Revista ¿QUÉ PASA? núm. 202, 11-Nov-1967
“No está permitido" comulgar de rodillas
Uno tiene cierto espíritu viajero, y de vez en cuando hace un viajecito por aquí y por allá. Naturalmente, cuando llega el domingo, busca la primera iglesia que le cae al paso, con el fin de cumplir con el precepto de oír la Santa Misa, y como lo que ocurrió en aquel templo de la capital de España no hace muchos domingos fue presenciado por bastante gente y es, por lo tanto, un hecho público lo relataré. Don Rafael Gambra, la semana pasada, denunciaba en ¿QUE PASA? otro «hecho» recientísimo.
La misa de aquel domingo, con su correspondiente homilía, se desarrolló normalmente. En el momento de la comunión, ésta no fue distribuida por el celebrante, sino que salió de la sacristía otro sacerdote, el cual abrió el Sagrario y empezó a distribuir la Sagrada Forma a los fieles hacia un lado, el derecho, del altar mayor, por encima de la balaustrada, lo que obligó, naturalmente, al público a comulgar de pie. Hubo, no obstante, unos cuantos fieles que se arrodillaron en el comulgatorio y esperaron allí a que el sacerdote, que hubiera tenido que desplazarse no más de cinco pasos, se acerca a ellos y les diera el Sacramento arrodillado. Pero, ¡que si quieres! El sacerdote no les hizo el menor caso, y siguió distribuyendo la comunión de pie, por encima de balaustrada.
Entonces pudimos presenciar lo siguiente: dos señoras y un caballero permanecieron arrodillados en el comulgatorio, creyendo, sin duda, que el sacerdote, finalmente, se acercaría a ellos y les administraría el Divino Sacramento allí. ¡Ni por esas! El sacerdote se altera un poco e insta al caballero y a las dos señoras a que vayan hacia donde él se halla, para comulgar de pie. El caballero, desde el comulgatorio, le ruega les dé la comunión arrodillados. No cede el Padre, y el lector puede imaginarse lo violento de la escena. Por fin, el caballero se levanta del comulgatorio, las dos señoras siguen su ejemplo, y los tres se hincan de rodillas en el presbiterio, delante del sacerdote, y una vez más ruegan a éste que les dé la comunión arrodillados, como es su devoción y costumbre y como, además, está dispuesto por la Jerarquía española. Por fin, aunque visiblemente contrariado, accede, no sin decir a los comulgantes:
—Les advierto que esto (se refería, naturalmente, a recibir la comunión de rodillas) NO ESTA PERMITIDO
Estaba Jesucristo Sacramento de por medio, y no era cosa de discutir con el equivocado sacerdote. Pero estamos seguros de que las dos señoras y el caballero se quedaron con muchas ganas de decirle:
—¿Qué dice usted? ¿Que no está permitido recibir a Jesucristo de rodillas en señal de humildad y adoración? ¿Desde cuándo, señor nuestro? Precisamente, lo que no está permitido, salvo circunstancias especialísimas—excesiva aglomeración de gente, mal estado del pavimento, etc.—, que en nuestro caso no se dan, es recibir al Señor de pie, como usted acaba de promover y ha intentado obligárnoslo hacer a nosotros. Instrúyase usted bien sobre el particular, querido señor. Y mire a ver si es posible suprimir de una vez esa corriente nefasta y extranjerizante—¡estamos en España, lo olvide!—de recibir a Cristo, a la misma Perfección, a la Santidad suma, lo mismo que recibimos el vermuth o la cerveza en la barra de un bar, es decir, de pie, con cierta despreocupación e incluso mal vestido si se tercia...
Por prudencia, decimos, los tres seglares protagonistas del suceso no dijeron todo esto en público a aquel sacerdote de la Parroquia del «suceso»
Suponemos que más de uno de los fieles que presenciaron la escena saldrían del templo desedificados. Y esto es lamentable, lamentabilísimo.
SILVERIO ESPADA
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