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Tema: En defensa de los toros

  1. #81
    Avatar de Valmadian
    Valmadian está desconectado Miembro tradicionalista
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    Re: En defensa de los toros

    En la revista "Época", nº 1.394 de "La Gaceta" de fecha 15 de abril de 2012, hay un artículo titulado: "Los secretos que guarda El Vaticano" (págs., 22 a 26) sobre una exposición que se ha montado para exhibir al público un centenar de documentos bajo el título de "Lux in Arcana". En principio, este acontecimiento no tiene nada que ver con la fiesta de los toros, hasta que llega un momento en la lectura en la que se encuentra con que "...existe una bula que prohibía las corridas de toros.... Personalmente me he quedado sorprendido, no tenía ni idea de que existiese dicho documento y, por supuesto, ni la más mínima referencia al respecto, salvo que ha estado a punto de formar parte de la exposición.

    ¿Alguien sabe algo al respecto? ¿de quién es? ¿de qué año? Y es que este tipo de cuestiones no dejan de ser polémicas. Tampoco se especifica nada acerca de cuáles son las razones que la motivaron.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  2. #82
    Avatar de Donoso
    Donoso está desconectado Technica Impendi Nationi
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    Re: En defensa de los toros

    Debe referirse a la "De Salutis Gregis Dominici", de San Pío V, en la que prohibía la asistencia ciertos espectáculos donde se mataban animales. Hay que matizar la afirmación, ya que por una lado esa bula fue seguida de otras que la modifican, y por otro lado los espectáculos a los que se refiere no son los mismo que las corridas actuales.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  3. #83
    Avatar de Valmadian
    Valmadian está desconectado Miembro tradicionalista
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    Re: En defensa de los toros

    Muchas gracias, cosas de los periodistas que en este caso es una tal Blanca Ruíz Antón desde Roma y que suelen sacar muchas cuestiones de contexto . La otra sorpresa me la he llevado con una fotografía de la responsable de la exposición, porque es igual que mi mujer, calcada, cuando tenía su edad (la que parece tener en la foto), pero esto es lo anecdótico.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  4. #84
    Mexicano está desconectado Proscrito
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    Re: Respuesta: En defensa de los toros

    La tauromaquia, esta difundida en el mundo Hispanico, yo soy ecúanime sobre este tema, me parece que los quejosos estan en su derecho, pero tambien los practicantes de ese arte como se es llamado.

  5. #85
    Avatar de juan vergara
    juan vergara está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Respuesta: En defensa de los toros

    Bienvenido al foro Mexicano.
    Comporto tus dichos.
    En estas cuestiones como decía mi tío el cura:
    El que no le guste, pues que no participe.
    El que entienda de que se trata, pues al ruedo!
    Aclaro que mi tío el cura era algo más que un entendido en tauromaquia, y sus simpatías "por los toros" no las disimulaba.

  6. #86
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Respuesta: En defensa de los toros

    Es cierto que ha habido algún documento papal al respecto. De hecho fue una especia de tira y afloja entre el Vaticano y la corona española. No se llegó a publicar, porque se pidieron algunos ajustes y se hicieron algunas explicaciones. Unos papas condenaban las corridas y otros las permitían, hasta que al final se despreocuparon del asunto, pero nunca estuvo en vigor prohibición alguna. También hay que tener en cuenta que la tauromaquia ha evolucionado mucho desde entonces y ya no es tan bárbara hoy en día como en otros tiempos.

    Donde está mejor explicado es aquí:

    L’Eglise catholique et la Corrida

    En estos próximos días, si Dios quiere, voy a buscarme el tiempo para traducir el artículo. No lo hice en su momento cuando lo posteé, por falta de tiempo, y después de olvidé.
    Pious dio el Víctor.

  7. #87
    Avatar de zorro_rommel
    zorro_rommel está desconectado Miembro graduado
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    Re: Respuesta: En defensa de los toros

    Habeis cogido sin duda un tema muy dificil pues está lleno de incoherencias fruto de las mentiras que dan los que no les gustan las corridas de toros (y las quieren prohibir además, porque a mi no me gustan). Os recomiendo este libro que me pasó un conocido taurino http://www.astauros.com/razones.pdf

    Estoy leyendo algo más del tema, poco a poco ya no tengo ninguna duda de la importancia del toreo en España, pero sigo sin verle esa chispa y ese simbolismo que le quieren dar, lo relaciono en todo caso con Mitra y los legionarios romanos.

    Sobre su historia yo tenía entendido que al principio era a caballo y de reyes y señores, luego por la gente que no podía permitirtse un caballo surge el toreo a pie y ya a partir de ahí surgen esos "héroes del toreo".

    Aunque por desgracia hoy día se ve más como una "afición" un espectáculo, en la época de Carlos IV el toreo y el teatro se usaba como ahora se usa el cine y la telebasura, para distraer.

    Por cierto, hace poco han recogido en Cataluña 500 000 firmas para devolver el toreo a la legalidad, ¿harán caso los demócratas? Cataluña ha tenido una gran importancia en el mundo del toreo, me parece asqueroso que le quiten las tradiciones por votación.

  8. #88
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Respuesta: En defensa de los toros

    Por fin encontré tiempo para traducir el artículo del francés. Aquí lo tenéis (me he tomado alguna pequeña libertad, pero nada relativo al fondo del artículo. Meros ajustes con respecto a lugares o fechas relativos a Sevilla que no afectan en nada al contenido del artículo):


    La Iglesia Católica y la Corrida

    La tauromaquia y su relación con la religión


    «Yo creo en la virtud purificadora de la corrida.
    Creo en aquella función que los griegos denominaban catarsis,
    que nos lava de las pulsiones, de nuestras violencias interiores
    Secretario de la Congregación para la Educatión Católica


    Nuestra Señora de la Caridad en su Soledad
    Capilla de la Hermandad del Baratillo, Sevilla.
    Hace estación de penitencia el Miércoles Santo.
    Ligada al mundo taurino y al barrio del Arenal.


    La corrida, percibida por algunos como un arte noble y por otros como una bárbara carnicería, desata las pasiones. Esto no tiene nada de nuevo: detractores y defensores de la tauromaquia se enfrentan desde el siglo XVI. No obstante, si a primera vista parece difícil zanjar un debate delicado en el que las opiniones se contraponen con extraordinario vigor, nosotros nos limitamos a declarar que, más allá del arte taurino como mero espectáculo, el decoro y los elementos casi sagrados que rodean a la corrida (trajes de luces, sentido del sacrificio, devoción y sentimiento religioso, etc.), están inclinados por naturaleza a suscitar respeto y simpatía por esta tradición sigular que a lo largo de los siglos ha tejido estrechas ligazones con el catolicismo.

    En efecto, el tiempo de la corrida, de la feria, es decir de la Fiesta, ya sea esta última la causa de las corridas o la corrida de la fiesta, está inseparablemente ligado al dominio religioso por los santos o el tiempo litúrgico al que están asociados los grandes espectáculos taurinos: San Isidro en Madrid, el Domingo de Resurrección en Sevilla, San Fermín en Pamplona [1], el Toro de la Vega de Tordesillas en honor de la Virgen de la Peña [2], el Corpus Christi de Toledo, Pentecostés en Nîmes, etc. A pesar de ello, paradójicamente la Iglesia se ha opuesto en ocasiones a las funciones taurinas que consideraba reminiscencias directas de antiguos juegos circenses, conocedora de que dichas ferias eran con frecuencia ocasión de excesos en diversos sentidos (alcohol, sexualidad, derroche económico etc.), en un clima de inmenso alborozo popular que recuerda a las claras al mundo pagano. Este es además uno de los aspectos excepcionales en que, más allá de los Pirineos, la por otra parte tan escuchada y reverenciada Iglesia Católica española se ha visto totalmente impotente para imponer su voluntad en algunos casos.

    I. Reseña histórica


    Los primeros espectáculos taurinos
    son sin duda un recuerdode los sacrificios de animales
    practicados en las culturas primitivas

    Un vistazo rápido a los datos históricos aporta informaciones interesantes, ya que ante la falta de fuentes confiables son numerosas las tesis relativas al origen de la corrida. Lo que sí se puede afirmar es que los primeros espectáculos taurinos son indudablemente un resto que ha sobrevivido de los sacrificios de animales practicados en las culturas primitivas, así como que aparecieron primeramente en Roma [3], para resurgir verdaderamente en el sur de Europa hacia los siglos XI o XII en un contexto preciso: la nobleza guerrera a caballo vio en ella una excelente posibilidad de adiestrarse. El Conde de Las Navas (1855-1935) consideraba que el origen de la corrida estaba estrechamente ligado a los primeros tiempos de la humanidad, y atribuía a las cacerías prehistóricas de uros la supervivencia de la tauromaquia en España. En dicho país, tales juegos se impusieron además poco a poco en lugares diversos y en numerosas ocasiones (para celebrar la llegada de un personaje importante, la canonización de un santo, la consagración de un obispo, etc.). Al efecto, se acondicionaba la plaza de toros con gradas de madera y la población se congregaba para participar en un espectáculo en que unos diestros audaces y temerarios desafiaban a unas fieras dotadas de una energía excepcional.


    II. La bendición de la Iglesia Católica

    El clero católico español, que constató el entusiasmo por estos festejos, se preguntó cómo poner coto a los excesos, e hizo algo más en aquel entonces que apoyar las tradiciones taurinas: llegó a bendecirlas y a conferirles, sabiamente, un carácter religioso que todavía conservan. Por ejemplo, en un libro de de la Sociedad del Santísimo Sacramento de la Parroquia de San Pedro de Valladolid, se encuentra un texto que explica que dicha sociedad celebrará con regularidad «festejos taurinos». Las órdenes terceras, para señalar las celebraciones relativas a su fundación, organizarán festividades en las que habrá corridas; ciertas Hermandades, como Nuestra Señora de Sabor, en Cáceres, no admiritían entre sus miembros sino a «caballeros que corran toros». Cuando se beatificó a Santa Teresa de Ávila en 1614, se organizaron treinta corridas en las cuales se dio muerte a cien reses. Lo propio se hizo para celebrar la canonización de San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San Isidro Labrador en 1622 y Santo Tomás de Villanueva en 1654.


