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Honores3Víctor
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Tema: Galileo Galilei

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  1. #1
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    Re: Galileo Galilei

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    Gracias, Valmadian, pero esas traducciones de Google no hay un cristiano que las entienda.

    Pero al menos hay que intentarlo, no siendo las peores las del Italiano o Portugués, al menos comparadas con las del Inglés, Alemán, etc., ()

    Lo que no acabo de entender es de donde surge la cuestión acerca de la posibilidad de que se negase la transubstanciación, algo que nunca se mencionó en la continuada polémica que mantuvimos Martin Ant y yo mismo.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  2. #2
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    Re: Galileo Galilei

    "Aunque Galileo era ferviente católico convivió, abiertamente (more uxorio) con una mujer con la cual, sin querer casarse, tuvo dos hijas y un varón."

    Cita recogida de un texto obtenido por donjaime y colgado por él en el # 1, pero del que no consta la referencia.

    Menciones así no aclaran nada o ayudan, a clarificar unos hechos que han dado lugar a tantas ideas falsas, preconcebidas, dimes y diretes, etc., hasta el extremo que cuatro siglos después la polémica sigue abierta. Además, ¿qué hacemos entonces con Abraham? porque junto a Sara, su mujer, tuvo a Isaac pero también a Ismael con la concubina egipcia Agar (more uxorio)? Las cuestiones que hoy nos afectan con la grave situación de los divorciados y vueltos a casar que pretenden comulgar como si tal cosa, se ve que es asunto ya antiguo, aunque costumbres y normas hayan variado.

    Lo interesante es analizar y saber los antecedentes del problema que dio lugar a todo este asunto, y para ello hay que ir directamente a Aristóteles.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  3. #3
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    Re: Galileo Galilei

    "Tiene tal fuerza la Leyenda Negra, que siglos después sus mentiras y cizaña siguen ganando batallas."

    Así se encabeza una cita completa, sin mención de su fuente, que más arriba se reproduce. Esta es una muestra de la absoluta necesidad de que las citas lleven todos los datos. La leyenda negra de Galileo no se debe a él personalmente, sino al hecho de que los enemigos de la Iglesia lo utilizan para atacarla, y algunos que quieren ser más papistas que el papa, también lo usan como arma arrojadiza para negar las evidencias que hoy son ya archiconocidas. Detrás de oraciones como la del encabezado se encierran posturas que descalifican igualmente a todo católico que considera que el modelo geocentrista no es el correcto. En este mismo foro de Ciencia se ha discutido hasta la saciedad sobre ello, pero los argumentos no se han agotado ni mucho menos, por tanto no hay mentiras o cizaña que valgan, lo que hay son actitudes que hacen más daño que bien, por muy buenas intenciones que se pretendan, a la Iglesia al poner a ésta al pie de los caballos de sus enemigos ante tanto cerrilismo.

    Líneas más abajo está el texto completo de la sentencia de Galileo y de su abjuración (forzosa como podía ser de otro modo). En sus interpretaciones había errores, como también y monumentales, en los señores inquisidores. Se ha sostenido que podía haber llegado a negar la transubstanciación en la Eucaristía, el argumento se basa en que era algo así como seguidor de los atomistas griegos. Pero lo cierto es que en parte alguna del texto de la sentencia se alude siquiera a semejante cuestión. El autor de dicha herejía -y que le costó la vida-, fue Giordano Bruno, que siguiendo la doctrina atomista, llegó a creer que dado que los objetos se componen de átomos que se mueven por impulsos, no podía haber separación entre materia y espíritu. No tardó pues en concluir que el dogma de la transmutación o transubstanciación del pan y el vino en la carne y la sangre de Cristo durante la Eucaristía era imposible. Insisto en remarcar que esta herejía se debió sólo a Bruno, pues fue una interpretación que hizo él del atomismo de Demócrito.

    Sostenía que el mundo consta de átomos, movimientos y espacio vacío, y que todo podía ser explicado con la ayuda de las partículas materiales, su movimiento y el mutuo empuje de las partículas. De dicha concepción de la materia surgen el materialismo y el mecanicismo. El primero por suponer que sólo existe la materia y el segundo porque el movimiento es la causa del cambio.

    Pero estas concepciones, tampoco están en desacuerdo con las de Aristóteles, en las cuales se apoya posteriormente Santo Tomás. Para él, la Física o materia es fuego, aire, agua y tierra y, además, arriba y abajo. Las cosas, para Aristóteles, están afectadas de movimientos naturales y movimientos violentos. Los primeros siempre son verticales, y según la naturaleza de los elementos, pesados o graves, es decir, con tendencia hacia abajo como es el caso de la tierra y el agua, y ligeros o leves, para el fuego y el aire.

    A partir de esta teoría Aristóteles deduce que la Tierra al ser el elemento más pesado, debía ser inmóvil y estar en el centro del mundo (mundo en sentido de Cosmos o totalidad de todo lo conocido). En resumen, con estos elementos elabora la teoría del geocentrismo.

    Y pese a todo ese teórico inmovilismo indemostrado, no niega el movimiento. Sostiene que el movimiento no es un estado sino un proceso, que tiende al reposo. Pero el movimiento sólo se dará en los cuerpos mientras el motor que los impulsa estén en contacto, ¿cómo entender entonces los proyectiles?, o lo que es igual, sin salir del mundo toda la balística lleva la contraria a esta concepción aristotélica. Sin embargo, parte de sus planteamientos son válidos. En su concepción cosmológica acierta al sostener que el Cosmos es un gran sistema ordenado en el que cada cosa tiene su lugar, otra cuestión es su valoración moral a cerca de cuales son los seres más nobles y perfectos por oposición a los más groseros e imperfectos, los cuales todos ocupan un lugar jerárquico en dicho Cosmos. De las dos regiones que lo componen una, la celeste es inmutable y perfecta, mientras que la otra, la terrestre, está determinada por la generación y la corrupción, o lo que es igual por el cambio o movimiento.

    Si observamos, toda la Física de Aristóteles es puramente visual y basada en los sentidos, no hay ciencia alguna experimental en ello, cuando la materia para su conocimiento precisa de la experimentación. La cuestión no acaba en ese punto, y los argumentos sobre qué principios se basó la posición predominante de la Iglesia hasta Copérnico y Galileo está todavía por dilucidar. La gran cuestión del motor inmóvil habrá que verla con detalle, porque en mi opinión, suponer que con dicha idea se refería a DIOS es mucho suponer. Sin embargo, fue la idea dominante, pese a que en su filosofía afirma lo que es contrario a la Creación.


    SENTENCIA y ABJURACIÓN


    Por cuanto tú, Galileo, hijo del difunto Vincenzio Galilei, de Florencia, de setenta años de edad, fuiste denunciado, en 1615, a este Santo Oficio, por sostener como verdadera una falsa doctrina enseñada por muchos, a saber: que el Sol está inmóvil en el centro del mundo y que la Tierra se mueve y posee también un movimiento diurno; así como por tener discípulos a quienes instruyes en las mismas ideas; así como por mantener correspondencia sobre el mismo tema con algunos matemáticos alemanes; así como por publicar ciertas cartas sobre las manchas del Sol, en las que desarrollas la misma doctrina como verdadera; así como por responder a las objeciones que se suscitan continuamente por las Sagradas Escrituras, glosando dichas Escrituras según tu propia interpretación; y por cuanto fue presentada la copia de un escrito en forma de carta, redactada expresamente por ti para una persona que fue antes tu discípulo, y en la que, siguiendo la hipótesis de Copérnico, incluyes varias proposiciones contrarias al verdadero sentido y autoridad de las Sagradas Escrituras; por eso este sagrado tribunal, deseoso de prevenir el desorden y perjuicio que desde entonces proceden y aumentan en menoscabo de la sagrada fe, y atendiendo al deseo de Su Santidad y de los eminentísimos cardenales de esta suprema universal Inquisición, califica las dos proposiciones de la estabilidad del Sol y del movimiento de la Tierra, según los calificadores teológicos, como sigue:

    1. La proposición de ser el Sol el centro del mundo e inmóvil en su sitio es absurda, filosóficamente falsa y formalmente herética, porque es precisamente contraria a las Sagradas Escrituras.

