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Tema: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

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  1. #1
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    En efecto, ahí está el origen de los chistes de pastusos que se cuentan en Colombia y en el vecino Ecuador, y que suelen exactamente los mismos que se cuentan de los gallegos en Argentina o los leperos en España. Es una venganza histórica, una especie de damnatio memoriae aunque hoy en día ni ellos mismos saben su origen. Y lo mismo se podría decir de los chistes de los ingleses sobre los irlandeses (la católica Irlanda, a la que han oprimido y tratado de aplastar durante siglos, incluso adelantándose a Stalin en el empleo del Holodomor como arma). O de los chistes de italianos sobre los torroni, como llaman despectivamente a los del sur, precisamente por su tenaz oposición a la unificación masónica de Italia. El sur, tan próximo a nosotros, tan hermano, por haber sido parte de la Corona de Aragón durante siglos (sobre lo que también suelen escribir la historia al revés en Italia). ¡Viva Pasto! ¡Viva Agualongo!

  2. #2
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Pongo aquí este artículo porque es la continuación del que abre el hilo, pero ya hay otros para quien quiera saber más sobre Agualongo:

    http://hispanismo.org/hispanoamerica...agualongo.html

    http://hispanismo.org/hispanoamerica...-pastusos.html



    AGUSTÍN AGUALONGO: LA PERSONIFICACIÓN DE LA LEALTAD

    Publicado por Cabeleira Santoro - Madrid, España

    Para finalizar esta serie de entradas sobre aquellos amerindios y mestizos que lucharon a favor del Imperio Español durante las guerras de independencia hispanoamericanas resulta imprescindible hablar de Agustín Agualongo. Esta destacada figura histórica de etnia mestiza lideró la resistencia neogranadina tras los terribles acontecimientos de la Navidad Negra que relaté en mi anterior entrada.

    Juan Agustín Agualongo Cisneros nació el 25 de agosto de 1780 en la ciudad de San Juan de Pasto. Tras una infancia tranquila se cree que trabajó como pintor hasta el comienzo de la guerra en donde decide tomar parte de forma activa. Desde entonces la vida de Agustín Agualongo estaría estrechamente ligada a la tenaz resistencia de su ciudad natal narrada en profundidad en mi anterior entrada. Para aquellos que no hayan leído la susodicha entrada les aconsejo hacerlo pues complementa a ésta en algunos sucesos que no voy a relatar de nuevo para no ser redundante.
    El 7 de marzo de 1811 se presenta como voluntario para formar parte de la milicia realista que estaba reclutando el cabildo de Pasto para defender al municipio de las tropas insurgentes enviadas por la junta de gobierno de Quito. Ingresa entonces en la Tercera Compañía de Milicias del Rey donde fue descrito de la siguiente manera según su ficha militar:
    “Agualongo era de baja estatura, pues sólo medía un metro con cuarenta centímetros; tenía pelo y cejas negras, ojos pardos, nariz regular, poca barba y una mancha como carate debajo de los ojos; era cari abultado, tenía color prieto y bastante abultado el labio superior. Esas características y sus apellidos de origen español, lo clasificaban como mestizo”
    Tras la caída de San Juan de Pasto participa en su reconquista el 20 de mayo de 1812 logrando así su primer ascenso a cabo del ejército español. Agustín Agualongo vuelve a ascender a sargento en mayo de 1814 tras formar parte del contingente que evitó la toma de ciudad natal por parte de las tropas secesionistas lideradas por el general Antonio Nariño. Su vertiginosa carrera militar continúa en la Batalla de la Cuchilla del Tambo producida el 29 de junio de 1816. Este combate finaliza con una decisiva victoria del bando realista que pone fin a la breve existencia de las Provincias Unidas de Nueva Granada reinstaurándose el Virreinato de Nueva Granada. Debido a su participación en esta batalla Agustín Agualongo logra un nuevo ascenso a subteniente.
    Tras la proclamación de la República de Colombia el 19 de agosto de 1819 (constituida realmente el 19 de diciembre de ese mismo año), el militar pastuso consigue reagrupar a los efectivos realistas que quedaban desperdigados por el extinto virreinato neogranadino en San Juan de Pasto. Esta muestra de lealtad inquebrantable al Imperio Español le sirve para ascender a teniente. El 12 de septiembre de 1821 se libra la Segunda Batalla de Huachi donde el bando realista derrota a las tropas independentistas dirigidas por Antonio José de Sucre. Esta nueva victoria en plena descomposición del Imperio Español lleva a algunos a pensar que la participación de Agustín Agualongo en las batallas trae consigo una buena suerte atribuida a la divina providencia. Como recompensa a su actuación vuelve a conseguir un ascenso al rango de capitán. Después de la capitulación de la localidad de Pasto el 8 de junio de 1822 por las tropas independentistas lideradas por Simón Bolívar, los pastusos se rebelan ante el dominio republicano retomando el control de su ciudad en septiembre de ese mismo año gracias a la determinación de algunos militares realistas entre los que se encontraba Agustín Agualongo. Tras la victoria lograda por los realistas pastusos en la Segunda Batalla de la Cuchilla de Taindala acontecida el 24 de noviembre de 1822 se produciría la masacre de la Navidad Negra de San Juan de Pasto justo un mes después. El día anterior a la matanza llegó a la ciudad la noticia de que un enorme contingente republicano dirigido por Antonio José de Sucre había atravesado el río Guáitara. Agustín Agualongo partió entonces de Pasto en una desesperada búsqueda de refuerzos en vista de la enorme superioridad numérica del bando separatista. Por desgracia no hubo tiempo ni milicianos suficientes para defender a su ciudad natal de la inmensa hecatombe que se le venía encima.
    Agustín Agualongo
    A pesar del exterminio que se produjo durante la Navidad Negra, los pastusos consiguen recuperarse para seguir luchando por la defensa de España. Agustín Agualongo se convierte entonces en el líder indiscutible de la resistencia pastusa creando una nueva milicia escasamente armada con machetes, garrotes y lanzas. El 11 de junio de 1823 atacan a las tropas republicanas dirigidas por el general Juan José Flores logrando contra todo pronóstico reconquistar San Juan de Pasto, lo que convierte a la ciudad en un indiscutible bastión de la resistencia española. Debido a esta enésima reconquista el líder mestizo consigue ascender a coronel. Tras este nuevo éxito la milicia pastusa encabezada por Agustín Agualongo emprende una marcha hacia el municipio de Ibarra. El 12 de julio de 1823 llega a dicha ciudad logrando un fuerte apoyo para la causa española. Mientras tanto Simón Bolívar parte veloz hacia la localidad de Ibarra para acabar personalmente con la resistencia pastusa que tantos quebraderos de cabeza le había ocasionado. Así es como el 17 de julio de 1823 se produce la Batalla de Ibarra en donde las tropas realistas son derrotadas por el ejército independentista.
    Sin embargo esta derrota no quiebra la férrea voluntad de Agustín Agualongo que regresa a su ciudad natal tomada nuevamente por las fuerzas republicanas en su ausencia. El 18 de agosto de 1823 el líder pastuso reconquista una vez más la ciudad-talismán de la resistencia realista lo que aumenta su fama de irreductible hasta límites insospechados. Después de un tiempo el líder mestizo decide abandonar San Juan de Pasto en vista de la debilidad de una milicia realista notablemente mermada tras más de una década de resistencia. Las tropas realistas se refugian entonces en las montañas de la región en lo que supondría la etapa final de la guerra de guerrillas del extinto Virreinato de Nueva Granada. No obstante la milicia pastusa liderada por Agustín de Agualongo vuelve a reconquistar la ciudad de Pasto por última vez a mediados de mayo de 1824 tras derrotar de nuevo al ejército republicano dirigido por el general Juan José Flores. Esta nueva victoria es la que permite al líder pastuso alcanzar el máximo rango militar de General de Brigada de los Ejércitos del Rey.
    Pero apenas unas semanas después las fuerzas secesionistas logran tomar San Juan de Pasto provocando la huída de lo poco que quedaba de las tropas realistas incluyendo a su líder. La última batalla en la que participa Agustín Agualongo se produce a principios de junio de 1824 en la localidad de Barbacoas donde resulta herido de una pierna. El 24 de junio de 1824 es capturado por el bando republicano tras la traición del entonces militar José María Obando que le había prometido ayudarle en su lucha por la defensa del Imperio Español. Agustín Agualongo es trasladado como prisionero a la ciudad de Popayán y posteriormente se le ofrece la posibilidad de perdonarle la vida a cambio de jurar lealtad a la constitución de la República de Colombia. Es entonces donde el líder mestizo en un acto de enorme integridad y nobleza responde de forma tan escueta como tajante: “¡Nunca!”

    Después de esta categórica respuesta es juzgado y condenado a muerte por un pelotón de fusilamiento. Agustín Agualongo al enterarse de su condena demandó que se le permitiera ser fusilado con su uniforme de coronel del ejército español como finalmente sucedería. El 13 de julio de 1824 se dispuso frente del pelotón de fusilamiento con su uniforme y con los ojos al descubierto pues según sus palabras:
    "Quiero morir cara al sol, mirando a la muerte de frente, soy hijo de mi estirpe, quiero morir con mi uniforme, no me venden los ojos, quiero morir de frente"
    Cripta de Agustín Agualongo en la iglesia
    de San Juan Bautista de Pasto (Colombia)
    El general Agustín Agualongo encaró los momentos previos a su ejecución con gran entereza en donde incluso llegó a afirmar con enorme solemnidad:
    “Si tuviese veinte vidas, estaría dispuesto a inmolarlas por la Religión Católica y por el Rey de España”
    Mientras que en el último instante cuando los fusiles de los militares republicanos ya habían sido cargados gritó fiel a sus principios: “¡Viva el Rey!”
    Agustín Agualongo murió fusilado el 13 de junio de 1824 sin conocer que se le había concedido el ascenso al máximo rango de General de Brigada de los Ejércitos del Rey. Pero incluso tras la muerte del líder pastuso las fuerzas secesionistas seguían preocupadas por un posible nuevo alzamiento de los pastusos. Simón Bolívar mantenía su odio irrefrenable y su miedo atroz por el pueblo pastuso. En el año 1825 se encontraba en el municipio de Potosí cuando envío una carta dirigida a Francisco de Paula Santander en la que decía lo siguiente:
    “Los pastusos debe ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte dando aquel país a una colonia militar. De otro modo, Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos aunque demasiado merecidos…”

    Simón Bolívar era consciente de que las atrocidades cometidas por el ejército independentista en San Juan de Pasto nunca se olvidarían y menos después de la Navidad Negra. Su plan consistía en una especie de “solución final” que recuerda a épocas mucho más recientes de la Historia. Por suerte el líder separatista murió antes de llevar a cabo esta macabra idea que hubiera supuesto la eliminación absoluta de todos los pastusos y en definitiva el genocidio del pueblo pastuso.
    Agustín Agualongo fue un hombre extraordinario de pequeña envergadura pero de enorme nobleza. Valga como ejemplo su actuación tras la reconquista de San Juan de Pasto el 18 de agosto de 1823 en donde el líder pastuso dio alcance al general Pedro Alcántara Herrán. El militar secesionista comenzó a suplicarle de rodillas que no lo matara y Agustín Agualongo le respondió: “Yo no mato rendidos”

    Esta célebre frase contiene una denuncia implícita al ejercito republicano debido a que los prisioneros realistas solían acabar fusilados por sus carceleros independentistas. Cabe destacar además que los pastusos perdonaron la vida a una serie de personajes secesionistas como Antonio Nariño o el propio Pedro Alcántara Herrán. Pero Agustín Agualongo era también un hombre que como sus paisanos de la época tenía la suficiente perspectiva como para presagiar las grandes penurias que traería consigo la independencia incluso hasta nuestros días. Al igual que el auto del cabildo de San Juan de Pasto sorprenden sus premonitorias palabras: “Yo sé que la separación sólo traerá calamidades”

    <em>



    Agustín Agualongo tenía una serie de cualidades (honor, integridad, nobleza y lealtad) que jamás estarán al alcance de quienes traicionaron a su patria en favor de unos países que han negado sus raíces hispanas a la vez que han supuesto el origen de una corrupción endémica que ha desembocado en el actual subdesarrollo de Hispanoamérica. Un hombre que en sólo 13 años de carrera militar consiguió ascender al escalafón más alto del ejército español y que prefirió morir con nobleza fiel a sus ideales antes que vivir con una denigrante traición a su patria. Todo esto convierte a Agustín Agualongo en el mayor patriota español nacido en América. El líder mestizo es un héroe para los que reivindicamos la reunificación de la Hispanidad y un ejemplo de nobleza para todos independientemente de nuestras ideas. Pero sobre todo Agustín Agualongo es el reflejo de todo un imperio que como él mismo había surgido del mestizaje.
    Por ello desde aquí quiero rendirle el mayor de mis tributos a la vez que honrar la memoria de un hombre que por su arrojo y honor se ha convertido en una de esas leyendas que perdurarán hasta el fin de los tiempos. Alguien que sin ser militar luchó y murió por defender la unidad de la Hispanidad llegado el momento. Como bien dicen los pastusos: ¡Agualongo vive!

    Postdata – En esta serie de entradas he criticado con dureza la omisión o tergiversación de ciertos hechos históricos que no convienen a los gobiernos hispanoamericanos. Es por ello que incluyo un par de vídeos para destacar el reconocimiento al líder pastuso que hacen el canal de televisión “Señal Colombia” y la alcaldía de Pasto. Lástima que en este último caso utilicen su figura como herramienta de un nacionalismo pastuso que hipotéticamente aspira a la independencia de la región cuando ello supone una nueva tergiversación histórica puesto que Agustín Agualongo defendió la unidad del Imperio Español.

    Corriente Hispanista: AGUSTÍN AGUALONGO: LA PERSONIFICACIÓN DE LA LEALTAD
    Rodrigo, sjl y Gaetano Coccorese dieron el Víctor.

  3. #3
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Me ha gustado el teatrillo que han hecho para los niños de Pasto. Este tipo de cosas son las que educan en valores de verdad. Me ha llamado la atención que el actor dijera cosas como "cara al sol" o "surgiran como espinas rojas y negras de pólvora y sangre mi bandera" que suenan a la Falange Española. Un saludo a los neogranadinos hispanistas que visiten el foro.

    Otro video interesante:

    Última edición por Rodrigo; 02/10/2012 a las 00:38
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

  4. #4
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    CUANDO LA COHERENCIA Y LA VERDAD HISTÓRICA SUPERAN A LA IDEOLOGÍA, NAVARRO WOLFF, EX GUERRILLERO DEL M-19 RINDE HOMENAJE A AGUSTÍN AGUALONGO, EL CAUDILLO REALISTA, COMO GOBERNADOR DE NARIÑO.




    ___________________________

    Fuente:

    https://www.facebook.com/photo.php?f...type=3&theater
    Última edición por Mexispano; 06/03/2016 a las 04:46

  5. #5
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    La macabra navidad negra de Pasto. La toma militar a sangre y fuego.

