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Tema: En defensa de los toros

  1. #101
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: En defensa de los toros

    [24] "¿No es un espectáculo cruel y bárbaro?"
    Entre las representaciones que se hacen los adversarios de la fiesta de los toros, una de las más comunes consiste en considerarla como un espectáculo cruel y bárbaro. No niego que es un espectáculo singular y violento, aunque esta violencia está sublimada y ritualizada, como en otras formas artísticas.

    Pero no admito que sea un espectáculo bárbaro: nació en el siglo de las Luces como una ilustración del poder del hombre y de la civilización sobre la naturaleza bruta (ver argumento [29]). La verdadera barbarie, ¿no consistiría en poner en el mismo plano la vida del hombre y la vida del animal, "considerando por tanto al hombre como una bestia"? Tampoco admito que sea un espectáculo cruel, puesto que la crueldad supone el placer que se obtiene con el sufrimiento de una víctima (ver argumento [1]). Por supuesto, el aficionado también es sensible al drama del toro (el antitaurino no tiene el monopolio de la sensibilidad y de los buenos sentimientos) pero no ve en él una víctima de malos tratos sino un peligroso combatiente, muchas veces heroico, por más que resulte casi siempre vencido. La auténtica crueldad, ¿no es la de aquellos antitaurinos que afirman desear la cornada y la muerte del torero? Esto supone, una vez más, colocar al hombre y al animal en el mismo plano.

    [25] "¿No son perversos los placeres de los espectadores?"
    Una de más habituales e injustas de las injurias que los antitaurinos regalan a los aficionados, consiste en tratarlos como "perversos", "sádicos", etc. Es absurdo. Nadie conoce a ningún aficionado que disfrute con el sufrimiento del toro. De hecho es difícil encontrar alguno que sea capaz de pegar a su perro, e incluso de hacer daño de manera voluntaria a un gato o a un conejo. Y para todos aquéllos que imaginan a los aficionados como una casta particular de humanos sin corazón ni humanidad, sólo me permito recordarles el nombre de todos los artistas, poetas, pintores, que, con independencia de su procedencia y de sus convicciones, son al menos tan sensibles a la vida y al sufrimiento como todos los demás hombres, y en modo alguno carecen de moralidad o humanidad. ¿Cabría pensar que Mérimée, Lorca, Bergamín, Picasso, etc. (ver argumento [30]) han sido psicópatas y perversos sedientos de sangre? ¿Se podría pensar que hayan mentido hasta ese punto sobre lo que veían?

    ¿Habrían sido capaces de traicionar hasta ese punto lo que experimentaban en el fondo de su sensibilidad y expresaban con su arte? ¿Sería posible que un profano, que jamás ha visto una corrida de toros, sepa más que ellos sobre lo que realmente es? Y sobre todo, ¿cómo puede saber lo que esos mismos artistas han sentido al verlas?

    [26] La mayor emoción en la plaza: la admiración
    ¿Cuál es la principal y más grande emoción que un aficionado siente, como otros muchos espectadores ocasionales, en una plaza de toros? No es un gozo perverso o maligno, sino una emoción inmediata, tan carnal como intelectual, que se llama admiración. Admiración antes que nada hacia la bravura del toro: por su poder, por su incesante combatividad, a pesar de las heridas y por sus repetidas acometidas, a pesar de sus fracasos. Y admiración también hacia el valor del hombre, por su audacia, su coraje, su sangre fría, su calma, y su inteligencia en relación con el adversario. ¡Sí! Vamos a la plaza, por encima de todo, a admirar. Es el más sano y más delicioso de los placeres.

    27] "La corrida de toros genera violencia"
    Es una idea simplista. Bajo el pretexto de la existencia de violencia en la lidia, se generaría violencia automáticamente. Insisto: se trata de una violencia estilizada y ritualizada, es decir, sublimada y canalizada y por tanto no de una violencia caótica, absurda, desenfrenada, sin fe ni ley..., con la que a veces la realidad (o su representación) nos confronta. Por eso no se ha visto nunca a ningún espectador que se haya vuelto violento o agresivo hacia los hombres o los animales después de haber visto una (o cien) corrida(s). Rara vez se han registrado actos de violencia cometidos por los espectadores durante o después de una corrida. El fútbol es seguramente un deporte menos violento que el rugby, pero todo el mundo sabe que la violencia en los estadios de fútbol es mucho más habitual y desenfrenada que la que se produce en los estadios de rugby –y por supuesto superior a la de las plazas de toros. El público que asiste a una corrida es a menudo gente cultivada y educada, que manifiesta de manera muy pacífica sus emociones, e incluso las más fuertes e indignadas, cuando el espectáculo no corresponde a sus expectativas.

    En realidad, si hubiera que considerar la fiesta de los toros como una "escuela" de algo, ésta sería la del respeto: por el rito y su sentido; por la animalidad y la manera como se expresa; y por la humanidad que triunfa y la manera como lo consigue.

    [28] "¿Son las corridas de toros un espectáculo traumatizante para los niños?"
    Cualquier cosa puede traumatizar a un niño. Especialmente la violencia muda, ciega y absurda, a la que no se le puede dar ningún sentido ni razón. Lo que puede contribuir al trauma es el silencio. Un niño puede soportar o no el espectáculo de la corrida de toros ni más ni menos que un adulto. El niño puede aprender y comprender, igual que lo puede hacer un adulto. Puede rápidamente percibir la diferencia entre el hombre y el animal, y sobre todo, entre el animal admirado y temido como el toro, y el animal afectuoso y querido como su perro o su gato. Y la corrida de toros puede ser la ocasión para que los padres den explicaciones sobre los signos del ritual (hecho al que los niños son especialmente sensibles), dialoguen con ellos sobre la vida y la muerte, y también ofrezcan las explicaciones pertinentes sobre el comportamiento animal y el arte humano. La corrida de toros, por sí misma, no es ni "traumatizante" ni "educativa". Lo que puede contribuir a traumatizar a los niños es el miedo de los padres a traumatizarlos. Al contrario, es el deseo de los padres de compartir sus alegrías y hacer comprender a los niños un espectáculo tan singular, lo que puede resultar educativo.

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  2. #102
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    Re: En defensa de los toros

    La fiesta de los toros en la cultura y en la historia

    Hasta el momento nos hemos situado en territorio adverso. Hemos respondido a los ataques de los que afirman que no les gusta la fiesta de los toros – que están en su derecho — y de los que, a veces sin saber nada del asunto, pretenden prohibirla o limitar el acceso a los demás –ya no están en su derecho. Hemos dicho, por tanto, todo lo que la fiesta de los toros no es. Aún no hemos empezado a decir lo que es. No se trata de un fenómeno sin raíces históricas y geográficas. Está integrada en una cultura, lo que no quiere decir que se reduzca a ella. Es creadora de una diversidad de culturas particulares, lo que no significa que no sea en todos los casos portadora de los mismos valores. Es también inspiradora de "alta cultura", lo que no significa que esté desconectada de la cultura popular.

    [29] "¿Es arcaica la fiesta de los toros?"

    A este respecto, los prejuicios abundan a uno y a otro lado de la barrera que separa a los aficionados de los antitaurinos. Para éstos, la fiesta de los toros es arcaica, remontándose a una especie de edad bárbara de la humanidad. Para aquellos, la fiesta de los toros es arcaica, encontrando su legitimidad en las más antiguas y respetables fuentes. Estas dos utilizaciones de la antigüedad
    son igualmente ideológicas. En realidad la corrida es una invención moderna.

    El toreo a pie no va más allá del siglo XVIII; se codifica progresivamente a principios del siglo XIX y, tal cual lo conocemos hoy, no tiene más de un siglo y medio de existencia. Es más o menos la época en la que llega a las regiones francesas de Aquitania, Camarga y Provenza, que conocían los juegos taurinos desde hacía mucho tiempo. La historia se opone al prejuicio. Se cree que la
    muerte pública del toro es lo que es arcaico y que el aspecto lúdico de las tauromaquias populares es reciente (conforme al actual prejuicio según el cual el proceso de "civilización" supone la progresiva depuración de la muerte). Sin embargo, lo cierto es justamente lo contrario: en toda la cuenca mediterránea siempre hubo diversos juegos populares con el toro. La codificación de la
    popular corrida de toros con muerte pública es reciente – como puede comprobarse con un argumento económico: criar toros "salvajes", que sólo pueden ser empleados una vez, presupone un elevado grado de desarrollo económico.

    En compensación, lo que está demostrado son los tres hechos siguientes.

    La corrida de toros no ha dejado de desarrollarse en España a lo largo de todo el siglo XX y está más viva que nunca. Como nos recuerda Pedro Córdoba en su excelente libro La corrida (Colección "Idée reçues", editorial "Le cavalier bleu", Paris, 2009), en 2008 se celebraron en España aproximadamente novecientas corridas de toros formales; cuatro veces más que un siglo antes; y también (contrariamente a un prejuicio con mucha aceptación) cuatro veces más que en 1950.

    En Francia, la "corrida" no ha dejado de desarrollarse desde su introducción (hacia la mitad del siglo XIX), y ha conocido un auténtico boom especialmente en estos últimos veinticinco años. A modo de ejemplo, en el último cuarto de siglo, la asistencia a la plaza de Nîmes se ha duplicado prácticamente, pasando de unos 70.000 espectadores por año a comienzos de los ochenta a
    unos 133.000 en el 2007. Lo mismo ha ocurrido en el mundo ganadero: la primera ganadería se fundó en 1859 (H. Yonnet) y durante mucho tiempo fue la única; en la actualidad, Francia cuenta con 42 ganaderías, distribuidas por el sureste del país (especialmente en La Camarga) y algunas en el suroeste. La gran mayoría fue fundada a partir de 1980.

    Lo que por otro lado nutre la idea de arcaísmo es el hecho de que la corrida de toros se ha convertido en uno de los pocos acontecimientos en el que se perpetúan actos que, hace poco, eran habituales y formaban parte de la vida
    cotidiana. Cualquier forma de ritualización ha desaparecido prácticamente de nuestras vidas en los últimos treinta años, sobre todo las que están ligadas a la muerte: no hay cortejos fúnebres en las ciudades, no se colocan marcas de duelo en las casas, y las personas tampoco llevan ya signos visibles de luto. La muerte de los animales se ha refugiado en el glacial silencio de mataderos
    industriales; de igual manera, la de los hombres ha emigrado hacia clínicas hiper-especializadas y asépticas o hacia las antecámaras de la muerte, anónimas y disimuladas, de las residencias geriátricas. Por otro lado, en una sociedad que hasta hace poco tiempo tenía raíces y sensibilidades rurales, la muerte regulada y festiva de un animal doméstico (la del gallo o la del cerdo)
    era un acto familiar que daba ritmo a la vida ordinaria mediante la excepcionalidad de los solemnes actos de comunión colectiva. Todo eso ha desaparecido de manera brusca.