    2. La proposición de no ser la Tierra el centro del mundo, ni inmóvil, sino que se mueve, y también con un movimiento diurno, es también absurda, filosóficamente falsa y, teológicamente considerada, por lo menos, errónea en la fe.

    Pero, estando decidida en esta ocasión a tratarte con suavidad, la Sagrada Congregación, reunida ante Su Santidad el 25 de febrero de 1616, decreta que su eminencia el cardenal Bellarmino te prescriba abjurar del todo de la mencionada falsa doctrina; y que si rehusares hacerlo, seas requerido por el comisario del Santo Oficio a renunciar a ella, a no enseñarla a otros ni a defenderla; y a falta de aquiescencia, que seas prisionero; y por eso, para cumplimentar este decreto al día siguiente, en el palacio, en presencia de su eminencia el mencionado cardenal Bellarmino, después de haber sido ligeramente amonestado por dicho cardenal, fuiste conminado por el comisario del Santo Oficio, ante notario y testigos, a renunciar del todo a la mencionada opinión falsa y, en el futuro, no defenderla ni enseñarla de ninguna manera, ni verbalmente ni por escrito; y después de prometer obediencia a ello, fuiste despachado.

    Y con el fin de que una doctrina tan perniciosa pueda ser extirpada del todo y no se insinúe por más tiempo con grave detrimento de la verdad católica, ha sido publicado un decreto procedente de la Sagrada Congregación del índice, prohibiendo los libros que tratan de esta doctrina, declarándola falsa y del todo contraria a la Sagrada y Divina Escritura.

    Y por cuanto después ha aparecido un libro publicado en Florencia el último año, cuyo título demostraba ser tuyo, a saber: El diálogo de Galileo Galilei sobre los dos sistemas principales del mundo: el ptolomeico y el copernicano; y por cuanto la Sagrada Congregación ha oído que a consecuencia de la impresión de dicho libro va ganando terreno diariamente la opinión falsa del movimiento de la Tierra y de la estabilidad del Sol, se ha examinado detenidamente el mencionado libro y se ha encontrado en él una violación manifiesta de la orden anteriormente dada a ti, toda vez que en este libro has defendido aquella opinión que ante tu presencia había sido condenada; aunque en el mismo libro haces muchas circunlocuciones para inducir a la creencia de que ello queda indeciso y sólo como probable, lo cual es asimismo un error muy grave, toda vez que no puede ser en ningún modo probable una opinión que ya ha sido declarada y determinada como contraria a la Divina Escritura. Por eso, por nuestra orden, has sido citado en este Santo Oficio, donde, después de prestado juramento, has reconocido el mencionado libro como escrito y publicado por ti.

    También confesaste que comenzaste a escribir dicho libro hace diez o doce años, después de haber sido dada la orden antes mencionada. También reconociste que habías pedido licencia para publicarlo, sin aclarar a los que te concedieron este permiso que habías recibido orden de no mantener, defender o enseñar dicha doctrina de ningún modo. También confesaste que el lector podía juzgar los argumentos aducidos para la doctrina falsa, expresados de tal modo, que impulsaban con más eficacia a la convicción que a una refutación fácil, alegando como excusa que habías caído en un error contra tu intención al escribir en forma dialogada y, por consecuencia, con la natural complacencia que cada uno siente por sus propias sutilezas y en mostrarse más habilidoso que la generalidad del género humano al inventar, aun en favor de falsas proposiciones, argumentos ingeniosos y plausibles.

    Y después de haberse concedido tiempo prudencial para hacer tu defensa, mostraste un certificado con el carácter de letra de su eminencia el cardenal Bellarmino, conseguido, según dijiste, por ti mismo, con el fin de que pudieses defenderte contra las calumnias de tus enemigos, quienes propalaban que habías abjurado de tus opiniones y habías sido castigado por el Santo Oficio; en cuyo certificado se declara que no habías abjurado ni habías sido castigado, sino únicamente que la declaración hecha por Su Santidad, y promulgada por la Sagrada Congregación del índice, te había sido comunicada, en la que se declara que la opinión del movimiento de la Tierra y de la estabilidad del Sol es contraria a las Sagradas Escrituras, y que por eso no puede ser sostenida ni defendida. Por lo que al no haberse hecho allí mención de dos artículos de la orden, a saber: la orden de ‘no enseñar’ y ‘de ningún modo’, argüiste que debíamos creer que en el lapso de catorce o quince años se habían borrado de tu memoria, y que ésta fue también la razón por la que guardaste silencio respecto a la orden, cuando buscaste el permiso para publicar tu libro, y que esto es dicho por ti, no para excusar tu error, sino para que pueda ser atribuido a ambición de vanagloria más que a malicia. Pero este mismo certificado, escrito a tu favor, ha agravado considerablemente tu ofensa, toda vez que en él se declara que la mencionada opinión es opuesta a las Sagradas Escrituras, y, sin embargo, te has atrevido a ocuparte de ella y a argüir que es probable. Ni hay ninguna atenuación en la licencia arrancada por ti, insidiosa y astutamente, toda vez que no pusiste de manifiesto el mandato que se te había impuesto. Pero considerando nuestra opinión de no haber revelado toda la verdad respecto a tu intención, juzgamos necesario proceder a un examen riguroso, en el que contestaste como buen católico.
    Por eso, habiendo visto y considerado seriamente las circunstancias de tu caso con tus confesiones y excusas, y todo lo demás que debía ser visto y considerado, nosotros hemos llegado a la sentencia contra ti, que se escribe a continuación:

    Invocando el sagrado nombre de Nuestro Señor Jesucristo y de Su Gloriosa Virgen Madre María, pronunciamos ésta nuestra final sentencia, la que, reunidos en Consejo y tribunal con los reverendos maestros de la Sagrada Teología y doctores de ambos derechos, nuestros asesores, extendemos en este escrito relativo a los asuntos y controversias entre el magnífico Cario Sincereo, doctor en ambos derechos, fiscal procurador del Santo Oficio, por un lado, y tú, Galileo Galilei, acusado, juzgado y convicto, por el otro lado, y pronunciamos, juzgamos y declaramos que tú, Galileo, a causa de los hechos que han sido detallados en el curso de este escrito, y que antes has confesado, te has hecho a ti mismo vehementemente sospechoso de herejía a este Santo Oficio al haber creído y mantenido la doctrina (que es falsa y contraria a las Sagradas y Divinas Escrituras) de que el Sol es el centro del mundo, y de que no se mueve de este a oeste, y de que la Tierra se mueve y no es el centro del mundo; también de que una opinión puede ser sostenida y defendida como probable después de haber sido declarada y decretada como contraria a la Sagrada Escritura, y que, por consiguiente, has incurrido en todas las censuras y penalidades contenidas y promulgadas en los sagrados cánones y en otras constituciones generales y particulares contra delincuentes de esta clase. Visto lo cual, es nuestro deseo que seas absuelto, siempre que con un corazón sincero y verdadera fe, en nuestra presencia abjures, maldigas y detestes los mencionados errores y herejías, y cualquier otro error y herejía contrarios a la Iglesia Católica y Apostólica de Roma, en la forma que ahora se te dirá.