    Escrito por Enrique Herrera



    Martes, 23 Diciembre 2014 22:30




    Fotografía: Miguel Garzón



    A ciento ochenta y nueve años de la toma militar de Pasto a sangre y fuego por parte de las tropas que comandaba Antonio José de Sucre, aquel 24 de diciembre de 1822, consideramos oportuno traer a referencia una pequeña serie de comentarios que respecto a este macabro acontecimiento han escrito diversos autores, unos muy allegados y defensores acérrimos de la actitud de Simón Bolívar y sus demás Generales contra Pasto, por aquello de así es la guerra, y otros de pronto imparciales. Pero es lo cierto que los unos y los otros no pudieron ni se podrá ocultar el acto criminal que se cometió contra una población civil indefensa como observaremos a continuación.

    El historiador José Manuel Restrepo, narra así el acontecimiento: “Al amanecer del 24 los cuerpos desfilaron sin detenerse por la fragosa montaña que separa a Yacuanquer de Pasto. Tardaron mucho en atravesarla, y hasta las doce del día no avistaron a los facciosos apostados en las alturas y quebradas que rodean a la ciudad por la parte del sur. A la una de la tarde fueron destinadas la primera y quinta del Rifles a tomar las alturas que ocupaban los rebeldes a nuestra izquierda; el resto del batallón, con su coronel y el general Barreto, se dirigieron contra la principal estancia del enemigo. Habiéndose ésta sobre la iglesia de Santiago, circuida de un terreno excesivamente cortado, y donde los pastusos se creían invencibles con el auxilio de aquel santo apóstol, patrón de la España…

    Alberto Montezuma Hurtado, manifiesta: “ Según refiere la crónica, la propia imagen de Santiago fue puesta en medio de los defensores, como un gran general y más bien cayó al suelo en uno de los lances del combate, convirtiéndose en estorbo, y mientras sus decepcionados partidarios le echaban en cara tan lamentable inutilidad.. A las tres de la tarde la dispersión de los facciosos se hizo incontenible; el sujeto Boves tomó camino de oriente con unos clérigos españoles y varias gentes de fusil, Agualongo y Merchancano se acogieron a sus montes hospitalarios. Y entonces, bajo la vista inexplicablemente gorda del general Sucre, los vencedores se entregaron al saqueo de la ciudad, distinguiéndose por sus atrocidades el famoso batallón Rifles, con su jefe Arturo Sanders a la cabeza. Sobre los hechos no existe un solo recuerdo, amargo o descomedido, no hay tampoco un solo comentario, en prueba de lo cual se transcriben ahora los de diversos y conocidos historiadores:

    De don José Manuel Groot: "Las tropas irritadas con la obstinada guerra que les hacían los pastusos, saquearon la ciudad y el general Sucre hubo de permitírselo. Allí no hallaron casi gente, todos los hombres habían huido, no habían sino las monjas y algunas mujeres refugiadas en el convento".

    De don Carlos Pereyra: "Sucre tuvo que destrozar a los combatientes y tuvo que presenciar después, lleno de un profundo desaliento, la matanza que siguió al combate".

    Del general Tomás Cipriano de Mosquera: "El encono del batallón Rifles por el rechazo que sufrió en Taindala en el mes anterior, le hizo ser cruel y no dio cuartel, de lo que provino que murieran más de cuatrocientos hombres, mientras que los cuerpos del gobierno nacional solamente tuvieron seis muertos y cuarenta heridos. El general Sucre tuvo que restablecer la disciplina y sujetar al Rifles, poniéndose a la cabeza del batallón Bogotá. Este castigo cruel que sufrieron los pastusos produjo que la guerra durara dos años más".

    Del general José María Obando: "No se sabe cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano e ilustrado como el general Sucre la medida, altamente impolítica y sobremanera cruel de entregar aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada; las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas; hubo madre que en su despecho, salióse a la calle llevando a su hija de la mano para entregarla a un soldado blanco antes de que otro negro dispusiese de su inocencia; los templos llenos de depósitos y de refugiados fueron también asaltados y saqueados; la decencia se resiste a referir por menor tantos actos de inmoralidad.. .".

    José Manuel Restrepo, historiador coetáneo de los acontecimientos y profundo admirador de Bolívar y su ejército dice al respecto: “Después de hora y media de combate los facciosos –léase los pastusos- fueron derrotados completamente en todos los puntos. Los dispersos huyeron, unos con Boves hacia las montañas de Sibundoy, camino del Amazonas, y otros al Juanambú, a fin de ampararse en el desierto de El Castigo.

    En el acto fue ocupada la ciudad, en la que solo hallaron las monjas y unas pocas mujeres acogidas al convento – se refiere al de Las Conceptas- . Los hombres habían huido todos llevándose las armas. Desgraciadamente la ciudad fue saqueada por las tropas vencedoras, irritadas sobremanera por la obstinada resistencia que habían hecho sus habitantes.

    Los pastusos tuvieron cerca de ochocientos muertos en los diferentes combates, y se les tomaron muy pocos prisioneros a causa de la vigorosa terquedad con que se defendían. Por una rara fortuna, el General Sucre perdió solo ocho muertos y treinta y dos heridos.”

    Del general Daniel Florencio O'Leary, secretario privado de Simón Bolívar: "En la horrible matanza que siguió soldados y paisanos, hombres y mujeres, fueron promiscuamente sacrificados".

    Del doctor José Rafael Sañudo: "Se entregaron los republicanos a un saqueo por tres días, y asesinatos de indefensos, robos y otros desmanes hasta el extremo de destruir como bárbaros al fin, los archivos públicos y los libros parroquiales, cegando así tan importantes fuentes históricas. La matanza de hombres, mujeres y niños se hizo aunque se acogían a los templos, y las calles quedaron cubiertas con los cadáveres de los habitantes, de modo que "el tiempo de los Rifles" es frase que ha quedado en Pasto para significar una cruenta catástrofe. Quizás el haber permitido Sucre tan nefandos hechos, dio causa a que la Providencia señalara los términos de Pasto ocho años después para que sea sacrificado en términos de La Ventaquemada".

    El historiador ecuatoriano Pedro Fermín Cevallos, refiere así el macabro acontecimiento: “Después de hora y media de combate, fue derrotado del todo el enemigo, y Sucre ocupó la ciudad desierta. Más de ochocientos de los rebeldes quedaron tendidos en el campo, fuera de los heridos, no habiendo costado al vencedor sino ocho muertos y treinta y dos heridos. Los vencedores llevados de la venganza contra un pueblo tenazmente enemigo suyo saquearon la ciudad.”


    ___________________________

    Fuente:

    La macabra navidad negra de Pasto. La toma militar a sangre y fuego.

  6. #6
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    En plena semana santa, Antonio Nariño amenaza a Pasto.

    Escrito por Enrique Herrera


    Miércoles, 01 Abril 2015 08:29






    Fotografía: Miguel López



    La semana santa es para el mundo occidental, particularmente los católicos, tiempo de reflexión y penitencia en recuerdo del martirizado calvario que sufriera Jesucristo. Este acontecimiento tiene su historia que vamos a analizar primeramente y luego nos adentrarnos en un suceso histórico que por cierto no es muy conocido cual fue la semana santa en que Antonio Nariño y su tropa amenazó con destruir a Pasto y su gente en 1814, siendo como ya se ha dicho en otras oportunidades derrotado por la actitud valerosa de las mujeres pastusas.

    La semana santa es un ritual que lleva anualmente a los católicos del mundo a reflexionar sobre el acontecimiento histórico que se tiene del sacrificio en el monte Calvario de Jesucristo, situación que tiene una característica: no siempre se conmemora en una misma fecha, lo es en marzo o en su defecto en abril ateniéndose a lo dispuesto por el concilio de Nicea (año 325) y ratificado por el de Trento (1545-1563) respecto a que la Pascua debía conmemorarse el primer domingo siguiente al plenilunio o luna llena del 21 de marzo o después de este día. Desde 1515 hasta 1576, científicos de la Universidad de Salamanca habían estudiado las falencias o errores del calendario Juliano que regía por aquel entonces. Posesionado el papa Gregorio XIII acoge los nuevos planteamientos y ordena mediante bula papal, que expide el 24 de febrero de 1582, suprimir 10 días al calendario de 1582 al decretar que del jueves 5 de octubre se pase al día siguiente al 15. Es decir del 6 al 14 de octubre de 1582, son días que no existieron dentro del calendario que a partir de aquel entonces se conocerá como gregoriano.

    He aquí, a grandes rasgos, el análisis sobre el porqué del calendario que nos rige, y en tal razón cual es la base para el cambio de fecha de la celebración de la Semana Santa que volvemos a repetir se debe conmemora a partir del domingo siguiente a la primera luna llena del equinoccio de primavera, cayendo entre el 22 de marzo y el 25 de abril del respectivo año.

    De acuerdo a la tradición y documentos que al respecto se encuentra, de manera indiscutible la ciudad San Juan de Pasto albergó desde un principio todo un grupo de conquistadores y pobladores españoles altamente creyentes, fervorosos defensores de su religión y los principios católicos, apostólicos y romanos que dieron pie para que poco a poco con el trascurrir del tiempo el valle de Atriz y sus alrededores se fueron poblando con el establecimiento de infinidad de templos, capillas y conventos que caracterizaran el sector.

    Finalizando el siglo XV, son varias las comunidades religiosas de varones establecidas en San Juan de Pasto: Mercedarios en 1539, Franciscanos en 1562, Dominicos en 1572 y Agustinos en 1585 y una de mujeres: Las Conceptas en 1588, todas ellas comprometidas en promover e imponer la religión católica, apostólica y romana de acuerdo con los compromisos que se tiene con la corona española.

    Imágenes de santos, vírgenes y cristos traídas ya sea de Quito, Lima y aun de España fueron ubicados en sus respectivos templos o capillas para su correspondiente veneración. Cada poblado del Valle de Atriz atendiendo el adoctrinamiento de la religión acogió como patrono una determinada imagen para celebrar con gran pomposidad sus tradicionales fiestas patronales.

    La Semana Santa o Mayor congregaba a todos los pobladores tanto del sector urbano como del rural y según estudios que existen al respecto las comunidades indígenas de los sectores circunvecinos del Valle de Atriz tenían la costumbre de participar activamente cargando imágenes representativas a la crucifixión y muerte de Jesucristo que traían desde sus respectivos poblados. El historiador Sergio Elías Ortiz nos narra así la Semana Santa de 1709: “hay que decir, que como antecedentes de las grandes solemnidades, a los presos detenidos por deudas en la cárcel y el punto de Pascua a los que estaban por “delito crimen”, el domingo anterior, por la tarde, se tenía la llamada procesión de penitencia que saliendo de la iglesia matriz, recorría todo el marco de la ciudad, deteniéndose ante la iglesia de cada convento. Desde ese mismo momento, los llamados penitentes se creían autorizados a andar, como alma en pena, rigurosamente vestidos de blanco, por todas las casas recordando a los vecinos los castigos eternos reservados a los pecadores empedernidos. Por otra parte los llamados cucuruchos, especie de mamarrachos vestidos de morado y negro, con un foete para espanto de los muchachos callejeros, desde allí mismo, también emprendían sus andanzas por la ciudad y sus alrededores a demandar limosnas para el Santo Sepulcro y para otras cosas que nada tenían que ver con el culto y así con la profesión de picaros y buscones herederos de la madre Celestina. Desde esa misma tarde, igualmente empezaban a practicarse el ayuno y la abstinencia hasta el Domingo de Pascua con una rigurosidad más apropiada a monjes trapenses que a vecinos de un poblado perdido en los riscos de los Andes. Y había que ver lo que era ese ayuno y su abstinencia. Ni siquiera los enfermos según contaban los antiguos, se excusaban de practicarlos en señal de absoluta sumisión a la Iglesia de Dios, y como castigo de culpas mucho menos graves y maliciosos quizá, que las que ahora cometemos y castigamos. Venían luego, desde el martes y el sábado santo las procesiones de aparato, con cuadros vivos que salían de los templos de los conventos, por turno riguroso, dentro de un silencio perfecto, no obstante que los indios, sobre quienes pesaba un pasado milenario de superstición y de fetichismo, se colocaban dentro de ellas como danzantes; y que los penitentes extremaban las contorsiones en empeño de demostrar su aparatoso arrepentimiento; y los veinticuatro del Rosario, ceñidos habito telar, al modo de los monjes Benitos, se azotaban públicamente; y los del cuadro llamado Alma Santa hacían signos misteriosos en cada esquina; y el melancólico tañido de campanas o el áspero sonar de las matracas ponían terror en las almas, no obstante todo esto, decimos, los espectadores si espectadores podían llamarse a quienes formaban las alas de la procesión, guardaban recogimiento y marchaban silenciosos y compungidos al compás de la música fúnebre, o contemplaban especialmente las muchachas en flor, desde las celosías de las ventanas, el lento desarrollo de las escenas bíblicas o de los pasos sacramentales…”

    Visto el por qué varia de fecha la conmemoración de la semana santa, al igual de cómo se asentó en San Juan de Pasto el adoctrinamiento del catolicismo, entremos a continuación a analizar cuál y como sería para las gentes de Pasto el ver que en plena semana santa de 1814 el general Antonio Nariño y sus tropas avanzan amenazantes para tomarse a sangre y fuego a la ciudad. Tenían el antecedente de la criminal actitud de los quiteños cuando vinieron y saquearon el templo de Santo Domingo en busca de las 413 libras de oro, razón por la cual Pasto y su gente tuvo que estar atenta a defenderse de la pretendida nueva toma militar.

    Zozobra, incertidumbre, temor. Qué sentimiento de inquietud no tendrían las gentes de Pasto cuando conocedoras del avance de las fuerzas militares al mando del general Antonio Nariño, sabían que tendrían que afrontar para defender la ciudad de una nueva arremetida de las gentes del norte. Hasta Calibio, cerca de Popayán, se habían desplazado en su oportunidad para evitar dicho avance, no lo lograron y ahora el contrincante venia en camino.

    José María Espinosa, el Abanderado de Nariño, plasmó en sus “Memorias” el valor de las mujeres pastusas cuando en Calibio combatieron de igual a igual que los hombres. Ahora les tocaría defender a Pasto, pero esta vez tendrían que afrontar el combate en plena semana santa de 1814, situación que obligaba a tomar las armas en días donde la oración, la reflexión y el recogimiento tenía que ser su mayor preocupación, pero los acontecimientos macabros del 22 de septiembre de 1811, en que las tropas quiteñas penetraron en la ciudad a sangre y fuego buscando las 413 libras de oro que se encontraban escondidas dentro de las paredes del templo de Santo Domingo, donde hoy se ubica el templo de Cristo de Rey, hizo que aquella semana santa de 1814, sería muy diferente a las demás.

