.La lengua en el siglo XV: el lenguaje latinizante. El aljamiado
La corte de Juan II, pórtico del Renacimiento; repulsa del lenguaje popular; intento de creación de un lenguaje latinizante: latinismos de vocabulario; latinismos de sintaxis. Fracaso de este intento: vuelta al lenguaje popular: “El Corbacho”.
Difusión del castellano: el aljamiado. Granada y su literatura árabe andaluza.
En el siglo siguiente al de Juan Ruiz, en los primeros años del siglo XV, con el renacer de la antigüedad clásica, surge la admiración por el pasado de Roma, cuya cultura pónense a estudiar simultáneamente, en Castilla, Juan II (1406-1454) y sus cortesanos, y, en Nápoles, Alfonso V de Aragón, rodeado de los mejores humanistas.
Es por aquellos años también cuando en España son conocidas e imitadas las obras de Dante y Bocaccio,cuyo lenguaje aristocrático, con su vocabulario y sintaxis latinizantes, deslumbra a nuestros escritores castellanos.
En aquel nuevo ambiente, el estilo de don Juan Manuel o del Arcipreste ya no satisface. Los escritores lo encuentran demasiado vulgar. El lenguaje de la poesía o de la prosa no puede ser el mismo del pueblo, no puede ser -piensan- “el rudo y desierto romance, la humilde y baxa lengua del romance”, como Juan de Mena la llama. En la “romancial texedura”, en fin, “non fallaban equivalentes vocablos para exprimir los angélicos concebimientos virgilianos”.
Creen entonces el momento de hacer una nueva lengua literaria al estilo de Italia y se ponen a escribir llenando el vocabulario castellano de voces tomadas del latín y dando a las frases un orden de colocación de sus palabras distinto al usual, para tomar por modelo el orden de la lengua latina, todo con el afán de separarse de la lengua vulgar.
Los nuevos escritores, como el Marqués de Santillana (1398-1458), Enrique de Villena (1384-1433) y sobre todo Juan de Mena (1411-1456), someten entonces la prosa y el verso a un tratamiento tan intenso, y a veces tan violento, de adaptación al vocabulario y a la sintaxis latina, como no se ha de ver ya hasta Góngora.
Juan de Mena, el gran poeta y humanista, tan estimado luego en los siglos XVI y XVII, siembra sus versos de cultismos, tales como belígero, armígero, penatífero, evieterno, clarífico, corusco, crinado, superno, túrbido, esculto, sciente, ultriz, exilio, tábido, funéreo, poluto, etc. Algunos de ellos son todavía patrimonio de nuestra lengua: diáfano, nítido, confluir, ofuscar, inopia, subvertir, marital, flagelo etc.
En cuanto a la sintaxis, o mejor al hipérbaton de que hacen gala, es de lo más característico la manía de separar el sustantivo del adjetivo atributo: Villena dice, por ejemplo, “una vuestra recibí carta”, y Mena escribe “a la moderna volvíendome rueda” por “volviéndome a la rueda moderna”.
Ni que decir tiene que esta latinización del lenguaje resultó extravagante por exagerada. El castellano no podía asimilar una tan indigesta y pedantesca carga de latinismos, ni menos forzar desmesuradamente su sintaxis tradicional.
Por eso, la innovación lingüistica fracasó, y en una obra de 1438, “El Corbacho”, de Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera, la lengua popular triunfó de nuevo, si bien tratada artísticamente, mediante una discreta latinización y tendiendo además a la prosa rimada.
En “El Corbacho”, al decir de Menéndez Pelayo, “la lengua desarticulada y familiar, la lengua elíptica, expresiva y donairosa, la lengua de la conversación, la de la plaza y el mercado, entró por primera vez en el arte con bizarría, con un desgarro, con una libertad de giros y movimientos que anuncian la proximidad del grande arte realista español” (Orígenes de la Novela).
La difusión del castellano por la Península continuó durante esta época, sobre todo entre los musulmanes de la España cristiana, quienes, entonces, aprendían y utilizaban el castellano o el aragonés, todavía reacio este último a su castellanización.
Una costumbre singular empezó además a introducirse entre aquellos mudéjares o moriscos, desde el siglo XIV y durante el XV: el uso del alfabeto árabe, para transcribir la lengua hablada española. Hoy se conserva un buen número de libros escritos por este procedimiento, que constituyen la llamada “literatura aljamiada” y que son además un valioso documento para el estudio del dialecto aragonés en el que la mayoría están redactados. (Muchos fueron descubiertos casualmente bajo el entarimado del desván de una casa de Almonacid de la Sierra, en Aragón).
Uno de los escritos aljamiados más antiguos, de la segunda mitad del siglo XIV seguramente, es el Poema de Yuçuf o historia del patriarca José, compuesto en la cuaderna vía por un morisco aragonés.
La lengua árabe literaria era todavía cultivada en el reino de Granada, donde muy pronto iba a oírse el castellano. Más allí, en el escenario de nuestro romancero morisco, se vivía ya tan sólo de la tradición del pasado. No obstante, todavía existían poetas, como Aben Zumruk, cuyos poemas decoran hoy los muros y las fuentes del alcázar granadino, o polígrafos, como Aben al-Jatib, de Loja, el últimoy gigantesco representante del pensamiento y del arte arabigoandaluces.
J. Oliver Asín (Hª de la lengua española)
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