es demencial. En España, hasta Menéndez Pelayo llegó a caer en algo de mitología bolivariana, por ejemplo. No digamos ya el esperpéntico caso de Unamuno.
Es curioso cómo este día, algunos pretendidos contrarrevolucionarios braman contra la Revolución Francesa pero apoyan la Hispanoamericana al servicio del imperio británico. Hablan de "no al españolismo centralista".... Sí, ya veo con su nacionalismo republicano de simbología masónica y contrario a un hispanismo constructivo, lo bien que ellos se refieren y tratan a las provincias. Y ya veo en sus "quejas criollas" cómo después somos tratados los españoles. Doble moral y en el fondo, un síntoma de débil y deformado "afrancesamiento", donde muchos buscan en un apellido exótico del abuelo el paraíso en la tierra. Porque todo lo que no sea España (o indígena, si me apuran) es bueno. Y claro, se es contrarrevolucionario por Francia, no por España. Y se crea una suerte de rivalidad hispano-italiana que en Europa no existe. Y se hacen chistes presentando a los gallegos como bobos cuando el gallego es todo lo contrario, parece que el imbécil que hizo eso lo hizo queriendo, porque lo hizo justo al revés. Y luego se nos vende que los españoles somos muy malos en España y allá nos reciben con los brazos abiertos. Pero cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
En fin, lo único bueno de todo esto es que, a pesar de las traiciones reiteradas de la misma España, desde esa oficialidad liberal comandada por Morillo, Maroto y Espartero, ---"los hermanos en todas partes" según San Martín--- que fastidiaron el buen trabajo de los auténticos realistas; el mito es tan débil, pedante y contradictorio que desde Hispanoamérica ha comenzado a desmoronarse en serio. Tiempo al tiempo.
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