    El 4 de marzo de 1814, Antonio Nariño, desde Popayán escribe amenazante al Cabildo de Pasto: “Yo propongo a Usía muy ilustre nuevamente el partido de la conciliación y de la paz. Usía muy ilustre sabrá la conducta que he guardado en esta ciudad –se refiere a Popayán- y estoy resuelto a guardar la misma en esa, si no se me hace resistencia; o a cerrar por la primera vez mi alma a los sentimientos de compasión y entregarla – a Pasto- a las llamas, para que sirva de escarmiento a los obstinados…”

    Nariño, tal cual como lo había hecho meses antes el norteamericano Alejandro Macaulay, amenaza a Pasto con “entregarla a las llamas”, es decir destruir e incendiar la ciudad. En cuanto a su comportamiento en Popayán se sabía que había dado la orden para recoger cuanto objeto de valor tuviesen, particularmente los de índole sagrada como copones, custodias y demás elementos religiosos para luego fundirlos. En Pasto este hecho era de mucha trascendencia por su espíritu religioso.

    El Cabildo de Pasto, el 1 de abril de 1814, responde así la notificación de destrucción que anuncia Nariño: “El reconocer el derecho de la soberanía y de la madre Patria a quien debemos nuestra existencia, y celebre, hoy desgraciado país de las Américas, por las turbaciones que nos causan los mismos que podían recordar la felicidad en que vivíamos, descansando en nuestras familias, bajo de nuestras viñas y de nuestras higueras; esto es lo que nos conduce y que no nos hará mudar de sistema, no por deferencia al halago, ni por temor a las amenazas desde muy antes vertidas y protestadas; de modo que para nosotros tan glorioso será el podernos defender de una fuerza que, sin derechos, ni legitima autoridad, nos trata de oprimir, como el que esta ciudad quede reducida a una nueva Numancia o Sagunto.”

    Numancia y Sagunto fueron dos ciudades españolas que se resistieron a ser invadidas por extranjeros, prefiriendo sus pobladores, antes que entregar la ciudad, incendiarla y luego se suicidaron para evitar quedar en calidad de esclavos. Las mujeres que estaban embarazadas prefirieron abrirse el vientre para sacar sus crías y lanzarse al fuego.

    El 3 de abril de 1814, siendo domingo de ramos, Nariño desde la Caldera, recuerda esta fecha, de acuerdo a carta que hace llegar al Cabildo de Pasto, cuando dice: “Yo ruego a Usía Ilustre, por las entrañas de Jesucristo, que no me forcen a proceder contra mis principios: no vengo a destruir ni he tomado las penalidades de esta expedición por ninguna mira personal…En este concepto, aguardo antes de atacar en Juanambú, la contestación de Usía Ilustre en el término de la distancia: quiero que jamás me quede el dolor de no haber tentado todos los medios que dicta la prudencia, la política y la religión…”

    El lunes santo, responde así el Cabildo de Pasto: “Contestando en los términos que Usía solicita, a su oficio de 3 de los corrientes, en que por las entrañas de Nuestro Redentor Jesucristo (cuya memoria es la que debería ocupar, sin profanar irreligiosamente estos sagrados días) dice que no lo forcemos a proceder contra sus principios, y en una palabra, que lo que desea es la paz, la armonía, buena inteligencia entre todos nosotros…Exponemos a Usted, que por nuestra parte no se atropellan estos objetos, los más dignos de la fe que profesamos y de la sociedad. Ya se lo hemos indicado a Usía en nuestro anterior oficio; Usía es quien nos viene a hacer la agresión más injusta…Puede estar igualmente satisfecho de que nosotros no apetecemos la guerra sino la paz. En manos de Usía está el logro, con no perseguirnos y retirar sus tropas; pero es inevitable, o defendernos o morir por los sagrados principios que nos conducen…”

    El miércoles santo, 6 de abril de 1814, el general Antonio Nariño, se sale de casillas y lanza esta triste y macabra amenaza a Pasto y su gente, cuando dice: “por última vez digo a Usía muy Ilustre, que si se me hace un solo tiro, fiados en la indulgencia que he usado en todos los pueblos de mi tránsito, Pasto queda destruida hasta sus fundamentos…Es preciso que antes de romper el fuego, se decida abiertamente a hacer causa común con nosotros o a quedar destruida, y destruida de un modo que nunca jamás pueda volver a ser habitada…”

    Ante tan categórica actitud de destrucción que anuncia Nariño para con Pasto y su gente, el Cabildo de Pasto responde el viernes santo, 8 de abril de 1814: “Sería una impertinencia preguntar a Usía con qué autoridad viene a invadir a un pueblo que halla su convivencia en vivir bajo las sabias y equitativas leyes del gobierno español; porque por lo mismo que se trata de invasión, no hay que hablar de otros derechos, de otra autoridad ni de otra ley que la del más fuerte; y puesto que Usía no nos deja otro arbitrio al presente que éste, no obstante de ser el más bárbaro que la ciega ambición ha podido inspirar a los hombres, puede Usía escoger a lo largo del Juanambú, el punto que le parezca más a propósito para terminar nuestras diferencias. En todos ellos encontrará Usía, pastusos y encontrará victimas generosas decididas a ser inmoladas sobre los altares de la patria…”

    Triste y macabra la actitud del general Antonio Nariño, cuando no respetó ni los días de la semana santa de 1814, para amenazar y pretender dominar a las gentes de Pasto, razón más que suficiente para que Pasto y su gente se prepare a defenderse de quien en Popayán abusando de su autoridad había robado y fundido los objetos de carácter sagrado que encontró en los templos, capillas y conventos de esa ciudad, que podían esperar, entonces las gentes de Pasto?.

    Frente a las amenazas de destrucción para con Pasto y su gente de parte del general Antonio Nariño, comprenderá amable lector el porqué de parte nuestra planteamos que lo que menos debía llamarse nuestro departamento es Nariño, por cuanto se hizo homenaje a un invasor que pretendía destruirnos y solo el valor de las mujeres pastusas impidió su cometido cuando lo derrotaron aquel 10 de mayo de 1814



    ___________________________

    Fuente:

    En plena semana santa, Antonio Nariño amenaza a Pasto.

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Las agresiones contra Pasto

    Escrito por Enrique Herrera

    Domingo, 19 Abril 2015 20:20






    Fotografía: Diego Rodríguez



    La historia como bien se ha dicho, tiene que basarse en documentos para a partir de ellos entrar a deducir cual fue la realidad del objetivo a investigar, en tal razón son varias las personas que nos han solicitado hacer una especie de resumen sobre aquellos documentos que de manera agresiva comprometieron la actitud del pueblo de Pasto, particularmente durante el proceso denominado de independencia. Con la carta que suscribe la junta de gobierno de Quito, el 10 de agosto de 1809, se dio comienzo a este proceso epistolar que vamos a continuación a analizar.

    El 16 de agosto de 1809, se dio lectura en el cabildo de Pasto de un mensaje suscrito por la Junta de Gobierno quiteña fechada el 10 de agosto del mencionado año, luego de analizar la situación en que se encuentra dice: “finalmente la necesidad que tendrá éste (el reino de Quito) de arreglar sus límites, proporcionándose un posesión fronteriza capaz de consultar a su mayor seguridad, la cual se halla puntualmente de la parte de allá de esa ciudad, acordará sin duda preferir al reunirse en Quito más bien que en Santafé que está a mayor distancia y que en nada le interesa…”. Queda claro de acuerdo a esta misiva, que el interés de los quiteños era de que Pasto haga parte administrativamente de Quito desvinculándose de Santafé de Bogotá “que está a mayor distancia y que en nada le interesa…”

    Antes de entrar a Pasto a sangre y fuego los quiteños el 22 de septiembre de 1811, con el objeto de robar el oro que estaba escondido entre las paredes del templo de Santo domingo, a hora Cristo Rey, hicieron llegar el siguiente comunicado: “El gobernador Tacon…pretenda tal vez, abandonando los límites de aquel gobierno (se refiere al de Popayán), llevar consigo los caudales que anticipadamente extrajo de las reales cajas y casa de la moneda y dirigió a esa ciudad (es decir a Pasto), en que se comprenden más de doscientos mil pesos (800 libras de oro) pertenecientes a esta Provincia (la de Quito) que con destino a la de Cartagena, se remitieron con el situadista en el año pasado de 1809 y quedaron depositados en las cajas de Popayán, por las alteraciones de políticas del Virreinato de Santafé…Se espera, que Usía (es decir el Cabildo de Pasto) no permitirá sin quedar comprometido a su responsabilidad, la extracción de ellos ni que se agoten en proyectos ni preparativos turbulentos de una guerra desoladora e infructuosa”.

    A la advertencia anterior, el cabildo de Pasto, responde así el 27 de abril de 1811: “Puede asegurar a Vuestra Excelencia, es, que lejos de tratarse de la extracción de los caudales, ha sabido que habiéndola propuesta de su mitad para Barbacoas el expresado don Francisco Ignacio de Urquinaona, la resistió el Gobierno y lo separó de la intendencia de dichos caudales, poniéndolos al cuidado de don Joaquín Gutiérrez…”, para tranquilidad de la gente.

    Don Joaquín de Caicedo y Cuero, quien también viene a Pasto tras del cargamento de Oro en referencia, y no por la independencia como se ha hecho creer, se pronuncia desde La Cruz el 13 septiembre de 1811, para dar claridad a su posición política, cuando dice a Tomas de Santa Cruz: “Yo sé bien que Usted y todo ese honroso vecindario han tomado las armas engañados por la más vil calumnia, de que nosotros obramos contra la religión y el rey”.

    “Sé que nos marca con la infame señal de insurgentes y revolucionarios, cuando hacemos alarde de ser fieles vasallos de Fernando VII y de venerar la santa religión que profesamos…”.

    Por estas y muchas razones, el historiador vallecaucano Germán Patiño Ossa, al hablar de su paisano Caicedo y Cuero, en artículo virtual de internet denominado “La independencia que no fue”, es enfático en manifestar que: “Esta Junta (la de Ciudades Confederadas del Valle del Cauca) se organizó como gobierno, formó ejercito propio y se ocupó de la hacienda pública. Su presidente fue Joaquín de Caicedo y Cuero, quien nació, vivió, luchó y murió como realista, hasta donde la documentación permite conocerlo. No fue mártir de la independencia, ni mucho menos protomártir…”.

    El Gobierno de la Provincia de Popayán que había asumido en ausencia del titular Caicedo y Cuero, cuando éste cae prisionero en Pasto se pronunció así el 4 de julio de 1812, en contra de la ciudad y su gente: “La ruina de Pasto ha llegado y esa ciudad infame y criminal va a ser reducida a cenizas.

    No hay remedio: un pueblo estúpido, perjuro e ingrato que ha roto los pactos y convenciones políticas y que con la más negra perfidia ha cometido el horrible atentado de hacer prisionero al Presidente de este Gobierno… debe ser, como el Pueblo Judío, entregado al saqueo y a las llamas. Tiemble, pues, la ingrata Pasto que ha hecho causa común con los asesinos y ladrones de Patía, y tiemblen esos hombres de escoria y de oprobio que se han erigido en cabeza de la insurrección de los pueblos. Una fuerza poderosa, terrible, destructora y hábilmente dirigida va a caer sobre esa ciudad inicua.

    Ella será la victima del furor de un Reino entero, puesto en la actitud de vengarse y aniquilarla. Las tropas belicosas de las Provincia Confederadas de la Nueva Granada reducirán a pavesas a Pasto…”

    Este lenguaje nada cordial, menos diplomático, absolutamente guerrerista, insultante y oprobioso con que se manifiesta el Supremo Gobierno de Popayán, encuentra digna respuesta en contestación del Cabildo de Pasto cuando en oficio del 20 de julio de 1812, dice: “Ha recibido este Ayuntamiento el oficio de la Junta Superior de esa ciudad, concebido en términos poco equitativos y conciliadores de paz que todos deseamos.

    No ha reflexionado esa Junta que el tratar de perjura a esta ciudad es renovar la llaga con que ésta está lastimada. Si en términos decentes y decorosos se trata de ajuste y reconciliación, no se hará sordo este Cabildo a las voces de la razón y justicia…estableciendo en lo posible el antiguo gobierno en que nacieron nuestro padres y nosotros y con que vivieron y vivimos en paz, sin efusión de sangre, sin robos sin los males que a todos nos inundan...”

    El norteamericano Alejandro Macaulay, que es comisionado por Popayán para que salga al rescate de Joaquín de Caicedo y Cuero, retoma el lenguaje amenazante en un primer comunicado con fecha 17 de julio de 1812: “Si se me dispara un solo fusilazo en el tránsito, Pasto pagará sus crímenes desapareciendo de la tierra…No quedará hombre vivo desde el Guáytara hasta el Juanambú; el fuego consumirá sus edificios y propiedades; las futuras generaciones admiraran en sus ruinas y escombros un castigo proporcional a su delitos”. El Cabildo de Pasto da respuesta de manera mesurada: “Cuando las condiciones que se proponga vengan desnudas de fanfarronada y terrorismo y sean conformes a la equidad, al derecho de gentes y a evitar la efusión de sangre, este cabildo sabrá oírlas y sabrá proponer los medios conciliadores…”

    Pretendiendo el aventurero norteamericano nuevamente amedrentar a sus contrincantes les dice: “hoy ocupo un punto ventajoso y me será muy fácil entrar por asalto en la ciudad y reducirla a cenizas. ¡Qué cuadro tan horroroso! Yo me estremezco; pero no habiendo otro arbitrio, así lo ejecutaré con el mayor dolor de mi corazón…Si estas reflexiones no son bastantes para convencer a usía, tiemble de las consecuencias que inmediatamente van a originarse, de la sangre que derramaré y de la desolación que se le espera”.

