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Tema: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

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    El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    Breve introducción a los Documentos


    El próximo año se cumplirá el bicentenario del llamado “caso Settele”, que levantó en aquel entonces, en el llamado mundo occidental, la que podría considerarse primera campaña mediática de la época contemporánea contra la Iglesia Católica (todo ello dentro del contexto de la primera gran ola política revolucionaria liberal que, paralelamente, azotó al continente europeo).

    Aprovecho, pues, la ocasión, para presentar un conjunto de Documentos que se pueden considerar como “mojones” representativos en el transcurso progresivo de lo que he venido a llamar “aceptación oficiosa del copernicanismo” en el seno de la Iglesia (tarea que, en cierto modo, ya inicié con la publicación, en su día, de los principales Documentos del primer proceso contra el copernicanismo).

    Quizá se pueda considerar como primera “brecha” dentro del “Alcázar” eclesiástico, la afirmación del jesuita francés Honoré Fabri, en la cual se relativiza el alcance de los Decretos condenatorios del copernicanismo.

    Pero, a mi entender, creo que el primer golpe serio contra el Magisterio de la Iglesia proviene de la publicación en 1744 del Diálogo de Galileo con consentimiento de Roma. El sacerdote italiano Giuseppe Toaldo, que por aquel entonces era profesor de Matemáticas en el Seminario de Padua, aprovechando el centenario de la muerte de Galileo, propuso en 1741 a Roma, a través del Inquisidor de Padua, la reimpresión del Diálogo bajo ciertas condiciones o limitaciones. A pesar de que el proyecto presentado fue aprobado por Roma, no quedó satisfecho Toaldo, que volvería a presentar un segundo proyecto definitivo al año siguiente, en 1742, el cual también fue aprobado por Roma.

    El proyecto tenía como base la reimpresión de una edición clandestina del Diálogo que había aparecido en Florencia en 1710. En ella se reproducían, además, al comienzo, los textos de la Sentencia y Abjuración de Galileo; un texto de Kepler extraído de la introducción de su obra Astronomia Nova, en el que el autor alemán trata de hacer ver que el Sistema copernicano no es contrario a las Sagradas Escrituras (Perioquae); el texto completo de la carta de Foscarini, condenada en el Decreto de 1616; el texto completo de la carta de Galileo a la Gran Duquesa Cristina de Lorena; y el texto del pasaje del Comentario sobre Job de Zúñiga en el que se afirma la compatibilidad del copernicanismo con la Escritura.

    Las condiciones finales presentadas por Toaldo, y aprobadas por Roma, para la reimpresión del Diálogo, consistían en el mantenimiento de los textos de la Sentencia y la Abjuración, pero en la supresión de los textos de Kepler, Foscarini y de la carta de Galileo a la Gran Duquesa (del texto de Zúñiga no se dijo nada, pero también apareció suprimido en la nueva edición); además, se habrían de eliminar o reescribir en lenguaje hipotético las notas marginales de la obra que tuvieran expresiones categóricas sobre la movilidad de la Tierra y la inmovilidad del Sol. Sin embargo, Toaldo consiguió colar en su edición el texto de una Disertación del benedictino francés Calmet, la cual sustancialmente iba en la línea peligrosa iniciada por Fabri.

    El siguiente gran golpe tiene lugar cuando se consigue omitir en el Índice de 1758 la cláusula de prohibición general de los libros que tratan de la movilidad de la Tierra y la inmovilidad del Sol.

    Tanto la reimpresión del Diálogo como la supresión de la cláusula de prohibición general en el nuevo Índice, tuvieron lugar durante el reinado del Papa Benedicto XIV (1740 – 1758).

    Por último, llegamos al llamado “caso Settele” en 1820. El Maestro del Sacro Palacio Apostólico se negó a conceder el imprimatur a una obra del Canónigo Settele (Profesor de Óptica y Astronomía en la Universidad “La Sapienza” de Roma), por sostener en ese libro la movilidad de la Tierra, es decir, por sostener una doctrina condenada por la Iglesia.

    La Sagrada Congregación del Santo Oficio, con Maurizio Olivieri a su cabeza, apoyó la impresión del libro, el cual salió finalmente en 1821 con el imprimatur del Vicario de Roma.

    En 1822 volvió a plantearse la misma cuestión, esta vez por la negativa del Maestro del Sacro Palacio a conceder el imprimatur a una recensión del libro de Settele que quería publicar un tal Dr. D. de Crollis en el periódico romano Giornale Arcadico. Ello motivó la promulgación por la Congregación del Santo Oficio del Decreto de 11 de Septiembre de 1822, que es la última declaración oficial de la Iglesia hasta hoy sobre este asunto.

    Lo que vino después fue la supresión, a partir del Índice de 1835, de la prohibición particular de los cinco libros antigeocentristas que aparecían específicamente mencionados en las anteriores ediciones. Gregorio XVI ordenó la supresión, y que ésta se llevara a cabo sin realizarse comentario alguno.

    Creo que se pueden distinguir dentro de la Iglesia dos criterios oficiosos “justificativos” de la supresión en el Índice de las prohibiciones general y particulares de los libros antigeocéntricos:

    1) Una viene trazada por la línea Auzout-Lazzari-Oliveri, en virtud de la cual, a fin de salvar el decoro de la Santa Sede, se explica que los Decretos prohibitivos solamente condenaban un tipo de movimiento particular de la Tierra que resultaba catastrófico y absurdo, pero no se condenaba en sí misma la idea general de un movimiento de la Tierra. Puesto que, posteriormente, ese tipo de movimiento absurdo fue sustituido en las teorías de los filósofos naturales por otro tipo de movimiento más armónico y ordenado, entonces ya no había ningún problema para suprimir las prohibiciones general y particulares en el Índice, pues este nuevo tipo de movimiento terrestre teorizado nunca había sido condenado por la Iglesia (sólo había sido condenado el tipo de movimiento catastrófico o desordenado teorizado anteriormente), y, por tanto, era perfectamente sostenible y defendible.

    Los últimos ecos de esta línea interpretativa del asunto llegan hasta el episodio del llamado “caso Paschini”, para cuyo resumen tomo prestada la traducción hecha por un tercero del Capítulo 16 de la obra de Maurice Finocchiaro, Retrying Galileo.

    En este mismo sentido, también reproduzco un par de artículos estampados en publicaciones españolas en los años del Concilio Vaticano II.

    2) El segundo criterio o línea interpretativa de todos estos acontecimientos, es la que comenzó a extenderse tras el Concilio Vaticano II, y que tomó carta definitiva de naturaleza en los Discursos del Cardenal Poupard y Juan Pablo II, pronunciados en el último día de una Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, el 31 de Octubre de 1992. Este Papa había creado en 1981 una Comisión para el estudio de todos estos sucesos históricos, y el citado Cardenal, en nombre de la misma, le presentó sus conclusiones en la referida Asamblea.

    Este segundo criterio oficioso “justificativo” de la supresión iba más allá: se consideraba simplemente que la Iglesia se había equivocado al emitir los Decretos prohibitivos, y que la eliminación de las prohibiciones en el Índice venía a equivaler a una efectiva revocación de los susodichos Decretos.

    Y así estamos hasta el día de hoy.

    Simplemente añadir, finalmente, que en esta edición de los Documentos, todas las palabras o frases que aparezcan entre corchetes son nuestros, así como también todas las notas a pie de Documento.



    Fuentes de los Documentos:

    1) La condamnation des livres coperniciens et sa révocation à la lumière de documents inédits des Congrégations de l´Index et de l´Inquisition, Pierre-Nöel Mayaud, S. J., Editrice Pontificia Università Gregoriana, Roma, 1997.

    2) Galileo. Por el copernicanismo y por la Iglesia, Annibale Fantoli, Editorial Verbo Divino, Estella, 2011.

    3) Le Opere di Galileo Galilei, Volumen XIX (Ed. Antonio Favaro), Tipografía Barbèra, Florencia, 1907.

    4) Talento y poder. Historia de las relaciones entre Galileo y la Iglesia Católica, Antonio Beltrán Mari, Editorial Laetoli, Pamplona, 2007 (2ª ed.).

    5) The Galileo Affair. A Documentary History, Maurice A. Finocchiaro, University of California Press, Berkeley-Los Ángeles-Londres, 1989.

    6) Retrying Galileo, 1633 – 1992, Maurice A. Finocchiaro, University of California Press, Berkeley-Los Ángeles-Londres, 2005.

    7) Doctrina Pontificia I, Documentos Bíblicos (ed. Salvador Muñoz Iglesias), B.A.C., Madrid, 1955.

    8) Copernico, Galilei e la Chiesa, Walter Brandmüller y E. J. Greipl, Olschki, Florencia, 1992.
    Rodrigo dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    DOCUMENTO 1

    Certificado de San Roberto Belarmino expedido a Galileo, de 26 de Mayo de 1616


    Nos, Roberto Cardenal Belarmino, habiendo oído que el Señor Galileo Galilei ha sido calumniado e imputado de haber abjurado en nuestra mano, y también de haberle sido, por esta razón, impuestas penitencias saludables; y habiendo sido interrogados acerca de la verdad, decimos que el referido Señor Galileo no ha abjurado, ni en nuestra mano, ni en manos de ningún otro, ni aquí en Roma, ni tampoco en otro lugar, que nosotros sepamos, de ninguna opinión suya o doctrina, ni tampoco ha recibido penitencias saludables, ni de otro tipo, sino sólo le ha sido comunicada la declaración hecha por Nuestro Señor [el Papa], y publicada por la Congregación del Índice, en la cual se dice que la doctrina atribuida a Copérnico, de que la Tierra se mueve en torno al Sol y de que el Sol está en el centro del mundo sin moverse de Oriente a Occidente, es contraria a las Sagradas Escrituras, y, por esta razón, no se puede defender ni sostener.

    Y en fe de esto, hemos escrito y firmado la presente [declaración] de nuestra propia mano, este día de 26 de Mayo de 1616.



    El mismo arriba mencionado,

    Roberto Cardenal Belarmino

  3. #3
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    DOCUMENTO 2

    Actas de la Sagrada Congregación del Índice en donde se prescribe la inclusión del Epitome de Kepler en el Índice de Libros Prohibidos


    Acta de la Sesión de la Congregación del Índice de 28 de Febrero de 1619


    La Congregación tuvo lugar en el Palacio del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Belarmino, estando presentes los Ilustrísimos y Reverendísimos Señores Cardenales Belarmino, Barberini, Millini, Lancelloti, Trejo, Orsini, Cobelluzi (por primera vez), [y] el Maestro del Sacro Palacio.

