Dicen que sobre gustos no hay nada escrito y que para gustos, los colores. Por eso mismo no voy a censurar a nadie que no le guste la tauromaquia, ni voy a dar carnets de mayor o menor hispanidad por eso. Pero eso es una cosa y otra la pretenciosa sensiblería (que no sensibilidad) animalista a la que se acogen tirios y troyanos con una suerte de superioridad moral que no se creen ni ellos. Y "curiosamente", esa sensiblería jamás se dio en zonas rurales que están en pleno contacto con la naturaleza, sino en zonas urbanas y por gente burguesa o aburguesada que no conoce el mundo de la tauromaquia por dentro y no habla más que de superficialidades, pretendiendo que los que gustamos de la tauromaquia somos unos sádicos. "Es ver desangrarse un animal"... Coño, ya puestos, un pintor no vale nada porque es coger un lienzo y dar tres trazos; o un escultor lo que hace es poner piedras, y así todo.
Por cierto que esa sensiblería no parece tal cuando se trata de comer hamburguesas y etcétera.
Y si siguiéramos la lógica animalista, al final no podríamos ser ni veganos, con eso del sufrimiento.
Que la carne del toro bravo se aprovecha para la gastronomía y la guarnicionería es algo obvio. Pero es que el tema no va por ahí. En la inmensa mayoría de los casos, el odio a la tauromaquia, aparte de ignorar lo que ese mundo hace al bien ecológico, es de una suerte de despotismo ilustrado del que se piensa superior sobre una masa bárbara. La misma actitud que muchos regeneracionistas y noventayochistas en su día, así como muchos pseudointelectuales de nuestro tiempo. Y no saben que siempre que se ha atacado a la tauromaquia desde arriba, lo único que han provocado es que haya más entusiasmo, como tímidamente están provocando ahora. En el fondo yo les estoy agradecido, pues sin ellos, jamás hubiera descubierto ese fascinante mundo artístico, natural y totémico, que para mí encarna a la perfección Morante de La Puebla, por ejemplo.
En fin, que estoy muy escéptico a la vejez y no me creo las sensiblerías, y menos viniendo de quien viene. Aquí hay "algo más" y es fácilmente identificable. No sé qué futuro le augurará a la tauromaquia pero no soy nada optimista, y muchas veces, más pesimismo tengo con los taurinos (con lo mal que defienden y lo poco que se movilizan, salvo honrosas excepciones) que con los antitaurinos. Pero sin duda, me alegro de haberla conocido.
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Fuente:
https://www.facebook.com/permalink.p...13868212144988
Ni siquiera a aquellos ajenos al gusto de los toros hay algo de la tauromaquia que no le puede ser indiferente.
A mí, en particular, hay un tipo que no deja de maravillarme y representa una personalidad muy positiva desde el punto de vista de la Hispanidad, lo haga consciente o inconscientemente.
Me refiero al diestro José Tomás, un personaje que impresiona, alguien contemporáneo pero con un perfil que tiene mucho del hidalgo espannol de otros tiempos.
Se da la circunstancia de ser un tipo apreciado en México al tiempo que él ha establecido un estrecho vínculo con aquella tierra, como otro tipo de espannoles de geni especial (me acuerdo ahora de gente del mundo de la canción que también han conectado con el alma mexicana, que también es alma hispánica).
Pero lo del matador es algo que raya lo legendario.
Qué os parece?
El Toro de La Vega fue prohibido por Franco apesar de las protestas desde el sector de llamada izquierda en España ( socialistas y comunistas ) en la época. Como curiosidad también en la época del Régimen de Franco las famosas ¨ Reválidas ¨ en el ámbito educativo fueron eliminadas de la Enseñanza.
https://youtu.be/y8QD6IYaZZQ
LA TAUROMAQUIA COMO CULTO
Escribe: Antonio Moreno Ruiz.- Dice Fernando Sánchez Dragó (1) -que además de escritor es licenciado en filología románica- que la tauromaquia es lo único que queda en pie del mundo antiguo, algo equiparable a la edad de los titanes, a la “Eneida” de Virgilio, y que en el sur de Francia, España e Hispanoamérica ha sobrevivido el rito más antiguo de la tierra, ya descrito por Platón en el “Critias” y en el “Timeo”. El filósofo griego, discípulo de Solón, si bien no desveló del todo el hermetismo iniciático que había escuchado sobre la Atlántida, sí dejó escrito que los doce reyes de la confederación atlante se reunían una vez al año, y que para celebrar tal acontecimiento, todo el pueblo se congregaba en un teatro circular presidido por los mentados monarcas y en el centro, un individuo armado con un trapo y un instrumento de hierro, daba muerte a un toro.
En muchos pueblos de la Antigüedad, las respectivas/primitivas religiones tenían al toro como un icono de fuerza y fertilidad, entre otras muchas características. Empero, sólo en el mundo ibérico y en sus influjos es que se ha conservado este “sacramento antiguo” que dice Sánchez Dragó, donde se para, se templa, se manda, se liga y se carga la suerte como máximos símbolos vitales.
La estética del toreo en verdad es “metaestética”: Es algo que va más allá: Es una ceremonia. En ello convergía el filósofo Gustavo Bueno (2), defendiendo que la fiesta de los toros, si bien no es algo ininterrumpido desde el amanecer de los tiempos, sí que encierra, aun en su evolución, un halo de ceremonia de religiones primarias, con una relación “especial” entre el hombre y el toro, pues el toro no se ve como un mero depósito de proteínas, sino que está dotado de una luminosidad que va más allá de la bravura física, puesto que reproduce una situación simbólicamente similar a los toros que están dibujados ya en las pinturas rupestres, y que también tuvieron su culto en Creta. No es una “mera caza”, sino una relación de respeto y de intención, que se ha ido transformando y que ya constituye todo un acto cultural.
Gustavo Bueno defendía que lo esencial de la tauromaquia no es el dolor del animal. Ni los aficionados a la fiesta van para disfrutar de un destrozo. Eso es pura demagogia. El animal es tratado, desde luego, con mucho más respeto y cuidado que los que acaban en el matadero.
Atribuir “tortura” o “barbarie”, decía el nombrado filósofo español, es una reacción ridícula de gente que no quiere ver la realidad, de una falsa sensibilidad que no quiere ver de frente ni la vida ni la muerte. Y lo interesante es que D. Gustavo no daba por válidos los argumentos “materiales” sobre los toros: Es decir, “hay que mantener los toros porque dan trabajo/dinero”; la validez de la tauromaquia está precisamente en su especificidad como arte, en su modo genuinamente hispánico de no huir ante la realidad. Como decía el poeta Gabriel Celaya, “soy un ibero, y si embiste la muerte, yo la toreo”. Y como insistía otro filósofo también, José Ortega y Gasset, la historia de los toros está íntimamente ligada a la historia de España.