    Cuando el General Antonio Nariño asume la campaña del Sur, el 4 de marzo de 1814 desde Popayán amenaza con “entregar (a Pasto) a la llamas, para que sirva de escarmiento a los obstinados”. El cabildo de Pasto, contesta al oficio en referencia trayendo a relación toda una serie de favorables situaciones vividas por su gente, antes de las incursiones militares del norte y del sur de la región cuando: “podían recordar la felicidad en que vivíamos, descansando en nuestras familias, bajo de nuestras viñas y de nuestras higueras; esto es lo que nos conduce y lo que no nos hará mudar de sistema, ni por deferencias al halago, ni por temor a las amenazas desde muy antes vertidas y protestadas; de modo que para nosotros tan glorioso será el podernos defender de una fuerza que, sin derechos, ni legitima autoridad, nos trata de oprimir, como el que esta ciudad quede reducida a una nueva Numancia o Sagunto”. Esta respuesta inesperada para Nariño, hace que éste desde el Alto de La Caldera, le diga al Cabildo de Pasto el 3 de abril de 1814, domingo de ramos, que él, no está para filosofar, “que no es ya la opinión la que me conduce con mi ejercito por estos remotos climas: es la necesidad de existir…En este concepto, aguardo antes de atacar en Juanambú, la contestación de Usía muy ilustre en el término de la distancia: quiero que jamás me quede el dolor de no haber tentado todos los medios que dicta la prudencia, la política y la religión.” El cabildo replica con este tajante planteamiento: “Usía es quien nos viene a hacer la agresión más injusta. Nosotros, en fuerza que le compendiamos en nuestro oficio, hemos vivido satisfechos y contentos con nuestras leyes, gobiernos, usos y costumbres. De fuera nos han venido las perturbaciones y los días de tribulación…Por uno y otro lado hemos padecido violencias, incendios, robos y escándalos y hasta ahora no podemos comprender con qué autoridad se han formado revoluciones, pretendiendo por la fuerza, o sujetarnos o destruirnos al mismo tiempo que se decanta la libertad…Puede estar igualmente satisfecho de que nosotros no apetecemos la guerra sino la paz. En manos de Usía está su logro, con no perseguirnos y retirar sus tropas; pero es inevitable, o defendernos o morir por los sagrados principios que nos conducen”. En respuesta a las anteriores consideraciones, Nariño se sale de casillas y manifiesta con insultos y amenazas en plena semana santa de 1814: “que si se me hace un solo tiro, fiados en la indulgencia que he usado en todos los pueblos de mi tránsito, Pasto quedará destruida hasta sus fundamentos…Es preciso que antes de romper el fuego, se decida abiertamente a hacer causa común con nosotros o a quedar destruida, y destruida de un modo que nunca jamás pueda volver a ser habitada…” Dos días después, Nariño tiene respuesta: “Puede Usía escoger a lo largo del Juanambú, el punto que le parezca más a propósito para terminar nuestras diferencias. En todos ellos encontrará Usía, pastusos y encontrará victimas generosas decididas a ser inmoladas sobre los altares de la patria…”

    Queda claramente establecido como la gente de Pasto fue amenazada y atacada tanto del norte como del sur de la región por Caleños, Payaneses y Quiteños respectivamente, sin que aún se esgrimiera actos de independencia de España, razón por la cual tuvo que armarse improvisadamente para defenderse de una destrucción total con que se amenaza. Llevaba trece años de lucha defendiéndose de la criminal agresión de que era objeto cuando conoce en 1822 la pretendida incursión militar del general venezolano Simón Bolívar, tema que vamos a analizar de acuerdo a los comunicados que existen al respecto.

    Luego de tener conocimiento Bolívar de la imposibilidad de salir desde Buenaventura a Guayaquil para encontrarse con el general Sucre, decide continuar su marcha militar por tierra. Estando en Popayán, en carta que suscribe a Santander el 29 de enero de 1822, dice categóricamente que “espero dar un combate más aventurado que el de Boyacá, y voy a darlo de rabia y despecho, con ánimo de triunfar o de no volver…”

    El general Santander expresa su preocupación en carta suscrita 22 de febrero de 1822, cuando le dice a Bolívar: "Nos queda otra vez el Juanambú y Pasto, el terror del ejército y es preciso creerlo el sepulcro de los bravos, porque 36 oficiales perdió Nariño y Valdés ha perdido 23 que no repondremos fácilmente. Resulta que Ud. debe tomar en consideración las ideas de Sucre y de abandonar el propósito de llevar ejército alguno por Pasto, porque siempre será destruido por los pueblos empecinados, un poco aguerridos y siempre, siempre victoriosos".

    Derrotado en Cariaco o Bomboná, Bolívar se retira, retrocede hasta ubicarse en El Trapiche, hoy ciudad Bolívar en el Departamento del Cauca. Con el triunfo de Sucre en Pichincha, la dirigencia de Pasto capitula en Berruecos por cuanto conoce que Bolívar ha recibido refuerzos de Bogotá, lo hace sin poner en conocimiento de su decisión al pueblo raso, a las milicias que siempre estuvieron prestas a dar el combate.

    Desde El Trapiche, Bolívar amenaza a Pasto y su gente el 29 de mayo de 1822, cuando le dice Basilio García: “Yo insto a Vuestra Señoría, todavía, Señor Coronel, a que oiga los acentos de la razón y de la justicia para que conjure la negra y terrible tempestad que se va a descargar sobre la infeliz Pasto; tempestad que arrojará más rayos, mas fuegos y estragos que todos los volcanes de los Andes, que con sus bocas infernales vomitan la muerte desde Pasto a Quito…”.

    Días después vuelve Bolívar con sus amenazas a Pasto y su gente, cuando anuncia que: “Tenemos derecho para tratar a todo el pueblo de Pasto como prisionero de guerra, por que todo él, sin excepción de una persona nos hace la guerra, y para confiscarles todos los bienes como pertenecientes a enemigos. Tenemos en fin, derecho a tratar a esa guarnición con el último rigor de la guerra, y al pueblo para confinarlo en prisiones estrechas, como prisionero de guerra, en las plazas fuertes marítimas, y todo ese territorio secuestrado por cuenta del fisco…”

    Al suscribirse el 6 de junio de 1822 la capitulación de Berruecos, Bolívar exclamó: “Esto vale para mí, y es más glorioso que una batalla ganada…”

    Después de los macabros acontecimientos del 24 de diciembre de 1822, donde por órdenes de Bolívar, el general Sucre prácticamente acabó con la ciudad sacrificando algo más de 800 personas, Bolívar llegó el 2 de enero de 1823 permaneciendo hasta el día 14 dejando al mando al general venezolano Bartolomé Salóm con estrictas medidas para acabar con los pastusos, entre ellas aquella de asesinar a sus mejores hombres arrojándolos amarrados en pareja sobre los abismos del río Guitara, testimonio que reconoce el propio Salom cuando en carta que suscribe a Bolívar le dice: “sorprendieron (los pastusos) una contestación del Sr. Comandante Aguirre sobre la remisión de esposas que yo le pedía para mandar asegurar a los que se me presentaran según instrucciones de su Excelencia, y sacaron del Guaitara los cadáveres de dos pastusos, que con ocho más entregué al comandante Cruz Paredes con la orden verbal de que los matara secretamente…”. Este acto criminal lo corrobora Daniel O’Leary, secretario de Bolívar en sus célebres “Memorias” cuando dice: “Prisioneros degollados a sangre fría, niños recién nacidos arrancados del pecho materno, la castidad virginal violada, los campos talados y las habitaciones incendiadas, son los horrores que han manchado las páginas de la historia militar de las armas colombianas…Los prisioneros fueron a veces atados de dos en dos, espalda con espalda y arrojados desde las altas cimas que domina el Guitara, sobre las escarpadas rocas que impiden el libre curso de su torrente, perdiéndose sin eco entre los terribles vivas de los inhumanos sacrificadores y el ronco estrepito de las aguas, los gritos desesperados de las victimas…”; y el general José María Obando, en “Apuntamientos para la Historia”, refiere así este criminal asesinato ordenado por Bolívar: “El coronel Eusebio Borrero, que se hallaba con el general Salóm en Pasto, tuvo el honor de ser preferido para autorizar el sacrificio de 28 víctimas; pero habría sido mucha condescendencia sacrificarlas por los medios conocidos, y de un solo golpe, y se inventó un género de muerte que no tuviese estos defectos. Amarrados espalda con espalda, apenas le era permitido escoger el compañero con que cada uno debía ser sacrificado: catorce matrimonios cívicos fueron precipitados vivos uno en uno desde lo alto del puente hasta los hondos abismos del Guaitara, haciendo penar a los últimos con el espectáculo sucesivo de los primeros. Recuerdo –dice Obando- entre estas víctimas a los respetables vecinos Matías Ramos y don Pedro María Villota, hombres del todo inocentes y pacíficos…”

    Nos falta espacio para traer a referencia un gran número de documentos que reflejan el martirio, el sacrificio, el dolor de la gente de Pasto frente a los crímenes de los denominados próceres de la independencia, concluyamos por ahora con la lapidaria frase de Simón Bolívar cuando desde Potosí en Bolivia escribió el 21 de octubre de 1825:” "Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando aquel país a una colonia militar. De otro modo Colombia se acordara de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos".

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    Fuente:

    Las agresiones contra Pasto.

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    La lectura de libro “Estudios sobre la Vida de Bolívar” del humanista pastuso José Rafael Sañudo, pone al descubierto las atrocidades de los “patriotas” en su paso criminal por Pasto. Leyendo ese libro, se comprende la resistencia de un pueblo al embiste brutal de una independencia no querida. A los héroes de Pasto, por haber vencido en Bomboná “se los cosió por la espalda, alanceados y arrojados ...al vórtice horripilante del Guaítara”. En ese libro se conoce la terrible noche del 24 de diciembre de 1822, la “Nochebuena fastuosa” donde “las manos de Sucre conocieron la vergonzante sangre de sus hermanos pastuosos torturados, vencidos y humillados. Las violaciones y la crueldad con que se enseñaron contra los habitantes de Pasto, obligaron a los pastuosos a defenderse con todo su ardor y valentía en defensa de su propia vida.





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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    El monarquista Joaquín de Caicedo y Cuero.

    Escrito por Enrique Herrera


    Domingo, 25 Enero 2015 19:57







    Joaquín de Caicedo y Cuero, presidente de la Confederación de ciudades vallecaucanas y el norteamericano Alejandro Macaulay, son dos personajes que la historia oficial del país ha pretendido ubicarlos como patriotas, cuando en realidad no lo son, de acuerdo a toda una serie de documentos que trataremos en esta oportunidad al cumplirse 202 años de su fusilamiento en Pasto, por órdenes expresa de don Toribio Montes, Presidente de la Real Audiencia de Quito, según se analizará a continuación.

    El historiador Emiliano Díaz del Castillo, nos ofrece una gran documentación respecto al comportamiento profundamente monarquista de don Joaquín de Caicedo y Cuero en su libro titulado “Testimonio del Acta de Independencia de Cali” que a continuación se trae a referencia.

    En la misiva que suscribe Joaquín de Caicedo y Cuero a Santiago Arroyo de Valencia el 29 de junio de 1810, previene el peligro del dominio francés para lo cual se debe “elegir la forma de nuestro gobierno, atemperándolo a nuestros usos, costumbres y carácter, jurando siempre a Fernando VII y su familia; y que luego, sin pérdida de un momento, se organice en el Reino una Junta Suprema de Seguridad Publica, cuyo principal instituto sea la salud y defensa de la Patria y la conservación de estos preciosos dominios para Fernando y su familia, según el orden prescrito en las leyes. Amigo, bien puede ser que yo me engañe, pero estoy persuadido que el que piense de otro modo, es un traidor. No conoce ni respeta la religión; no sabe estimar la libertad ni la seguridad de la patria…es cuanto podemos hacer por el rey y la patria…”

    En el texto registrado no existe duda cuál es el pensamiento de Joaquín de Caicedo y Cuero respecto a la defensa total y absoluta a Fernando VII y su familia, el no hacerlo es ser traidor, irrespetuoso de la religión, lo ha dicho de manera categórica.

    El 3 de julio de 1810, así arengaba Caicedo y Cuero: “Religión, Rey y Patria son los sagrados objetos que nos han reunido en este día…hollar los sagrados derechos de la soberanía o ser fieles al virtuoso, al desgraciado ungido del Señor Don Fernando VII, objeto de nuestro más tierno amor y respeto…”, razón por la cual el historiador vallecaucano Germán Patiño Ossa, manifiesta: “se llevó a cabo una junta o reunión extraordinaria del Cabildo de Cali y fue aprobada una declaración que, en sentido estricto, nada tiene de Acta de Independencia, como siempre se ha considerado. Por el contrario, ese texto proclama la adhesión a la monarquía española, al Rey Fernando VII y se considera a España como patria de los firmantes. Su presidente fue Joaquín de Caicedo y Cuero, quien nació, vivió, luchó y murió como realista, hasta donde la documentación permite conocerlo. No fue mártir de la independencia, ni mucho menos protomártir…”

    Meses después, cuando integra y preside la junta de las ciudades confederadas del Valle del Cauca para enfrentar militarmente al gobernador de Popayán Miguel Tacón que los había desconocido cuando llamó a conformar la Junta Provisional de esa ciudad, en el acta del 1 de febrero de 1811 se consignó que “la necesidad de su independencia, la de librarse del yugo francés y conservarle estos dominios a nuestro legitimo soberano el Señor Don Fernando Séptimo…”

    El juramento que hicieron puestos de rodillas los compromete a “la defensa de nuestra Santa Religión, sin permitir otra, fidelidad y vasallaje al señor don Fernando Séptimo, nuestro amado soberano y conservar estos lugares para el mismo, sacrificándose gloriosamente por la patria...”, según dice el acta en referencia.

    Joaquín de Caicedo y Cuero sigue los lineamientos que encontramos tanto en el acta del 10 de agosto de 1809 en Quito como la del 20 de julio de 1810 en Santafé de Bogotá, mal llamadas de independencia, donde se consigna el reconocimiento monárquico a Fernando Séptimo, la defensa a la religión católica y la guerra frontal a los franceses en cabeza de Napoleón Bonaparte.

    A la acta del 3 de julio de 1810 donde ciertos historiadores pretenden ponderar como de la independencia de Santiago de Cali, se suma el denominado “testimonio del acta” que el historiador Emiliano Díaz del Castillo encontró dentro de la documentación que heredara de su familia donde se ratifica el profundo amor, respecto y vasallaje del Cabildo caleño presidido por Caicedo y Cuero para con Fernando Séptimo: “A este fin se dirigen sus deliberaciones, al mismo sus acuerdos. Tenga pues, Vuestra Majestad, la bondad de estimarlos como un brote de nuestra fidelidad, como un testimonio de nuestro amor a Fernando, como una precaución necesaria para conservarle las posesiones del Nuevo Mundo, si se pierden las del antiguo. Si llega este caso desgraciado, organícese el Gobierno en estos países, donde no tiene influjo el plan mortífero del usurpador. Vengan los respetables individuos de ese Concejo Soberano, vengan los ilustres españoles, que hayan acreditado su fidelidad en esta época sembrada de sangre, y de todo género de calamidades. Vengan, que los recibiremos con los brazos abiertos, y nos reuniremos todos, proponiéndonos por único objeto la pureza de nuestra Religión Santa, y la felicidad de la Patria, que hemos de conservar a sangre y fuego para el inmortal Fernando Séptimo …”

    Visto a grandes rasgos la actitud monarquista de Joaquín de Caicedo y Cuero en los meses previos a la campaña que va emprender contra Pasto y su gente cuando viene tras las 413 libras de oro al igual que lo hicieron las tropas quiteñas que ingresaron a sangre y fuego el 22 de septiembre de 1811, adentremos en el análisis de los comunicados que Caicedo y Cuero hace llegar al Cabildo de Pasto, donde nuevamente sale a flote su decidido monarquismo a favor de Fernando Séptimo.

