Una consecuencia de esa maravillosa independencia....
Somos hijos de España - Hispanofilia
LA GUERRA DEL PACÍFICO
"Es un error completo hablar de dicho conflicto como de una guerra entre Peru y Chile, es una guerra de Inglaterra contra Perú, con Chile como instrumento" Diario Washington EEUU Abril 1882
Y después de la Era Hispánica... nos dividieron, nos empobrecieron con deuda externa y reventando nuestro autoabastecimiento, nos desangraron en guerras fratricidas y... nos usaron como a estados títeres.
Una guerra en que se enfrentaban tres naciones que menos de 100 años antes se habrían considerado consúbditas de un mismo Rey, lo cual es casi como decir compatriotas, lo cual se expresaba (y se expresa hasta hoy) en las enormes similitudes entre la cultura y formas de vida de los tres países. En ese sentido, esta guerra era sin duda alguna fratricida, era el encuentro bélico de pueblos hermanos que tan sólo 100 años antes habrían podido solucionar sus conflictos de forma pacífica recurriendo al Rey, y que compartían al momento de la guerra y aún hoy, una larga historia en común y una cultura, idioma y formas de vida en común.
Si la naturaleza fratricida de esta guerra ya es reprochable, más reprochable resulta por sus consecuencias posteriores:
Primero, la muerte de nuestros connacionales (aquí comprendo tanto a Chilenos como a Peruanos y a Bolivianos), algunos de ellos menores de edad que murieron en un fratricidio, con lo cual nuestras naciones se vieron diezmadas y las familias quebradas de dolor;
Segundo, a través de la guerra, los países se endeudaron con los proveedores de armas y uniformes todos de origen británico, viéndose obligados al terminar la guerra a dejar todos los recursos naturales de la zona en disputa en manos verdaderamente extranjeras. El manejo británico del salitre abrió la puerta a la posterior guerra civil de 1891, la cual fue un nuevo fratricidio en que nuevamente murieron connacionales nuestros;
Tercero, esta guerra inició también el camino a los odios mutuos, que aún perduran, y han llevado a nuestros países a tensiones innecesarias, a desconfianzas y a rencores que han dañado profundamente a nuestros pueblos (lo cual quedó claro últimamente con el vergonzoso vídeo de los marinos chilenos cantando canciones ofensivas contra sus países hermanos).
Esta guerra se encuadra también en un periodo en que la Hispanidad se fracturó muchísimo, hemos dicho que las "independencias" no buscaban separarnos solo del Rey, sino también de todo aquello que nos recordara que alguna vez fuimos un imperio grandioso, y parte de esa política de separación se refleja en estas guerras, no sólo en la del Pacífico, sino en tantas otras que se vieron en este periodo y que afectaron perdurablemente la unidad de nuestros pueblos, y aumentaron nuestras desconfianzas mutuas.
Todo esto ha sabido ser aprovechado por el verdadero extranjero, ese que aprovechó nuestras fronteras y desconfianzas para aislar a Argentina en la guerra de las Malvinas, ese que aprovechó nuestra desunión para apoderarse de Cuba y Puerto Rico, ese que ha sabido aprovechar nuestras debilidades para manejarnos a su antojo: el verdadero extranjero que no es España.
El imperio británico y la balcanización de Hispanoamérica | Hispanoamérica Unida
El imperio británico y la balcanización de Hispanoamérica
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“El Imperio Español generó, a través de varios siglos, fuerzas unificadoras, centrípetas, que contribuyen a explicar la idea de una nación continental (…) en Hispanoamérica el despertar del nacionalismo continental, la primera manifestación de la idea integracionista, es indesligable de la revolución social (…) ¿Qué procura decidir Gran Bretaña? Manos libres para organizar y explotar un enorme Imperio ultramarino donde vender el 70% de las manufacturas que produce, donde extraer a precios irrisorios las materias primas y alimentos que necesita y donde invertir sus excedentes financieros (…)Cruce del Riachuelo por Beresford durante la invasión inglesa de Buenos Aires en 1806, según un grabado anónimo.
El siguiente texto es la primera parte del ensayo titulado “Iberoamérica: Balkanización, Integración dependiente e Integración liberadora”, de Vivián Trías, profesor universitario, historiador, escritor y político. Publicado en la revista Nueva Sociedad, Nro. 37, Julio-Agosto 1978, pp. 41-53 Los grandes caudillos de la emancipación iberoamericana proyectaron crear una vasta patria común. La idea y la emoción de la “Patria Grande” ronda, desde entonces, nuestro drama histórico. Simón Bolívar en el norte y José Artigas en el sur son la encarnación más profunda y empecinada de la unidad continental o regional. ¿Cuáles son las raíces de la idea? ¿Cuál es la fuente de la pasión por la nación hispano- americana en que Bolívar quemó su vida y Artigas pagó con su silencioso ostracismo de 30 años? ¿Qué es, en rigor, una nación? Desde distintas posturas doctrinarias se entiende que la nación es la confluencia de varias comunidades o solidaridades humanas; una economía común, una historia común, un territorio y una lengua comunes. La comunidad económica, base material de la nación, es el fruto del desarrollo capitalista que elimina los parcelamientos autosuficientes de los feudos, crea el mercado único en que productores y consumidores puedan conectarse libremente, un solo sistema monetario y un solo régimen impositivo. Lo cual exige la autoridad de un gobierno central incuestionable e inconciliable con la dispersión del poder en los señores feudales. Pero la nación no es, por cierto, un mero hecho económico. Es una comunidad estable , pero no de origen natural, sino histórico. No hay nación sin la existencia previa de un pueblo solidarizado por una común trayectoria, por victorias propias que conmemorar, por derrotas que lamentar, por conductores aclamados, por sufrimientos y regocijos comunes, por hechos y leyendas que hunden su raigambre en las honduras de la conciencia colectiva. Los germanos existieron mucho antes de constituirse Alemania. Es la “comunidad de tradiciones históricas” sin la cual la nación es inconcebible. El Estado-nacional extrae su formidable potencial del enlace entre la textura estatal y la consubstanciación popular con la nacionalidad. Comunidad económica y “comunidad de tradiciones históricas” son imprescindibles, garantizan la cohesión y la continuidad de la nación. La gestación del Estado nacional es siempre una larga y ardua lucha por vencer presiones dispersivas, disgregantes, que acechan desde dentro y desde fuera. El Imperio Español generó, a través de varios siglos, fuerzas unificadoras, centrípetas, que contribuyen a explicar la idea de una nación continental, Instituciones comunes, religión, cultura e idiomas comunes, el sentimiento de pertenecer a un vasto Estado nacional. Pese a que algunos de esos factores fueron quebrantados por la revolución, sirvieron de punto de partida a nuevas fuerzas unificadoras derivadas de la guerra por la independencia. Metas e ideales comunes en la lucha contra un mismo enemigo, peripecias comunes, anhelos comunes tejen una trama que vincula a los patriotas desde México al Plata. A lo que se suma la figura convocante, vigorosamente aglutinante de los grandes caudillos carismáticos como Bolívar y Artigas. No hay que olvidar, tampoco, la determinante influencia ideológica de las magnas revoluciones de la época, Eric J. Hobsbwan escribe: “El nacionalismo, como tantas otras características del mundo moderno, es hijo de la doble revolución (revolución industrial en Inglaterra y revolución francesa de 1789)” (1) El Estado-nación, como los derechos del hombre, como las instituciones democráticas, como el culto a la razón constituyen el bagaje ideológico que conformó la mentalidad de los líderes de la emancipación al comenzar el siglo XIX, justamente llamado “el siglo de las nacionalidades”. Muy importante fue, también, el ejemplo deslumbrante de la independencia de los Estados Unidos que unificó las 13 colonias y su rápido encumbramiento y prosperidad. EL IMPERIO BRITANICO Y LA “BALKANIZACION” DE HISPANOAMERICA Los caudillos recogieron, sin duda, la vigencia de tales factores integradores. Pero su proyecto de una nación continental también apunta al futuro, la conciben como una necesidad para asegurar su soberanía y desarrollo. Conquistaron la independencia, pero la “Patria Grande” se frustró. ¿Por qué?La Provincia Oriental (actual Uruguay) como parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata. La creación de Uruguay como Estado independiente es consecuencia de la acción diplomática británica y tuvo el efecto de debilitar a las Provincias Unidas y así facilitar a los británicos el acceso al comercio y las finanzas en la Cuenca del Plata.