    Nuestra Señora de los Dolores


    Los vínculos entre la Iglesia y la tauromaquia se estrecharán más, hasta el punto de dar lugar a lo que podríamos llamar milagros taurinos: Baltasar de Fuensalida, derribado de su caballo por un toro en 1612 en Toledo en el curso de una corrida, invoca a Nuestra Señora de la Esperanza mientras es cogido por el animal y se recupera de sus heridas. San Pedro Regalado, patrono de Valladolid, detiene con la mirada a un toro furioso. Santa Teresa de Ávila amansa sin ayuda a dos toros, que se postran a sus pies y la santa los acaricia.






    Por lo que respecta a los muy católicos monarcas hispanos, no les van a la zaga, y al parecer ellos mismos apreciaron las prácticas en cuestión. Así es como vemos al Emperador Carlos I (1500-1558) tan contento por el nacimiento de su hijo primogénito que desciende él mismo al ruedo en Valladolid para lidiar un toro bravo. Por esta razón, con Carlos II, ya en el siglo XVII, el arte taurino llega a ser un verdadero fenómeno social. Los conquistadores introdujeron a su vez la tauromaquia en la América Hispana. En 1529, Hernán Cortés introduce el toro en tierras americanas, donde la fiesta tendrá todavía más apoyo de la Iglesia que en España. Los indios la aprecian y ven en ella un equivalente de sus ritos. Así, en los territorios conquistados por los españoles en el Nuevo Mundo, los capuchinos criarán toros y poseerán, como en Caracas, ruedos en los que se celebrarán espectáculos taurinos con motivo de festividades religiosas. Con el dinero recaudado en dichas corridas se costeará la construcción de iglesias, capillas y monasterios. Fue así cómo se edificó la iglesia del Castillo de Chapultepec en 1788, y también la de Guadalupe en 1808. Del mismo modo, en una Italia seducida por esta moda, César Borgia, hijo del papa Alejandro VI, reintrodujo las corridas, que ya se habían celebrado en Roma hasta la época de León X (1521), incluyéndolas en el programa de sus festejos preferidos. Sólo la subida al trono español de un francés, Felipe de Anjou, nieto Luis XIV, traerá consigo por un breve espacio de tiempo la prohibición a los señores de participar en ellas, dado que las corridas de la época eran mucho más peligrosas para el hombre que las de hoy, y los propios espectadores también corrían sus riesgos. Goya pintó un incidente ocurrido durante una lidia en la que murió el alcalde de Torrejón. Símbolo del estrecho vínculo entre el clero y el arte taurino, en 1761 un sacerdote de la localidad gaditana de Rota crea una dehesa para criar toros que cederá treinta años más tarde a una hermandad. En tiempos de Pepe Hillo hasta se conoció a monjes toreros.

    III. La Iglesia y el desarrollo del arte taurino



    Es además un eclesiástico, Don Gregorio de Tapia y Salcedo, quien codifica el toreo a caballo, reservado a la nobleza, con la publicación en 1643 del tratado Exercicios de la gineta al Príncipe Nuestro Señor d. Baltasar Carlos.
    Por añadidura, el célebre toro de Miura, con sus excepcionales características que aún en nuestros tiempos hacen de él el rey de los ruedos, se debe al sacerdote Marcelino Bernaldo de Quiros, párroco de Rota, que cruzó vacas andaluzas de los dominicos del convento de San Jacinto con toros navarros, raza que proviene a su vez de las reses de los monjes de la Santísima Trinidad de Carmona.
    Los festejos taurinos se convierten en un elemento central de las celebraciones en España, y tienen lugar con cada vez más frecuencia en lugares públicos con motivo de victorias, fiestas patronales o acontecimientos religiosos. Surge así el toreo a pie, el toreo popular, bastante menos reglamentado y que tiene lugar en las festividades religiosas. Finalmente, entre 1730 y 1750 la corrida se codifica, aparecen los tres tercios y, sobre todo, los pases de muleta. Se construyen entonces las primeras plazas permanentes. El toro deja de ser un animal semisalvaje para hacerse doméstico, conociéndose entonces las primeras selecciones genéticas para hacer de él un contrincante adecuado. Es sabido que las ganaderías eran propiedad de religosos (dominicos, cartujos), aunque con el tiempo las ganaderías laicas impusieran la supremacía del toro andaluz.


    Francisco de Goya (1746-1828): La tauromaquia



    IV. San Pío V y la bula De Salute Gregi Dominici

    No obstante, ante el excesivo entusiasmo popular por el toreo, en 1567 san Pío V promulga la bula De Salute Gregi Dominici, que condena tajantemente los festejos taurinos. El objeto era abolirlos y privar de sepultura cristiana a quien encontrara la muerte enfrentándose a un toro.

    El texto de la bula papal no dejaba lugar a dudas:

    1-En numerosas villas y otros lugares, se organizan constantemente espectáculos privados o públicos que consisten en correr toros u otros animales salvajes, al objeto de hacer gala de fuerza y audacia. Dichas corridas ocasionan frecuentemente accidentes mortales y mutiliaciones, y son un peligro para las almas.
    2- Por Nuestra parte, considerando que tales espectáculos en los que toros u otras bestias salvajes se lidian en un circo o una plaza pública son contrarios a la piedad y la caridad cristiana, y deseosos de abolir tan sangrientos y vergonzosos espectáculos, propios de demonios y no de hombres, así como de garantizar con la asistencia divina y en la medida de lo posible la salvación de las almas a todos los príncipes cristianos, sea cual sea su dignidad, eclesiástica, profana, imperial o real, e independientemente de su título y de la república a que pertenezcan, en virtud de la presente Constitución valida por siempre jamás prohibimos bajo pena de excomunión y anatema ipso facto, que tengan lugar espectáculos de tal género en que se cazan toros y otras fieras en sus provincias, ciudades, tierras y castillos. Igualmente, prohibimos a los soldados y otras personas rivalizar a pie o a caballo en tales espectáculos con toros y fieras.
    3- Si alguno muere de tal manera, séale negada la sepultura eclesiástica.
    4- Asimismo, prohibimos bajo pena de excomunión a los miembros del clero, sea regular o secular, beneficiados eclesiásticos y miembros de Órdenes sagradas asistir a los mencionados espectáculos. [4]


    La religión católica y la tauromaquia han llegado a integrarse
    de tal manera que el arte taurino se ha vuelto inseparable de las tradiciones de la Iglesia


    Felipe II, conocedor de la pasión de su pueblo por la tauromaquia, no manda acusar recibo de esta bula ni publicarla, y negocia con Gregorio XIII, sucesor de San Pío V, el cual decide finalmente levantar la prohibición para los seglares. Por su parte, en 1583 Sixto V restablece las sanciones, las cuales a su vez levantará nuevamente y de forma definitiva Clemente VII en 1596. De esta manera en España, lo mismo que en Francia, la religión católica y el toreo, aunque en 1489 Tomàs de Torquemada lo había condenado considerándolo «un espectáculo inmoral, bárbaro, inicuo y cruel», vuelven a reencontrarse, y el arte taurino se vuelve inseparable del culto. Si las corridas estuvieron prohibidas durante un tiempo por las autoridades liberales de España a finales del siglo XVIII, serán nuevamente autorizadas por Fernando VII (1813-1833) a partir de 1814,dentro de su política de reacción conservadora a las ideas del Siglo de la Ilustración y de la Revolution francesa, que restablece igualmente la Santa Inquisición, trae de vuelta a los jesuitas y suprime la francmasonería. Su católica majestad Fernando VII crea en 1830 una escuela de tauromaquia a cargo de Pedro Romero, instituyendo con ello una verdadera cultura taurina indisociablemente ligada a la Iglesia y protegida y bendecida por ella. A partir de entonces se asocian de forma definitiva a los cosos taurinos capillas en las que se celebra misa antes de las corridas, y en las que los toreros vestidos de luces cumplen con su devoción, rezan a los santos tutelares y se santiguan varias veces antes de salir al ruedo, al tiempo que hay sacerdotes asignados a dichos lugares de culto construidos dentro de las plazas de toros.


    V. Situación actual del toreo en un mundo descristianizado y enemigo de la tradición




    Manuel Laureano Rodríguez Sánchez «Manolete»
    (1917-1947)
    Herido de muerte en Linares por Islero.
    Sus restos descansan en el cementerio cordobés de San Agustín.







    Si actualmente en España, en un mundo cada vez más descristianizado, no hay una procession de reliquias o una festividad religiosa que no sea seguida o precedida de corridas; si existen hermandades de toreros que en Semana Santa sacan en procesión a Nuestra Señora de la Soledad, de la Merced, del Rocío o de los Dolores; si una prestigiosa ganadería salmantina ha sido creada por el párroco de Valverde; si en la mayoría de las plazas, que tienen una capilla contigua, como Nîmes, el capellán bendice a los toreros antes salir al ruedo; que se levanten con rara e histérica virulencia contra el toreo aquellos a quienes el mundo actual considera las personalidades antitraditionalistas más représentativas
    (Michel Onfray, Cabu, Michel Drucker, Cavanna, Mgr Gaillot, Renaud, etc.), en nombre de una extraña concepción de la moral y de la virtud, refleja una aversión inexplicable que llega prácticamente a confundirse con un neto rechazo de lo sagrado.



    «Lejos de estar impregnada de crueldad, la gesta de torear,
    tener el valor de enfrentarse en público a un toro,
    me parece en realidad una expresión simbólica muy bella de la fe peligrosa
    que se necesita para vivir como hombre, y que no es en principio religiosa aunque pueda serlo.»
    El padre Jacques Teissier, capellán de la plaza de Nîmes, 2004.