Con todo, para remachar este ideal de culto taurino, acudimos al jurista Francisco Elías de Tejada (3), quien vio el mundo religioso que conlleva la tauromaquia especialmente en Andalucía, esto es, el sur de la Península Ibérica, donde existiría lo que él llamaba “la religión del dios toro:
“…Habido cargo de tan cálidos elogios, no es de extrañar que Platón colocara la utópica ensoñación de la Atlántida en las bocas del río que a Occidente riega los pastizales del culto totémico andaluz del toro. Porque, a mi manera de ver, ahí radica la explicación de esa devoción del andaluz hacia las peleas con la fiera astada, de esa predisposición especial que hace del sevillano, del cordobés o del rondeño un algo torero siempre, aunque se gane luego la vida en los prosaicos menesteres de curar enfermos, vender tejidos o arar la tierra. Así como cabe ser torero sin ser andaluz, no se concibe a un andaluz que no sea un poco torero…
…El apego a las corridas de toros y el clamor colectivo que levantan son cosas típicas de Andalucía, que únicamente por moda imitadora han arraigado, con más o menos fuerza, en otras partes, sin que en ninguna cobren el valor auténtico que a orillas del Guadalquivir poseen desde hace miles de años. Y es que, a mi ver, las corridas de toros son en Andalucía un acto religioso, el acto supremo de la religiosidad andaluza. Las gentes de allá ven encarnada en el toro toda la potencia viril, brutalmente genesíaca, de la naturaleza. Así como el oso reina en las montañas del Norte o el león en los desiertos númidas, el toro es el señor absoluto de las tierras llanas de Andalucía vecinas a aquella perdida Tartessos cuyo estilo vital viene repitiéndose de siglo a siglo en lo andaluz, por debajo de todos los cambios exteriores y políticos. La admiración hacia el toro es admiración hacia la naturaleza; la lucha con el toro es la lucha con las fuerzas naturales, tan característica de los pueblos primitivos que en el relato bíblico hizo trocar a Jacob su nombre originario por el conocido de Israel; vencer al toro es domeñar a la naturaleza, y matarle con astucia y garbo, rindiendo su violencia descompuesta al artificio elegante de la mañosa capa del torero, en un alarde de color y de gracia, es representar a lo vivo la pantomima del triunfo no violento, alegre y pinturero, lleno de sal y de color, con que el andaluz de todos los tiempos supo aprovechar los dones que le ofrecía la tierra ubérrima en que vive. El toro, señor de la naturaleza andaluza, rendido al hombre valeroso que solo, individualmente, compite contra él sin otra arma que un trapo de colores tan vivos como el sol meridional, es el ánima misma de Andalucía hecha carne de luz en una tarde de entusiasmo, de gracia y de devoción.”
Para terminar, sobre el culto taurino que Elías de Tejada cristalizó en Andalucía, no olvidemos dos broches de oro para nuestra cuestión:
-El poeta Fernando Villalón, a quien el filósofo Manuel Fernández Espinosa llama “el tradicionalista de la Atlántida” (4).
-La Andalucía atlántica como preludio de las Españas Americanas, desde la llegada de la hueste de Colón, con los posteriores viajes andaluces, hasta el siglo XVIII. No por nada en Lima hay Acho, y tanto en los Andes peruanos como en Medellín de Colombia, así como en México, y todavía también en Ecuador y Venezuela, se vive la tauromaquia con tanto fervor o más que en la Península Ibérica; porque sigue siendo un culto, que asimismo, también se mantiene en Francia y Portugal como prolongación universal de la más remota y mítica antigüedad.
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NOTAS:
(1)Sobre Fernando Sánchez Dragó y los toros, véase:
https://www.youtube.com/watch?v=hbhwdnA5D8g&t=1s
(2)Sobre Gustavo Bueno, podemos recordar: GUSTAVO BUENO, GENIO Y FIGURA - La Abeja
(3)Texto completo extraído de “Las Españas”:
MUNDIVM: ANDALUCÍA EN LAS ESPAÑAS, SEGÚN D. FRANCISCO ELÍAS DE TEJADA
(4)Véase el texto:
RAIGAMBRE: FERNANDO VILLALÓN, EL TRADICIONALISTA DE LA ATLÁNTIDA
LA TAUROMAQUIA COMO CULTO - La Abeja
Una de las falacias animalistas es que en el toreo va a verse a un animal morir desangrado. No, eso pasa en los mataderos, así como pasaba cuando se hacía por ejemplo la matanza del cerdo. Pero en ese caso, más que por "diversión", era por aprovechamiento cárnico, pues como bien se dice, del cochino se aprovechan hasta los andares. En el caso del toreo, una faena no es algo lento, sino muy efímero, y hay varios avisos para ir rápidamente. Si es verdad que cuando no se mata de una estocada definitiva, puede parecer un poco desagradable, y ahí yo creo que se podría "reformar, y si no se acierta, pues sencillamente, se acabó y como premio para el toro se le indulta; indulto que por cierto, sucede más de lo que se piensa.
Pero lo dicho: Pura falacia. Al toro no le da tiempo a morirse desangrado y de él no se hace sangre frita, como se puede hacer de porcinos o bovinos.
No obstante reitero que en el fondo, estoy agradecido a los animalistas, pues sin sus mentiras, jamás me hubiera fijado en este apasionante mundo de la naturaleza ibérica. Los que de verdad aman y trabajan la tierra y mantienen a los animales en su hábitat, sin someterlos a pisos enanos ni a horarios humanos. El cerdo ibérico y el toro bravo son dos máximos ejemplos.
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Fuente:
https://es-la.facebook.com/permalink...13868212144988
En el día de la fecha, en el diario La Nación de Buenos Aires, se publicó una nota sobre la única actividad de tauromaquia que se desarrolla en Argentina, mas allá de la nota curiosa en sí, lo interesante es lo que opinan los foristas, destilando y exhalando su odio visceral hacia el arte de los toros y por supuesto contra España, dan asco y vergüenza.-
Saludos cordiales del otro lado de la mar océano.-
Celebración: en Jujuy, un pueblo resucita una vez por año con una fiesta de toros - 05.02.2017 - LA NACION
Celebración: en Jujuy, un pueblo resucita una vez por año con una fiesta de toros
En Casabindo viven apenas 165 personas, pero llegan más de 3000 al toreo de la vincha, donde no se mata al toro; una tradición que lucha para no desaparecer
Gabriel Plaza
LA NACION
DOMINGO 05 DE FEBRERO DE 2017
CASABINDO, JUJUY.- César Ventura todavía recuerda cuando su sobrino Italo se metía a la plaza a jugar con unos toros imaginarios. "Era una forma de querer ser el futuro. Todos nacimos con eso", asegura el torero retirado. Desde niños, el destino en Casabindo está marcado.