    Por tanto, la perspectiva animalista contemporánea que considera estos fenómenos como arcaicos no se equivoca del todo. Pero con una matización: lo que desde esa sensibilidad se considera arcaico no se remonta de ninguna manera a la noche de los tiempos sino, como mucho, a una o dos generaciones. Lo que ignora esa sensibilidad es que ella misma es el fruto muy reciente e hiper-moderno de una pérdida de contacto con los animales y con la naturaleza reales. Los animales que imagina son todos buenos como los animales de apartamento, o todos víctimas, como los cerdos criados en baterías que a veces vemos por la televisión: ambos tipos de animales son el resultado de una ideología urbana reciente.

    Hay un nexo de unión evidente entre estos tres hechos. Justamente porque nuestra época ha perdido poco a poco el sentido de los ritos, de la muerte, de la naturaleza, de la animalidad, es por lo que necesita volver a encontrar al mismo tiempo la realidad, la imagen y el símbolo en la corrida. ¡De ahí su modernidad!

    [30] La fiesta de los toros no está ligada al franquismo.

    Como toda gran creación cultural es políticamente neutra Hay un hondo prejuicio, puramente español, que identifica las corridas de toros con el franquismo. Esta consideración no resiste ni el análisis ni el peso de los hechos. ¿Los hechos? Por supuesto, las corridas de toros existían con anterioridad al franquismo y se han desarrollado perfectamente después. Cosa distinta es que el régimen haya sabido utilizar y manejar en beneficio propio los fenómenos más espectaculares de la pasión taurina – lo trágico de Manolete y lo desenfadado de El Cordobés, las dos caras de la popular fiesta de los toros.

    Esto es sin duda lo que hacen todas las dictaduras. Así, Salazar se esforzó en recuperar el fado portugués y atraer hacia sí el icono popular que fue la genial Amalia Rodrigues. Por eso el fado conservó durante algún tiempo después de la "revolución de los claveles" cierta imagen fascista cuando sin embargo nunca dejó de ser la expresión más profunda del alma popular lisboeta. También el régimen militar brasileño intentó recuperar para su favor la pasión futbolística del pueblo brasileño y la victoria de la Seleçäo en 1970. Todo esto nada tiene que ver con el fútbol, la música o los toros. Recordemos, porque la gente olvida, que hubo aficionados tanto en el bando antifranquista (pensemos en Lorca, Bergamín o Picasso) como en el bando franquista. En Francia, la fiesta desata pasiones entre personas de izquierdas (por ejemplo, los escritores Georges Bataille o Michel Leiris) como de derechas (por ejemplo, Henry de Montherland o Jean Cau); y al contrario de lo que ocurre en España, los medios de comunicación meridionales apoyan la tauromaquia independientemente de cualquier consideración ideológica.

    En la España actual, el hecho de que los partidos de derechas favorecen con más facilidad la fiesta de los toros que los de izquierdas, tiene que ver con los enfrentamientos entre posturas nacionalistas y planteamiento centralista.

    [31] La fiesta de los toros transmite valores universales, no los de la España negra

    Para algunos espíritus más cultivados que los anteriores, la fiesta de los toros no está asociada al franquismo sino, más generalmente, a la "leyenda negra de España", en la que se encuentra – totum revolutum — la expulsión de los judíos, la Inquisición, la exterminación de los indios americanos, el oscurantismo, etc. Algunos hispanistas han mostrado cómo esa leyenda, montada pieza a pieza, ha podido contribuir a una cierta "culpabilización" de las élites españolas. Ésta es una de las fuentes del sentimiento antitaurino de algunos intelectuales contemporáneos, que asocian las corridas de toros con la representación que tienen de la imagen que los extranjeros se hacen de su país y de su cultura. Por eso quieren romper con esa representación que estiman trasnochada, folclórica y sobre todo nefasta.

    De otro lado, la fiesta de los toros no puede ser separada de su marco histórico y geográfico. Marco que es al mismo tiempo más estrecho (ya hemos escrito que está ligada a la modernidad, argumento [29]) y más ancho que la supuesta "España negra". Su raíz es fundamentalmente la de las culturas mediterráneas.

    Entre los orígenes lejanos de la tauromaquia moderna, se citan los grandes mitos de la antigüedad (la leyenda de Hércules o el mítico triunfo de Teseo) y la religión romana del dios taurino Mitra. Como todas las grandes creaciones culturales donde se mezclan elementos populares y cultos, el arte taurino está al mismo tiempo ligado a una civilización particular y expresa valores universales: la fiesta, el juego, el valor, el sacrificio, la belleza, la grandeza...

    De esta manera la tragedia griega depende de su lugar de nacimiento, la Atenas clásica, y al mismo tiempo vehicula emociones y pensamientos en los que todos los seres humanos pueden reconocerse, independientemente de la época: la fatalidad, la pasión que corroe, las coincidencias funestas, los conflictos del deseo y de la sociedad... Sería tan absurdo reducir la fiesta de los toros a la "España (llamada) negra" como reducir la tragedia griega al antiguo esclavismo. La moderna corrida de toros ha conquistado el mundo a pesar de haber nacido en algunas regiones de España (Andalucía, Castilla o Navarra). Y todas las poblaciones que adoptaron este ritual y sus valores los integraron en sus culturas y sus tradiciones particulares porque reconocieron en ellos una parte de su propia humanidad. Así ha pasado con el pueblo vasco, catalán, valenciano, extremeño, gallego, portugués, y con los de la Provence, del Languedoc, de la Aquitaine, y por supuesto las poblaciones mexicanas, colombianas, ecuatorianas, venezolanas, peruanas, que mantienen viva la fiesta, incluso cuando algunos quieran renegar de esta parte de ellos mismos
    por razones políticas. ¿Alguien hablaba de "España Negra"?

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  3. #103
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    Re: En defensa de los toros

    La forja de la cultura taurina

    [32] La tradición ha forjado una cultura taurina

    Algunos defensores de las corridas lo hacen arguyendo que debe su legitimidad a la tradición. Y ante eso los antitaurinos lo tienen fácil para responder que la tradición no es un argumento y que la mayor parte de los grandes progresos de la civilización se han hecho contra costumbres bien arraigadas, y por tanto supuestamente legitimadas por la tradición. Enumeran con razón la esclavitud, la sumisión de las mujeres, la pena de muerte, etc. No es menos cierto que hoy continúan existiendo tradiciones absolutamente detestables como el suicidio de las viudas en India o la ablación de niñas y jóvenes de acuerdo con determinados ritos religiosos.

    Sin embargo, en Francia una prudente ley (la del 24 de abril de 1951, transcrita también como uno de los supuestos del artículo 521.1 del Código Penal) declara las corridas de toros lícitas "cuando existe una tradición local ininterrumpida". ¿Quiere esto decir que la tradición es el motivo de la licitud?

    De ninguna manera. Lo único que hace la ley es definir su extensión. El matiz es importante. Las corridas de toros son autorizadas no porque hay tradición, sino allí donde hay. La tradición tiene como efecto forjar una cultura local y una determinada sensibilidad. Es justamente esto lo que confirma una sentencia de la Cour d'Appel d'Agen del 10 de enero de 1996: "la tradición local es una
    tradición que existe en un entorno demográfico determinado, por una cultura común, las mismas costumbres, las mismas aspiraciones y afinidades...una misma manera de sentir las cosas y entusiasmarse por ellas, el mismo sistema de representaciones colectivas, las mismas mentalidades".

    Éstos son los frutos de la cultura taurina, allí donde existe tradición. Coexistir con discursos taurinos, vivir próximo a los toros, relacionarse desde niño con este magnífico y fiero animal, y tener admiración hacia el toro y su bravura, son elementos que han forjado la sensibilidad necesaria para la percepción de este singular espectáculo. De esta forma, lo que sería visto como un acto de
    crueldad en Londres, Boston, Estocolmo o Estrasburgo se comprende, se vive y se entiende en Dax, Béziers, Bilbao, Barcelona, Málaga o Madrid como un acto de respeto inseparable de una identidad.

    [33] Fiesta de los toros y defensa de la diversidad cultural
    La fiesta de los toros es efectivamente inseparable de las identidades que ha forjado y éstas recíprocamente se han construido gracias a ella. No es posible imaginar las ferias de Nîmes o de Vic-Fezensac, de Pamplona o de Valencia, de Jerez en Andalucía o de Céret en Catalunya francesa, sin el toro en la plaza, ni en las calles, ni en los carteles, ni en las exposiciones, ni en las librerías, ni en toda la fiesta, etc. En una época en la que se defiende la diversidad cultural, en la que se pretende resistir a la mundialización de la
    cultura, en la que se lucha contra la uniformización de los valores y de las costumbres, en la que se denuncia la omnipotencia de la dominante y avasalladora civilización anglosajona... ¿no hay que defender las identidades culturales locales, regionales, minoritarias? ¿No hay que defender, ahora más que nunca, los "pueblos del toro"?

    [34] Unidad de cultura, diversidad de interpretaciones

    Como toda gran creación humana, la fiesta de los toros expresa valores universales (ver argumento [31]). Como toda cultura popular, es inseparable de la identidad de los pueblos que la han inventado o adoptado (ver argumentos [32] y [33]). Pero como toda cultura que es a la vez local y universal, la fiesta de los toros se vive, se siente, se expresa diferentemente según las ciudades, regiones o países que la han hecho suya. Lo destacable es que la misma fiesta de los toros, que se desarrolla en la actualidad exactamente de la misma manera en Sevilla, México, Pamplona, Madrid, Bayona, Arles o Cali, no es, de ningún modo, interpretada de la misma manera en esas diferentes ciudades.

