La tragedia de la escuela católica no son los alumnos -anticatólicos- que, al término de su periplo por ella, la escuela católica puede expeler al mundo; eso, en el caso comentado por Juan Manuel de Prada, de Bibiana Aído, más que una tragedia, es un esperpento.
Más bien, pienso que la tragedia de la escuela católica consiste en haber querido y seguir queriendo contemporizar: bien por ser "concertada" (lo cual significa seguir al dictado lo que mande el "comisario político" de la Inspección Educativa) o bien por ser "privada", pero sin prescindir -por estúpida coquetería con la época- de las ínfulas de moderna y el falso marchamo de "estar al día".
La escuela católica se ha empapado de las tonterías de los nefastos pedagogos del buenismo antropológico, de los vesánicos psicologeros y del optimismo progresista, olvidando a sus eminentes cimas pedagógicas, traicionando en algunos casos incluso el carisma de los fundadores de escuelas católicas.
Me quedo con lo que De Prada dice al final: "las vírgenes necias de la parábola"... Pues, con todos mis respetos, hay que ser absolutamente necio, imbécil de guitarra y pandereta, para pensar que alguien "nos quiere exagerao" porque sepa fingir con zalamería, mientras ha olvidado y no ha tomado para sí, recibiéndolo en su justo valor, todo lo que presuntamente se le enseñó.
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