Es que a tantos vectores cohesivos y unificantes, se oponían vigorosas fuerzas dispersantes, centrífugas. Algunas de las cuales también provenían de la entraña del coloniaje, otras de la gravitación de la nueva metrópoli británica. Territorio muy extenso, dispar y difícilmente transitable; desiertos dilatados, cordilleras inaccesibles, climas inhóspitos. Población rala agrupada en comunidades aisladas donde florecieron fácilmente los localismos y sus enconadas rivalidades. El factor más disolvente es el atraso económico, la ausencia del desarrollo imprescindible para organizar la comunidad económica y la distorsión que el Imperio Español impuso a sus estructuras. Cada Virreinato o Capitanía se moldean proyectadas, económica y políticamente, hacia la metrópoli y con muy escasas o ninguna vinculación entre sí. Las reformas borbónicas – singularmente a partir del reglamento de libre comercio de 1778 -, la presión británica, las guerras intercoloniales de fines del siglo XVIII y principios del XIX consolidan y, aun, intensifican el desarrollo unilateral y exógeno. La guerra tensó al máximo la incidencia de las presiones disgregantes. Las oligarquías criollas dominantes, agro o minero-exportadoras, se articulan directamente a la economía internacional hegemonizada por Gran Bretaña en plena revolución industrial. Las nuevas repúblicas se incorporan al “sistema” del Imperio Británico. De 1822 a 1826 contratan diez empréstitos con la banca de la City por casi 21.000.000 de libras. Concertados al 75%, mediante el pago de turbias comisiones, resultan negocios leoninos en que los banqueros apenas desembolsan 7 millones de libras efectivas (2). Dinero que sirve, en gran parte, a sostener a las élites en el poder y que genera una renovada dependencia financiera. Se les condiciona a la firma de un “Tratado de Comercio, Navegación y Amistad” a perpetuidad, cuyo objetivo es asegurar la libre importación de manufacturas británicas y la exportación de alimentos y materias primas baratas a la metrópoli. En 1830 el 23% de las inversiones inglesas en el exterior se han radicado al sur del Río Bravo. Cuando sólo un 9% se dirige a los EE.UU. y apenas un 2% a la India (3). Ingleses y escoceses acaparan sociedades mineras, plantaciones, estancias ganaderas, empresas de transportes. La mayoría se instala en las grandes ciudades-puertos. En Buenos Aires viven más de 3.500 (4). Se estrecha la alianza entre la burguesía británica y las oligarquías locales, que funcionan como clases intermediarias y dependientes, Lima y El Callao, Quito y Guayaquil, Cartagena, Veracruz, Buenos Aires configuran polos de desarrollo distorsionado, desvinculados del resto de su nación y desempeñando el papel de submetrópoli en ella. Son piezas de la división internacional del trabajo impuesta desde la City, enclaves extranjerizantes.Los banqueros británicos obtuvieron pingües beneficios de los empréstitos (préstamos) con intereses abusivos que concedieron a los gobiernos de las repúblicas hispanoamericanas, y que aseguraron el control británico de la economía y las finanzas de aquellos debilitados Estados.
Es este un punto capital. Las élites locales integran el “sistema” del Imperio. A ello deben su fortuna, posición social y poder político. No son burguesías nacionales como las que protagonizan las grandes revoluciones en Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos. Practican un intransigente liberalismo económico que las enfrenta con las regiones e intereses populares del interior. En el Río de la Plata, la libre importación de ponchos, arreos, botas, tejidos, facones, etc., fabricados en Londres, Manchester, Liverpool o Glasgow arrasa las artesanías y burdas manufacturas autóctonas. Es lo que Baran llama el “infanticidio industrial”. Como Buenos Aires es el único puerto ultramarino en cuya aduana el comercio exterior deja sus rentas -principal recurso financiero del Estado -, la oligarquía porteña se apropia de ellas y condena a la indigencia a las demás provincias (“los 13 ranchos”). La dictadura monoportuaria se completa clausurando a hacha y martillo los ríos interiores que podían facilitar el comercio directo con los buques europeos de las regiones esquilmadas. Para imponer esta política económica devastadora para el resto del país, debe recurrir a un gobierno no fuerte, centralizado (unitario) que desconozca los derechosy las autonomías de las provincias. Su proyecto para organizar la República, implica el subdesarrollo y la dependencia. Es natural que los pueblos del litoral y del interior se sublevaran y rodearan a José Artigas que postula el proteccionismo de las manufacturas nativas, la libre navegación de los ríos, la nacionalización de las rentas aduaneras y el respeto a las autonomías lugareñas en un régimen federal que articula a toda la nación, sin que una provincia (Buenos Aires) someta a las demás a sus intereses y conveniencias. Al contrario de Europa, aquí la “burguesía” no es la “clase nacional” que definiera Marx. Salomón F. Bloom precisa tan importante concepto: “la clase nacional era aquella clase que llevaba a la nación, a la sociedad individual, a lo largo de la línea del progreso” (5). Las masas populares son la “clase nacional” que se expresa en la acción y el pensamiento de su caudillo. José Artigas no sólo propone una gran nación verdaderamente soberana, sino un desarrollo económico autónomo dirigido por el Estado; justicia social (cabalmente concretada en la reforma agraria que decreta en la Provincia Oriental) y efectiva democracia política. Lo mismo ocurre con Simón Bolívar una vez superada su fase “mantuana”, tras los exilios y las sangrientas derrotas a manos de los “llaneros” de Boves. Es entonces que funde la lucha por la independencia con las reivindicaciones sociales (abolición de la esclavitud, política en favor de los indios, distribución de tierras y bienes entre los soldados. etc.). En lo que se designó “la guerra de los colores”, acaudilla a negros, mulatos, mestizos, indios, pobrerío contra las élites ricas y extranjerizantes de las grandes ciudades-puertos. Adquiere la estatura de verdadero “caudillo nacional”, porque conduce a las “clases nacionales”. De modo que en Hispanoamérica el despertar del nacionalismo continental, la primera manifestación de la idea integracionista, es indesligable de la revolución social. Es un nacionalismo de masas y revolucionarios, anticipándose en siglo y medio al que emergería en el Tercer Mundo a la hora de su rebeldía descolonizadora. Muy temprano, pues, se definió lo que designamos como “integración liberadora”. EL MEMORANDUM CASTLEREAGH Y EL EQUILIBRIO DE PODERES Lord Castlereagh, luego de discutir el fracaso de las invasiones inglesas en el Plata con Sir Arthur Wellesley, elevó a Su Majestad un memorándum diseñando la política por seguir ante la ya inevitable independencia de las colonias españolas (6). Descarta todo intento de conquista militar. Propone crear varias monarquías independientes, económicamente liberales, que traben la extensión del ideal republicano y prevengan contra la posibilidad de una gran nación continental. Se trata, por supuesto, del famoso principio imperial de “dividir para reinar”, pero, es también, una inteligente aplicación del “equilibrio de poderes”.Detalle de un cuadro de Cándido López donde se representa la Guerra del Paraguay. Este conflicto bélico, promovido y financiado por Gran Bretaña y liderado por su aliado, el Imperio del Brasil, fue una auténtica guerra de exterminio que acabó con la mayor parte de la población masculina paraguaya.
El Memorándum es la clave de la política del Foreign Office en estas latitudes, pero no una regla inflexible. Los constructores del Imperio son pragmáticos, como decía Baldwin “nunca nos hemos guiado por la lógica” (7). En Hispanoamérica presionaron para fragmentarla, para “balkanizarla”, porque era la estrategia adecuada para combatir a un nacionalismo integrador, cuestionante de la tutela económica de la City. El ejemplo de los Estados Unidos es demasiado elocuente al respecto. Pero allí donde las clases dominantes y asociadas son las que sustentan y usufructúan la unidad del Estado, Londres protegió esa unidad. Es el caso flagrante del Imperio Otomano y del Imperio de Brasil, su satélite mayor en Iberoamérica. De modo que ya en la fase definitoria de nuestra independencia hay dos opciones: “integración liberadora” o “integración dependiente”. Nicolás Spykman reseña el equilibrio de poderes: “Se codicia aquella forma de equilibrio que, neutralizando a los demás Estados, deje al nuestro en libertad para ser la fuerza y la voz que decidan” (8). ¿Qué procura decidir Gran Bretaña? Manos libres para organizar y explotar un enorme Imperio ultramarino dónde vender el 70% de las manufacturas que produce, dónde extraer a precios irrisorios las materias primas y alimentos que necesita y dónde invertir sus excedentes financieros. También la articulación de una paz internacional, sin la cual es imposible el funcionamiento del delicado mecanismo del “laissez faire”. LA “PAZ BRITANICA” QUE SE PROLONGA DE WATERLOO A SARAJEVO Dos instrumentos esenciales aseguran el “equilibrio de poderes” en Europa: 1. Cambios pendulares en las alianzas. Se coliga con Austria y los Estados alemanes para reducir el reto de la Francia napoleónica. Más tarde se asocia a Francia en la “gran entente” para derrotar el desafío de los Imperios Centrales (Alemania y Austria-Hungría). “Inglaterra no tiene amigos, sino intereses permanentes”. (9) 2. La creación de Estados Tapones – “buffers states” – que garanticen el balance de fuerzas y amortigüen el choque entre las potencias mayores. Los Países Bajos son el ejemplo clásico entre Francia y Alemania; llave del equilibrio de poderes en Europa. En ocasiones Londres extendió la aplicación de esta política a regiones no europeas. En 1767 creó la cuña de Audh entre Bengala y las provincias nativas de la India (10). Pero es en Iberoamérica donde lleva a cabo un admirable “capo lavoro” en ese sentido. Dividir al continente en una