La España del siglo XVIII: mayoría ¿ilustrada o reaccionaria ?
Si para el tradicionalismo la ruptura ideológica se produce entre la Monarquía (absolutista) tradicional frente al liberalismo de las Cortes de Cádiz, ...para el progresismo, en cambio, la ruptura se produce entre la España ilustrada (que culmina en las Cortes de Cádiz) frente a la reacción absolutista de 1814, (que entronizó al tirano Fernando VII).
¡¡Ambas posturas acaparan para su bando a la práctica totalidad de la España del siglo XVIII!!!; o sea, si para el tradicionalismo, España habría sido absolutamente católica frente a una minoría insignificante de ilustrados afrancesados (que, eso sí, disponían de los resortes del poder); ...en cambio, para el progresismo, España habría estado absolutamente sumergida en la Ilustración y en el afrancesamiento pero, contra ello, habría conspirado una minoría reaccionaria que habría alborotado al pueblo y le habría vuelto a sumergir en la barbarie antiilustrada comenzando en la Guerra de la Independencia y que culminaría con Fernando VII.
¿Qué explicación es la más correcta? (Porque es evidente que las dos no pueden ser verdaderas y ambas se excluyen).
Obviamente, la explicación progresista aparece inverosímil, ya que su explicación necesita infravalorar un hecho irrebatible, que es el de la absoluta religiosidad del 99% del pueblo llano español del siglo XVIII, y su total conformidad con los postulados católicos tradicionales, que no habían variado con la Ilustración; pues episodios aislados como el jansenismo o la expulsión de los jesuitas no afectaban a la idiosincrasia católica tradicional del pueblo llano.
En los púlpitos no se predicaba Ilustración (aunque tampoco se criticaba si no tenía fines antirreligiosos); y sin contar que las veleidades ilustradas de los Aranda, Olavide etc. no atacaron nunca la Religión católica, y que la censura contra la Enciclopedia no desapareció en España ni con el mismísimo Carlos III.
Lo que demuestra que TODOS los ilustrados españoles conocían el carácter antirreligioso de la Enciclopedia, y que una faceta (la anticatólica y la antimonárquica) de la Ilustración europea era hostil a las convicciones de TODA la España del siglo XVIII (ilustrada o no) y no sólo a las opiniones de unos cuantos “reaccionarios”, como nos viene cacareando el sr. Herrero.
Ya vimos antes la opinión de Jovellanos (símbolo de nuestra Ilustración) condenando el anticatolicismo y la falsa Ilustración en su “Memoria sobre la educación pública” (1802).
Además ¿por qué nunca se citan textos eclesiales en que conste que la Iglesia aceptaba la Ilustración como tal? ...porque si eso se nos dijera, ipso facto quedaría demostrado que el pueblo aceptaba la Ilustración en bloque (dada su aceptación desde los púlpitos). Pero eso no se nos dice... sencillamente porque esos textos eclesiales favorables no existieron.
Por eso, es falso suponer al conjunto del pueblo español del siglo XVIII como ilustrado, y será cierto considerarle, si acaso, más bien “reaccionario”.
(Paradójicamente, el progresismo, que siempre apela a mayorías para autolegitimar el sistema demócrata-liberal, en este caso apela a la necesidad de las luces y la ilustración, sin importarle el supuesto y previsible rechazo del pueblo llano español, en cuanto tal hecho supusiera un choque antirreligioso).
El pensamiento reaccionario tras el año 1800
Comienza el siglo XIX (¡y misteriosamente aun los reaccionarios no han aniquilado a nadie!); ahora llegaría, según Herrero, el período de la “creación del mito reaccionario”, caracterizado porque la reacción forja estrafalarias y peregrinas teorías sobre tenebrosas conjuras y conspiraciones satánicas al unísono entre protestantes, francmasones y filósofos para demoler la Religión y las Monarquías, “debido a la falta de una explicación mejor para justificar la realidad irremisible de un mundo antiguo que se les estaba hundiendo por momentos, delante de sus ojos atónitos; y ante la que no encontrarían explicación lógica alguna”.
La explicación progresista sobre el fenómeno es taxativa: el pueblo ha espabilado gracias a la filosofía de los ilustrados, y los poderosos ya no pueden seguir manteniendo el antiguo orden, basado en las viejas supersticiones.