    Así, se puede sonreír con amabilidad al ver, por ejemplo, a un pastor canadiense totalmente ignorante de la realidad del toreo increpar con términos ridículos al capellán de la plaza de Nîmes, o al oír argumentos antitaurinos que no brillan por su nivel, entre los que no faltan las clásicas apelaciones sentimentales contemporáneas, acompañadas de los típicos clichés de la sensibilidad ingenua que convierten en estrellas a los promotores de de la abolición, y la lacrimosa artillería pesada mediática, todo ello respaldado por la consabida cantinela izquierdista y modernista, a la que sólo le falta la clásica melopea de eslóganes antitradicionalistas para completar la partitura.

    Más absurdo es prestar oídos a los adversarios de las corridas cuando todos y en su mayor parte con la conciencia tranquila consumen o dejan consumir alegremente y sin decir ni pío carnes producidas industrialmente de animales sometidos a tratamientos indignos, calzan zapatos de cuero, consumen en un año el equivalente a su peso en carnes y chacinas, así como pollos que han sido desplumados vivos, ancas de ranas arrancadas al batracio vivo, langostas cocidas vivas en agua hirviendo, etc. Personas que hacen esas cosas realizan campañas contra la «barbarie» de las corridas con miras a criminalizar, poniendo el grito en el cielo y realizando manifestaciones de dudoso gusto, una costumbre que ni procede de la industria alimentaria ni tiene que ver con la experimentación médica, sino que se trata de un ritual que evidentemente no es sádico ni satisface estúpidamente un placer sanguinario por el sufrimiento de una bestia. Al contrario, representa una de las últimas tradiciones occidentales aún vivas que conserva una profunda y privilegiada ligazón con la religión, y expresa la confrontación eterna del hombre con la fuerza indómita y nocturna de la naturaleza simbolizada por el toro, en un acto trágico penetrado de una belleza inquietante que transparenta, en la luz del ruedo, la esencia ritual de la vida.


    Notas.

    [1] Los célebres encierros de San Fermín, tan apreciados por Hemingway, tienen lugar todos los días de la Feria. Los toros corren sueltos por las calles de la ciudad persiguiendo a centenares de hombres. Todas las tardes de esos días hay corridas y desfiles por las calles pamplonicas, saliendo el 7 de julio una procesión en honor al santo patrón que congrega multitudes y cuyos orígenes se remontan al siglo XIII. La fiesta se celebra anualmente desde 1591, y la larga semana de fetejos en Honor al patrón de Navarra nos recuerda en el siglo III, cuando Pamplona formaba parte del Imperio Romano, un obispo francés convirtió a San Fermín: San Saturnino fue a predicar el Evangelio en Pamplona. Más tarde, su discípulo fue a estudiar a Francia y llegó a ser también obispo.
    [2] El Toro de la Vega es una festividad importante que comienza el 8 de septiembre de cada año en honor de la Virgen de la Vierge de la Peña, cuya ermita se encuentra al otro lado del río en Tordesillas, a 25 km al sudoeste de Valladolid. El sábado por la tarde, todas las peñas recorren la villa con charangas y faroles, y el farol más vistoso se gana un premio. Esta conmemoración tiene su origen en las rondas de guardia de las antiguas murallas. Siguen varias jornadas festivas que culminan el martes siguiente con el Torneo del Toro de la Vega. El animal es desafiado por hombres a pie y a caballo, en ritual único en España que tiene sus reglas particulares.

    [3] Al parecer, la Historia demuestra que las primeras corridas organizadas de toros con arreglo a un ritual determinado tuvieron lugar en la Roma imperial, formando parte de los espectáculos circenses. Más exactamente, se contaban entre las venationes o cazas. (Cf. Les Tauromachies européennes. La forme et l’histoire, une approche anthropologique, Éditions du Comité des travaux historiques et scientifiques, 1998).

    [4] La bula De Salute Gregi Dominici prosigue del siguiente modo:

    5- En lo que respecta a las obligaciones, juramentos y votos, sin excepción, hechos hasta el presente o prometidos de cara al futuro por cualquier persona, la Universidad o el Colegio, con relación a dichas cazas de toros, a raíz de una falsa piedad, en honor a los santos o con ocasión de una solemnidad o fiesta eclesiástica cualquiera, a los que por el contrario se debe honrar mediante alabanzas, regocijos espirituales y obras pías, no con espectáculos de tal género, los prohibimos y anulamos totalmente y, según los casos, juzgamos y proclamamos para siempre que se los debe considerar nulas y sin efecto.
    6- Ordenamos a todos los príncipes, condes y barones feudatarios de la Santa Iglesia romana, bajo pena de privación de los feudos que han recibido de propia Iglesia, y exhortamos en el Señor a los demás príncipes y señores cristianos, ordenándoles en virtud de la santa obediencia por respecto y por honor al santo Nombre de Dios, observar estrictamente todo lo arriba prescrito, prometiéndoles una magnífica remuneración por parte de Dios en premio a tan buena obra.
    7- Otrosí, ordenamos a todos nuestros venerables hermanos, patriarcas, primados, arzobispos, obispos y demás ordinarios, en virtud de la santa obediencia, bajo pena de juicio divino y de la condenación eterna, dar suficiente noticia en sus villas y diócesis respectivas de la presente y hacer cumplir las referidas prescripciones, igualmente bajo las penas y censuras eclesiásticas. [Bullarium Romanum, Titre VII, La Documentation catholique, 1935].

    L
    juan vergara, El Tercio de Lima y Pious dieron el Víctor.

  9. #89
    Avatar de juan vergara
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    Re: Respuesta: En defensa de los toros

    Gracias Hyeronimus por Tu esforzada traducción!
    Muy buen aporte!

  10. #90
    Avatar de Alejandro Farnesio
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    Re: En defensa de los toros

    A raíz de lo que habéis comentado de las bulas papales, he encontrado esto sobre la Bula de Pío V:

    Pío V Promulgó la bula "De Salute gregis Dominici" (1.er de noviembre de 1567), por medio de la cual prohibió los juegos taurinos, "estos sangrientos y vergonzosos espectáculos dignos de los demonios y no de los hombres", así como cualquier participación activa o pasiva en ellos.

    Esto de Tomás de Villanueva que, creo, ya puse aquí.

    Santo Tomás de Villanueva fue de los mayores fustigadores de la fiesta de los toros. El arzobispo de Valencia llegó a preguntarse: "¿Hay brutalidad mayor que provocar a una fiera para que despedace al hombre?" Y, tras calificar este espectáculo de "duro y cruelísimo" denunciaba "en nombre de Jesucristo, a todos cuantos obráis y consentís o no prohibís las corridas" y a todos ellos les conminaba de esta manera: "No sólo pecáis mortalmente, sino que sois homicidas y deudores delante de Dios". El día que Villanueva fue canonizado, tal evento se celebró en Valencia, Zaragoza y otras ciudades… ¡con una corrida de toros!
    Personalmente, el tema de los toros no me gusta. Pero no tiene nada que ver con que maten al animal, simplemente no me gusta. Entiendo que es algo muy arraigado a nuestras tradiciones y no pretendo que las prohíban ni nada, simplemente no tengo afición por ello.

    ¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!
    ¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!

    "Dulce et decorum est pro patria mori" (Horacio).

    "Al rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el Honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios" (Calderón de la Barca).

  11. #91
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    Re: En defensa de los toros

    El Constitucional francés avala la legalidad de las corridas de toros

    El Consejo se pronunció tras la demanda presentada por dos asociaciones de defensa de los animales

    Juan Pedro Quiñonero / PARÍS






    afp


    José Tomás abandona a hombros las Arenas de Nimes









    El Tribunal Constitucional francés ha dicho «sí» a las corridas de toros, rechazando por completo las demandas de varias organizaciones anti taurinas que habían pedido su prohibición por razones constitucionales. Los anti taurinos pedían la prohibición alegando “el tratamiento cruel que se les da a los animales”.
    Las asociaciones Droits des animaux (DDA) y el Comité radicalment anti corrida (Crac) también habían pedido que la corrida dejase de ser un patrimonio inmaterial de Francia.
    La sentencia del Constitucional confirma el doble «sí» francés a las corridas de toros: patrimonio nacional y libertad de celebración de corridas, allí donde sea tradición y se desee, como ocurre en el sur y el sur oeste de Francia.
    Los anti taurinos amenazan con prolongar indefinidamente su combate. Y se proponen plantear el caso ante las instituciones jurídicas europeas.
    Los denunciantes consideraban inconstitucional que una práctica, como el maltrato animal, penada con hasta dos años de cárcel y 30.000 euros de multa en la mayor parte del territorio francés, no puede ser legal en una zona concreta.
    Pero el Constitucional considera que esa excepción es conforme a la ley. "La diferencia de trato instaurada por el legislador entre actos de la misma naturaleza llevados a cabo en zonas geográficas diferentes está en relación directa con el objeto de la ley que lo establece", indica la sentencia.
    En términos sociológicos, el 48 % de los franceses son partidarios de las corridas de toros, mientras que un 42 % son hostiles. Viejas glorias del cine francés, como Brigitte Bardot, Jean-Paul Belmondo o Alain Delon han prestado su apoyo moral a los anti taurinos. Personalidades políticas de primer orden, como el ex presidente Nicolas Sarkozy o Manuel Valls, ministro del Interior, llevan años defendiendo y apoyando la libre celebración de corridas de toros en Francia.

    El Constitucional francs avala la legalidad de las corridas de toros - abcdesevilla.es

  12. #92
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    Re: En defensa de los toros

    Hace un tiempo un amigo me facilitó un folleto con 50 razones para defender las corridas de toros, escritas por un filósofo francés. Si interesa puedo ver de transcribirlas aqui en este foro, si es que no hay problemas de derechos u otros. La tesis del filósofo es que los antitaurinos no esgrimen argumentos, pero sí sentimentalismos a ese respecto. Es muy interesante.

