CIRCULO CARLISTA SAN MATEO DE MADRID
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El drama del 75 aniversario de la Revolución de Octubre de 1934
publicado a la(s) 19/10/2009 12:10 por Circulo Carlista San Mateo
Un tema de gran actualidad llenó la sala. A la necesidad del conocimiento de la Historia, se añade el drama de la izquierda española cuando pone de moda la IIª República española manipulando el pasado. Lógicamente, esta manipulación hace que la gente de bien busque aclaraciones.
Este año la Revolución proletaria de izquierdas de 1934 (tan parecida a otras de la época) cumple su 75 aniversario, junto a la revuelta nacionalista y burguesa en Cataluña, en la que sólo la CNT puso “la carne en el asador” a favor de sus antitéticos burgueses separatistas. Claro es que, luego, los miembros de la CNT se arrepentirán de haber sido los “cipayos” de no pocos señoritos barceloneses
El dr. Antonio Cañellas ha colmado las aspiraciones del público en su conferencia impartida sobre las “Causas y consecuencias de la Revolución de Octubre de 1934, no de la Revolución de Asturias”, en una sala municipal de Pamplona (Civivox) celebrada el pasado 13 de octubre de 2009. El evento fue convocado por el “Taller de Estudios Contemporáneos de Navarra”, y presentado por el profesor Jesús Tanco Lerga, al que agradecemos su dedicación. El público llenó la sala, lo que no es habitual en nuestros días.
¿Cómo no advertir el auditorio, al entrar en la sala, la importancia del tema, de una la Revolución que en 1934 asaltó la legalidad republicana, y que fue el preludio de lo que ocurrirá en España desde las elecciones de febrero de 1936? Parece que el auditorio cultivado compartía ambas presuposiciones, como se pudo observar en el amplio coloquio. Digamos también que la conferencia del profesor Antonio Cañellas fue relevante porque, según Brenan, “si el alzamiento de Madrid y Barcelona fue un vergonzoso fracaso, el de los mineros asturianos fue épico”. Este mismo autor considera que lo de Asturias “aterró a la burguesía y enardeció a toda la clase trabajadora de España y que puede ser considerado como la primera batalla de la guerra civil”. Para significados autores como Carr, Zugazagoitia, Rama, R. de la Cierva, Jackson, Barco Teruel, Arrarás y un largo etc. la Revolución de 1934 fue un gran preludio de la guerra de 1936.
Hecha esta breve introducción, extractemos las aportaciones del dr. Cañellas. Según lo previsto, el ponente se centró en las causas y consecuencias de la Revolución de 1934, más que en la propia Revolución, por lo que el auditorio quizás pudo echar en falta una mayor focalización en el desarrollo revolucionario. El profesor Cañellas repasó el falseamiento electoral durante el sistema de la llamada Restauración alfonsina, la literatura catastrofista del 98, el regeneracionismo de Joaquín Costa y la aparición del “cirujano de hierro” en Primo de Rivera, los posteriores pronunciamientos militares, y el hundimiento de la Dictadura y la Monarquía. Si en 1923 el PSOE vio con buenos ojos la Dictadura, en agosto de 1929 promovió un manifiesto republicano que identificaba la Dictadura con la Monarquía. Al final de estas líneas –no todo tienen por qué ser laudos- mostraremos nuestra discrepancia con el conferenciante sobre la caída de don Alfonso de Borbón y las elecciones municipales de abril de 1931.
El conferenciante, con voz pausada y sin mostrar apasionamiento alguno, hizo un repaso de los problemas generados durante la República y de las convocatorias electorales. Pues bien, desde el comienzo del bienio radical cedista en 1933, fecha en la que triunfaron abiertamente las Derechas, el socialista Largo Caballero inició un movimiento de carácter revolucionario, que suponía una línea diferente a la mantenida por los socialistas Julián Besteiro y Andrés Saborit, que eran reformistas y controlaban la UGT. Las oposiciones internas del PSOE dieron el triunfo a Largo Caballero, y a sus tesis sobre la dictadura del proletariado, causando Besteiro y Saborit baja en la UGT. Ahí estaban los 10 puntos revolucionarios del PSOE, desde la disolución del Ejército y la Guardia Civil, pasando por el expurgo de la Administración Pública, la reforma del sistema tributario etc.
Los organizadores de la Revolución de 1934 (PSOE, UGT, CNT, PC, ERC etc.) decían que la insurrección tenía que ser contundente, radical, y que debía tener el carácter de guerra civil, con el objeto de adueñarse y ocupar todo el poder. Ello nada tenía que ver con el temor al fascismo europeo, sino que –añadamos- nos recuerda las tesis de abril de Lenin: “todo el poder para los soviets”. Al PSOE le bastó sentirse excluido del poder en 1934, para iniciar la Revolución. La Revolución no se debió a que la CEDA ocupase el poder (que no lo ocupó, pues sólo integró -y tardíamente el 4-X-34- a tres miembros suyos en el Gobierno de Lerroux), ni a un posible temor hacia el fascismo. También es conocido que la CEDA era accidentalista en las formas de Gobierno, aunque sus votantes fuesen monárquicos.