    […]

    Igualmente, tras el Informe hecho por el Señor Francesco Ingoli sobre el libro de Johannes Kepler titulado Epitome Astronomiae Copernicanae, los Ilustrísimos Señores [Cardenales] han ordenado prohibir el libro.

    […]




    [Nota mía. En el Decreto-Edicto de la Sagrada Congregación del Índice de 10 de Mayo de 1619, se establece la inclusión del libro Epitome Astronomiae Copernicanae de Kepler en el Índice de Libros Prohibidos].

  4. #4
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    DOCUMENTO 3

    Decreto de corrección del De revolutionibus orbium coelestium de Copérnico


    Acta de la Sesión de la Congregación del Índice de 1 de Mayo de 1620


    La Congregación tuvo lugar en el Palacio del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Belarmino, estando presentes los Ilustrísimos y Reverendísimos Señores Cardenales Belarmino, Barberini, Millini, Lancelloti, Ubaldini, Cobelluzi, Orsini, y el Maestro del Sacro Palacio.

    […]

    Igualmente, el Secretario [de la Sagrada Congregación del Índice] propuso, si así placía a Sus Ilustrísimas Señorías, que la corrección [del libro] de Copérnico sea finalmente publicada, etc.

    Y los Ilustrísimos Señores han decidido que ésta pueda publicarse.

    […]






    Decreto-Edicto de 15 de Mayo de 1620


    Advertencia [Monitum] al lector [del libro] de Nicolás Copérnico, y corrección del mismo.

    Los Padres de la Sagrada Congregación del Índice decretaron que el escrito del distinguido astrónomo Nicolás Copérnico, Sobre las revoluciones de los orbes celestes, había de ser prohibido absolutamente, porque no trata como hipótesis, sino que expone como completamente ciertos, principios acerca de la posición y el movimiento del globo terrestre que son repugnantes a la verdadera y católica interpretación de la Sagrada Escritura; esto difícilmente ha de tolerarse en un cristiano. Sin embargo, puesto que la obra de Copérnico contiene muchas cosas que son muy útiles al común público, en aquella decisión les plugo, por unánime consentimiento, permitir que se imprimiera con ciertas correcciones conformes a la enmendación abajo adjuntada, en aquellos lugares en donde él discute la posición y el movimiento de la Tierra, no como una hipótesis, sino como una aserción. En efecto, las copias que se impriman de aquí en adelante sólo serán permitidas con los antedichos lugares enmendados conforme a como se indica seguidamente, y con esta corrección añadida al Prefacio de Copérnico.



    Enmendación de los pasajes del libro de Copérnico que son considerados dignos de corrección:

    En el Prefacio, hacia el final.

    Suprímase todo desde “Si por casualidad” hasta las palabras “estos trabajos nuestros”, y aquí se encaja lo siguiente: “Por lo demás, estos trabajos nuestros”.


    En el Libro 1, Capítulo 1, página 6 [1].

    A partir de donde dice “si consideramos la cosa con más atención”, corríjase por “si consideramos la cosa con más atención, es indiferente que la Tierra esté en el centro del mundo o fuera del centro, siempre que se salven las apariencias de los movimientos celestes. Pues, todo cambio, etc.”


    En el Capítulo 8 del mismo Libro.

    Todo este Capítulo podría ser expurgado ya que expresamente trata del movimiento de la Tierra al tiempo que refuta los antiguos argumentos que prueban su estabilidad; sin embargo, ya que es preferible hablar en sentido problemático, así como satisfacer a los estudiosos y mantener íntegro el orden secuencial de los Libros, puede ser enmendado como se indica seguidamente.

    Primero, en la página 6, suprímase la oración desde “Luego, por qué” hasta la palabra “salimos”, y corríjase el pasaje de esta manera: “Luego, por qué dudamos aún en concederle un movimiento por naturaleza congruente con su forma, en vez de deslizarse todo el mundo, cuyos límites se ignoran y no se pueden conocer; y que lo que aparece en el cielo ocurre de la misma manera que lo que dijera el Eneas de Virgilio, cuando afirma: etc.”.

    Segundo, en la página 7, la oración que comienza con la palabra “Añado”, debe corregirse de esta manera: “Añado también que no supone mayor dificultad adjudicar un movimiento al contenido y localizado, que es la Tierra, que al continente”.

    Tercero, en la misma página, al final del Capítulo, el pasaje desde la palabra “Adviertes” hasta el final del Capítulo ha de ser suprimido.


    En el Capítulo 9, página 7.

    Corríjase el comienzo de este Capítulo hasta la frase “Pues, que”, de esta forma: “En consecuencia, si asumo que la Tierra se mueve, pienso que ahora hay que ver si también le pueden convenir varios movimientos. Pues, que etc.”


    En el Capítulo 10, página 9.

    Corríjase la oración que comienza con “Por ello”, de esta forma: “Por ello, no nos avergüenza asumir etc.”.

    Y un poco más abajo de ella, donde dice “se verifica aún mejor con la movilidad de la Tierra”, corríjase por: “se verifica consecuentemente con la movilidad de la Tierra”.


    En la página 10, al final de ese Capítulo, suprímanse las últimas palabras: “Tan admirable es esta divina obra de [Dios] Óptimo Máximo”.


    En el Capítulo 11.

    El título del Capítulo se ha de cambiar de este modo: “De la hipótesis del triple movimiento de la Tierra, y su demostración”.


    En el Libro 4, Capítulo 20, página 122.

    En el título del Capítulo suprímanse las palabras “estos tres astros”, ya que la Tierra no es un astro, como lo pretende Copérnico.




    Fray Francesco Maddaleni Capiferro, O. P., Secretario de la Sagrada Congregación del Índice.

    Roma, Prensa del Palacio Apostólico, 1620.







    [1]
    En realidad, es el Libro 1, Capítulo 5, página 3.



    Nota mía complementaria. Para ver mejor las correcciones realizadas en el libro de Copérnico, reproduciremos las partes del texto original que fueron eliminadas, presentándolas en rojo; y añadiremos las partes de texto nuevas que fueron introducidas, presentándolas subrayadas.

    La primera corrección se limitaba a suprimir varias de las primeras oraciones del último párrafo del Prefacio de Copérnico:

    […] Pero, para que tanto los doctos como los ignorantes por igual vieran que yo no evitaba el juicio de nadie, preferí dedicar estas lucubraciones a Su Santidad, antes que a cualquier otro, puesto que también en este remotísimo rincón de la Tierra, donde yo vivo, es considerado como Eminentísimo por la dignidad de Vuestra Orden, y también por Vuestro amor a todas las letras y a las matemáticas, de modo que fácilmente con Vuestra autoridad y juicio podéis reprimir las mordeduras de los calumniadores, aunque esté en el Proverbio que no hay remedio contra la mordedura de un sicofante.

    Si por casualidad hay charlatanes que, aun siendo ignorantes de todas las matemáticas, presumiendo de un juicio sobre ellas por algún pasaje de las Escrituras, malignamente distorsionado de su sentido, se atrevieran a rechazar y atacar esta estructuración mía, no hago en absoluto caso de ellos, hasta el punto de que condenaré su juicio como temerario. Pues no es desconocido que Lactancio, por otra parte célebre escritor, aunque matemático mediocre, habló puerilmente de la forma de la Tierra, al reírse de los que transmitieron que la Tierra tiene forma de globo. Y así, no debe parecernos sorprendente a los estudiosos, si ahora otros de esa clase se ríen de nosotros. Las matemáticas se escriben para los matemáticos, a los que Por lo demás, estos trabajos nuestros, si mi opinión no me engaña, les parecerán que aportan algo a la república eclesiástica, cuyo principado tiene ahora Su Santidad. […]

    La segunda corrección cambiaba el siguiente pasaje del Libro I, Capítulo 5, página 3 (anverso):

    Aunque entre los autores, una mayoría conviene en que la Tierra descansa en medio del mundo, de manera que juzgan inopinable y hasta ridículo pensar lo contrario, sin embargo, si consideramos la cosa con más atención, esta cuestión todavía no ha sido resuelta, y por tanto no es nada despreciable. es indiferente que la Tierra esté en el centro del mundo o fuera del centro, siempre que se salven las apariencias de los movimientos celestes. Pues, todo cambio según la posición que aparece […]

    La tercera corrección es en el Libro I, Capítulo 8, en las siguientes frases de la página 6 (anverso):

    Luego, por qué dudamos aún en concederle [a la Tierra] un movimiento por naturaleza congruente con su forma, en vez de deslizarse todo el mundo [el Universo], cuyos límites se ignoran y no se pueden conocer; y no confesamos, sobre la revolución diaria, que es apariencia en el cielo y verdad en la Tierra; y que estas cosas son como y que lo que aparece en el cielo ocurre de la misma manera que lo que dijera el Eneas de Virgilio, cuando afirma: salimos del puerto, y las tierras y las ciudades retroceden.

    La cuarta corrección se refiere al final del Capítulo 8 del Libro 1, en la página 7 (anverso):

    Añado también que parecería bastante absurdo adjudicar un movimiento al continente o localizante, y no más bien al contenido y localizado, que es la Tierra. no supone mayor dificultad adjudicar un movimiento al contenido y localizado, que es la Tierra, que al continente.

    La quinta corrección se refiere a la última frase de ese mismo Capítulo 8 del Libro 1, la cual había de ser suprimida por completo:

    Adviertes, por tanto, a partir de todas estas cosas, que es más probable la movilidad de la Tierra que su quietud, sobre todo con respecto a la revolución diaria, en tanto que mucho más propia de la Tierra.

    La sexta corrección concierne a la primera oración del siguiente Capítulo 9 del Libro 1:

    En consecuencia, como nada impide la movilidad de la Tierra si asumo que la Tierra se mueve, pienso que ahora hay que ver si también le convienen pueden convenir varios movimientos, de modo que pueda considerarse uno de los astros errantes [planetas]. Pues, que no es el centro de todas las revoluciones […]

    Los dos siguientes cambios se producen en el Capítulo 10 del Libro 1, página 9 (anverso). Los dos consisten en sustituir una palabra por otra en una oración.

