dedicar en sus libros sobre los indígenas mayor atención y relevancia a los grupos nómades, como es el caso del antropólogo Renzo Pí Hugarte (73).
Los estudios genealógicos cobraron gran impulso a partir de la fundación, en 1979, del Instituto de Estudios Genealógicos del Uruguay el cual a través de su Revista (74) ha venido editando registros parroquiales y antiguos padrones que constituyen fuentes fundamentales para el estudio de la presencia de guaraníes-misioneros y de los intensos procesos de mestizaje de los que fueron protagonistas, dando origen a los antiguos vecindarios de los distintos pagos del país. Investigadores como Oscar Abadie Aicardi (75) y Julio César Cotelo (76) realizaron también aportes en la década de 1990.
Vinculado con los estudios anteriores merecen destacarse las inéditas investigaciones, para Uruguay, realizadas en el área de la Antropología Biológica cuyos resultados comenzaron a difundirse en 1986. Realizadas inicialmente por Fernando Mañé Garzón, Renée Kolski y Mónica Sans, esta última ha sido la que de manera más intensa ha continuado con ellos hasta el presente. A través del estudio de distintos marcadores genéticos como “mancha mongólica”, dermatoglifos, “diente en pala” y otros, han podido determinar – también desde la Biología - que la población uruguaya posee una herencia de sangre indígena muy superior a la reconocida tradicionalmente (en realidad negada siempre), que en algunas zonas del país, especialmente la norte alcanza porcentajes realmente sorprendentes. Son numerosas las publicaciones en el Uruguay y el exterior que han ido revelando estas importantes evidencias (77).
Ya mirando los últimos años merece citarse el aporte documental de Angel Corrales Elhordoy quien desde 1989 y hasta el 2003 editó una serie de importantes publicaciones donde se recopilan valiosas fuentes sobre la Guerra Guaranítica, algunas ya conocidas en el exterior y otras originales continuando actualmente con otras series (78). Por su parte Juan José de Arteaga publicó “Las consecuencias del tratado de Madrid en la desarticulación de la frontera demográfica de la Banda Oriental 1750-1761” (79) con interesante aporte conceptual y documental, mientras que el destacado investigador Fernando Mañé Garzón ha profundizado en la historia de la ciencia en Uruguay, analizando el gran legado de los jesuitas en distintas disciplinas científicas.
Los estudios de Historia local y departamental han cobrado especial fuerza en los últimos años, enriqueciendo la disponibilidad de fuentes – caso por ejemplo del trabajo de Wilde Marotta sobre Soriano (80)- y el análisis de los procesos de formación poblacional de las distintas zonas del país, como lo ha hecho Alberto Cruz para Florida (81).
Por último el investigador Diego Bracco ha publicado libros importantes en los últimos años, caso de “Charrúas, guenoas y guaraníes: interacción y destrucción”(82), en los que ofrece un destacado aporte documental tanto sobre los grupos nómades como los habitantes de las misiones.