10 - Lorenzo Hervás y Panduro (1735-1809)
Sabio jesuita español, autor de un monumental “Catálogo de las lenguas”, aunque según Herrero sería una figura mítica antirrevolucionaria (“ejercería gran influencia en el pensamiento servil español”), sobre todo por su tratado “Causas de la Revolución Francesa”, escrita en Roma en 1794 y publicada en España en 1803, obra muy difundida durante la Guerra de la Independencia y basada en las “Memorias” del abate Barruel.
No lo incluye Menéndez Pelayo entre los antienciclopedistas españoles.
Pasó Hervás la mayor parte de su vida en Italia, como tantos jesuitas exiliados, y en Roma se contagiaría de la manía conspiratoria, debido a encontrarse allí el “centro de las corrientes de pensamiento que, estimuladas por la Compañía, desarrollarán las más extremas teorías acerca de conspiraciones satánicas contra los tronos y la Iglesia” (Herrero)
La obra de Hervás “Causas de la Revolución Francesa” fue acabada en 1794, pero no pudo ser publicada en España debido al nuevo clima político de amistad con Francia, tras la guerra de 1793-95. Sin embargo, el eco de la obra se ampliaría durante la estancia en España de Hervás entre 1799 y 1802, siendo finalmente publicada en 1803.“Epoca tenebrosa” de España, ya... ¡y ni un sólo enciclopedista muerto por los reaccionarios! ... Ahora bien, prohibido dudar de que la Francia revolucionaria y asesina era la luz del mundo.Herrero: “fue debido a las intrigas políticas de aquella tenebrosa época... al ir ganando fuerza en España las fuerzas conservadoras y perder poder los clérigos ilustrados (o sea, jansenistas) que Godoy había mantenido en los primeros años de su gobierno”
Hervás denuncia, entre otras, el desprecio a la autoridad religiosa como causa principal de la Revolución francesa:
“la Revolución francesa tiene por fin y efecto la abolición del cristianismo, y aun de la religión natural, y consiguientemente, de todo gobierno civil; ...de toda autoridad civil que perjudicaba el ejercicio de una libertad desenfrenada... su consecuencia” ha sido la corrupción de la conciencia en la nación francesa”
Hervás habla de Francia y su revolución; pero Herrero le acusa de atacar la acción ilustrada, equiparando Ilustración=Revolución francesa (cosa en que ya vimos que discrepaba Jovellanos); de atacar absolutamente toda la Ilustración, como si se resumieran y la hubiera provocado exclusivamente el enciclopedismo, o sea la falsa filosofía (llamada por Herrero movimiento ideológico del XVIII).Herrero sibilinamente: "por libertad entiende Hervás el libre ejercicio de las pasiones animales luego el resorte interior que frena nuestra libertad es la conciencia, por tanto el fondo de la acción ilustrada se ha encaminado a hacer guerra a la conciencia, Revolución que es solo la última fase del movimiento de la Ilustración a lo largo del siglo XVIII, y que su ataque a la monarquía es sólo consecuencia directa de aquél
Véase cómo Hervás sí distinguía entre Ilustración frente a los falsos filósofos. Sobre la Ilustración:
“Francia hacía la primera... por su poder, cultivo de ciencias y artes mecánicas, por su tráfico interior... las ciencias, la política, y aun al hablar”
Por contra, decía Hervás contra los enciclopedistas:
“Esta gente (o sea los contaminados de enciclopedismo y falsa filosofía) debía matar a su monarca para así extinguir en él la potestad que con la pena los castigaría...”
“Voltaire, Rousseau y otros infames y viciosos ateístas, que para vergüenza del linaje humano abortó el infierno...”