    Pero para que tu lastimoso y pernicioso error y transgresión no queden del todo sin castigo, y para que seas más prudente en lo futuro y sirvas de ejemplo para que los demás se abstengan de delincuencias de este género, nosotros decretamos que el libro Diálogos de Galileo Galilei sea prohibido por un edicto público, y te condenamos a prisión formal de este Santo Oficio por un periodo determinable a nuestra voluntad, y por vía de saludable penitencia, te ordenamos que durante los tres próximos años recites, una vez a la semana, los siete salmos penitenciales, reservándonos el poder de moderar, conmutar o suprimir, la totalidad o parte del mencionado castigo o penitencia.

    La fórmula de abjuración que a consecuencia de esta sentencia fue obligado Galileo a pronunciar, decía como sigue:

    Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vincenzio Galilei, de Florencia, de setenta años de edad, siendo citado personalmente a juicio y arrodillado ante vosotros, los eminentes y reverendos cardenales, inquisidores generales de la república universal cristiana contra la depravación herética, teniendo ante mí los sagrados evangelios, que toco con mis propias manos, juro que siempre he creído y, con la ayuda de Dios, creeré en lo futuro todos los artículos que la Sagrada Iglesia Católica y Apostólica de Roma sostiene, enseña y predica.

    Por haber recibido orden de este Santo Oficio de abandonar para siempre la opinión falsa que sostiene que el Sol es el centro e inmóvil, siendo prohibido el mantener, defender o enseñar de ningún modo dicha falsa doctrina; y puesto que después de habérseme indicado que dicha doctrina es repugnante a la Sagrada Escritura, he escrito y publicado un libro en el que trato de la misma condenada doctrina y aduzco razones con gran fuerza en apoyo de la misma, sin dar ninguna solución; por eso he sido juzgado como sospechoso de herejía; esto es, que yo sostengo y creo que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no es el centro y es móvil, deseo apartar de las mentes de vuestras eminencias y de todo católico cristiano esta vehemente sospecha, justamente abrigada contra mí; por eso, con un corazón sincero y fe verdadera, yo abjuro, maldigo y detesto los errores y herejías mencionados, y, en general, todo otro error y sectarismo contrario a la Sagrada Iglesia; y juro que nunca más en el porvenir diré o afirmaré nada, verbalmente o por escrito, que pueda dar lugar a una sospecha similar contra mí; asimismo, si supiese de algún hereje o de alguien sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al inquisidor y ordinario del lugar en que pueda encontrarme.

    Juro, además, y prometo que cumpliré y observaré fielmente todas las penitencias que me han sido o me sean impuestas por este Santo Oficio. Pero si sucediese que yo violase algunas de mis promesas dichas, juramentos y protestas (¡que Dios no quiera!), me someto a todas las penas y castigos que han sido decretados y promulgados por los sagrados cánones y otras constituciones generales y particulares contra delincuentes de este tipo. Así, con la ayuda de Dios y de sus sagrados evangelios, que toco con mis manos, yo, el antes nombrado Galileo Galilei, he abjurado, prometido y me he ligado a lo antes dicho; y en testimonio de ello, con mi propia mano he suscrito este presente escrito de mi abjuración, que he recitado palabra por palabra.

    En Roma, en el convento de Minerva, 22 de junio de 1633; yo, Galileo Galilei, he abjurado conforme se ha dicho antes con mi propia mano.
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    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

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    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

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    Re: Galileo Galilei

    Galileo no fue otra versión de Giordano Bruno, pese a algunas similitudes en algunos puntos. A continuación las causas de las acusaciones y proceso de este último.


    Giordano Bruno nació en Nola, cerca de Nápoles, en 1548. Su verdadero nombre era Filippo, pero lo cambió por el de Giordano a los diecisiete años, cuando vistió el hábito de novicio de la Orden de los Hermanos Predicadores en el Monasterio de San Doménico Maggiore, sito en la ciudad de Nápoles. Allí se ordenó sacerdote en 1573, y dos años más tarde se graduó en Teología.

    A diferencia de otros teólogos que se deslizaron hacia la herejía por su heterodoxia en materia de fe, Bruno se desvincula muy pronto de sus pretensiones teológicas, derivando hacia un pensamiento puramente filosófico. Pero por aquel entonces la filosofía era una senda paralela a la de la religión, con la que en muchos momentos se cruza de modo inevitable. Y así, ya en 1576 va a entrar en disputas con sus compañeros dominicos por ciertas dudas doctrinales que le suscitaron las doctrinas protestantes, motivo por el cual abandona la vida monástica e inicia una verdadera peregrinación por Europa.

    Desde este año, y hasta 1592, Giordano Bruno viaja por Roma, Lyon, Ginebra, Toulouse, París, Londres y finalmente Frankfurt. Son los años en que desarrolla toda su actividad como filósofo. Así se convierte en un librepensador con ciertas preocupaciones en materia de fe, en el autentico iniciador del racionalismo moderno. Por toda Europa va dejando las huellas de su pensamiento, que publica aquí y allá en forma de libro. Los títulos de sus más importantes obras son éstos: De umbris idearum, Cantus circaeus, Sigillus sigillorum, Il candelaio, Cena delle ceneri, De la causa, Principio e Uno, De l'infinito, Universo e modi, Spaccio della bestia trionfante, Cabala del Cavallo Pegaso e del Asino Cillenico, De gli eroici furori, De minimo, De monade, De inmenso et innumerabilibus y De imaginum compositione,

    Cuyos contenidos se centran en cuestiones como el arte de la memoria artificial, el monismo panteísta, la negación de la autoridad filosófica del clero, las dudas sobre la Trinidad y la Encarnación del Verbo, la existencia de un alma universal, la infinitud del universo en contraposición a las tesis aristotélicas, la defensa del sistema copernicano o la exaltación de las virtudes civiles.

    Su conflicto con la Iglesia de Roma, e incluso con la protestante, va a surgir de su planteamiento panteísta y de la valoración que él hace de la “religión natural” y de la “ética racional”. Para Bruno el Universo es concebido como un todo unitario pero infinito, donde Dios coincide con la naturaleza, que va a ser considerada como un gran ser animado del que todos formamos parte. Así concebido, el Universo no tiene centro, lo infinitamente grande coincide con lo infinitamente pequeño, pues es la expresión más acabada del infinito poder de Dios.

    En cuanto a la religión, Giordano Bruno parece entenderla como una herramienta necesaria para organizar la vida cívica de las masas que son incapaces de regirse por la razón, pero subordinada siempre al ámbito de lo racional, de la filosofía, de la que forma parte. Esta idea resulta ya totalmente revolucionaria, pues niega los postulados de Santo Tomás de Aquino, que consideraba a la filosofía como “sometida a la religión”.

    Giordano Bruno, desde su absoluto racionalismo, venía a proponer una especie de pacto social entre los dos grupos de individuos capaces de hacer un uso adecuado de la racionalidad; al otorgarle a la religión una función cívica, los filósofos no debían implicarse en el gobierno de las masas populares, competencia que le dejaba a la Teología, y los teólogos no debían entrometerse ni en la labor ni en la vida de los filósofos, destinados a ampliar el ámbito de conocimiento del ser humano.

    Establecía de este modo una distinción entre la dimensión de la duda filosófica y la dimensión de la fe. Por supuesto que una persona puede tener dudas teológicas sobre los dogmas de la Iglesia, venía a decir Giordano, pero este es un problema individual de un ser pensante, y en nada perjudica ni al poder de la Iglesia ni a la gloria de Dios. Mucho antes que Galileo, ya Bruno había planteado la necesidad de distinguir entre esas dos esferas.

    Y ya entonces se encontró con la incomprensión de las autoridades eclesiásticas. Varias décadas después, Galileo Galilei, intentará proponer la distinción entre la investigación científica de la naturaleza y la verdad de la fe. Pero ahí terminan las similitudes, aparte de admitir en común como más lógico el modelo heliocéntrico de Copérnico.