    “Yo sé bien que Usted- dice Caicedo y Cuero a Tomas de Santacruz en carta del 13 de septiembre de 1811- y todo ese honroso vecindario (Pasto) han tomado las armas engañados por la más vil calumnia, de que nosotros obramos contra la religión y el Rey…Sé que nos marca con la infame señal de insurgentes y revolucionarios, cuando hacemos alarde de ser fieles vasallos de Fernando VII y de venerar la santa religión que profesamos”.

    En cuanto al norteamericano Alejandro Macaulay, quien también vino agredir a Pasto y su gente con el pretexto de rescatar a Joaquín de Caicedo y Cuero que estaba preso con algo más de cuatrocientos soldados. Incumpliendo el pacto que firmara con las autoridades del Cabildo de Pasto para que se regrese a Popayán con sus tropas y el grupo de presos que se le hizo entrega, pretendiendo burlar el paso hacia Quito es detenido, juzgado y luego ejecutado por ordenes de Toribio Montes en compañía de Caicedo y Cuero y un grupo de oficiales caleños. El verdadero propósito, el objetivo que tenía Macaulay para pasar a Quito no era otro que encontrarse con Claudina Montes, la hija del presidente de la Real Audiencia de Quito Don Toribio Montes, razón por la cual tampoco se lo puede calificar de patriota o promotor de la independencia de España.

    Visto a grandes rasgos pero con contundente documentación se ha demostrado el total y absoluto monarquismo de Joaquín de Caicedo y Cuero al igual que del norteamericano Alejandro Macaulay, ahora traemos a referencia dos artículos de académicos vallecaucanos que coinciden con nuestro planteamiento de desconocer por completo el patriotismo de Joaquín de Caicedo y Cuero y lo ubican como debe ser un simple monarquista, como se entra a demostrar

    El historiador German Patiño Ossa, se refiere así al problema planteado: Cuando esta columna aparece en cercanías del 3 de julio se vuelve un ritual casi obligado: debe controvertir a los malos historiadores que crearon un mito según el cual en Cali se proclamó la Independencia el 3 de julio de 1810.

    Hay que decirlo una vez más: en esa fecha no se produjo ninguna declaración de independencia de España por parte del cabildo caleño y tampoco de su presidente, Joaquín de Caicedo y Cuero. Por el contrario, lo que se reafirmó fue la lealtad a la corona española y al “bienamado” rey Fernando VII, como se puede leer textualmente en el acta que da cuenta de lo sucedido en la sesión extraordinaria de ese día.

    ¿De dónde salió entonces la especie que todos los años congrega a autoridades alrededor de la celebración de una supuesta ‘independencia’, que nunca fue? Del hecho de que la declaración del cabildo de Cali en su sesión extraordinaria del 3 de julio se embolató en el archivo nacional y también a que no se conservó en el Archivo Histórico de Cali, circunstancia que fue aprovechada por algunos aficionados a la historia que, henchidos de amor por su patria chica se la imaginaron como ‘precursora’ de la independencia en Colombia, y se dieron a la tarea de propalar aquella suposición por todos los medios, sin que nadie se atreviera a controvertirlos.

    Como el acta del 3 de julio estuvo perdida 180 años, hasta que el historiador José Tomás Uribe la encontró en el Archivo Nacional y además quienes sostenía la barbaridad de la ocurrencia de un movimiento independentista eran personas respetables agrupadas en la academia vallecaucana de historia, nadie tuvo el coraje de dudar de aquellas afirmaciones estrambóticas, con excepción de este columnista y unos pocos historiadores más.

    Desde luego, cuando apareció el Acta, los sostenedores del mito lo primero que hicieron fue dudar de su autenticidad y pidieron la realización de pruebas técnicas para certificarla. Hechas las pruebas que garantizaban la veracidad del documento, y pese a que pone en evidencia que no hubo tal “grito de Independencia en Cali”, no han tenido hasta ahora la decencia intelectual de reconocer el error en el que incurrieron durante años y continúan propalando falsedades alrededor del proceso de independencia en Cali y el Valle del Cauca.

    Su visión de la historia es clasista y busca entronizar en el panteón de próceres a personajes que pertenecieron al reducido grupo social de hacendados esclavistas, fieles a la corona española y serviles adoradores del monarca español, Y lo siguen haciendo pese a la evidencia documental, que es abrumadora, con una tranquilidad que hace dudar de que estén en sus cabales.

    El Miembro de Número de la Academia de Historia del Valle del Cauca, Cristhian Caicedo de la Serna, se manifiesta así respecto a la falsa independencia de Cali y luego la de Santa Fe de Bogotá, el artículo titulado Grito de independencia del 3 de julio: “El 28 de junio de 1810, en la Casa Consiterial, convocado el Cabildo Extraordinario a petición de Antonio Camacho, Sindico Personero de Cali, éste dice que la Península está “casi enteramente sujeta al yugo francés” y se deben tomar “las providencias convenientes para mantener la seguridad de estos dominios para nuestro rey cautivo que es el ídolo de todos sus vasallos americanos”, si no “el vasallaje, la fidelidad que todos debemos hemos jurado a nuestro legitimo Soberano el Señor Don Fernando VII vendrá a ser del Tirano Usurpador –léase Napoleón Bonaparte- , la patria… vendrá a ser presa de ese hombre particular por sus perfidias y crímenes…si respetamos la sagrada religión, si amamos a Fernando VII, si le queremos conservar libres e independientes estas inmensas posesiones, del dominio del usurpador, es necesario, yo lo repito que despertemos, que abramos los ojos, que no nos dejemos sorprender en la presente inacción…” Este discurso es realista, no de sublevación contra España.

    El 30 de junio de 1810, se celebró en Cali, en él, Joaquín de Caicedo y Cuero manifestó que hemos de conservar estos dominios para Fernando, nuestro joven y cautivo monarca, víctima de los hombres extraordinarios por sus maldades, el infame Godoy que lo entrega y el traidor Bonaparte que lo aprisiona…” A raíz de estas sesiones, se celebró la Junta Extraordinaria del Cabildo de Cali el 3 de julio de 1810- QUE A ALGUIEN LE DIO POR LLAMAR DE INDEPENDENCIA DE SANTIAGO DE CALI, LO CUAL ES UNA BARBARIDAD- en esta junta del 3 de julio, dijeron que España estaba perdida y se tenía “el próximo riesgo de ser esclavizada por el tirano Napoleón y reducida a su obediencia …en consecuencia reflexionado los señores del presente congreso los males e irreparables daños que puedan venir a estos dominios acordaron: se le presente al Consejo de Regencia la debida obediencia como el Tribunal en que se ha depositado la soberanía se le preste por esta ciudad el juramento de obediencia y homenaje como a nuestro Rey y Señor Natural…Que viniendo de España los vasallos fieles, hagan un mismo cuerpo con nosotros, como que todos tenemos iguales obligaciones de religión, vasallaje y patriotismo, jurando conservar estos dominios y defenderlos a sangre y fuego para Fernando VII y su familia…Que se pida al Virrey – Amar y Borbón la convocatoria e instalación de una junta Superior de Seguridad Publica en aquella capital – en Santa Fe de Bogotá-, cuyo principal instituto sea la salud y conservación de la patria y de estos preciosos dominios para Fernando VII y su familia…” Esta junta Superior de Seguridad Publica, es la se crea e instala en Santa fe de Bogotá el 20 de julio de 1810 y cuya acta se conoce apócrifamente como de independencia- En consecuencia de todo, puestos de rodillas los señores que asistieron al presente congreso- el de Cali- delante de la imagen de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado, juraron por él, la Santa Cruz y sobre los Santos Evangelios, de prestar obediencia y homenaje de fidelidad al Consejo de Regencia en representación del Señor don Fernando VII, firma el acta entre otros don Joaquín de Caicedo y Cuero.

    El acta del Cabildo de Cali de 3 de julio de 1810, de MANERA ABSURDA, ha sido declarada por historiadores como de independencia de Cali, cuando es de fidelidad a Fernando VII, de prepararse a defender estas tierras para el Monarca Español y no dejar que usurpador Bonaparte se apodere de ellas, para lo cual los caleños, están dispuestos a luchar hasta derramar la última gota de sangre por defender la Patria Española. Decir lo contrario es magna ignorancia.

    Es falso que dicho 20 de julio de 1810 se dio nuestro grito de independencia de España. Afirmarlo es farsa que durante más de un siglo han incrustado en el cerebro de la juventud, cándidos maestros e historiadores y libros fanáticos, tendenciosos, que han corrompido la historia hasta mitificarla, engañando a un pueblo crédulo. Se trató, como en España, de combatir el yugo francés a través de juntas de gobierno en ciudades o regiones, que no querían hacer parte de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino. Estas juntas, de las ciudades españolas y americanas, como la Central de Cadiz, eran realistas.

    Dice la mal llamada Acta de Independencia Nacional del 20 de julio de 1810, que los cabildantes santafereños juraron así: Puesta la una mano sobre los Santos Evangelios y la otra formando la señal de la cruz, a presencia de Jesucristo Crucificado, dijeron: Juramos por el Dios que existe en el cielo, cuya imagen está presente y cuyas sagradas y adorables máximas contiene este libro, cumplir religiosamente la Constitución y voluntad expresada en esta acta acerca de la forma de gobierno provisional que ha instalado; derramar hasta la última gota de nuestra sangre por defender nuestra Sagrada Religión, nuestro amado Monarca Don Fernando VII y la libertad de la Patria.

    En esta acta del 20 de julio, está probado que se juró defender el Nuevo Reino, del dominio de Francia; de dar hasta la vida y derramar hasta la última gota de nuestra sangre por la religión católica, apostólica y romana, por la Patria y por el Rey de España y de América, el Amado Fernando VII; es demostración perfecta que el grito de independencia es un disfraz fijado en la mente de varias generaciones de colombianos, al negarse a aceptar la verdad. Nuestra guerra de independencia, fue la misma guerra de la península y sus dominios: quitarse de encima el yugo francés, lograr nuestra libertad de Francia. Eso es lo que en verdad histórica celebramos alborozados el 20 de julio de cada año. Eso es lo que hay que rectificar para que los colombianos no sean embaucados desde temprana edad; para que los ciudadanos en general, sean conscientes de la realidad histórica, para que se encuentren con una nueva patria libre de falacias, de mitos y leyendas que se parecen a las victorias de don Pelayo…”

    Son interesantes apartes del artículo escrito por el historiador vallecaucano, Cristhian Caicedo de la Serna, miembro de Número de la Academia de Historia del Valle del Cauca.



    ___________________________

    Fuente:

    El monarquista Joaquín de Caicedo y Cuero.

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Con todo y faltas de ortografía y sintaxis extraña, resulta interesante lo que dice.



    PASTO CIUDAD SOÑADA

    3 de febrero de 2012 ·

    ..

    POR QUE LOS PASTUSOS ODIAN TANTO A SIMÓN BOLIVAR?

    Un Seguidor de la página, ante todos los artículos de Historia publicados aquí manifiesta en sus palabras escritas:

    "Conosco la historia de Pasto y no se por que su odio al libertador. Razon tenia Bolivar de no querernos, fuimos la unica ciudad que se opuso a la independencia de España. Pero comprendo a nuestros ancestros por que no conocian la esencia de la libertad, solo creian en las doctrinas de la religion y en el rey y por ende ir en contra de este era estar en contra de Dios y temian su castigo. La iglesia dominaba la economia y la politica e ese tiempo y aun se evidencia este fenomeno sino quienes son los dueños de tierras y fincas que circundan a Pasto, los gesuitas. reconosco la lealtad y pujanza de Agualongo pero no comparto su idea. Enaltezco al libertador Simon Bolivar por su inteligencia y su amor por la patria libre y soberana. La memoria de Bolivar vive en el corazon Colombia y Latinoamerica"

    Y se Responde de la siguiente manera:

    La libertad todos la queremos, pero la verdad es que los Métodos y otros fines de quienes eran beneficiarios extranjeros y nacionales de Bolivar era lo mas reprochable desde esos momentos hasta la actualidad. Basta buscar sobre la "historia del desarrollo Agrario en Colombia desde la independencia hasta la fecha", para darse cuenta, que esa libertad en la que murieron tantos pastusos y otros latinoamericanos de pueblo razo, no fue solo una ficción, pues los grandes latifundios, a través de los cuales se hacia la real exclavitud pasaron de mano de los nobles, descendientes de Guerreros de España, a los nuevos nobles Guerreros - Grandes Militares de Bolivar, muchos de ellos mercenarios Ingleses, que peleaban por NEGOCIO. Sino miremos ha tantos seres de raza negra que pelearon por esta libertad y DOSCIENTOS AÑOS después en la Costa Pacífica viven en la pobreza mas grande. Se quedaron con algo? No. Todo fue para los Grandes. Si ganaron su libertad, pero en las condiciones mas deplorables.

    Y los GRANDES LATIFUNDISTAS No eran solo la Iglesia, era en su mayoria MILITARES, que trasmitieron sus propiedades a descendientes, hoy lo nuevos ricos, lo nuevos grandes empresarios, con dinero para seguir influenciando la vida y destinos políticos actuales.

    Aquellos altos rangos fueron los beneficiados con las adjudicaciones de Bolivar, no esos soldados que realmente hicieron todo.

    La verdad es que esa libertad es una ficción, que cuando uno pregunta a los abuelos que aún sobreviven, dan datos para espantarse. Cuando mires a un viejito de esos del campo, de esos que como obreros construyeron la estructura de la ciudad, obtendrás datos de como los grandes nuevos latifundistas, militares de Bolívar también abusaron de sus abuelos.

    Hace un año hablaba con un de estos personajes y me decia que su abuelo había trabajado en la hacienda de Nueva Aranda, y decia, que en tiempo de la nueva República, que su padre no podía trabajar o pasarse a la hacienda vecina, por que estaban autorizados moralmente sus patrones incluso a darle muerte. Yo pregunto, disponer de la vida de un trabajador de esta forma no es otra cosa que esclavitud en extremo?. Estos trabajadores eran llamados "peones con cierto", que eran de quienes se disponía de esa manera.

    Este viejo, contaba que su padre fue sacado de Tuquerres, tierra de los Pastos, como así se hizo con muchos otros, y esta tierra llamada por muchos de Quillacingas se mezclo al igual con la sangre hispaana y creo una sola nueva raza, "EL PASTUSO ACTUAL". Si esos fueron lo esclavos de esta República de Bolivar.

    Hoy el hijo de este "peón con cierto" es un anciano, que tiene la ventura de contar esta realidad que no aparece en los libros.

