Estimadísimo Tercio:


Gracias por esa gran información. Precisamente me acabo de enterar que Santa Rosa era hija de un puertorriqueño. Aquí te dedico una biografía de Santa Rosa de Lima. Que vivan Perú y Puerto Rico! :



Santa Rosa de Lima: Patrona de Perú, América y las Filipinas.




La historia cuenta que en varias oportunidades Santa Rosa de Lima atendía en su casa a personas muy necesitadas. Un día su mamá le regañó por su proceder; entonces, ella le respondió: “Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús”.

Isabel Flores de Oliva, por su hermosura fue llamada Rosa. Esta belleza resaltaba su aspecto físico, especialmente su rostro. Sus virtudes la embellecían a un más, su espíritu de desprendimiento, de colaboración, su inigualable bondad, que le permitió dedicar su vida al servicio de Dios, ayudando más a las personas desposeídas.

Isabel Flores de Oliva nació el 20 de abril de 1586, hija de don Gaspar Flores, un arcabucero (militar) natural de San Juan de Puerto Rico y, doña María de Oliva.

En su bautizo (25 de mayo de 1586) le pusieron el nombre de Isabel. Con el transcurrir del tiempo, su rostro se volvía más sonrosado y hermoso como una rosa, por ello su madre le empezó a llamar Rosa. Con este nombre le conocieron sus amigos y a su vez familiares de la misma.

No obstante a Isabel no le agradaba que se le llamara Rosa. A sus 25 años se acercó a conversar con un sacerdote de la Iglesia de Santo Domingo, a quien le manifestó su molestia de que se le llamase Rosa; el sacerdote, la tranquilizó diciéndole “Pues hija, ¿no es vuestra alma como una rosa en que se recrea Jesucristo?”. Esta confesión dejó muy satisfecha a Isabel, quien desde ese día aceptó con mucho agrado que la siguieran llamando Rosa.

Durante su infancia, su compañero de juego y de labor humanitaria fue su hermano Fernando, ambos desde corta edad demostraron una profunda inclinación por la oración y la meditación.

Isabel, a los 12 años se mudó con su familia a Quives, un pequeño poblado a 60 Km. de Lima. En la Iglesia del lugar recibiría la confirmación a cargo de Santo Toribio de Mogrovejo. Hecho, que justificaría ser llamada, en un futuro, “Santa Rosa de Quives”.

Debido al fracaso del negocio minero de su padre, emprendido después de su retiro como militar, la familia quedo condenado a la absoluta pobreza. Rosa, que para esas fechas ya estaba ligada al movimiento seglar de la Orden de los Predicadores, distribuía su tiempo entre la educación y cuidado de niños pobres y ayudar económicamente a su familia. Por ello, dedicaba varias horas al día a cultivar el huerto de su casa, por las noches compartía con su madre las costuras.

A sus 20 años decide estudiar e imitar la vida de Santa Catalina de Siena, una generosa mujer italiana (Patrona de Italia y Europa) que consagró su vida a la oración y ayuda a los pobres. Rosa confeccionó una túnica blanca con manto negro y velo también negro para la cabeza. Con este nuevo atuendo asistió a las reuniones religiosas del templo.

Otras versiones, indican que adoptó esta medida para protestar contra su padre, quien la obligó a casarse con uno de sus varios pretendientes. Rosa era consciente que su larga cabellera e inigualable belleza eran motivo de tentaciones terrenales. Era consciente de su decisión de consagrar su vida a Dios. Fiel a sus principios cubre su cuerpo y rostro, además corta su cabellera.

Desde aquel entonces, Rosa decide recluirse en la Ermita que ella misma construyó, en un extremo del huerto de su casa, con ayuda de su hermano Fernando del que nunca se separaría. La reclusión auto – impuesta era solo levantada para visitar el Templo de Nuestra Señora del Rosario y atender las necesidades espirituales de los indígenas y negros de la ciudad, que acudían a ella conocedores de su bondad y cercanía con Dios. También atendía a muchos enfermos que se acercaban a su casa buscando ayuda y atención, creando una especie de enfermería en su casa, donde también asistía en la misma tarea a fray Martín de Porres, otro santo peruano. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven Rosa era: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor”.

Esta joven de condición económica muy humilde y con pocos estudios, murió a los 31 años de edad, y sin embargo tuvo el funeral más notable en la historia de Lima. La primera cuadra llevaron su ataúd los monseñores de la catedral, como lo hacían cuando moría un arzobispo. La segunda cuadra lo llevaron los senadores (u oidores), como lo hacían cuando moría un virrey, y la tercera cuadra lo llevaron los religiosos de las Comunidades, para demostrarle su gran veneración. El entierro se postergó porque inmensas multitudes querían visitar sus restos, y filas interminables de fieles pasaban con devota veneración frente a ella.

Su cuerpo se venera en la Basílica dominicana de Santo Domingo en Lima. Fue canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671. Desde ese año toda América Meridional y Filipinas la veneran como Santa Patrona.