    En una Europa en guerra y dividida por las cuestiones religiosas, Giordano Bruno viajó a Ginebra en 1579 para estudiar en profundidad el calvinismo. Pero allí, en Ginebra, en la ciudad de Calvino, vivió su primer proceso y fue obligado a una retractación pública. No tuvo tan mala suerte como Miguel Servet, pero le pareció que la reforma protestante era tan autoritaria y fanática en sus fundamentos como la Iglesia Católica.

    De Suiza pasó a Francia; en Toulouse dio clases de filosofía durante dos años, y de allí viajó a París, donde se le concedió una cátedra de lector en el Collége de France. Comienza a ser reconocido como filósofo, pero también como “mago” interesado en las cuestiones astrológicas. Los estudios de mnemotecnia que había realizado Bruno desde su más temprana juventud lo relacionaban con ciertas tendencias esotéricas de mucho predicamento en la época.

    Según parece su memoria era prodigiosa, y esto va a despertar interés en los círculos relacionados con el esoterismo y la magia, lo que le proporciona igual número de elogios que de censuras. Y posteriormente, cuando se complique la situación con las autoridades, se verá obligado a viajar a Inglaterra, donde escribe algunas de sus obras más famosas y donde permanece bajo el mecenazgo y la protección de Michel de Castelnau, el embajador del rey de Francia en Londres.

    No se sabe con seguridad el motivo por el cual Giordano Bruno abandona Inglaterra, pero lo cierto es que en 1590 se encuentra en la ciudad de Frankfurt. Puede ser que lo hubiese llevado hasta allí el deseo de buscar un editor para sus obras futuras. Lo cierto es que Bruno se encuentra en Frankfurt cuando conoce a Giovanni Mocenigo, el hombre que precipitará su caída delatándolo por herejía ante el Santo Oficio.

    Mocenigo era un patricio veneciano de gran fortuna. Se había leído algún que otro libro de Giordano y había quedado asombrado por los libros de mnemotecnia donde Giordano explicaba las maneras de potenciar la memoria, complejísimas, por otra parte, y que relacionaban esta difícil habilidad con la astrología y la magia. Creyó en el secreto que aquello parecía encerrar, y pensó que cualquier secreto se puede comprar con dinero. Por ello decidió contratar a Giordano Bruno como maestro.

    Desde agosto de 1591 hasta mayo de 1592, Giordano vive instalado en la casa de Mocenigo, en San Samuele, Venecia, donde se dedica a enseñarle a su discípulo las técnicas que se deben utilizar para potenciar la memoria. Pero el otro es impaciente, desea poseer la cultura de Bruno de un modo inmediato y precipitado, pero no lo consigue. Por ello se siente engañado. Enseguida adopta la pose del que ha pagado por una mercancía que no posee. En una carta escrita de su puño y letra, comenta:

    “Tengo aquí quien a mis expensas me ha prometido enseñarme muchas cosas, y ha tenido trajes y dinero en cantidad por esto; no puedo llegar a una conclusión; dudo si es un hombre de bien”.


    Mocenigo no posee algo que Bruno si, y se siente con derecho a poseerlo también. Los dos han contraído un compromiso, los términos del contrato están claros: dinero a cambio de sabiduría. Pero en los nueve meses de enseñanza la sabiduría no ha entrado en él. Mocenigo se siente engañado. Sólo falta que Bruno le dé una excusa y precipitará su caída. En esos nueve meses no se habrá convertido en un sabio, pero ha escuchado tantas cosas de boca de su profesor, tantas reflexiones alarmantes, que la Santa Inquisición estaría encantada de conocer a quien tales ideas propaga y defiende.

    En mayo de 1592 Giordano manifiesta su deseo de volver a Frankfurt; quiere publicar una nueva obra, y así se lo dice a Mocenigo. Según el filósofo, no hay motivo para continuar con las clases. Mocenigo guarda silencio. No dice nada. Pero el 22 de mayo, por la noche, entra en la alcoba de su profesor con un criado y cinco gondoleros, y allí mismo lo atan para luego encerrarlo en un granero. A la mañana siguiente lo denunciará ante el Tribunal de la Inquisición de Venecia, y ese mismo día empapelan a Giordano en la Cárcel de San Doménico di Castello. Nunca más volverá a ser libre.

    Comienza así su largo proceso, que finalizará el 17 de febrero de 1600 con la relajación en la hoguera. Durante estos ocho años la actitud de Giordano va a ser variable, o más bien voluble, aunque quizá fuese sólo prudente, en un intento frustrado de salvar la vida hasta que llegó al convencimiento de que sería imposible hacerlo. Se pueden distinguir distintos periodos en su proceso a partir de la manera que tuvo de estar ante el tribunal. Entre mayo de 1592 y febrero de 1593 se halla en Venecia, interrogado por el tribunal veneciano, que tiene fama de clemente y compasivo, templado en el rigor hacia el reo, en comparación con el Santo Oficio romano. Pero eso sí, los métodos inquisitoriales son los mismos. Al haber sido denunciado por herejía se le presupone culpable. En ningún momento se le carea con su acusador, Giovanni Mocenigo. Y cuando por fin da inicio el primero de los interrogatorios, a Bruno, como reo, antes de leérsele las acusaciones, se le invita a exponerse, se le pregunta si sabe por qué ha sido arrestado. Ésta era la primera de las preguntas de los tribunales de la Inquisición. Una respuesta afirmativa del reo echaba por tierra cualquier posible defensa posterior. Que una persona acusada de herejía conociera o sospechara los terribles cargos que se le imputaban, constituía, para los inquisidores, una indudable prueba de culpabilidad.

    No hay que olvidar, además, que el delator había sido un rico patricio veneciano, Giovanni Mocenigo, quien lo había tenido hospedado en su casa durante muchos meses, y que por tanto había tenido ocasión de oír, en boca del propio Bruno, afirmaciones tan heréticas como las siguientes. Siempre, por supuesto, según la interpretación del propio Mocenigo:

    “que es un gran error por parte de los católicos afirmar que el pan se transustancie en carne, que él es enemigo de la misa; que ninguna religión le gusta; que Cristo fue un pérfido que como hacía sus tristes obras para seducir a los pueblos, podía predecir que sería detenido; que en Dios no hay distinción de personas, porque esto sería imperfección de Dios; que el mundo es eterno, y que hay infinitos mundos, y que Dios los crea continuamente, porque dice que quiere tantos como pueda; que Cristo hacía milagros aparentes y que era un mago, al igual que los apóstoles y que él mismo podría hacer tanto y más que ellos; que Cristo no murió de buena gana y que escapó en cuanto pudo; que no hay un castigo de los pecados, etc., que las almas creadas por obra de la naturaleza pasan de un animal a otro.”

    Y un poco más adelante:

    “que no tenemos prueba de que nuestra fe agrade a Dios; y que no hacer a los otros lo que no queremos que nos hagan a nosotros no basta para vivir bien y que se ríe de todos los otros pecados; y que se maravilla de que Dios soporte tantas herejías de los católicos”.

    Son sólo algunas de las acusaciones que Mocenigo pronunció contra Giordano. Y ya éstas bastaban para abrirle una severa causa. Pero además de la denuncia del patricio, sobre Bruno pesaban dos acusaciones probadas:

    1.- En su juventud se había ordenado dominico, había disputado con sus hermanos de orden y había protagonizado una espantada escandalosa del monasterio en que se hallaba; no sólo renunció al hábito de los hermanos predicadores, sino que lo hizo de modo ofensivo, por su propia cuenta y riesgo. Para los inquisidores venecianos Giordano Bruno no era simplemente un hereje que se las daba de filósofo, escritor y poeta. Era ante todo un dominico disidente que había deshonrado el hábito que había vestido y que ahora, además, incurría en herejía de forma escandalosa.