  13. #93
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    Re: En defensa de los toros

    El Gobierno catalán obliga a cerrar la Ganadería Mur

    mundotoros.com

    "Carta del Ganadero"

    Apreciados amigos y aficionados, tengo que deciros que hemos tenido que cerrar puertas, y dejar que campe el ganado a sus anchas, en eso tiene que ver esos amantes de los animales que tanto los defienden y tanto los quieren y que van a provocar que más de doscientas cabezas de ganado de lidia quede a merced de la más pura ruina mortal, por falta de poder hacer frente a la manutencion de estos.
    Gracias a los animalistas influyentes que pasan por encima de informes técnicos y certificaciones de actividad hechas por profesionales oficiales y avalada por casi 100 años de practica ganadera y de la cual estas personas ni han visto ni tienen la más remota idea de la actividad real y del día a dia de lo que son las explotaciones extensivas de vida en les Terres del Ebre.
    Por eso estan tan contentos con las decisiones que nos han obligado a tomar, CESE INMEDIATO DE TODA ACTIVIDAD CON EL GANADO.
    Eso que ellos llaman corridas de toros para turistas, que no son más que las tientas que todos conoceis , las capeas y esas fiestas camperas que ellos consideran una perversión, maltrato y sadismo para los animales. Eso se permiten alzar la voz y no han pisado nunca ninguna de las dos explotaciones. Y lo mejor del caso que esto a surgido por abrir las puertas a la curiosidad de la prensa el año pasado y como no tenemos nada ni que callar, ni que esconder se recibio a todos los que quisieron venir a ver , preguntar, filmar e informar. ¿Pero señores, que informaron? - pura basura manipulada. Ni verdad, ni realidad.
    Todos estos años que los rusos no se habían decantado por estas visitas, no es que no se hicieran, se hacían igual pero con gente del territorio, ahora que la gente está en muchos casos en situacion critica a culpa de esa crisis que nos han creado, pues podemos dar gracias a esas visitas a la explotación, con la capea que nos sirve para la selección de ganado y la comida de un menú degustación de productos de la tierra, por el cual se cobra siete euros podemos subsistir hasta final de mes para pagar las facturas, que al final es para lo que trabajamos para pagar.
    Y para que quede claro a esa gente que nos acusa de lucrarnos a costa del sufrimiento animal que sepan que no se cobra ni paga a nadie de los que alli vienen. El único beneficio que sacamos producto del trabajo y servicio que ofrecemos en el restaurante campero, el cual tiene la actividad vinculada a la explotación ganadera.
    Pues bien al final todos al paro y el ganado al garete por decirlo suave y educadamente. Se podrian decir muchas verdades vividas, como la verdad ofende y la libertad es una quimera, el que quiera saber puede preguntar en privado.
    Gracias por tener la paciencia de leer, esta pequeña explicación que es nada al lado de la indignación que produce el golpe a la produccion de puestos de trabajo, actividad economica, honradez , legalidad laboral y el mantenimiento de un ganado con un calidad de vida inmejorable.
    Como testimonio quedan todos los que nos conocen personalmente. Gracias nuevamente y de momento aún estamos vivos.
    Hyeronimus dio el Víctor.

  14. #94
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    Re: En defensa de los toros

    Cita Iniciado por jfmarme Ver mensaje
    Hace un tiempo un amigo me facilitó un folleto con 50 razones para defender las corridas de toros, escritas por un filósofo francés. Si interesa puedo ver de transcribirlas aqui en este foro, si es que no hay problemas de derechos u otros. La tesis del filósofo es que los antitaurinos no esgrimen argumentos, pero sí sentimentalismos a ese respecto. Es muy interesante.
    Ese folleto puede ser consultado aquí: 50+Razones+Para+Defender+Los+Toros (1)

  15. #95
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: En defensa de los toros

    Aquí en España se vende en las librerías. Es un librito (técnicamente, un folleto) con excelentes argumentos presentados desde diversos aspectos. Parece mentira que haya tenido que ser un francés el que venga a defender los toros.

    francis-wolff-expone-razones-defender-corrida-toros-incide-valor-fiesta-politizada_1_671363.jpg
    Última edición por Hyeronimus; 24/09/2013 a las 20:47
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  16. #96
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    Re: En defensa de los toros

    Cincuenta razones para defender
    la corrida de toros
    Traducido del francés por Luis Corrales y Juan Carlos Gil

    ¿Le gustan las corridas de toros?¡Sepa defenderlas!¿No le gustan las corridas de toros?¡Sepa comprenderlas!


    Prefacio

    Desde hace algunos años ha comenzado una nueva batalla contra la fiesta de los toros. Diversos tipos de prohibiciones han sido propuestos; han intentando por un lado restringir el acceso de los menores, como en Francia o en el País Vasco, y por otro prohibir directamente las corridas de toros, como en Cataluña. La restricción, por el momento, ha perdido, la prohibición podría ganar un día de éstos. Esta brusca movilización antitaurina ha tenido como consecuencia, en Francia, la creación de una organización que aglutina a todas las asociaciones (de aficionados, de profesionales y también de políticos) implicadas en la defensa de las corridas de toros, denominada el “Observatorio Nacional de las Culturas Taurinas”, cuya misión es la vigilancia permanente sobre las iniciativas antitaurinas: se ha convertido en el único interlocutor legítimo ante los poderes públicos para tratar de estas cuestiones. En Cataluña existe la Plataforma para la Promoción y Difusión de la Fiesta, que desarrolla un trabajo análogo pero en situación de urgencia, dadas las amenazas

    inmediatas que se ciernen sobre las corridas de toros en esa comunidad. Y la Mesa del Toro, formada inicialmente sobre todo por profesionales, es la que toma iniciativas similares en todo el estado español, e incluso en la Comunidad Europea.


    Esta pequeña obra, que no tiene ningún afán comercial ni literario, nace con el propósito de contribuir al esfuerzo explicativo en defensa de las corridas de toros, que las mencionadas organizaciones llevan a cabo. El único objetivo es ofrecer un resumen de los principales argumentos a favor del
    mantenimiento de las corridas de toros en las zonas donde están tradicionalmente implantadas. Muchos de los argumentos figuraban ya, de una u otra forma, en mi Filosofía de las corridas de toros, Bellaterra, 2008, donde proponía desvelar el sentido y los valores éticos y estéticos de la tauromaquia.
    Este libro fue escrito en un época en la que las campañas abolicionistas no habían comenzado abiertamente y, por tanto, no tenía el objetivo apologético que algunos le han querido ver. Los argumentos para “defender” las corridas de
    toros se encontraban pues dispersos entre propuestas más fundamentales. En el transcurso de las numerosas discusiones trabadas tras la aparición del libro, quedó clara la necesidad de que esos argumentos fueran recogidos y sistematizados en una pequeña obra sintética y accesible. Y es justamente lo que hemos hecho: rescatarlos y completarlos con aportaciones surgidas del desarrollo de esas discusiones. Ésta es la única pretensión de este texto: un arma para una batalla que creemos justa. Las corridas de toros no son sólo un magnífico espectáculo. No son sólo disculpables sino que además son
    defendibles porque son moralmente buenas.

    En las siguientes páginas, no hay ninguna explicación sobre la historia de la fiesta, el desarrollo de las corridas, la técnica y la estrategia de la lidia, las características de las diferentes ganaderías de toros, ni de las diferencias entre las escuelas taurinas y los estilos de los toreros. Todo eso se encuentra
    fácilmente en excelentes obras. Tampoco se encontrará aquí uno de los más potentes argumentos a favor del mantenimiento de la fiesta de los toros en los países taurinos: las razones económicas. Aunque es cierto que, en España, en el sur de Francia y en América Latina, la fiesta taurina mantiene decenas de miles de empleos directos e indirectos y constituye una importante fuente de ingresos para las administraciones estatales, regionales y locales, este argumento no vale nada si las corridas de toros fueran inmorales como, por ejemplo, lo son el tráfico de drogas o el de animales de especies protegidas.
    Nos situamos en el exclusivo plano de los valores. Porque pensamos que si las corridas de toros desapareciesen de las regiones del mundo donde hoy son lícitas, sería una gran pérdida tanto para la humanidad como para la animalidad.

    Introducción

    Sensibilidades

    Sólo hay un argumento contra las corridas de toros y no es verdaderamente un argumento. Se llama sensibilidad. Algunos pueden no soportar ver (o incluso imaginar) a un animal herido o muriendo. Este sentimiento es perfectamente
    respetable. Y no cabe duda de que la mayor parte de los que se oponen a las corridas de toros son seres sensibles que sufren verdaderamente cuando imaginan al toro sufriendo. El aficionado tiene que admitirlo: mucha gente se conmueve, e incluso algunos se indignan con la idea de las corridas de toros.

    El sentimiento de compasión es una de las características de la humanidad y una de las fuentes de la moralidad. Pero los adversarios de las corridas de toros tienen que saber que los aficionados compartimos ese sentimiento. Sin duda, esto es algo difícil de creer por todos aquéllos que piensan sinceramente que asistir a la muerte pública de un animal (lo que es un aspecto esencial de las corridas de toros) sólo lo pueden hacer gentes crueles, sin piedad, sin corazón. Ahí radica su irritación, su arrebato, su animadversión a las corridas de toros. Es difícil de creer y sin embargo es absolutamente cierto:

    el aficionado no experimenta ningún placer con el sufrimiento de los animales.
    Ninguno soportaría hacer sufrir, o incluso ver hacer sufrir, a un gato, a un perro, a un caballo o a cualquier otra bestia. El aficionado tiene que respetar la sensibilidad de todos y no imponer sus gustos ni su propia sensibilidad. Pero el antitaurino debe admitir también, a cambio, la sinceridad del aficionado, tan humano, tan poco cruel, tan capaz de sentir piedad como él mismo. Es difícil comprender la postura del otro pero hay que reconocer que, en cierto sentido, el aficionado tiene las apariencias en contra. Por eso su posición necesita una explicación.