    BUSQUEN A SUS ABUELOS, A ESOS ANCIANOS QUE ANDAN POR AHÍ. SON LIBROS VIVIENTES, LÉANLOS Y REGISTREN LAS CRÓNICAS CONTADAS DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN ANTES QUE SE MUERAN Y SE PIERDAN PARA SIEMPRE




    ___________________________

    Fuente:

    https://es-es.facebook.com/pastociud...50648863586257

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    El otro ataque republicano. La batalla de Genoy

    Escrito por Enrique Herrera


    Lunes, 02 Febrero 2015 22:14






    Fotografía: Miguel López




    La población de Genoy, la cual se ubica en las que bien podríamos calificar como goteras de la ciudad de Pasto, tiene para orgullo y valor de su gente, todo un compendio de historias que hacen del pintoresco lugar un sitio de gran atracción turística no únicamente por sus paisajes sino porque en la actualidad las gentes de la región se han preocupado por brindar especiales platos típicos para degustar particularmente en fines de semana. El 2 de febrero de 1821, tuvo ocurrencia una batalla donde salieron triunfantes sus gentes. Será el tema a tratar en esta oportunidad, pero antes vamos a conocer algunos aspectos históricos de este importante corregimiento del municipio de Pasto.

    Genoy, pintoresca y bucólica población del sector rural del municipio de Pasto que se ubica a escasos doce kilómetros de la ciudad capital del departamento de Nariño, remonta su existencia a tiempo que se pierde en los anaqueles de la historia cuando aún el paso avasallador del conquistador hispano no asolaba con la emblemática cruz y la afilada espada doblegando tribus y poblaciones del nuevo territorio conquistado.

    Sus primitivos pobladores, asentaron su ilusión, se enamoran del paisaje, se acogieron al caudal de sus quebradas, para sin temor, convivir respetando la montaña que muchas veces ha anunciado con expresivo lenguaje su existencia. Lo ha hecho en la mañana clara y despejada, en la tarde de brumoso día, en la oscura soledad de una noche sin luna o por el contrario cuando Selene o la Kuilla se asoma y brilla con todo su esplendor. Es el volcán, es el cerro de acuerdo a la denominación de los mayores sin que tenga un nombre en especial. Es la montaña sagrada de los quillacingas. Es el volcán de La Galera como lo bautizará el padre ecuatoriano Juan de Velazco a partir de la publicación en 1844 de su libro Historia del Reino de Quito, y lo es también el Urcunina, la montaña de fuego según registro poético del bardo pastuso Carlos Augusto Guerrero Orbegozo en su épico poema que titula “Rumipamba o el amanecer de un pueblo” que termina de escribirlo el 25 de octubre de 1951 en México, después de haberlo iniciado el 12 de diciembre de 1943 en Pasto.

    En efecto, ya lo hemos identificado con el sonoro nombre de Volcán Galeras como hoy todo el mundo lo conoce, es nuestro volcán, la montaña tutelar de la región, la que se yergue a 4272 metros sobre el nivel del mar mostrando toda su majestuosidad que en un tiempo atrás, cuando aún el calentamiento de la tierra no se había manifestado, su cresta, su cima estaba cubierta de nieve, semejando un gran pez recostado con su lomo fulgurante frente a la brillantez de los rayos luminosos del sol, hoy en día de cuando en vez, si ha llovido y la heladés es penetrante, todavía se puede apreciar esa imagen de esplendor que hace parte del pasado.

    Los Genoy, curtida raza de una población que se siente orgullosa de su pasado, conserva sus tradición y cultura, la exalta, la asimila y da a conocer con sus cantores, con sus artistas, con la gente del común y corriente que brinda amabilidad, cortesía, amistad y gran cultura para con el forastero que disfruta de todo cuanto bello tiene y presenta la región más próxima al Galeras.

    Hasta el año de 1568, Genoy era la puerta de entrada para la ciudad de San Juan de Pasto de acuerdo a planteamiento que hace el historiador José Rafael Sañudo en “Apuntes sobre la historia de Pasto”, cuando al hablar sobre el camino que venía de Popayán refiere en su trayecto a El Patía, El Pueblo de la Sal hoy Taminango, El río Caliente o Juanambú cruzado o atravesado por Guambuyaco para llegar al Tambo y ascender hasta Mombuco hoy La Florida, pasando por Chaguarbamba hoy Nariño para continuar por Genoy y llegar finalmente a Pasto. La defensa que hacen los Abades de sus tierras, obligaron a los pobladores españoles de Pasto que habían establecido en el sector del Peñol su epicentro para explotar las minas de metales preciosos a buscar una nueva ruta para el norte y así se hizo por órdenes del Capitán Día Sánchez de Narváez cuando se trazó y construyó por el sector del Calvario remontando la cima de Tacines, Cebollas, Chacapamba hoy Villamoreno, Ortega y cruzar el Juanambú por el sector colindante con La Cañada, pasando por Berruecos hasta La Venta hoy ciudad de La Unión.

    Para el año de 1559, se registra a Genoy como Encomienda del conquistador y poblador español don Hernando de La Espada. El 3 de abril de 1573, el capitán y Regidor español Juan Rosero, solicita al cabildo de Pasto “se le haga entrega de diez fanegadas de tierra para sembrar, en la llanada de Genoy, que está junto a Jatacanza la quebrada al medio; los dichos señores le proveyeron las dichas diez fanegadas como lo pide, sin perjuicio de otro tercero que mejor derecho tenga, y le mandaron dar título y testimonio de ello”, según describe el acta del cabildo de Pasto en referencia.

    En 1975, se crea el Corregimiento de Genoy con la expedición del Acuerdo 021 del Concejo de Pasto, comprendiendo dentro de su jurisdicción a sectores como: El Edén, La Cocha, Pullitopamba, Aguapamba, Castillo Loma, Nueva Campiña, Chaguaryaco y Bellavista, entre otros

    Descrito a grandes rasgos una síntesis monográfica de Genoy, entraremos a continuación a analizar el porqué del día 2 de febrero de 1821, las gentes de Genoy tuvieron que afrontar con el respaldo de las de Pasto una nueva incursión militar de los ejércitos republicanos, esta vez al mando del general Manuel Valdez, quien era responsable de la línea del río Mayo, donde tenía su campamento y donde recibió la orden de Parte del general Francisco de Paula Santander para avanzar cuanto más pueda, según lo había dispuesto el general Simón Bolívar desde ciudad Trujillo en Venezuela. He aquí entonces cuales son los pormenores de este acontecimiento histórico.

    Luego de una sangrienta confrontación entre las tropas de Pablo Morillo y las que estaban bajo el mando de Simón Bolívar en Venezuela, se acordó por parte de los dos contrincantes celebrar un armisticio en la ciudad de Trujillo quedando comprometida la suerte de las gentes del sur, concretamente las de Pasto. El general Manuel Valdés, responsable del Comando Sur, recibe la orden de avanzar cuanto más pueda hacia el Sur hasta cuando lleguen los comisionados por Bolívar y Morillo para acordar lo pertinente,

    Este tratado debía durar seis meses y extenderse a toda Colombia, conservando cada parte del territorio que ocupaba, cuyos límites se expresaron por lo tocante a las Provincias de Venezuela. Respecto de la Nueva Granada, se acordó enviar comisionados de ambas partes, a fin de que fijaran las líneas de demarcación. Las partes tomaron la determinación de comisionar al coronel Antonio Morales a nombre de Bolívar, y al teniente coronel José Moles delegado de Morillo para que den cumplimiento al pacto de respetar y acoger como propio el territorio donde se encuentren con las tropas acantonadas ya sean españolas o republicanas. Esta situación tan apremiante fue la que obligó al general Manuel Valdés que tenía sus tropas antes del río Mayo, organizar precipitadamente una marcha que lo condujera lo más lejos posible de avanzar así sea “que no tuviese más fuerzas que sus edecanes” según quería Bolívar.

    El general Manuel Valdés esperaba triunfar y pasar sobre Pasto para ubicarse mínimo a orillas del río Guiatara donde tendría lugar el encuentro con los dos comisionados, siendo derrotado como ya se ha visto en los peñascos de Genoy.

    El 2 de febrero de 1821, la derrota del ejército republicano al mando del general Manuel Valdés en Genoy fue contundente, desastrosa, absolutamente gloriosa para las tropas de milicianos pastusos que ubicados estratégicamente entre las rocas y barrancos de la parte alta del sector dieron buena cuenta de los batallones Cundinamarca, Cauca, Neiva, Guías de Apure y El Albión integrado por mercenarios ingleses. El desorden fue tal que como bien dice el general republicano Manuel Antonio López: “Cuando nuestra vanguardia llegó al pie de la Loma de Genoy, se encontró con todas las tropas enemigas parapetadas detrás de los barrancos y las piedras, y, sin una disposición preliminar del general Manuel Valdés, empezó el ataque por el centro; la mayor parte de nuestros soldados se habían atrasado en una marcha forzada casi a la carrera; los que iban llegando entraban en combate sin atender a que cuerpos se unían; los del Cundinamarca se mezclaban con los del Neiva, los Neiva con los del Cauca, los del Cauca con los del Cundinamarca, y nadie pensaba sino en hacer fuego sobre el enemigo…En esta mal dirigida acción, perdimos veinte oficiales, entre los cuales recuerdo como más conocidos míos al Teniente Coronel Lucas Carvajal, al capitán Isidoro Ricaurte, a los tenientes Pedro Vélez, José Barea y Juan José Rebolledo, de Popayán; a los subtenientes Castro y Benjumea, algunos ingleses del Batallón Albión, y saliendo herido el subteniente Hermenegildo Correa…El general Valdés huyó con la caballería, y nuestra infantería emprendió la fuga en dispersión”

    El relato que hace el general José Antonio López es muy descriptivo sobre la Batalla de Genoy aquel 2 de febrero de 1821. El número de prisioneros llevados a Pasto también es considerable y hubiesen sido fusilados si no llegan de manera oportuna los comisionados por Pablo Morillo y Simón Bolívar después del denominado tratado de Trujillo que fue firmado el 26 de noviembre de 1820. “Las bases de este convenio santo y filantrópico- dice el historiador José Manuel Restrepo - fueron propuestas por los comisionados de Colombia y adoptadas con pequeñas modificaciones por los de España. Estipulóse la conservación, buen tratamiento y canje de los prisioneros de guerra; que los desertores de las banderas de una parte que se aprehendieran sirviendo bajo las de la otra no podrían ser castigados con la pena capital, y tampoco los conspiradores o desafectos; que se trataría muy bien y se respetaría a los pueblos que fueran ocupados alternativamente por las tropas de los dos Gobiernos; en fin, que se enterraran o quemaran los cadáveres de todos aquellos que murieran en los campos de batalla…”

    Los citados comisionados de Morillo y de Bolívar encontraron a las tropas derrotadas de Valdés en predios de El Trapiche, hoy ciudad Bolívar en el Departamento del Cauca. Los acompañaba el general Antonio José de Sucre que venía con la orden de asumir el mando del Comando Sur en reemplazo del general Valdés. Protocolizados los acuerdos, siguieron los comisionados hacia Pasto para tratar lo pertinente con las autoridades de la ciudad

    El historiador Sergio Elías Ortiz, refiere así el trascurrir de los delegados plenipotenciarios de Pablo Morillo y Simón Bolívar: “Los comisionados Morales y Moles oficiaron a don Basilio desde La Venta en el sentido de notificarle el armisticio para que inmediatamente suspendiera las hostilidades y se les proporcionaran las garantías suficientes a ellos para continuar su viaje a Pasto, sembrado como estaba el trayecto de milicianos en son de guerra a muerte. La ciudad victoriosa nada quería saber de tratados, ni de comisiones, pues estaba soliviantada y en permanente agitación callejera, ante las noticias de los pactos celebrados por los jerarcas de la guerra que ella no estaba al cabo de entender, y menos apreciar en su justo significado. Los comisionados, que no las tenían todas consigo, entraron a la ciudad el 10 de febrero, acompañados de un batallón de pastusos armados, de don Basilio García, que hacía de gobernador comandante general, de varios oficiales españoles.....que salieron a recibirme, dice el coronel Morales, del cabildo y del clero. Las calles estaban cubiertas de un inmenso pueblo que gritaba sin cesar: "¡Viva nuestro rey don Fernando VII!" Una monja gritó: "¡Mueran los insurgentes!" y lo mismo hizo una mujer del bajo pueblo. Este estaba lleno de desconfianza de mi mensaje y en una grande fermentación que se traducía bastante a pesar de activas y prudentes medidas que para sofocarla había tomado de antemano don Basilio y de las públicas exhortaciones de su ilustrísima». Con precauciones y todo, la exacerbación de ánimos continuó al día siguiente porque el pueblo no creía en la buena fe del mensaje de paz de los comisionados pues que el archivo cogido a Valdés revelaba planes del gobierno de Colombia que no estaban en concordia con los ajustes del tratado y así no podía tenerse absoluta confianza en él, no obstante que las autoridades españolas, ponían a la vista de todos los documentos auténticos y de que unos de los tales comisionados era netamente español, enviado de Morillo. En vista de la situación, don Basilio se dirigió al público en una alocución en que se invitaba al pueblo de Pasto a descansar en el gobierno que tenía el cuidado de la conservación de todos y de mantener en su fuerza y vigor los derechos del rey y por lo tanto se pedía al vecindario que cesara de reunirse y se retirara a sus casas a descansar y cultivar sus heredades, sin temor de que los enviados hubiesen venido de mala fe, pues en ese caso el gobierno no les habría dado entrada al territorio, y antes sí les habría apresado y castigado su intriga; pero estando él, como comandante de armas y gobernador de la Provincia satisfecho de lo contrario, pues tenía a la vista los oficios y firma del general Morillo, que conocía muy bien, lo mismo que la de su secretario Caparros, les pedía que descansasen en las operaciones y medidas del gobierno que en todo deseaba el mayor beneficio y felicidad.

    El historiador José Manuel Restrepo, dice al respecto: “El general Sucre estableció su cuartel general en El Trapiche, y comenzó a reorganizar la División. Morales y Moles siguieron a Pasto. Al entrar en esta ciudad semibarbara hubo verdadera conmoción de sus habitantes, que no querían recibir a un jefe insurgente, ni aceptar el armisticio, lo que puso en riesgo a los comisionados. Fueron necesarios todo el influjo del Obispo Jiménez y de Don Basilio García para persuadir a los pastusos que conformaran con el armisticio. Admitiose este al fin y se convino en que El Mayo fuera la línea divisoria, quedando por el Rey la orilla izquierda de este río y la derecha por Colombia. En consecuencia, los jefes realistas mandaron desarmar las guerrillas de Patía, y sus habitantes entablaron comunicación pacificas con los de Popayán. Esperabase que con el trato frecuente algunos ilusos depondrían su odio fanático y envejecido contra la república.

    Habiendo celebrado este arreglo los comisionados continuaron su viaje a Quito. El Presidente Aymerich los mandó tratar muy bien por todos los pueblos del tránsito. Le hizo un magnifico recibimiento en la capital, y los numerosos patriotas de aquella ciudad aumentaron la pompa y la fiesta por obsequiar al representante de Bolívar. Aymerich confirmó la línea de demarcación en el Mayo y lo demás que se había hecho en Pasto.