El pueblo jujeño se debate entre la fuerte identidad cultural que tienen como toreros y la migración natural que sufren por la búsqueda de trabajo. En Casabindo viven apenas 165 personas, según el último censo nacional de 2011. Pero los que emigraron por trabajo a otras zonas de Jujuy regresan, cada 15 de agosto, para ver a sus familias y formar parte de la fiesta patronal de la Virgen de Asunción. Los miles de turistas, en cambio, atraviesan la puna por un camino de ripio sinuoso, atraídos por el toreo de la vincha, la única fiesta taurina de la Argentina, que es la culminación de una ceremonia religiosa de tres días y que llega a reunir a 3000 personas.
En la celebración se mezclan las novenas a la Virgen, el desfile de imágenes y santos por las calles del pueblo, el baile ancestral de los samilantes vestidos de suris con cuartos de corderos y la corrida de toros. Todo ese sincretismo cultural emerge en el contexto de una festividad popular con comidas regionales, bebida y música. En las corridas no se mata a los toros, tienen su propio santo protector, San Marcos, y se los considera tan sagrados como las vacas en la India.
El pueblo puneño de unas pocas manzanas al final de la ruta interprovincial 11, parece una isla de tierra en el medio de la nada. Esa belleza minimalista del altiplano es magnética. Las casas ocres de adobe se confunden con el color terroso del paisaje semidesértico. La diminuta comarca parece una continuidad de esa planicie abierta y espaciosa tapizada de arbustos dorados y tolares.
Los árboles son un bien escaso y preciado, los únicos puntos de sombra en la plaza principal del pueblo. Dos chicos juegan sobre el lomo de un toro de yeso. Las hamacas y los toboganes están vacíos. Sólo se escucha el sonido del viento. En unas horas, la parsimonia silenciosa de este pueblo, ubicado en el extremo norte de la provincia de Jujuy, cercano a la frontera con Bolivia y a 1700 kilómetros de Buenos Aires, cambiará por completo.
Son las 11 de la mañana y las calles de Casabindo parecen una peatonal céntrica. Micros, autos, camionetas, motos, bicicletas y caballos, se apostan a la entrada del pueblo y a la vera de la ruta. El aire tranquilo del pueblo se transforma. Las escuelas y los galpones se vuelven hoteles y las casas se transforman en comedores, despensas familiares y paradores ocasionales. Hay una intensidad emocional que va creciendo con el correr de los días y la fiesta. Es un momento de reencuentro para varias familias. Los que se quedan en Casabindo esperan todo el año por el regreso de sus parientes. Los que vuelven para celebrar la asunción de la Virgen ya no se quieren ir, aunque la falta de trabajo los empuje a migrar nuevamente.
El sueño de volver
En Casabindo viven apenas 165 personas, pero llegan más de 3000 al toreo de la vincha, donde no se mata al toro; una tradición que lucha para no desaparecer. Foto: Santiago Filipuzzi y Fabián Marelli
Irma Cusi, hija de Cándido Cusi y Herminda a Gutiérrez, es nativa de Casabindo. Se recibió de profesora y sueña con volver a dar clases en la misma escuela donde cursó la primaria. "Yo emigré muy chiquita por razones de estudio -cuenta Irma-. Somos muchos los que nos fuimos a las ciudades a prestar servicios en otros lados, pero no nos olvidamos de nuestro pueblo".
Muchas casas quedan vacías y cerradas durante el año: "Está todo desierto, vacío y no hay nadie. Solamente los docentes y las familias se quedan acá", relata Guillermina Soledad Vega, directora de la Escuela Primaria N° 270 de Casabindo. En su escuela estudian 30 alumnos. Cuando los chicos terminen el secundario se mudarán a otras ciudades. La migración parece un destino sellado del casabindeño.
Eusebio Ciares, presidente de la comisión Pro Templo, es más optimista y dice que eso va cambiando de a poco. La expansión de la fiesta de la Virgen de Asunción y el Toreo de la Vincha a nivel internacional está generando más interés en la región. "Hay más actividades que se realizan todo el año y eso permite que la gente del pueblo no emigre de acá".
La celebración de la patrona del pueblo es un momento para recordarles a los funcionarios que Casabindo existe en el mapa de la provincia de Jujuy. Una vez al año, la fiesta atrae a los políticos: se inauguran galpones y se realizan mejoras en la escuela, aunque los baños no funcionan y el vivero que se utilizaba para cosechar las verduras para el comedor se vino abajo y no fue reparado.
Eusebio Ciares, uno de los organizadores de la festividad, recibe al gobernador Gerardo Morales en la plaza de toros y le entrega, delante de todo el pueblo, un proyecto para hacer un museo. "No pedimos mucho", dirá después Eusebio, mientras toma un vino sodeado, en un breve descanso en el salón multiusos que acaban de estrenar para la fiesta y donde se le sirve la comida de forma gratuita a los peregrinos que llegan de todo el departamento de Cochinoca.
El torero busca sacar una vincha que el toro lleva en las astas. Foto: Santiago Filipuzzi y Fabián Marelli
El museo sería un impulso turístico para la zona y una forma de proteger la historia y la riqueza patrimonial de la región. En este territorio anduvieron hace 12.000 años los primeros habitantes que vivían del pastoreo de llamas, economía principal del pueblo. En esta región sufrida se desarrolló la Batalla de Quera, uno de los primeros levantamientos campesinos por las tierras comunales, que terminó con 200 indígenas muertos.
El pueblo es también famoso por la iglesia construida en 1772, considerada la catedral de la Puna por su patrimonio arquitectónico y las pinturas de ángeles arcabuceros de la escuela cuzqueña. Fue frente a la iglesia donde el joven Pantaleón de la Cruz Tabarca se sublevó frente a los españoles y se enfrentó a los toros al grito de libertad, iniciando una tradición que sigue hasta el presente. "Venían los españoles y se hacían dueños de toda la riqueza y ahí saltó el indio que no hacía caso y era tan valiente que decidieron meterlo entre los toros", recuerda Nelson Vásquez y repite la leyenda que le enseñó su abuelo Darío Vásquez, el primero que bajó los toros a Casabindo en 1940.
Los toreros repiten la ceremonia como un homenaje a sus ancestros. Piden protección a la Virgen y salen a la plaza para sacarle al toro la vincha con monedas de plata que lleva entre las astas. La ceremonia del toreo de la vincha alimenta uno de los rasgos de identidad cultural más fuerte que tiene Casabindo. "Nuestros abuelos nos han legado estas tradiciones y nosotros tenemos que continuar con esto", asume con simpleza Ciares.
