"El caracter multicultural de las sociedades actuales invita a la Iglesia a asumir nuevos compromisos". ¿Es una petición de "Podemos" a la Iglesia católica? Puede. "Una mirada que instrumentaliza y manipula el fenómeno de la inmigración (olvidando pronto que también fuimos inmigrantes), además de inicua y deshumanizada, es necia". ¿Quizás Juan Goytisolo, ese conde Don Julián redivivo? ¿Algún documento de las Juventudes Socialistas? No, desde luego. Es pura intoxicación, claro está.
Pero lo peor es que se trata de un artículo del jesuitaJosé Luis Pinilla Martín, Director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Migraciones. Estas frases aparecen en el número de mayo del panfleto "Xtantos" con el que la Iglesia católica pretende, primero, explicar su situación fiscal y transparencia económica y, en segundo lugar, mover a los contribuyentes a donar dinero a la Iglesia en la declaración del IRPF. El artículo "Madre de todos, Iglesia sin fronteras" es una verdadera intoxicación ideológica y una usurpación de la fe, que se pone al servicio de la estrategia internacionalista del capital global.
La idea que subyace al artículo es simple: de la unidad esencial del género humano en Cristo se deduce la primacía de los derechos de cualquier recién llegado sobre las comunidades de origen a las que, dicho sea de paso, solo se menciona como objetos que han adquirido un carácter "multicultural". Cualquier obstáculo a la libre voluntad de los recién llegados debe ser removida. No solo las naturales, a las que se cuestiona moviendo el sentimiento del lector mediante la exhibición de los muertos de las pateras.
También los impedimentos de origen político deben desaparecer y para ello, el hermano Pinilla se adhiere con armas y bagajes a las bobadas más ramplonas y ridículas de la propaganda izquierdista, cargando contra el mismísimo Estado, al que se cuestiona y se coloca bajo sospecha: "Es fuerte la tentación de reaccionar defensivamente, alimentando una imagen cada vez más amenazante de los ´otros´.
Lo vemos en las fronteras, en los recortes sociales, en los CIEs, en los guetos de nuestras ciudades con migrantes empobrecidos". El hermano Pinilla, que no cree en la diferencia entre los seres humanos -por eso entrecomilla "otros"- que no piensa ni por un momento en que la diferencia constituye una auténtica bendición de Dios y es garantía de la libertad, sigue citando a los obispos españoles que apelan a la comprensión de un fenómeno todo lo comprensible que ellos quieran, pero ante el que no ofrecen una sola solución. Nos dicen los obispos, según el artículo del hermanoPinilla, en su documento "Campaña de Migraciones 2015": "Claman al cielo las abismales desigualdades de renta media ´per capita´ o de esperanza media de vida entre muchos de los países de origen y los países de destino de los emigrantes. ¿Quién de nosotros no buscaría escapar del hambre, la persecución o de la guerra cuando no de la muerte?".
Con todos estos mimbres se fabrica un doble sofisma: primero, del respeto por los inmigrantes se sigue la aceptación de la inmigración; segundo, la aceptación de la inmigración es una cuestión de fe, de ser buen cristiano en definitiva. Ninguna de estas afirmaciones es otra cosa que una manipulación ideológica del mensaje de Cristo. Primero, porque son aquellos que promueven la inmigración -el capitalismo global y la izquierda internacionalista- quienes pisotean primero la dignidad de los inmigrantes. Esos mismos promotores de la inmigración son quines crean los problemas en los países de origen constituyendo lo que Alberto Buela calificó en mi presencia de "Estados expulsores". Por otro lado, nada en el cristianismo dice que se haya de dinamitar la comunidad en la que se vive para convertirla en un enjambre multiétnico.
Si estamos obligados en Dios, también lo estamos con el César. La inmigración es una estrategia del capital global para aniquilar las identidades -por cierto, obra de Dios- y de desarraigar a inmigrantes y receptores de inmigración. Esta estrategia se halla en plena sintonía con la "cultura de la muerte" que denunciara Juan Pablo II, un fenómeno que no solo mata personas, sino también naciones, comunidades e identidades. Por eso, que ahora desde la jerarquía eclesiástica se intente engatusar a los fieles para moverles a compasión prescindiendo de la sabiduría y de la justicia, no es sino una inversión de la fe, y supone una tragedia de inmensas consecuencias que ciertos sectores de la Iglesia se hayan alineado con las tesis de quienes, en otros frentes, buscan el exterminio de la fe.
Tan ideológico es todo esto, que apenas hace pie en el mundo real. Así, el hermano Pinilla, prefiere embarcarse en un globo aerostático y salir de la Tierra y de la realidad: "Queríamos mano de obra y nos llegaron.. personas", citando al mediocre de Max Frisch. Solo quien vive en la inopia puede considerar que la calificación de "persona" equivale a "buena persona" o simplemente a algo inocuo.
De ahí que entre todas esas "personas" que han llegado a España haya gente trabajadora y honesta explotada por un sistema al que pocos denuncian y luego, además, evasores de impuestos, traficantes de mil cosas, competidores desleales, 542 mafias extranjeras, tramposos sistemáticos, vagos perniciosos, redes de prostitución y una masa creciente y belicosa que, cuando sea el 10% exigirá derechos, y cuando sea mayoría impondrá el Islam por la espada. Frente a todas esas "personas" el Estado debe defenderse porque es el instrumento que se ha dado la nación española para subsistir en la historia y SOLO se debe a España. Que lo haga desde el respeto no significa que no sea firme y busque la justicia.
En los círculos intelectuales europeos que defienden la identidad como fundamento de la Creación misma, abundan los que piensan y sostienen, no sin razón, que la Iglesia ha traicionado a Occidente.Y o siempre digo que ciertos sectores de la jerarquía han sellado un pacto con el mundo moderno que nos está arrastrando a todos a la ruina. Pero que bajo la basura de la época, la Iglesia de Cristo florece. |
Marcadores