    __________________________

    Fuente:

    El otro ataque republicano. La batalla de Genoy

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    La historia de Agustín Agualongo

    Escrito por Enrique Herrera

    Domingo, 30 Agosto 2015 14:38







    Hace 235 años, concretamente el 25 de agosto de 1780, nacía en Pasto, el caudillo Agustín Agualongo Sisneros, quien de simple miliciano cuando se inscribe en 1811 para defender a su ciudad de las agresiones que va a ser objeto por parte de los ejércitos que tanto del norte como del sur pretenden destruir, fue adquiriendo sus títulos militares hasta alcanzar el de Brigadier General de los Ejércitos del Rey. Analizaremos cuales son los conceptos que varios importantes historiadores de Colombia y Ecuador emitieron a favor de nuestro valor y orgullo de un pueblo como hemos considerado a Agustín Agualongo.

    Los siguientes son apartes del libro “Agualongo Valor y Orgullo de un Pueblo” de autoría de Enrique Herrera Enríquez hablando del nacimiento del prócer pastuso: “Fuertes vientos impregnados de frío que presurosos bajan desde las colindantes montañas vecinas al valle de Atriz, caracterizan en general la temporada de agosto en el placido recinto de la histórica San Juan de Pasto que se extrémese y convulsiona en los albores de la década de 1780, no solo con el habitual periodo ambiental de la época, sino frente a la nueva tributación que se augura implantar por parte del gobierno español ante la guerra que libraba contra Inglaterra que para aquel entonces cumplía algo mas de un año.

    En Ullaguanga, bucólico lugar poblacional de la ciudad, cercano al sector denominado río Blanco en predios del caudal cristalino del Pasto, la familia Agualongo Sisneros, está presta a recibir un nuevo hijo que tanto Manuel como Gregoria al igual que toda la familia en general y los vecinos más cercanos esperan ansiosamente para acogerlo con gran beneplácito esperando darle un nombre acorde con el calendario católico cristiano según disposición y costumbre de las gentes de aquel ayer que poco a poco se ha ido diluyendo para dar paso a nuevas identidades de la modernidad actual.

    En altas horas de la madrugada del 25 de agosto de 1780, los dolores de parto de Gregoria Sisneros Almeida se hacen más dramáticos como preámbulo del nacimiento de nuevo hijo de Manuel Agualongo quien preocupado por el estado de su esposa ha salido en búsqueda de la partera para que atienda el nacimiento de su vástago. Las horas pasan y la angustia es cada vez más impaciente, el penetrante frío acompañado de fuertes vientos que traspasa umbrales, puertas y ventanas de la soñolienta ciudad, cala los huesos, hace estremecer el cuerpo provocando tomar una taza de café o un tinto con aguardiente que alivie en algo la expectativa del momento.

    En medio de la angustia, la impaciencia y los vientos fríos de aquel agosto, se escucha el llanto de la nueva criatura que retumba cual si fuese trueno del relámpago destellante en el volcán tutelar de la ciudad cuando éste se encuentra en plena reactividad y ahora presenta un magnifico espectáculo con su cima cubierta de temprana nieve, resplandeciente ante la luz estelar de la mañana. ¡Es un varón! ¡Es un varón! Alguien grita. Si, en efecto, los Agualongo Sisneros cuentan con un varón que sin lugar a dudad da gran alegría en general a la familia, particularmente a Manuel, que como hombre siente complacer la continuidad de su estirpe con su particular apellido.

    Tres días después, el 28 de agosto, cumpliendo con el ritual de los católicos cristianos del ayer, el recién nacido fue llevado y presentado ante el altar de la Iglesia o Templo Matriz de San Juan Bautista de Pasto para que sea bautizado por el padre Miguel Ribera, quien seguramente como era costumbre de la época propuso el nombre de AGUSTIN haciendo honor al santo patrono que se festeja en este día. A la madrina de bautizo de Agustín Agualongo Sisneros, doña Catalina Pérez se le advirtió el parentesco que contraía al igual que las obligaciones que adquiría para con el ahijado...”

    El nombre de Agustín Agualongo despierta controversia entre quienes sin conocer su historia lo atacan, le indilgan las vicisitudes del pueblo de Pasto, insultan y denigran por la valerosa actitud que tuvo frente a las milicias pastusas en las confrontaciones con Simón Bolívar y sus generales, cuando se pretendía acabar con Pasto y su gente; en tanto, quienes hemos profundizado en el conocimiento de la historia de la vida militar del Coronel de Brigada Agustín Agualongo, lo defendemos y respetamos el valor y orgullo de pastuso que siempre enarboló cuando nuestra ciudad y en general la región fue objeto de los execrables crímenes que casi terminan con Pasto y su gente, no en vano el general Simón Bolívar decía desde Potosí a Santander el 21 de octubre de 1825: “Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando aquel país a una colonia militar. De otro modo Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aún cuando sea de aquí a cien años, por que jamás se olvidaran de nuestros estragos…”

    Esta situación nos ha llevado a una investigación de carácter histórico para que conozcamos cual ha sido y es el criterio que ha despertado la vida militar de un guerrero como lo fue Agustín Agualongo.

    José María Obando, antiguo compañero de lucha y quien capturó al caudillo popular pastuso, dice: “Agualongo había sido demasiado grande en su teatro, tanto por su valor y constancia, como por la humanidad que había desplegado en competencia de tantas atrocidades ejercidas contra ellos. Yo pude haber manchado mis manos con la sangre de aquellos desgraciados en un tiempo en que era mayor el lucimiento cuanto era mayor la matanza; pero no quise igualarme a los barbaros que hasta hoy se jactan de haber bebido el hombre rendido”

    “Agualongo no debe estudiarse ni analizarse solamente desde su faceta como realista-dice el Presidente de la Academia de Historia del Cauca, Edgar Penagos Casas- Fue el signo de una región olvidada, de una raza bravía y valerosa, de un pueblo dominado y engañado a través de los siglos y que otrora fuese dueño absoluto de todo un continente…Cabría preguntarse si Agualongo no fue acaso un visionario al pensar que la verdadera liberación de un pueblo estaba muy lejos de realizarse con nuestra gesta emancipadora. Tal vez hoy nuestro indio esté hoy más sometido y más esclavizado y más cercano a desaparecer de la América que por muchos siglos estuvo bajo su señorío…Para los historiógrafos modernos, el tema del análisis sociológico del fenómeno Agualongo es apasionante. Ese hombre pequeño, rudo y de gran inteligencia llego a constituirse en el símbolo de la resistencia y de la lealtad de una raza que secularmente ha sido objeto del engaño y las promesas del dominante de turno….”

    Para el connotado escritor ecuatoriano Juan Montalvo: “Agustín Agualongo era un famoso caudillo, griego por la astucia, romano por la fuerza de carácter”.

    El destacado hombre publico pastuso don Franco Jesús Apraez, manifiesta: “Blanco o mestizo, indio o español, hijodalgo o gañan- muy poco nos importa- El General Agualongo encausó y dignificó hasta el heroísmo en épocas amargas, el honor pisoteado del pueblo pastuso. Fiel a su raza y leal a sus ideas, Agustín Agualongo, cumplió la misión sagrada de lavar con sangre las afrentas de un pueblo subyugado”.

    El historiador Sergio Elías Ortiz dice respecto de Agualongo y el pastuso de ayer: “En este momento decisivo en la historia de la ciudad, se revelo el alma antigua que dormía en cada pastuso. Reaccionó la sangre del Cid, pura o mezclada con la de primitivo indígena, y produjo ese tipo combativo, tenaz, sufrido, astuto, valiente hasta la temeridad, que como combatiente fue la desesperación de sus contrarios; un pueblo de soldados donde hasta las mujeres y los niños combatían con heroicidad nunca vista…”

    El historiador ecuatoriano Roberto Morales Almeida, dice: “Agualongo supera la miseria mortal conduciendo a su pueblo a vencer o morir por lo que creía deber único y sagrado. La historia nos dice cómo en Ibarra, Bolívar y Agualongo se miraron de potencia a potencia, debiendo el libertador emplear todo el dinamismo de su genio para eclipsar al indio realista que tremolaba reciamente el bicolor frente al tricolor de Colombia”

    El Maestro Ignacio Rodríguez Guerrero, afirma: “En Agualongo se cristaliza por modo magnifico las mas raras virtudes humanas, la lealtad sin vacilaciones, en todas las circunstancias, la hidalguía y generosidad con el adversario vencido. Prefirió la muerte a vivir con deshonra. Murió sin vendas de frente al sol: “Firme como su tierra y su estirpe”.

    Agustín Agualongo, el miliciano, el coronel, el General de Brigada, titulo este que concediera de manera póstuma el gobierno español a nuestro caudillo, ha sido estudiado y seguirá siéndolo para nuestro orgullo de pastusos, encontrando que cada vez que se investiga el trajinar militar del líder pastuso en defensa de su pueblo, frente a las agresiones de que fuimos objeto desde 1809 hasta su muerte en 1824, siempre fue el brazo de Agustín Agualongo el que evitó que desaparecieran a Pasto y su gente, como se analizara en su oportunidad.

    Manuel José Castrillón, testigo presencial del fusilamiento de Agualongo se refiere así al acontecimiento: “el caudillo pastuso murió como un valiente y que explicó muy bien a cuantos lo visitaron en la cárcel, que él no se consideraba criminal porque había hecho la guerra sosteniendo la causa de sus convicciones; llenando una labor de conciencia; que el no era un traidor al gobierno republicano porque no lo había reconocido, ni lo había jurado y que como prisionero, debía gozar de las garantías que habían regularizado la guerra. No obstantes estas razones, que eran justas y que debían haberse apreciado en su justo valor, fue fusilado …Tal vez este hombre, hubiera sido útil a la patria, si se lo hubiera iniciado en las doctrinas de la democracia, porque manifestó hasta su muerte que era digno de consideración, con un dignidad heroica que no era compatible con su educación. La patria nada ganó con la muerte de un hombre que, alejado del foco de sus opiniones, más tarde hubiera sido de provecho para la causa pública. La patria se libró de un enemigo astuto, entusiasta en su partido y valiente, cuyo prestigio impedía el sosiego público y el afianzamiento del orden legal, pero el medio de que se la ha hecho mérito para deshacerse de él, fue indigno, principalmente para la causa de la libertad y de la filosofía. Parece que Pasto estaba condenado a que se ejecutaran actos vandálicos, los más execrables que ocurrieron en aquella época, dirigidos por funcionarios públicos que debieran acatar las garantías sociales, dar valor moral a nuestras instituciones y buena fe de los representantes del gobierno. Se fusiló al valiente Agualongo y a tres de sus compañeros, creyendo falsamente que poner fuera del dominio a unos hombres fanáticos por sus convicciones, se destruiría el mal. Error funesto! Sangre no produce otro efecto que crear nuevos prosélitos y el patíbulo nunca sirve para corregir delitos y mucho menos para terminar cuestiones políticas. Más bien es lección objetiva que se da al pueblo, para aprender a matar, porque las ejecuciones se traducen en asesinatos judiciales. Las victimas que se sacrifican en los patíbulos se consideran mártires de sus doctrinas y atraen más bien la conmiseración de los espectadores que su antema y la maldición. Los patíbulos desmoralizan más bien que corrigen los delitos. Y en efecto, la pena moral no la sufren los que mueren, sino los que observan. Maldición eterna a los patíbulos…”

    Alberto Miramón, hace la siguiente comparación: “Ricaurte y Agualongo…Pueden darse imágenes más violentamente opuestas, y, al propio tiempo, más estrechamente unidas en la decisión heroica de servir a sus respectivos pendones, que la del joven santafareño que en un colina venezolana, hace volar el parque, cuya custodia le había sido confiada y se inmola a su causa, con la del intrépido pastuso (Agualongo), que rompe la promesa del indulto para no mancillar su fe jurada, aunque ya estaba definitivamente perdida la suerte de ella…¿Conservar la existencia a trueque de cambiar de bandera y entra al servicio de sus enemigos de la víspera?” Agualongo no sabe de esas jugadas cobardes e indignado rechazó semejante propuesta. El no era tránsfuga, uno de esos seres acomodaticios a quienes vivir es lo que más importa. Casi pide la muerte, porque lejos de los suyos, vencido, inerme, comprende que sólo ya ella puede liberarlo. Nunca como entonces se presentó aquel hombre cual autentico arquetipo de la tierra, es esa provincia turbulenta y sufrida a la que ni la clemencia podía vencer, ni el rigor intimidar, al decir de Daniel Florencio O´Leary.

    Los agentes de la república no podían ofrecer más, ni debían seguir dilatándose en el cumplimiento de la sentencia: comprendían que sus reflexiones eran inútiles, que sus halagos se romperían contra la fortaleza de aquel corazón, como la vana hermosura de la ola contra el arrecife, y fue preciso ordenar su fusilamiento.

    El historiador payanes A.J. Lemos Guzmán, se hace esta pregunta: ¿Debió fusilarse a Agualongo?, y responde:

    “Militarmente quizás si; pero esa vida algo valía, era respetable, el hombre tenia dimensiones heroicas, simbolizaba una viva raíz de nuestra estirpe y no era el traidor, sino simplemente un rebelde convencido, con el revoltillo, en la mente inculta, de ideas políticas atrabiliarias y exasperados sentimientos religiosos, don Juan Montalvo lo exalta, y su nombre aún vive, tal vez se merecía la clemencia, y mas que todo por que no fue sanguinario, Obando rehusó mancharse con esa linfa altiva, pero no fue oído; Agualongo, en todo caso fue grande, y es también un prócer colombiano, si no de la libertad, si de la rebeldía”.

    El historiador Alfonso Ibarra Revelo dice: “Agualongo, es un ser humano, tangible, hecho de la misma arcilla palpitante y viviente de que todos estamos formados y más que todo es salido de la carne dura del pueblo. No es un símbolo, no es una metáfora de hombre, como cualesquiera de los hombres colombianos. Es un hombre pero en grado heroico inimitable y ejemplar. Ha sido pasado ya por el tamiz más sutil de todas las apreciaciones universales y ha quedado como salao de su análisis acrisolado, el recuerdo de sus hazañas épicas como muestra del guerrero único en la historia de América y como estandarte glorioso de una raza vigorosa, patriótica y leal”.

    El sacerdote Justino Mejia Mejía manifiesta: “Eso por que ayer Pasto tuvo un Agustin Agualongo. Eso porque hoy Pasto tiene una sombra de cadalso. No volverán por siempre jamas los días heroicos. No volverán por siempre jamas Agustin Agualongo. Y al hablar de Pasto estoy hablando de Nariño.

    Nos está haciendo falta Agustin Agualongo, el hombre inmarcesible que años atrás, el 17 de julio de 1823, llevó hasta la ciudad ecuatoriana de Ibarra el nombre y la bravura de las gentes de su tierra, los garrotes y los pendones de Pasto de Ayer.



