DOSSIER: Companys y las mil mujeres que martirizó en vida y las que permitió asesinar. (II)




Sor Josefina Sauleda Paulis

Mercedes Prat

Beatificaciones.

La primera mujer catalana mártir de la persecución religiosa de los años 30, fue Mercè (del Sagrado Corazón) Prat, religiosa de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, de Barcelona, asesinada en la carretera de La Arrabassada. Una niña lloraba amargamente viendo que los milicianos se llevaban a la religiosa, su maestra. Uno de los granujas mandó que callase. Dijo que se la llevaban porque enseñaba la doctrina de Jesucristo. Fue beatificada por Juan Pablo II el 28 de octubre de 2007. Las primeras beatificaciones de los mártires de España las llevó a cabo Juan Pablo II en 1987. Fueron las tres carmelitas de Guadalajara: Teresa del Niño Jesús, de 29 años, María Ángeles de San José, de 31 y Maria del Pilar, de 50. Salidas de clausura, errantes como aves jóvenes escapadas del nido, fueron cazadas por las calles de la ciudad de la manera más indigna, bárbara e inhumana. Josefina Sauleda Paulis, monja dominica de clausura, no quiso denunciar dónde se encontraban escondidas las otras religiosas y su capellán. Después de un largo interrogatorio, fue asesinada en el Hipódromo de Barcelona. Era el 31 de agosto de 1936. Fue beatificada el 28 de octubre de 2007. Nos viene a la memoria la valenciana María Teresa Ferragut, madre de familia, natural de Algemesí, tenía 80 años. Fue arrestada junto con cuatro hijas suyas religiosas contemplativas. Los milicianos las asesinaron una detrás de otra esperando que renegasen de su fe. La madre fue la última en ser ejecutada, pero antes fue animando a sus hijas a ser fieles a Cristo y a su Iglesia. Esta madre de familia mereció un elogio especial del Papa Juan Pablo II por su valentía, el día de la beatificación en el año 2001. Don Gregorio Rodríguez, en su libro El Hábito y la Cruz hace una relación de los nombres, la vida y la muerte de 296 religiosas españolas, asesinadas por el solo hecho de ser hijas de la Iglesia. Es un libro histórico interesantísimo. El 28 de octubre de 2007 fueron beatificadas en Roma 46 religiosas, muchas de ellas catalanas, que habían sido asesinadas. Pertenecían a diferentes órdenes religiosas: carmelitas, trinitarias, dominicas, franciscanas, misioneras claretianas y adoratrices entre otras. Las valientes payesas

En Agullana, Alto Ampurdán, una payesa de unos cuarenta años, Anita Batlle, cerró el paso al Comité que quería detener a su hermano, en su casa. Cerró la puerta de casa con cerradura y aldabón y salió al balcón con una olla de aceite hirviendo en las manos y con fuertes y valientes gritos increpó a los milicianos armados que estaban en la calle, que si tenían “pimientos” se acercasen a la puerta. Los milicianos en aquel momento se acobardaron: suficiente tiempo para que el hermano de Anita saltase por una ventana trasera, se adentrase en el bosque y pudiese pasar a Francia. ¡Cuántos sacerdotes y padres de familia se salvaron saltando por la ventana trasera de su casa! Entre otros muchos recordemos a Mn. Miquel Pagès, párroco de Saus, que aunque quedó cojo al romperse el fémur después del salto, ejerció una gran labor sacerdotal clandestina. Fue atendido por una familia de Figueras mientras tuvo que hacer reposo, visitándole a escondidas el médico. Después lo recogió Sara Jordà. Un mediodía, gracias a la oportunidad de María Dolores Tutau, hija de la heroína Sara, evitó que el sacerdote fuese detenido en su casa, llena de policías. El riesgo de aquellos años era constante.
Sr Jaume Perxés
Su masía familiar
y la masía familiar
También recuerdo al sr. Jaume Perxés, amo del Mas Perxés que, perseguido, huyó de noche, pasó la frontera y se dirigió, como la mayoría de los huidos de Cataluña, a la España Nacional. ¿Dónde podían ir, si no, para refugiarse? El ejército de Franco y de Mola era su única esperanza para recobrar la libertad humana y familiar y recuperar un día las propiedades usurpadas. El comité de Agullana después, de manera criminal, expulsó de la masía a la buenísima señora Madrona, su esposa, y la desterraron con seis hijos pequeños a 65 km. Una ofensa brutal a los derechos humanos. ¡Gloria a la pacífica señora Madrona, heroína silenciosa! En el mes de julio de 1936, en Agullana, asesinaron al párroco, al médico, al farmacéutico, a dos artesanos corcheros, a un empleado y a un comerciante. Dejaron seis viudas y unos pobres huérfanos…
Hermanas Fradera, religiosas claretianas beatificadas en 2007