    La sensibilidad no es un argumento y sin embargo es la razón más fuerte que se puede oponer contra las corridas de toros. El problema consiste en saber si es suficiente: ¿la sensibilidad de unos puede bastar para condenar la sensibilidad de otros? ¿Permite explicar el sentido de las corridas de toros y la razón por la que son una fuente esencial de valores humanos? ¿Puede bastar para exigir su prohibición?

    El autor de estas líneas garantiza que nunca ha podido soportar el espectáculo del pez atrapado en el anzuelo del pescador de caña – lo que efectivamente es una cuestión de sensibilidad. Pero nunca se le ha pasado por la cabeza condenar la pesca con caña ni tampoco tratar al pobre pescador de “sádico” y aún menos exigir a las autoridades públicas la prohibición de su inocente ocio, que ofrece probablemente grandes placeres a los amantes de esa actividad.
    (Sin embargo, se “sabe” perfectamente que los peces heridos “sufren” agonizando lentamente en el cubo, e indudablemente más que el toro que pelea. Pues bien… La fiesta de los de toros suscita en los detractores más motivos de indignación y, sobre todo muchos más fantasmas insoportables, que el eventual sufrimiento objetivo del animal). Tenemos también algunas
    razones para pensar que la pesca deportiva con caña ni tiene el mismo arraigo antropológico ni es portadora de valores éticos y estéticos tan universales como la fiesta taurina.

    Una cosa es extraer las consecuencias personales de la propia sensibilidad (por eso, yo no voy de pesca) y otra muy distinta es hacer de dicha sensibilidad un estándar absoluto y considerar sus propias convicciones como el criterio de verdad. Ésa es la definición de la intolerancia. Cada cual es libre de convertirse al vegetarianismo, o incluso a la vida “vegana”: nadie prohíbe a nadie abrazar ese modo de vida y las creencias que lo acompañan. Pero otra cosa es querer prohibir el consumo de carne y de pescado, incluso de leche, de lana, de cuero, de miel y de “todo lo que proviene de la explotación de los animales”. De igual manera una cosa es prohibirse a sí mismo ir a las plazas de toros y otra muy distinta es ¡querer prohibir el acceso a los demás!

    De igual manera que el aficionado no debería hacer proselitismo o intentar exportar la fiesta de los toros fuera de sus zonas tradicionales, el antitaurino no debería hacer demostración de intolerancia intentando prohibir las corridas de toros allá donde están vivas. Por lo que en estas páginas sólo pediremos al lector, sea el que sea, dos cosas: escuchar las sensibilidades y respetar los argumentos.

    Es evidente que la mayoría de la población de los países o regiones concernidas (España, Francia, Portugal y América latina) no es ni aficionada ni antitaurina. Es globalmente indiferente y estima que hay otras causas que defender antes que la de la fiesta taurina (la gente tiene generalmente otras
    pasiones) o la del bienestar de los toros de lidia (ya hay bastantes desgracias en la tierra). En ese sentido, los toros ocupan uno de los últimos lugares en la lista de las preocupaciones de los militantes serios de la causa animal cuando los comparan con la ganadería industrial, el tráfico internacional de animales, ciertas condiciones de transporte y de experimentación animal… Entre los pocos que conocen la fiesta, aunque sea superficialmente, muchos de ellos estiman que los (supuestos) maltratos achacables a las corridas no tienen parangón con las verdaderas urgencias y los verdaderos escándalos de la causa animal. Este no es el lugar donde establecer la lista. Incluso algunos teóricos serios de esta causa confiesan, eso sí con la boca pequeña, que las corridas de toros no son más “perjudiciales” para los toros que lo serían las
    carreras hípicas para los caballos. (Por los mismos motivos, ¿se prohibirían las carreras de caballos? ¿Qué quedaría entonces del último vínculo entre el hombre y el caballo?)


    La desgracia es que en la actualidad prolifera una cierta moda oportunista, vagamente naturalista, vagamente compasiva, vagamente “verde”, vagamente “victimista” y sobre todo completamente ignorante tanto de la naturaleza animal como de la realidad de las corridas de toros. Esta coyuntura suscita simpatía con cualquier causa animal de manera tan espontánea como irreflexiva y por tanto despierta la antipatía inmediata contra la fiesta de los toros. Así, para un gran número de personas, ¿no es cierto que las corridas de toros son ese
    espectáculo bárbaro donde se matan en público pobres animalitos? Entonces, para garantizar el éxito de las campañas antitaurinas, basta con que unos cuantos militantes exaltados recurran a algunas imágenes impactantes de la televisión, a algún eslogan (“¡tortura!”) y a alguna injuria (“¡sádicos!”) simplistas.En el fondo, lo más sorprendente es la pasión absolutamente desenfrenada que suscitan las corridas de toros y que está en total desproporción con lo que suponen. Incluso aceptando las acusaciones más graves y más falsas de sus detractores (justamente lo que intentaremos refutar en las páginas siguientes) se debería imparcialmente convenir que el pretendido mal causado a los animales (durante unos pocos minutos a unas pocas bestias que han vivido previamente de manera tranquila y libre durante cuatro años) es incomparable con las condiciones de “vida” (si es que podemos llamar a eso vida) de la mayoría de animales que se crían para el consumo humano, y que apenas suscitan alguna puntual reprobación y nunca potentes movimientos de indignación o de rechazo. (Y no hablaremos de todos los sufrimientos, aflicciones, penas, frustraciones, calamidades, carencias, privaciones, miserias, desgracias de todo género que afectan a los hombres del mundo que son moralmente de un peso infinitamente superior al del malestar animal y que provocan impotentes protestas rápidamente olvidadas). En Francia, los periodistas radiofónicos confiesan que hay dos temas de los que no se pueden ocupar, a pesar de todas las precauciones tomadas, sin recibir miles de cartas de protesta trufadas de injurias y terribles acusaciones de “haberse vendido al lobby” adverso. Estos asuntos son las corridas de toros y el conflicto palestino-israelí…

    Da vergüenza este paralelismo, ¡pero las pasiones humanas son así!
    Muchas razones pueden explicar que los toros provoquen pasiones incontestablemente desproporcionadas en relación a la “causa animal” y sobre todo en relación a las desgracias del mundo. A continuación intentaremos detallar algunas. El objeto de las más fuertes emociones colectivas es siempre
    irracional. Estas emociones entroncan antes con los males espectaculares y quiméricos, siempre que impresionen la imaginación, que con las grandes desgracias reales. Esto es así tanto en la causa animal como en la causa, mucho más trascendente, de la humanidad.


    Un militante honesto de la causa animal, discípulo del filósofo utilitarista Peter Singer, autor del best-seller Liberación animal, me dijo un día: “el criterio esencial del bienestar animal, el único por el que deberíamos luchar, reside en las condiciones de vida”. Y habrá que convenir que, desde este punto de vista, las corridas de toros podrían recibir una certificación de buena conducta de las asociaciones más exigentes de defensa de los animales.


    Se encontrarán en las páginas siguientes tres tipos de argumentos. Primero los que responden a las acusaciones más graves que se formulan contra la fiesta de los toros (argumentos [1] a [18]). Sin embargo, aunque las corridas de toros no fueran esa práctica abominable que sus detractores imaginan o quieren hacer creer, eso no bastaría para hacer de ellas algo bueno, bello o incluso interesante. Hay que poner en evidencia sus valores (argumentos [19] a [43]).

    Finalmente, conviene preguntarse: las campañas animalistas contra la fiesta taurina ¿no son potencialmente peligrosas tanto para nuestro concepto de humanidad como para nuestro concepto de animalidad (argumentos [44] a [50])?

    ¿Son tortura las corridas de toros?



    Calificar las corridas de toros como “tortura” se ha convertido en un eslogan corriente para los militantes de la causa antitaurina. Todo detractor serio de la fiesta de los toros tendría que avergonzarse de semejante ofensa. Salvo que se
    acepte traicionar el significado de las palabras. ¿Qué es torturar? Es hacer sufrir voluntariamente a un ser humano indefenso, ya sea por puro placer (cruel o sádico), ya sea para obtener algún beneficio como contraprestación de ese
    sufrimiento (una confesión, una información, etc.). Por estas cinco razones, las corridas de toros se oponen radicalmente a la tortura

    Conclusión:
    ¿Quiénes son los bárbaros?



    Supongamos que de un plumazo se suprime la fiesta de los toros. No hablaremos de los efectos económicos y sociales inmediatos. Quedémonos con el menoscabo moral. ¿Qué perdemos? En primer lugar una relación con la animalidad. ¿Qué imagen del animal quedará, para alimentar el imaginario del hombre y la realidad de sus relaciones con su Otro que es el animal, fuera de los caniches enanos del salón? Todas las bestias de labor han sido progresivamente reemplazadas por artilugios, y todas las bestias productoras de carne son progresivamente reemplazadas por “máquinas de fabricar carne” que no nos atrevemos a llamar animales. ¿Es esto la naturaleza? ¿Qué rito pagano vamos a conservar en una sociedad que abandona progresivamente todas sus ceremonias? ¿Queremos realmente no tener más elección que el utilitarismo o el fanatismo religioso? ¿Qué unión de artes populares y artes
    cultas vamos a conservar, cuando — progresivamente — éstas hayan deshecho todos los lazos con aquéllas? ¿Dónde podremos mirar la muerte de frente, transformada por nuestras actuales sociedades en una vergüenza?

    Para los que la aman y la comprenden, la fiesta de los toros es una forma de resistencia a todo lo que nuestra pos-modernidad nos hace perder cada día más .