    Así pues, la séptima corrección se realiza en esta oración:

    Por ello, no nos avergüenza confesar asumir que este todo que abarca la Luna, incluido el centro de la Tierra, se traslada a través de aquella gran órbita entre las otras estrellas errantes [planetas], en una revolución anual alrededor del Sol, y alrededor del mismo está el centro del mundo: […]

    Y la octava corrección tiene lugar en la oración inmediatamente siguiente:

    […] por lo que, permaneciendo el Sol inmóvil, cualquier cosa que aparezca relacionada con el movimiento del Sol se verifica aún mejor consecuentemente con la movilidad de la Tierra; […]

    La novena corrección consiste en suprimir la última frase del Capítulo 10, Libro 1, en la página 10 (anverso):

    Tan admirable es esta divina obra de [Dios] Óptimo Máximo.

    La décima corrección se limitaba a cambiar el título del Capítulo 11 del Libro 1. El título que aparecía era el de: «De la demostración del triple movimiento de la Tierra». Y debía ser sustituido por el de: «De la hipótesis del triple movimiento de la Tierra, y su demostración».

    Por último, debía ser suprimido parte del título del Capítulo 20 del Libro 4, quedando de la siguiente forma:

    «De la magnitud de estos tres astros, el Sol, la Luna y la Tierra, y de su comparación mutua».


    .
    Última edición por Martin Ant; 24/05/2019 a las 11:53

  5. #5
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    DOCUMENTO 4

    Sentencia de la Sagrada Congregación de la Santa Inquisición contra Galileo, y Abjuración de éste


    [Nota mía. La intervención de Galileo en este proceso tuvo lugar del 12 de Abril al 21 de Junio de 1633].



    Sesión de la Sagrada Congregación del Santo Oficio de 16 de Junio de 1633

    Feria V. Día 16 de Junio de 1633.

    Se celebró la Congregación del Santo Oficio en el Palacio Apostólico del Monte Quirinal, en presencia del Santísimo Señor y Señor Nuestro Urbano, por Divina Providencia Papa VIII, y de los Eminentísimos y Reverendísimos Señores Inquisidores Generales, Cardenales Bentivoglio, Scaglia, [Antonio] Barberini, Gessi, Verospi [y] Ginetti; estando presentes los Reverendos Padres Señores Comisario General y Asesor del Santo Oficio; en el curso de la cual fueron presentados los casos abajo relatados, de los que este mismo Señor Asesor ha tomado nota y que me ha transmitido a mí, Notario, a saber:

    […]

    Respecto al caso del florentino Galileo Galilei, detenido en este Santo Oficio, y, a causa de su mala salud y de su vejez, con permiso en las habitaciones de la casa elegida en Roma, con orden de no alejarse y de presentarse siempre que fuere requerido, etc., bajo penas al arbitrio de la Sagrada Congregación; propuesta la causa, expuesto el proceso, etc., y oídos los votos, Su Santidad decretó que el mismo Galileo Galilei debía ser interrogado sobre la intención, incluso bajo amenaza de tortura; y si perseveraba [en lo declarado], previa abjuración por vehemente sospecha de herejía ante la asamblea plenaria del Santo Oficio, debía ser condenado a cárcel al arbitrio de la Sagrada Congregación, ordenándole que, de ahora en adelante, no trate más, de ningún modo, ni por escrito ni de palabra, sobre la movilidad de la Tierra o sobre la estabilidad del Sol, y viceversa, bajo pena de relapso.

    En cuanto al libro escrito por él, que se titula Dialogo di Galileo Galilei Linceo, debía ser prohibido.

    Y, además, para que todas estas cosas fueran conocidas por todos, ordenó que se enviaran copias de la Sentencia arriba impuesta a todos los Nuncios Apostólicos y a todos los Inquisidores de la depravación herética, y especialmente al Inquisidor de Florencia, para que éste la lea en público ante el pleno de su Congregación, convocando, además, a todos los Profesores de Ciencias Matemáticas.






    Sentencia de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, reunida como Tribunal, dada el 22 de Junio de 1633

    Nosotros,

    Gaspar Borgia, con el título de la Santa Cruz en Jerusalén;

    Fray Felice Centini, con el título de Santa Anastasia, llamado d´Ascoli;

    Guido Bentivoglio, con el título de Santa María del Popolo;

    Fray Desiderio Scaglia, con el título de San Carlo, llamado de Cremona;

    Fray Antonio Barberini, llamado de San Onofrio;

    Laudivio Zacchia, con el título de San Pietro in Vincoli, llamado de San Sisto;

    Berlinghiero Gessi, con el título de San Agostino;

    Fabrizio Verospi, con el título de San Lorenzo in Panisperna, de la Orden de los Presbíteros;

    Francesco Barberini, con el título de San Lorenzo in Damaso;

    Y Marzio Ginetti, con el título de Santa Maria Nuova, de la Orden de los Diáconos.

    Por la gracia de Dios, Cardenales de la Santa Iglesia Romana, especialmente nombrados por la Santa Sede Apostólica Inquisidores Generales contra la depravación herética en toda la República Cristiana;

    Sucediendo que tú, Galileo, hijo del ascendiente Vincenzo Galilei, florentino, de 70 años de edad, fuiste denunciado en 1615 en este Santo Oficio por afirmar como verdadera la falsa doctrina, enseñada por algunos, de que el Sol es el centro del mundo y está inmóvil, y que la Tierra se mueve, también con movimiento diurno; que tuviste algunos discípulos a los que enseñaste la misma doctrina; que trataste de ésta en tu correspondencia con algunos matemáticos de Alemania; que publicaste unas cartas tituladas Sobre las manchas solares, en las cuales explicaste la misma doctrina como verdadera; y que a las objeciones que entonces te eran hechas, sacadas de la Sagrada Escritura, respondiste glosando dicha Escritura conforme a tu propia interpretación; y, posteriormente, se presentó copia de un escrito tuyo, en forma de carta, de la que se decía que había sido escrita por ti a un cierto discípulo tuyo, y que en ésta, siguiendo la posición de Copérnico, están contenidas varias proposiciones contra el verdadero sentido y autoridad de las Sagradas Escrituras.

    Queriendo, por ello, este Santo Tribunal, remediar el desorden y el daño que de ello provenía e iba creciendo, con perjuicio de la Santa Fe, por orden de Nuestro Señor [el Papa], y de los Eminentísimo y Reverendísimos Señores Cardenales de esta Suprema y Universal Inquisición, las dos proposiciones de la estabilidad del Sol y del movimiento de la Tierra fueron calificadas por los Calificadores Teólogos como sigue:

    Que el Sol sea el centro del mundo, e inmóvil de movimiento local, es proposición absurda y falsa en Filosofía, y formalmente herética por ser expresamente contraria a la Sagrada Escritura.

    Que la Tierra no sea el centro del mundo, ni sea inmóvil, sino que se mueva, incluso con movimiento diurno, es igualmente una proposición absurda y falsa en Filosofía, y considerada en Teología al menos errónea en la Fe.

    Pero deseándose, en aquel momento, proceder benévolamente contigo, se decretó en la Sagrada Congregación celebrada ante Nuestro Señor [el Papa], el 25 de Febrero de 1616, que el Eminentísimo Señor Cardenal Belarmino te ordenase que debías abandonar totalmente dicha opinión falsa; y, si rehusabas hacerlo, que se te debía imponer, por parte del Comisario del Santo Oficio, el precepto de dejar la mencionada doctrina, y de que no podías enseñarla a otros, ni defenderla, ni tratar de ella; y que, si no te sometías a dicho precepto, debías ser encarcelado. Y en ejecución del mismo decreto, al día siguiente, en el Palacio y en presencia del mencionado Excelentísimo Señor Cardenal Belarmino, tras haber sido benignamente avisado y amonestado por el mencionado Señor Cardenal, te fue impuesto el precepto por el Padre Comisario del Santo Oficio de aquel entonces, con Notario y testigos, de que debías abandonar totalmente la mencionada opinión falsa, y que, en lo sucesivo, no la podías sostener, ni defender, ni enseñar de ningún modo, ni de palabra ni por escrito. Y habiendo prometido tú obedecer, fuiste despedido.

    Y con el fin de que se eliminase totalmente tan perniciosa doctrina, y no siguiera difundiéndose con grave perjuicio de la católica verdad, se publicó un Decreto de la Sagrada Congregación del Índice, con el que fueron prohibidos los libros que trataban de tal doctrina, y ésta declarada falsa y totalmente contraria a la Sagrada y Divina Escritura.

    Y habiendo aparecido últimamente, aquí, un libro impreso en Florencia el año pasado, cuya inscripción mostraba que tú eras el autor, rezando el título de Diálogo de Galileo Galilei sobre los dos máximos sistemas del mundo: tolemaico y copernicano, e informada inmediatamente la Sagrada Congregación de que, con la edición de dicho libro, ganaba cada día más terreno y se diseminaba la falsa doctrina del movimiento de la Tierra y de la estabilidad del Sol, dicho libro fue diligentemente examinado, y en él se halló expresamente la transgresión del antes mencionado precepto que te fue impuesto, habiendo tú defendido en dicho libro la mencionada opinión ya condenada y ante ti declarada como tal, por más que en dicho libro trates, con distintos recursos, de convencer de que la dejas como dudosa y expresamente probable. Lo cual, no obstante, es un error gravísimo, no pudiendo de ningún modo ser probable una opinión declarada y definida como contraria a la Escritura Divina.

    Que por ello, por orden nuestra, fuiste llamado a este Santo Oficio, en el cual, interrogado bajo juramento, reconociste que habías escrito el libro y lo habías dado a la imprenta.

    Confesaste que hace unos diez o doce años, después de habérsete impuesto el precepto mencionado más arriba, comenzaste a escribir dicho libro; que pediste autorización para publicarlo, sin mencionar, sin embargo, a aquéllos que te dieron tal autorización, que tú tenías precepto de no sostener, defender ni enseñar de ningún modo tal doctrina.

    Confesaste, igualmente, que la redacción del mencionado libro, en muchos pasajes, está hecha de tal forma que el lector se podría hacer la idea de que los argumentos aportados por la parte falsa fueron expuestos de tal modo que, por su eficacia, más bien eran capaces de obligar que fáciles de rechazar; excusándote de haber incurrido en error tan alejado, según dijiste, de tu intención, por haber escrito en forma de diálogo, y por la natural complacencia que todos tenemos en las propias sutilezas y en mostrarnos más agudos que la mayoría de los hombres al hallar, incluso para proposiciones falsas, ingeniosos argumentos que las hacen parecer probables.