Un ramillete de mujeres mártires y otros

Las tres hermanas Carmen, Rosa y Magdalena Fradera, religiosas del Corazón de Maria, se refugiaron en la casa paterna en Riudarenes. Los rojos habían usurpado todos los conventos y colegios religiosos. ¡Qué vergüenza! La gran labor educativa y cultural de las religiosas en Cataluña fue pisoteada con furor, y expulsadas en nombre de una falsa libertad. Estas tres hermanas, refugiadas en la masía de sus padres, fueron detenidas por el comité de milicianos de la Selva y de Gerona por el solo hecho de ser religiosas y fueron asesinadas en las afueras de Lloret de Mar. Intentaron violarlas, pero no lo consiguieron gracias a la determinación y firmeza de las tres hermanas juntas. La Iglesia las beatificó el 28 de octubre de 2007. Nueve religiosas , entre 37 y 75 años, que tenían el convento en el barrio de Horta, de las llamadas “Monjas Mínimas” (San Francisco de Paula), que se dedicaban a la costura y a la oración, fueron asesinadas y abandonadas en un campo, bajo el cielo como testigo.
Joan Roig
Hermano Victorio y
Recordemos a Maria Bosch de la Masía “La Cassassa” de Pruit. Recogía a los fugitivos y refugiaba a los que podia. Entre estos acogió al hermano Victorio (Martí Anglés Oliveras) del colegio de La Salle de Manlleu, gran amigo del pueblo, dedicado por entero a los niños. Pero no pudo evitar que fuera detenido en la masía. Fue asesinado en la Font del Corb de Pruit el dia 2 de agosto de 1936. Tenía 49 años. El pueblo de Manlleu al saber la noticia, lloró en silencio aquel asesinato. La revolución roja ultrajaba una vez más la dignidad del pueblo catalán y el derecho de las familias obreras. También fue beatificado el 28 de octubre de 2007. Consol Puig Carol y Mercedes Diéguez Foguet eran colaboradoras de la Parroquia de la Sagrada Familia de Barcelona. De aquella parroquia asesinaron trece sacerdotes y seglares. Consol fue asesinada en la Pedrera del Guinardó y Mercedes en el barrio de Casa Antúnez. Demos por cierto que si Antonio Gaudí, orgullo del catolicismo catalán, el arquitecto de la Sagrada Familia que todo el mundo artístico admira, si hubiera vivido en el año 36, él murió diez años antes, hubiera sido asesinado y contado entre los primeros mártires de la Fe en Barcelona. En el templo asaltaron la cripta, los claustros y los campanarios. Los muros y las bóvedas del templo en construcción sufrieron graves daños a causa del fuego. Destruyeron las imágenes, el órgano, las vidrieras e incendiaron el mobiliario. Destruyeron muebles y maquetas, el archivo del maestro, su taller fotográfico e incluso profanaron su tumba. Hoy, para vergüenza de todos aquellos que deseaban destruir la Fe, se eleva un monumento en honor a la Sagrada Familia que es uno de los más expresivos del mundo contemporáneo. Joan Roig Diggle, de 19 años, de Masnou en el Maresme, era un propagador entre la juventud de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña. Custodiaba en su casa la eucaristía, debidamente autorizado, y que llevaba secretamente a casa de diversos enfermos. Perseguido por el terror rojo, fue detenido en su casa. Los milicianos lo arrancaron zafiamente de los brazos de su madre allí presente. Fue asesinado en la tapia del Cementerio Nuevo de Santa Coloma de Gramenet: tenía 19 años. El proceso de su causa de beatificación está muy avanzado. Aquí tenéis una nueva Dolorosa, madre de un mártir de la Fe, como había centenares en Cataluña en aquellos años. Pepita Ramoneda, una niña de diez años, en un registro en su casa de Hospitalet, un miliciano le rompió la imagen de un Jesusito que llevaba medio escondido. La madre de Pepita protestó. Un miliciano le apuntó una pistola en el pecho y el arma se disparó. Llegó la Navidad y Pepita y su abuela, solas ya que su padre era fugitivo, rezaban llorando ante la imagen del Niño Jesús hecho trizas y recompuesto como pudieron. Una familia destrozada a quien el divino Niño tenía reservado un trozo de cielo. Vicenta Morta, cuyo padre estaba perseguido y era fugitivo, me explicó que siendo en aquellos días apenas una niña y teniendo en casa una imagen muy hermosa de la Purísima, para evitar que en un registro les fuese robada o destruida, su madre le confeccionó un elegante vestido de andaluza, con amplias y onduladas faldas, y así estuvo vestida la imagen hasta el día en que llegó la libertad religiosa. Una estratagema frecuente en casas cristianas. Antonia Pau Lloch de Alfarrás (Lérida), tenía setenta años y era madre de dos sacerdotes jesuitas. El Comité Revolucionario la detuvo y la maltrató vergonzosamente en los locales del Ayuntamiento. Después la llevaron a un lugar llamado “La Plana del Magí”: allí la estrangularon y la dejaron muerta en la cuneta de la carretera. El sepulturero de Alfarrás le dio digna sepultura en el cementerio. Una madre mártir, asesinada por ser madre de dos sacerdotes. Montserrat Subirats Conill de Tarrasa, era telefonista. Gracias a su profesión se enteraba de los castigos, las detenciones y los crímenes que proyectaban los comités rojos y procuraba avisar a las posibles victimas. Descubierta, fue detenida y asesinada en noviembre de 1936. En aquellos años funestos no se podía ser buena persona. Había pertenecido a la Juventud Católica.
El santo obispo Irurita rodeado de niños y mujeres