Los Milagros que la convirtieron en Santa


Santa Rosa fue laica y no monja de clausura como a veces se cree. Fue además, la primera mujer americana en ser declarada Santa por la Iglesia Católica, que le reconoce los siguientes milagros:



Se le atribuye el haber logrado domesticar mosquitos y con ellos haber protegido a Lima contra el ataque del Corsario Spilberg muy temido por su crueldad. Se dice que cientos de estos mosquitos revoloteaban alrededor solo de la cabeza del pirata, como lo hacían alrededor de la cabeza de la Santa Limeña cuando rezaba sus oraciones. El pirata al saber de lo sobre natural del evento, decide partir con sus naves sin tocar tierra en el entonces desprotegido puerto del Callao.
Se dice también que logró estar simultáneamente en varias partes del mundo.
La Iglesia cuenta que el Papa Clemente X, luego de oír los argumentos sobre su canonización exclamó: “¡Hum! ¡Patrona y Santa! ¿y Rosa?, que llueva flores sobre mi escritorio si es verdad”, y la respuesta al instante fue una fragante lluvia de rosas sobre la mesa del Papa quien en ese momento procedió a la canonización.


Penitencias de Santa Rosa de Lima


Es difícil encontrar en América otro caso de mujer que haya hecho mayores penitencias:



Lo primero que se propuso desaparecer fue su orgullo, amor propio y su deseo de ser admirada y conocida, lo cual era muy sencillo de conseguir gracias a su belleza física. Apenas tuvo conciencia de ello, corto completamente su cabellera, cubrió su cuerpo con túnicas, y tapó el rostro con un velo negro.
Una segunda penitencia de Rosa de Lima fue la de los alimentos. Su ayuno era casi continuo. Y su abstinencia de carnes fue perpetua. Comía lo mínimo necesario para no desfallecer de debilidad. Aún los días de mayores calores, no tomaba bebidas refrescantes de ninguna clase, y aunque a veces la sed la atormentaba, le bastaba mirar el crucifijo y recordar la sed de Jesús en la cruz, para tener valor y seguir aguantando su sed, por amor a Dios.
Dormía sobre duras tablas, con un palo por almohada. Alguna vez que le empezaron a llegar deseos de cambiar sus tablas por un colchón y una almohada, miró al crucifijo y le pareció que Jesús le decía: “Mi cruz, era mucho más cruel que todo esto”. Y desde ese día nunca más volvió a pensar en buscar un lecho más cómodo.


Los últimos años de su vida los dedicó a orar con mucha devoción, con la mente casi ya más en el cielo que en la tierra. Su oración, sacrificios y penitencias conseguían numerosas conversiones de pecadores, y aumento de fervor en muchos religiosos y sacerdotes. En la ciudad de Lima había ya una convicción general de que esta muchacha era una verdadera Santa.

Anecdotario de una Santa Limeña



Rosa se había propuesto ser monja agustina e irse a un claustro, pero el día en que fue a pedir consejo y que la iluminara en su decisión a la imagen de la Virgen Santísima que estaba en su cuarto, sintió que no podía levantarse del suelo donde estaba arrodillada. Llamó a su hermano Fernando para que la ayudara a levantarse, pero él tampoco fue capaz de moverla de allí. Entonces Rosa se dio cuenta que la voluntad de Dios era otra y le dijo a Nuestra Señora: “Oh Madre Celestial, si Dios no quiere que yo me vaya a un convento, desisto desde ahora de esta idea”. Tan pronto pronunció estas palabras quedó totalmente sin parálisis y se pudo levantar del suelo fácilmente.
En su afán de ejercer su fe, Rosa seguía pidiéndole a Dios que le indicara a que asociación religiosa debía ingresar. A los días de orar con esta petición empezó a llegar a su lado cada día, una mariposa de blanco y negro, la cual siempre revoloteaba junto a sus ojos. Con esto le pareció entender que debería buscar una asociación que tuviera un hábito de blanco y negro, por lo que averiguando, descubrió que eran las terciarias dominicas, unas mujeres que se vestían con túnica blanca y manto negro y llevaban vida como de religiosas, pero vivían en sus propias casas. Rosa pidió ser admitida y la aceptaron.


La Ermita y el Pozo de los Deseos


En 1614 ayudada por su hermano Fernando, Rosa construyó una Ermita de adobes en la que se recogía para hacer la oración. Fue en este lugar donde recibió muchas veces la visita del Niño Jesús, razón por la cual en casi todas sus representaciones se le asocia con él.

En la Ermita alternaba sus cánticos con un misterioso ruiseñor silvestre que a diario la venía a acompañar. Desde este sitio de claustro escuchaba y veía la misa que se celebraba en otros templos de la ciudad.

Rosa ciño su cintura con una fuerte cadena la cual aseguró con un candado de hierro. Para que nadie pudiera soltárselo, arrojo la llave al fondo del pozo de agua de su casa que tenía 19 metros de profundidad.

Cuando sus padres notaron que la cadena se había incrustado en su piel, generándole lacerantes heridas, le pidieron que comente con su confesor, si era necesario que siguiera con tal penitencia. El sacerdote que era su confidente le ordenó sacarse la cadena, pues ya tenía una vida suficientemente pura.

Rosa sabiendo que no podía acceder a la llave que estaba al fondo del pozo, con devoción fue a orar y lloraba abrazada al pozo, y fue ahí donde el Señor le otorgó la gracia y milagrosamente la cadena se abrió.

Desde entonces el Pozo (hoy seco) se convirtió en un sitio milagroso, donde por gracia divina se puede invocar los más difíciles deseos, que serán concedidos.


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