Estandarte de Lepanto
Madrid, 7 octubre 2011, fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Se conmemora hoy el 440º aniversario de la batalla de Lepanto, la gran victoria cristiana sobre los mahometanos. Una victoria que hizo pasar al imperio turco de amenaza inminente que iba a anegar la Cristiandad (como auguraban sus casi dos siglos de expansión y continuas victorias) a sultanato en decadencia, de la que ya nunca se recuperaría enteramente. Aunque su amenaza, ya no global pero sí concretada en piratería, esclavitud, asaltos y crueldades sin cuento pero de menor escala, perduraría hasta entrado el siglo XIX.
La cruzada que llevó a esa victoria en 1571 fue convocada por San Pío V --el Papa que codificó definitivamente el rito romano de la Santa Misa-- y la encabezó la Monarquía española, bajo Felipe II, secundada por sus aliados de Génova, Saboya, Parma, Mantua, Luca, Toscana, Ferrara y Urbino; por la República de Venecia, por la Orden de San Juan de Jerusalén (Malta), y por los Estados Pontificios. En suma, por quienes estaban por defender la Cristiandad, la Fe católica; las ausencias dejaban las cosas claras. Con los católicos del mundo rezando el Rosario por la victoria, la flota cristiana, bajo el mando de Don Juan de Austria, se lanzó al asalto en inferioridad de condiciones, en "la más alta ocasión que vieron los siglos", como dejó escrito don Miguel de Cervantes, soldado en la misma. Los turcos fueron aplastados.
Qué contraste con la situación actual, en que los ejércitos españoles, son utilizadas, bajo mando de la OTAN, para favorecer la expansión del Islam (como está ocurriendo en Libia). Y en que altísimas jerarquías eclesiásticas repiten una y otra vez elogios hacia la secta de Mahoma y la equiparan con la verdadera Religión, mientras exigen que se acepte y favorezca la presencia de sus adeptos entre nosotros. (Viene ya de hace décadas: en 1967, Pablo VI, figura casi exactamente opuesta a la de San Pío V, se permitió devolver a Turquía el estandarte de su nave capitana, que Don Juan de Austria había depositado en Roma, a los pies de Nuestra Señora; la sangre española, la sangre cristiana derramada para conquistarlo, no le importaba a quien contradijo a su santo antecesor en tantas otras cosas). Hoy Alí Bajá tiene muchos aliados.
Agencia FARO
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