    Sin embargo, hay que admitir que, para muchos, sólo es barbarie. A lo que sería fácil de responder con el siguiente paralelismo.
    En Occidente, nos escandalizamos cuando los talibanes destruyeron las famosas estatuas gigantes de Buda, esculpidas en acantilados en el centro de Afganistán y datadas entre el siglo IV y VI de nuestra era. A fin de cuentas, a sus ojos no destruían “obras de arte”, solamente ídolos de piedra; y lo hacían por respeto hacia su Dios, el “Único verdadero” que ellos consideraban superior a los seres humanos. Esto no disculpa ese bárbaro acto, por supuesto. ¿Pero, qué es lo que hay que pensar de esos antitaurinos que, en nombre del
    (supuesto) bienestar de los animales, a los que no consideran superiores a los seres humanos, pretenden dar muerte a una forma de arte y creación arraigada en la historia e inserta en nuestra modernidad, pero en la que ellos sólo ven arcaicas creencias y ritos? Entonces ¿quiénes son los bárbaros? ¿Los que quieren perpetuar este arte o los que pretenden prohibirlo?



    El argumento es fácil y, sin duda, no es equitativo – sin embargo no más que el que reduce la fiesta de los toros a barbarie. Sólo podemos sacar una lección:

    siempre seremos bárbaros respecto de alguien.

    Por eso más vale quedarse con:


    tolerancia hacia las opiniones, respeto a las sensibilidades y libertad para hacer todo lo que no atente contra la dignidad de las personas.

    50 RAZONES PARA DEFENDER LA CORRIDA DE TOROS
    1] Las corridas de toros no tienen como objetivo hacer sufrir a un animal. La tortura tiene como objetivo hacer sufrir. Que las corridas de toros impliquen la muerte del toro y consecuentemente sus heridas forma parte innegablemente de su definición. Pero eso no significa que el sufrimiento del toro sea el objetivo – de hecho no más que la pesca con caña, la caza deportiva, el consumo de langosta, el sacrificio del cordero en la fiesta grande musulmana o en cualquier otro rito religioso.
    Estas prácticas no tienen como objetivo hacer sufrir a un animal, aunque puedan tener ese efecto. Si se prohibieran todas las actividades humanas que pudieran tener como efecto el sufrimiento de un animal, habría que prohibir un importante número de ritos religiosos, de actividades de ocio, y hasta de prácticas gastronómicas, incluyendo el consumo normal de pescado y carne, que implica generalmente estrés, dolor e incomodidad para las especies afectadas. Las corridas de toros no son más tortura que la pesca con caña. Se pescan los peces por desafío, diversión, pasión y para comérselos. Se torean los toros por desafío, diversión, pasión y para comérselos.

    Cincuenta razones para defender la corrida de toros (1) - 50 razones - Cultorízate - cultoro.com
    Última edición por Hyeronimus; 24/09/2013 a las 21:33
    Christabel, Wifredo Pelayo y Pious dieron el Víctor.

  17. #97
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    Re: En defensa de los toros

    [2] Las corridas no tendrían ningún sentido sin la pelea del toro Torturar a un hombre, e incluso a un animal, es hacerlo sobre un ser con las manos y los pies atados, y, en cualquier caso, privado de la posibilidad de defenderse. Y eso, no solo no sucede en la lidia sino que además sería contrario a su sentido, su esencia y sus valores. La palabra corrida procede de correr: es el toro el que debe correr, atacar y por tanto pelear. Lo que interesa a los aficionados es, primero, y para muchos sobre todo, la pelea del toro. Lo que da sentido a la lidia es la acometividad del animal, su peculiar manera de embestir, de atacar o defenderse, es decir su personalidad combativa. Sin la lucha del toro, su muerte y las diferentes suertes del toreo carecerían de valor. Si el toro fuera pasivo o estuviera desarmado, la lidia no tendría ningún sentido. De hecho, no sería una corrida sino una vulgar carnicería (y por tanto no habría razón alguna para hacer de ella un "espectáculo"). Por ejemplo, las reglas de la ejecución de la suerte de varas tienen como principio director que el toro acometa al picador y vuelva a hacerlo, motu proprio. Debe embestir una y otra vez sobre su adversario alejándose de su propio "terreno" natural, que es el lugar donde se siente más seguro porque nada le amenaza. Durante toda la suerte debe tener la posibilidad de "escoger" entre la huída o la pelea. Por decirlo de manera más directa, la ejecución de la suerte de varas tiene como principio que la herida del animal sea el efecto de su instinto combativo y la consecuencia de su propia pelea. ¡Esto es justamente lo contrario de la tortura!

    [3] Las corridas de toros no tendrían ningún sentido sin el riesgo de la muerte del torero Torturar a un hombre, e incluso a un animal, no es únicamente hacerlo sobre un ser sin posibilidad de defenderse, es hacerlo con total tranquilidad y sin asumir el más mínimo riesgo. ¿Somos capaces de imaginar un torturador herido o matado por su torturado? Evidentemente, no. Entonces el sentido, la esencia y el valor de la corrida descansan sobre dos pilares: el primero es la lucha del toro que no debe morir sin haber podido expresar, de la mejor manera, sus facultades ofensivas o defensivas (argumento[2]); el segundo pilar, simétrico del primero, es el compromiso del torero, el cual no puede afrontar a su adversario sin jugarse la vida. Ninguna corrida tendría interés sin ese permanente riesgo de muerte del torero. ¡De nuevo, esto es justamente lo contrario de la tortura!

    [4] ¡Si un toro fuera torturado huiría! La lidia no pretende torturar a un animal indefenso, sino más bien al contrario consiste en hacer pelear a un animal naturalmente predispuesto para la lucha (de ahí el nombre de toro de lidia, ver argumento[7]). Tenemos dos comprobaciones empíricas evidentes: si se le hiciera la prueba del puyazo a cualquier otro animal (un buey o un lobo), huiría inmediatamente, puesto que la fuga es la reacción inmediata de cualquier mamífero ante una agresión. Sin embargo, el toro de lidia, lejos de huir, redobla sus acometidas. Segunda comprobación: cuando se le hace sufrir a un toro de lidia una verdadera "tortura" (por ejemplo, una descarga eléctrica como es el caso de algunas vallas electrificadas), se escapa y huye. Este comportamiento es justamente el contrario al de su reacción normal durante la pelea en el ruedo.

    [5] Hablar de tortura ¿no es confundir al hombre con el animal? La tortura es una de las más abominables prácticas del mundo. Sea cual sea su finalidad, no puede ser nunca justificada. Llamar a cualquier cosa tortura, y especialmente hacerlo con las corridas de toros, ¿no es más bien banalizar el uso de la palabra y así atenuar la condena sin remisión de esta innoble práctica? (Y eso por no referirnos a todos aquellos que se rebajan a aludir al nazismo,... ¿no estaríamos cerca de una forma de negacionismo?). Queriendo agravar el supuesto maltrato del toro que pelea, recurriendo a una palabra destinada a impactar en la imaginación ¿no están corriendo el riesgo de hacer más benigna la verdadera tortura? Sería tanto como decir que la insoportable e interminable tortura del impotente prisionero político que se halla en el fondo de una celda, es lo mismo que la pelea de un animal bravo en el ruedo. ¿No constituye esto un auténtico insulto a todos los torturados del mundo?

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    Re: En defensa de los toros

    6] El estrés del toro Para un hombre del siglo XXI, el dolor es el peor de todos los males pues le deja completamente impotente. Para ciertos animales, algunos males son peores que el dolor, por ejemplo, el estrés que experimentan cuando se encuentran en una situación insoportable o un entorno inadaptado a su organismo. Los estudios experimentales del profesor Illera del Portal, Director del Departamento de Fisiología Animal de la facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, han demostrado (a través de la medida de la cantidad de cortisol producida por el organismo) que el toro de lidia sufre más estrés durante su transporte o en el momento de salir al ruedo que en el transcurso de la lidia; y que incluso el estrés disminuye en el curso de la pelea. Es lo que ya sabían — a su manera — los ganaderos y lo que confirma el simple sentido común. Para un animal como el toro de lidia, habituado a vivir en libertad en grandes espacios y responder a las amenazas de su territorio con el ataque sistemático, la contención es mucho más difícil de soportar que la lucha. En el ruedo, el toro reencuentra su familiar propensión a la defensa del territorio en contra del intruso.

    [7] La adaptación fisiológica del toro a la lidia El toro de lidia (Bos taurus ibericus) no es para nada un apacible rumiante. Es una muy especial variedad de bovino, lejano descendiente del uro, que vivió más o menos en estado salvaje hasta el siglo XVIII y que estaba dotado de un instinto de defensa de su territorio muy desarrollado, una forma de "fiereza". El auge de las corridas de toros permitió la creación de grandes ganaderías en las que los toros eran y son criados en condiciones de libertad para preservar esa acometividad natural, a la cual se le añadió un proceso selectivo en función de la aptitud de cada ejemplar para la lidia. Estas dos condiciones, la natural y la humana, crearon un animal original, una especie de atleta del ruedo, dotado de bravura, es decir, de una capacidad ofensiva para el ataque sistemático contra todo lo que pueda presentarse como una amenaza, y muy especialmente la intromisión en su territorio. Esta agresividad se observa desde el nacimiento: basta con ver un becerro recién nacido dando cornadas (imaginarias, claro) al hombre que se le acerca. Se manifiesta también entre los propios toros (las peleas por la jerarquía son frecuentes) e innegablemente contra el hombre, que no debe normalmente acercarse a ellos, sobre todo si están solos o aislados. Por eso no sorprende que los estudios de laboratorio del ya citado Juan Carlos Illera del Portal hayan demostrado que este animal, particularmente adaptado para la lidia, tenga reacciones hormonales únicas en el mundo animal ante el "dolor" (que le permiten anestesiarlo casi en el mismo momento en que se produce), especialmente debido a la segregación de una gran cantidad de beta-endorfinas (opiáceo endógeno que es la hormona encargada de bloquear los receptores del dolor), sobre todo, cuando se produce en el transcurso de la lidia. Otro descubrimiento que demuestra la singularidad del toro de lidia en relación a las demás "razas" de bovinos es la talla del hipotálamo (parte del cerebro que sintetiza las neurohormonas que se encargan especialmente de la regulación de las funciones de estrés y de defensa) que es un 20% mayor que el de los demás bovinos – dato que es considerable. Todo esto no hace sino explicar las causas fisiológicas de un comportamiento que cualquier ganadero de toros de lidia o cualquier aficionado conoce (pero que ignoran todos los profanos) y que hace posible la lidia: el toro bravo, en lugar de sentir el "dolor" como un sufrimiento, lo siente como un estimulante para la lucha. Se transforma inmediatamente en una excitación agresiva.