    Y, habiéndosete dado un plazo adecuado para preparar tu defensa, presentaste un Certificado escrito por la mano del Eminentísimo Cardenal Belarmino, que te habías procurado, según dijiste, para defenderte de las calumnias de tus enemigos, que te criticaban que habías abjurado y que el Santo Oficio te había impuesto penitencias. En dicho Certificado se dice que tú no había abjurado, y que tampoco se te había impuesto penitencia alguna, sino que sólo se te había notificado la Declaración hecha por Nuestro Señor [el Papa] y publicada por la Sagrada Congregación del Índice, en la cual se contiene que la doctrina del movimiento de la Tierra y de la estabilidad del Sol es contraria a las Sagradas Escrituras, y que por ello no se puede defender ni sostener; y que por ello, no haciéndose mención en dicho Certificado de las dos expresiones del precepto, es decir, “enseñar” y “de ningún modo”, se debe creer que, en el curso de 14 o 16 años, lo habías olvidado totalmente, y que, por esta misma razón, habías silenciado el precepto cuando pediste autorización para poder imprimir el libro; y que no decías todo esto para excusar el error, sino para que sea atribuido, no a la malevolencia sino a la vana ambición. Pero con este Certificado que presentaste en tu defensa agravaste más tu situación, puesto que, al decirse en éste que dicha opinión es contraria a la Sagrada Escritura, sin embargo, has osado tratarla, defenderla, y persuadir de su probabilidad; y no te excusa la autorización que sonsacaste artificiosa y aduladoramente, no habiendo informado del precepto que tenías.

    Y, pareciéndonos que tú no habías dicho toda la verdad acerca de tu intención, juzgamos que era necesario actuar contra ti mediante un riguroso examen, en el cual respondiste católicamente, aunque sin perjuicio alguno de las cosas confesadas por ti y deducidas contra ti –citadas más arriba– acerca de tu mencionada intención.

    Por tanto, vistos, y maduramente considerados, los méritos de esta causa tuya, con las ya mencionadas confesiones y excusas tuyas, y cuanto debía verse y ser tomado en consideración razonablemente, hemos llegado a la Sentencia definitiva y abajo escrita.

    Así pues, invocado el Santísimo Nombre de Nuestro Señor Jesucristo, y de su Gloriosísima Madre siempre Virgen María, para esta nuestra definitiva Sentencia, que, reunidos como Tribunal, con el consejo y el parecer de nuestros Consultores los Reverendísimo Maestros de Sagrada Teología y Doctores de uno y otro Derecho, nosotros pronunciamos sobre estos escritos de la causa y causas presentadas ante nosotros por el magnífico Cario Sinceri, Doctor en ambos Derechos, Procurador Fiscal de este Santo Oficio, por una parte, y por ti, el mencionado Galileo Galilei, reo aquí presente, interrogado, procesado y confeso como consta más arriba, por la otra:

    Decimos, pronunciamos, sentenciamos y declaramos que tú, el mencionado Galileo, por las cosas deducidas en el proceso y confesadas por ti como consta más arriba, te has hecho, para este Santo Oficio, vehementemente sospechoso de herejía, a saber, de haber mantenido y creído una doctrina falsa y contraria a las Sagradas y Divinas Escrituras: que el Sol es el centro de la Tierra [sic] y que no se mueve de Oriente a Occidente, y que la Tierra se mueve y no es el centro del mundo, y que se puede sostener y defender como probable una opinión después de que haya sido declarada y definida como contraria a la Sagrada Escritura, y, consecuentemente, has incurrido en todas las censuras y penas impuestas y promulgadas por los Sagrados Cánones y otras Constituciones generales y particulares contra semejantes delincuentes. De las cuales nos alegramos de que seas absuelto, siempre que previamente, con corazón sincero y fe no fingida, ante nosotros, abjures, maldigas y detestes los mencionados errores y herejías, y cualquier otro error y herejía contraria a la Iglesia Católica y Apostólica, del modo y forma que por nosotros te será indicado.

    Y, con el fin de que tu grave y pernicioso error y transgresión no quede del todo impune, y seas más cauto en el porvenir, y ejemplo para que otros se abstengan de similares delitos, ordenamos que, mediante público Edicto, sea prohibido el libro de los Diálogos de Galileo Galilei.

    Te condenamos a cárcel formal en este Santo Oficio por tiempo a nuestro arbitrio.

    Y, como penitencias medicinales, te imponemos que, durante los próximos tres años, digas una vez a la semana los siete Salmos penitenciales.

    Reservándonos la facultad de moderar, cambiar o quitar, totalmente o en parte, las mencionadas penas y penitencias.

    Y así lo decimos, pronunciamos, sentenciamos, declaramos, ordenamos, concedemos y reservamos de éste o de cualquier otro mejor modo y forma que razonablemente podamos y debamos.

    Así lo pronunciamos los Cardenales abajo mencionados:

    Felice, Cardenal d´Ascoli.

    Guido, Cardenal Bentivoglio.

    Fray Desiderio, Cardenal de Cremona.

    Fray Antonio, Cardenal de San Onofrio.

    Berlinghiero, Cardenal Gessi.

    Fabrizio, Cardenal Verospi.

    Marzio, Cardenal Ginetti.







    Abjuración de Galileo

    Yo, Galileo, hijo del difunto Vincenzo Galilei de Florencia, de 70 años de edad, presente personalmente en el Juicio, y arrodillado ante vosotros, Eminentísimos y Reverendísimos Señores Cardenales, Inquisidores Generales contra la depravación herética en toda la República Cristiana; teniendo ante mis ojos los Sacrosantos Evangelios, que toco con mis propias manos, juro que siempre he creído, creo ahora, y, con la ayuda de Dios, creeré en el porvenir, todo aquello que sostiene, predica y enseña la Iglesia Santa, Católica y Apostólica.

    Pero, tras haberme sido jurídicamente requerido, con precepto, por este Santo Oficio, que debía abandonar completamente la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y que no se mueve, y que la Tierra no es el centro del mundo y que se mueve, y que no podía sostener, defender ni enseñar de ningún modo, ni de palabra ni por escrito, la mencionada falsa doctrina, y tras haberme sido notificado que dicha doctrina es contraria a la Sagrada Escritura, por haber yo escrito y publicado un libro en el cual trato esta misma doctrina ya condenada, y aporto razones con gran eficacia en favor de ésta, sin aportar ninguna solución [contra ellas], he sido juzgado vehementemente sospechoso de herejía, esto es, de haber sostenido y creído que el Sol es el centro del mundo y es inmóvil, y que la Tierra no es el centro y que se mueve.

    Por tanto, queriendo yo apartar de la mente de Vuestras Eminencias y de todo fiel cristiano, esta vehemente sospecha razonablemente concebida contra mí, con corazón sincero y fe no fingida, abjuro, maldigo y detesto los mencionados errores y herejías, y, en general, todos y cualquier otro error, herejía y secta contraria a la Santa Iglesia. Y juro que en el porvenir no diré nunca más ni afirmaré, de palabra o por escrito, cosas tales por las que se pueda tener de mí semejante sospecha, sino que, si conociera a algún hereje o que sea sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio, o bien al Inquisidor u Ordinario del lugar en el que me encuentre.

    Juro, además, y prometo cumplir y observar enteramente, todas las penitencias que me han sido, o me serán, impuestas por este Santo Oficio. Y si contravengo alguna de mis mencionadas promesas y juramentos, Dios no lo quiera, me someto a todas las penas y castigos impuestos y promulgados por los Sagrados Cánones y otras Constituciones generales y particulares contra semejantes delincuentes. Así me ayude Dios y estos Santos Evangelios suyos, que toco con mis propias manos.

    [Tras pronunciar esta abjuración, se levantó y firmó debajo del siguiente texto]:

    Yo, el mencionado Galileo Galilei, he abjurado, jurado, prometido, y me he comprometido como se menciona arriba, y, en testimonio de la verdad, con mi propia mano he firmado la presente Cédula de mi abjuración, y la he pronunciado palabra por palabra en Roma, en el Convento de la Minerva, este día 22 de Junio de 1633.

    Yo, Galileo Galilei, he abjurado como consta arriba, con mi propia mano.




    [Nota mía. En el Decreto-Edicto de la Sagrada Congregación del Índice de 23 de Agosto de 1634, se establece la inclusión del libro Dialogo sopra i due massimi sistema del mondo, Tolemaico e Copernicano de Galileo Galilei en el Índice de Libros Prohibidos].

  6. #6
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    DOCUMENTO 5

    Carta del Cardenal Antonio Barberini a todos los Nuncios e Inquisidores, de 2 de Julio de 1633


    La Congregación del Índice había suspendido el tratado de Nicolás Copérnico Sobre las revoluciones de los orbes celestes, porque dicho libro sostiene que la Tierra se mueve, y no el Sol, el cual es el centro del mundo, opinión contraria a la Sagrada Escritura; y hace varios años esta Sagrada Congregación del Santo Oficio había prohibido a Galileo Galilei de Florencia sostener, defender, o enseñar de ningún modo, de palabra o por escrito, la dicha opinión.

    Sin embargo, este mismo Galileo se atrevió a escribir un libro titulado [Dialogo di] Galileo Galilei Linceo; sin revelar la antedicha prohibición, sonsacó el permiso para imprimirlo y lo obtuvo impreso; afirmando, al principio, en el cuerpo, y al final del libro, querer tratar hipotéticamente la dicha opinión de Copérnico (si bien él no podía tratarla de ningún modo), sin embargo, la trató de forma tal que se hizo vehementemente sospechoso de haber sostenido la tal opinión.

    Así pues, fue juzgado y detenido en este Santo Oficio, y la Sentencia de estos Eminentísimos Señores [Cardenales] le condenó a abjurar la dicha opinión, a quedar bajo arresto formal sometido al arbitrio de Sus Eminencias, y a realizar otras penitencias saludables.

    Vuestra Reverencia puede ver todo esto en la copia adjunta de la Sentencia y la Abjuración; este documento se os envía para que podáis transmitirlo a vuestros Vicarios, y pueda ser conocido por ellos y por todos los Profesores de Filosofía y de Matemáticas; para que, conociendo la forma en que el dicho Galileo ha sido tratado, puedan entender la seriedad del error que cometió, y para evitarlo juntamente con la pena que vendrían a recibir si cayeran en él.

    Para terminar, que Dios el Señor os guarde.

  7. #7
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    DOCUMENTO 6

    Afirmación de Honoré Fabri S. J.

    Eustachius de Divinis Septempedanus pro sua annotatione in systema Saturnium Christiani Hugenii adversus eiusdem assertiones, Eustachio Divini, Roma, 1661, página 49.