La celebración del toreo de la vincha, no es sólo una tradición, sino uno de los atractivos turísticos más fuertes del calendario puneño. A su alrededor se mueve una efímera y pequeña economía regional. Durante tres días, puesteros de la Puna y la Quebrada montan carpas de comida y venta de artesanías; los lugareños alquilan camas en sus casas; y se crean improvisados remises, combis y micros especiales, desde distintos puntos de la provincia, que traen a los visitantes.
La fiesta de la Virgen de la Asunción y el toreo de la vincha crece, aunque la infraestructura del pueblo va quedando más chica. Se siente la falta de agua corriente, porque las cisternas no dan abasto. La pavimentación de la ruta que comunica a Casabindo con Abrapampa se hace indispensable por el flujo de autos: durante la última celebración hubo dos accidentes graves.
Casabindo está organizado en un comité vecinal, un comité aborigen, dos escuelas (una primaria y otra secundaria), un club de fútbol, una sala de primeros auxilios y una comisaría, pero los lugareños reclaman hace tiempo una comisión municipal para tomar sus propias decisiones. Los presupuestos dependen absolutamente del municipio de Abrapampa, la ciudad cabecera de la Puna a 56 kilómetros de distancia, llamada la "Siberia argentina".
Foto: LA NACION"Si alguien se quiere casar se tiene que ir a Abrapampa, por eso somos todos solteros", dice con picardía Vicenta Ventura, mientras pica unas verduras y vigila con el rabillo del ojo, las tres ollas donde se cocinan las 150 raciones de comida para los peregrinos que llegan de localidades como Tusaquillas o Abralaite.
La fiesta de la Virgen milagrosa, como le dicen en el pueblo, podría traer mejores condiciones de vida a Casabindo y detener la migración. Al pueblo regresan los toreros casabindeños que durante el año trabajan en las minas El Aguilar y Pirquitas; en las Salinas Grandes; o son albañiles, changarines o empleados públicos en Abrapampa.
Durante la fiesta patronal el punto de reunión de los toreros es un comedor popular levantado en el patio de una casa de adobe de la familia Cusi. Son cuatro postes, unos laterales de chapa y un techo de plástico azul que cuando se levanta por el viento deja ver el cielo turquesa. En una esquina, como los boxeadores que esperan el sonido de la campana, están sentados un grupo de toreros veteranos. Los Colqui y los Ventura promedian los 40 años. La vida del torero es corta, como la de un futbolista de alta competición. "Pasan diez años y ya vienen otros", cuenta Facundo Colqui.
Suena un reggaetón de fondo. Los tragos, la hojas de coca, acompañan los relatos de viejas hazañas de los primeros toreros -Néstor Ciares, Onorato Solano, Canuto Vásquez, el quenero- que empezaron esta tradición. Rolando Colqui tiene 37 años y es chofer de larga distancia de El Quiaqueño. A los doce años salió de la primaria del pueblo y se fue a buscar trabajo. Emigró como muchos y ahora está de vuelta para la fiesta con su hija en brazos.
La transmisión cultural resiste al paso del tiempo. En Casabindo, torear es una forma que su nombre quede inscripto en la memoria oral del pueblo. "¿Sabés como nace un torero legítimo de Casabindo? Nace por su propia voluntad y su propio esfuerzo. Acá no hay práctica, no hay teoría, no hay táctica. Vale mucho la devoción a la Virgen", afirma César Américo Ventura, que entró a la plaza de toros a los 14 años, se retiró en 2003, y ahora con su hermano Ricardo comparte la animación del evento del toreo de la vincha.
Todos los hombres del pueblo saben que en algún momento de sus vidas deberán enfrentar al toro en la celebración de la Virgen de la Asunción. Para algunos es una prueba de fe, para otros una manera de demostrar su valentía frente a los toros más bravos. El suri, era una bestia negra de más de 300 kilos que erizaba los pelos a los toreros más templados de la región. El toro murió de viejo.
Son las tres de la tarde y el público se entusiasma cuando ve cómo un toro revolea por el aire a un torero inexperto llegado de la capital jujeña. Los murallones de la plaza, los techos de las casas vecinas, los cerros cercanos están poblados de observadores que quieren ver a los toreros jugarse la vida: Ricardo Ventura, que es el locutor oficial de la fiesta del toreo, todavía tiene la cicatriz de un asta que le atravesó el brazo de lado a lado.
Los animales -toros, novillos y vacas- que esperan su turno en los corrales parecen inofensivos. Cuando entran a la plaza se vuelven bravos y vengativos, azuzados por el grito de la gente, las bombas de estruendo y alterados por el constante sonido de las bandas de sikuris que tocan en veneración a la Virgen. Las vacas pisotean, pegan un brinco y se van. El toro, en cambio, hasta que no ve sangre no para. "Si le sacás la vincha es como sacarle los huevos. Por eso, cuando alguien quiere anotarse le digo que lo piense bien. No es cualquier cosa. Si el toro te clava el asta, chau", advierte César Ventura, que pertenece a una familia de toreros.
El toreo se aprende de chico jugando, observando a los mayores, y la decisión va madurando con el tiempo, en una combinación de fe y valentía, que forma parte de la vida cotidiana en la comunidad.
"Mis dos hermanos son toreros. Mi marido Demetrio Gutiérrez, que falleció hace cinco años, también fue torero. Mi hijito de ocho años quiere ser torero. Hasta mi nietito torea con los corderitos. Va a seguir pasando. Alegría y emoción me da la cultura que tenemos. Pienso que el día que nosotros nos vayamos yendo, ellos van a seguir con esto", cuenta Vicenta, que reside en el pueblo todo el año y que sabe que tendrá que mandar a dos de sus cuatro hijos a estudiar más lejos.
Con 23 años, Italo Ventura pertenece a esa nueva generación de toreros jóvenes enraizados en su cultura que quieren volver a Casabindo. Por su cabeza pasan todas las lecciones aprendidas de sus mayores: tener el toro a muy corta distancia, mirarlo siempre a los ojos y cuidarse de los amagues. Con un movimiento ágil, casi imperceptible, le arrebata la vincha y se la dedica a la Virgen. Es un breve momento de gloria, que le da paso a la nostalgia. Italo sabe que la fiesta terminará en unas horas y deberá irse de Casabindo. Es uno de los momentos más tristes del día, cuando todos dejan el pueblo. "Acá todos somos iguales, todos nos conocemos, no hay diferencias. Por eso quiero volver a vivir acá". Para él y muchos jóvenes, Casabindo, es el futuro. Es el único lugar, donde sabe, no olvidarán su nombre.