    En ocasiones se vive como una desinhibida fiesta dionisíaca, en otras como una ceremonia apolínea, en algunos casos como un ritual receloso y circunspecto. La lidia a veces es vista como un juego de quiebros y fintas, a veces como un arte plástico, a veces como una tragedia al anochecer. Las faenas a veces son sentidas como la expresión de la animalidad salvaje y otras veces como la de la humanidad más educada. Todas estas interpretaciones de la fiesta de los toros, y muchas más, son posibles, dependiendo de la idiosincrasia de cada pueblo, y hasta de cada persona. Basta con examinar los dos extremos geográficos de España, el País Vasco y Andalucía, para comprender como cada uno de ellos traduce en su propia sensibilidad la universal fiesta de los toros (de la misma manera que se representa hoy a Sófocles en japonés o en alemán). En el Norte de España, les gustan los toros duros y fuertes y los toreros guerreros que aceptan sus desafíos. En esos ruedos se admira la audacia, la dominación y la demostración del poder. La
    corrida de toros es vista como un rito festivo y como un arte marcial. Sin embargo, en el Sur, prefieren los toreros artistas y los toros que se prestan a ese juego. En esos ruedos se admira la elegancia, la gracia profunda y la armonía sensual. La corrida de toros es una de las bellas artes, algo entre la tragedia y la escultura. En Francia, sólo el Sur es taurino y el contraste está entre el Oeste y el Este.

    Cada pueblo dispone de multitud de maneras para adaptar y traducir a su propio vocabulario cultural el mensaje universal de la fiesta de los toros.

    [35] La cultura taurina y la "alta cultura" Todo lo expuesto inscribe la fiesta de los toros dentro de las grandes manifestaciones de la cultura popular (argumentos [29] a [34]). Con la variedad innumerable de tauromaquias que los pueblos taurinos han inventado, en su territorio, ocurre lo mismo. Pero lo que le diferencia a la fiesta de los toros de una simple manifestación folclórica es haber sido adoptada y convertida en objeto de reflexión de la cultura "culta". La universalidad de la fiesta de los toros no es solamente la de los valores que transmite (ver argumento [31]) sino también la de los mundos artísticos y cultos donde ha sido acogida y la de las obras que ha producido en las demás artes. ¿Pintura? Sólo hay que citar los nombres de Francisco de Goya, Eugène Delacroix, Gustave Doré, Édouard Manet, Claude Monet, Ignacio Zuloaga, Ramón Casas, Pablo Picasso, André Masson, Salvador Dalí, Joan Miró, Francis Bacon y, en la actualidad, los de Soulages, Alechinsky, Botero, Arroyo, Chambás, Barceló, Combas, entre otros muchos... Refiriéndonos a escritores, podemos mencionar a Luis de Góngora, Nicolás Fernandez de Moratín, Prosper Mérimée, Théophile Gauthier, Gertrude Stein, Manuel Machado, Jean Cocteau, José Bergamín, Henry de Montherlant, George Bataille, Federico García Lorca, Ernest Hemingway, Michel Leiris, Miguel Hernández, Camilo José Cela...; y hoy, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Florence Delay, etc. A esta lista habría que añadir la poesía de Fernando Villalón, de Gerardo Diego, de Rafael Alberti, de René Char, de Yves Charnet, entre otros muchos. Sin olvidar las músicas de George Bizet, de Isaac Albéniz, de Joaquín Turina, las esculturas de Benlliure, y, en las artes del siglo XX, dentro de la fotografía, la obra de Lucien Clergue, en el jazz las composiciones de John Coltrane y de Eric Dolphy, en el ámbito de la alta costura las creaciones de Christian Lacroix y de Jean-Paul Gaultier, y en el cine las películas de Henry King, de Rouben Mamoulian, de Sergei M. Eisenstein, de Abel Gance, de Budd Boetticher, de Luis Buñuel, de Pedro Almodóvar, etc.

    ¿Cómo explicar que una tradición tan particular, y aparentemente tan limitada histórica y geográficamente, haya podido inspirar las obras de artistas pertenecientes a modos de expresión, nacionalidades, horizontes y estilos tan diversos, si no fuera porque la fiesta de los toros encierra en sí misma tantos tesoros de expresión artística (ver argumentos [39] a [43]) y tantos valores humanistas (ver argumentos [36] a [38])?


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  4. #104
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    Re: En defensa de los toros

    [36] Comprender la animalidad

    Hoy por hoy, no tenemos nada más que relaciones con animales de compañía,“humanizados” por nuestra permanente convivencia con ellos. En el ruedo,vemos al animal, en toda su naturalidad, o, mejor dicho, a un animal singular, y a

    pensar con él. Ese es uno de los esenciales placeres del aficionado. Es también la primera sorpresa del profano cuando escucha los comentarios de los iniciados. Hablan del toro, de su tipo, de su comportamiento e intentan descifrar su carácter singular, anticipar sus acciones y comprender sus reacciones: “¿Por qué acomete aquí y no allí? ¿Por qué a determinada distancia y no a otra? ¿Por qué en este terreno y no en aquél?¿Por qué repite sus embestidas? ¿Por qué mide sus arrancadas? ¿Se percatará de la presencia del hombre tras el engaño?”. Aprender a ver los toros en general y a comprender un toro en particular es una fuente de educación de“etología” para los niños. Finalmente, es la condición indispensable para apreciar el trabajo del torero: ver lo que él comprende, apreciar cómo se adapta a su adversario, juzgar si le entiende o no y admirar que le haya entendido mejor que nosotros.

    ¡Estamos lejísimos de gozos perversos!

    [37] Admirar las virtudes intelectuales del torero

    Torear no es sólo atreverse a ponerse delante de un animal que podría (y“querría”) matar. Torear es demostrar una forma muy peculiar de inteligencia(los griegos habrían dicho “astucia”). Consiste en presentar el propio cuerpo a una fiera peligrosa de forma que lo pueda coger, desviando su acometida con un engaño de trapo. Una finta hecha de audacia y astucia. Torear consiste sobre todo en enlazar una serie de quiebros que necesitan un conocimiento del toro, una penetración intuitiva de sus acciones y sus reacciones, una inteligencia estratégica de la lidia adaptada a cada toro y un sentido táctico delos gestos necesarios en cada fase de la lidia. La finalidad de todos esos actos,que culminan con la muerte, gesto de suprema maestría, es la dominación del hombre sobre el animal: se trata de forzar al toro a actuar contra su propia
    naturaleza, es decir obligarlo a acometer
    dónde, cuándo y cómo
    el hombre ha decidido, cumpliendo con la gratuidad del juego y la seducción del engaño. De todo ello resulta una faena que viene a ser como una acción domesticadora concentrada en unos pocos minutos. No hay placer taurino sin esa admiración por la inteligencia del torero.Y la fiesta de los toros no tendría sentido sin esas virtudes de la inteligencia humana que ganan a las fuerzas de la naturaleza. Esta es la lección constante y universal de todo humanismo.
    Pious dio el Víctor.

  5. #105
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    Re: En defensa de los toros

    [38] Admirar las virtudes morales del torero

    Torear no es sólo arriesgar su cuerpo o ejercer su inteligencia. Es también demostrar virtudes morales que se deducen del acto taurómaco. Es ilustrar cinco o seis grandes virtudes intemporales. El toreo no es solamente una técnica, ni un arte, sino también una suerte de "arte de vivir" que requiere que se actúe siempre respetando alguno de los grandes principios morales.
    Para ser torero, o mejor, para merecer ese título:

    - Hay que combatir a un animal naturalmente peligroso, lo que exige valor y sangre fría.

    - Hay que afrontarlo en público, sin perderle la cara, lo que exige caballerosidad y dignidad.

    - Hay que dominarlo, lo que exige antes que nada el dominio de sí mismo, del cuerpo, de las reacciones instintivas y de las emociones incontroladas.

    - Hay que matar, también, a ese adversario, lo que sólo se justifica si, para hacerlo, se pone la propia vida en juego (ver argumento [3]): esto supone lealtad para con el adversario y total sinceridad en relación con su propio compromiso físico y moral.

    - Finalmente, hay que saber ser solidario con los compañeros, lo que exige, una vez más, sacrificio de su propia persona, aun a riesgo de su vida.

    ¿No es el Torero con mayúsculas un auténtico ejemplo de lo que querríamos poder hacer y un verdadero modelo de lo que nos gustaría poder ser?

    [39] Diversidad cultural e imperativos culturales de la humanidad

    Hemos expuesto cómo defender la fiesta de los toros era resistir a la globalización (ver argumento [3]). Pero defender la diversidad cultural no significa defender cualquier práctica cultural. No todas son obligatoriamente "buenas" o defendibles. Algunas chocan con prohibiciones o tabús absolutos. Son aquellas que transgreden lo que puede ser resumido en la idea de "derechos humanos". Condenar a la esclavitud a un hombre o una mujer; no reconocer a una persona como tal; tratar a un ser humano como un medio para satisfacer cualquier necesidad; rechazar los principios de reciprocidad y justicia; violar los principios de libertad, igualdad y dignidad de los seres humanos... son acciones que nada tienen que ver con la diversidad cultural ni tampoco con la placentera relatividad de las costumbres. Son pura y simplemente barbarie. Por definición, estos principios universales no pueden aplicarse a los animales, ya que suponen el reconocimiento del otro como un igual, es decir, imponen la reciprocidad sin la cual no habría justicia. Si el hombre hubiera tenido, o tuviera, que aplicar a los animales los principios que debe aplicar al hombre, no habría habido domesticación, ni ganadería, ni agricultura, ni, en definitiva, civilización propiamente humana. Esto no significa que podamos hacer lo que queramos con los animales, ni que no tengamos deberes hacia ellos (ver argumento [24]). Significa que no podemos confundir esos deberes con los que tenemos hacia los hombres, ni los principios del humanismo con los del animalismo.

    El animalismo no es una extensión de los valores humanistas. Es su negación.
    Pious dio el Víctor.

  6. #106
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    Re: En defensa de los toros

    La fiesta de los toros es creadora de inestimables valores estéticos

    Sin embargo, la fiesta de los toros no sería nada si se quedara ahí. Sería sólo defendible pero no admirable. Si tantos artistas han visto un arte que podía ser traducido a su forma de expresión, si la fiesta de los toros procura a los que la aman tan incomparables placeres, si hay que preservarla como una fuente de valores estéticos que no debe perderse, es porque el toreo es un arte raro, que entronca posiblemente con el origen mismo del arte: dar forma humana a una materia natural.