    [Nota mía. El autor nominal del libro, Eustachio Divini, relata haber consultado al Padre Fabri en busca de consejo sobre cómo replicar las afirmaciones de Huygens concernientes al movimiento de la Tierra, y que Fabri le dijo que podía replicarle como a continuación se indica]:


    No una vez sola se ha preguntado a vuestros corifeos si tienen alguna demostración que afirme el movimiento de la Tierra, y nunca se atrevieron a decir que sí. Por tanto, no hay impedimento para que la Iglesia entienda aquellos pasajes de la Escritura [que hablan de este tema] en un sentido literal, y declare que así han de entenderse, mientras no se evidencie lo contrario por demostración; si algún día encontrarais alguna (lo cual a duras penas creeré), en ese caso de ningún modo dudará la Iglesia en declarar que aquellos pasajes se deben entender en un sentido figurado e impropio, como aquello del poeta: las tierras y las ciudades retroceden.

  8. #8
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    DOCUMENTO 7

    Comentario de Adrien Auzout a la afirmación de Honoré Fabri S. J.

    Lettre à Monsieur l´Abbé Charles, sur le “Ragguaglio di due nuove osservationi, etc., da Giuseppe Campani”, Adrien Auzout, 1665, contenido en Memoires de l´Academie Royale des Sciences, Depuis 1666 jusqu´à 1699, Tomo VII, Parte 1, París, 1729, páginas 58 – 66.



    Creí que debía citar aquí las palabras del Reverendo Padre Fabri, para que así se supiera cómo explicar las prohibiciones que la Inquisición formalmente emitió contra la defensa del movimiento de la Tierra en relación a Galileo, quizás porque era sospechoso de querer introducir novedades en la Religión así como en la Filosofía; pues encontró mucho que criticar en la de Aristóteles, la cual casi todo el mundo seguía en aquel tiempo como la única verdadera filosofía, y sobre la cual se habían injertado casi todos los misterios de la Teología. [1]

    […]

    Este pasaje les ha parecido extraño a todos los que lo han examinado; pues, ¿cómo se puede decir que no hay nada que impida a la Iglesia interpretar, y declarar que se debe interpretar, literalmente los pasajes en cuestión, si resulta que Ella puede más tarde declarar que se pueden interpretar de otra manera?; y, ¿cómo declarará que se pueden interpretar en un sentido figurado e impropio, si anteriormente declaró que se deben interpretar literalmente? Me parece que de todo esto se puede concluir, por lo menos, que el Padre Fabri creía que esta cuestión no se había decidido absolutamente, sino sólo provisionalmente, «mientras no se evidencie lo contrario por demostración», a fin de prevenir el escándalo que la novedad estaba causando o podía causar. Pues no es probable que hubiera explicado su opinión sobre un asunto tan delicado en Roma sin haber explorado los sentimientos que prevalecían en aquel momento. Si uno creyera que la cuestión se decidió absolutamente, entonces estaría obligado a afirmar que no se podría encontrar una demostración contraria, y no decir «que si se encontrara una demostración entonces la Iglesia declararía etc».

    Pues en verdad, esos pasajes deben interpretarse literalmente o no. Si se han de interpretar literalmente y enseñan la inmovilidad de la Tierra, nunca pueden interpretarse en un sentido figurado e impropio (éstos son sus términos), como las palabras del poeta: «las tierras y las ciudades retroceden». Si se pueden interpretar figurativamente de alguna forma, no se puede declarar ahora que deben interpretarse literalmente, y únicamente se puede considerar este Decreto como un juicio disciplinario destinado a prevenir el escándalo que esta doctrina estaba causando. Pues sería imposible querer decidir absolutamente algo respecto de lo cual se puede temer o esperar obtener una demostración contraria en el futuro; siendo eterna la verdad, uno no puede decir que en un momento las palabras deben interpretarse literalmente, y que en otro momento pueden interpretarse figurativamente.

    Dado esto, y dado que el argumento del Padre Fabri nos asegura que la Inquisición no declaró absolutamente que estos pasajes escriturísticos debían interpretarse literalmente ya que la Iglesia puede realizar una declaración contraria, no veo que se haya de temer el seguir la hipótesis del movimiento de la Tierra; lo único que quizás habría de cumplirse sería el no defenderlo públicamente hasta que la prohibición fuera retirada. Es de desear que esto se haga lo más pronto posible, de tal forma que los astrónomos eruditos que desafortunadamente no siguen a la Iglesia Católica no nos culpen ya más de ser hasta tal punto esclavos que seguimos Sus decisiones no sólo en materias de Religión sino también en lo que concierne a la Física y la Astronomía. No parece en absoluto que Dios haya querido enseñarnos algo en particular sobre la naturaleza; al contrario, casi todos aquéllos que han querido encontrar los principios de su filosofía en la Escritura han caído en errores insostenibles; en ella únicamente deberíamos buscar las máximas de la Religión y la Moral, y no los principios de la Física o la Astronomía, que son tan inútiles para la otra vida como útiles para ésta.

    Sería también de desear que el Padre Fabri procurase esta libertad a todos los astrónomos, pues, estando en la posición en que está y siendo tan instruido como lo es, quizás podría testimoniar de manera más efectiva que otros que esta hipótesis no es absurda ni falsa en Filosofía, como se creía en un principio; ni que tampoco es de ningún modo perjudicial para la Fe, pues ni el más sutil dialéctico ni el más enojoso sofista podría sacar de aquélla ninguna conclusión que estuviera en conflicto con el más mínimo artículo de nuestra Religión; y que cuando se interpreta estos pasajes escriturísticos en un sentido figurado y de acuerdo con las apariencias, no se hace nada contrario a la Escritura, ya que habrían de interpretarse de esta manera si uno fuera a encontrar en el futuro aquella demostración de la cual el Padre Fabri no desespera enteramente. […] [2].

    También se puede mostrar de una manera diferente al argumento del Padre Fabri que el Decreto tiene que haber sido provisional; pues se basaba en la común opinión de aquel tiempo; esto es, aquella hipótesis fue declarada también «absurda y falsa en Filosofía». Pero el Padre Fabri y todos los eruditos de su partido saben bien, y han de reflexionar en consecuencia, que aquélla no es absurda ni falsa en Filosofía, y que no está en conflicto con la Física ni con la Astronomía. Se puede observar lo que se ha de pensar sobre el asunto a partir de las réplicas expresamente dadas por el Padre Riccioli en su largo tratado Sobre el sistema de la Tierra móvil [3] a los absurdos y falsedades alegados por los Peripatéticos; ciertamente, dice que no ha encontrado réplica sólida a dos argumentos que él presenta, uno tomado a partir de la percusión de los cuerpos graves que descienden, y el otro a partir de cuerpos proyectados en diferentes direcciones del mundo; pero es una ventaja que haya tomado sus razones a partir de la Mecánica, pues se le puede demostrar lo incorrecto de su razonamiento, como es costumbre de hacer en Matemáticas, en donde los principios están afianzados. Lo haría en extenso, si este fuera el lugar apropiado. Pero por decir simplemente una palabra de paso, cuando suponemos que varios movimientos compuestos serán iguales. […] [4].

    Sin embargo, éstas son las dos únicas cosas que han dado problema al Padre Riccioli y al Padre Grimaldi en la hipótesis del movimiento de la Tierra, habiendo desechado o contestado a todas las demás. A partir de esto es fácil observar que él no creía que esa hipótesis implicara absurdos ni falsedades. Si bien es cierto que en aquel tiempo fue declarada absurda y falsa en Filosofía, así como contraria a la Escritura, se puede incluso pensar que fue declarada contraria al sentido de la Escritura únicamente porque se creía que era absurda y falsa. Pues hay muchos pasajes de la Escritura que no necesitan interpretarse literalmente; y en materia de Física, Astronomía, etc., es bien sabido que ella no habla con el fin de instruirnos, sino que habla únicamente de acuerdo con las apariencias y la ordinaria opinión humana, y no de acuerdo con la verdad de las cosas. Más aún, incluso si los autores de los Sagrados Libros hubieran sabido que la Tierra gira alrededor del Sol como hacen los otros planetas, no deberíamos sorprendernos de que hubieran hablado como lo hicieron, esto es, de acuerdo con lo que se nos aparece y lo que la gente cree; pues ellos hablan a personas la mayoría de las cuales son en gran parte ignorantes en Astronomía y no tienen necesidad alguna de ser instruidas en estas cosas; y así es como hablan en su lenguaje ordinario aquéllos que siguen aquella opinión, en tanto que, fuera de aquellos contextos en donde tratan profesionalmente de los movimientos celestes, hablan de la salida del Sol, de la puesta del Sol, de su elevación al mediodía, de su acercamiento a las estrellas, etc., como si éste estuviera en movimiento; ya que los mismos efectos ocurren en la experiencia, ya esté él o la Tierra en movimiento, y esto basta como explicación en la vida ordinaria y siempre y cuando no se quiere enseñar Astronomía.

    Esto debería persuadirnos de que el Decreto sólo fue emitido provisionalmente, por el miedo que se sentía de que esta hipótesis tuviera malas consecuencias por trastocar la Filosofía que se aceptaba en aquel tiempo; de acuerdo con ésta, uno estaba acostumbrado a interpretar los pasajes en cuestión de acuerdo con lo que parecían significar, aunque no había ni uno solo que pudiera interpretarse literalmente en todas sus partes, y aunque la mayoría de ellos habían de interpretarse figurativamente en todas sus partes. Sería fácil mostrar esto, si no me hubiera extendido ya demasiado y si muchos otros no lo hubieran hecho ya.

    Quisiera detenerme sobre este asunto a fin de desengañar a aquéllos que no han examinado cuidadosamente las circunstancias de ese Decreto y no han explorado los sentimientos que prevalecieron en él (tal y como el Padre Fabri ha sido capaz de hacer), y los cuales, por ello, condenan inapropiadamente a aquéllos que sostienen el movimiento de la Tierra y hablan como si la Iglesia hubiera decidido esta cuestión absolutamente; pero esto está muy alejado de la verdad, e, incluso, del expreso o tácito reconocimiento de aquéllos que se han interesado más en el asunto.

