La construcción de la identidad cultural de Castilla bajo Alfonso VIII y Fernando III (desde 1170 a 1250)

Habrá que esperar más de un siglo para que se realice la transmisión del lenguaje literario hablado (lírica tradicional, poesía juglaresca) al lenguaje escrito (vinculado hasta entonces a la clerecía), y plasmar mediante la nueva lengua castellana escrita, una conciencia cortesana; abriendo paso a nuevos contextos literarios: debates, crónicas históricas, leyes, poesía cortesana…

Para que Alfonso X realizara su vasta obra cultural, había sido preciso que Castilla lograra el predominio sobre los restantes reinos peninsulares; todo gracias a la gestión de doña Berenguela, madre de San Fernando que había movido los hilos para que éste hubiera podido ceñirse las dos coronas de León y de Castilla. Pero ya previamente esa mayor importancia de Castilla se había reconocido y plasmado en la sucesión de Alfonso VII cuando éste, al dividir el reino entre sus hijos en 1157, la hubo dejado a su hijo primogénito Sancho III.

Alfonso VIII (rey de Castilla entre 1170 y 1214), nieto de Alfonso VII y abuelo de Fernando III el Santo, fue declarado mayor de edad en 1170. Hechos decisivos de su reinado fueron la conquista de Cuenca, la derrota de Alarcos frente a los musulmanes en 1195, y su revancha contra ellos en la victoria de las Navas de Tolosa (1212), que abrió el camino castellano a Andalucía.
Morirá poco después en 1214. Tras una serie de sucesivas muertes imprevistas, el trono de Castilla pasará a su nieto Fernando (III) en 1217.

Castilla y León a pesar de ser reinos diferentes y tener distintas concepciones políticas estaban regidos por reyes miembros de un mismo linaje, lo cual acabó por facilitar la unión posterior. Así acabó siendo concordada numéricamente la sucesión de sus reyes. Gracias a su madre doña Berenguela, Fernando accederá, no sin dificultades, al trono de León a la muerte de su padre Alfonso IX. Su llegada fue facilitada por la clerecía leonesa, de cuyo pensamiento Fernando se hizo deudor.

Es a partir del desastre de Alarcos en 1195 cuando Alfonso VIII implanta un modelo cultural castellano dotando de simbología a su poder, conciliando en la corte el saber eclesiástico con el poder nobiliario. Hasta entonces Castilla iba rezagada culturalmente respecto a otros reinos foráneos debido a las continuas luchas entre clanes nobiliarios.
Castilla frente a los otros reinos peninsulares aparece estrechamente unida a un pensamiento religioso y unos saberes clericales de ideas y conceptos, que unidos a la lengua castellana, harán posible, el surgimiento del discurso literario en prosa.
En el nuevo lenguaje escrito radicó el triunfo del modelo de Castilla sobre el arcaico latinismo de la cancillería de León. El modelo escriturístico castellano pasará de las escuelas catedralicias a las instancias y discursos de la corte.

Tres personajes, elegidos por Alfonso VIII, forjaron el modelo cultural castellano basado en bibliotecas y escuelas catedralicias: el canciller Diego García de Campos, el obispo Téllez de Meneses y “el Toledano” Don Rodrigo Jiménez de Rada, historiador en sentido “castellanista” (frente al “leonesista” Lucas de Tuy).

La primera plasmación de la prosa castellana se dará en el extenso Tratado de Cobreros, de 1206 entre Alfonso VIII y Alfonso IX de León. El texto servirá de base a un tipo de discurso político y cancilleresco, decisivo modelo escrito que sería continuado mediante el studium de Palencia, creado en 1214.

Los primitivos textos castellanos parten pues de este ambiente cortesano y pueden clasificarse entre jurídicos e históricos por un lado, religiosos por otro, así como enciclopédicos:
- Dentro de los textos jurídicos, la nueva escritura fija la redacción castellana de los fueros de entonces, tanto el modelo de fueros llamados largos como de los breves, así como el modelo jurisprudencial de las llamadas “fazañas”.

- Las crónicas históricas hasta entonces lo habían sido en latín: la Najerense, la Silense…, y hasta el contemporáneo “De Rebus Hispaniae” del obispo Jiménez de Rada. Los textos históricos en castellano comienzan con las varias series de los “Anales toledanos”: relaciones anuales de sucesos que se irán prolongando hasta fines del siglo XIV.
Otro es el estilo de las Crónicas oficiales, en base a una redacción pautada y explicada de los sucesos históricos, con un peculiar sesgo ideológico:
El “Liber Regum” de raíz navarro-aragonesa, a comienzos del siglo XIII, inaugura las Crónicas en castellano: se extiende desde la historia bíblica hasta el siglo XIII, asimilando los cantares épicos de Castilla. Sirvió de base, en su versión toledana, al “De Rebus Hispaniae” del obispo Don Rodrigo Jiménez de Rada.
Otra redacción del “Liber Regum” a mediados de siglo daría origen al “Libro de las Generaciones” con abundante material artúrico y de tema de Bretaña. Esta versión fue ajena a Castilla y tuvo gran éxito en el siglo XIV. El portugués don Pedro, conde de Barcelos, lo utilizaría para su “Nobiliario”.

- Textos religiosos: Poca importancia tiene aun la prosa religiosa vernácula; solo en la segunda mitad de siglo alcanzará algún desarrollo.
Cumpliendo lo dispuesto en el Concilio Lateranense, de acercar los dogmas y la catequización a las lenguas vernáculas, “La Fazienda de Ultramar”, hacia 1230, es una especie de noticiario geográfico de Tierra Santa; el texto escriturario en que se basa no proviene de la Vulgata sino de fuente hebrea.
Dentro del contexto de la Escuela de Traductores y de la potenciación del castellano, aparecen algunas Biblias en castellano, de texto original hebreo, e incluso de tradición visigótica, a pesar de las severas restricciones eclesiásticas. No obstante, las más antiguas traducciones castellanas se hacen sobre la Vulgata.

- Como obra de clerecía, al modo de obras gramaticales y poemas narrativos (Libro de Alexandre) aparece un reducido tratado enciclopédico: la “Semejanza del mundo” (hacia 1223), basada en un antiguo texto benedictino inglés (“Imago Mundi”) así como en las Etimologías de San Isidoro; en él se recopila una primitiva descripción de la naturaleza y de geografía del mundo entonces conocido, apelando incluso a autoridades literarias de la Roma clásica.
Es una obra clave, que en miniatura contiene todos los saberes que Alfonso X irá ampliando en su posterior y gigantesca obra cultural.