    [50] La sublime grandeza del espectáculo

    Entre en una plaza de toros llena un día clave. Nunca antes ha asistido a una corrida. No está ni a favor ni en contra. Solamente quiere ver. Le horroriza la violencia y no le gusta para nada la sangre. A pesar de todo, es posible que la grandeza del espectáculo le conquiste poco a poco. Si es así, déjese arrastrar por sus sensaciones: la solemnidad del ritual, la ligereza de la música, el destello inesperado de los trajes, el poder de la fiera que ataca en todas direcciones, la coreografía tan regulada como imprevisible de las cuadrillas, el capote que gira, el impresionante choque del toro con el caballo de picar (la suerte que más inspiró a Picasso), las banderillas que revolotean, la increíble serenidad del hombre durante el duelo, las audaces y deslumbrantes figuras de su danza con el animal, la muerte en el recogido silencio de la multitud... ¿Ya ha visto algo parecido? ¿Ha visto algo que le deje atónito hasta ese punto? ¿Ha visto alguna cosa que pueda así trastornar y hacer naufragar sus sentidos? Este espectáculo incomparable, único, tan potente como singular, esta fiesta total de la grandeza y de la desmesura recibe el nombre de lo sublime. Usted quizás vuelva. O quizás no. Pero seguro que está de acuerdo en afirmar: sólo las corridas de toros pueden procurarnos hoy emociones como éstas.

    [41] La creación de lo bello

    Todo eso no son más que las primeras sensaciones del profano, que el aficionado sólo reencuentra en las grandes ocasiones. Pero, día a día, el arte del toreo consiste en algo completamente diferente: simplemente crear belleza. La belleza del toreo es la más clásica: supone elegancia, armonía de movimientos, perfección de formas, equilibrio de volúmenes. El toreo crea formas, obras humanas a partir del caos, es decir, la acometida natural de un toro. Inmóvil pone, con un solo gesto, orden donde no había más que desorden y movimiento. Dibuja curvas poéticas donde el animal naturalmente sólo produce líneas rectas (para coger, para matar). Intenta, como los más clásicos pintores, producir el máximo efecto sobre su materia prima (la acometida del toro) con las mínimas causas, es decir, en el menor espacio, tiempo y movimiento.

    Claro que no sólo existe la corrida de toros para crear belleza. Pero sólo la corrida de toros puede crear esta belleza a partir de su contrario, el miedo a morir.

    [42] Un arte original, entre el clasicismo y la modernidad

    El arte del toreo es original. Tiene algo de música (armonía de los acontecimientos consonantes), algo de las artes plásticas (equilibrio de líneas y de volúmenes en tensión opuesta), algo de las artes dramáticas (alianza del azar y de la necesidad).

    El toreo tiene al mismo tiempo algo de clásico y algo de contemporáneo. La mayoría de las artes cultas han abandonado hace tiempo la creación de belleza, valor estético que se juzga desfasado. Desde este punto de vista, el toreo es un arte extremadamente clásico. La mayoría de las artes cultas han abandonado la representación, para transformarse en artes de la actuación única y de la presentación directa (ver el happening, el body-art, el ready-made, la instalación, la intervención, etc.). Desde este punto de vista, el toreo es un arte completamente contemporáneo: presentación bruta del cuerpo, de la herida, de la muerte.

    El toreo tiene al mismo tiempo algo de las artes cultas y de las artes populares. Da a los profanos las más inmediatas emociones y a los cultos las más refinadas conmociones, que corresponden a las artes más "estéticamente correctas". Y da a todos, a la par que la tensión permanente debida al riesgo de muerte, el alivio transfigurado debido a la belleza.

    [43] Lo trágico

    Y a todas las artes, el toreo les añade la dimensión que ninguna otra arte podrá nunca dar: la dimensión de la realidad. Todo está representado, como en el teatro, y sin embargo, todo es verdad, como en la vida. Puesto que el juego es a vida y a muerte. Orson Welles dijo: "¡El torero es un actor al que le suceden cosas de verdad!" La corrida de toros es un drama trágico al que le toca presentar sin ambages la vida y la muerte. Y decir y afirmar esta verdad: sí, es innegable, morimos.

    ¿Es esta verdad la que rechaza nuestra época, la cual sólo ama la naturaleza aséptica, y sólo acepta la realidad a condición de que esté desinfectada, y que afirma amar la juventud siempre que sea eterna?

    [44] La fiesta, comunidad espiritual

    Sin embargo, las corridas de toros son, y quizás por encima de todo, una fiesta. Los festejos taurinos siempre han ido de la mano de periodos de ruptura de la vida cotidiana, es decir, de los momentos de conmemoración en los que una comunidad se encuentra y se recrea. Nuestra época, más que cualquier otra, tiene necesidad de fiestas, porque nuestra modernidad es cada vez más individualista, circunscrita al hogar, a lo privado y a lo íntimo. Mientras que la fiesta es la calle, lo de afuera, lo público. Quizás es por eso por lo que las corridas de toros dominicales han ido siendo paulatinamente reemplazadas por las ferias. No hay corrida de toros sin fiesta, pero para los pueblos taurinos no hay fiesta posible sin toros. Porque, ¿hay alguna imagen más bella de la comunidad que el mismo ruedo, redondo, circular, donde todo el mundo ve todo, donde todo es visto desde todos los lados y donde, sobre todo, toda la comunidad se ve a sí misma, comulgando de un mismo espectáculo, de una misma ceremonia, y siguiendo un mismo ritmo de olés, con el sentimiento de vivir juntos un acontecimiento único?

    Este es el poder de la fiesta de los toros, bien conocido por los alcaldes de las ciudades taurinas, atentos a la vida de su comunidad. Saben que no se hace la misma fiesta en las bodegas de Mont-de-Marsan que en el Real de la Feria de Sevilla, que no se canta igual en las Fallas de Valencia como se corre en Pamplona, que no se baila igual en Nîmes que en Granada, que sin toros durante el día no se haría, por la noche, fiesta con el mismo ánimo. Porque lo que hemos vivido durante el día, todos juntos, es el triunfo de la vida sobre la muerte.
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  7. #107
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    Re: En defensa de los toros

    Los peligros del animalismo

    Hemos intentado responder a los detractores de la fiesta de los toros. Hemos intentado decir también, en pocas palabras, lo que son las corridas de toros y los valores de los que son portadoras. En este momento, hay que intentar esbozar las razones que convierten en peligroso el movimiento antitaurino. En sí mismo sólo lo es para la fiesta de los toros; pero el movimiento más general del que es manifestación y los valores que lo inspiran amenazan mucho más allá que a la fiesta de los toros.

    Después de todo, puede usted pensar que si mañana, o en diez años, las corridas de toros se prohíben en los lugares donde hoy existen, ¡asunto zanjado! Los aficionados se recuperaran y las pasiones humanas ya encontrarán otro propósito del que ocuparse. Quizá. Hoy la amenaza se cierne sobre la fiesta de los toros; ¿qué es lo que amenazará mañana?

    [45] Humanismo o animalismo

    Ya hemos dicho que no hay que confundir al hombre y al animal (argumentos [5] y [23]), ni los principios del humanismo con los del animalismo (argumento [39]). Ahora bien, la ideología que se extiende y de la que el movimiento antitaurino es portador consiste en poner en el mismo plano animales y hombres. "¿No somos nosotros también animales?" La intención parece loable: porque ¿no es una manera de extender a los demás seres vivos la compasión, la simpatía, y por tanto, la moralidad que nos liga a los hombres? Mera apariencia. Porque, intentando alzar a los animales hasta el nivel en el que debemos tratar a los hombres, necesariamente rebajamos a los hombres al nivel en el que tratamos a los animales. ¿Qué quedaría de los valores de justicia, equidad, generosidad y fraternidad? ¿Qué sería de los valores de la convivencia, si reducimos la comunidad humana a esa otra, infinitamente más vaga y menos exigente, que nos liga a los animales, sea cual sea la afección que tengamos para algunos o el respeto que debemos a todos?

    [46] ¿Hasta dónde irá la "liberación animal"?

    La modernidad ha conllevado una incontestable degradación de las condiciones de cría de algunos animales destinados al consumo humano (especialmente cerdos, terneras y pollos) considerándolos puras mercancías. La toma de conciencia de ese fenómeno ha acabado por conmover de manera perfectamente legítima a las poblaciones occidentales, las cuales --por otra parte-- no tienen una idea clara del precio que tendrían que pagar por un eventual retorno a una cría más extensiva o más respetuosa con las condiciones de vida de las bestias.

    A la misma vez, las mentalidades cambian: el crecimiento de la urbanización ha hecho perder a los habitantes de las sociedades industriales cualquier contacto con la naturaleza salvaje. Las personas han olvidado la ancestral lucha contra las especies dañinas (pensemos en los lobos que diezmaban rebaños o las ratas transmisoras de la peste) e ignoran la que continúan librando otros hombres en otros lugares (las langostas que destrozan las cosechas africanas, o incluso los perros asilvestrados que infestan multitud de ciudades del tercer mundo). El animal ha dejado de ser, en el imaginario occidental contemporáneo, lo que era en el imaginario clásico: de bestia terrorífica o animal de labor a víctima o mascota. De ahí la elaboración del mito por la sociedad industrial: el de una "naturaleza" pacificada (paraíso perdido donde los animales son libres) y el del Hombre, con mayúscula, representando el Mal, verdugo del Animal con mayúscula, víctima inocente. Esto permite poner a todos los animales en el mismo saco: el gato y el ratón, el lobo y la oveja, el perro y la pulga, el toro de lidia y el animal de compañía. Este fantasma alimenta los ideales de la "liberación animal".

    Se comprende entonces por qué la ideología animalista elige como blanco la fiesta de los toros. No es porque sea más "cruel" objetivamente que todas las formas de explotación animal (se sabe perfectamente que no), ni porque contraríe más la naturaleza de los animales que las demás formas conocidas de domesticación (hemos visto que no), sino porque contradice la imagen aséptica y edulcorada que se tiene actualmente del mundo animal (¿una bestia que combate y puede matar? ¡Inimaginable!) y que parece ser la imagen de la relación del Hombre con su Víctima. ¡Y puesto que habría que "liberar" a todas las víctimas, es por lo que se debe comenzar por esos pobres toros de lidia! Tocamos de nuevo con lo irracional.

