Entrevista a José María Escriba Albás

Fuente: ABC, 24 de Marzo de 1971, páginas 11 y 13.


«EL OPUS DEI METIDO EN LA POLÍTICA ES UN FANTASMA QUE NUNCA PODRÁ EXISTIR: SI SUCEDIERA, LA OBRA SE DISOLVERÍA INMEDIATAMENTE»


«Nuestros medios son siempre limpios, y nuestros fines, exclusivamente sobrenaturales»

«Todo el mundo sabe que nuestra familia espiritual es pobre: con ninguna de sus labores cristianas hace dinero»

«En España y sólo en España está el origen de los errores sobre el Opus Dei»



Una vez clausurado el último pleno del Consejo Nacional del Movimiento, circuló profusamente la correspondencia entablada entre dos personalidades –un ministro del Gobierno y un consejero nacional– en torno a un tema que preocupa e interesa vivamente a la opinión pública española: el Opus Dei y la dependencia o independencia de sus miembros en cuestiones no estrictamente religiosas.

Asegura una parte que no existe vínculo que condicione la libertad de los socios del Opus Dei en materias políticas, económicas, temporales en suma. Arguye la otra parte que existen compromisos de obediencia, formalmente expresado en unas Constituciones que han visto la luz pública, por primera vez, hace pocos meses. La disciplina interna de la organización –se añade– parece evidente a la vista de una serie de realidades que trascienden del marco de lo apostólico. Se plantea, por último, en la correspondencia aludida, una cuestión que permanece, aún hoy, incontestada: ¿son o no auténticas las Constituciones de la Obra que, desde fecha reciente, se están difundiendo en el país?

Horas antes de regresar a España, Julián Cortés Cavanillas, corresponsal de ABC en Roma hasta hace pocos días, ha captado el interés y la actualidad del tema y ha empezado por plantear una serie de preguntas a monseñor José María Escrivá. He aquí las respuestas del fundador y presidente del Opus Dei.




– ¿Se puede decir que el Opus Dei persigue alguna finalidad política?

– Son bien conocidas no pocas asociaciones católicas que se dedican como fin principal a formar ciudadanos para la vida política. Me merecen respeto, y ese fin es perfectamente bueno y perfectamente legítimo. En cambio, la finalidad del Opus Dei es exclusivamente espiritual, de formación cristiana, y deja a sus socios personalmente libres –y, por tanto, personalmente responsables– en todo lo que es temporal. Si no fuera así, si hubiera alguna actividad política o en cualquier modo terrena, yo lo habría dicho desde 1928: porque nadie tendría motivo de escándalo. Pero como esos fines temporales no existen no puedo afirmar lo contrario por dar gusto a algunas personas que difunden ese error; porque sostendría una mentira y pondría en peligro la salvación de mi alma.


LOS VOTOS: «NUNCA LOS HEMOS DESEADO»

– Pero en el Opus Dei hay unos votos que obligan a sus socios…

– Nunca los hemos deseado, porque no van con nuestro modo de ser. Dentro de las inevitables limitaciones individuales, cada socio del Opus Dei trata de vivir libremente las virtudes cristianas propias de su estado –soltero, casado, viudo o sacerdote– y las de su profesión intelectual o manual con la gracia de Dios y con la mayor perfección humana, en provecho de su familia y de la sociedad entera. Siempre con un respeto completo a la libertad personal de cualquier ciudadano –sea o no socio del Opus Dei–, en un legítimo pluralismo en todas las cosas que no están definidas por la fe o por la moral de Cristo. Y aún en este caso, el buen espíritu de la Obra nos lleva a defender, en frase de Pío XI, la «libertad de las conciencias»; por eso en el mundo entero hay tantos acatólicos, cristianos y no cristianos, que aman el Opus Dei y colaboran con sus socios en tantas obras apostólicas.

– ¿Y de esos juramentos, monseñor, de los que en alguna ocasión se ha hablado?

– Repito que, desde la fundación de la Obra, cada uno de los socios ha actuado y actúa en todo con arreglo al dictamen de su propia conciencia rectamente formada: nadie ha podido ni puede coaccionar esa independencia. Y afirmo terminantemente que, aunque los ciudadanos hagan legítimos juramentos en la vida civil, en la vida militar y en la vida eclesiástica, la experiencia nos dice que para conservar nuestro carisma fundacional peculiar no nos son necesarios. Por eso, los socios del Opus Dei no hacemos ninguna clase de juramentos. En cambio, cuando la Iglesia y el Estado exigen esos vínculos, procuramos vivirlos con ejemplar fidelidad y lealtad.


«SI ALGUNA VEZ EL OPUS DEI HUBIERA HECHO POLÍTICA, YO ME HUBIERA MARCHADO DE LA OBRA»

– Perdone que insista en este tema. ¿Ha pensado alguna vez en la posibilidad de que la Asociación haya de hecho tenido alguna proyección política?

– He escrito hace tiempo que, si alguna vez el Opus Dei hubiera hecho política, aunque fuera durante un segundo, yo –en ese instante equivocado– me hubiera marchado de la Obra. Por tanto, no debe ser creída ninguna noticia en la que puedan mezclar la Obra con cuestiones políticas, económicas ni temporales de ningún género. De una parte, nuestros medios son siempre limpios, y nuestros fines son siempre y exclusivamente sobrenaturales. De otra, cada uno de los socios y de las asociadas tiene la más completa libertad personal, respetada por todos los demás, para sus opciones ciudadanas, con la consiguiente responsabilidad, lógicamente también personal. Por tanto, no es posible que el Opus Dei se ocupe jamás de labores que no sean inmediatamente espirituales y apostólicas, que nada tienen que ver con la vida política de ningún país. Un Opus Dei metido en la política es un fantasma que no ha existido, que no existe y que nunca podrá existir; la Obra, si sucediera ese caso imposible, inmediatamente se disolvería.