pluralidad de Estados, implica balancear fuerzas y rivalidades capaces de alterar la paz y trabar el libre fluir del comercio y de los capitales. Uruguay, cuña entre Brasil y Argentina y cerrojo de la red fluvial platense, es el caso más notorio. Lo que no significa, como suele afirmarse con ligereza, que Gran Bretaña fabricó naciones a su antojo, como un mago de circo extrae conejos de su galera. Aquí y más tarde en Africa, no hizo más que aprovechar realidades históricas subyacentes, vectores disgregantes de indiscutible origen local. Más arriba hemos resumido los factores desintegrantes de Iberoamérica. Pero en el Uruguay median otros elementos de juicio de máxima trascendencia. La provincia Oriental no conoció desde 1811 hasta su independencia en 1828, otra cosa que guerras u ocupaciones extranjeras. Los caudillos artiguistas encabezan la rebelión contra el opresor brasileño en 1825, con los ojos puestos en la reincorporación a las Provincias Unidas. Es el pueblo oriental quien conquista su liberación en gloriosas victorias. Pero a la hora de definir el futuro del Estado asoma, de nuevo, la guerra civil en aquellas. Retornar a su seno, es volver al combate, sumirse en el conflicto cruento entre unitarios y federales. No es de extrañar que el Gral. Juan Antonio Lavalleja y su gente acogieran con simpatía la idea de una nación independiente que los sustrajera de renovados e interminables sacrificios y permitiera abrir una era de paz y reconstrucción. La diplomacia británica manejó esa compleja coyuntura con sutil habilidad. Lord Ponsomby recibió el encargo de concertar la paz entre Brasil y las Provincias Unidas y organizar el equilibrio de la región proponiendo hacer de la disputada Provincia un Estado soberano enclavado entre las dos potencias emergentes del sur. Definió su éxito diplomático, que habría de reiterar con la independencia de Bélgica, expresando: “hemos puesto un algodón entre dos cristales” (11). La mano británica fue menos visible, pero no menos diestra en el desmembramiento de la Gran Colombia (Colombia, Venezuela y Ecuador) bolivariana. El almirante Fleming y el Gral. Grant incidieron activamente en el separatismo de Venezuela (12). Otro agente inglés, Pedro Celis, contribuyó a volcar la opinión de Maracaibo en favor del alzamiento contra la autoridad de Bolívar (13). Salvador de Madariaga concluye: “Así vino a tomar el separatismo un saborcillo británico que añadió no poco a su vigor” (14). En lo que resta del siglo la política británica se mantuvo alerta en el cuidado de los “Balkanes” iberoamericanos. En oportunidad de la intervención franco-británica contra el régimen americanista de Juan Manuel de Rosas (1845-1850), se planteó la creación de otro nuevo “bufter state” con las provincias disidentes de Entre Ríos y Corrientes. En 1865, la original experiencia de los López en el Paraguay pudo convertirse en la base de una gran alianza integradora con los federales argentinos y los blancos uruguayos y cuestionar al “sistema” del Imperio. La respuesta fue la Guerra de la Triple Alianza – clases asociadas y dominantes de Montevideo, Buenos Aires y Río de Janeiro -, financiada por los banqueros de la City que destruyó implacablemente al régimen lopista. En 1878 los intereses británicos no fueron ajenos a la “Guerra del Salitre” que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia y que produjo el enclaustramiento mediterráneo de la última. Herida abierta en la solidaridad iberoamericana hasta el día de hoy. – NOTAS 1 Eric J. Hobsbwan. “Las revoluciones burguesas” Ed. Guadarrama. 1974. Madrid. 2 Ricardo Scalabrini Ortiz. “Política Británica en el Río de la Plata”. Ed. Fernández Blanco. 1957. Buenos Aires. 3 Naciones Unidas. “Las Inversiones Extranjeras en América Latina”. 1955. New York. 4 Vivián Trías. “El Imperio Británico”. Ed. Crisis. 1976. Buenos Aires. 5 Salomón F. Bloom. “El Mundo de las Naciones Ed. Siglo XIX. 1975. Buenos Aires. 6 William W. Kaufmann. “La Política Británica y la dependencia de América Latina (1804-1828) Ed. de la Universidad de Venezuela. 1963. Caracas. 7 Ob. cit. en 4. 8 Nicolás Spykman. “Estados Unidos frente al Mundo” Ed. Fondo de Cultura Económica. 1944. México. 9 Ob. cit. en 4. 10 Ob. cit. en 4. 11 Luis Alberto de Herrera. “La Misión Ponsomby” Ed. Eudeba. 1974. Buenos Aires. 12 Salvador de Madariaga. “Bolívar” Ed. Suramericana. 1949. Buenos Aires. 13 Ob. cit. en 12. 14 Ob. cit. en 12.
A pesar de que ya existían casos que ponían en tela de juicio la historia oficial, con la que varias generaciones de hispanoamericanos han sido adoctrinadas, muchos afriman que es a raíz del bicentenario que esta corriente revisionista ha adquirido mayor brío. A aquellos inconformes se han sumado nuevas personas, datos que habían permanecido en la sombra salen a la luz, pero sobre todo, gracias al alcance de los nuevos medios de comunicación (primordialmente internet) es más fácil que el público tenga acceso a esta información, que cuestione aquello que siempre le han contado, tal vez investigue por su cuenta y descubra más verdades.
La cuestión de nuestras guerras de independencia es un claro ejemplo de toda esta manipulación, siempre se ha mostrado como un conflicto entre americanos y españoles cuando todos sabemos que aquello fue una gran guerra civil que se dio a lo largo y ancho del continente y que dejó muchos estragos de los cuales las nuevas naciones hispanoamericanas quizás aún no se hayan recuperado.
Esperemos que esta bola de nieve (que ya tiene rato de haberse arrojado) termine por convertirse en avalancha y derrumbe aún más mitos.
Cuando descubrí el foro este fue uno de los hilos que más me interesó, he leído gran parte de los aportes aquí colocados y son interesantísimos.
Yo tengo algunos datos que quisiera compartir con ustedes y aprovechando que en los últimos comentarios se ha tratado la figura de Simón Bolivar aquí pongo uno.
Juan María Alponte
México y el mundo
21 de diciembre de 2008Iturbide y Bolívar: documentos-memorias El 29 de mayo de 1822, Iturbide, comunicaba, a Simón Bolívar, “su ascensión al trono de México”. Inicia: “Ciudadano Libertador: Recibid, lo primero, con agrado mi admiración por vuestro heroísmo, mis deseos de imitar las virtudes militares de que disteis repetidos testimonios, y no esquivéis vuestra amistad a un hermano y compañero que se honrará de merecerla…
Carezco de la fuerza necesaria para sostener el cetro; lo repugné y cedí al fin para evitar males a mi patria, próximo a sucumbir de nuevo, si no a la antigua esclavitud, a los horrores de la anarquía…”. (Bolívar en la Cancillería mexicana. Archivo Histórico Diplomático Mexicano, Número 15).
Fusilado en 1824, cuando tenía 40 años, ocho meses y 21 días, su viuda Ana María Huarte (“de una familia de la misma ciudad de Valladolid y tan distinguida como la de Iturbide”, dice Alamán en su Semblanza) escribía a J. R. Malo, 11 de octubre de 1828, diciéndole que había pedido a Bolívar que acogiese a su hijo mayor, Agustín el grande (el “grande” porque Iturbide bautizó, “Agustín”, a dos hijos y uno era el grande y el otro el pequeño) en el ejército colombiano.
Bolívar accedió. Existe correo entre el encargado de Negocios de México en Colombia y la Secretaría de Relaciones de México sobre el tema.
El 6 de enero de 1825, Bolívar le decía al general Francisco de Paula Santander algo que, con el paso del tiempo y la sabiduría de la existencia estremece: “Dios nos libre de la carrera y la muerte de Iturbide… el tal Iturbide ha tenido una carrera meteórica, brillante y pronta como una exhalación; este hombre ha tenido un destino singular: su vida sirvió a la libertad de México y, su muerte, a su reposo. No me canso de admirar que un hombre tan común como Iturbide hiciese cosas tan extraordinarias; Bonaparte estaba llamado a hacer prodigios; Iturbide no; y por lo mismo los hizo mayores que Bonaparte…” (del mismo documento).
¿Pensaba, Bolívar, en los rumores envenenados que decían que, él mismo, quería fundar una monarquía? Quien le escuchaba, el general Francisco de Paula Santander (1792-1840) se preparaba, astutamente, para sucederle. Eso, entonces, no lo sabía Bolívar. Años después de su conversación con Santander (Archivo Diplomático, página 18) teniendo ya, a su lado, al joven Agustín como oficial de su guardia, en carta, a Rafael Urdaneta (13 de julio de 1829) le decía: “Yo no soy el hombre para el proyecto de monarquía; tengo a mi lado a Iturbide, que me recuerda la suerte de su padre”. Sólo siendo apto para la vida se puede entender su misterio.
Ana María de Iturbide, preocupada por el tránsito de su hijo al ejército del Libertador, decía a J. R. Malo: “…Creo que el gobierno de México no tomará a mal esta providencia…Tiene derecho a disponer de sí…Mi conducta, la suya y de toda mi familia hemos acreditado por cuatro años que no aspiramos a otra cosa que a vivir una vida privada; creo que ni el más suspicaz podría imputarnos en este paso miras o proyectos de ambición…”.
Le permitía a Bolívar, a su vez, hacer una frase aleccionadora: “…Tengo a mi lado a Iturbide que me recuerda la suerte de su padre”.
El 19 de julio de 1824 hicieron saber a Iturbide que sería fusilado a las 6 de la tarde. “Él mismo, dice Alaman (a quien debemos leer, pese a una vieja admisión de su conservadurismo, porque amplía la visión de la historia) avisó a la guardia que le custodiaba que había llegado la hora.
Al eclesiástico que le acompañaba le entregó su reloj y el rosario que llevaba al cuello para que se lo mandase a su hijo mayor y una carta para su esposa”. ¿Los tenía, Agustín el mayor, cuando vio morir el 17 de diciembre de 1830 a Simón Bolívar, abandonado de casi todos, en la mansión de un español en San Pedro Alejandrino? No lo sé.
El Universal - Columnas
Buenos datos amigo.
Curioso es que tanto Iturbide como hasta Maximiliano cayeran en una especie de leyenda rosa independentista... El mismo Maximiliano hablaba del trono de Moctezuma e Iturbide, como si tres siglos virreinales no hubieran sido nada... Iturbide, "anterior esclavitud".... En fin....