Y prosigue Hervás:
“Luis XVI... con su heroica muerte... nos ha dejado sellada con su sangre su virtud heroica y admirable santidad”
Contra Luis XVI y contra Hervás vocifera nuestro historiador:
Por enésima vez equipara y confunde este hombre la auténtica libertad e Ilustración con la filosofía enciclopedista antirreligiosa.Herrero: lo mismo que Cristo fue crucificado, así la monarquía francesa subió a la guillotina para con su sangre liberar al mundo moderno de los peligros de la libertad y de la Ilustración”
Inspirado en Barruel, Hervás expone su teoría conspiratoria contra la Francia del Antiguo Régimen, denunciando la influencia al unísono de cuatro sectas que aspiraban a derribarla: la “secta calvinista”, de la que habría procedido la jansenista, que tuvo por fin denunciar supuestos abusos eclesiásticos que habrían dañado la pureza de la primitiva Iglesia, oponiendo los presbíteros a sus obispos, y éstos al Papa:
“...los solitarios hipócritas de Port-Royal...oprimiendo la dignidad episcopal, las órdenes religiosas y la cátedra de Pedro por medio del desprecio y la calumnia”
“el dragón infernal predicó la libertad de los reyes frente al poder eclesiástico; y de los pueblos frente a los reyes...”
Se refiere Hervás también a la secta filosófica, formada por “los ateos, llamados filósofos, cuyo jefe es Voltaire, al que siguen los Diderots, los D’Alemberts, los Helvecios y toda aquella tropa de fatuos y malignos calumniadores”.
Mientras los jansenistas introducían discordia entre la Iglesia y la Monarquía, aislando a ésta de la protección de aquella, esa discordia privaba a la Iglesia, a su vez, de la protección monárquica.
Los filósofos, simultáneamente, a partir del falso dogma de la igualdad separaban al rey de sus nobles, dejándolo inerme frente a revolucionarias reformas políticas populares, reformas que acabarían por derrocar la monarquía.
Por último, la secta de los francmasones (y la de los “iluminados” en Alemania), que trabajarían el espíritu del pueblo para la penetración de las ideas filosóficas de libertad e igualdad, presentándolas como queridas por Dios y como contrarias al Principado y al Sacerdocio, instituciones éstas impuestas mediante la injusticia y la violencia para robar a los hombres su perfecta libertad. El fin de los masones, según Hervás, sería “gobernar el mundo, apropiarse de la autoridad de los soberanos y quitarles el empleo, dejándoles sólo el honor de llevar la corona”.
Se burla Herrero:Lamentablemente acierta Herrero: el “ideario” de encumbrar al pueblo soberano aniquilando reyes, nobles y religiosos está en la base “cultural civilizada” de la Francia moderna y de la Europa heredera de aquellos principios; el único “inculto no civilizado” era Hervás que lo denunciaba, claro.Herrero: “cuando las ideas aquí atacadas forman el acerbo cultural civilizado, el horror de Hervás nos parece cómico y grotesco... A ello contribuyen (con humor negro) los masones contemporáneos, corroborando la crítica de los jesuitas, de que ellos son realmente ¡¡los introductores de los ideales democráticos en el mundo moderno!!...pues es absurdo hacer de ella una de las causas de la Revolución Francesa o la creadora de la tradición cultural de los derechos humanos”
Es curioso que los progresistas se burlen de los ritos y conspiraciones que los reaccionarios achacan a los masones, pero sin embargo conceden verosimilitud a bulos conspirativos semejantes de carácter jesuita.
Por último, sería interesante conocer algo verídico (no fantasmagórico) acerca de tal supuesta “tradición cultural de los derechos humanos”; desconocida en el mundo hasta el descubrimiento de la guillotina, elemento “cultural” clave de la “tradición” liberal.
Esa teoría conspiratoria constituye el núcleo de la voluminosa obra de Hervás, que escribió en Roma en los años más duros y críticos de la sangrienta Revolución Francesa, contra las sectas que supuestamente la habían preparado o, al menos, la habrían visto con buenos ojos.
Como colofón de la voluminosa obra, Hervás comete la barbaridad de pedir (año 1794) “el exterminio de las sectas filosófica, francamasona y jansenística y de cualquier otra que contra la pureza del catolicismo pudiera inventarse” así como la “severidad de penas pecuniarias y corporales contra los secuaces o contra los que vendan o tengan libros de su doctrina...”
Hervás no se dirigía contra la “cultura” ni la “ilustración” sino a una legítima defensa contra ciertas sectas y sectarios (de los que él creía haber demostrado su carácter subversivo y criminal en los hechos sucedidos en Francia).Herrero, :”frente al enorme esfuerzo de la Ilustración su básica respuesta es la tradicional Inquisición; frente a la cultura moderna Hervás sueña con delación, penas corporales y exterminio”
Increíble que, después de haber tratado Hervás, exhaustivamente y exclusivamente, sobre sectas... ahora Herrero le cargue el mochuelo de querer exterminar nada menos que la “cultura”...