Ejemplos de mujeres valerosas

He aquí algunos de los ejemplos recopilados. Dolors Barti era una criada de buen ver, de Figueras, valiente como las heroínas bíblicas. Tenía 19 años. Intentó barrar la puerta del piso a los esbirros del comité rojo de Figueras cuando se presentaron para detener a Mn. Lluís de Macià. Los milicianos la precipitaron zafiamente por las escaleras y la asesinaron camino de Vilafreser, después de insultos y vejaciones que da vergüenza explicar. Podemos imaginarnos el dolor y la indignación de los padres y familiares de Dolors y de algunos de sus jóvenes amigos, por el crimen cometido contra una joven simpática y audaz, que aquella tarde subió derecha al Cielo por el atajo del martirio. Mosén Lluís fue también detenido y asesinado en el castillo de Figueras. Fue uno de los once sacerdotes mártires de la Fe de la capital ampurdanesa. También la figuerense Sara Jordà dedicó una admirable actividad caritativa en aquellos años aciagos. Se infiltró en centros oficiales de Gerona para obtener documentación falsa, firmas y sellos, que entregaba a personas perseguidas para salvarlas de la muerte, y organizaba expediciones para hacerles atravesar por las montañas, camino de Francia. Descubierta la red, Sara fue detenida y fusilada en los Fosos de Santa Elena de Montjuich con otras 6 mujeres y 57 hombres. Fue condenada a muerte por el Tribunal de Alta Traición y eso quiere decir que para aplicar la sentencia fue necesario el visto bueno del presidente de la Generalitat republicana, Lluís Companys. La hija de la heroica Sara, la joven Maria Rosa Tutau, consiguió gracias a unas influencias llegarse a la presencia de Companys para implorarle el indulto. El presidente le contestó: “Para los traidores no hay piedad”. La asesinaron el 11 de agosto de 1938. Lluís Companys en julio de 1936 hizo fusilar 199 militares de graduación de general a teniente, de los que se sublevaron en Barcelona el 19 de julio y fracasaron. Companys no se acordó que cuando él se levantó en armas el 6 de octubre de 1934 y fracasó, fue condenado a muerte, pero una larga lista de personalidades catalanas que no eran de su partido político, pero caritativas y amantes de la paz, pidieron a las autoridades de Madrid la anulación de la pena de muerte a Companys y lo consiguieron. Entre las primeras firmas que pidieron el indulto a Companys en 1934 figuraba la del obispo de Barcelona, Monseñor Manuel Irurita. Con tristeza recordamos que nuestro prelado, un obispo pacífico, cuyas únicas armas eran el evangelio y los rosarios, habiendo pasado sólo dos años, en diciembre de 1936, fue asesinado en el cementerio de Montcada por las milicias armadas que Companys había legalizado el 20 de julio de 1936, en la Revolución anarco-marxista. Centenares de esposas barcelonesas también lloraron la muerte de sus maridos a manos de aquellos comandos, victimas de la Revolución roja. Muchos de ellos, como el obispo Irurita, habían pedido en 1934 el indulto para Companys. Cuando él le negó el indulto a Maria Rosa Tutau para su madre, no se imaginaba que él mismo cuatro años más tarde sería fusilado.