Gonzalo Anes sobre las independencias hispanoamericanas | Hispanoamérica Unida
“Los procesos de independencia de las repúblicas hispanoamericanas pusieron fin a 300 años de paz en América (…) La América española logró unos niveles de prosperidad que, a finales del XVIII y comienzos del XIX, eran análogos a los de la Europa desarrollada (…) La independencia significó la ruptura de muchas cosas, y la desintegración de los virreinatos supuso la aparición de fronteras entre las repúblicas y de aduanas y dio pie a guerras” (Gonzalo Anes, catedrático de Historia e Instituciones Económicas)
El siguiente texto es un fragmento de un artículo sobre Gonzalo Anes, director de la Real Academia de la Historia, publicado el 5 de junio de 2013 en el periódico digital El Confidencial. “Nada más sensible a la incertidumbre que el dinero”, aseguraba Anes al presentar, en la sede de la Academia, el libro La paz imposible. Los intentos de paz en la independencia de América, de Íñigo Moreno y de Arteaga, marqués de Laserna, y con prólogo de Hugo O’Donnell. Publicado por la editorial Csed, el libro se extiende desde que se hicieron sentir “las primeras voces de independencia” en las repúblicas hasta la pérdida definitiva de la América española. Esa “paz imposible” es “una historia de lo que pudo ser y no fue”, dijo el autor, para quien “hubo una cerrazón” en no querer ver desde España que “aquellos pueblos podían ser independientes”. Contrarrestando ideas preconcebidas Ante numerosos invitados, entre ellos el infante don Carlos y la princesa Ana de Francia, duques de Calabria, Gonzalo Anes aprovechó la ocasión para tratar de contrarrestar algunas “ideas preconcebidas”, entre ellas la de que América fue una colonia española. “Nunca lo fue”. En ese continente los españoles fundaron reinos, como los de la Nueva España o el de Perú, señaló el director de la Academia. Anes afirmó que las guerras que condujeron a los procesos de independencia “se produjeron por una falsificación, quizá la mayor que se ha hecho en la Historia sobre lo que fue la acción española en América y sobre la realidad de la América virreinal”. Esa falsificación, prosiguió Anes, tiene su origen en la propia España y en la visión que dio de la conquista de América Fray Bartolomé de las Casas, que se propagó por toda Europa. Los procesos de independencia de las repúblicas hispanoamericanas “pusieron fin a 300 años de paz en América”, y la prueba es que “no hay ciudades amuralladas en la América española, aunque sí hay ciudades costeras con fortines, para defenderse de los ataques de los corsarios”. La paz favoreció la formación de ciudades y la urbanización de las mismas, “prueba evidente de que hubo un desarrollo económico importante“. “La América española logró unos niveles de prosperidad que, a finales del XVIII y comienzos del XIX, eran análogos a los de la Europa desarrollada“, señaló Gonzalo Anes, catedrático de Historia e Instituciones Económicas. El final de la prosperidad La independencia “significó la ruptura de muchas cosas”, y la desintegración de los virreinatos supuso “la aparición de fronteras entre las repúblicas y de aduanas” y dio pie a guerras. “La prosperidad que había habido hasta entonces se quebró. Hubo un gran descenso del PIB de la América virreinal, y el de finales del siglo XVIII no se volvió a alcanzar hasta finales del XIX”, afirmó Anes. Con la aparición de las fronteras, disminuyó el comercio interior y se desintegró también la justicia virreinal. Eso produjo “inseguridad jurídica, incertidumbre y, cuando las hay, los posibles inversores se llevan el dinero a un lugar seguro”, aseguró Gonzalo Anes. “Hay que tener presente todo este proceso en nuestros días para que podamos ver las consecuencias de los intentos desintegradores y a dónde pueden conducir”, concluyó Anes.
Instituto Peruano de Cultura Hispánica
LA CONSTITUCIÓN DE 1812
EL PROCESO REVOLUCIONARIO LIBERAL
ANTÍTESIS
Dr. Pablo Victoria destacado historiador Hispanista Colombiano.
El artículo 2 de la Constitución de Cádiz que decía “La nación española es libre e independiente, y no es, ni puede ser, patrimonio de ninguna familia o persona” tenía el propósito de rechazar las renuncias reales de Bayona ante Napoleón y de derrumbar la concepción patrimonialista del Estado; es decir, como el Estado no era patrimonio del Rey, éste no podía entregarlo a una potencia extranjera.
Pero este mismo artículo sirvió para que los revolucionarios americanos interpretaran que si España era “independiente”, también lo podían ser las provincias españolas de “ultramar”. Así, en la Península se mantenía íntegra la unidad de la Monarquía, en tanto aquí suponía segregación. No obstante, el artículo 3 de la Carta tuvo consecuencias políticamente desestabilizantes para España. Decía: “La soberanía reside esencialmente en la Nación…” Entonces, si la soberanía residía en ella, ¿dónde quedaba la del Soberano? Flórez Estrada redactó en 1809 una declaración de derechos que designaba como soberano al Parlamento hasta el punto de facultarlo para destituir libremente al Monarca; las Cortes de Cádiz dieron forma jurídica a esta propuesta en el bendito articulejo. Es decir, la Nación era el Parlamento y no el pueblo. Tal “adefesio” provenía de la constitución francesa de 1791 en la que la supremacía del Parlamento no podía someterse a la Constitución, ni el Rey podía ser su rival. La revolución liberal había tomado forma.
Distaba mucho tales enunciados con lo que desde las Siete Partidas de “Alfonso X el Sabio” se venía utilizando tanto en América como en España como las “Leyes Fundamentales del Reyno”, es decir, la Constitución orgánica e histórica que regía desde el año 1252 y que recogía el derecho político, el penal, de familia, sucesorial y procedimental, introducido en América con el “derecho Castellano y los aspectos particulares del derecho Indiano”. Tal sustrato jurídico rigió en América hasta 1916 y en los Estados Unidos, en Luisiana, hasta bien entrado el siglo XIX. Se puede afirmar que todavía rige, pese a las codificaciones, porque las Partidas han servido de fundamento legal a los códigos civiles Hispanoamericanos como summa de derecho consuetudinario.
La revolución liberal de Cádiz, al dar al traste con este texto de derecho común, insertó en el cuerpo jurídico de la sociedad española los gérmenes de una permanente inestabilidad política, manifestada en las guerras civiles que sucedieron, los pronunciamientos, las dos repúblicas y hasta las tres guerras carlistas, roto ya el hilo conductor de las tradiciones jurídicas y la estabilidad sucesorial monárquica. La Constitución de Cádiz fue como un tumor transplantado a ese corpus jurídico, al que no le bastaron las medicinas que sucesivamente se le aplicaron, v. gr., las constituciones que le siguieron y que sólo aumentaron la inestabilidad hasta la era franquista. Lo demás es Historia.
En Hispanoamérica sucedió algo parecido. Tras la secesión de las “Provincias Españolas de Ultramar”, sobrevinieron guerras civiles tras guerras civiles, golpes de Estado, dictadores de opereta y de hojalata, conmociones e inestabilidad jurídica. Cada nueva constitución prometía ser peor que la anterior, amén de prometer una felicidad nunca encontrada. Cien años después de la llamada “Independencia” descendíamos al 20% de la riqueza anterior a 1810. Es decir, eran nuevos crecimientos tumorales insertados, como extraños elementos, a un cuerpo que durante tres siglos había crecido con células jurídicas propias y sanas, que hundían sus raíces en la Tradición. Con esto quiero decir que el legicentrismo sobreviniente se autohabilitaba para determinar discrecionalmente el contenido y límite de los derechos, cuyo fundamento no era la soberanía popular de las Siete Partidas, sino el fundamento “racional-normativo”. La fuente del Derecho ya no provenía de la práctica y las costumbres, de los fueros, privilegios, franquicias y libertades consuetudinarias, orgánicas, evolutivas, sino de la Constitución misma, a placer, al arbitrio de la razón parlamentaria. La descentralizada estabilidad conservadora había cedido ante la “centralizada revolución liberal”.
"Dos siglos de matarnos entre nosotros lo atestiguan, y tres siglos de paz Hispánica lo constatan".
Cierto, es gracioso que se hable por un lado de la España piadosa y magnánima (Plan de Iguala) y por el otro de los 300 años de opresión (Acta de independencia). De alguna manera se buscaba que todas las facciones estuvieran a gusto con el resultado, será por eso supongo.
Maximiliano tenía tendencias liberales (se dice que fue masón, aunque hay otros que lo niegan tajantemente) y buscaba ganarse las simpatías del bando republicano (hasta le hizo la invitación a Juárez para que se uniera a su imperio), cosa que lo hizo enemistarse con varios conservadores. Lastimosamente, esos mismos a los que quiso agradar lo mandarían al paredón.
Poco a poco se ha ido reivindicando la figura de ambos ya que son de los apestados de la historia oficial mexicana.
lunes, 1 de julio de 2013
El "Grito" de Maximiliano del 16 de Septiembre de 1864 en Dolores Hidalgo
Fue Ignacio López Rayón quien, el 16 de septiembre de 1812, hizo la primera remembranza del "Grito de Independencia", esto apenas dos años después de iniciado el movimiento de Insurrección. La ceremonia caería en el olvido pues se plantearía una nueva fecha, la de la Consumación de la Independencia del 27 de Septiembre de 1821. Años vendrían en que la inestabilidad política no permitía hacer conmemoración alguna, ni por una, ni por otra fecha. Desconozco si durante los numerosos periodos en que Antonio López de Santa Anna estuvo como Presidente de la República, en alguno de ellos hizo una Ceremonia del Grito. Sería hasta que Maxiliano I, Emperador de México, mostrando interés por rescatar del olvido la fecha del inicio de la Guerra de Independencia, llega a Dolores Hidalgo, luego de padecer una enfermedad en su viaje por el Bajío y que lo hace caer en cama en Irapuato, atravesando por el Camino Real más corto, sale de Irapuato, duerme en la Hacienda de Cerro Gordo en Salamanca, y al día siguiente continua rumbo a Dolores, lugar al que llega puntual para la Cermonia del LIV (54º) Aniversario, este fue su discurso.