¿O es que Herrero reconoce que esas sectas estarían en la base de la falsa filosofía y el enciclopedismo?
Al pobre Hervás (“eruditísimo jesuita, espíritu amplio y cultivado”), que sólo había pedido una respuesta proporcionada contra las SECTAS responsables del asesinato de millares de católicos y nobles de la FRANCIA revolucionaria, le hace responsable este tipo de futuros “exterminio liberal” en España, ¡y solo por una frasecita sacada de contexto!Herrero: “las incitaciones de los jesuitas Hervás y Barruel a la persecución y a la supresión fueron importantísimos factores, no tanto en la violencia de la represión absolutista sino en la justificación antiintelectual y antiilustrada de esa represión”
Por supuesto, ni una palabra sobre la “persecución y supresión” religiosas y su “justificación” filosófico-enciclopedista.
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Pasa a continuación Herrero a tratar sobre el abate Barruel (1741-1820), su trayectoria ideológica, su exilio en Inglaterra en 1792, y su posterior y sorprendente aceptación de Napoleón a partir de 1800.
Sus “Memorias para servir a la historia del jacobinismo” (1797), obra de gran éxito, fueron traducidas a todas las lenguas en años posteriores, aunque la primera edición en España data tardíamente, en 1812 (debido a dificultades con la censura), aunque incluso años antes de su publicación ya había contribuido a “crear un estado de opinión en la reacción española” (Herrero), si bien su apoteosis se produciría a partir de 1813, con la edición traducida y prologada en la Mallorca absolutista por otro reaccionario: el padre Strauch. En estas “Memorias” debió haberse inspirado Hervás y Panduro.
Las “Memorias”, a pesar de ser citadas en su momento como fiables, no pasaron de ser una monumental falsificación. Barruel describía a los jacobinos como una secta, resultado a su vez de tres sectas previas: los filósofos, los francmasones y los iluminados. Y es que a mediados del siglo XVIII Voltaire, D’Alembert y Federico de Prusia habrían planificado la destrucción del cristianismo mediante tres fases: la Enciclopedia; la destrucción de los jesuitas y por último la destrucción de las órdenes religiosas, todo ello como medio para fundar una ciudad filosófica a cargo de Voltaire bajo la protección de Federico de Prusia, apoderarse de la Academia Francesa y terminar inundando Francia y Europa de libros anticristianos. La obra maestra de tal rebelión se habría fijado el 14 de julio de 1789... y tal habría sido el origen de la Revolución francesa.
Ahora bien, si, efectivamente hay que conceder que todo era falso en la forma... no lo era en el fondo: en el sentido de que la concatenación de causas y efectos más o menos queridos y más o menos trabajados durante décadas acabó produciendo un efecto final revolucionario en la realidad que debía aparecer como lógico dado el desarrollo de los hechos.
No hace falta poner fecha a unos sucesos ni sentar a unos personajes ante una mesa maquinando una conspiración para imaginar que el efecto final sucedió como si de una conspiración se hubiera tratado.
Debe ser que los millares de reaccionarios franceses guillotinados y asesinados dan un toque precioso a la historia moderna ¿no?Herrero: esas complejas explicaciones de conjuras y sectas van creando una visión tenebrosa y siniestra de la historia moderna
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11 – Antonio Campmany
Otro reaccionario peligroso; con su carta a Godoy de 1806, recogida en “Centinela contra franceses” (1808), comenzará según Herrero la formación del pensamiento “servil”. Dicha carta constituirá un alegato a favor del “antirreformismo autoritario”, de la “santa España”, del “casticismo”, de la causa del “pueblo contra la cultura”, de la “esencia religiosa de los españoles”, de la “santa ira”, del “ateísmo como esencia de lo francés”, de “Napoleón como monstruo jacobino” etc
Si la obra de Hervás (en 1794) hacía referencia al papel siniestro de unos conspiradores contra el Altar y el Trono en Francia (y en abstracto en el resto de Europa) Campmany, apareciendo ya en 1806 como inminente la avalancha revolucionaria francesa-napoleónica, trata de denunciar un estado de cosas que en España la tienden a producir, frente a otro estado ideal que evitaría o detendría esa avalancha; de ahí su apología de aquella España primitiva y anterior al afrancesamiento edulcorado de la España de mediados y finales del siglo XVIII.