Rambla Sara Jordà

Sará Jorda tuvo el honor que acabada la guerra civil, el municipio figuerense, en homenaje a su heroína, impusiese su nombre a la popular y atractiva Rambla de su ciudad durante 40 años. Con la llegada de la “democracia” un alcalde socialista borró su nombre de la Rambla. Es necesario recordar a Mercedes Saontoaín Puig familiar de un religioso marista, funcionaria del Ayuntamiento de Barcelona, maestra municipal, empleada del Comité de Abastos. Gracias a su posición consiguió muchos salvoconductos que permitieron a ciudadanos perseguidos poder circular “legalmente” por Barcelona. Entre otros afortunados citaremos a Trifón Lacuza, antiguo director de un colegio marista. Maria del Tura Roure i Castanyer de Olot, en un libro muy emotivo y de edición agotada, nos explica que su madre y ella, con su otra hermana, alimentaban y escondían a los religiosos de la ciudad y de otras poblaciones. Ayudaban a los fugitivos, los alimentaban con el pan de sus bocas y los acompañaban al bosque donde eran recogidos por guías que los conducían a la frontera. Finalmente fueron denunciadas y encarceladas.
Salvoconducto de la Generalitat

Leonor Rabell i Jué fue una joven barcelonesa modelo de caridad. La persecución religiosa truncó su vocación de monja de clausura. Llena de fe y entusiasmo, en aquellos días fatídicos, de dedicó al Auxilio Blanco o sea, a esconder y ayudar a sacerdotes, religiosos, religiosas y cristianos perseguidos por su Fe. Denunciada por asistir a misa en pisos francos, es decir clandestinos, fue llevada a la checa durante un año y medio. A la entrada de los nacionales nunca quiso denunciar a sus delatores, que bien conocía, movida por el perdón cristiano. Prometió mientras estaba en la checa, que en el caso de sobrevivir dedicaría toda su vida hasta la muerte a obras de apostolado. Y así lo hizo como miembro de las Conferencias de San Vicente de Paúl. Antoni Mollet , mecánico de Gerona, significado católico, fue asesinado por el Comité de Salt. Era viudo y dejó 6 hijos. El mayor tenía 13 años. El comité gerundense los quería embarcar hacia Rusia, como hicieron como muchos niños españoles, pero la tía de los niños que los cuidaba, cuando lo supo, con mucha valentía, cogió a las criaturas y de noche las subió al tren y las llevó con los abuelos de Valencia. Aquí tenéis una gerundense atrevida y valiente.
Castillo de S. Fernando-Figueras