143 comentarios
alesmiguens17:58 05/02/2017
Gobernador @GerardoMorales, por favor PROHÍBA esta ABERRACIÓN en su Provincia !!!!!!!
M1A1Abrams17:39 05/02/2017
por no aceptar la cultura, siguen en la edad de piedra
miles_john17:40 05/02/2017
@M1A1Abrams che abrams de que cultura me hablás de la que nos enseña a programar a diagramar a criticar.
Es verdad estos pobres no tiernen esa cultura pero a vos y a muchos los dan vueltas como una media.
miles_john17:38 05/02/2017
me alegra darme cuenta que la mayoría de los comentarios son hechos por extranjeros que aprueban las practicas de sus paises de origen, generalmente mas vistosas y violentas, y que pueden ser vistas por youtube o netflix, pero que reniegan del país que los soporta con estoicidad y los alberga en cuanta fiesta vecinal o popular destinada a mantener un par de costumbres del "subdesarrollo"
El día que estas fiestas desaparezcan, y se lleven todas sus costumbres ancestrales, los quiero ver a los que critican cómo se divierten sin internet, celulares y TV.
Un abrazo.
M1A1Abrams17:40 05/02/2017
@miles_john poco ancestral no tiene mas de 220 a 230 años
miles_john17:41 05/02/2017
@M1A1Abrams @miles_john a bueno el cariño es mutuo
Fer6977717:33 05/02/2017
novenas, bailes, disfraces, cantos, toros, sangre, bebidas, mùsica, bombas de estruendo para asustar y poner violentos a los animales, carpas con comidas y artesanias, y la pobre Virgen. Tal vez no estén captando el verdadero sentido de algunas cosas.
Me ruecuerda a Jesus triste por los mercaderes en el templo.
nacho_19616:18 05/02/2017
Simios.
a_paliszkiewicz16:11 05/02/2017
La barbarie de la 'madre patria' se instaló en nuestro país ?.
papaleta16:11 05/02/2017
@a_paliszkiewicz Lea la nota...
sofia12345678915:49 05/02/2017
Qué se diviertan de otra manera, no a costa de un animal, evolución..
cucarachita16:01 05/02/2017
@sofia123456789 Te puedo asegurar que cualquier habitante del norte del país tiene una relación de amor y respeto con la tierra y la naturaleza mucho mayor que cualquier "activista" de Greenpeace.
cucarachita15:31 05/02/2017
Por menos notas de Lali Exposito y más de estas.
Por más medidas del Estado para que ésta gente, tan arraigada a la tierra,no tenga que emigrar forzosamente.
Se vienen los inigualables carnavales del norte, esperemos que le dediquen un espacio también.
frucci615:15 05/02/2017
Que bueno que se le de lugar en el diario a las tradiciones nacionales......estan faltando mas de estas notas! Le estamos dando la espada a las tradiciones argentinas y preguntamos por que la sociedad esta mal........Muy linda fiesta!!!! Hay que viajar mas por el interior argentino y conocer el país!
perelloncampoy14:48 05/02/2017
Sin sangre y sin muerte la cosa no tiene gracia, la gracia que tiene la muerte y la vida pero supongo que eso es demasiado profundo para gente que se ha quedado en los primeras lecciones.
pelicanof15:28 05/02/2017
@perelloncampoy entonces MATATE así tiene gracia. que ignorante sos.
a_paliszkiewicz16:14 05/02/2017
@pelicanof @perelloncampoy Cuidado, este ignorante no es el único, un 23% mas de la población disfruta de ver sangre ajena volando por el aire, los de la cámpora por ejemplo.
Vers
Hola estimados Coforistas. En el día de la fecha en el mismo diario del cual subí el artículo precedente, La Nación on line. apareció al respecto un especial interactivo titulado: "El pacto con la Virgen de un torero jujeño". A mi humilde entender está muy bien realizado y lo mejor que no hay agresión a la tauromaquia alguna ni hay opiniones, por lo que se evitan rebuznos varios, les dejo el sito en lka red donde acceder y espero les guste.
Saludos cordiales desde el viejo Virreynato del Río de la Plata.-
El Toreo de la Vincha. El pacto de Ricardo con la Virgen - 03.02.2017 - LA NACION
Una defensa de España Origen europeo, liberal y antiespañol de las corridas de toros
A la memoria de Fernando VillalónINuevos Sansones entre filisteosEn todo el mundo –y aun dentro de la misma España– hay ideas muy confusas sobre las corridas de toros.
los viejos toros de la Iberia vieja
en los nuevos torneos
su antiguo Dios sin compasión los deja.
F.V.
Suele afirmarse que las corridas de toros son una fiesta bárbara, cruel, digna de los árabes e indigna de los buenos europeos. Una fiesta sólo posible en un pueblo como el español. Sanguinario en la conquista de América e inquisitorial con sus herejes y librepensadores.
Fiesta en la que se asesina impunemente a pobres caballos indefensos. En que se martiriza al toro. En que se expone gravemente la vida de algunos hombres. En que el pueblo espectador se enardece y grita como embriagado.
El divino toro ibérico
Quien más censuras y reproches han hecho a la fiesta de la corrida de toros fué –naturalmente– esa Europa moderna, nórdica y anglosajona, que envía sus turistas, todas las primaveras –turistas que se desmayan–, a nuestras plazas españolas de toros.
Hora es ya de poner punto, en su punto, a esos turistas, a sus desmayos y a sus imprecaciones, poniendo ante todo en el suyo –al histórico, el exacto– a las propias corridas de toros.
II¡Oh, padre Gerión! De la grandezaHasta hace pocos años, yo había ido consiguiendo refrenar –al llegar la primavera española– una voluptuosidad obsesionante que me ascendía por las entrañas con más apetito que un apetito sexual.
último resto y muestra valerosa
de Tartessos los toros son ardiente;
y cabe la corriente
del viejo Betis su real nobleza
guardada fué entre paños recamados
en oro de los siglos y cuidados
F.V.
La creía esa voluptuosidad una de infancia, retardada en mi ser, como un poso instintivo al que todas mis presiones intelectuales posteriores habían inútilmente intentado purgar.
Me aparecía inexorablemente tal líbido, se hacía esta confluencia estacional del año español en que ahora estamos: cuando la Semana Santa, el primer sol fuerte y las primeras corridas de toros llenan el aire nuestro de un temblor como trágico.
A fuerza de rechazar ese ansia vaga –pero bárbara y hermosa– a las alcantarillas de mi ser, obtuve lo que se obtiene de todo frenazo: un desviamiento, una perversión. O –hablando idealmente– una pedantería.
