La primera entrada del general Simón Bolívar a Pasto. La carta a Santander
Escrito por Enrique Herrera
Martes, 10 Junio 2014 17:31
Fotografía: Mario Cepeda
Derrotado el general Simón Bolívar en la batalla de Bomboná o Cariaco, ha tenido que retroceder y ubicarse en El Trapiche, hoy Ciudad Bolívar en el Departamento del Cauca en espera de nuevos refuerzos. En tanto Pasto y su gente vuelven a la normalidad. Llegados los refuerzos que espera Bolívar, reinicia las amenazas y ataques verbales que en principio no tienen cabida en la dirigencia pastusa hasta cuando se conoce los acontecimientos de la batalla de Pichincha el 24 de mayo de 1822, son los hechos a tratar en la primera parte del programa.
Ocho días permaneció Bolívar con su ejército en Bombona y predios aledaños, enterrando sus muertos y recogiendo heridos, buscando llegar a un entendimiento con Basilio García para seguir a Quito, sin haberlo logrado y en tal razón tuvo que obligatoriamente iniciar un regreso o retorno al Norte por el camino antes recorrido hasta ubicarse, como ya se dijo en El Trapiche. Ya establecido en lugar, hasta pensó en reiniciar su original proyecto de ir por el pacifico a Guayaquil, pero desconocía que estaba sucediendo con las tropas al mando de Sucre; el haber llegado nuevas tropas provenientes desde Bogotá, cambiaron sus planes, se sentía más fortalecido y en tal razón hizo llegar un comunicado a Basilio García que en sus aspectos más pertinentes le decía: “Es por última vez que dirijo a vuestra señoría palabras de paz. Muchos pasos he dado para evitar a vuestra señoría a esa guarnición y al desgraciado pueblo de Pasto todos los horrores de la guerra; pero la medida de la obstinación ha llegado a su colmo, y es necesario, o que vuestra señoría, esa guarnición y el pueblo de Pasto entren por una capitulación honrosa, útil y agradable, o que se preparen a vencer o morir…tenemos derecho para tratar a todo el pueblo de Pasto como prisionero de guerra, porque todo él, sin excepción de una persona nos hace la guerra, y para confiscarles todos sus bienes como pertenecientes a enemigos. Tenemos, en fin, derecho a tratar esa guarnición con el último rigor de la guerra, y al pueblo para confinarlo en prisiones estrechas, como prisionero de guerra, en las plazas fuertes marítimas, y todo ese territorio secuestrado por cuenta del fisco…”
Estos drásticos y contundentes planteamientos de Bolívar a Basilio García no fueron dados a conocer al pueblo de Pasto, solamente al estado mayor a su cargo. García sabía que si la gente de Pasto hubiese conocido esta clase de amenazas por parte de quien consideraban había sido derrotado en Cariaco, no dudarían en marchar hasta donde se encontraba para derrotarlo nuevamente.
Cinco eran los puntos propuestos por Bolívar para la capitulación dando garantía a las tropas españolas para que regresen a su patria, en tanto Pasto y su gente tendrá un tratamiento especial, difiriendo de los planteamientos que escribió en el manifiesto que se acaba de leer. Este comportamiento díscolo de Bolívar era lo que no lo hacía actuar a García para proceder a pactar. Un acontecimiento hizo variar de manera inmediata la actitud de Basilio García y su Estado Mayor: saber de primera mano la contundente derrota de Melchor Aymerich en la batalla de Pichichincha el 24 de mayo de 1822 por parte de las tropas de Antonio José de Sucre. Esta era una noticia inesperada que los obligaba a replantear sus posiciones.