Hay que hacer notar que el ataque de Campmany a la Ilustración, en 1806, estaba justificado, pues había habido ya un cambio de matiz muy importante; y es que si la Ilustración española durante el siglo XVIII respetaba el catolicismo y el orden monárquico tradicional, la Ilustración francesa había demostrado un cariz anticatólico, antitradicional y virulento que estalló en la Revolución de 1789; y ese carácter era ya, descaradamente, el que parecía imponerse inevitablemente con las tropas napoleónicas. De ahí sus iras contra todo lo que oliera a Ilustración, y ya sin distinciones, aunque su odio parece dirigirse a la Ilustración radical francesa, que ya merodea por España sin disimulos.
Campmany, alarmado, ataca la Ilustración francesa como forjadora de la corrupción de costumbres en España y en cuanto su falsa filosofía pretende cambiar con la invasión el orden político tradicional de España:
“el pueblo es la nación, de su masa sale todo: el sacerdote, el magistrado el guerrero y hasta la sabiduría” (¡qué pena que no provenga de los falsos ilustrados!)
“desnudémonos de todos los hábitos que nos introdujeron los pestíferos ejemplos de nuestros enemigos”..., o sea, “el pueblo contra la cultura” (Herrero)
“nuestra religión... preservada del contacto de las sectas, de los encantos de la moderna filosofía”
“desechar toda felicidad reforma regeneración y constitución que venga de París, Burdeos o Bayona... ”
“el nuevo edificio político que se levantaba para ser morada exclusiva y regalo de los ilustrados”.
(¡¡!!)Herrero, regodeándose: “en este período esas ideas (reaccionarias), que habían estado en la periferia de la cultura española, desdeñadas por los intelectuales ilustrados y sostenidas por una minoría, que aparecía como de estrafalarios pero inofensivos maníacos alcanzarán una enorme difusión, se alzarán con feroz violencia y materialmente aplastarán y destrozarán a los representantes de la cultura ilustrada, deteniendo de paso durante veinte años la evolución de la historia española y sembrando semillas de odio cuyos ecos aun resuenan en España...”
El problema es que el grueso de la España católica de fines del siglo XVIII creía lo contrario: que lo que estaba en la “periferia de la cultura” era una minoría de intelectuales ilustrados que “aparecían como estrafalarios pero inofensivos maníacos”
...algunos de los cuales “se alzarían con feroz violencia y materialmente aplastarán y destrozarán” a los representantes de la cultura católico-tradicional y "sembrando semillas de odio cuyos ecos aun resuenan en España" (primero, pacíficamente en las cortes de Cádiz y luego a partir de 1820).
Vaya, ahora nos mete Herrero, de contrabando, junto a la Ilustración...el “liberalismo democrático”... ¿y eso? ¡¡Nos pretende camelar nada menos que la Francia revolucionaria homologándola con la Ilustración de la época de Carlos III!!Herrero: “De odiar a Francia a odiar todo lo francés hay sólo un paso, y ese paso lo darán las fuerzas reaccionarias, explotando la intensísima emoción antifrancesa para identificar las ideas ilustradas y el liberalismo democrático con lo francés y a los liberales españoles con agentes del enemigo, traidores a su patria y vendidos a Napoleón”.
Y yo pregunto: ¿qué tienen que ver las ideas ilustradas del católico siglo XVIII español con el jacobino “liberalismo democrático”?¿por qué los identifica el sr. Herrero? ¿se conoce algún ilustrado español del XVIII que lo hubiera defendido?
Imposible, porque en España aparece en las Cortes de Cádiz, y como un contagio de la invasión francesa.
Luego está claro que la Ilustración (ya más bien Revolución) francesa no era ni equivalía a la Ilustración española del XVIII, aunque Herrero juegue a mezclarlas para confundir a sus lectores; y que esa virulenta Ilustración (o más bien Revolución) “francesa”, dispuesta a penetrar en España, era la que estaba en el fondo de las denuncias de Campmany.
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