    __________________________

    Fuente:

    La historia de Agustín Agualongo

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    El falso grito de independencia del 20 de julio de 1810 en Bogotá

    Escrito por Enrique Herrera

    Jueves, 16 Julio 2015 23:27






    Fotografía: Juan Francisco Vargas


    Hace ocho días, luego de dejar muy en claro el pensamiento y comportamiento profundamente monarquista de Joaquín de Caicedo y Cuero, máximo exponente de la dirigencia vallecaucana, se trajo a referencia el documento de la Junta de Gobierno de Santafé de Bogotá donde plantea que: “Cali tendrá el honor de decir en la posteridad, que se anticipó a manifestarlos, y correr los riesgos a que la exponía su declaración…” cuando pide “que luego inmediatamente y sin pérdida de momentos, se pida al excelentísimo señor virrey del Reino la convocación e instalación de una Junta Superior de Seguridad Pública en aquella capital, cuyo principal instituto sea la salud y conservación de la Patria y de estos preciosos dominios para Fernando Séptimo y su familia, cuya extensión de facultades deberán prescribirse en aquella capital, con acuerdo de diputados de todos los cabildos del Reino...” que no es otra cosa que plantear la conformación de una junta Superior de Seguridad Publica que defienda el gobierno de Fernando VII frente al usurpador de Napoleón Bonaparte, lo cual no es ninguna independencia frente a España. Si cabe la independencia de Francia, que había impuesto a José I, hermano de Napoleón como monarca.

    En el oficio que se hace llegar al Comisionado de Regencia don Antonio Villavicencio, se ratifica la fidelidad y lealtad a Fernando VII, cuando manifiesta: “Este Cabildo, el de Cali, protesta con toda la buena fe que le inspiran sus obligaciones, que no se ha propuesto en sus acuerdos otro objeto que el de conservar la pureza de nuestra Sagrada Religión, la fidelidad debida a nuestro desgraciado Fernando 7º (que tiene hechizados los corazones de sus vasallos americanos), y la seguridad y tranquilidad de la Patria que a poca vigilancia podemos libertar de las garras del Monstruo que quiere hacerse señor de toda la tierra. Se anticipa este ilustre cuerpo a manifestar a V. S. sus sentimientos, no sólo por consideración al brillante carácter de Comisionado Regio, de que se congratula, sino también por no omitir paso que pueda conducir a beneficio de la Patria y conservación de estos Dominios para nuestro Rey cautivo”

    “Y en consecuencia de todo, puestos de rodillas los señores que asistieron al presente Congreso, el de las Ciudades Confederadas del Valle del Cauca, delante la imagen de Nuestro Señor Jesucristo crucificado, juraron por él, la Santa Cruz, y sobre los Sagrados Evangelios, de prestar obediencia y homenaje de fidelidad al Consejo de Regencia, en representación del Señor don Fernando Séptimo, en los términos y bajo las circunstancias acordadas en la presente Acta, que firman Sus Señorías por ante mí el presente escribano al que doy fe…” En el oficio que se remite al Consejo de Regencia por el Cabildo de Cali, reafirma y ratifica su fidelidad y lealtad a Fernando VII:” El adjunto testimonio del acta celebrada por este cabildo en consecuencia de la real cédula expedida para el reconocimiento y obediencia de ese Consejo de Regencia, como el cuerpo que inmediatamente representa la augusta persona de nuestro muy amado y cautivo soberano señor don Fernando 7º, acredita que en los más remotos lugares de la América no se respiran otros sentimientos que de respeto a nuestra Santa Religión, fidelidad al Monarca desgraciado, y amor a la Patria. Las presentes circunstancias no pueden ser más delicadas. Jamás he visto la nación en crisis más memorable, ni sembrada de mayores peligros. El usurpador de las coronas, el monstruo de la Europa, el hombre más sanguinario que ha conocido la tierra, se refieren a Napoleón, cuando no puede con la fuerza de sus armas victoriosas ocurre a la seducción, al engaño, a la perfidia para conquistar espíritus débiles y extender su imperio, no sólo en la Europa, sino fuera de ella. El americano no suspira sino sentimientos de fidelidad”.

    El historiador Indalecio Lievano Aguirre, refiere así los acontecimientos del 20 DE JULIO DE 1810 en Santa fe de Bogotá: “Por las correcciones y entrerrenglonaduras que se hicieron en el Acta del Cabildo del 20 de julio de 1810, ha podido establecerse que su redacción inicial fue modificada en el sentido de hacer más expreso el reconocimiento de Fernando VII y del Consejo de Regencia y dar importancia especial al nombramiento del Virrey como Presidente de la Junta Suprema. Tales fueron las bases sobre las que se llegó a un acuerdo entre el Oidor Jurado y los patricios criollos, quienes no deseaban la Independencia sino compartir el poder con el Virrey. Tal era la doctrina de Camilo Torres y los principales juristas de Santafé, para quienes los vínculos de dependencia entre la Metrópoli y los Dominios se mantendrían incólumes si España permitía a "los descendientes de don Pelayo", a los herederos de los conquistadores y encomenderos, participar en el gobierno de los Dominios, en igualdad de condiciones con los españoles. En general, para las oligarquías criollas de América, la Independencia era una alternativa sembrada de peligros, y sólo deseable en el caso de que España fuera dominada por los "libertinos de Francia" y se tratara de imponer, a las posesiones de Ultramar, las "detestables" doctrinas de la Revolución Francesa. Por ello, las revueltas que dirigieron las oligarquías criollas, en 1810, en las capitales americanas (Quito, Caracas, Santiago de Chile, Santafé de Bogotá), coincidieron en su adhesión a Fernando VII y al Consejo de Regencia de Cádiz.

    Como a los criollos no les importaba la Independencia sino compartir el poder con las autoridades coloniales, en el Cabildo de Santafé pudo el Oidor Jurado, la noche del 20 de julio, conseguir que en el Acta de ese día se dejaran registrados y a salvo los intereses de Fernando VII y por consiguiente de España.

    En cuanto a la actitud de quien suscribiera el famoso Memorial de Agravios, Lievano Aguirre dice: Fue don Camilo Torres quien se encargó de defender la jurisdicción del Consejo de Regencia y los derechos de Fernando VII, dando muestras, desde aquella noche, de la conducta equívoca que mantendría a lo largo del proceso de emancipación.

    Fue don Camilo Torres quien, en la noche del 20 de julio, más eficazmente ayudó al Oidor Jurado a impedir que se tomara cualquier decisión que pudiera parecerse a una declaración de Independencia, y fue él, con Frutos Joaquín Gutiérrez y Acevedo Gómez, quienes impusieron la elección del Virrey Amar y Borbón como Presidente de la Junta Suprema.

    Una vez electo el señor Amar, se designó Vicepresidente de la Junta a don José Miguel Pey, hijo del famoso Oidor que ordenó el desconocimiento de las Capitulaciones otorgadas a los Comuneros y redactó la famosa sentencia de muerte contra Galán. A continuación el Oidor Jurado procedió a instalar solemnemente la Junta de Gobierno y los vocales presentes juraron no "abdicar los derechos imprescriptibles de la soberanía del pueblo a otra persona que a la de su augusto y desgraciado Monarca don Fernando VII" y sujetar "este nuevo Gobierno a la Superior Junta de Regencia, ínterin exista en la Península". Para terminar la ceremonia, se recomendó « muy particularmente al pueblo — dice el Acta — la persona del Excelentísimo señor don Antonio de Amar ».
    Pasto Mi Tierra

    Miguel Antonio Caro, quien fue presidente de Colombia y destacado intelectual, se refiere así al 20 de Julio de 1810: Invadida España por los franceses y cautivo Fernando VII, instalóse la Junta de Sevilla, que se arrogó el título de Suprema de España e Indias; sucedióle la Central, y luego el Consejo de Regencia, y estos cuerpos, con pretensiones heredadas de la primera, confirmaron en sus empleos a los virreyes y oidores, y ya con noticias falsas sobre la situación de España, ya con tardías promesas, intentaron mantener sujetas las comarcas ultramarinas.

    Animados del doble ejemplo de los hijos mismos de España que erigían juntas patrióticas que luego derribaban, aprovechóse el pueblo de Santafé de un casual accidente, para llevar adelante su intento, y representado como los demás de América, única pero lealmente por el Ayuntamiento, asumió la soberanía, depuso autoridades, y desconoció cualquiera que no fuese la de Fernando, a quien juró vasallaje, ofreciéndole, como asilo para reinar, por estar ocupada la península, la tierra de Cundinamarca.

    Tal fue el importante movimiento de 1810: movimiento generoso y fecundísimo; pero constitucional y monárquico, no republicano ni de independencia. Legalizóse y ratificáronse sus principios por la Constitución monárquica de 1811, cuyo Imperio se extendió hasta el 16 de julio de 1813. Entonces, y sólo entonces, se declaró la independencia propiamente dicha; el Estado, de monarquía que era, se constituyó en forma democrática, y el Presidente de Cundinamarca, que enantes ejercía el Poder Ejecutivo como Vicegerente del Rey empezó a desempeñarlo bajo la protección de Dios y en nombre del pueblo.

    Nosotros, dice Miguel Antonio Caro: hemos distinguido esas dos fechas, bien que sin separarlas, pues la una conduce a la otra; y hemos concluido: el 20 de julio no es aniversario de independencia, porque entonces no se proclamó independencia; ni del nacimiento de la República, porque la forma monárquica subsistió hasta 1813.

    Tal ha sido nuestra tesis; y ciertamente que para demostrarla bastaría la antecedente concisa relación de los hechos, acorde, como está, con los que consignan nuestras historias; Repasemos, ya que a ello se nos invita, las que en otro número en pocas palabras apuntamos, y examinemos, por su orden, los reparos de La América .

    Ante todo argüimos con el contenido del Acta misma impropiamente llamada de independencia, pues en ella se reconoce por monarca de la Nueva Granada al que lo era de España, a don Fernando VII, concluye finalmente el intelectual Miguel Antonio Caro.

    Por otra parte el protocolo para asumir un cargo, después del 20 de julio de 1810 tenía la siguiente pregunta: Juráis por Dios Nuestro Señor y los Santos Evangelios que estáis tomando, defender, proteger y conservar nuestra Santa Religión Católica, Apostólica y Romana, sostener los derechos del Señor Don Fernando Séptimo contra el usurpador de su corona Napoleón Bonaparte y su hermano José?

    Ante lo cual, quien asume el cargo, respondía: Juro por el Dios que existe en los cielos, y cuya imagen está presente y cuyas sagradas y adorables máximas contiene este libro (puesta la mano derecha sobre los evangelios), cumplir religiosamente la Constitución y voluntad del pueblo expresada en esta acta, acerca de la forma de gobierno provisional que ha instalado; derramar hasta la última gota de nuestra sangre por defender nuestra Sagrada Religión Católica, Apostólica, Romana, nuestro amado monarca Fernando Séptimo y la libertad de la Patria.

    Es de advertir que cuando se hablaba de la Patria era de España a quien se consideraba y reconocía como tal.
    Tres días después, el 23 de julio, similar a Quito, se ordena por parte de la Junta santafereña, poner un gran retrato al óleo de Fernando VII en la Plaza Mayor o principal de Santafé de Bogotá para que presida las reuniones o manifestaciones de la época.

    El primer Bando de la nueva Junta de Gobierno, redactado por Camilo Torres, el del famoso Memorial de Agravios, manifiesta que: “Convencido este cuerpo de los sentimientos con que el pueblo ha excitado su lealtad a favor de su justa causa, ha resuelto, como fundamento de la Constitución a que prestará todo el lleno de su energía, se observen los puntos siguientes:

    1º Sostener y defender la Religión Católica, Apostólica y Romana.

    2º Defender los derechos de nuestro amable soberano don Fernando VII, conservando este reino a su augusta persona hasta que tengamos la feliz suerte de verlo restituido a un trono de que le arrancó el tirano del mundo (Napoleón).

    En Funza, reconocida como Villa Santiago de Bogotá, se diseña el 6 de septiembre de ese año, el primer escudo que se tenga noticia del nuevo régimen donde se conserva insignias de fidelidad y lealtad a Fernando VII. Todo indica que el escudo en referencia se diseñó para ser acogido como emblema del nuevo régimen con epicentro en Santafé de Bogotá, hoy Funza lo tiene como su escudo insignia.

    El 14 de octubre de 1810, día del cumpleaños del monarca español, la orden fue de festejar dicha efemérides con todo el fervor y el entusiasmo que la ocasión ameritaba, lamentando profundamente la prisión del amado monarca por parte del infame Bonaparte según se establece en los documentos de la época.

    La Constitución de 1811 de Cundinamarca es totalmente monarquista al reconocer a Fernando VII como su rey cuando se inicia así: "Don Fernando VII por la gracia de Dios, y por la voluntad y consentimiento del Pueblo legítima y constitucionalmente representado, Rey de los Cundinamarqueses y á su Real nombre D. Jorge Tadeo Lozano Presidente Constitucional del Estado de Cundinamarca, á todos los moradores estantes y habitantes en él – Sabed…”.

    El propio historiador José Manuel Restrepo en su Historia de la Revolución de Colombia, dice: “ declarada que fue la independencia absoluta el 16 de julio de 1813, el colegio revisor de la constitución de Cundinamarca determinó que se adopte otra bandera, que debía componerse de los colores azul, amarillo y encarnado.

    También se decretó que suprimiéndose en la moneda el busto del Rey, se pusiera por el anverso el de aun india con esta inscripción: Libertad Americana; y por el reverso una granada, su peso y el año en que se acuñara. Conforme a tales reglas y tipos se acordó sellar en Santafé una moneda de plata de baja ley, pues no pasaba de siete dineros, que fuera provincial, y que solamente circulara en el territorio de Cundinamarca

    Estos casos no son aislados por parte de la Junta Suprema de Gobierno, largo sería enumerar toda la serie de hechos que demuestran la sumisión, el vasallaje, reconocimiento y acatamiento a Fernando VII y a España hasta el 16 de julio de 1813 cuando a petición de Antonio Nariño el colegio electoral de Cundinamarca aprobó “que de hoy en adelante Cundinamarca es un Estado libre e independiente, queda separado para siempre de la corona y gobierno de España y de toda autoridad que no emane inmediatamente del pueblo y sus representantes...”

    La institucionalidad del 20 de julio de 1810 como fecha de la independencia de nuestro país, se origina en la ley 60 del 8 de mayo de 1873, que emite el presidente de la República Manuel Murillo Toro, dirimiendo una interesante polémica que se presenta entre Miguel Antonio Caro que defiende el 16 de julio de 1813 como día de la independencia, y José María Quijano Otero que acoge el 20 de julio de 1810. Quijano Otero era liberal y ejercía como Secretario de la Cámara de Representantes, tenía en tal razón más afinidad y amistad política con el presidente Murillo Toro que hacía parte del Olimpo Radical del liberalismo colombiano de aquella época



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    Fuente:

    El falso grito de independencia del 20 de julio de 1810 en Bogotá

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