Con el compromiso de su Estado Mayor, sin que se dé a conocer al pueblo de Pasto la nueva situación que se les presenta, Basilio García procede a enviar ante el general Simón Bolívar sus comisionados en las personas de los tenientes coroneles Pantaleón del Hierro y Miguel Retamal. Bolívar designa de su parte al coronel José Gabriel Pérez y al teniente coronel Vicente González. Los cuatro delegados discuten ampliamente los puntos del acuerdo, suscribiendo el 5 de junio la denominada capitulación de Berruecos, que contempla aspectos favorables para la clase dirigente de Pasto sin que se hubiese tenido en cuenta al pueblo raso, quien desconocía los pormenores del acuerdo, situación que se considero de alta traición para la gente de Pasto, y en tal razón protestarían en su oportunidad.
Conocidos los resultados de la capitulación, Bolívar, según se ha dicho, manifestó: “Esto vale para mi, y más glorioso que una batalla ganada”, luego dirige una proclama "A las tropas del rey de España y a los pastusos", que dice así: "Una transacción honrosa acaba de estancar la sangre que se vertía de nuestras venas. Ya no se oirá más en Colombia el estruendo de la guerra. Vuestro valor y constancia os han hecho acreedores a la consideración del ejército libertador y pueblo colombiano; en recompensa os ofrecemos nuestra amistad".
"Españoles; La regeneración de vuestra patria os promete el término final de la guerra, que habéis sostenido por llenar vuestros deberes, con un esfuerzo digno de admiración".
"Pastusos: Vosotros sois colombianos, y por consiguiente sois mis hermanos. Para beneficiaros, no seré sólo vuestro hermano sino también vuestro padre. Yo os prometo curar vuestras antiguas heridas; aliviar vuestros males; dejaros en el reposo de vuestras casas; no emplearos en esta guerra; no gravaros con exacciones extraordinarias ni cargas pesadas. Seréis, en fin, los favorecidos del gobierno de Colombia".
"Soldados españoles: La capitulación que ha terminado vuestros padecimientos, os ofrece dos patrias, Colombia y España, Escoged: si queréis un suelo libre, tranquilo y pródigo, sed colombianos; pero si queréis dejar vuestras cenizas en el sepulcro de vuestros padres, la madre España es libre y debe ser dichosa".
Este lenguaje conciliador, zalamero, que con el tiempo incumple, contrasta con la carta que suscribe Bolívar ocho días atrás cuando entre otras cosas le decía a don Basilio García: "Yo insto a V.S. todavía, Sr. Coronel a que oiga los acentos de la razón y de la justicia para que conjuren la negra y terrible tempestad que se va a descargar sobre la infeliz Pasto; tempestad que arrojará más rayos, más fuegos y más estragos que todos los volcanes de los Andes, que con sus bocas infernales vomitan la muerte desde Pasto a Quito"
Si ayer fue el aventurero norteamericano Alejandro Macaulay quien amenaza con destruir a Pasto y su gente, luego el general Antonio Nariño, ahora es el propio general Bolívar quien se expresa de manera amenazante contra Pasto, será ésta, con la que suscribe a García previa a la capitulación, una de las primeras cartas con que amenaza el caraqueño con destruir a Pasto.