    2.- Giordano Bruno había estado viviendo durante muchos años en tierra de herejes. Había residido en la Alemania de Lutero y en la Ginebra de Calvino. Se había granjeado fama imperecedera en la Inglaterra anglicana, en la herética Londres, y sin duda estaba contaminado.

    Ahora bien. Durante esta primera fase, Giordano mantuvo una actitud de humilde contrición. Conocía de sobra los métodos inquisitoriales y el final que le estaba reservado. Ante los inquisidores de Venecia se muestra aparentemente arrepentido de los posibles errores que hubiera podido cometer. Pero eso sí, niega firmemente las acusaciones más vulgares, a la vez que reconoce haber tenido dudas de carácter teológico.

    Su defensa comienza declarándose arrepentido de cualquier error, niega las más acusaciones, se humilla ante los inquisidores, incluso se arrodilla ante ellos, y promete, después de haber reconocido sus dudas, una completa rectificación:

    “Y si de la misericordia de Dios y de Vuestras Señorías ilustrísimas me es concedida la vida, prometo hacer una reforma notable de mi vida, recompensar el escándalo que he dado con otros tantos hechos edificantes”.

    Quiere salvar la vida, y nada le cuesta pedir disculpas. Puede que crea que el tribunal que lo está juzgando lo va a condenar a unos cuantos años de clausura en un monasterio dominico. Pero a la vez se ha mostrado como teólogo y filósofo. Ha expresado sus dudas teológicas abiertamente, ha expuesto sus teorías filosóficas ante un tribunal de la inquisición, aclarando que se trata de las dudas de un filósofo. Establece así una clara distinción entre el pensamiento racional y la fe. Sutilmente, está invitando a los inquisidores a sumarse al debate. Les propone unos argumentos, y les está pidiendo veladamente que los rebatan. Es más, en un momento de los interrogatorios, sugiere la posibilidad de ir a Roma para entrevistarse con el nuevo Papa, Clemente VIII, en cuya sensibilidad cultural confiará Bruno hasta el final de su vida. Sencillamente, los inquisidores venecianos se encuentran sobrepasados. No están juzgando a un vulgar hereje. Están ante un pensador profundo que posee vastísimos conocimientos de Teología, que conoce la Patrística, que nombra con soltura a Santo Tomás y a San Agustín, y que conoce a la perfección las Sagradas Escrituras. El proceso a Bruno sobrepasa al Tribunal de Venecia. Los inquisidores venecianos no se sienten capacitados para señalar dónde se encuentran los errores heréticos dentro de las tesis defendidas por Giordano. Así que deciden remitir la causa al Santo Oficio de Roma.

    En Roma se abre para Bruno una esperanza que acabará finalmente frustrada. Ingresa en el Palacio de la Inquisición el día 27 de febrero de 1593, y en otoño de ese mismo año un nuevo acusador se añade a la acusación de Mocenigo. Se trata de Celestino de Verona, un monje capuchino que estuvo con él preso en las cárceles venecianas y ahora se encuentra preso en Roma. Esta nueva denuncia complica su proceso. Hasta entonces sólo había un testigo de las supuestas blasfemias heréticas del filósofo. A partir de ahora hay dos, y muy pronto se suman otros cuatro, que delatan a Bruno alegando que también ellos han oído de su boca afirmaciones injuriosas contra la religión. Sus nombres son éstos: Giulio da Saló, Francesco Vaia, Mateo de Silvestris y Francesco Graziano.

    Entre las nuevas acusaciones hay algunas realmente originales. Según los nuevos testigos, en la celda le han oído afirmar cosas tales como que Moisés fue un mago muy astuto, que mintió al decir que había hablado con Dios y que las leyes que entregó al pueblo de Israel se las había inventado él solito; o que Caín hizo muy bien en matar a Abel, que era un simple carnicero de animales; o que es ridículo encomendarse a los santos; y otras blasfemias por el estilo. Encontramos en ello una buena muestra de la neurosis que se vivía en la prisión inquisitorial. Es la típica cadena de testimonios injuriosos que propiciaban los interrogatorios de los tribunales de la Fe. En las cárceles se ponían de manifiesto lo peor de cada procesado, tal como se recoge en esta cita

    “este incidente revela el clima que se desarrolla entre las víctimas de la Inquisición: la sospecha recíproca, el abatimiento físico y espiritual, doblegan finalmente las conciencias de los menos fuertes, creando un clima que es el caldo de cultivo ideal para la delación, el engaño, la mentira, donde cualquier medio puede usarse para mejorar la posición, aun a costa de empeorar la de los otros”.

    A partir de aquí comienza el juicio propiamente dicho. Una y otra vez, y durante meses, se sucede el cruce de acusaciones y defensas. Se interroga a los testigos, se toma nota de cuanto dicen, se hacen copias de las actas procesales y se le entrega a Bruno un ejemplar para que prepare su defensa. Giordano se dedica a la tarea con verdadera pasión de estudioso. Por primera vez desde que lo encerraron tiene derecho a papel y tinta. Al menos puede entregarse al estudio, aunque sea al estudio de los veintitrés cargos que se le imputan. Y el 20 de diciembre de 1594 entrega una memoria de ochenta páginas rebatiendo todas las acusaciones.

    Ha terminado la causa. Sólo queda esperar la sentencia. Si en Venecia se mostró arrepentido y suplicante, en esta segunda fase se revela animoso y dispuesto a rebatir dialécticamente a sus enemigos. Es el hombre pensante, el orador que se cree capaz de convencer a sus jueces. Le ha dedicado seis meses a su defensa y cree haber hecho un buen trabajo. Uno a uno, los cargos contra él han quedado en nada. Giordano confía en la sentencia del tribunal, en la justicia de los inquisidores.

    Pero la sentencia no llega. El 16 de febrero de 1595, el Papa Clemente VIII, en quien tanto había confiado Bruno, declara que no es posible sentenciar al reo sin conocer cabalmente toda su filosofía, de modo que solicita a los inquisidores que realicen una investigación exhaustiva de sus obras, para que éstas sean evaluadas.

    Comienza así la última fase del proceso, la más rabiosamente disputada. Y es entonces cuando surge el hereje impenitente, pertinaz y obstinado. A partir de ahora ya no se trata de defenderse de las calumnias de unos testigos miserables. Ahora es su pensamiento lo que va a juzgar la Inquisición.

    En el mes de diciembre de 1596, se le entregan a Bruno las tesis que han sido consideradas heréticas, y se le pide que prepare su defensa. Los inquisidores han hecho bien su trabajo. Allí están sus argumentaciones filosóficas, puestas en entredicho, sobre todo su teoría del universo infinito con infinidad de mundos, la tesis central de toda su obra. Y Giordano Bruno se defiende, no acepta las censuras del tribunal. Tres meses dedica al estudio de las nuevas acusaciones, y el 24 de marzo de 1597 entra en la sala de audiencia del Colegio de Jueces dispuesto a mantener sus posturas, distinguiendo entre los dos planos de los que ya hemos hablado aquí: el plano de la razón, destinado a la comprensión de la naturaleza; y el plano de la fe, mediante el cual se puede vislumbrar la palabra revelada por Dios.

    Pero los jueces no aceptan sus argumentos. Ya no están dispuestos a tolerar lo que llaman las “vanidades” del filósofo. Pero tampoco Bruno está dispuesto a retractarse. Quien siete años antes había pedido perdón de rodillas por supuestos errores que no habían quedado definidos por los jueces, se empecina ahora en seguir manteniendo sus tesis filosóficas, ya declaradas oficialmente heréticas. Giordano se obstina. Los jueces le amenazan con el tormento. Giordano persiste. Después de siete años de prisión durísima, y a las puertas de la cámara de tortura, el filósofo se niega a aceptar que su filosofía sea errónea.

