Mensaje de Don Javier al Montejurra 1972
Queridos carlistas:
Representa para el carlismo un gran sacrificio la celebración de este Acto de Montejurra. Sacrificio, porque las barreras que el Régimen pone a todos los que buscan la libertad intentan impedir el que llegue NUESTRO AFÁN REVOLUCIONARIO a gran parte del pueblo.
A pesar de todos los obstáculos, Montejurra es la superación de la dinámica política desarrollada en el transcurso del año.
Frente al régimen político, social y económico totalitario, el carlismo sigue avanzando.
Frente a un orden rígido y sujeto al desarrollo meramente materialista, frente a una España de privilegios creada para la satisfacción de necesidades materiales, queremos un orden flexible, un escoger de vida para los pueblos, aceptando que sus estructuras estén constantemente abiertas a evolucionar para la VIDA DEMOCRÁTICA de los mismos pueblos y respondan a éstas otras exigencias de responsabilidad y PROGRESIÓN IDEOLÓGICA.
Frente a este régimen inmovilista y dictatorial, no nos queda otra alternativa que presionar con todas nuestras fuerzas, en entendimiento con aquellos que, al igual que nosotros, basan su acción en principios democráticos, para superar estos obstáculos sea como sea.
Esto no quiere decir que condenemos todo avance material. Pero sí consideramos que no debe realizarse a costa de otro progreso, de índole humana, moral y social, sino juntamente con él, dentro de una organización social que busca decididamente la igualdad y la fraternidad compartida todos los niveles.
Tampoco quiere decir que estemos abogando a favor de la violencia. Ahora que los hombres del sistema franquista están constantemente condenándola de palabra para justificarse, nosotros advertimos que queremos precisamente superar la primera violencia, la VIOLENCIA DE LAS ESTRUCTURAS, la violencia que el régimen practica contra el pueblo que busca el ejercicio de su libertad. Por eso estamos por la Revolución Social. REVOLUCIÓN que establezca estructuras que no sean opresivas y permitan superar la violencia.
Para hacer posible el establecimiento de este orden de paz, de justicia y de libertad, la Iglesia y el Ejército, por su gran influencia en la sociedad, tendrán que presentarse ante el pueblo español como independientes en cualquier proceso político que discurra por vías de garantías democráticas que desde la oposición estamos forzando. Su responsabilidad es manifiesta. La Iglesia, sin ejercer coacciones o frenos morales sobre el ímpetu reivindicativo de un pueblo oprimido que busca sus derechos para desprenderse de la opresión económica, social y cultural que ejerce el RÉGIMEN CAPITALISTA y con el cual hasta ahora la IGLESIA JERÁRQUICA HA COLABORADO. El Ejército, no dejándose conducir a aventuras heroicas que en definitiva serían acciones que a él le comprometan y sirvan para fortalecer un sistema económico cargado de inmoralidad y de corrupción. El Pueblo, que sabe que el Ejército no es el Régimen, porque él subsistirá y el Régimen desaparecerá, le pide al Ejército que, con su neutralidad y con su presencia, haga posible el CAMINO DEMOCRÁTICO dentro de un orden con paz.
Os vuelvo a decir que, frente a todo esto, el carlismo avanza y se presenta con una vivencia y dinámica política fruto de su unidad. El carlismo ha logrado hacer desembocar sus tensiones internas, que harían disgregarse a otros grupos, en una fructífera dialéctica. Esto es gracias a la fidelidad a esta unidad, que con tanto empeño intentan algunos romper. Ésta es la vivencia que hemos experimentado y que podemos aportar al pueblo español como testimonio de algo que es posible. Y es posible en el carlismo, por una mística de servicio dentro de un marco de orden interno con una gran unidad. Esta unidad tiene una fuerza: la fidelidad. Un instrumento: el Pacto Dinastía-Pueblo. Una forma: la Monarquía Socialista.
Como esta unidad es nuestra constante, debemos mantenerla por encima de todo, por ser garantía de la Revolución Social.
La garantía que representa la Monarquía carlista se ve hoy fortalecida y prestigiada gracias al testimonio y entrega de mi hijo el Príncipe Carlos Hugo, que ha sabido ser fiel catalizador de mi pensamiento y del ansia renovadora y evolutiva del pueblo carlista.
Por las causas que todos conocéis, he tenido que tomar la decisión de delegar plenos poderes en él para que dirija el Partido Carlista en conjunción con todos vosotros, mediante los procedimientos democráticos que tenemos e iremos perfeccionando a través del Congreso del Pueblo Carlista, en una progresiva democracia que culmina en el Pacto Dinastía-Pueblo y en el cual se hallará la eficacia política del carlismo.
Mi recuerdo y admiración por todos aquellos, carlistas y no carlistas, que sufren la opresión del Régimen por manifestarse virilmente contra la tiranía en defensa de la Libertad.
FRANCISCO JAVIER
París, 6 de mayo de 1972.
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