Me refiero con estas elipses a la querencia primaveral «de ir a los toros», de ir de «sangre y fiesta», que omniprimaveralmente me sacude los nervios sin apenas poder remediarlo. Y que yo juzgaba –hasta hace poco– como un residuo infantil y primitivo de mi vida; como una sobrevivencia pueril, obscura y remota, que debía dominar. Una neurosis que debía curarme.
Para curarme esta neurosis acudí a todas las violencias mentales y pedagógicas que prescribían los más famosos europeizantes de España, los mejores anglosajonistas de nuestra vida. Esto es: a considerarme bárbaro, incivil, cruel, atrasado, moro, y tal.
Pero ya digo: lo único que conseguí fué tal crisis aguda de pedantería, que me tuvo al borde mismo de la sandez; en peligro inminente de desmedularme y de descastarme para siempre.
Afortunadamente, una inmersión de aquel instinto mío en una coyuntura ocasional de toros, me sanó de repente y me devolvió la salud. Haciéndome ver claro que lo que yo intentaba era estrangular un signo prócer de mi casta: la afición táurica. Y que aquello que yo estimaba como líbido infantil y pecaminosa era nada menos que un egregio cordón umbilical tendido entre mi alma y las almas antiguas y aristocráticas del mundo (pongamos la de Teseo, por ejemplo, el matador de Maratón). Lazo umbilical que una tradición piadosa y espléndida me había conservado selectamente, para mi casta, diferenciándola así de otras castas auténticamente bárbaras, modernas, humanitaristas y pedantes.
III¡Oh, padre Gerión, que no vasallosEsta liberación mía de la neurosis taurina es una liberación que corresponde, en rigor, a los mejores espíritus de mi generación española, a esta de la postguerra, que, al interesarse decidida, poética y afirmativamente por los toros, superó el «europeísmo» de generaciones anteriores, aisladas de presiones neurósicas, frenadas por la pedantería de otras culturas, y que consideraban, por lo menos, como una indecencia la lidia de toros bravos en los redondeles de España y de Hispanoamérica.
seamos de los hombres, y caballos!
F.V.
(De la generación del 98 –taurófoba– no quedaron más que dos signos disparatados: Zuluaga y Eugenio Noel.)
La generación de 1915 logró una concesión: la de Ramón Pérez de Ayala. Y una sedicente simpatía de José Ortega y Gasset.
El siglo XIX y los toros:
bestias, plebe, sangre
Pero hay que llegar al Torero Caracho de Ramón Gómez de la Serna para encontrar el camino franco y poético a la poesía y la franqueza que habría de hacer esa magnífica cuadrilla lírica de un Alberti, un Lorca, un Gerardo Diego, un Pepe Bergamín, un Fernando Villalón, un Pedro Salinas, un Dámaso Alonso...
Estos poetas jóvenes, que oyeron una misa por el alma de Goya, cierto día escandaloso, nutrieron compañías y amistades toreras –con toda sencillez y distinción–, haciendo lanzarse a la literatura, como espontáneo al ruedo, a todo un matador como Sánchez Mejías. (Faena que ya la generación anterior inició tímidamente con Juan Belmonte, sin conseguir de él más que una viva afición por la lectura.)
Tras una racha de generaciones intelectuales antitaurinas, nos encontramos de pronto –en España– una agrupación de liberados de esa neurosis, que se daba a la afición y al goce y al festival del toro con toda la plenitud e inteligencia del que recobra un equilibrio divino: el de su casta histórica.
Pertinente yo a este grupo nuevo, habiendo ya consagrado en un libro mi esfuerzo y comentario, quiero hoy insistir –aún– para aclarar en estos días de primavera y de turistas (de extranjeros en España), lo que significan –exactamente– las corridas de toros.
IV¡Toros de Atlante¡No esperes, bárbaro turista, que te desmayes en nuestras corridas de toros, que toda mi anterior prefación haya sido un preludio para exaltar ahora con cierta impunidad retórica la corrida de toros,como fiesta digna, patriótica y auténtica de España!
a los oficios viles
los siempre gladiadores, condenados,
y a morir entre tropas y atabales,
ante los desgastados
pueblos agonizantes y brutales!
F.V.
¡Todo lo contrario, todo lo contrario!
Bárbaro turista, escucha bien (te llamo bárbaro porque todo turismo es barbarie), escucha bien:
Yo acepto que las corridas de toros tienen una modalidad brutal, repugnante, plebeya, soez, intolerable.
Yo protesto con más energía que tú, con más coraje que tú, bárbaro turista, contra el sacrificio triste y ridículo de caballos famélicos e inservibles.
Yo me indigno, con indignación pura, testicular, superior a la tuya, lacrimosa de bárbaro sentimental, contra el mucho martirio innecesario que se hace al nobilísimo toro en las corridas.
Ahora bien: Si yo acepto el plebeyismo, la crueldad, la estupidez y la vileza en las corridas de toros, es con una condición imprescindible: la de que tú me reconozcas y aceptes, bárbaro turista, de que esa parte vulgar y soez de las corridas de toros no es española. Sino europea. Archieuropea. Tuya.
Escucha bien:
Las corridas de toros deben su aplebeyamiento actual a la Europa moderna, a esa de la Reforma, a la de los Derechos del Hombre, a la Revolución francesa, a la burguesía liberal del siglo XIX; es decir, a ti, bárbaro turista.
Las corridas de toros no eran en España una fiesta «nacional y romántica» hasta el siglo XIX. Hasta que la nobleza caballeresca fué desposeída por la burguesía, gracias al movimiento de la Francia napoleónica y de la Inglaterra liberal. Hasta esa época, la fiesta de toros constituyó en España un deporte noble, de caballeros, ligado a un culto popular y milenario, casi divino, por el toro: animal sagrado en la mitología ibérica, mediterránea, antigua.
La suerte –suerte bellaca y vil– del picador, del «nuevo caballero»
El caballero toreaba a caballo, ayudado por criados y servidores, ante damas ilustres, ante los monarcas. La fiesta de lancear toros era en la España heroica del seiscientos un sucedáneo viril de la guerra. (Ya lo vió Goya. ¡Goya, vértice de España, entre dos mundos, el noble y el liberal!) Ahora bien: la Revolución francesa derrocó al caballero y lo bajó del caballo, poniendo en su lugar al criado, a la chusma plebeya, cruel, que antes permanecía disciplinada en segundo término. Ese fué el origen histórico del repugnante «picador». El cual, en su odio al caballo como animal aristocrático, no vaciló en entregarle indefenso a las astas del toro.
Del mismo modo se origina el «torero» profesional, especie hispánica que no existió hasta la España moderna. Este «torero» no pudo evitar la parte vil y brutal que le daba la clase social ineducada, violenta, antiintelectual.