    [8] Dolor y lidia Ya hemos dicho (ver argumento [4]) que, al contrario de los demás animales, el toro de lidia no reacciona a las heridas huyendo sino atacando. Es el único animal que, herido por los puyazos, vuelve a la carga para atacar al picador en lugar de huir de él (siendo la fuga la respuesta normal, naturalmente adaptada, al dolor). Sin embargo, esta reacción es perfectamente natural en un animal genéticamente predispuesto para el combate. Sabemos que en el ser humano sucede algo parecido. Miles de testimonios de soldados heridos lo confirman. Ellos explican no haber notado nada, o casi nada, de las graves heridas recibidas a causa del fragor del combate. Esto mismo les ocurre a algunos toreros cuando reciben una cornada, que comienzan a sufrir después de acabada la lidia. ¡Cuánto más verdad es en el caso de un animal fisiológicamente dotado y genéticamente seleccionado para la lidia, y que no deja de combatir, mientras le reste un hilo de vida!

    [9] "¡Pero el toro no quiere luchar!" A veces se contesta a los argumentos precedentes con tal sentencia: "el hombre (el torero) lucha si quiere, elige arriesgar su vida; el animal, por el contrario, no elige el combate sino que está condenado a la lucha y a la muerte". Respondo: es cierto. ¡Pero es que los animales en general no "eligen" conscientemente una u otra conducta! Es decir, no se marcan un objetivo en su mente al que intentarían llegar por tal o cual medio requerido. Muy al contrario, actúan de manera conforme a su naturaleza individual o a la de su especie. De esta forma, un toro que acomete, que ve en cualquier intruso un adversario que debe expulsar y que ataca a un hombre "que no le ha hecho nada malo", no actúa por "elección" o por "voluntad" consciente y clara, sino que su comportamiento obedece a su naturaleza, a su carácter, a la "bravura" que está en él. ¡Sin lugar a dudas, el toro no quiere luchar, pero no es porque sea contrario a su naturaleza el luchar (¡bien al contrario!) sino porque lo que es contrario a su naturaleza es el querer!

    [10] "Pero la lucha es desigual: el toro siempre muere" Ante esta aseveración, respondo: la lidia es una lucha con armas iguales, la astucia contra la fuerza, como David contra Goliat. Es también una lucha con suertes desiguales puesto que ilustra la superioridad de la inteligencia humana sobre la fuerza bruta del toro. Pero, entonces, ¿qué pretenden? ¿Que las posibilidades del hombre y del animal fuesen iguales, como en los juegos del circo? Pero, si muriera unas veces uno y otras veces otro ¿sería más justa la lidia? ¡En absoluto! Sería, en todo caso, más bárbara. La corrida de toros no es una competición deportiva en la que el resultado habría de quedar imprevisible. Es una ceremonia en la que el final se conoce de antemano: el animal debe morir, el hombre no debe morir (aunque puede suceder, que un torero muera de manera accidental, y que un toro, de manera excepcional sea indultado por su bravura). Esta es la moral de la lidia. Pero que sea desigual no significa que sea desleal. Justamente, la demostración de la superioridad de las armas del hombre sobre las del animal sólo tiene sentido si dichas armas (el trapío, los pitones, la fuerza) son potentes y no han sido mermadas artificialmente. Esta es la ética taurómaca: una lucha desigual pero leal.


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    Re: En defensa de los toros

    11] ¿Tenemos derecho a matar animales?
    El respeto absoluto de la vida humana es uno de los fundamentos de la civilización. No sucede lo mismo con la idea de respeto absoluto hacia la vida en general. De hecho sería contradictorio con la idea misma de vida: la vida se alimenta sin cesar de la vida. Un animal es un ser que se alimenta de sustancias vivas, sean vegetales o animales. Proclamar por tanto que todos los seres vivos tienen derecho a la vida es un absurdo ya que, por definición, un animal sólo puede vivir en detrimento de lo viviente. Los animales se matan entre ellos para cubrir sus necesidades, y no exclusivamente nutritivas (contrariamente a lo que comúnmente se cree), a veces lo hacen por agresividad, por juego, o por instinto de caza (como en los casos del gato, del zorro, o de la orca)... De la misma forma, los hombres siempre han matado animales: bien, porque tenían la necesidad de hacerlo para deshacerse de bestias dañinas (portadoras de enfermedades o causantes de plagas), bien, para satisfacer sus necesidades, nutritivas o de cualquier otro tipo: cuero, lana, etc.; bien, por razones culturales o simbólicas (sacrificios religiosos, demostraciones cinegéticas, juegos agonísticos). Pero lo propio del hombre, que le diferencia de "los demás animales", es lo siguiente: cuando mata un animal respetado (y no una bestia dañina de la que tiene la obligación de deshacerse), el acto de darle muerte va generalmente acompañado (en las sociedades tradicionales o rurales) de un ritual festivo o de una ceremonia expiatoria. Hay una excepción a esta regla: la muerte mecanizada, estandarizada e industrializada de los mataderos. Ésta es fría, silenciosa, ocultada y — por decirlo de alguna forma — vergonzosa, que es lo que caracteriza a nuestras sociedades urbanas. La corrida de toros satisface al mismo tiempo las necesidades físicas (el toro es comestible) y simbólicas (las corridas de toros son un combate estilizado y una ceremonia sacrificial). Y, al contrario del matadero industrial, siempre van acompañadas de todas las marcas de respeto tradicional hacia el animal: ritual regulado precediendo al acto y recogido silencio en el momento de la muerte. La pregunta del "derecho a matar" animales se plantea por tanto mucho más en el caso del matadero industrial que en el de la muerte del toro en el ruedo.

    [12] ¿Por qué matar a los toros?

    La muerte del toro es el fin necesario de la corrida. Podríamos enumerar razones utilitaristas. El toro está destinado al consumo humano y en ningún caso puede volver a servir para otra corrida, porque en el transcurso de la lidia ha aprendido demasiado, se ha convertido en "intoreable". Pero esto no es lo esencial. Las verdaderas razones son simbólicas, éticas y estéticas.
    Simbólicamente, una corrida es el relato de la lucha heroica y de la derrota trágica del animal: ha vivido, ha luchado, y tiene que morir.

    Éticamente, el momento de la muerte es el "instante de la verdad", el acto más arriesgado para el hombre, en el que se tira entre los cuernos intentando esquivar la cornada gracias al dominio técnico que ha adquirido sobre su adversario en el desarrollo de la lidia. Estéticamente, la estocada es el gesto que finaliza el acto y hace nacer la obra; la estocada bien ejecutada, en todo lo alto y de efecto inmediato confiere a la faena la unidad, la totalidad y la perfección de una obra.

    Estas tres razones son las que dan sentido a las corridas de toros.

    [13] Pero al menos ¿se podría no matar al toro en público, tal como prescribe la ley portuguesa?

    Hemos recordado más arriba las razones esenciales (simbólicas, estéticas y éticas) de la muerte pública, fin necesario de la ceremonia sacrificial. Por otra parte es un error creer que una muerte "ocultada" sería "menos cruel" para el animal. Es más bien lo contrario. Un toro que sale vivo del ruedo tendrá que esperar largas horas antes de ser llevado al matadero donde será abatido por el carnicero. Dejar al animal malherido y confinado en un espacio reducido sin opción a la lucha, sí que sería un auténtico calvario para él (ver argumento [8]). La única beneficiada de esta solución sería la hipocresía: lo que no se ve no existe. ("¡Tapemos la sangre y la muerte, lo esencial es que no se vean!")

    [14] Todas las tauromaquias implican el respeto al toro

    La corrida de toros es una de las formas de tauromaquia. Existen cientos, de las que perviven unas cuantas decenas. En todas las sociedades donde han vivido toros bravos ha existido alguna forma de tauromaquia, ora deporte, ora rito (en ocasiones ambos a la vez), ora caza solitaria, ora espectáculo de una lucha, ora gratuito desafío del hombre al animal, ora sacrificio ofrecido por los hombres a los dioses. El punto común de todas las tauromaquias es que ellas denotan la fascinación y la admiración que ejercen, en todo tipo de culturas, el toro y su poder, sea real o simbólico. El toro se transforma en el único adversario que el hombre encuentra digno de él. Es el animal con el que se puede medir con orgullo y que por consiguiente lo afronta con la lealtad que se debe a un adversario a su medida. ¿Podríamos demostrar nuestro propio poder ante un adversario al que despreciásemos y maltratásemos? En todas las tauromaquias, al animal se le combate con respeto y no se le abate como a un bicho dañino, ni se le mata de cualquier manera como a una simple máquina de producción cárnica.

    [15] La norma taurómaca consiste en afirmar que no se puede matar al animal sin arriesgar la propia vida

    Prueba fehaciente del respeto hacia el toro es que en la corrida sólo se puede dar muerte al toro poniendo el torero en peligro su propia vida. El deber de arriesgar la propia vida es el precio que uno tiene que pagar para tener el derecho de matar al animal. Lo que hace posible la necesidad de la muerte del toro (ver argumento [10]) es la posibilidad siempre necesaria de la muerte del torero. La mayoría de normas que ilustran la ética taurómaca se inspiran en esta norma esencial: engañar al toro para no resultar cogido pero exponiendo siempre el cuerpo al riesgo de la cornada.

    A la inversa, si se vence sin peligro se triunfa sin gloria.

    [16] El toro no es abatido, tal como lo atestigua el ritual taurómaco.