Todo indica que la capitulación de Berruecos no fue bien vista por la mayoría de los pastusos, pues don Basilio García consultó únicamente a su Estado Mayor y a los cabildantes de la ciudad, ignorando al pueblo a quien cada que había problemas se convocaba de inmediato para asumir la seguridad adecuada, esta vez no se hizo, ante lo cual Sergio Elías Ortiz plantea al respecto: "El pueblo de Pasto no quería capitular. Don Basilio García se había ausentado de la ciudad por su seguridad personal amenazada por lo descontentos y desde Tasnaque, donde había puesto provisionalmente su cuartel general, atendía la gobernación y comandancia de armas. En las calles y en los hogares el pueblo rugía de rabia mal contenida, porque comprendía que a sus espaldas se tramaba la rendición. Los milicianos desarmados formaban grupos deliberantes en las esquinas, quizá comunicándose instrucciones para un levantamiento en masa contra las tropas libertadoras a su entrada a la ciudad... Entre todos, las mujeres eran quienes más exteriorizaban su descontento contra el jefe García y los miembros del Ayuntamiento, que de allí en adelante cayeron en desgracia ante el pueblo con el dictado de traidores. La palabra capitulado fue en aquel tiempo lo peor de las afrentas que pudiera hacerse a una persona"
El obispo Jiménez de Enciso, quién huyendo de Popayán, después del triunfo de Boyacá de los republicanos, se había refugiado en Pasto, cuando supo de la cercanía de las tropas de Bolívar, salió corriendo a buscar refugio en Ipiales y regresó al saber de la derrota de las tropas de Bolívar en Cariaco. En carta que suscribe el 26 de abril de 1822 desde Ipiales, promueve nuevamente el odio a Bolívar y los republicanos con su regreso a Pasto con el objeto de “reanimar vuestro espíritu para que hagáis el último esfuerzo a fin de conseguir la total destrucción del enemigo, que ha consecuencia de vuestro valor ya está próximo a ser completamente destruido…”, ratificando su abierta animadversión a Bolívar y todo cuanto tuviese que ver en contra del rey de España para lo cual predicaba odio y persecución contra ellos desde el pulpito, tanto así que "promulgó una excomunión contra todos los patriotas, ordenó a los sacerdotes que no absolviesen ni en artículo de muerte a ningún insurgente... Como signo inequívoco de Carnicería que proyectaba, hizo sacar por orden del obispo los lutos con que servían la iglesia de Santo Domingo en los viernes santos, y de ellos hicieron banderolas que pusieron no en lanzas, sino en los fusiles de cada uno de los soldados. Después tomó tribuna el Obispo, y con su natural elocuencia habló de las prerrogativas del rey, entusiasmó a los soldados para que matasen y arruinasen a cuantos se les presentaren: que sólo debían respetar las campanas porque estas pertenecían a la iglesia; diciéndoles que todo esto era mandato del cielo, que todos los insurgentes estaban separados de la iglesia…"
La actividad proselitista del obispo Jiménez de Enciso en contra de los republicanos, fue tan determinante para la actitud de Pasto en la denominada guerras de la independencia, obviamente sin desconocer las acciones militares que en contra de las gentes del Sur habían desarrollado los quiteños al mando de Montúfar; y, Santafé con Macaulay y Nariño entre otros, que Bolívar en conversaciones con Perú de Lacroix, el 6 de junio de 1828, le decía: "Los obispos de Mérida y Popayán, señores Lazo y Jiménez, son hombres muy diferentes. El último (Jiménez) ha servido a su rey haciendo atrocidades en Colombia, es el criminal autor de toda la sangre que ha corrido en Pasto y en el Cauca, es un hombre abominable y un indigno ministro de una religión de paz; la humanidad debe proscribirlo…"
Es clara la discrepancia que se ha generado entre el pueblo de Pasto y su alta dirigencia después de la batalla de Bomboná. El Obispo Salvador Jiménez de Encizo, Don Basilio García y su alto mando militar han entrado en conversaciones con Bolívar a espaldas del pueblo, razón por la cual el malestar cunde por doquier en la ciudad, más aún cuando se conoce de la firma de una capitulación en Berruecos y el ingreso de las tropas de Bolívar a Pasto, son los acontecimientos que trataremos a continuación.