Mosén Enric Puig era el joven vicario de La Junquera. El párroco anciano y enfermo, en el mes de julio de 1936, no quiso moverse de la casa parroquial. Mn. Enric tenía miedo ante las noticias de los crímenes que se explicaban. El comité rojo había usurpado el templo y quemado altares e imágenes. El cura párroco, Mn Josep Major, dijo al coadjutor que marchase si tenía miedo pues él se las apañaría solo. Mosén Enric se refugió en Figueras en casa de su tía. Esta señora, una mujer fuerte y cristiana, le mandó que volviese a La Junquera a hacer compañía al párroco enfermo pues ese era su deber. A los pocos días detuvieron a ambos sacerdotes y los asesinaron en el Castillo de San Fernando. A Mn. Enric lo torturaron arrancándole los ojos. Su tía era una santa: prefirió un sobrino mártir a un cobarde. Una chica, cuyo nombre no sé, salvó de la muerte al vicario de Puig-reig Mn. Balaguer haciéndose por su prometida. El Comité había amenazado de muerte al sacerdote si no se casaba. Mn. Balaguer a los pocos días de hacer la pantomima, huyó por los bosques de Solsona, atravesó la frontera de Andorra y se hizo capellán del ejército nacional. Este era el camino de todos los sacerdotes que huyeron de la persecución y de la muerte. Mosén Balaguer, en los años de paz, acabada la persecución religiosa, fue un excelente sacerdote en la zona minera de Fígols en el Bergadán. ¡Oh mujeres catalanas! ¡Oh mujeres de nuestra tierra! ¡Nuestras amas de casa rurales! ¡Las valerosas y audaces mujeres cristianas! Merecen nuestra mayor admiración y nuestros más altos elogios por las ayudas que procuraron a sacerdotes, padres de familia y jóvenes perseguidos a causa de su Fe. ¡Se jugaban la vida! Los recogían, los escondían, los alimentaban, les lavaban la ropa, los protegían con audacia y les hacían llegar el pan ázimo para ser consagrado. Era la fortaleza de los mártires. La mujer catalana constituye una parte muy importante de la Iglesia del silencio. Las familias cristianas rezaban diariamente el santo rosario con las puertas cerradas, impetrando la paz y la libertad. La historia de la Iglesia de las catacumbas demuestra que la Fe de los catalanes era viva y llena de esperanzas. El 20 de julio de 1936 se implantó en la zona republicana de España, una revolución violenta anarco-marxista que comportó la ruina económica, cultural y social de la sociedad civil y la destrucción inhumana de la religión cristiana. Usurparon y profanaron todos los templos de Cataluña. A partir de aquel momento en Cataluña ya no se pudieron celebrar misas ni actos de culto en ninguna iglesia hasta finales de enero o principios de febrero de 1939 con la entrada de las tropas nacionales, cuando la pseudo-República fue expulsada de España. Uno de los colectivos que más sufrió por la destrucción de los templos fue el de las madres de familia catalanas. En aquellos santos lugares habían bautizado a sus hijos, habían hecho su primera comunión, con toda ilusión se habían casado y también celebrado las exequias por la muerte de sus familiares. ¿Con qué derecho legal y humano destruyeron los templos de Dios? ¿Cómo se atrevieron a deshacer todo su valor artístico y cultural? ¿Dónde estaban la democracia y los derechos humanos que proclamaban aquellos comandos de granujas que con su comportamiento ultrajaron los principales valores de Cataluña? La consigna revolucionaria de aquella nefasta revolución del 36 incluía la persecución criminal de sacerdotes, religiosos e hijos del pueblo, fieles y seguidores de la Iglesia. Cinco obispos fueron asesinados en tierras catalanas en aquellos tres años, y miles de sacerdotes, religiosos y seglares. Algunos de ellos incluso torturados de forma inhumana. Fueron treinta y dos meses de persecución religiosa en los que la sangre martirial regó la tierra catalana.
Puertas de la Catedral de Barcelona ardiendo