Mexicanos:
"Más de medio siglo tempestuoso ha transcurrido desde que en esta humilde casa, del pecho de un humilde anciano, resonó la gran palabra de Independencia, que retumbó como un trueno del uno al otro océano por toda la extensión del Anáhuac, y ante la cual quedaron aniquilados la esclavitud y el despotismo de centenares de años. Esta palabra, que brilló en medio de la noche como un relámpago, despertó a toda una Nación de un sueño ilimitado, á la libertad y á la emancipación; pero todo lo grande y todo lo que está destinado a ser duradero, se hace con dificultad, á costa de tiempo. Años y años de pasiones, combates y luchas se sucedían: la idea de la Independencia había nacido ya, pero desgraciadamente aun no la ve la Nación. Peleaban hermanos contra hermanos; los odios de partido amenazaban minar lo que los héroes de nuestra hermosa Patria habían creado.
"La bandera tricolor, ese magnífico símbolo de nuestras victorias, se habían dejado invadir por un solo color, el de la sangre. Entonces llegó al país. del apartado Oriente, y también bajo el símbolo de una grandiosa bandera tricolor, el magnánimo auxilio: una águila de la moderación y de la ley. El germen que Hidalgo sembró en este ligar, debe ahora desarrollarse victoriosamente, y asociando la Independencia con la unió, el porvenir es nuestro.
"Un pueblo que, bajo la protección y con la bendición de Dios, funda su Independencia sobre la libertad y la ley, y tiene una sola voluntad, es invencible y puede elevar su frente con orgullo. Nuestra águila, al desplegar sus alas, caminó vacilante; pero ahora que ha tomado el buen camino y ahoga entre sus garras al levantarse nuestra Patria de entre los escombros, poderosa y fuerte, y cuando ocupe en el mundo el lugar que le corresponde, no debemos olvidar los días de nuestra Independencia ni los hombres que nos la conquistaron . ¡Mexicanos: que viva la Independencia y la memoria de sus héroes!
Maximiliano.
Al leer este discurso pronunciado por Maximilano, nos hace pensar en cuales eran sus verdaderos pensamientos y ese amor que ya sentía por la Historia de su Imperio, historia que conocía mejor que muchos mexicanos.
Fuente:
Alocuciones y Cartas Oficiales del Emperador Maximiliano. Imprenta Imperial. México, 1867.
Publicado por Benjamín Arredondo en 09:26
Enlace:
Cabezas de Aguila: El "Grito" de Maximiliano del 16 de Septiembre de 1864 en Dolores Hidalgo.
http://caminante-wanderer.blogspot.com.ar/2013/08/carlismo-argentino.html
Comentábamos hace pocos días la notable cantidad de malos lectores que tiene este blog, como muchos otros. Es decir, gente que lee mal, o que no interpreta correctamente lo que está escrito, o que opina sin conocer.
Cuando sólo de modo muy tangencial incluí en la última entrada una mención al carlismo argentino, no faltó un iluminado que escribiera la siguiente barbaridad:
“¿Carlismo en Argentina? ¡Eso es desarraigo por falta de identidad con la tierra que se habita! Y siguiendo su premisa, falta de nobleza”.
No entiende lo que es el carlismo; no entiende lo que es arraigo, no entiende lo que es nobleza y, mucho menos, conoce la historia argentina.
Pero vino una muy buena respuesta de parte de un anónimo que incluyo aquí abajo.
Por supuesto, los muchos nacionalistas lectores de este blog no estarán de acuerdo. Seguimos siendo amigos, pero yo les sigo recordando que no entiendo un nacionalismo católico e hispanista que reconozca como punto de partida la sedición de 1810, perpetrada por liberales y masones.
Aquí la respuesta del Anónimo Lector:
Esto puede ser falso o verdadero.
Es verdadero si el carlista argentino lo es por no conocer la historia y por el solo gusto de lo “no-argentino”. Una especie de apátrida refinado.
No es verdadero si ese carlista hispanoamericano conoce la historia. Y si la conoce bien no tiene más opción que ser carlista, aunque haya nacido en Argentina.
El nacionalista no conoce la historia y cuando la conoce la interpreta mal.
Es muy sencillo, el nacionalista, lo reconozca o no, es hijo de 1810 aunque se llene la boca diciendo que se considera un heredero de España (como lo dicen todos).
A Liniers lo mataron por proto carlista los hombres de 1810.
La misma justificación de la Independencia de los nacionalistas fue lo que motivó a los revolucionarios a matar al único héroe intachable que tuvimos (pues hasta Rosas tuvo sus pocas tachas).
Liniers les dijo algo así: “Ustedes dicen que por estar el rey cautivo es tiempo de independizarse, pero a fe mía que son como el heredero que está esperando la muerte del padre para alzarse con el botín”.
La otra posibilidad es que los nacionalistas sepan historia pero tengan una idea de la piedad de trecho corto, comenzada en 1810, como quien se despreocupa por el alma de su bisabuelo, pero aun visita en el geriátrico a su padre.
Y hay una posibilidad más: que los nacionalistas son hombres de acción y el carlismo no es posible aquí. En este caso entérense que el nacionalismo tampoco. Ambas son cuestiones únicamente de escritorio y piedad (bien o mal entendida), les guste o no.
Es la historia. Búsquenla en los libros.
LA ESPADA DE BOLIVAR, SÍMBOLO DE DESUNIÓN Y ANGLOSERVILISMO
Esa izquierda patria de salón y caviar, hermanada con la izquierda latinoamericana, no siguen los pasos de su adorado Marx y la opinión que tenía el filósofo sobre el supuesto "libertador"...
La rebelión de Bolívar podría haber dado lugar a la Unión de las Indias Occidentales de América, ¡¡¡pero no!!!, trajo consigo, 20 repúblicas desunidas, en las que, solo, viven bien sus oligarquías a costa de las inmensas riquezas, que sistemáticamente, son saqueadas por las grandes empresas de la anglosfera.
Un ejemplo es el oro que extraen compañías canadienses y estadounidenses, cuyo volumen anual equivale a todo el que extrajo España en 300 años.
Con la diferencia de que España solo se quedaba una quinta parte para sufragar el sostenimiento de la Real Armada y los baluartes y fortificaciones para defenderse de la piratería británica.
La principal riqueza de Hispanoamérica estaba constituida por los comercios interamericano, transpacífico y transatlántico.
Bolívar consiguió acabar con esa inmensa riqueza y balcanizó un próspero Imperio para ponerlo a los pies de los británicos. Por el contrario, las trece colonias se rebelaron contra Gran Bretaña y su unión les permitió la expansión hacia el oeste a costa del virreinato de Nueva España, que fue absorbido en 1848 gracias a la absurda desunión impulsada por Bolívar.
En 1858, Marx escribió a Engels un duro alegato contra Simón Bolívar bajo el título “Bolívar y Ponte”
Para Karl Marx, " Bolívar, como la mayoría de sus compatriotas, era incapaz de todo esfuerzo de largo aliento y su dictadura degeneró pronto en una anarquía militar
Su inconstancia, su cortoplacismo y sus cambios continuos de dirección condicionaron su desastrosa acción de gobierno cuando tuvo ocasión de ejercer el poder."
Como figura histórica, Bolívar fue un miembro de la oligarquía criolla con ínfulas aristocráticas, a pesar de su origen mestizo: (algo que le pesó toda su vida como una losa de la que nunca pudo liberarse, y le llevó a albergar un fuerte resentimiento contra la aristocracia blanca de origen peninsular).
Terrateniente, propietario de esclavos y déspota tropical, Simón Bolívar no "liberó" nada. Por el contrario, contribuyó de modo notable a que indígenas, negros, mestizos y blancos pobres siguieran siendo explotados por la misma burguesía criolla que ya les explotaba durante la colonia.
Si la burguesía criolla rompió sus vínculos con España no fue obviamente para "liberar" a sus compatriotas más desfavorecidos, sino para explotarlos en su único beneficio y de manera más cruel de lo que lo hacían las lejanas e ineficientes clases dominantes españolas.
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Fuente
https://www.facebook.com/photo/?fbid...26933250658746
Para complementar la información que puse.
1821 Carta de Simón Bolívar a Agustín de Iturbide.
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Octubre 10 de 1821
Al Excmo. señor General Don Agustín de Iturbide.
Rosario de Cúcuta, á 10 de Octubre de 1821.
Excmo. señor:
El Gobierno y pueblo de Colombia han oído con placer inexplicable los triunfos do las armas que V. E. conduce á conquistar la independencia del pueblo mejicano. V. E. por una reacción portentosa ha encendido la llama sagrada de la libertad que yacía bajo las cenizas del antiguo incendio que devoró ese opulento imperio. El pueblo mejicano siempre de acuerdo con los primeros movimientos de la naturaleza, con la razón, con la política, ha querido ser propio, no ha querido ser ajeno. Los destinos estaban señalados á su fortuna y á su gloria, y V. E. los ha cumplido. Si sus sacrificios fueron grandes, más grande es ahora la recompensa que recibe en dicha y honor.
Sírvase Y. E. acoger con la franqueza cordial con que yo la dirijo, esta misión que sólo lleva por objeto expresar el gozo de Colombia á V. E. y á sus hermanos de Méjico.
El señor Santamaría, miembro del Congreso General y Plenipotenciario cerca del Gobierno de Méjico tendrá la honra de presentar á V. E., junto con esta carta, la expresión sincera de mi admiración y de cuantos sentimientos puede inspirar el heroísmo de un hombre grande.
Yo me lisonjeo que V. E. animado de sus elevados principios y llenando el voto de su corazon generoso, hará de modo que Colombia y Méjico se presenten al mundo asidas de mano y aun más por el corazón.
En la desgracia la suerte nos unió; el valor nos ha unido en los designios, y la naturaleza nos dio un mismo ser para que fuésemos hermanos.
Sírvase V. E. aceptar los testimonios más sinceros de los sentimientos con que soy de V. E. con la mayor consideración y respeto, su obediente servidor,
BOLÍVAR.