    Y mañana, ¿cuál será la nueva imagen de víctima animal que ya no podrán soportar? ¿Habría que "liberar" todos los animales que el hombre ha domesticado desde hace 11.000 años tal y como lo reclaman ya hoy los teóricos radicales del animalismo en Estados Unidos? ¿Habrá que soltar los cerrojos para liberar a los conejos, y que se apañen en Australia y su ecosistema, que estuvieron a punto de perecer bajo el peso de su invasión? ¿Habrá que liberar a los visones, como recientemente se ha hecho en Dordogne, sin preocuparse de la catástrofe ecológica que provocaron? ¿Habrá que liberar a las ovejas del hombre y liberar también a los lobos sin preocuparnos de los agricultores de los Pirineos y sus rebaños (y que ellos también puedan liberarse de los osos, si les apetece)? ¿Hasta dónde nos llevará esta locura "liberacionista"? Hasta el punto de que, tomando conciencia de que la mayor parte de las variedades, razas y especies animales (como el toro de lidia) sólo deben su supervivencia a la relación con el hombre, y que, una vez "liberadas", no podrían volver al estado salvaje sin ser inmediatamente condenadas a muerte, habríamos de tomar, como única medida "liberatoria" eficaz, la castración y esterilización de todos los animales domésticos de la tierra, que nos aseguraría que jamás habrá animales sometidos a los hombres. Es esto lo que preconiza el pensador americano Gary Francione, que se atreve a llevar la lógica de la "liberación animal" hasta ese punto. ¿Es absurdo? Es, cuanto menos, insensato. Sin embargo, es absolutamente coherente. De hecho, es el único tipo de medida que se deduce racionalmente del principio mismo de la "liberación animal", eslogan tan ingenuo como irresponsable.
    Pious dio el Víctor.

  8. #108
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    Re: En defensa de los toros

    [47] Peligros de una moral prohibicionista

    Hoy la fiesta de los toros. Y mañana, ¿contra qué la tomarán? ¿Qué inocente placer será descrito como perverso? ¿La caza deportiva, la pesca con caña? Eso ya está. ¿Y entonces? La producción de foie gras ya está prohibida en varios países. El parlamento californiano votó incluso en el 2004 una ley prohibiendo su comercialización. ¿Y mañana? ¿Habría primero que "desaconsejar vivamente" el consumo de carne y de pescado (por razones supuestamente morales, se entiende) para después autorizar su consumo sólo bajo ciertas condiciones, para finalmente decidir prohibirlo? Y pasado mañana, ¿"desaconsejar" la leche, el cuero, la lana... porque suponen explotación animal? ¿Y por qué no la miel? ¿O la seda producida gracias a la invención por parte de los chinos de una mariposa, el Bombix mori? ¿Hasta dónde irá la obsesión de nuestro "Bien" y la locura prohibicionista?

    [48] Animalismo e imperialismo cultural

    Se escuchan voces de algunos políticos de Cataluña, lugar hasta hace poco taurinamente brillante, declarándose hoy antitaurinos en nombre de la resistencia de la catalanidad frente al centralismo español. También sabemos que, simétricamente, algunos aficionados de la Cataluña francesa se reafirman como radicalmente taurinos en nombre de esa misma resistencia de la catalanidad frente al centralismo francés. (En Céret se toca "Els segadors", himno nacional catalán, antes de la salida del primer toro). También sabemos que todo nacionalismo debe reinventar permanentemente su pasado y construirse un enemigo todopoderoso frente al cual debe presentar su propia "nación" como víctima. En esto no hay nada nuevo. Lo que es nuevo, y que sería casi cómico si la corrida de toros no fuera mañana la víctima, es que esta resistencia al supuesto imperialismo más cercano (el español) se hace en nombre de los valores, los principios y las normas del imperialismo cultural más potente (ver argumento [33]), el imperialismo cultural anglosajón y sus principios animalistas, que tienen fuentes históricas, ideológicas e incluso religiosas propias, y que están en las antípodas de las tradiciones culturales, ideológicas y religiosas de los pueblos mediterráneos.

    El sentido de la fiesta en la calle, la ritualización de la muerte y la estilización enfática de lo trágico, elementos constitutivos de la fiesta de los toros, están en el fundamento de todas las culturas mediterráneas. Y estas costumbres están muy alejadas de las tradiciones de los países anglosajones y de las culturas de tradición protestante de las que se alimenta hoy en día toda la moral animalista. Pretendiendo zafarse de la dominación de un hermano, ¿no caen algunos movimientos antitaurinos bajo la influencia de un primo mucho más lejano?

    [49] ¿Y la historia?

    Muchos adversarios de la tauromaquia (e incluso algunos aficionados) están persuadidos de que, como la fiesta de los toros es "arcaica" (argumento [29]), tiende invariablemente a desaparecer, condenada por la historia. (Pero si los antitaurinos están tan persuadidos de que desaparecerá por sí misma, ¿por qué se empeñan en prohibirla?) Sin embargo, la historia nunca está escrita y siempre reserva sorpresas. En el pasado, las corridas de toros ya estuvieron varias veces prohibidas, y por razones morales mucho más potentes que las esgrimidas en la actualidad. Se trataba por ejemplo del respeto que todo creyente debe a su vida, o del cuidado que debe dedicar a su propia salud en lugar de a fútiles divertimentos, demasiado aduladores de la vanidad humana. Se censuraba también la perversidad de los espectáculos en general, la promiscuidad de los sexos en los tendidos de las plazas, y otras cosas mucho más enérgicamente reprobadas por la moral pública de la época que los supuestos maltratos a los animales de hoy en día. ¿Se sabe --por ejemplo-- que las corridas de toros fueron prohibidas en 1804 en España por el rey Carlos IV, y que fueron restablecidas en 1808 por el ocupante francés José Bonaparte? Desde hace dos siglos, la fiesta de los toros se ha adaptado a todos los cambios de regímenes, de ideologías, de costumbres y de sensibilidades. Tiene aún por delante un prometedor futuro, aunque no fuera más que por dos razones, extremadamente tranquilizadoras: primero, cuando está amenazada en una región, se fortalece en otra (en Francia, por ejemplo, la afición es cada vez más numerosa y educada, ver argumento [29]); segundo, hoy es cada vez más atacada desde el exterior (y lo seguirá siendo por la fuerza de la globalización), pero se comporta muy bien en el interior, lo que hace que viva uno de los periodos más brillantes de su historia reciente.

    Tomemos un ejemplo: en los años 70 se declaraba que el flamenco estaba moribundo y debía ser tirado a las papeleras de la historia, al cajón del olvido de un folclore caduco, por su compromiso con el "fascismo"; condenado al desuso o a la aniquilación por la música pop, las diversas fusiones y todo lo que aún no se llamaba la "globalización". Le pasaba lo mismo al fado en Portugal, ya lo hemos explicado (argumento [30]). Entonces llegó la nueva generación de cantaores, sinceros y capaces, que quisieron reencontrar las raíces puras de su arte y el flamenco conoció un fenómeno de revival y vivió una de las más bellas páginas de su historia.

    Volvamos a la fiesta de los toros. Se declaró en los años 60 que las corridas de toros no sobrevivirían a la victoria sobre la miseria y que habría que ser un muerto de hambre para tirarse a los pitones de un toro. Las predicciones históricas eran falsas. Las generaciones de toreros de las tres décadas siguientes fueron en general de una buena condición socioeconómica y cultural y estaban animados sólo por la pasión taurina. Ésta no muere fácilmente. Hoy, que vivimos en sociedades cada vez más obsesionadas con la seguridad, se ven más que nunca toreros que practican un arte audaz y arriesgado. ¡Otra vez más llevando la contraria a la supuesta lógica de la historia!

    De igual manera, al final de los 70, se creía la feria de Bilbao moribunda, bajo los golpes de un nacionalismo que (y se decía que era ineluctable) iba a dar la espalda a la "tradición taurina", juzgada envejecida y reaccionaria. Esta feria está hoy por hoy más viva y vasca que nunca.

    Entonces, si hubiera que hacer alguns predicción, ¿no podríamos pensar que lo que es transitorio, pasajero y más efímero que la moda del sushi es la ola animalista, que seguramente no ha llegado aún a su apogeo, pero que quizá está destinada a desaparecer tan rápidamente como ha aparecido cuando otros valores, perfectamente humanos, tomen la delantera? Tenemos algunos signos en este sentido, por ejemplo, el cansancio de las poblaciones ante algunas campañas prohibicionistas o higienistas, o la reivindicación cada vez más reafirmada a favor de la diversidad cultural.

    Un último ejemplo de los curiosos giros de la historia. En mitad del siglo XIX fueron las sociedades protectoras de animales las que lanzaron grandes campañas a favor de la hipofagia. Estimaban que, reconduciendo la mirada de los cocheros y otros usuarios de caballos de tiro hacia el interés económico que podrían obtener de sus viejos jamelgos usados, se verían obligados a tratarlos mejor para sacar partido de la venta de su carne. ¡Hoy esas mismas sociedades luchan por la prohibición de la hipofagia porque sería indigno para un animal ser comido porque (o cuando) ya no trabaja. (Es de temer que la especie caballar no salga de esta.)

    ¿Sería demasiado esperar, para el toro bravo, un giro parecido por parte de los movimientos animalistas? Entregados hoy a prohibir las corridas de toros en nombre del bienestar animal, ¿no podríamos esperar que una mejor comprensión hacia el interés animal y en particular hacia el de los toros de lidia les haga luchar a favor del desarrollo de la tauromaquia, para preservar la supervivencia de esa raza y el bienestar de los individuos que se benefician de esas condiciones de cría?

