Revista FUERZA NUEVA, nº 76, 22-Jun-1968
Los “falsos hermanos”, instrumento de Moscú
“Para acabar con la religión es mucho más importante introducir la lucha de clases en el seno de la Iglesia que atacar a la religión de frente”, decía Lenin. Todo el materialismo dialéctico estriba en la introducción de las contradicciones en todos los ambientes, instituciones y sociedades. El padre Schweiglen, en “La Civiltá Cattolica”, ya en 19 de febrero de 1949, estudiaba el proceso desintegrador de la dialéctica marxista en el seno de la Iglesia. Señalaba estas cinco etapas: separar y alejar a los fieles de la jerarquía y del clero; no hacer mártires; activar la lucha de clases en el medio cristiano; utilizar y favorecer la religión más débil y menos jerarquizada contra la más sólida y fuerte, y apoderarse del mecanismo eclesiástico.
En el documento del cardenal Wyszynski, que acompañaba la nota de la Secretaría de Estado de la Santa Sede sobre la organización seudo católico-comunista PAX, de Polonia, destaca como su táctica opera “disolviendo, formando focos antagónicos entre los fieles y, sobre todo, en los medios eclesiásticos y religiosos… No atacar jamás a la Iglesia de frente, sino “por su bien”, por sus “estructuras caducas” y los “abusos que la desfiguran”. Con hábiles maniobras de zapa formar en los medios eclesiásticos núcleos de “insatisfechos”, para meterles poco a poco en el “clima fecundo de la lucha de clases”. Se trata, no de liquidar a la Iglesia, sino de sojuzgarla y ponerla al servicio de la revolución comunista”.
Podemos decir que en Barcelona vivimos este proceso de división planificado, creciente, fácilmente detectable, para que no haga política de avestruz.
Recuérdense las campañas contra el arzobispo doctor Modrego, las manifestaciones subversivas en su palacio episcopal, las organizaciones clandestinas, el boicot a la campaña del Rosario en Familia del padre Peyton, la bien financiada agitación con el slogan provinciano de “Volem Bisbes Catalans”, la manifestación facciosa de sacerdotes en la vía Layetana el 11 de mayo de 1966, el asalto a los cuadros directivos de las asociaciones católicas, la red de editoriales y publicaciones con el claro designio de dividir y “dialectizar” a los católicos, los cargos eclesiásticos que permiten la anulación de los que no piensan como ellos y preparan el ambiente para atacar al Vaticano, son una amalgama encadenada de la organización progresista entre nosotros.
En el programa de acción de Li Wei Han, del Partido Comunista chino, se dice textualmente:
“Hemos llegado a la última etapa.
Después de la separación de la Iglesia del Vaticano, se pueden consagrar nuestros propios líderes en la Iglesia.
Cuando llegue el momento en que los puestos de responsabilidad del clero sean de los nuestros y sometidos al gobierno popular, se procederá a erradicar paulatinamente los elementos de la liturgia incompatibles con el gobierno popular.
Los primeros cambios serán de los sacramentos y de las oraciones, luego se protegerá a las masas contra coacción y presión a asistir a la iglesia, a practicar la religión u organizar grupos colectivos representando cualquier secta religiosa.
Cuando la práctica de la religión se convierta en responsabilidad individual, se sabe que lentamente la religión se olvida.
Las nuevas generaciones reemplazarán a las pasadas y la religión será un episodio del pasado digno de ser tratado en las historias del futuro”.
El programa se cumple
(…) Veamos unos ejemplos. Recientemente, la Junta Nacional de la Acción Católica española publicó un comunicado de la sesión plenaria celebrada en 11 del pasado mayo. En el mismo se hacía constar la adhesión a la Jerarquía, el agradecimiento por los trabajos efectuados por los antiguos dirigentes y la Unión que debe reinar en el apostolado seglar organizado. Inmediatamente, el Consejo de Hombres de Acción Católica de Barcelona, cuyos cuadros parroquiales y cuya influencia esencial es ridículamente minúscula -como lo demuestra la ineficacia de su epiléptica disconformidad contra la campaña del Rosario en Familia del padre Peyton y otros “éxitos” similares-, ha hecho pública una nota de disconformidad con la Junta Nacional de Acción Católica.
Uno se sorprende de que un organismo diocesano, que toda su fuerza y razón de ser es la vinculación con el Pastor de la diócesis, tenga la facultad -o indebidamente se le tolere- de manifestarse incompatible contra aquellos de quien recibe el mandato apostólico. Al fin y al cabo, el comunicado de la Junta Nacional de Acción Católica no era sino la aplicación de lo que dijo Pablo VI al III Congreso Mundial de Apostolado Seglar. (…) Pero claro, el Consejo de Hombres de Acción Católica de Barcelona no se enteró de este discurso pontificio, pues, con el afán de propagar y divulgar la (herética) “Vida de Jesús”, de Renán, no tuvieron espacio para tal discurso en su publicación “Apostolado Seglar”. (…)
Jaime TARRAGÓ
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