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O'Leary, Daniel Florencio. Memorias del General O'Leary. Cartas del Libertador. Caracas. Imprenta y litografía del Gobierno Nacional. 1887. pp. 228-229.
Enlace:
Memoria Política de México
Agustín Jerónimo de Iturbide
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Agustín Jerónimo de Iturbide Principe Imperial de México Agustin Iturbide.jpg Información personal Nacimiento 30 de septiembre de 1807
Valladolid, MéxicoFallecimiento 11 de diciembre de 1866
Nueva York, Estados UnidosPredecesor Agustín I de México como Emperador de México Familia Casa Real Iturbide Padre Agustín I de México Madre Ana María Huarte
Agustín Jerónimo de Iturbide y Huarte (Valladolid (hoy Morelia), México, 30 de septiembre de 1807; Nueva York, EE. UU., 11 de diciembre de 1866) fue príncipe heredero del efímero primer Imperio mexicano. Príncipe imperial de 1822 a 1823, presunto heredero de 1823 a 1824 y pretendiente al trono de 1823 a 1864, año en que renunció y cedió sus derechos a Maximiliano I, quien tomó bajo su tutela a dos de sus sobrinos.
Índice
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- 1 Datos personales
- 2 Príncipe heredero de México
- 3 Exilio
- 4 Últimos años y fallecimiento
- 5 Notas y referencias
- 6 Bibliografía
Datos personales
Fue primogénito del general Agustín de Iturbide, quien luego se coronaría emperador de México, y su esposa Ana María Huarte, fue bautizado en el Sagrario Metropolitano de la Ciudad de México, el 30 de septiembre de 1807. Tuvo siete hermanos: Ángel, Salvador, Felipe, Juana, Jesús, Josefa y Sabina.[1]
Príncipe heredero de México
Cuando en julio de 1822 el Soberano Congreso Constituyente mexicano proclamó a su padre como Emperador Constitucional de México con el título de Agustín I, este lo designó heredero de la corona y le otorgó los títulos de de Príncipe Imperial y Caballero de la Orden de Guadalupe. Al momento de la renuncia de su padre, muchos monarquistas fieles[cita requerida] al Imperio, le declararon Emperador con el nombre de Agustín II.
Exilio
A la caída del Imperio, en marzo de 1823, se trasladó con sus padres a Europa, donde permaneció aún cuando aquellos regresaron a México. Antes de partir su padre le dejó en el Ampleforth College, en Yorkshire, Inglaterra; y se despidió con una carta en la que le recomendaba ser "un buen hijo, un buen hermano, un buen patriota para desempeñar dignamente los cargos que la Providencia divina te destina".[2]
A los veinte años, Agustín pasó a Colombia donde permaneció hasta 1830 a las órdenes del libertador Simón Bolívar,[1] de quien fue nombrado ayudante, y que lo estimaba mucho.[2]
Pero Bolívar, que sólo deseaba amparar a un joven valiente en desgracia, ante una reclamación del ministro de Relaciones Exteriores mexicano, mandó decir que "calmase el ánimo, pues este asunto no le competía por mil razones".[2] Iturbide acompañó a Bolívar hasta los últimos momentos de su vida. En el informe oficial sobre la muerte del héroe (Boletín de la Academia Nacional de la Historia, no 104. Caracas) se explica que "jugó a la manilla, apoyado en su edecán Iturbide... que a poco le ayudó a subir la escalera antes de acostarse".[2]
Bolívar falleció el 17 de diciembre de 1830 y Agustín Jerónimo regresó a su patria integrándose al Servicio Exterior mexicano.[3] El Congreso mexicano había levantado la proscripción de la antigua familia imperial y en marzo de 1831 el expríncipe heredero fue nombrado secretario de la legación de México en Estados Unidos, con un sueldo de 3500 pesos anuales; desempeñó el cargo hasta el 29 de marzo de 1833. Al día siguiente fue trasladado a Londres con el mismo sueldo y en 1835 pasó a desempeñar las funciones de encargado de negocios, hasta 1838.[2]
En diciembre de 1855 los conservadores, en respuesta a la expedición de las primeras Leyes de Reforma, promulgaron el Plan Definitivamente Regenerador[4] que en su artículo 4.° proponía coronar como emperador a Agustín Jerónimo de Ituribe, en caso contrario sería nombrado en su lugar Antonio de Haro y Tamariz. El artículo 14.° del plan indicaba, además, que si el emperador era soltero debería contraer matrimonio con una “mexicana directamente procedente de la raza originaria indígena”.[5] No existen noticias de que Agustín Jerónimo de Iturbide haya aceptado la propuesta, el plan no tuvo repercusión política alguna.
Últimos años y fallecimiento
Agustín Jerónimo pasó los últimos años de su vida en los Estados Unidos de América trabajando como diplomático. A la llegada al trono de Maximiliano I, firmó un pacto con él, por el cual le reconocía como emperador de México y se obligaba a exiliarse a cambio de una pensión.[6] Murió en Nueva York el 11 de diciembre de 1866 en el Hotel Clarendon,[1] a causa de complicaciones de la enfermedad de Bright.
Fue sepultado en la ciudad de Filadelfia, en la capilla de San Juan, donde está enterrada la mayoría de la denominada Familia Imperial. Al morir sin descendencia legítima, le sucedió en la jefatura de la familia su sobrino Agustín de Iturbide y Green, hijo de su hermano Ángel de Iturbide.
Notas y referencias
- ↑ a b c Rivera, 1994; 215
- ↑ a b c d e Casa Imperial de México, Sitio con Información de la Casa Imperial de Iturbide.
- ↑ Méndez, 1996; 64
- ↑ «Plan Definitivamente Regenerador proclamado en el Llano del Rodeo». University of St Andrews. Consultado el 16 de julio de 2012.
- ↑ González, 2006; 962
- ↑ Pacto de Chapultepec.
Bibliografía
- González Navarro, Moisés (2006). «La Ley Juárez». Historia Mexicana (México: El Colegio de México) LV (003): pp. 947-972. ISSN947-972. http://redalyc.uaemex.mx/pdf/600/60055305.pdf. Consultado el 5 de julio de 2012.
- Méndez Reyes, Salvador (1996). El hispanoamericanismo de Lucas Alamán (1823-1853). Toluca: Universidad Autónoma del Estado de México. ISBN968-835-309-4. http://books.google.com.mx/books?id=Yk1GxiH6sr0C&pg=PA64&lpg=PA64&dq=Agust%C3%ADn+Jer%C3%B3nimo+de+Iturbide&source=bl&ots=vp9ka6dSOr&sig=CXtMst9NhFc9iizqEIjir5UL5gY&hl=es-419&sa=X&ei=VmQDUNmeLZHq2wWf49mtCw&ved=0CDQQ6AEwAQ#v=onepage&q=Agust%C3%ADn%20Jer%C3%B3nimo%20de%20Iturbide&f=false. Consultado el 16 de julio de 2012.
- Rivera, Agustín (1994). Anales mexicanos: la Reforma y el Segundo Imperio. México: Universidad Nacional Autónoma de México. ISBN968-36-3393-5. http://books.google.com.mx/books?id=DSGWyHy-oRAC&pg=PA215&lpg=PA215&dq=Agust%C3%ADn+Jer%C3%B3nimo+de+Iturbide&source=bl&ots=l0rNRY6Kmy&sig=RY6nHfxf-Y-iwUQLzhc9lRYl6kw&hl=es-419&sa=X&ei=VmQDUNmeLZHq2wWf49mtCw&ved=0CDoQ6AEwAg#v=onepage&q=Agust%C3%ADn%20Jer%C3%B3nimo%20de%20Iturbide&f=false. Consultado el 16 de julio de 2012.
Enlace:
Agustín Jerónimo de Iturbide - Wikipedia, la enciclopedia libre
Corsarios en Baja California
Por Leonardo Reyes Silva
Primera parte
En los siglos XVI hasta principios del siglo XIX el dominio de los mares fue una obsesión para los países europeos, sobre todo de Inglaterra y España. Con el descubrimiento del continente americano y sus riquezas, estas dos naciones buscaron beneficiarse y lograr, por cualquier medio, la hegemonía en el control marítimo de esa amplia zona del mundo.
En esa época España, con sus colonias en América, disfrutaba de un nivel económico extraordinario gracias a los productos mineros, agrícolas y de diversa índole que les eran enviados de los virreinatos de la Nueva España, del Perú y del Caribe. Además del intercambio comercial con el oriente, en especial con Filipinas.
Tratando de disminuir el poder de España, la reina Isabel de Inglaterra autorizó a personajes importantes para actuar como corsarios tanto en el océano Atlántico como en el Pacífico. Fue así como John Hawkins, Henry Morgan, Francis Drake, Thomas Cavendish y Jack Rakhman, en fragatas, bergantines y corbetas armadas con cañones de diversos calibres, se apoderaron y destruyeron un gran número de barcos mercantes, apoderándose en muchos casos de cuantioso botines que fueron a dar a la corona inglesa.
Uno de estos corsarios, Drake, recorrió los litorales de la península en 1579 y llegó a la altura de lo que hoy es la ciudad de San Francisco en los Estados Unidos. En ese lugar desembarcó y le puso por nombre Nueva Albión en honor a su soberana, la reina Isabel. Drake está considerado como uno de los corsarios más terribles que asolaron los mares y las ciudades de Nueva España.
Otro más fue Thomas Cavendish quien en 1587 capturó el galeón “Santa Ana” que hacía la ruta Manila-Acapulco. Lo esperó cerca de Cabo San Lucas y después de saquearlo lo incendió, no sin antes dejar a los tripulantes y pasajeros en tierra. Por cierto en él venía Sebastián Vizcaíno, quien años después le daría el nombre a nuestra ciudad.