    A finales de marzo de 1597 llega el tormento por vez primera. La sesión de tortura queda reflejada en el acta procesal con la fórmula “Interrogatur stricte”. Pero tampoco así se alcanza la retractación del procesado.

    Lo que resta hasta el día de su muerte es igual al anterior, pese a los tres años que hay entre la fecha de la primera tortura y el día de su ejecución. La evaluación de la defensa escrita por Giordano Bruno duró varios meses, y después quedó interrumpido el proceso debido a un viaje de toda la Corte Pontificia a Ferrara. En 1599 se retoma la causa. En el último año se repiten las torturas y se le conmina repetidas veces a abjurar de sus proposiciones heréticas. Los inquisidores dan muestras de paciencia y buena voluntad. Se diría que quieren privarle del tormento en la hoguera. Saben que será condenado, no puede ser de otro modo, pero preferirían que el castigo no fuese la máxima pena. El asunto es tan complejo que debe intervenir, en persona, el célebre cardenal y teólogo Roberto Bellarmino, quien, diplomáticamente, propone una solución intermedia. De todo el sumario se extraen ocho aseveraciones principales y se le invita a que abjure de ellas. Se trata de una especie de trueque: la abjuración a cambio de la vida. Si reniega de su filosofía no será condenado a la pena capital.

    La respuesta de Giordano resulta asombrosa. En su penosa circunstancia aún se permite el lujo de plantear una negociación: abjurará de las ocho aseveraciones, las considerará como errores, pero con la condición de que tales errores sean considerados "ex nunc", es decir, “por ahora”, ya que se trata de posturas que nunca antes se había planteado la Iglesia Católica y que aún tendrá que valorar cuidadosamente. Pero los jueces no aceptan. Aún continuarán las idas y venidas de Bruno ante ellos. Hasta que por fin toma una decisión: se rinde, aceptará las condiciones, se retractará por fin.

    Pero tampoco esta vez lo hace de modo definitivo. Es el 5 de abril de 1599. Bruno entrega un memorial a los Inquisidores donde expresa sus reservas sobre dos de las proposiciones que han considerado heréticas. Su entrega no es definitiva. El tribunal se exaspera. Le están dando demasiadas oportunidades y no las aprovecha. El 16 de septiembre vuelve a las andadas. Entrega un nuevo memorial, esta vez dirigido al Papa. No sólo no se retracta de las dos últimas aseveraciones, sino que vuelve a manifestar su simpatía por las otras tesis ya condenadas. La situación es insostenible. La paciencia de los inquisidores se agota. A finales de noviembre le exigen la abjuración definitiva de toda su filosofía y Giordano se niega. Le dan un plazo de cuarenta días y lo ignora. Giordano considera que los jueces ni siquiera han intentado comprender sus tesis. Se niega a abjurar porque no hay nada de lo que retractarse. Todo es un gran malentendido. Sencillamente, Giordano Bruno estaba postulando una filosofía que sólo sería entendida dos siglos más tarde.

    Cuando ya la causa está más que concluida y lista para sentencia, aún hay dos tentativas de que se retracte. La primera por parte de los propios inquisidores; la segunda por dos autoridades de la Orden de los dominicos. Pero la obstinación de Bruno es irreductible.

    El 20 de enero de 1600 el Papa ordena que se emita su sentencia de muerte. El 8 de febrero se le lee a Bruno el dictamen definitivo. Entregado al brazo secular, el 17 del mismo mes sale hacia la plaza Campo de Fiori. Se le somete a la humillación pública del sambenito y al paseo a la vista del pueblo vociferante y ruidoso. Ya en la plaza, Bruno es atado al poste alzado en medio de la leña. El verdugo le colocará la mordaza y le prenderá fuego a la pira.
    ReynoDeGranada dio el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  5. #5
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    Re: Galileo Galilei

    En El ensayador (Il saggiatore), Galileo proponía unas tesis atomistas erróneas que contrariaban a Aristóteles y a Santo Tomás de Aquino, hasta el punto de que podían servir para negar la transustanciación dando la razón a Lutero. No sabemos si se percató de ello (Lutero, sin embargo, era rabiosamente geocentrista). La Guerra de los Treinta años se acercaba a su fin, y se estaba perdiendo por culpa de la intervención de Francia y la capacidad táctica de Gustavo Adolfo de Suecia. El cardenal Borgia acusó a Urbano VIII, hasta entonces filofrancés, de favorecer a los protestantes contra los católicos Habsburgos. Este cardenal acusó también al Papa de proteger a herejes, dado que Galileo era su amigo y había publicado El ensayador. Así pues, para no ser acusado de hereje y probablemente destutuido (en aquellos tiempos no se tomaban a la ligera estas cosas como ahora), y a la vez proteger a su amigo Galileo para que no fuera procesado por su herejía contra el dogma eucarístico, intentó que se lo procesara por abrazar las tesis copernicanas. Al final se condenó a Galileo por sospecha de herejía, con el resultado que conocemos. Documentos encontrados en el Archivo Secreto Vaticano en 1982 lo confirma. Quienes lean italiano encontrarán más detalles aquí: Chiesa e post concilio: Quando verrà canonizzato Galileo Galilei?. Ni fue ajusticiado, ni estuvo en la cárcel, sino que murió de viejo en su casa (un palacio) mientras su hija monja recitaba en su lugar las oraciones que se le habían prescrito en penitencia. Después, lo convirtieron en un santo laico y lo utilizan como arma contra la Iglesia. Por cierto, la primera academia de ciencias, la Academia dei Lincei, se fundo en Roma (territorio del Papa) y Galileo fue uno de los primeros miembros.

    Sé lo embarazoso que resulta siempre el "caso Galileo" cuando un católico, al verse confrontado por un enemigo de la religión verdadera, trata de encontrar una "explicación" a la actuación de la Iglesia en aquel entonces. Pero es que ese sentimiento embarazoso proviene de la previa asimilación de un prejuicio o asunción por parte del católico, a saber: que desde aquel día hasta hoy se ha demostrado de manera clara y concluyente que la Tierra se mueve y que, por tanto, el geocentrismo ha quedado real y definitivamente refutado... ¡Y ESO NO ES CIERTO!

    La verdadera explicación del caso es muy sencilla. No hace falta acudir a supuestas causas que, reales o no, no influyeron sino de manera puramente secundaria o superficial en el caso (contexto de la Guerra de los Treinta Años, filosofía atomista de Galileo, orgullo herido del Papa Urbano por creerse el personaje de Simplicio en la obra condenada de Galileo, envidia de otros doctos colegas en contra de Galileo, etc. etc., etc.). Nada de eso. No hay que buscarle tres pies al gato. La explicación es sencillísima: el heliocentrismo fue condenado por la Iglesia pura y simplemente POR SER CONTRARIO A LA VERDADERA INTERPRETACIÓN DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS. Así. Sin más.

    La Revolución Copernicana fue realmente una Revolución, en el sentido estricto de la palabra. Y me atrevería a decir que de consecuencias iguales (o incluso peores) que la Revolución Protestante, contemporánea a aquélla. Creo que no ha existido ningún otro ataque filosófico más crucialmente destructivo y perverso contra la religión verdadera y contra la Iglesia Católica que el del heliocentrismo (con toda su Revolución a nivel intelectual, engendradora de la llamada Scienza Nuova o "Filosofía Nueva"). No ha habido, en mi opinión, error filosófico más funesto y de consecuencias o derivadas filosóficas e intelectuales más devastadoras para la mente y el pensamiento rectos, que éste que se originó con la Revolución Copernicana y su consecuente formación de la llamada "Filosofía Nueva".