Quizás al auditorio le hubiese gustado contemplar el desarrollo de cómo el Gobierno radical-cedista controló los focos rebeldes de Aragón, Valencia, Extremadura, y Madrid. En otras latitudes peninsulares, el 6 de octubre Companys proclamó El Estado (general) catalán dentro de la República Federal Española, sumándose al problema rabassaire que facilitaba la rescisión de los contratos de cultivos de la viña –rabassa en catalán-. Sofocada la rebelión de Cataluña por el general Batet, es interesante que se suspendiese temporalmente el Estatuto de autonomía en 1935, para poco después la CEDA restableciese la Generalitat, devolviéndole competencias administrativas, aunque no –lógicamente tras lo ocurrido- de orden público. Mayor importancia otorgó el ponente al estallido de Asturias, donde los socialistas quisieron liderar el proceso revolucionario desarrollado por la Izquierda radical, Izquierda ésta en la que los anarquistas, socialistas y comunistas adoptaron un frente común con el lema Unión de Hermanos Proletarios (UHP).
Tras la costosa intervención del Ejército (el general López Ochoa –que era masón- y los legionarios y regulares del coronel Yagüe y el general Franco), en 1935 el PSOE siguió trabajando a plena luz del día. Con el cambio de circunstancias, Prieto sustituyó a Largo Caballero, manteniendo aquel por entonces la tesis de la necesidad de pactar con la izquierda burguesa, rectificando así la posición de la IIIª Internacional, toda vez que la vía insurreccional había fracasado. Aquí, según explicó el ponente en el coloquio posterior, se observan los “cambios de chaqueta” de Prieto. El que había sido el cabecilla de la “operación Turquesa” (el depósito de armas más importante en Asturias) sabía “arrimarse al sol que más calienta”, era pragmático, un tanto cínico y poco escrupuloso. El reformista en el PSOE era Besteiro y no él. Tras las elecciones de febrero de 1936, la izquierda fue desbordándose hacia la anarquía, con la quema de iglesias, la sangría constante que suponía el desorden público, los ataques abiertos a la Fuerza Pública, los conflictos entre las fuerzas obreras de izquierda (UGT y CNT), la atrevida destitución del presidente de República Alcalá Zamora, etc.
Tras varias y jugosas intervenciones de los asistentes, quien esto escribe propuso al conferenciante una crítica y una aclaración, pues no todo podían ser alabanzas. Comencemos por la crítica. En efecto, el ponente había hecho suya la tesis de Miguel Maura -uno de los que trajo la IIª República- según la cual, aunque en las elecciones municipales del 12-IV-1931 los concejales fueron mayoritariamente monárquicos, España votó republicana porque en las grandes ciudades ganaron las candidaturas republicanas. Según el ponente, así fue debido al caciquismo de la Restauración que controlaba los pueblos, asunto este en el que insistió varias veces. Es más, el mismo don Alfonso de Borbón concluyó lo mismo que Maura, lo cual era más una auto justificación del propio don Alfonso que un argumento. Aunque se pueden señalar muchas pegas –que ahora omitimos- a este pequeño argumento, llama la atención la reinterpretación poco democrática que supone, según la cual existen votos válidos y otros votos no válidos (no digo nulos) según más guste. No obstante, el ponente advirtió su extrañeza por el abandono de Alfonso XIII, y consideró que las primeras elecciones a las Cortes Constituyentes eran más significativas de la fuerza republicana que las elecciones municipales. Bien estaría recordar que estas últimas no plantearon la forma de Gobierno sino que tan sólo eran municipales. Por su parte, el profesor Tanco subrayó la escasa fiabilidad de las diferentes elecciones durante la República.
En segundo lugar, y como precisión, el mismo interviniente indicó que si las Derechas perdieron las elecciones generales de 1931 una vez proclamada la República el 14 de abril, fue porque les cogió con “el pie cambiado” y de forma sorpresiva, estaban desorganizadas y dispersas, y el mismo Alfonso XIII había sido el artífice de la IIª República (hasta llegar al golpe de Estado palatino), como señala Luis Ortiz y Estrada en su brillante libro publicado con este título (Madrid, 1947, 140 pp.). Para este autor –añado-, don Alfonso, como liberal que era, dio un verdadero golpe de Estado, aunque sólo Juan de la Cierva (que había sido masón) apoyase la resistencia del monarca liberal, lo que más que exonerar a don Alfonso de responsabilidades tan sólo demostraba la decadencia del régimen político liberal.
Repensando la conferencia, y ante la extrañeza del conferenciante de que la CEDA no ocupase el Gobierno tras su triunfo electoral en noviembre de 1933, me pregunto: ¿cómo nos podemos extrañar de ello si, tras las elecciones municipales del 12-IV-1931, los concejales republicanos fueron 40.168, los restantes 40.324 eran monárquicos, independientes y sin conocer su filiación, y a pesar de ello se hizo triunfar la República?
Más que enfocar los sucesos desde la realidad republicana, el ponente los enfocó desde el PSOE y la UGT, soslayando la fuerza del anarquismo español. A una pregunta comprometida del público, el conferenciante afirmó que la enseñanza de la Historia en esta cuestión es que el político no debe ser extremista sino estar al servicio del bien común.
Termino recordando al lector que en febrero de 1936, el Frente Popular de izquierdas tuvo una aparente victoria electoral, pues obtuvo el 34’3 % de los votos, siendo los votos de las Derechas el 33’ 2%, y del Centro el 5’ 4%? Si el centro-derecha fue superior en número, el reparto de escaños fue de un total de 271, 137 y 40 respectivamente. Omito mencionar las tragedias posteriores.
José Fermín Garralda Arizcun
(Doctor en Historia)
Pamplona, 14 de octubre de 2009
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