Otro corsario que no cantaba mal las rancheras fue Hipólito Bouchard, un marino argentino que en el año de 1818 se apoderó de los presidios de Monterey y Santa Bárbara, en la Alta California. Pero de este aventurero hablaremos más en otra ocasión.
El siglo XIX se distinguió por que en ese periodo se llevaron a cabo los movimientos de independencia en todas las colonias españolas, comenzando con México, en 1810. Todavía en los años veinte del siglo, Perú, Chile, Colombia, Argentina, liderados por patriotas como Bolívar, San Martín, Sucre y O¨Higgins, defendían su derecho a ser independientes, libres de la tutela de España.
Y en esos movimientos revolucionarios la Armada de Chile fue una fuerza que contrarrestó los intentos dominadores de la marina española. Pero también los corsarios prestaron un gran servicio a la causa de la independencia. Corsarios fueron los buques La Fortuna, El Chileno, Santiago Bueras y El Catalina.
La primera escuadra naval que se formó en Chile tuvo como almirante a un marino inglés de gran reputación que fue en su tiempo miembro del Parlamento, de nombre Thomas Cochrane y con el título de Lord. Se dice que cuando lo contrataron para hacerse cargo de la escuadra chilena se hallaba sin empleo y acusado de fraude en la Bolsa de Valores de Londres.
En el año de 1819 inició su campaña contra los barcos realistas, bloqueando los puertos donde se encontraban. La historia de Chile refiere que la toma del puerto de Valdivia, “fue sin duda alguna la acción más extraordinaria de todas las guerras de la independencia”. Un año después, la escuadra se apoderó de la ciudad de Lima, en el Perú.
En la contienda apresó varias embarcaciones españolas, pero dos de ellas, las fragatas “Prueba” y “Venganza” lograron escapar del acoso de los bergantines chilenos. Cochrane fue informado que se dirigían al norte, por el rumbo de las costas mexicanas. Fue en su persecución y llegó hasta el puerto de Acapulco sin lograr dar con ellas. A principios de 1822 dispuso que las naves “Independencia” y “Araucano” se dirigieran al puerto de San Blas y el golfo de California en busca de los buques españoles, mientras él lo haría al sur hasta llegar a las costas de Chile.
Acatando las instrucciones recibidas, el comodoro Wilkinson —a cargo del “Independencia”— ordenó al comandante Simpson del “Araucano” se dirigiera a Loreto en busca de provisiones, mientras que él llegaba al puerto de San José del Cabo. Fue así como estas dos naves que formaban parte de la escuadra chilena llegaron a la península de la Baja California.
Su estancia en San José y en Loreto será motivo de un relato próximo. Lo que sí no da lugar a dudas es que esas dos fragatas no eran corsarias ni mucho menos piratas, y que Lord Cochrane es considerado como un personaje en la república de Chile, en donde incluso existen monumentos en su honor.
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Lord Thomas Cochrane, almirante de la escuadra chilena en las guerras de independencia
Enlace:
Relatos de la historia sudcaliforniana: Corsarios en Baja California
Segunda parte
Por Leonardo Reyes Silva
Cuando Lord Cochrane decidió enviar a las corbetas “Independencia” y “Araucano” al golfo de California en busca de naves españolas, no se imaginó los sucesos que dieron lugar cuando arribaron a las costas de la península, a principios del año 1822.
Mientras el “Araucano” se dirigía al pueblo de Loreto en busca de provisiones, sobre todo de carne de res para hacer “charquí”, el “Independencia” atracó en San José del Cabo gobernado por autoridades españolas y donde se encontraba la misión jesuita fundada en 1730.
Wilkinson se apoderó del pueblo y tomó prisioneros a don Antonio Quartara y su ayudante, aunque después, dadas las aclaraciones los dejó en libertad. Hizo bien, porque Quartara se convirtió en un colaborador de los chilenos. Les proporcionó ganado y víveres y logró que varios objetos de valor que habían sido hurtados por los marinos fueran devueltos a sus dueños.
Y todo hubiera permanecido en paz, si no es que Wilkinson recibió noticias de un barco español que se encontraba en Todos Santos y con el fin de apoderarse de él envió a un grupo de marineros en su busca. Lo encontraron, lo inutilizaron para que se hundiera y en vez de regresar optaron por buscar alimentos en el pueblo. Pero los habitantes del lugar, enterados de lo que habían hecho, los enfrentaron y mataron a varios de ellos.
Mientras tanto había llegado a San José el padre superior de las misiones de California, Miguel Gallego, quien de inmediato se dio cuenta de la situación. Y para evitar represalias por lo sucedido en Todos Santos, decidió cortar por lo sano y declarar la independencia de California del gobierno español. Al menos es lo que dice el historiador Carlos López Urrutia en su libro “Los insurgentes del sur”
Aunque otros investigadores afirman que fue el comandante de armas de la jurisdicción del sur, el alférez Fernando de la Toba quien, a principios de marzo, realizó el juramento de la independencia alarmado por la presencia de las corbetas de Lord Cochrane.
Siguiendo el relato de López Urrutia, cuando terminó la ceremonia del acto de independencia, el pueblo josefino invitó al comandante Wikilson y sus oficiales a un banquete donde se les agasajó “con tal variedad de platos como jamás se había visto en fiesta alguna. La cocina indígena nunca se alzó a un grado superior y los guisos, especialmente los de tortuga, jamón y venado, resultaron excelentes”
Cuando terminó el agasajo —relata López Urrutia— el comandante ordenó a uno de los oficiales cuidara de llevar los barriles de agua al barco, ayudado por varios marineros. Pero el movimiento causó el sobresalto del padre superior, quien al no entender las órdenes dadas en inglés, creyó era una emboscada; como pudo subió a su mula y emprendió veloz carrera rumbo a su misión.
Vowel, un oficial de la corbeta, refiere que algunos marineros lo siguieron también a galope tendido y esto “sirvió para aumentar hasta lo último el terror del pobre fraile con sus hábitos que volaban al viento, perseguido por los herejes ingleses…”. Poco después, aclarada la confusión, por intermedio de Quartara, el padre se convenció de su equivocación. Y así volvió la armonía entre ellos.
Por su lado, “El Araucano” había llegado a Loreto donde encontró poca resistencia, pues el gobernador José Darío Argüello advertido del peligro había huido al pueblo de Comondú, llevándose los objetos de valor de la iglesia. Al frente de la defensa quedó el alférez José María Mata.
A la tripulación de la corbeta le fue mal. Mientras parte de ellos se ocupaban en preparar la carne de res y convertirla en “charquí”, los que se habían quedado a bordo se amotinaron y convertidos en piratas se dirigieron al sur en busca de presas. La corbeta “Independencia” llegó días después a Loreto y después de tener conocimiento de lo sucedido, subió a bordo a los marineros para enfilar rumbo al puerto de Guaymas donde compró cereales y varias clases de comestibles.
Bien aprovisionado, Wilkinson enfiló también al sur buscando en su recorrido a los barcos españoles que se habían hecho “ojo de hormiga”. Por más que los buscó no pudo dar con ellos. En esas condiciones, después de pasar por Guayaquil, la corbeta llegó a Valparaíso en el mes de junio de 1822.
Así terminó, dice López Urrutia, la primera y única expedición chilena a las costas de la península californiana. Las relaciones con los habitantes no fueron cordiales, pero esto se debió a que los consideraron piratas, cuando en realidad formaban parte de la Escuadra Chilena al mando de Thomas Cochrane, que luchó en forma sobresaliente por la independencia de los países de América.
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Misión de San José del Cabo, en 1767. (Pintura por el misionero jesuita Ignacio Tirsch)
Enlace:
Relatos de la historia sudcaliforniana: Corsarios en Baja California II
Hipólito Bouchard: cuando California fue argentina
Escrito por Fer on 26 may, 2010 en la categoría Cosas Locas! | Subscribe
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Hipólito Bouchard: El corsario Argentino que ocupó California
WASHINGTON.- “A las 8 horas desembarcamos, a las 10 era en mi poder la batería y la bandera de mi patria tremolaba en el asta de la fortaleza”, dice la escueta, pero colorida bitácora de una fragata combativa que recorrió el mundo hace casi 187 años. Y por seis días, California, la costa oeste de lo que ahora son los Estados Unidos, fue de la Argentina.
Ocurrió entre el 24 y el 29 de noviembre de 1818, cuando el capitán Hipólito Bouchard tomó la pequeña fortaleza de Monterey, entre las entonces jóvenes ciudades de San Francisco y Los Angeles, en lo que aún era territorio de la corona española, en guerra contra las Provincias Unidas del Río de la Plata.
“Era la capital de la Alta California española, entre monasterios y presidios remotos. Todo el ejército español en la zona tenía unos 400 miembros y Monterey tendría unos 600 habitantes, que se retiraron cuando llegó Bouchard, saqueó lo que quedaba y prendió fuego el resto”, explica a LA NACION el historiador aficionado Peter Uhrowczik.
Uhrowczik, nacido en Checoslovaquia, criado en la Argentina y residente en los Estados Unidos desde 1963, es autor del libro “La quema de Monterey: el ataque a California de 1818 por el corsario Bouchard”, considerado por varios de sus pares el libro “definitivo” sobre aquellos seis días.
Uhrowczik recuerda, no obstante, que no resultó “una gesta heroica”. “Esto no fue como San Martín en Perú; lo que ocurrió en Monterey fue algo pequeño. Bouchard y sus hombres desembarcaron, marcharon y capturaron el fuerte sin resistencia porque los españoles usaron su estrategia típica de retirarse hasta que se marcharan los agresores”, destaca.
Algunos recuentos marcan que el gobernador español Pablo Vicente de Solá sólo había dejado allí 25 soldados para enfrentar a unos 200 marinos.