Las corridas de toros cristalizan en España como espectáculo nacional al mismo compás que el sistema parlamentario. (Raro era el diputado que no llegaba tarde al Parlamento en día de toros por asistir a la corrida.)
No es, pues, a la España genuina, jerárquica, humana y heroica del seiscientos a la que hay que culpar de la barbarie de las corridas, sino a la España europeizante, burguesa y mixtificada del siglo XIX. No a la cruel España, sino a la Europa humanitaria. A Francia, a los anglosajones: esa Europa que nos envilece y luego nos insulta, a los españoles.
VNo a hombres viles, sí a dioses inmortalesSi las corridas de toros, a pesar de esa mancha soez y burguesa, antiespañola, se han salvado y se salvarán, es porque en la fiesta continúan jugando factores poéticos y míticos de una España eterna: la España que ve en el toro una divinidad, como la vió Grecia, Roma, el Mediterráneo.
nuestra vida en las aras herácreas
fueron, por nuestros males,
ofrendas hirvientes, rojas teas,
sino al rey Gerión, de Heracles fuerte,
cautivos entregamos nuestra suerte.
F.V.
Quiero repetir un elogio mío –ya hecho– del divino toro. «Vinculado a nosotros el toro, desde siempre, sacudidor egregio de los nervios ibéricos eternos, ¿podría sucumbir tan divino bruto? El toro, en el cielo antiguo, fue el dios más supremo, el dios fecundador por excelencia. No podía España –la España creadora del mito profundo de Don Juan–, renunciar a esa deidad genesíaca, a ese viejo símbolo indoeuropeo de la fuerza erótica, al ilustre animal mediterráneo, adorado por tanta raza morena.»
Creador el toro de nuestra fiesta más potente y fuerte –la más potente y fuerte del mundo actual–, hecha con sangre, muerte y sol, al gran estilo antiguo. Esa fiesta que «es un baño de juventud, de la más joven juventud vecina todavía de la animalidad» –como dijo Mauricio Barrès–. Si se salvan y se salvarán las fiestas de toros en España, es porque, en el fondo, constituyen todavía nuestro más alto mito, nuestro sacrificio religioso más profundo. El sacrificio del dios por mano de un sacerdote: el torero ante una concurrencia estremecida de fieles palpitantes. El toro es el mito trágico de España –como diría Nietzche–. Por eso ha llegado a sublimar hasta el cruel y vulgar de su fiesta. Por eso el torero adquiere a veces calidades heroicas, de alta estirpe humana –en su lucha con el toro.
* * *Los toros son el último refugio que resta a la España heroica, audaz, pagana y viril, ya a punto de ser asfixiada por una España humanitarista, socializante, semieuropea, híbrida, burguesa, pacifista y pedagógica. Los toros son el último reflejo del español que se jugó la vida en aventuras, que conquistó América, que invadió dominador la Europa del Renacimiento.
Ennoblecer de nuevo esta fiesta, extraer su esencia mítica, es la labor de los nuevos españoles, consuentes de un pasado y de un porvenir: orgullosos y leales de una gran tierra milenaria, como España.
Por eso avanzo yo hoy mi voz ante ti –bárbaro turista–, y te pido respeto, enérgicamente, para el culto de mi patria hacia el toro; animal divino, y, como divino, bravamente sacrificado.
E. Giménez Caballero
Ernesto Giménez Caballero / Origen europeo, liberal y antiespañol de las corridas de toros / 28 marzo 1931
«¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
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Viva La Fiesta Brava
domingo, 27 de agosto de 2017
“Mientras ellos, nos desean la muerte; Nosotros, les salvamos la vida”
¡Por fin pasó! Después de varios “asaltos al ruedo” y a toro muerto, los antitaurinos se animaron a entrar al albero cuando el animal se encontraba vivo, precisamente justo cuando el burel sale de toriles. Ocurrió en Carcassone , Francia, durante una novillada de Miura para los espadas Mario Palacios, Miguel Ángel Pacheco y Maxime Solera, ante un aforo de ¾ de entrada en los tendidos de la portátil plaza de toros.
Justo cuando el primer astado de la mítica ganadería española hizo su aparición en la arena una pareja de antitaurinos salto desde el graderío gritando y saltando para llamar la atención del público, lo que no se esperaban era que también captarían la del negro novillo que sin vacilación fue a por ellos en estrepitosa carrera. El astado le propinó fuerte voltereta al animalista, ante la cual los miembros de las cuadrillas actuantes corrieron en su auxilio, infructuoso en un principio, ya que el desaventurado hombre fue nuevamente “revolcado” por el bravo ejemplar. Después de que por fin los subalternos bregaran al astado, el pobre hombre salió de la plaza en manos de los propios toreros contra los que segundos antes estaba lanzando improperios e injurias. Fue trasladado hasta la enfermería de la plaza y de ahí al hospital local. Para suerte de él, las heridas sufridas no son graves y gracias a la oportuna acción de los hombres que tanto odia (los toreros) no hubo una vida perdida que lamentar.
De todo esto hay que resaltar algunas cosas, dado que la ironía se ha apoderado del momento, ya que mientras los animalistas, vejan, desean el mar y hasta agreden física y verbalmente a aficionados, ganaderos y toreros, hoy estos últimos le han salvado la vida a uno de esos “pacíficos” y “evolucionados” militantes. De no ser por las cuadrillas ayer ese animalista francés, muy probablemente, estaría siendo velado por sus familiares y amigos, tal cual paso hace unos años en los encierros de Coria en España, en donde una ilusa antitaurina decidió bajar al paso del toro para acariciarle y éste, como era de esperar y le recibió con embestidas y cornadas, lamentablemente la joven falleció poco después a consecuencia de las heridas que el burel le propinó.
Si los taurinos en verdad quisiéramos ver muerte y sangre, si en verdad fuéramos malvados, como nos hacen querer ver, muy seguramente hubiéramos dejado que uno de nuestros enemigos declarados y que tanto daño nos han hecho, muriera en las astas del animal que tanto admiramos y veneramos. Pero, muy por el contrario, los toreros actuantes arriesgaron su propia vida en salvaguarda de su agresor, tal cual lo harían por cualquier diestro que en el ruedo encontrase el desfortunio de las astas de un toro.
Hay que resaltar, por milésima vez, que el toro de lidia no es un animalito dócil e indefenso, como los lideres antitaurinos quieren hacer creer a sus militantes, un acto completamente inmoral ya que al engañar a tal grado, se está incluso atentando contra la integridad de dichas personas. Acaso ¿será que a los líderes del animalismo les importa más avanzar en su marcha que la vida de sus propios seguidores? Hoy las mentiras animalistas pudieron generar una muerte, y de uno de sus propios militantes, de sus propios “amigos” y sí entrecomillo amigos ya que una verdadera amistad no engaña y menos aún sí dicha mentira puede costar la vida de la persona manipulada.