Misión de la mujer catalana

Los sacerdotes y cristianos perseguidos que consiguieron escapar de la muerte, buscaron refugio clandestinamente en los pueblos o en las ciudades, en casa de parientes, amigos y familias fieles a la Fe. Fue durante aquellos capítulos históricos en los que los sacerdotes y cristianos tuvieron que refugiarse lejos de su casa para librarse de la muerte, cuando la mujer catalana tuvo una actuación caritativa y heroica digna de ser recordada. Muchos sacerdotes se refugiaban en masías y las señoras de la casa los acogían, los alimentaban y los escondían en lugares estratégicos de la casa o del bosque, donde en caso de registro, no los pudiesen encontrar. En las ciudades, las mujeres se encargaron de colocarlos en pensiones y en casas particulares, los alimentaban y los guiaban y acompañaban disimuladamente a las casas donde había algún enfermo, para administrarle los sacramentos, incluso celebrando la misa en la misma habitación del enfermo. Celebraban bodas, bautizos y la eucaristía clandestinamente, en pisos de familias de toda confianza. Chicas y mujeres de pueblo y ciudad recogían, de las religiosas que habían expulsado del convento y que hacían vida de comunidad en pisos, las formas para consagrar que seguían fabricando, y también recogían vino de bodegueros de absoluta discreción, y se los llevaban a los sacerdotes escondidos en pisos o en escondites del bosque para que pudiesen celebrar la misa clandestinamente. También muchos payeses guiaban a los jóvenes que desertaban hacia Francia y que no querían incorporarse al ejército republicano. De allí pasaban a la España nacional. Unos cuarenta mil jóvenes desertaron en Cataluña. Honor pues, a aquellas mujeres fuertes de las modernas catacumbas, que rezaban por los mártires, que se sacaban el pan de la boca para alimentar a sus hermanos necesitados de aquella Iglesia pobre y perseguida, que animaban a los desconsolados, les repartían dinero recaudado entre gente que en silencio aspiraba a la paz y libertad religiosas, e informaban secretamente a los “refugiados” de las noticias del frente, dándoles esperanza e ilusión en aquellas horas tristes y angustiosas. Nuestras mujeres eran pacíficas, caritativas y dispuestas a todos los sacrificios con tal de hacer más llevadera a sus hermanos aquella persecución injusta. Su labor humanitaria y heroica les costó a algunas de ellas la cárcel y la vida. Recordemos la sentencia 377 del 10 de diciembre de 1938, firmada por el presidente Companys confirmando la pena de muerte a siete hombres y seis mujeres. Mujeres que nunca cogieron un arma de guerra, sino rosarios de paz y concordia. Las gestas de aquellas mujeres catalanas y cristianas, atrevidas y evangélicas, merecerían que en lo más alto de la cumbre de Montserrat se levantase un monumento que recordase las virtudes de aquella, nunca suficientemente alabada, mujer católica catalana de 1936.




En memoria de mi madre y de las mil madres de familia que lloraron amargamente la ruina de los templos y la destrucción de imágenes en aquel mes de julio de 1936.



Francesc A. Picas Pons
(Presidente honorario de Regina Martyrum)





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