    Siempre podemos soñar...
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  9. #109
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    Re: En defensa de los toros

    Muy interesante este trabajo, para reflexionar. Adjunto la obra en pdf:
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  10. #110
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    Re: En defensa de los toros

    Montealegre ya había puesto un enlace al libro, pero he preferido transcribirlo para que todos lo puedan leer con más facilidad, por los que pudieran sentir pereza para entrar en el enlace y por si alguna vez el enlace dejara de funcionar. El librito es buenísimo, los argumentos son excelentes, brevemente sintetizados y fáciles de recordar. El autor no es exactamente de los nuestros, es decir, tradicionalista, como se puede notar en algunas cosas que dice. Pero en conjunto el librito no tiene desperdicio. Parece mentira que tenga que ser un francés el que venga a proporcionarnos argumentos irrebatibles a favor del toreo.
    Última edición por Hyeronimus; 26/09/2013 a las 14:12

  11. #111
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    Re: En defensa de los toros

    [50] Libertad

    ¿Habrán convencido los argumentos aquí expuestos a algunas mentes dubitativas y libres de prejuicios? Podemos esperarlo. ¿Habrán hecho cambiar de opinión a aquellos a los que la sola idea de la corrida de toros les asquea y les rebela? Lo dudamos. Como señala Pedro Córdoba al final de su ya citado libro La corrida, ningún argumento podrá jamás convencer a aquellos que imaginan la corrida de toros como la tortura de una bestia inocente. Ni el hecho de que el calvario del toro sea menos terrible de lo que piensan (argumentos [4], [8] o [18]); ni que en su lucha plasma su naturaleza (argumentos [7] o [17]); ni que, al querer evitar la muerte de unos cuantos individuos se condena en realidad a toda la especie (argumento [22]); ni la comparación entre la abyecta y corta vida de las terneras criadas en baterías y la de los toros criados en plena libertad (argumento [23]); ni cualquier otro argumento será eficaz ante la reacción inmediata, espontánea, irracional del que se espanta y grita: "¡No, no, lo rechazo!" Ante esta reacción pasional, lo único que cabe oponer es la frase con la que comenzamos: sólo hay un argumento contra las corridas de toros y no es un argumento, es el imperio de algunas sensibilidades. A esta cerrazón, los aficionados responden, muchas veces vehementemente, con su propia pasión. ¿Hay que quedarse aquí, en este diálogo imposible?

    Nos podríamos quedar en esta oposición de pasiones, si ellas mismas se quedaran aquí también. Pero es que una de ellas reivindica para sí misma más que la otra. Reclama limitaciones, prohibiciones, interdicciones; en definitiva, una pasión quiere impedir que la otra se satisfaga. Refugiándose la pasión, claro está, tras las "razones": el derecho de los animales, el respeto a la vida, el escándalo del espectáculo de la muerte, etc. Y es ahí donde el rol del político exige conservar la razón y pensar: si un día la fiesta de los toros muere por sí misma, será porque ya no desata ninguna pasión. Hasta ese momento, lo prudente es dejar a los unos y a los otros su pasión y hacer prevalecer el principio de libertad.

    Conclusión: ¿Quiénes son los bárbaros?

    Supongamos que de un plumazo se suprime la fiesta de los toros. No hablaremos de los efectos económicos y sociales inmediatos. Quedémonos con el menoscabo moral. ¿Qué perdemos? En primer lugar, una relación con la animalidad. ¿Qué imagen del animal quedará, para alimentar el imaginario del hombre y la realidad de sus relaciones con el Otro que es el animal, fuera de los caniches enanos del salón? Todas las bestias de labor han sido progresivamente reemplazadas por artilugios, y todas las bestias productoras de carne son progresivamente reemplazadas por "máquinas de fabricar carne" que no nos atrevemos a llamar animales. ¿Es esto la naturaleza? ¿Qué rito pagano vamos a conservar en una sociedad que abandona progresivamente todas sus ceremonias? ¿Queremos realmente no tener más elección que el utilitarismo o el fanatismo religioso? ¿Qué unión de artes populares y artes cultas vamos a conservar, cuando --progresivamente-- éstas hayan deshecho todos los lazos con aquellas? ¿Dónde podremos mirar la muerte de frente, transformada por nuestras actuales sociedades en una vergüenza?

    Para los que la aman y la comprenden, la fiesta de los toros es una forma de resistencia a todo lo que nuestra posmodernidad nos hace perder cada día más.

    Sin embargo, hay que admitir que, para muchos, sólo es barbarie. A lo que sería fácil de responder con el siguiente paralelismo.

    En Occidente nos escandalizamos cuando los talibanes destruyeron las famosas estatuas gigantes de Buda, esculpidas en acantilados en el centro de Afganistán y datadas entre el siglo IV y VI de nuestra era. A fin de cuentas, a sus ojos no destruían obras de arte, solamente ídolos de piedra; y lo hacían por respeto hacia su Dios, el "único verdadero", que ellos consideraban superior a los seres humanos. Esto no disculpa ese bárbaro acto, por supuesto. Pero, ¿qué es lo que hay que pensar de esos antitaurinos que, en el nombre del (supuesto) bienestar de los animales, a los que no consideran superiores a los seres humanos, pretenden dar muerte a una forma de arte y creación arraigada en la historia e inserta en nuestra modernidad, pero en la que ellos sólo ven arcaicas creencias y ritos? Entonces, ¿quiénes son los bárbaros? ¿Los que quieren perpetuar este arte o los que pretenden prohibirlo?

    El argumento es fácil y, sin duda, no es equitativo; sin embargo, no más que el que reduce la fiesta de los toros a barbarie. Sólo podemos sacar una lección: siempre seremos bárbaros respecto de alguien.

    Por eso vale más quedarse con tolerancia hacia las opiniones, respeto a las sensibilidades y libertad para hacer todo lo que no atente contra la dignidad de las personas.
    Pious dio el Víctor.

  12. #112
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    Re: En defensa de los toros

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    Montealegre ya había puesto un enlace al libro
    Lo subí directo al foro porque en Scribd hay que estar registrado para descargar.



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  13. #113
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    Re: En defensa de los toros

    Cita Iniciado por Alejandro Farnesio Ver mensaje
    A raíz de lo que habéis comentado de las bulas papales, he encontrado esto sobre la Bula de Pío V:
    Según tengo entendido, la razón subyacente en la Bula de Pío V para prohibir las corridas era que se trataban de espectáculos que ponían en riesgo la vida y la integridad física de las personas que participaban en ellas (a semejanza de los duelos, de ahí que se cite la prohibición de estos al inicio de la Bula como algo positivo); es decir, el motivo era proteger la vida y la salud de los seres humanos, y no un interés por la vida o bienestar del toro. Si estoy en lo correcto, creo que sería importante aclarar este punto, porque muchas veces he escuchado a los antitaurinos mencionar esta Bula, pero presentándola como un supuesto argumento contra la "crueldad de las corridas" pero con relación a los toros, como si lo que se condenase fuera la muerte (y "tortura", según ellos) del animal, y después salen con la macana de que "ya ves, hasta la Iglesia católica reconoce que las corridas son formas de crueldad contra los animales y por eso las prohíbe".

  14. #114
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    Re: En defensa de los toros

    Yo creo que va por ahí la cosa, dado que las corridas en aquellos tiempos eran mucho más arriesgadas, y desde luego en el siglo XVI no existía ni de lejos la mentalidad ecologista animalista de hoy en día.

  15. #115
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    Re: En defensa de los toros

    Lord Garel-Jones: España tiene que dejar de pedir perdón por los Toros

    Madrid, 3 abr (EFE).- España "tiene" que hacer dos cosas: dejar de pedir perdón por la fiesta de los toros y mandar a Eurovisión a un cantaor que deje pasmado al mundo. Lo dice el flamante premio de la Fundación Banco Santander a las Relaciones Hispano-Británicas, el exministro y crítico taurino galés lord Tristán Garel-Jones.
    De lo más "halagado" por el galardón, dado a conocer hoy, el político, ensayista y crítico (1941) ha asegurado a Efe que la contraparte, es decir el Reino Unido, tiene también "deberes", fundamentalmente, "dejar de creerse el centro del universo" y desplazar hacia el hombre su "gran interés" por los animales.
    El Reino Unido ha llevado su antropomorfismo "hasta tal punto" que hay mas de 3.000 entidades benéficas "ocupándose de los animalitos y no deben ser tantas las que se ocupan de los hombres", ha ironizado el premiado, que vivió en Madrid desde los 7 hasta los 30 años y es aficionado a los toros desde que vio, con 9, su primera corrida.
    "España tiene que dejar de pedir disculpas por la fiesta y proclamarlo con orgullo, cosa que el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, está tratando de hacer", según el galardonado.
    Si él fuera ministro de Cultura español, propondría, además, que el año que viene fuera al festival de Eurovisión "lo único que puede plantarle cara a lo americano rockanrolero", es decir, "un cantaor mirando p'alante y cantando un tiento, eso de 'que tenga rejas de bronce'. Un choque de cultura total", se ríe.
    Cuando está en España echa de menos "la puntualidad, la formalidad, las normas que hay, casi para todo," en su país y cuando está allí que no exista ya "un solo pueblo con sentido campero. Todos están llenos de agentes de Bolsa", lamenta.
    Por eso, dice, le gusta tanto la localidad abulense de Candeleda, a la que acude muy a menudo con su esposa, Catalina Garrigues.
    El político inglés, que fue Deputy Chief Whip (jefe del grupo parlamentario conservador) durante el gobierno de Margaret Thatcher, ministro de Asuntos Europeos y Latinoamérica con John Major y presidente de la Fundación EuroAmérica, está persuadido de que una característica común entre los dos países: "todo lo que es defectuoso en el Reino Unido es bueno en España y viceversa", dice.
    "Uno de los defectos que compartimos es la autopercepción equivocada: es decir, que en el Reino Unido 'saben' a ciencia cierta que son el centro del mundo y tienen una seguridad en sí mismos apabullante, y en España echan pestes del país en cuanto hablas cinco minutos con alguien. Ni Inglaterra es el centro del universo, ni España es tan mala como dicen", afirma.
    Le preocupa que en su país se mire con "tanto recelo" al Mercado Común y de que tenga "un eco preocupante en la sociedad británica" la "falsa idea" de "los extremistas patrioteros" de que no se necesita a la Unión Europea.
    "Todos los países se necesitan hoy en día y el desafío es ir 'juntando meriendas' para avanzar mejor sin perder esa parte positiva del sentido de pertenencia y cohesión social que da la nación. En cambio en España, lo que es también un error, la pertenencia a la UE se toma casi como un dogma religioso", subraya.
    También es crítico con la manera en la que Bruselas ha conseguido neutralizar el concepto de "subsidariedad" que contempla el Tratado de la UE, es decir, que en los últimos diez o quince años casi ha desaparecido la idea de que "todo lo que se pudiera hacer mejor a nivel nacional no lo debía hacer Bruselas".
    España, ha recordado, se incorporó como socio pleno a la comunidad internacional y "nadie hubiera podido imaginar" los éxitos que ha tenido partiendo casi de cero, entre ellos, ha citado, que el Banco Santander fuera el primer banco de Europa o que Zara sea el número uno del mundo "en fashion".
    Garel-Jones recibirá su premio, dotado con 10.000 euros y una escultura de Cristina Iglesias, el día 10 de junio en la Embajada de España en Londres.EFE

    Lord Garel-Jones: España tiene que dejar de pedir perdón por los Toros - Jueves, 03 Abril 2014 (13:55)

  16. #116
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    Re: En defensa de los toros

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    Lord Garel-Jones: "...España se incorporó como socio pleno a la comunidad internacional y "nadie hubiera podido imaginar" los éxitos que ha tenido partiendo casi de cero"...
    Muy bueno el artículo, y muy de agradecer su defensa de España y de nuestra fiesta nacional. A la par que muy interesante tamibién su afición por la localidad castellana de Candeleda (ubicada en plena sierra de Gredos). Cosas todas que comparto.