– Quizá haya oído alguna vez decir, monseñor, que el Opus De dirigía determinados Bancos, como…

– En una de las audiencias que me concedió el Santo Padre Juan XXIII, que nos hizo donación de un terreno y de unas casas en Castelgandolfo cerca de la Villa pontificia y, después, nos encargó una gran obra social para trabajadores en el barrio Tiburtino, de Roma; se reía el Papa bondadosamente conmigo cuando le decía, a propósito de esas difamaciones organizadas: supongamos que una familia numerosa italiana tiene un hijo que trabaja como obrero en la Montecatini; otro es empleado de la Fiat; un tercero comienza a ser dirigente en la Banca Commerciale, y así, en otras actividades, el padre y los otros hijos. ¿Se puede afirmar que esta pobre gente es propietaria de esas grandes empresas y de esos Bancos?

Lo mismo sucede en el Opus Dei: todos sus hijos, sus socios, trabajan siempre con libertad donde quieren o donde pueden. Pero todo el mundo sabe que la «familia espiritual» es pobre, que con ninguna de sus labores cristianas hace dinero. Diré más, no se sostienen, y el déficit se paga con el fruto del trabajo profesional de sus socios y con las limosnas de los cooperadores, cristianos o no.


LA PROCEDENCIA DE LOS ERRORES

– Monseñor, mientras hablamos de estas cuestiones se me ocurre una pregunta de tipo personal que, si no tiene inconveniente, me gustaría hacer. A veces se han difundido sobre el Opus Dei cosas que contrastan vivamente con lo que me dice. ¿Cómo interpreta todo esto, puede decirme de dónde nace y cuál es su actitud personal al conocerlo?

– Respecto a la procedencia de esos errores prefiero ser muy breve: En España y sólo en España está el origen, por la celotipia religiosa de algunos, por la pasión política de otros pocos –muy pocos– y por la superficialidad de quienes repiten lo que oyen porque les divierte. Todas esas cosas juntas hacen rumor, chisme, noticia, pero no hacen verdad. ¿Mi actitud personal ante esas equivocaciones? No juzgo a nadie, prefiero disculpar y perdonar. En cambio, puedo asegurar objetivamente que en el mundo entero, lo mismo que en España –trabajamos, y mucho, en los cinco continentes–, es el Opus Dei una Asociación queridísima, como lo demuestra ese extenderse maravilloso y humanamente incomprensible de la Obra por toda la tierra, y el número siempre creciente de los socios y de las asociadas aún en los actuales momentos de crisis universal.


«EL OPUS DEI NO ES MÁS QUE UNA GRAN CATEQUESIS CRISTIANA EN LA QUE SÓLO SE HABLA DE DIOS»

– En el Opus Dei tengo entendido que hay personas de distintas naciones y profesiones, de mentalidades diversas. ¿Representa este pluralismo un origen de tensiones para la Asociación?

– Esa diversidad –sin tensiones ni corrientes, que no se pueden dar– es necesaria en una Asociación con gentes de setenta y siete países, con socios que se dedican a cualquier actividad humana honesta; y esta desemejanza es, precisamente, muestra de salud espiritual y de que la Obra es lo que Dios quiso que fuera. El pluralismo sólo ha sido posible porque el vínculo que une a todas esas personas es exclusivamente sobrenatural. Créame, ésta es la mejor señal de que el Opus Dei no es más que una gran catequesis cristiana, en la que sólo se habla de Dios. Figúrese lo que pasaría si en la Obra uno de sus socios quisiera imponer sus personales criterios sobre cualquier materia temporal; ninguno de los otros lo toleraría, ni yo tampoco. A mí me basta conocer únicamente que quienes se acercan al Opus Dei, aunque saben bien cuántas son sus personales limitaciones humanas, ponen esfuerzo en vivir como cristianos responsables, con plena libertad individual y con la consiguiente personal responsabilidad, en el lugar donde sus propias preferencias y sus circunstancias particulares les han llevado a trabajar. Esto, como ve, no es difícil de entender.


REVISIÓN DE ESTRUCTURAS

– Para terminar, ¿de su libro «Conversaciones» se puede deducir que, como hacen tantas instituciones de la Iglesia, el Opus Dei va a revisar sus estructuras?

– Precisamente en ese libro he dicho que el Concilio, para nosotros, no ha supuesto una invitación a cambiar nuestro espíritu, puesto que ha confirmado con gran fuerza lo que veníamos viviendo y enseñando desde 1928. Pero es lógico que estemos haciendo un Congreso General extraordinario, sin prisa y con participación de socios y de asociadas de más de setenta naciones, cuya segunda parte esperamos que termine dentro del año próximo. Después, con el oportuno permiso del Dicasterio competente de la Curia Romana, vueltos a aprobar nuestros Estatutos, pienso publicarlos en diversos idiomas. De todas formas, los puntos que hemos tocado en esta conversación continuarán vigentes como hasta ahora.

– ¿Puedo hacer una última pregunta?

– ¿Cómo no?

– Quiero saber qué representa en su orden autoritario y decisivo la persona de José María Escrivá de Balaguer.

– Sencillamente, un solo voto, entre otros muchos en la asamblea que decide, cristiana y democráticamente, nuestro modo de ser, como he dicho antes, dentro de la «libertad de las conciencias». ¿Está claro?


Julián Cortés Cavanillas