    Pero uno debe esperar y examinar si el movimiento del último cometa puede convencernos de algún modo del movimiento de la Tierra; ésta no sería una convicción metafísica o matemática, que implica lo imposible (como se dice ordinariamente), pues no se necesita esperar una de ese tipo; sino que más bien sería una convicción razonable, igual que la que nos hace juzgar que el Sol con los otros planetas no gira alrededor de Júpiter o Saturno, sino que estos planetas giran alrededor de él; ya que si se quisiera buscar una demostración del primer tipo, desafío a todos los astrónomos del mundo a que me prueben que el Sol y la Tierra no giran alrededor de Júpiter, Saturno, o incluso la Luna, si bien todos ellos están bien seguros de ser falso que Júpiter o Saturno sea el centro, y extravagante que lo sea la Luna. Y aun así, si hubiera habitantes en la Luna, ellos tendrían la sensación de estar inmóviles, tal y como nosotros nos creemos estar aquí cuando nos basamos únicamente en las apariencias, y atribuirían a otros cuerpos todo el movimiento que se les apareciera, puesto que no podrían percibir lo contrario; y nos reiríamos de ellos si quisieran afirmar que el Sol con todo su sistema, y las estrellas, estuvieran obligadas a girar alrededor de ellos, en lugar de ser ellos los que giraran con la Tierra alrededor del Sol; los habitantes de los otros planetas, de suponerse que hubiera alguno, tendrían la misma razón para reírse de nosotros por querer obligarles a girar alrededor nuestro cada día junto con el Sol (que es el principio de su movimiento), en lugar de querer seguir, junto con ellos, el movimiento del vórtice en el que, tanto nosotros como ellos, nos encontramos. Y ciertamente Júpiter (que posee cuatro lunas) y Saturno (que tiene una, así como un anillo, el cual es un cuerpo tan extraordinario) tendrían buenas razones para disputársela [la centralidad] a la Tierra (que no tiene un séquito tan bello como ellos, y que es quizás mil veces más pequeña).

    Sin embargo, en todo esto no pretendo tomar partido obstinadamente, y estoy dispuesto a someterme y a seguir todo lo que la Iglesia ordene. Pero pensé que sería bueno mostrar que aquéllos que suponen el movimiento de la Tierra lo pueden hacer (me parece a mí) sin que se les falte al respeto, y sin incurrir en la censura de los que nunca han examinado a fondo lo ocurrido; éstos no conocen las intenciones que subyacen a la temporal prohibición de defender esa hipótesis, «mientras no se evidencie lo contrario por demostración» (como dice el Padre Fabri), o bien hasta que hubiera pasado el miedo que podría acarrear consigo alguna novedad perniciosa para la Religión; a esto debía haberse llegado hace ya tiempo. Sin embargo, debemos darnos por satisfechos con una demostración razonable, con respecto al asunto, pues es imposible presentar razón alguna de por qué el Sol con su sistema debiera girar alrededor de la Tierra en lugar de hacerlo alrededor de Saturno, Júpiter, Marte, Venus o Mercurio; y sin embargo todos están bien seguros de que no gira alrededor de ninguno de éstos.

    Así, puesto que estamos seguros de que, si la Tierra girara, no podríamos percibirlo con nuestros sentidos, y de que, si el Sol con la Tierra girara alrededor de otro planeta, no podríamos percibirlo tampoco, no podemos sino darnos por satisfechos con pruebas razonables y analogías. Éstas concuerdan tan bien con esa hipótesis que no hay ninguna que se pueda imaginar que, debiendo existir, no exista efectivamente; y no hay efecto alguno que, debiendo ocurrir, supuesto el movimiento de la Tierra, no ocurra.






    [1] Se suprime el siguiente párrafo, en donde Auzout recoge la cita en cuestión de Fabri, que ya hemos reproducido antes.

    [2] Se suprime el resto de este párrafo, en donde Auzout trata acerca del cambio de opinión que tuvo Fabri en relación a los anillos de Saturno.

    [3] En realidad no es un tratado aparte, sino la Sección 4, del Libro 9, del Volumen 2 de su magna obra Almagestum Novum.

    [4] Se suprime el resto de este párrafo, en donde Auzout trata acerca de las dos incontestadas objeciones de Riccioli al movimiento de la Tierra.

  9. #9
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    DOCUMENTO 8

    Comentario de Gottfried Leibniz a la afirmación de Honoré Fabri S. J.

    Nouveaux Essais sur l´entendement humain, Gottfried Leibniz; publicado póstumamente por primera vez en Oeuvres philosophiques latines et françoises de feu Mr. de Leibnitz (editores Rudolf Erich Raspe y Abrahan Gotthelf Kaestner), Ámsterdam y Leipzig, 1765. Se toma la cita de Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, edición castellana de J. Echeverría Ezponda, Editora Nacional, 1983, páginas 629 – 630.



    Filaletes.– […] Pero de los principios establecidos pasemos a las hipótesis admitidas. Los que admiten que sólo se trata de hipótesis, no por ello dejan de sostenerlas frecuentemente con calor, más o menos como si fuesen principios seguros, despreciando las probabilidades contrarias. A un profesor sabio le resultaría insoportable ver cómo un recién llegado echa por el suelo su autoridad en un instante al rechazar sus hipótesis; su autoridad, decía, que se mantiene en boga desde hace treinta o cuarenta años, que fue adquirida a costa de muchas vigilias, sostenida con cantidad de griego y latín, y confirmada por una tradición general y por una barba venerable. Todos los argumentos que se puedan utilizar para convencerle de la falsedad de su hipótesis serán tan poco capaces de imponerse a su espíritu como los esfuerzos que hizo Bóreas para obligar al viajero a quitarse su capa, que éste sujetó tanto más firmemente conforme dicho viento soplaba con mayor violencia.

    Teófilo.– En efecto, los copernicanos han podido comprobar en sus adversarios que las hipótesis reconocidas como tales no dejan por ello de ser defendidas con un celo ardiente. Y los cartesianos no muestran menos celo por sus partículas estriadas y por las bolitas del segundo elemento que si se tratase de teoremas de Euclides; parece que el celo por nuestras hipótesis no es más que una consecuencia de la pasión que tenemos por hacernos respetar a nosotros mismos. Es verdad que quienes juzgaron a Galileo creyeron que el reposo de la Tierra constituía algo más que una hipótesis, pues lo juzgaban conforme a la Escritura y la razón. Pero posteriormente se ha comprobado que por lo menos la razón no la apoyaba; y en cuanto a la Escritura, el Padre Fabri, Penitenciario de San Pedro, excelente teólogo y filósofo, que llegó incluso a publicar en Roma una apología de las observaciones de Eustaquio Divini, el famoso óptico, no tuvo reparos en declarar que si en el Texto Sagrado se entendía un auténtico movimiento del Sol era sólo provisionalmente, y que si la forma de pensar de Copérnico fuese verificada, no habría dificultad en explicarlo como el siguiente pasaje de Virgilio: «las tierras y las ciudades retroceden».

    Sin embargo, en Italia, en España, e incluso en los países del Emperador, se continúa suprimiendo la doctrina de Copérnico, con gran detrimento para las naciones, cuyos espíritus podrían llegar a descubrimientos mucho más bellos si gozasen de una libertad racional y filosófica.

  10. #10
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    DOCUMENTO 9

    Actas de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, previas a la edición e impresión de la obra Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, tolemaico e copernicano de Galileo Galilei, en 1744, por el Seminario de Padua


    Decreto de la Sagrada Congregación del Santo Oficio de 6 de Junio de 1742

    Los Eminentísimos [Cardenales] dijeron que se buscara el Decreto de esta Sagrada Congregación –y cuya autoría fuera del Reverendísimo Padre Comisario– por el cual se dictaminó, después del año 1633, que el Sistema copernicano podría ser admitido a modo de hipótesis.





    Informe del Consultor del Santo Oficio Fray Luigi Maria Giovasco, en respuesta a la anterior demanda de la Sagrada Congregación

    Roma y Padua

    Al principio del pasado siglo, apareció impresa la obra de Nicolás Copérnico, Sobre las revoluciones de los orbes celestes, famoso autor en el campo de la Astronomía, y el libro de Diego de Zúñiga, comentarista de los libros de Job, en los cuales se sostenía la antigua opinión de Pitágoras, que enseñaba que el Sol era el centro inmóvil del mundo, alrededor del cual giraba con movimiento perpetuo el globo terráqueo de la Tierra. El Padre Carmelita Paolo Antonio Foscarini adoptó ese Sistema, defendiéndolo contra la censura de los teólogos, que lo juzgaban falso y contrario a la Sagrada Escritura.

    Este Sistema, vulgarmente llamado “copernicano” –por haber sido despertado nuevamente de las cenizas de la antigua filosofía de Pitágoras por el antedicho Copérnico–, fue denunciado a la Sagrada Congregación del Índice, la cual, el 5 de Marzo de 1616, publicó un Decreto prohibiendo ese Sistema como falsa doctrina pitagórica contraria a la Sagrada Escritura y perjudicial a la verdad católica. Pero con esta diferencia: que la Carta del Padre Foscarini fue absolutamente prohibida, mientras que la obra de Copérnico y el Comentario sobre Job de Diego de Zúñiga sólo fueron suspendidos, hasta ser corregidos.

    Entonces, los impresores acudieron a esa misma Sagrada Congregación del Índice para obtener las correcciones de las obras arriba mencionadas, y poderlas publicar exentas de la referida suspensión; para lo cual, confiada la corrección al Padre Maestro Capiferro, Secretario de esa Congregación en aquel tiempo, salió otro Decreto, en el cual se declaraba que ese Sistema debía entenderse como condenado sólo cuando se expusiera como tesis absoluta, pero no cuando se expusiera como hipótesis para mejor conocer las revoluciones de los orbes celestes.

    Estas correcciones aparecieron en otro Decreto de la Sagrada Congregación del Índice del año 1620; y por el mismo se enmiendan los Capítulos de la obra de Copérnico de tal forma que el texto impreso se deja intacto allí donde hable problemáticamente, y se reduce a simple hipótesis allí donde hable a la manera de tesis doctrinal y absoluta; y así corregida, la obra de Copérnico está también hoy día libre de cualquier condenación.

    Y, de hecho, todos los astrónomos que hacen [la Efemérides de] la Luna siguiendo a Copérnico, nos dicen que siguen ese Sistema a modo de hipótesis, y no a modo de tesis, porque a ellos les parece que sirve más fácilmente para predecir las oposiciones, y los fenómenos de las estrellas.

    En el año 1633, habiendo aparecido el Diálogo de Galileo Galilei Linceo sobre los dos máximos sistemas del mundo, tolemaico y copernicano, en donde establecía el Sistema pitagórico a modo de tesis, fue igualmente prohibido por la misma Sagrada Congregación del Índice el 23 de Agosto de 1634, porque defendía y propugnaba ese Sistema a modo de tesis, y no ya a modo de hipótesis imaginaria; es más, puesto que este autor mostró obstinación de no someterse a la antedicha censura, tuvo la desgracia de que el Santo Oficio procediese contra él, encarcelándolo y obligándolo a una retractación pública.