    Ahora bien, lo que no comparto es eso que dice de que España, cuando se incorporó a la UE partía de cero. España, antes de entrar en la CEE era la décima potencia industrial del planeta, y fué precisamente la entrada en ese organismo europeo lo que nos llevó a esa posición que el nombra (cero) en la que ahora estamos. Me parece injusto con la historia decir que España partía de cero. Este tipo es un cachondo...


    Un saludo


    _______________
    P.D.: Ahora bien, nada que objetarle en cuanto a su afición por Candeleda... En realidad, todo el Valle del Tietar y Sierra de Gredos es magnífico. Nosotros vamos casi todos los fines de semana a diversos pueblos de esa zona, porque los tenemos todos muy cerca (más o menos, a una hora en coche saliendo desde Madrid):



    Última edición por jasarhez; 04/04/2014 a las 17:39

  17. #117
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    Re: En defensa de los toros

    Claro, yo tampoco estoy de acuerdo con eso de que antes de la CEE España no era nada, pero me pareció excelente su defensa de los toros.

  18. #118
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    Re: En defensa de los toros

    HURGANDO LA FEMORAL

    JUAN MANUEL DE PRADA





    Que los toros tratan sobre la «muerte de veras» lo sabía san Pío V, que quiso prohibirlos


    ¿Y si en la tabarra antitaurina no hubiese otra cosa sino miedo a la muerte? La cobardía humana ha envuelto siempre sus razones más íntimas e inconfesables con enredaderas retóricas y perifollos espiritualistas de lo más rocambolesco; y todo para ocultar su miedo a la muerte, que es consecuencia de no creer en la otra vida, o de creer demasiado y saber que, en justicia, acabará ardiendo en el infierno. La cobardía humana, puesta a disimular el olor marroncete del miedo, es capaz de urdir las más delirantes lucubraciones, que a veces se terminan convirtiendo en ideologías campanudas y doctrinas pacifistas de lo más florido; pero uno se pone a rascar su cáscara de pomposidades y siempre termina encontrando un castañeteo de dientes, unos calzoncillos con zurraspas, un alma floja y barbilinda.


    Si esta hipótesis se revelara verdadera, habríamos de conceder que los antitaurinos son los únicos taurinos verdaderos, aunque sean taurinos vueltos del revés, como Foxá llamaba «católicos vueltos del revés» a la chusma que quemaba iglesias. Porque la fiesta de los toros no es una representación de la muerte, sino que es la muerte misma, presente y actuante; y penetra en su misterio como ninguna otra expresión artística puede hacerlo, pues al fin todas las demás sólo pueden «representar» la muerte. Creo que era también Foxá quien contaba que un célebre actor teatral, especializado en morirse muy aparatosamente en el tercer acto, increpaba a Mazzantini desde el tendido, para que se arrimase más al toro; hasta que al maestro se le hincharon las pelotas y, acercándose a la barrera, le dijo: «Baje usted, don Fulano, que aquí se muere de veras».


    Que los toros tratan sobre la «muerte de veras» lo sabía san Pío V, que quiso prohibirlos, dándose cuenta de que son una catequesis bestial, sin lenitivos ni edulcorantes, sobre la vida de ultratumba. Y es que el torero sólo puede ser un réprobo desesperado que busca la muerte para arder en el infierno, o bien un bendito al que importa un ardite la muerte, porque se acaba de confesar y tiene una esperanza inquebrantable en el cielo y en la resurrección de la carne. Naturalmente, a un papa romano y santo una catequesis tan extremosa debió de parecerle que ahuyentaría a los flojos, que se podrían pasar a las filas luteranas; pero a Felipe II no le dio la real gana obedecer al Papa, porque quería súbditos con cojones y teología. Por eso en nuestra época sin cojones ni teología los toros resultan tan indigestos: porque ya no quedan desesperados acérrimos dispuestos a arder en el infierno ni esperanzados acérrimos en el cielo y la resurrección de la carne, sino tan sólo mingaflojas que mitigan la desesperación con la morfina de la blandenguería y conciben la vida como un patético chill-out con aire acondicionado y barra libre al que se accede después de entregar el alma al diablo. Una época, en fin, que por miedo a la muerte ha renunciado a la tragedia y se ha quedado desalmada. Pues sólo allí donde el hombre acepta y afronta la muerte puede haber tragedia; y no habiendo esta aceptación, el arte (que ya no puede ser trágico) deviene mamarrachada, aspaviento y pedorreta blanda.


    Todo esto lo pensaba viendo la cogida de Jiménez Fortes, víspera de san Isidro, al que el toro hurgó a conciencia la femoral, como se hurga con el alfiler para sacar el bígaro de su concha. Y viendo su cuello florecido de sangre pensé que el matador de toros es el único catequista que nos queda en esta España convertida en reservorio de mingaflojas. Menos mal que también nos quedan los antitaurinos, esos catequistas inversos, recordándonos que detrás de su tabarra no hay más que miedo a la muerte.







    The Wanderer
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  19. #119
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    Re: En defensa de los toros

    LA MUERTE RODEADA DE LA MÁS DESLUMBRADORA BELLEZA

    “El otro gran tema por que me preguntas, el toreo, es probablemente la riqueza poética y vital mayor de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo. Es el drama puro, en el cual el español derrama sus mejores lágrimas y sus mejores bilis. Es el único sitio adonde se va con la seguridad de ver la muerte rodeada de la más deslumbradora belleza. ¿Qué sería de la primavera española, de nuestra sangre y de nuestra lengua si dejaran de sonar los clarines dramáticos de la corrida? Por temperamento y por gusto poético soy un profundo admirador de Belmonte.”






    https://elsosiegoacantilado.wordpress.com/
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  20. #120
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    Re: En defensa de los toros

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Buenas tardes Sres. Coforistas. Buceando en la red, hallé un buen artículo respecto al tema debatido sobre la defensa de los toros.-

    Siendo hijo de ambos padres españoles, desde muy pequeño siempre sentí cierto apego a la Fiesta Brava y ahora que pasé el medio siglo de existencia, directamente son un incondicional de la Tauromaquia.-

    En mi Argentina, la cual ataca cualquier expresión Hispanista, por ende los que somos integrantes del colectivo amante del toro de lidia, somos tildados de brutos, animales, sádicos, torturadores, etc.; es debido a ello que hallar material acerca de nuestra aficción es muy difícil, casi imposible.-

    Siempre el ataque a las corridas busca y termina con un tiro por elevación a todo lo Español.-

    Además ahora con la dictadura de lo "Políticamente Correcto", todo lo que sea taurino está prohibidísimo.-

    Baste recordar que hace unos años atrás en la ciudad de Mar del Plata se intentó un pequeño encierro de San Fermín, para un siete de julio, y fué públicamente denostado como un acto de barbarie, nunca más se volvió a realizar, fue debut y despedida.-

    Así las cosas, a mí no me importa, hasta el día que concurra a rendir cuentas a mi Hacedor, mi amor por España y su Fiesta Brava son inconmensurables e inamovibles, algo que siempre le solicito a Nuestro Señor Jesús El Cristo, es poder visitar algún día la Patria de mis ancestros, celebrar la Semana Santa y asistir a una corrida.-

    Viva España y la Tauromaquia.-

    Saludos cordiales desde el otro lado de la Mar Océano.-


    Contra la abolición de las corridas de toros logradas con medios políticos ~ Descabellos



    CONTRA LA ABOLICIÓN DE LAS CORRIDAS DE TOROS LOGRADAS CON MEDIOS POLÍTICOS





    Resulta curioso que la forma hegemónica de lo españolizante más extendida alrededor del mundo sea el Barcelona F.C., esto es, la forma más generalizada de inscribirse en "lo-español", consiste en volverse hincha del Barcelona, equipo de una ciudad separatista. No hablamos de los 42.000.000.000 de hinchas que siguen al equipo en Facebook de manera virtual, sino de una movilización social real. Cundo juega el Barcelona F.C., el centro de Bogotá se llena de personas con camisetas del equipo, otro tanto los bares y cigarrerías, por ejemplo. Existe, y la paradoja resulta de inscribir una forma de lo españolizante, mediante un símbolo que en España misma representa la fuerza catalana que quiere la independencia, y la disolución paulatina del Estado Español en una fragmentación de repúblicas independientes. Este juego de representaciones (el Barcelona como “lo-español” en el mundo entero, y en Catalunya, “lo –español” como lo que debe ser combatido, derrotado y echado mediante una independencia de Catalunya como un estado independiente de la Corona) es quizá una de las paradojas resultantes de la masificación de las ideologías, aunque tal fenómeno no nos interesa más que para mostrar una distorsión en cuanto a la identidad española, en crisis por varios factores, y que repercute en la Fiesta de los Toros de manera negativa.


    El día de ayer, se hizo pública la intención de los movimientos animalistas para efectuar una ILP similar a la de Catalunya, conducente a la abolición de la tauromaquia en La Coruña, Galicia, mediante la recolección de 10.000 firmas de manera virtual. La Coruña resulta ser un enclave político en Galicia, una comunidad autónoma altamente golpeada por la discriminación xenofóbica a nivel casi mundial –“gallego” es el insulto antitaurino más común, cuando el anti es argentino-, pues al igual que sucede con los habitantes de Nariño en Colombia, se suele confundir su cándido acento con la estupidez humana, cosa harto inaceptable. La Coruña posee una plaza de toros cuya capacidad para 7.500 espectadores, no pueden hacer frente a esas terribles 10.000 firmas. Más allá de estar ante otra paradoja, la que explica Zizek sobre el problema de las mayorías en la democracia (que 2.500 personas más decidan sobre los derechos de 6.500 taurinos), asistimos a un hilo común en el accionar antitaurino: la abolición de la tauromaquia mediante instrumentos políticos que versan sobre el odio.