    Está en el origen de todos los demás errores que se han ido sucediendo en el seno de todos los demás campos del saber y del conocimiento en los que pusieron su zarpa los "filósofos" y "científicos" de la Ilustración (Antropología, Paleontología, Biología, Geología, Química, Derecho, Política, Economía, Ciencias Sociales, etc.). Está en el origen de la forma mentis propia de aquello que fue calificado por San Pío X como modernismo o mentalidad modernista.
    Última edición por Martin Ant; 15/12/2015 a las 19:41

  6. #6
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    Re: Galileo Galilei

    Cita Iniciado por Valmadian Ver mensaje
    "Tiene tal fuerza la Leyenda Negra, que siglos después sus mentiras y cizaña siguen ganando batallas."

    lo que hay son actitudes que hacen más daño que bien, por muy buenas intenciones que se pretendan, a la Iglesia al poner a ésta al pie de los caballos de sus enemigos ante tanto cerrilismo.
    No se puede negar la evidencia, salvo por querer hacer el ridículo, pero esa actitud, ni representa a un colectivo, ni se le puede exigir.


    (Valmadian) Se ha sostenido que podía haber llegado a negar la transubstanciación en la Eucaristía, el argumento se basa en que era algo así como seguidor de los atomistas griegos. Pero lo cierto es que en parte alguna del texto de la sentencia se alude siquiera a semejante cuestión.
    Por eso yo sostengo que tal acusación es falsa, un cuento chino o tártaro, a elegir, porque apoyándome en los mismos que lo juzgaron, es absolutamente inverosímil que pasasen por alto semejante cuestión de haber sido cierta.

    (Valmadian) Sostenía que el mundo consta de átomos, movimientos y espacio vacío, y que todo podía ser explicado con la ayuda de las partículas materiales, su movimiento y el mutuo empuje de las partículas. De dicha concepción de la materia surgen el materialismo y el mecanicismo. El primero por suponer que sólo existe la materia y el segundo porque el movimiento es la causa del cambio.
    Lo que ya nadie pone en cuestión, salvo los materialistas de los sentidos.



    (Valmadian) su filosofía afirma lo que es contrario a la Creación.
    Y no es que lo afirme yo:



    [COLOR="#000080"]así como por publicar ciertas cartas sobre las manchas del Sol, en las que desarrollas la misma doctrina como verdadera; así como por responder a las objeciones que se suscitan continuamente por las Sagradas Escrituras, glosando dichas Escrituras según tu propia interpretación; y por cuanto fue presentada la copia de un escrito en forma de carta, redactada expresamente por ti para una persona que fue antes tu discípulo, y en la que, siguiendo la hipótesis de Copérnico, incluyes varias proposiciones contrarias al verdadero sentido y autoridad de las Sagradas Escrituras; por eso este sagrado tribunal, deseoso de prevenir el desorden y perjuicio que desde entonces proceden y aumentan en menoscabo de la sagrada fe, y atendiendo al deseo de Su Santidad y de los eminentísimos cardenales de esta suprema universal Inquisición, califica las dos proposiciones de la estabilidad del Sol y del movimiento de la Tierra, según los calificadores teológicos, como sigue:

    1. La proposición de ser el Sol el centro del mundo e inmóvil en su sitio es absurda, filosóficamente falsa y formalmente herética, porque es precisamente contraria a las Sagradas Escrituras.

    2. La proposición de no ser la Tierra el centro del mundo, ni inmóvil, sino que se mueve, y también con un movimiento diurno, es también absurda, filosóficamente falsa y, teológicamente considerada, por lo menos, errónea en la fe.



    Pero considerando nuestra opinión de no haber revelado toda la verdad respecto a tu intención, juzgamos necesario proceder a un examen riguroso, en el que contestaste como buen católico.


    maldigas y detestes los mencionados errores y herejías, y cualquier otro error y herejía contrarios a la Iglesia Católica y Apostólica de Roma, en la forma que ahora se te dirá.

    ¿no era usted mismo quien negaba que la cuestión sobre las manchas en el Sol no tenían nada que ver con el proceso? ¡Vaya, vaya! voy a tener que buscar el mensaje...¿dónde estará?

    Al tiempo, parece usted más papista que el papa, y es que mientras los miembros del tribunal lo consideraron "buen católico" usted no cesa de condenarlo, ¿se acuerda de las palabras de Jesucristo respecto a los juicios, varas de medir y condenas? seguro que sí, pero es a usted le puede el asunto.





    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    Sé lo embarazoso que resulta siempre el "caso Galileo" cuando un católico, al verse confrontado por un enemigo de la religión verdadera, trata de encontrar una "explicación" a la actuación de la Iglesia en aquel entonces. Pero es que ese sentimiento embarazoso proviene de la previa asimilación de un prejuicio o asunción por parte del católico, a saber: que desde aquel día hasta hoy se ha demostrado de manera clara y concluyente que la Tierra se mueve y que, por tanto, el geocentrismo ha quedado real y definitivamente refutado... ¡Y ESO NO ES CIERTO!
    Eso ¡¡¡SI ES CIERTO !!! El problema de un católico cuando se enfrenta a un enemigo de la Iglesia suele ser que los literalistas la han puesto a los pies de los caballos de esos enemigos. Y eso ya se lo he repetido a usted por activa y por pasiva, ¿o es que va a empezar otra vez con los mismos mantras? También me pregunto cuántas veces habrá que repetir que LA IGLESIA SOMOS TODOS LOS BAUTIZADOS QUE SEGUIMOS LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS, NO UN GRUPO DE MIEMBROS, ELLOS SON PARTE, SI, PERO NO SON LA IGLESIA, le ruego que se exprese con propiedad en lugar de usar falacias.

    El Geocentrismo como hipótesis filosófica, basada en los sentidos corporales, hace ya mucho que el uso de los instrumentos y más recientemente la astronaútica así como la Cosmología, lo ha dejado, en efecto, refutado del todo. La falacia no ayuda a la Iglesia, al contrario. Pero en vista de su pertinaz tendencia a ciertos errores:

    "Y es útil pensar sobre esto; no suceda acaso que alguno, presumiendo demostrar lo que es de fe, aduzca razones no necesariamente concluyentes que den ocasión a la befa de los incrédulos, los cuales podrían suponer que no tenemos otros motivos de creer lo que la fe nos enseña."

    Summa Theologica Sto Tomás de Aquino, (C.46, a.2.)

    Siga intentándolo.

    La verdadera explicación del caso es muy sencilla. No hace falta acudir a supuestas causas que, reales o no, no influyeron sino de manera puramente secundaria o superficial en el caso (contexto de la Guerra de los Treinta Años, filosofía atomista de Galileo, orgullo herido del Papa Urbano por creerse el personaje de Simplicio en la obra condenada de Galileo, envidia de otros doctos colegas en contra de Galileo, etc. etc., etc.). Nada de eso. No hay que buscarle tres pies al gato. La explicación es sencillísima: el heliocentrismo fue condenado por la Iglesia pura y simplemente POR SER CONTRARIO A LA VERDADERA INTERPRETACIÓN DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS. Así. Sin más.
    Sin más, no, de eso nada, eso es FALSO. En efecto, fue condenado por UN TRIBUNAL POR RAZONES POLÍTICAS, le guste a usted o no, y sólo durante escaso tiempo, no lo olvide y ello después de plena vigencia como oposición al geocentrismo desde el siglo V antes de Cristo. ¡Qué absurdo! Por cierto, los gatos tienen cuatro patas, no tres. Lo que usted llama "la verdadera interpretación de las Sagradas Escrituras" es una interpretación basada en un deísta, ARISTÓTELES, ( deistas fueron también, Sócrates, Platón, Voltaire, Montesquieu, Benjamin Franklin (masón), Thomas Jefferson (masón), George Washington, Thomas Hobbes, Robespierre..., entre otras "figuras") y en el pagano de PTOLOMEO, los cuales "bien afeitados" de ideas vinieron que ni al pelo para dar una explicación bíblica inexistente, o sea, en lugar de interpretación, ampliación o añadido y cuyos conocimientos eran tajantemente opuestos a la propia CREACIÓN del Génesis, o a la naturaleza de Dios. Ese, y no otro, es el valor de la interpretación que usted menciona. Y, además, incurre en la falacia de pretender ocultar que Santo Tomás de Aquino daba tanta validez al geocentrismo como al heliocentrismo:

    Lamento decirle que no ha aclarado la cuestión, por ejemplo, ¿desde cuándo ha sido el geocentrismo parte de la Doctrina? Eso es un invento, eso no es cierto. Luego no está aclarado. La Doctrina y así lo menciona Santo Tomás, lo que nos exige es fe en la Creación de Dios, en que el Universo tiene un comienzo y que se compone de unas serie de cuerpos y partículas, pero nada se dice en el relato del Génesis, ni en parte alguna del AT y del NT, acerca del geocentrismo. Asunto clerical pues sobre el que discutimos hasta el exceso. ¿Qué usted quiere creer otra cosa? bueno, pues es asunto suyo, pero no añada lo que no se puede añadir.

    Luego, da por hecho que San Tomás era geocentrista aunque admite que nunca dijo nada al respecto. Luego usted no puede afirmar lo que nunca salió del ámbito más íntimo de él. ¿Y si no lo era pero consideraba que hablar sobre ello hubiese procurado una situación al menos incómoda? No parece haber mucha duda de que dicho modelo --pagano, se lo vuelvo a recordar--, no era algo determinante en su pensamiento y hasta admitía la opción de otra alternativa.
    ¿Se acuerda?

    La Ciencia en Santo Tomás de Aquino - Página 2


    Es conveniente que deje de mezclar las cosas, como suele ser costumbre en usted, porque sólo acude a lo que le conviene:


    Está en el origen de todos los demás errores que se han ido sucediendo en el seno de todos los demás campos del saber y del conocimiento en los que pusieron su zarpa los "filósofos" y "científicos" de la Ilustración (Antropología, Paleontología, Biología, Geología, Química, Derecho, Política, Economía, Ciencias Sociales, etc.). Está en el origen de la forma mentis propia de aquello que fue calificado por San Pío X como modernismo o mentalidad modernista.
    ¿A quién se refiere, a Galileo o a Santo Tomás de Aquino?


    Pero es importante conocer cual es la teoría de la ciencia en Santo Tomás. Son abundantes las referencias a verdaderas insensateces las que se pueden leer en cualquier parte. Llega hasta la saciedad la estulticia generalizada que cree -con esa fe cuasi-religiosa en el absurdo- de que la ciencia es algo de laboratorio exclusivamente, aunque no sería extraño que se acabe generalizando en las grandes superficies y supermercados. Signo de nuestra época es banalizarlo todo, laminar todo lo excelso y convertirlo en chatarra de desguace moral e intelectual. Pero esa misma decadencia es podredumbre generalizada y por ello nuestra época apesta a cadáver. No podemos esperar que la gente conozca a Santo Tomás, para lo que hace falta voluntad y un considerable esfuerzo intelectual, pues bastante tiene con soportarse a sí misma día a día. Pero a ver si se puede realizar un esbozo que, lógicamente, no podrá interesar a aquellos para quienes la lambada es una oda. Lo que pasa es que este sitio, foro y tema, no están pensados para esos.

    Sucintamente este es el esquema científico de Santo Tomás:

    1.- La ciencia es conocimiento verdadero y cierto de lo necesario por sus causas.

    2.- El conocimiento es esencialmente intelectual.

    3.- Debe ser conocimiento cierto, pues lo erróneo no forma parte de la Ciencia.

    4.- Por tanto, el conocimiento científico debe ser cierto, seguro, firme gracias a la reflexividad de la mente y la conciencia.

    5.- La certeza reflexiva se basa en los enunciados evidentes y en las verdades.

    6.- Con esto se habla de los principios de la Ciencia, que no necesitan, ni pueden, ser demostrados, se imponen por sí mismos (axiomáticos)

    7.- Pero, las verdades científicas, exigen demostración.

    8.- La certeza es un estado subjetivo de adhesión firme de la mente a un enunciado verdadero.

    9.- El objeto de la Ciencia es universal si hay una condición de necesidad.

    10.- La Ciencia entraña "per se" una explicación o fundamentación de las causas en las que encuentra su justificación.

    11.- Para conocer algo científicamente hay que conocerlo por sus causas.

    12.- Hay cuatro causas:

    12. a. Por la causalidad material al mostrar los rasgos físicos del objeto.

    12. b. Por la causalidad eficiente, o lo que es mismo, averiguando cuál es el agente y la acción que produce algo o un cambio.

    12. c. Por la causalidad final, que aspira a señalar la finalidad a que se ordena algo, sea cosa o actividad.

    12.d. Por la causalidad formal, que muestra de qué modo una propiedad es derivada de otra propiedad anterior o de su propia esencia.


    (Exposición fundamentada en: Tomás de Aquino, maestro del orden. Jesús GARCÍA LÓPEZ. Editorial CINCEL.)


    No hay un sólo aspecto que no se tenga en consideración en el actual proceder científico. El problema radica en que se "olvidan interesadamente" las fuentes, y bajo la etiqueta de Filosofía de la Ciencia hubo en el pasado quienes camuflando lenguajes, se apoderaron de ideas que no eran suyas, aunque por tales quisieron y lograron pasarlas.

    La Ciencia en Santo Tomás de Aquino


    "La sola fe enseña que el mundo no ha existido siempre, y no se puede demostrar por el razonamiento esta verdad..." Sto T. AQUINO, Op. cit., (C.46,a.2.)

    Que se opone completamente a Aristóteles cuando sostiene que el universo es eterno e increado, aunque entre San Alberto Magno y él, "los expurgaron".


    "Aristóteles, del que hasta mediados del siglo XII sólo se conocían los escritos de lógica (Organon) y los comentarios de Porfirio y Boecio, apenas había dejado sentir su influencia en el mundo cristiano. Sin embargo, el espíritu ordenador y sistemático del Estagirita, su concepción racional del universo, contenida principalmente en la Física, la Metafísica, los Libros del alma, la Ética y la Política, ofrecía unos cuadros más preciosos en que puede volcarse una síntesis de los conocimientos humanos. Pero era necesario también cristianizarlo, bautizarlo. El peripatetismo incluía tesis abiertamente contrarias al cristianismo: la concepción de la materia primera increada, que significaba la negación del creacionismo cristiano, y establecía un dualismo metafísico absoluto; la negación de la providencia divina; el fatalismo del devenir cósmico, etc. En otros puntos no era precisa la mente de Aristóteles, y podía ser interpretado en sentido panteísta. La oposición entre el peripatetismo y el cristianismo aparecía, a principio del siglo XIII, más exagerada aún de lo que era en realidad, porque Aristóteles fue divulgado en Occidente merced a los comentarios árabes de Avicena y Averroes, que lo interpretaban en sentido panteísta. La doctrina petipatética aparecía como perniciosa. Fue condenada. En 1210 un decreto del Concilio Provincial del Sena, confirmado en 1215 por el legado pontificio R. de Courçon, prohibía bajo excomunión comentar la filosofía de Aristóteles. Los papas mantuvieron la prohibición hasta que las obras del Estagirita <<fueran expurgadas>>.

    (Introducción a Suma Teológica (Selección) Sto Tomás de Aquino, por el P. Ismael Quiles, S.I. Colec. Austral, 310, ESPASA CALPE, págs, 17-18)



    ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

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