    La corrida de toros no sería nada sin su ritual. Desde el paseíllo inicial hasta las mulillas que arrastran el cadáver del toro, todos los actos, todos los gestos, todas las actitudes de los actores intervinientes están ritualizados y tienen su sentido. El ritual porta dos finalidades. Proteger simbólicamente los actos de un hombre que arriesga su vida de cualquier accidente imprevisible, al rodearlos de una tranquilizadora barrera repetitiva. Envolver con un ritual festivo y trágico a la vez los momentos en los que se juega la vida de un animal respetado (ver argumento [11]) y por lo tanto singularizado. Al toro se le distingue como un ser vivo individualizado, que cuenta con un nombre propio conocido por todos y con una procedencia genealógica sabida por los aficionados, y al que muchas veces se le aplaude por su belleza, se le ovaciona por su combatividad, e incluso se le aclama como a un héroe.

    ¿Alguien hablaba de desprecio o de crueldad? Habría que hablar de admiración (ver argumento [26])

    [17] El toro no es abatido, se le respeta en su propia naturaleza
    El toro de lidia es un animal bravo, lo que significa que es por naturaleza desconfiado, taciturno y agresivo. Esta natural combatividad no tiene nada que ver con la del depredador azuzado por el hambre, puesto que el toro es un herbívoro, ni tampoco está vinculada con un instinto sexual, pues se manifiesta también ante individuos de otras especies. Para un animal como éste, una vida conforme a su naturaleza "salvaje", rebelde, indómita, indócil, insumisa, tiene que ser una vida libre – por tanto la mejor posible. Y así, una muerte conforme a su naturaleza de animal bravo tiene que ser una muerte en lucha contra aquél que cuestiona su propia libertad, es decir, contra aquel ser vivo que le disputa en su terreno su supremacía. Éste es el drama que se muestra en el redondel: el toro libra su último combate para defender su libertad. ¿Sería más conforme a su bravura y a la propia naturaleza del toro vivir esclavizado por el hombre y morir en el matadero como un buey de carne?

    [18] ¿La mejor de las suertes?
    Es debido a un proceso de identificación por lo que el animalista sólo es capaz de imaginar al toro como chivo expiatorio del hombre. También dicho proceso hace que algunos lo vean como víctima y no como combatiente. Así, puestos a identificarse con el toro propongamos a esos animalistas que se identifiquen con otras especies bovinas y pidámosles que elijan cuál es la mejor de las suertes: la del buey de tiro, la del ternero de carne (criado normalmente "en batería" y muerto a corta edad) o la del toro de lidia: cuatro años de vida libre a cambio de quince minutos de muerte luchando. Entonces la pregunta sería:

    "¿con quién quiere usted identificarse?"

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    Re: En defensa de los toros

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    [19] Una de las últimas formas de ganadería extensiva en Europa


    Defender la fiesta de los toros es apostar por una de las últimas formas de ganadería extensiva que existen en Europa, en la que cada animal dispone de una extensión de 1 a 3 hectáreas de terreno. ¿Puede alguien mejorar esa realidad tratándose de animales domésticos? Si se suprimen las corridas de toros muchas de esas tierras hoy destinadas al toro de lidia se entregarían al uso de la agricultura intensiva o industrial. No deja de ser curiosa la inversión de valores: en la época de la mercantilización de lo viviente, de la cría de bovinos en auténticas fábricas de filetes, de la producción en cadena de pescados estandarizados, algunos se indignan por las condiciones de vida y de muerte de los toros de lidia.


    [20] Un ecosistema único

    Esta ganadería extensiva, preservada de la mecanización indiscriminada gracias al amor por el toro y a la abnegación personal de algunos ganaderos (que a buen seguro tendrían mucho más interés -económico- en "fabricar carne" en ganadería intensiva) sólo se puede hacer en unos espacios y unos pastos únicos: la dehesa en España (de Salamanca a Andalucía), en Portugal (en el Ribatejo), y en Francia (en la Camarga). Gracias a la presencia del toro de lidia, estos espacios son auténticas reservas ecológicas de incomparable riqueza de flora y de fauna (jabalí, lince, buitre, cigüena, etc.) similar a la de los grandes parques naturales protegidos. (En el caso de La Camarga nos podemos referir, por ejemplo, a los trabajos del equipo de Bernard Picon y en especial a su libro "El espacio y el tiempo en La Camarga"). Esto lo saben bien los ecólogos, que no deben ser confundidos con algunos teóricos de la "ecología política".

    21] Defensa de la biodiversidad


    Un verdadero ecologista defiende la biodiversidad y lucha contra la desaparición de las especies. Los animalistas que hoy batallan por la prohibición de la fiesta de los toros luchan, muchas veces sin ser conscientes de ello, por la desaparición de los toros de lidia (Bos taurus ibericus). Esta variedad única de toro salvaje preservada en Europa desde el siglo XVIII gracias a las grandes ganaderías estaría condenada al matadero si se suprimieran las corridas de toros. Con lo cual, para salvar la especie (o la variedad) es necesario "sacrificar" algunos toros en el ruedo. El animalista querría "salvar" a esos ejemplares del destino que les espera. Pero ¿cómo sería eso posible sin condenarlos, a ellos y a todos los demás, al matadero?


    ¿Qué haríamos con todas esas vacas, erales, becerros, que hoy viven exclusivamente para posibilitar que unos cuantos toros adultos sean lidiados en el ruedo? En efecto, es necesario contar con una ganadería de unas trescientas cabezas de ganado para "producir" anualmente tres corridas de seis toros adultos, (cuatro años). (A esto, el antitaurino generalmente contesta que no siendo el toro de lidia, en la estricta acepción biológica del término, una especie sino solo una "variedad" su patrimonio genético no tendría que ser protegido: pero ¿podríamos deshacernos de los perros con el pretexto de que tenemos lobos, o viceversa?)


    Supongamos que, aguijoneado por estos argumentos, el animalista insista en su empeño de pretenderse "ecologista" y vuelva a las consideraciones morales sobre la necesidad de reducir el "sufrimiento" animal. Preguntémosle entonces:


    ¿disminuiría verdaderamente el sufrimiento animal si se suprimiesen las corridas de toros? (Claro, si suprimimos todos los individuos de una determinada población, de un plumazo suprimiremos sus "sufrimientos". Pero a nadie se le escapa que esto es un sofisma). Pero, sigamos con ese razonamiento "utilitarista": ¿qué pasaría con todas esas vidas libres (y por tanto "mejores" que las de la mayor parte del resto de animales que viven bajo la dominación del hombre) de esos centenares de miles de bestias (sementales, vacas, utreros, añojos, becerros) que disfrutan actualmente de una vida conforme a su naturaleza y que no mueren en el ruedo? (De unos 200.000 animales que viven actualmente en las ganaderías destinadas a la lidia, sólo el 6% muere en el ruedo). ¿Cómo contabilizar la pérdida de su existencia y de calidad de vida si se suprimieran las corridas de toros? Vayamos más lejos y volvamos a los doce mil toros que mueren cada año en los ruedos: ¿estamos seguros de que disminuiríamos sus sufrimientos privándoles de una buena vida si se suprimieran las corridas de toros? Y finalmente ¿estamos seguros de que disminuiríamos los sufrimientos de los toros destinados a la corrida si se les privase de la corrida? (ver argumento [18])

    22] Respeto de la naturaleza del animal

    Una última consideración ecologista: el toro de lidia es el único animal criado por el hombre que vive y muere conforme a su naturaleza (ver argumento [17]).


    Esto no es fruto del azar, sino la consecuencia misma del sentido de la corrida ya que ésta exige la bravura del toro. Es un caso único de ganadería que debe respetar necesariamente las exigencias de la vida salvaje del animal (territorio, alimentación, coexistencia de las crías con sus progenitores, etc.) precisamente porque hay que preservar lo más intacto posible el instinto natural de agresividad, defensa del territorio y desconfianza ante cualquier intruso, especialmente ante el hombre. El toro de lidia es el único animal doméstico que sólo puede servir a los fines humanos para los que ha sido criado a condición de no ser domesticado. De ahí que deba ser criado de la manera más "natural" posible; en caso contrario, su lidia sería imposible y la corrida de toros perdería todo su sentido.


    Por definición la corrida de toros es la práctica humana que debe respetar más y mejor las condiciones naturales de la vida de los animales que viven bajo la dominación humana.


    [23] Humanidad y animalidad

    Los animalistas defienden que como "todos somos animales", deberíamos dispensar el mismo trato a los animales que a los hombres. Se equivocan. Es justamente porque el hombre no es un animal como los demás por lo que tiene deberes hacia ellos y no al contrario. Estos deberes no pueden, en ningún caso, confundirse con los deberes universales de asistencia, reciprocidad y justicia que tenemos para con los otros hombres en tanto que personas. Sin embargo, está claro que tenemos deberes hacia algunos animales. A priori hay tres formas de relacionarse con los animales. A los animales de compañía, les damos afecto a cambio del que ellos nos ofrecen: por eso, es inmoral traicionar esa relación, por ejemplo abandonando a un perro en el área de servicio de una autopista. A los animales domésticos, les proporcionamos ciertas condiciones de vida, a cambio de su carne, leche o cuero...; por eso, es inmoral considerarlos como meros objetos de producción sin vida, como sucede en las formas más mecanizadas de la ganadería industrial; pero no es inmoral matarlos, puesto que con esa finalidad han sido criados (argumento [22]). Y, respecto de los animales salvajes, con los que no nos liga ninguna relación individualizada, ni afectiva ni vital, sino solamente una vinculación con la especie, es moral, respetando los ecosistemas y eventualmente la biodiversidad, luchar contra las especies perjudiciales o proteger ciertas especies amenazadas.


    Ahora bien, ¿qué ocurre con los toros bravos – que no son animales propiamente domésticos ni verdaderamente salvajes? ¿Qué deberes tenemos para con ellos? Yo respondo: preservar su naturaleza brava, criarlos respetando esa naturaleza, y matarlos (puesto que solo viven para eso) conforme a su fiereza natural (ver argumentos [14] a [16]).

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