    Por ello, en aboliciones como la de Barcelona, Bogotá, San Sebastián y ahora la inminencia de lo que sucederá en La Coruña, no puede dejarse pasar la presencia del espectacularmente animalista Leonardo Anselmi, un argentino que ha dicho en su perfil de Facebook que considera como “humanos inferiores” que “no me sirven para nada”, a los argentinos que consumen carne de caballo. De esta clase de juicios de suprematismo moral que pululan en el animalismo, no molesta, por ejemplo, que siempre se obvien las particularidades sociales: quienes comen carne de caballo en Argentina no son personas “inferiores”, sino de escasos recursos, sin acceso a otros productos proteínicos más caros como la carne vacuna que tanto se produce en Argentina, por ejemplo; lo que molesta entonces es la utilización de odios sociales, odios activados desde el discurso y hábilmente manipulados, para lograr un fin antitaurino o animalista.



    Anselmi tiene una admirable capacidad para entender el movimiento del odio: antes que atacar a plazas de toros débiles y sin apoyo popular, lo que las haría más propensas a una abolición, su accionar de lobby se centra en aquellas zonas donde existen resquemores políticos con respecto a la identidad española, acentuada por la crisis política y económica. Málaga, Zaragoza, Córdoba, son plazas con una asistencia muy pobre debido a la falta de interés en los carteles, y sin embargo, el accionar antitaurino gestiona grandes cantidades de dinero para atacar en todos los flancos a plazas que no tiene una crisis significativa, pero que están insertas en una trama de resquemor social y político.


    Cuando están aduciendo que las aboliciones tienen por fin el de terminar con la muerte pública de toros, lo que consideran maltrato en la retórica más leve (de la pesada ni hablemos), y aunque en efectos prácticos eso es lo que sucede, en realidad estas aboliciones son instrumentos del odio social que se manifiestan en el plano político: por ejemplo, la abolición de las corridas de toros en Barcelona no satisface las tesis sobre la no utilización de animales durante ritos públicos, ni tampoco satisface una prohibición sobre el maltrato animal, pues recordemos que en Catalunya se siguen celebrando Corre Bous, toros ensogados y demás variantes rituales de la tauromaquia, en las que es patente el maltrato y la muerte final de toros, sea pública o privada. Siendo entonces que una ley de protección animal no tiene alcance general, el motivo de la abolición no fue la formulación de una ley paralítica: en realidad estamos ante la renuncia de un símbolo de “lo-español”, avivado por el separatismo catalán y que cobró víctimas sociales: los taurinos catalanes segregados, y los toros ensogados y corridos en variantes rituales, que ven su muerte legitimada al no entrar en la órbita de la abolición. Para ponerlo en otras palabras, la abolición de las corridas de toros en Barcelona responde a un afán de odio social, y no a una sincera preocupación por el bienestar animal.


    Antes que admitir la validez de tales métodos, de estos enfoques progresivos de conquistas animalistas y demás, es necesario captar la naturaleza de esta clase de acciones: aunque la forma hable de evitar el maltrato animal, subyace una premisa más profunda: atacar la identidad cultural, para socavarla, y dejar el terreno fértil a separatismos políticos y económicos, además de ser el trabajo de ciertos ganapanes, verbigracia Anselmi. Sobre estas personas especializadas en la presión social mediante la activación del odio político y cultural, hay que detenerse un poco: posando como adalides de causas justas, y a pesar de que nunca podremos considerar como ética la segregación y persecución a minorías culturales, estas personas cuentan con una espectacular financiación que encausan toda en una lucha mediática y de lobby en aquellos lugares donde los resquemores políticos y culturales son pólvora. No estamos así considerando si es ético venderles a los habitantes de Galicia la idea de que prohibir los toros es una forma de devolver la bofetada de la exclusión cultural que supone la burla de los españoles, cosa que jamás será ética por demás; hablamos de personas que creyendo ayudar a los animales, en realidad solo subsidian el costoso estilo de vida de gurús que enfocan en acciones poco éticas las tesis de la liberación animal, sin admitir las consecuencias sociales y prácticas que esto encierra para humanos taurinos y animalistas, e incluso para los toros.


    Permítanme explicar lo anterior: en Bogotá, el alcalde de la ciudad prohibió los espectáculos taurinos blandiendo la defensa de los animales, aunque no tocase otros usos como zoonosis o las peleas de gallos. Desconociendo además una reciente sentencia de la Corte Constitucional, el alcalde se ha hecho el de la vista gorda, mostrando una aparentemente honesta preocupación por los seres sintientes. Sin embargo, no es un vegetariano, no lucha contra las peleas de gallos ni erradica zoonosis, porque las tesis de la defensa animal en realidad son la capa pública, susceptible a ser mediática y por ello superficial pero valiosa en la carrera política. En realidad hablamos de un odio intestino del alcalde para con la clase ganadera, hábilmente aprovechado por los gurús locales del animalismo, quienes también resultan ser unos vividores de la lucha animalista, tan denunciados por Gary Francione. ¿Y no es lícito, si lo que se consiguió fue que se dejaran de matar toros? Podría reponerse, y sin embargo, sigue desconociendo las particularidades: la abolición en Bogotá no es la evitación de la muerte del toro, pues resulta que alrededor de la ciudad la oferta de espectáculos taurinos en recintos más pequeños se ha multiplicado para satisfacer la demanda que dejó vacía la Santamaría, cosa que además, aprovechando las circunstancias, ha generado que ferias menores como las de Duitama quiera captar público capitalino, ofreciendo más corridas y de mejor calidad. Entonces, antes que evitar la muerte de toros, la abolición políticamente conseguida resultó en la multiplicación de espectáculos taurinos en la periferia de Bogotá y cercanías de Cundinamarca: más toros muertos.



    Lo mismo sucede en Catalunya: el público muta a Francia y Valencia y zonas cercanas, en la medida de sus posibilidades, con lo que la abolición solo logra excluir a los taurinos más humildes, pero en realidad incide en la multiplicación de espectáculos taurinos en otros lugares, que no teniendo el mismo aforo que una plaza de primera, deben hacer más corridas para satisfacer un mercado que ya existe, y tiene demandas cuantiosas. La abolición no sirve entonces sino para catapultar el capital político y económico del gurú animalista, eso en lo práctico, porque en el terreno ético contribuye a los odios sociales y culturales de los taurinos y antitaurinos de aquellas zonas donde el fuego es avivado de manera irresponsable, decantando entonces por una separación social donde perderá el toro y el taurino de conseguirse la abolición, y en indiferencia de ella (si hay o no una abolición) la sociedad en general, pues no puede considerarse el odio social y cultural como un avance.


    Si es que es lícito, la única manera de conseguir una abolición efectiva, ética y sustentable para la historia en los términos antitaurinos, es la implantación de la ética animalista en toda la sociedad, pues con el consumo de carne, los zoológicos y las mascotas, también tendrán que desaparecer las corridas. Sin embargo, la abolición política opera al revés, entre otras cosas porque es más fácil: abolir primero los toros, con todo y que esto tiene una implícita legitimización de otros usos animales: las personas que siendo carnívoras contribuyen a una abolición mediante su apoyo político y social, en cuanto consiguen el fin de la corrida, dejan el tema animal a un lado, pues los veganos nunca les han exigido que para ser antitaurinos, antes tienen que ser precisamente veganos; el antitaurino carnívoro cree entonces que la ingesta de carne es legítima: si los defensores de los derechos de los animales que se agitan en los televisores, noticieros y corporaciones políticas, no lo hacen al mismo tiempo por los toros del matadero, ¿no se supone entonces que comer carne es algo correcto, porque ni siquiera los animalistas lo atacan como sí lo hacen con la tauromaquia?


    Por ello, naturalmente no pueden sino surgir esperpentos como el de Catalunya: una ley que prohíbe los toros aduciendo maltrato animal, pero que al mismo tiempo blinda los festejos populares que no son españoles sino catalanes, donde el animal también es maltratado. El mismo mecanismo ocurre con otros tipos de maltrato, como la ingesta de carne, que se ve legitimada como opción legal cuando se declara al toreo ilegal. Por ello, los países americanos donde antes hubo abolición de corridas de toros, por ejemplo, Argentina, ahora son grandes productores de carne, y de gurús animalistas.


    Por ello, me inclino a concluir que la abolición política es una inconveniencia para los 3 factores: taurinos, animalistas antitaurinos y toros, y a causa de ello, también es inconveniente por una sociedad que legitima además la segregación y persecución a las minorías con fines políticos.


    Por desgracia, es difícil que dentro del movimiento animalista alguien tenga la capacidad de aceptar que el rentable negocio de la antitauromaquia es nocivo hasta para el animalismo, pues confunden el tener visibilidad mediática con tener avances reales en la erradicación del maltrato animal.


    Para finalizar, considero que el signo auténtico de “lo-español” precisamente responde a una naturaleza multicultural, y eso también se manifiesta en el toreo, que es un sincretismo enriquecido por factores de toda España, e incluso de toda América, según los hallazgos etnológicos recientes en esta materia. Por eso, los catalanes separatistas yerran de manera lamentable al confundir el toreo como un signo centralista, cuando en realidad representan la grandeza de toda la cultura occidental. El debate de los toros es antropológico en primera medida, y ético en una medida menor, habida cuenta de que los programas éticos animalistas ni siquiera están definitivamente formulados. Pero el error garrafal está en consentir que el debate de los toros es político. Por eso, así como las aboliciones de Catalunya, Bogotá o San Sebastián realmente no ejemplifican la implantación de un modelo animalista, lo que suceda en La Coruña no afectará a nadie más que a los mismos toros de lidia, con la misma paradoja de quien cree que lo eminentemente español es el Barcelona F.C., o la tauromaquia. La abolición política no conviene a nadie, pues en últimas lo que reside a la estructura de la abolición es la reivindicación de un discurso de odio social con incidencias de afectación en taurinos pobres, animalistas honestos y toros de lidia, lo que no es ético. No conviene a nadie, salvo a Anselmi.





    Pious dio el Víctor.

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