    Toda esta historia se puede leer en la Philosophia Neo-Palaea, impresa en Roma, del Padre Maestro Agnani, bibliotecario [de la Biblioteca] Casanatense, [publicado] por Mainardi en el año 1734, de la página 159 (§ Respondeo secundum) hasta la página 165.

    Este autor defiende egregia y doctamente la condena romana de tal Sistema cuando es expuesto a modo de tesis y no ya a modo de hipótesis, en contra de los filósofos modernos ultramontanos, los cuales pretenden que no es un Sistema contrario a la Sagrada Escritura, sino que es opinable, en el cual pueden equivocarse los filósofos que luchan entre sí a favor y en contra de tal Sistema, como San Agustín se equivocó al sostener firmemente la imposibilidad de las antípodas.

    Así pues, parece que, reimprimiendo en Padua las obras de Galileo Galilei –entre las cuales está el Diálogo prohibido– en la forma referida arriba; e insertando –como promete el impresor– los Decretos y la retractación hecha por Galileo, junto con las notas marginales en las que se señale la prohibición de hablar de ello a modo de tesis y que sólo se puede hablar de ello a modo de hipótesis, y junto con la adición de la Disertación del Padre Calmet, quien por su parte refuta tal Sistema [tomado] a modo de tesis; se remedia muy bien el [potencial] daño de esta impresión, y se corrige la audacia de los filósofos modernos que acusan de injusticia la condena y censura romana de tal Sistema.



    Fray Luigi Maria Giovasco,

    Consultor del Santo Oficio








    Decreto de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, de 13 de Junio de 1742

    Tuvo lugar la congregación del Santo Oficio en el Convento de Santa María sopra Minerva, ante los Eminentísimos y Reverendísimos Señores Cardenales de la Santa Iglesia Romana, Petra, Gotti, Gentili, Guadagni y Corsini, Inquisidores Generales; estando presentes el Reverendo Padre Señor Asesor, el Padre Comisario General Lucini, y el Señor Innocenzi, [Procurador] Fiscal; en la cual fueron presentados [los puntos] de abajo, de los cuales el Reverendo Padre Señor Asesor ha tomado nota y me ha transmitido a mí, Notario, a saber:

    […]

    Habiendo sido leída la carta del Padre Inquisidor [Paolo A. Ambrogi] de Padua, fechada el 20 de Mayo último, mediante la cual él envió el frontispicio del libro que los impresores de la dicha ciudad tienen la intención de imprimir, [y] cuyo título es “Dialogo di Galileo Galilei sopra i due sistemi del mondo, Tolemaico e Copernicano, nel quale si propongono indeterminatamente le ragione filosofiche tanto per l´una, quanto per l´altra parte”; los Eminentísimos [Cardenales] han dictaminado que se escriba al Comisario General de Padua que sí permita la obra en cuestión, a condición de que se observen las últimas condiciones propuestas por el impresor.






    Carta del Asesor del Santo Oficio Giuseppe Maria Ferroni al Inquisidor de Padua Paolo A. Ambrogi, fechada el 6 de Junio de 1742

    Mi Reverendísimo y Veneradísimo Padre,

    Ya que estos impresores van a observar con la fidelidad debida las precauciones enunciadas en su último Proyecto en torno a la meditada nueva edición del Diálogo de Galileo Galilei sobre los dos sistemas del mundo, tolemaico y copernicano, conforme a lo que su Reverencia indica en su carta del día 20 de Mayo último, y ya que así se ataja el mal que esta impresión por sí misma podría producir, no se debería retrasar su curso, sino permitirla libremente.

    Por lo tanto, la atención que de vos se ha de dar en este asunto se restringe a exigir que los dichos impresores observen plenamente todas las condiciones suyas expuestas en la mencionada Hoja, a saber, adjuntando el Decreto de la Suprema Congregación y la retractación de Galileo; eliminando absolutamente, o reduciendo a forma hipotética, las notas marginales del mismo autor; omitiendo la Perioquae de Kepler y las dos cartas teológicas agregadas, y añadiendo en lugar de esos documentos la Disertación italiana del Padre Calmet impresa en Lucca, en la cual se refuta el dicho Sistema copernicano.

    Y esto es cuanto me incumbe responderos sobre tal materia; y me confirmo en ello.


    De Vuestra Reverencia

    Padre Inquisidor de Padua

    Roma, a 6 de Junio de 1742

    Humildísimo Servidor

    Giuseppe Maria [Ferroni], Arzobispo de Damasco

  11. #11
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    DOCUMENTO 10

    Prefacio de Giuseppe Toaldo a la edición del Diálogo de Galileo de 1744


    AL LECTOR

    Este famosísimo Diálogo, tantas veces impreso clandestinamente, sale finalmente al libre uso público con la debida licencia. Lo merecía, de hecho, por la rara y exquisita doctrina que contiene, y por la feliz forma con que se explica.

    En cuanto a la cuestión principal del movimiento de la Tierra, aunque nos ajustamos a la retractación y protesta del autor, declaramos de la forma más solemne que no puede ni debe admitirse sino como pura hipótesis matemática, que sirve para explicar más fácilmente ciertos fenómenos. Por ello hemos suprimido, o reducido a forma hipotética, las apostillas marginales que no eran o no parecían del todo indeterminadas [neutrales]; y por la misma razón hemos añadido la Disertación del P. Calmet, en la cual se explica el sentido de aquellos pasajes de la Sagrada Escritura relacionados a esta materia conforme a la común creencia católica.

    Por lo demás, el Diálogo aparece en su integridad; si bien en algunos lugares, para mayor ilustración, se ha hecho alguna adición, dejada escrita por el propio autor en uno de sus ejemplares impresos, el cual se conserva en esta Biblioteca del Seminario. Estas adiciones están impresas en caracteres diferentes, en razón de la buena fe con que procedemos. Sobre esto también volvemos a repetir la protesta escrita más arriba, no queriendo apartarnos lo más mínimo de las veneradas prescripciones de la Santa Iglesia Romana.

  12. #12
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

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    DOCUMENTO 1

    Certificado de San Roberto Belarmino expedido a Galileo, de 26 de Mayo de 1616


    Nos, Roberto Cardenal Belarmino, habiendo oído que el Señor Galileo Galilei ha sido calumniado e imputado de haber abjurado en nuestra mano, y también de haberle sido, por esta razón, impuestas penitencias saludables; y habiendo sido interrogados acerca de la verdad, decimos que el referido Señor Galileo no ha abjurado, ni en nuestra mano, ni en manos de ningún otro, ni aquí en Roma, ni tampoco en otro lugar, que nosotros sepamos, de ninguna opinión suya o doctrina, ni tampoco ha recibido penitencias saludables, ni de otro tipo, sino sólo le ha sido comunicada la declaración hecha por Nuestro Señor [el Papa], y publicada por la Congregación del Índice, en la cual se dice que la doctrina atribuida a Copérnico, de que la Tierra se mueve en torno al Sol y de que el Sol está en el centro del mundo sin moverse de Oriente a Occidente, es contraria a las Sagradas Escrituras, y, por esta razón, no se puede defender ni sostener.

    Y en fe de esto, hemos escrito y firmado la presente [declaración] de nuestra propia mano, este día de 26 de Mayo de 1616.



    El mismo arriba mencionado,

    Roberto Cardenal Belarmino
    Que se sepa no hay otro NUESTRO SEÑOR que CRISTO JESÚS o JESUCRISTO, pero a la hora de seguir con del mismo mantra da lo mismo. Y es que usted le rezará a San Belarmino, pero yo no le reconozco tal santidad, porque esto aburre ya a las moscas.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  13. #13
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    Cita Iniciado por Valmadian Ver mensaje
    Que se sepa no hay otro NUESTRO SEÑOR que CRISTO JESÚS o JESUCRISTO, pero a la hora de seguir con del mismo mantra da lo mismo. Y es que usted le rezará a San Belarmino, pero yo no le reconozco tal santidad, porque esto aburre ya a las moscas.
    Pues en España siempre se habló de "el Rey Nuestro Señor" y hasta hace nada era muy común en las cartas escribir "Muy señor mío", sin que a nadie se le ocurriese pensar que decir esas cosas podía ser poco menos que... ¿blasfemo?

    Luego no entiendo el ataque ni la falta de respeto al forista Martin Ant, puesto que en este hilo se ha limitado a recoger interesantes documentos acerca de la postura de la Iglesia a lo largo del tiempo respecto al copernicanismo. No veo que haya calificado de no católicos o cosa por el estilo a los que no sostienen el geocentrismo.

    Por lo demás, no está de más recordar que la Sagrada Escritura es palabra de Dios, y por tanto no puede faltar un ápice a la verdad, por más que algunos pasajes requieran interpretación (la cual solo puede darla con autoridad la Iglesia).

    Lo que sin duda no es católico es negar santidad a quien está en los altares. Como tampoco lo es sostener que Dios no ha creado a una primera pareja de la cual procede todo el género humano (como dicen los darwinistas, que consideran inaceptable que en un momento del supuesto proceso evolutivo haya habido una sola pareja de la que descienda toda la humanidad) o afirmar que la vida se genera de manera espontánea y que, por tanto, por fuerza deba haber algún tipo de vida en algún otro de los innumerables planetas que hay en el universo.

    Quien prefiera quedarse con la ciencia atea (supuestamente "empírica" en teoría y elucubradora de innumerabes y extravagantes teorías no demostradas en la práctica) en lugar de la teología católica (que también es una ciencia), allá él. Pero solo esta última lleva el sello de la infalibilidad.
    Última edición por Rodrigo; 25/05/2019 a las 01:50
    Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)

  14. #14
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    Cita Iniciado por Rodrigo Ver mensaje
    Pues en España siempre se habló de "el Rey Nuestro Señor" y hasta hace nada era muy común en las cartas escribir "Muy señor mío", sin que a nadie se le ocurriese pensar que decir esas cosas podía ser poco menos que... ¿blasfemo?
    No es lo mismo decir "Muy Señor Mío" al inicio de un escrito, por puro formulismo, porque en España, como en otros países, a las autoridades ya sean reyes, señores feudales, cargos públicos civiles, que llamar "Nuestro Señor" a un Papa que es el representante de Cristo en el mundo. Vamos, como si al "senescal" del rey se le da tratamiento de "su majestad".