“Tan efectiva fue la retirada, que en los seis días que siguieron, Bouchard no habló con nadie porque todos se habían marchado y él también decidió seguir su lucha contra los españoles que comandaba el gobernador Solá en otras áreas aledañas”, explica Uhrowczik.
Bouchard dejó, de todos modos, una marca en la historia. Además de varios monolitos y placas en distintos puntos de California, en un muelle de la ciudad de Santa Bárbara flamean las banderas de los países que alguna vez ocuparon California: España, Rusia, México, Estados Unidos… y la Argentina.
“Yo fui el que izó esa bandera argentina”, dice a LA NACION el presidente de la Asociación de Intérpretes de la Corte de California, Carlos Cerecedo. Nacido en El Bolsón y criado en Bariloche, vive en Santa Bárbara, puerto que Bouchard amenazó con volar en pedazos en 1818 si no liberaban a tres de sus hombres.
Huella en la región.
Un segundo historiador de aquellos días, Gary Breschini, coincide en que Bouchard dejó una huella en la región, pero que aún se debate cuál. “En los Estados Unidos es considerado un corsario, pero en las zonas aledañas a Monterey es visto como un pirata, sin más. Depende de qué lado de la historia se quiera ver”, dice a La Nación.
De barba larga, sombrero y vestimenta de pirata de película para chicos es como se lo recuerda, por lo pronto, en el Festival de la Misión de San Juan Capistrano, donde a fines de octubre de cada año se recrea su saqueo de los depósitos de la orden y la borrachera de sus marineros con sus vinos y licores.
Para Uhrowczik, que revisó las bitácoras de Bouchard y de su segundo, Peter Corney, a cargo de la corbeta Santa Rosa, eso no está tan claro.
Por Hugo Alconada Mon,Corresponsal en los EE.UU.
“Una persona que respetó reglas”
“Bouchard era una persona muy dura con sus tropas, casi brutal, pero que respetó ciertas reglas: no tocó las misiones, ni las iglesias, y cumplió con su objetivo de hostigar a los españoles en cualquier parte del mundo”, dice el historiador aficionado Peter Uhrowczik, quien tuvo el apoyo del presidente de la Academia Nacional de la Historia, Miguel Angel De Marco, y del historiador naval Pablo Arguindeguy para profundizar su investigación.
El presidente de la Asociación de Intérpretes de la Corte de California, Carlos Cerecedo, también concluyó que Bouchard no era un pirata, ni mucho menos un forajido y decidió limpiar su nombre.
“Traduje todos los documentos sobre Bouchard y las bitácoras de su viaje y me presenté en la Justicia con una moción a mediados de 1997 -recuerda-. Y logré que el presidente de la Corte de Santa Barbara [por el juez Thomas R. Adams] ordenara que a partir de entonces, en el condado de Santa Bárbara a Bouchard sólo se lo puede citar como corsario, no pirata.”
Francés, veterano de las guerras de Napoleón, Bouchard también peleó junto con San Martín en la batalla de San Lorenzo y con Guillermo Brown contra naves y fortalezas españolas sobre las costas de Chile, Perú y Ecuador.
Ya ciudadano argentino, el 9 julio de 1817, en el primer aniversario de la independencia, se lanzó como corsario llevando consigo a otros dos marinos que dejarían surco propio: José María Piris y Tomás Espora. Con ellos circunvaló el mundo, con escalas en Madagascar, Filipinas y Hawai.
Fuente: La Nación
¿Quién fue Hipólito Bouchard?
Bouchard nació el 15 de enero de 1780, en Saint-Tropez, Francia. En 1798 se puso al servicio de la marina francesa contra los ingleses y, tras realizar varias campañas en Egipto y en Haití, en 1809 llegó a Buenos Aires en un barco francés, unos meses antes del comienzo de la Revolución de Mayo.
Al producirse la Revolución, se inclinó a apoyarla y fue nombrado segundo comandante de la recientemente creada flota nacional argentina, liderada por Juan Bautista Azopardo. El 2 de marzo de 1811, en San Nicolás de los Arroyos, tuvo una destacada actuación defendiendo a la revolución argentina, al enfrentarse, al mando del bergantín 25 de Mayo, a la escuadrilla realista comandada por el capitán de navío Jacinto de Romarate; también sobresalió al enfrentarse a las naves españolas que bloquearon Buenos Aires entre julio y agosto de 1811.
En marzo de 1812, se alistó en el Regimiento de Granaderos a Caballo bajo el mando de José de San Martín y participó en el Combate de San Lorenzo, donde conquistó una de las banderas del enemigo, razón que llevó a la Asamblea Constituyente a concederle la ciudadanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En 1813, año en que se casa con Norberta Merlo, San Martín no dudó en recomendárselo al almirante Guillermo Brown.
Bouchard abandonó el Regimiento de Granaderos a Caballo y retornó a su vida de marino. En septiembre de 1815, el Director Supremo Ignacio Álvarez Thomas le otorgó la patente de corso (la táctica naval llamada corso consistía en equipar a barcos particulares en tiempos de guerra con armamentos apropiados y con permiso de su soberano, capturar y saquear a todos los barcos mercantes enemigo en tiempos de guerra) para ponerse al mando de la corbetaHalcón.
A fines de 1815, en la Isla de la Mocha, Bouchard se reunió con Guillermo Brown para coordinar acciones conjuntas; acordaron que Brown sería el comandante general de la expedición y, aunque Bouchard aceptó, no estaba de acuerdo con el plan de Brown que consistía en bloquear la fortaleza española El Callao, la plaza más poderosa de España en América.
La campaña, formada por los tres barcos de la pequeña flota corsaria dirigida por Brown (la fragata “Hércules”, el bergantín “Santísima Trinidad” y la corbeta “Halcón”, al mando de Bouchard) hundieron la fragata “Fuente Hermosa” y capturaron fragatas españolas, entre ellas la “Consecuencia”.
En un ataque a Guayaquil, Brown fue capturado por las fuerzas españolas. Bouchard y el hermano de Brown, negociaron un canje para recuperarlo a cambio de ceder gran parte del botín obtenido. Bouchard le avisa a Brown que vuelve a Buenos Aires por problemas con su barco; al reatrir “las ganancias”, le toca la “Consecuencia” que luego rebautizó “La Argentina”.
A mediados de 1816, desembarcó en Buenos Aires y comenzó a prepararse para una nueva expedición corsaria, que comenzó el 9 de julio del año siguiente, cuando zarpó con La Argentina desde la ensenada de Barragán para cumplir un crucero de corso por dos.
En Madagascar, frustró el embarco de esclavos que estaban a punto de concretar tres buques ingleses y uno francés, ya que la lucha contra la esclavitud era una de las instrucciones del gobierno a Bouchard; camino a Filipinas, logró rechazar el ataque de cinco buques piratas malayos; bloqueó Luzón, hundió dieciséis barcos, abordó otros dieciséis y apresó a cuatrocientos realistas.
Decidió ir a China, en busca de más naves españolas pero en el viaje “La Argentina” estuvo a punto de zozobrar por las fuertes tormentas que debió afrontar y varios tripulantes murieron; además, los víveres volvieron a escasear. Bouchard revió su plan y se dirigió hacia las Islas Sandwich (hoy Hawaii,) para reaprovisionarse y recuperar a su tripulación. En las memorias de José Piris, integrante de la expedición, dice que Bouchard se entrevistó con el rey Kamehameha y firmó un tratado haciéndole reconocer la Independencia Argentina, proclamada por el Congreso de Tucumán; sin embargo, esto no figura ni en la bitácora de Hipólito Bouchard ni en ninguna otra fuente.
Lo que sí es cierto es que Kamehameha le proveyó a Bouchard 100 marinos y le devolvió la goleta Chacabuco,capturada por sus hombres. La flota, compuesta ahora por franceses, argentinos y hawaianos, puso proa a California y llegó a su capital, Monterrey, el 22 de julio de 1818 junto a la “Santa Rosa”, que quedó varada y en minutos fue acribillada. Tras duros combates, logró tomar el fuerte y hace flamear la bandera de Belgrano: durante seis días, California fue argentina.
Luego, arrasaró la misión de San Juan, Santa Bárbara y otros poblados españoles de alta y baja California, bloquearó el puerto de San Blas y atacó Acapulco de México; en Guatemala, destruyó Sonsonate y capturó bergantines españoles; en Nicaragua tomó Realejo, el principal puerto español en los mares de Sur, y se apoderó de cuatro buques españoles; bajó hacia el Perú siguió hostigando las posiciones españolas sobre el Pacífico. Al llegar al puerto de Valparaíso el 12 de julio de 1819, por orden del vicealmirante escocés Lord Cochrane, fue arrestado bajo cargos de piratería y se le confiscó su cargamento; luego de un juicio de varios meses obtuvo la libertad y le devolvieron “La Argentina”.
Bouchard se integró a la Expedición Libertadora al Perú y cuando San Martín creó la escuadra peruana, le dio el mando de la fragata “ Prueba ”, la más importante de la flota.
En 1828, se retiró del servicio activo y fundó un gran ingenio azucarero,“La Buena Suerte”; allí murió asesinado por un peón el 4 de noviembre de 1837. Sus restos estuvieron perdidos por más de 120 años, hasta que en junio de 1962 fueron encontrados en una cripta olvidada de una parroquia en Nazca, Perú.
Sin embargo, sus restos recién fueron exhumados y repatriados a Buenos Aires el 6 de julio de 1962 en el crucero “La Argentina”, ya que estuvieron perdidos durante mas de 120 años hasta que se los encontraron en una cripta de una parroquia de Nazca, Perú.
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Muy buenos aportes. Bouchard y Azopardo son los referentes de la Prefectura Naval Argentina; son como San Martín para el Ejército, Brown para la Armada y Newbery para la Fuerza Aérea.
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
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