El 8 de junio de 1822, luego de toda una serie de preparativos, prevenciones y medidas de seguridad al máximo, Bolívar hace su entrada a Pasto, dejemos que sea el propio Basilio García quien nos cuente al respecto: "A las cinco de la tarde fue la entrada de la primera columna, a cuya cabeza venía el presidente de la república, el general Valdés, los ayudantes de su excelencia y del estado mayor con una pequeña escolta, y cuando reconocí ser de los mismos salí a recibirlos, acompañado del jefe de estado mayor don Pantaleón del Hierro y mi ayudante, y al llegar a corta distancia de su excelencia echó pie a tierra, y quitándose el sombrero me saludó en esta forma: "tengo el honor de saludar a vuestra señoría con la mayor consideración; y en prueba de mi cariño, deme vuestra señoría sus brazos para significar la amistad que nos va a unir. Después de habernos abrazado, tomé mi espada y bastón, y arengué a su excelencia de este modo: "Excelentísimo señor: Esta espada y bastón que el rey y mi nación me han concedido para defender sus derechos y los Estados de la corona, los rindo a la superioridad de vuestra excelencia, en vista de la transacción, de guerra en que hemos convenido. A lo que me contestó su excelencia en estos términos: "El gobierno de Colombia no recibe el bastón ni la espada de un General tan valiente como don Basilio García, que se ha conducido tan dignamente con el honor y carácter de militar dotado de virtudes en defender los derechos de su nación y del rey, y no debe rendirlas a nadie; sirviéndole de satisfacción ser el Último que lo ha hecho en este gran mundo".
A continuación se reanuda la marcha hacia el centro de la ciudad desde el sitio denominado El Calvario, epicentro de interesantes hechos de nuestra historia como la derrota de Antonio Nariño; poco a poco se van acercando a la Plaza Mayor en medio de una multitud de personas que miran con asombro cómo aquel hombre que tanto les habían enseñado a odiar los dirigentes de la región, hoy era recibido con todos los honores, rodeado de una guardia especial que no permitía acercársele. Cuando llegó a la Plaza, Bolívar fue recibido por el propio obispo Jiménez de Enciso, quien revestido de sus mejores galas, bajo el palio que sostenían los curas notables de la ciudad, invitó al Libertador a ingresar al templo Matriz, no sin antes le inciensa y conduce a sitial especial donde estaba un sillón para que desde allí presida el Te Deum que se celebra en su honor. Terminada la ceremonia el Libertador volvió a salir en compañía del prelado, bajo el palio, con las más estrictas medidas de seguridad para llegar a la casa que le tenían preparada para su alojamiento. Las gentes del pueblo en tanto se notaban alteradas, incrédulas ante lo que sus ojos observaban, no podían creer tan sublime recibimiento al "¡infame!, ¡al perjuro Bolívar!", ¡al jefe de los excomulgados! ¡Al hereje!, como solía decir en sus predicas el obispo Jiménez de Enciso. Se temía lo peor al llegar el atardecer, cuando para fortuna de los organizadores de la recepción, hizo su entrada el resto de la tropa republicana para reforzar la guardia personal del general Simón Bolívar.
En aquella noche se escucharon varios disparos y ¡Abajos! a Bolívar, al obispo, y en general a los dirigentes que habían capitulado, muchos de los cuales tuvieron que salir de la ciudad para salvaguardar sus vidas, entre ellos Basilio García, hecho que se deduce del comunicado que Bolívar suscribe desde Pasto a Santander el día 9 de junio de 1822, un día después de su llegada, donde le dice, entre otras cosas:
Mi querido General":
"Había pensado no escribir a usted sino de Pasto, o del otro mundo si las plumas no se quemaban; pero estando en Pasto tomo la pluma y escribo lleno de gozo, porque a la verdad hemos terminado la guerra con los españoles y asegurado para siempre la suerte de la República. En primer lugar la capitulación de Pasto es una obra extraordinariamente afortunada para nosotros, porque estos hombres son los más tenaces, obstinados y lo peor es que su país es una cadena de precipicios donde no se puede dar una paso sin derrocarse. Cada posición es un castillo inexpugnable, y la voluntad del pueblo está contra nosotros, que habiéndoles leído públicamente aquí mi terrible intimación, exclamaban que pasarán sobre sus cadáveres; que los españoles los vendían, y que preferían morir a ceder".
