¿Cuánto vale un Shakespeare comparado con el Siglo de Oro español?
Para Octavio Paz, el único mexicano que ha recibido el Nobel de Literatura; el teatro hispano del Siglo de Oro es único en Occidente y el pensamiento de Racine o Shakespeare son meros balbuceos, obras como La vida es sueño, El mágico prodigioso o El condenado por desconfiado son emblemáticas, el teatro hispano es más original, más universal, con el tema central del hombre y la gracia de Dios.
Es lamentable que a la fecha no se lea tanto a los escritores del Siglo de Oro porque nuestro español sea extremadamente pobre, lo que hace que el lenguaje usado por Calderón de la Barca o Góngora sea incomprensible, sino porque ahora no nos interese ya más esa oposición entre el libre albedrío y predestinación divina, entre amor y fe. A diferencia del teatro griego en que se le dice si al destino, en el teatro áureo-hispano (si es que se nos permite el vocablo), los héroes dicen no al destino y refuerzan el libre albedrío.
Octavio Paz nos sigue diciendo que «Tamerlán, Macbeth, Fausto y el mismo Hamlet pertenecen a una raza blasfema, que no tiene más ley que sus pasiones y deseos... Los héroes de Shakespeare y Webster están solos, en el sentido más radical de la palabra, porque sus gritos se pierden en el vacío.... El hombre se vuelve juguete del azar... En el mundo de Shakespeare, el azar reemplaza a la necesidad».
Paz mismo nos dice que Shakespeare es absolutamente moderno, pero ello no hace al Siglo de Oro premoderno, además, La vida es un sueño es una comedia, no una tragedia; La vida es un sueño es una defensa del libre albedrío del ser humano ante Dios mismo. Mientras Shakespeare pone en boca de su héroe: «Ser o no ser, esa es la pregunta», Calderón de la Barca cuestiona: «¿y yo, con más albedrío, tengo menos libertad?».
Podemos seguir haciendo muchas comparaciones, porque mientras Shakespeare reza que «El amor no mira con los ojos, sino con el alma», Quevedo nos deleita diciendo que el amor «Es hielo abrasador, es fuego helado, es herida que duele y no se siente». En ese prolífico Siglo de Oro, dos novohispanos se abrieron camino, sor Juana Inés de la Cruz, con su poema «Primero sueño» reflejando el afán humano por conocer; mientras que Juan Ruíz de Alarcón nos deja una obra moralizante fascinante de una calidad inigualable en que nos dice: «¿No ves que no tengo amor y me hiela el menor frío?».
Para finalizar, mientras Shakespeare nos dice que «La vida es una historia contada por un idiota, una historia llena de estruendo y furia, que nada significa», Calderón nos cuestiona y nos responde a la vez: «¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son».
¿Cuánto vale un Shakespeare? Pues no vale un Siglo de Oro entero porque en el se codearon hombres de talla jamás igualable, como Lope de Vega (según Cervates era el Fénix de los ingenios, Poeta del cielo y de la tierra, Monstruo de la Naturaleza, aunque Lope no se llevaba tan bien con él), Francisco de Quevedo (o de Quebebo según Góngora), Juan Luis Vives, san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús, fray Luis de León, Luis de Góngora, Miguel de Cervantes, sor Juana Inés de la Cruz, Juan Ruíz de Alarcón, Tirso de Molina, Inca Garcilaso de la Vega, Carlos de Sigüenza y Góngora, Francisco Suárez, Luis de Molina, Francisco de Vitoria y un largo &c.
Fuente: Patiño Gutiérrez, C. 2017. La validez del derecho en la escolástica. Desobediencia, iusnaturalismo y libre albedrío en Francisco Suárez. CDMX UNAM.
Imagen: ilustración surrealista hecha por Grabriel Grün para la edición ilustrada de La vida es un sueño.
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Fuente:
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