¿HUBO GENOCIDIO EN AMÉRICA?
Se pretende (…) sostener y propalar la hipótesis de un genocidio indígena, consumado sin más trámites por España como resultado del despliegue de su proverbial barbarie. En pocos casos como en éste, los fabricantes de leyendas negras desnudan su mala fe y su ignorancia. La magia de la cifra –típico recurso ideológico tantas veces denunciado- viene aquí a socorrerlos de un modo especial. Porque bastará decir que España acabó con millones de indígenas para que la Conquista gane la repulsa de cualquier espíritu sensible. Ni qué decir tiene si se echa mano de una de esas “palabras talismán” como represión o desaparecidos. La combinación surtirá efectos instantáneos e inconmovibles. Pruébese si no lanzar –como se lanza hoy- al mercado consumidor de fruslerías intelectuales el concepto de que la España represora produjo la desaparición de millones de naturales en un genocidio sin precedentes. La asociación con el nazismo más que subliminal será obvia y grotesca, y ya nadie quedará en condiciones de razonar más. Se habrá consumado así una nueva paradoja: en nombre del racionalismo y del antidogmatismo y con pretensiones de servirlos, se instituye dogmáticamente una mitología cuya fuerza está en la carga emocional que arrastra pero no en las razones que elude analizar. Precisamente si se analizaran razones y no lugares comunes se podría comprender lo que realmente sucedió en este terreno.
Digámoslo esquemáticamente: España no planeó ningún genocidio.Este delito contra la humanidad como hoy se lo conoce y se lo condena, y que supone la presencia de un corpus de principios raciales, religiosos, culturales o políticos para acabar con una población, consiste en una acción sistemática y orgánica de exterminio, de la cual, por mínimos que sean, deben quedar vestigios documentales en los anales de los genocidas o de sus víctimas. Y bien; no sabemos con qué documentación española o indígena se puede contar para demostrar la existencia de un plan genocida. Y no lo sabemos, simplemente porque dichos planes no existieron nunca.
No valdrá replicar que este tipo de acciones inicuas deliberadamente no quedan registradas, por razones obvias, porque no necesariamente ha sido así. Conocemos, por ejemplo, las directivas sarmientinas, los consejos mitristas o las sugerencias rivadavianas* para acabar con el elemento criollo e indígena, “incapaz del progreso y de la ilustración”, como entonces se atrevieron a decir. Conocemos también las teorías y las preceptivas soviéticas para borrar de la faz de la tierra a los pueblos por ella sojuzgados, y las distintas iniciativas malthussianas del mundo moderno. Y vemos en la actualidad, no sin asombro, cómo los sedicentes defensores del campesinado y de los indígenas producen sangrías inauditas entre pueblos indefensos, sea en Centroamérica o en Brasil, sin que oculten sus propósitos depredadores. Tampoco los ocultan los norteamericanos, capaces de borrar del mapa a poblaciones enteras, tras una supuesta campaña antiterrorista. Pero no hemos hallado nunca una línea oficial o privada de los protagonistas de la Conquista Española, justificando, avalando, planificando u organizando el genocidio de las tribus americanas. Se encontrarán muertes y guerras, batallas y derrumbes demográficos, combates de todo tipo, pero ni esto puede ser llamado genocidio, ni la causa bélica fue la causa principal del descenso de la población indígena.
Si toda guerra –sin considerar la justicia o la injusticia de la causa- fuese considerada un genocidio, deberíamos convenir en dos cosas. En modificar el diccionario primero, y en hacer extensivo el odioso calificativo a todos los pueblos de la tierra. Incluyendo –y entre los lugares de privilegio- a los mismos pueblos indígenas, cuyas guerras intestinas están llenas de deportaciones criminales, de cacerías humanas, de sacrificios horrendos y de abundantes experiencias caníbales.
Fuente: Hispanidad y leyendas negras de Antonio Caponnetto.
* Se refiere a Sarmiento, Mitre y Rivadavia, tres presidentes argentinos que llevaron a cabo o propusieron el exterminio de buena parte de la población criolla.
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