Al Obispo le hicieron tiros porque aconsejaba la capitulación. El coronel García tuvo que largarse de la ciudad huyendo de igual persecución: Nuestra División está aquí y no hace una hora que me ha pedido una guardia de Colombia por temor de los pastusos. Hasta los niños con la mayor candidez, dicen: que qué han de hacer, pero que ya son colombianitos. El coronel Zambrano está nombrado de Comandante político y militar para atraer estas gentes que sin duda plegarán bajo la influencia del Obispo y de los que tienen que perder. Lo mismo digo de las armas y pertrechos y es precisamente sobre lo que más insisto yo en recoger porque en desarmando a Pasto, ya no hay temor de nada"
Yo estaba desesperado de triunfar y sólo por honor he vuelto a esta campaña. Tenga Usted entendido que a mi intimación fue lo que produjo el efecto, pues aquí no se sabía ni podía saber nada de la batalla de Sucre, ni se ha sabido hasta el primero. Por lo mismo no quiero que atribuyan a Sucre el suceso de mi capitulación: primero, porque bastante gloria le queda, y segundo, porque es verdad y muy verdad que estaban resueltos a capitular sin saber nada de Sucre; y me parece que será muy oportuno el que se haga un preámbulo en la Gaceta de nuestras glorias respectivas. Sucre tenía mayor número de tropas que yo, y menos numero de enemigos: el país le era muy favorable por sus habitantes y por la naturaleza del terreno, y como nosotros por el contrario, estábamos en el infierno lidiando con los demonios. La victoria de Bombona es mucho más bella que la de Pichincha. La pérdida de ambos ha sido igual y el carácter de los Jefes enemigos muy desigual. El general Sucre el día de la acción, no sacó más ventajas que yo, y su capitulación no le ha dado mucha más ventaja que a mí, porque a decir verdad, nosotros hemos tomado el baluarte del Sur, y él se ha cogido la copia de nuestras conquistas.
"Al Obispo pienso instar para que se quede en el país, porque un Obispo es un personaje útil entre nosotros".
No puede usted imaginarse lo que es este país, y lo que eran estos hombres; todos estamos aturdidos con ellos. Creo que si hubieran tenido jefes numantinos, Pasto habría sido otra Numancia, y con esto, adiós; hasta Quito".
De usted su afectísimo de corazón".
BOLÍVAR.
La carta es clara, concreta, sincera y elocuente de los hechos que transcurrieron durante el primer día de su estadía en Pasto. Bolívar sabe que no es bienvenido por el simple prurito de venir, y más aún como llegó, con la gran parafernalia y seguridad que le puso la clase dirigente de la ciudad. La gente del común, a la del pueblo se le ha mentido, no se le ha hecho participe de las conversaciones internas que dieron como conclusión la Capitulación de Berruecos, y ellos, los milicianos pastusos, conscientes, seguros de haber triunfado en Bombona, no admiten que el derrotado Bolívar sea recibido con tanto bombo y platillo, con tanta vistosidad que parecía un héroe triunfador como lo han hecho las autoridades de la ciudad. El malestar es general y la rabia de sentirse traicionados no se hace esperar cuando en la noche se escucha disparos y ¡Abajos! a García, al Obispo y a Bolívar.
Qué decir frente a las predicas del obispo Jiménez de Encizo que siempre replicaba en sus homilías: “Son herejes y cismáticos detestables, les decía, los que pretenden la independencia de la España; así, los que defienden la causa del Rey combaten por la religión, y si murieren vuelan con derechura al cielo”, según expresa el historiador José Manuel Restrepo, y ahora el obispo era quien lo había recibido, no sin antes enviar una comisión para que le pregunten como quería que sea la ceremonia de recepción. Los cuatro curas que tomaron el palio para cargarlo y proteger bajo su amparo a Bolívar fueron: el vicario Aurelio Rosero; el cura de Matituy, Toribio Rosero; el capellán de monjas, José Paz y Burbano; y el fraile Antonio Burbano.
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Fuente:
http://pagina10.com/index.php/cultur...ta-a-santander
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