¿Para qué, señores? Si 'mañana, por moción de algún Diputado, ó por expontáneo impulso, que así debió ya suceder, del mismo Ministro de Ultramar, que no quisiera permanecer más tiempo en el banco azul bajo el peso de un voto de censura, se viniese á la discusión de la cuestión del Tribunal de Cuentas, y la Cámara, con su voto independiente, resolviese que el Ministro no había tenido autoridad para dictar el decreto que ha visto la luz en la
Gaceta, y por consecuencia de ese voto el Ministro se viese obligado á abandonar su banco, ¿qué se haría de la discusión que ahora vamos á inaugurar? Necesariamente tendríamos que suspenderla. ( Varios Sres. Diputados: No.)

No sé quién dice que no; pero los que lo hayan dicho, deben entender que el hombre que entre en ese sitio á formar parte del Gobierno, para hacerlo dignamente, ha de pretender, con justicia, tener la más completa libertad de acción, tal como el buen desempeño de todo cargo exige.
He protestado antes, y protestaré mil veces, que en esta cuestión y en este dia, no me mueve espíritu de oposición ni contra el Gobierno en general, ni contra el Ministro de Ultramar.

Y en prueba de ello, voy á aprovechar el estar en el uso de la palabra para dirigir incidentalmente una súplica al mencionado Ministro.

Ha hablado la prensa de oposición, y no lo ha contradicho la ministerial, de un expediente en que, habiendo recaído un acuerdo del Tribunal de Cuentas para hacer el embargo de bienes á un D. Jorge Corder, que ha sido administrador de rentas del Pinar del Rio, por un descubierto en que resulta hallarse, el Ministro de Ultramar, saliéndose de sus atribuciones, ha mandado al administrador de Hacienda de Murcia que, faltando á su debor, ha obedecido, no dé cumplimiento á la órden del Tribunal de Cuentas.
Yo ruego al Sr. Ministro que se sirva traer este expediente á las Córtes, y que no vea en esta petición género alguno de oposición. (Risas.)

Señores Diputados, ¿me creéis tan inocente que crea yo que vosotros creéis que soy amigo del Sr. Ministro de Ultramar? Pero esto que ahora hago, lo he podido hacer hace tres meses, y sin embargo, no lo he hecho; y si ahora lo hago, es porque estoy en el uso de la pSlabra, y para demostrar que no me impulsará saña ninguna cuando tanto tiempo he guardado silencio, conociendo el hecho que la prensa ha denunciado.
Voy á ver si consigo explicarme el por qué de la precipitación con que se trae al debate la discusión de la Constitución de Puerto-Rico. Grande ha sido mi insomnio en la noche pasada pensando en las razones que podían haber influido en esta precipitación, cuando esta tarde, ¡ oh feliz casualidad! al entrar aquí, he descubierto el enigma.
Sabed que seis vecinos del emporio de nuestro comercio, de la populosa y comercial ciudad de Belmonte, en la provincia de Cuenca, han acudido á las Córtes pidiendo que se discuta precipitadamente la Constitución de Puerto-Rico. Naturalmente, las relaciones comerciales de la provincia de Cuenca, y sobre todo de Belmonte, con nuestras Antillas, y el hecho de tener la representación de esa provincia en estas Córtes el Subsecretario de Ultramar, encierran la explicación de la prisa con que hemos entrado en este debate. (Risas.)

Pero dejando esto á un lado, podéis creer, Sres. Diputados, que desearía que el Sr. Ministro de Ultramar estuviera en el camino del acierto y de la verdad, y yo en el del error, porque si adquiriera esta convicción, descargaría mi alma de un gran peso.
¿Qué más? Lo declararé aquí con entera franqueza, sin ninguna vacilación: si yo me viese en el caso de optar en la alternativa de que la revolución perdiera las Antillas ó de que la revolución Be perdiese, no vacilaría un instante, optaría por lo último y arrostraría todo género de riesgos; la expatriación, cuanto fuera necesario, como castigo de haberme adherido á ella, y lo arrostraría con gusto. Leyes del clero, leyes orgánicas, forma de gobierno, persona del Monarca, todo os lo doy á gusto de mis mayores adversarios por la seguridad de que PuertoRico y Cuba sean españolas mientras España sea España.
He defendido en el seno de la comisión, y vengo á sostener ante vosotros, SreB. Diputados, que el proyecto presentado por el Ministro de Ultramar no puede ser aprobado por las Córtes, porque se opone á la letra de la Constitución del Estado, porque se opone á su espíritu, porque además es inoportuno y peligroso. Señores, para demostrar que el proyecto que se discute está en contradicción abierta y manifiesta con la letra del art. 108, cuya invocación se hace, basta saber gramática y leer con sentido recto.

To voy á leer á las Córtes Constituyentes ese artículo; pero antes, y como premisa para la recta interpretación, si interpretación cabe en aquello que está perfectamente claro, tengo que hacer un recuerdo á la Asamblea.

Todos sabéis la larga y brillante discusión á que dió lugar en este recinto la Constitución del Estado; todos sabéis que después de votado el art. 33, que contenía la cuestión capital, que trataba de la forma de gobierno que debia aplicarse á la Península, depuestos el vigor y las armas por la minoría republicana, y afanosos todos de acercarnos á la constitución del país, la Asamblea cayó en una postración natural y el resto de la Constitución pasó con rapidísimo debate. Y llamo la atención de la Cámara sobre este accidente, para que se comprenda la urgencia en que estamos de salir de este estado de interinidad; para que se vea la necesidad que tenemos de que la Constitución se cumpla, de que haya dos Cuerpos Colegisladores, conforme lo hemos votado, para salvar al país de los daños que pueden caer sobre él, ja en momentos de indiferencia, ya en momentos de exaltación, de sorpresa ó de cansancio.