    Luego no entiendo el ataque ni la falta de respeto al forista Martin Ant, puesto que en este hilo se ha limitado a recoger interesantes documentos acerca de la postura de la Iglesia a lo largo del tiempo respecto al copernicanismo. No veo que haya calificado de no católicos o cosa por el estilo a los que no sostienen el geocentrismo.
    Ni hay ataque, ni falta de respeto, pero si hay crítica, porque ¿cómo se llama a colgar 74 páginas de textos sin dar oportunidad razonable de respuesta, o es que este asunto se va a convertir en un diálogo de sordos? Por otra parte, el tema del geocentrismo está más que debatido en el Foro de Ciencia entre este señor y yo mismo. Pero, de forma para mi intencionada, cada equis tiempo vuelve a la carga con la misma historia, y en esta ocasión en el Foro de Religión, ¡qué casualidad! Por supuesto, no califica de no católicos a quienes discrepamos abiertamente de semejante hipótesis pagana, desde Babilonia hasta Ptolomeo en su Almagesto,


    Por lo demás, no está de más recordar que la Sagrada Escritura es palabra de Dios y por tanto no puede faltar un ápice a la verdad, por más que algunos pasajes requieran interpretación (la cual solo puede darla con autoridad la Iglesia).
    Lo cual nadie ha negado, pero la Iglesia no se quedó en el Siglo XVII, sino que ha seguido viva y a tenor de los tiempos. Y eso, sin contar conque en esa misma Iglesia nunca hubo unanimidad en estos temas (bueno y en otros tampoco), tal como ha quedado sobradamente demostrado en los documentos aportados, y sus textos, en esos otros hilos que en el mencionado Foro de Ciencia ya trataron de este asunto. Y es que Iglesia somos todos los bautizados y que seguimos a Cristo, los de todos los siglos desde el I hasta hoy en día.

    Lo que sin duda no es católico es negar santidad a quien está en los altares.
    Pues ya se dirá que debemos pensar de quienes dudan de la santidad de Juan Pablo II, por ejemplo.

    Como tampoco lo es sostener que Dios no ha creado a una primera pareja de la cual procede todo el género humano (como dicen los darwinistas, que consideran inaceptable que en un momento del supuesto proceso evolutivo haya habido una sola pareja de la que descienda toda la humanidad) o afirmar que la vida se genera de manera espontánea y que, por tanto, por fuerza deba haber algún tipo de vida en algún otro de los innumerables planetas que hay en el universo.
    Tres cuestiones bien diferentes, y es que, por ejemplo, en los mensajes de Garabandal, lo mismo que se afirmó que hubo una creación de Adán y Eva, también que hay varios mundos en los que "hay gente". Lo cual no entra en contradicción alguna cuando se pueden leer pasajes como éste:

    "Enviará a sus ángeles, y juntará a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra hasta el extremo del cielo" (San Marcos 13, 27)

    Y no es la única referencia, hay diversas al respecto, también en el AT. No obstante, ese es otro tema que también se ha tratado con anterioridad, si bien ha pasado tiempo ya se encuentra en los fondos del sitio.

    Quien prefiera quedarse con la ciencia atea (supuestamente "empírica" en teoría y elucubradora de innumerabes y extravagantes teorías no demostradas en la práctica) en lugar de la teología católica (que también es una ciencia), allá él. Pero solo esta última lleva el sello de la infalibilidad.
    La Iglesia Católica ha hecho una gran aportación a la Ciencia (Metafísica, Ontología y Teología), y también a las "ciencias", aportaciones citadas exhaustivamente también en este mismo sitio, documentado todo ello, sobre lo mismo que defines como la ciencia atea (supuestamente "empírica" en teoría y elucubradora de innumerabes y extravagantes teorías no demostradas en la práctica (aparte de la hipótesis evolutiva, que requiere de revisiones y sobre la cual se ha tratado profusamente, deberías citar otras ciencias y sus teorías) como parte de una especie de elección personal: ¿o esto o lo otro? y es una manifestación abiertamente maniquea, porque resulta que hay un enorme número de investigadores católicos entre los científicos.

    Lo que si que no es cristiano, es reducir a Dios a un ente pequeño, canijo, hecho a la medida humana y limitando tanto su voluntad como su capacidad creadora. a luz de los conocimientos de pasadas épocas eran comprensibles muchas actitudes, pero ¿podemos suponer que esos mismos de vivir hoy pensarían igual? Entre los dones que Dios nos da, además de la fe, también está nuestra capacidad para conocer su obra y admirarlo y amarlo aún más, todavía más. Pero si hay quienes se alejan de Él a causa de tales conocimientos, allá ellos en el ejercicio de su libertad y en las cuentas que habrán de dar. Las banderas no matan, matan los hombres que las usan; la ciencia no va contra Dios, la ciencia algunos hombres la usan en su contra, lo que es muy diferente. Y, por último, no olvidemos en la parte de responsabilidad que pueda corresponder a ciertos miembros de la Curia, de entonces y de hoy, sobre la situación que se planteó a raíz de esta polémica, falsa en sus principios y que, sin embargo, ha llevado a esta ruptura -particularmente en el XIX-, cuando no tenía que haber sido así. La evidencia no se puede negar, se podrán discutir ciertos aspectos, pero nunca negar.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

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  15. #15
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    Re: El camino hacia la aceptación oficiosa en la Iglesia del copernicanismo

    Viene este asunto de Galileo al caso para poner negro sobre blanco gracias a la preocupación del actual Papa sobre el cambio climático. Ambos temas tratados en el Foro de Ciencia de este mismo sitio, el primero en forma especialmente abusiva, nos sirven para comprobar como la Curia, cuando se sale de lo que es su competencia y... misión pastoral para la que fueron encomendados, y quien no lo haga así debería colgar la sotana, no hace sino meter la pata en favor de aquello que se supone combaten. El siguiente artículo nos lo expone bien clarito y recuerda para no seguir insistiendo en los mismos errores.



    El Papa y el Cambio Climático

    Por Carlos Esteban | 28 mayo, 2019

    Si sale a la calle y pregunta a los viandantes, elegidos al azar, qué les parece que la Iglesia quemara en la hoguera a Galileo, dudo que haya uno de cada diez que le responda que Galileo, lejos de morir en la hoguera, lo hizo en la cama, después de recibir los santos sacramentos, huésped en el palacio de un prelado amigo. Hay, creo, consenso en que la jerarquía eclesiástica metió la pata hasta el corvejón con ese juicio, como se le recuerda regularmente, pero me parece que muy pocos entienden correctamente en qué consistió el error.

    No fue, como nos cuenta la ingenua fábula popular, un conflicto entre Ciencia y Fe. Como hemos visto, Galileo era tan creyente -incluso devoto- como los que le juzgaban, y por aquellos días el sacerdote Copérnico lograba el ‘Nihil Obstat’ para publicar su libro en el que defendía grosso modo la misma hipótesis. Y esa es la palabra que Copérnico tuvo la prudencia de usar, frente a la audacia de Galileo: hipótesis. Y es que, estrictamente hablando, era solo una hipótesis, imposible de comprobar con los medios de la época. Por su parte, el modelo que utilizaba la mayoría era perfectamente razonable para lo que se conocía entonces.

    Porque lo cierto es que el ‘Caso Galileo’ no enfrentó a los científicos con los hombres de fe, sino a la abrumadora mayoría de los científicos con un insolente que osaba destrozar el ‘consenso científico’ de la época, el modelo ptolemaico. Este modelo era el ‘estándar’ de la época y, como su propio nombre indica, precedía en dos siglos al cristianismo y no tenía nada que ver con la fe. Los científicos ‘del consenso’ se valieron del poder del momento, la Iglesia, para quitarse de encima al advenedizo audaz.


    Resumiendo: el error de las autoridades eclesiásticas en el ‘caso Galileo’ fue apoyar el ‘consenso científico’ del momento, lo que no es en absoluto su misión. La institución eclesial aprendió la lección, y en adelante evitó cuidadosamente meterse en esos berenjenales, dejando que los científicos se ocupasen de la Ciencia mientras ellos se centraban en la doctrina.

    Pero quiere una desafortunada ironía que quienes más vociferan contra la Iglesia por intervenir entonces a favor del consenso científico figuren entre los que más aplauden que Su Santidad se tome como verdad revelada el consenso científico de hoy.

    Leo: “Debemos actuar con decisión para poner fin a las emisiones de gases de efecto invernadero a mediados de siglo a más tardar y hacer más. Las concentraciones de dióxido de carbono deben disminuir significativamente para garantizar la seguridad de nuestro hogar común. También han oído que esto se puede conseguir a bajo coste utilizando energía limpia y mejorando la eficiencia energética”. Y me sorprende que estas sean palabras del Vicario de Cristo y que tenga tan clara una hipótesis científica como para urgir a acciones cuyas consecuencias nadie sabe realmente cuáles podrían ser, cuando para la misión que se le ha encomendado, confirmar a sus hermanos en la fe, parece preferir la ambigüedad y el silencio. Aún más, recientemente sugirió que es cosa nefasta en un católico pretender la claridad en temas de fe, y que el propio Cristo prefirió mantener a sus discípulos en la penumbra.

    Que Su Santidad diserte sobre climatología tiene tanto sentido como que el secretario general de las Naciones Unidas o el presidente de la Academia de Ciencias lo haga sobre la procesión trinitaria y el Filioque.

    Ayer abusábamos de la comprensión de nuestros lectores titulando que el Papa había ‘perdido’ las elecciones europeas. http://hispanismo.org/crisis-de-la-i...tml#post166741 Esas comillas simples querían decir que, naturalmente, entendemos que Su Santidad no se presentaba a ellas, pero que a menudo ponía más vehemencia e insistencia en transmitir sus preferencias en este campo que de aclarar las cada vez más frecuentes dudas doctrinales que surgen en su pontificado.

    La influencia que tenga el Papa, cualquier Papa, sobre el Mundo, sobre los no católicos, va a ser siempre muy limitada, por razones obvias. De hecho, ese es el drama íntimo de los clérigos progresistas, que complacen a unos ‘aliados’ ocasionales que nunca les devolverán la cortesía sino con persecución y desprecio.

    En cambio, el fiel normal y corriente, el que espera del Santo Padre que le hable solo de fe, queda frustrado y desconcertado por esta preocupación obsesiva por temas, para un cristiano, tan pasajeros y ajenos a su cometido.



    https://infovaticana.com/2019/05/28/...bio-climatico/
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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