Es imperante que se tomen las medidas pertinentes para que el animalismo no siga esparciendo falsedades, para que no siga blasfemando e incitando el odio hacia los partícipes del mundo del toro y para que no siga atentando contra la integridad física de sus propios integrantes. Dentro de poco saldrá “Olé, el Viaje de Ferdinad” y esperemos que después de eso no existan algunos locos que quieran soltar toros en centro de alguna ciudad, solo porque en el cortometraje, vieron que les gusta oler las flores, saludar niñas y caminar con sigilo para no romper las vajillas.
Desde Viva la Fiesta Brava deseamos que el animalista herido se recupere pronto de sus heridas y que tras esto reconsideré sus ideales, que se cuestione lo que sus radicales, mentirosos y fundamentalistas líderes les quieren hacer creer.
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Fuente:
Viva La Fiesta Brava: “Mientras ellos, nos desean la muerte; Nosotros, les salvamos la vida”
Algunos días después de la polémica prohibición de las corridas de toros votada por el Parlamento catalán, nuestro compañero Armando Rubén Puente, corresponsal de la agencia AICA, escribió el siguiente artículo:
“Existe el mismo peligro exponerse a las astas de un toro que a las uñas o los dientes de un león”, sentenciaron los concilios de Basilea y de Florencia en el siglo XV. Detrás de esta reflexión estaban las páginas inflamadas escritas por los teólogos cristianos del siglo III y IV encabezados por San Agustín, censurando las fiestas paganas en el circo, del mismo modo que lo habían hecho Cicerón y Séneca.
En los reinos de la España de los Reyes Católicos, las corridas de toros eran populares espectáculos celebrados en señalados días de fiesta, en los que se lanceaban toros, tarea reservada a los caballeros y , sólo en ciertos casos, a diestros jinetes dedicados a cuidar el ganado. En 1513 un teólogo escribió en Alcalá de Henares, mezclando razones sociales, religiosas y sentimentales : ” ¡Cuantos peligros, muertos, heridos, males y escándalos nacen en esos juegos en que se atormentan y matan los toros con lanzas y garrochas , y lo que es mas grave hacerlo en fiestas en honor de santos”. Pero fue a mediados del siglo XVI cuando los Papas las condenaron.
En 1567 , Pío V decretó en la bula “De salutis gregis dominici” 🔘👉🏻[ https://t.me/magisteriocatolico/1614 ] que quienes participaran o presenciaran las corridas de toros incurrían automáticamente ( “latae sententiae” ) en la pena de excomunión.
Pocos años después, en 1575, ante la reacción de las autoridades en los reinos dependientes de la poderosa corona española – Castilla, Leon, Nápoles y Portugal – que interpretaron que el documento pontificio era un ataque a España y una muestra de la “incomprensión” hacia su “historia y su cultura”, Gregorio XIII moderó el riguroso decreto de su antecesor en el breve “Exponis nobis super”, excluyendo de la excomunión a los laicos que presenciaran el espectáculo, y reservando la sanción solo a los sacerdotes y religiosos.
Ocho años mas tarde, el Papa Sixto V, volvió a poner en pleno vigor la bula de Pio V, haciéndose eco de las denuncias de obispos y teólogos españoles acerca de los abusos interpretativos con los que se aplicaba la bula de Gregorio XIII.
En 1596 Clemente VIII en un nuevo documento, “Suspects numerus”, levantó todos los anatemas y censuras, reservándolas exclusivamente a los frailes de las órdenes mendicantes.
Tantos documentos contradictorios originaron durante medio siglo un enorme revuelo, crearon un ambiente apasionado y causaron la desorientación entre los fieles católicos. En ese periodo Santo Tomás de Villanueva y San Juan de Ávila escribieron condenándolas por “el riesgo de muerte al que se exponen voluntariamente los caballeros que intervienen en ella y los peones que los ayudan” y “la crueldad inútil” y “brutalidad” con que se tratan a los animales. Son “restos de antiguas barbaries de siglos pasados, que siguen causando muchas muertes”. En 1590 un canónigo de la catedral de Toledo decía: “Es el mas peligroso de los espectáculos, donde mueren y se ve morir hombres y se cometen mas excesos y pecados”. Y sin embargo , “a pesar de las prohibiciones papales, se siguen corriendo los toros como antes”.
Los moralistas que se oponían a las corridas empleaban un argumento que sus enemigos preferían ignorar : las corridas son motivo de “numerosos pecados porque a diferencia de los espectáculos teatrales, a los que asisten los hombres y las mujeresdesde lugares perfectamente diferenciados – por lo general los hombres en la planta baja de los teatros y las mujeres en la superior – ,en las corridas estaban juntos en las plazas y cotos cerrados .
Compartían estas opiniones eminentes juristas que consideraban las corridas “dañinas y criminales” y los miembros de las Cortes de Castilla reunidas en Valladolid, que en 1555 pidieron al rey “mandar que no se corran los toros”, solicitud reiterada en Madrid en 1567, cuando solicitaron que se aplicara en España el motu propio de Pio V por el que ” en las tierras de la Iglesia – los estados pontificios – no se consientan correr los toros bajo pena de pecado mortal” y en 1587 volvieron a recordárselo al monarca. Pero Felipe II, como sus sucesores de la dinastía de los Austria y luego de los Borbones, incluido el actual, don Juan Carlos I , fueron todos ellos aficionados a las corridas. No así sus esposas, recordemos por ejemplo a la inglesa Victoria Eugenia o la griega doña Sofía, que no han compartido las arraigadas aficiones taurinas de sus regios maridos.
Las corridas de toros fueron motivo de una interminable polémica que ha durado mas de cuatro siglos- hasta hoy-, en la que han participado novelistas, poetas y autores de teatro, religiosos jesuitas, dominicos y franciscanos, sacerdotes, miembros de las Cortes de Castilla, jueces, ministros, periodistas y parlamentarios. Se pueden distinguir tres grupos : quienes las criticaban y condenaban, quienes las defendían y aquellos que adoptaban una actitud ecléctica.
Durante el siglo XVI y XVII los teólogos, moralistas y legisladores de las Cortes se ocupan más de interpretar los documentos de los Papas que del fondo literal que ellos encierran y en los que todos los pontífices coinciden en condenar las corridas de toros. Y obsérvese que, no habiendo nunca anulado esa condena la mas alta autoridad de la Iglesia católica, hay que concluir que sigue por tanto en vigor.
A fines del siglo XVI los franciscanos habían empezado a hacer distingos y matizar los documentos de los Papas. Era nada mas que el principio de lo que vendría mas tarde:
No se pueden correr los toros en días laborables, pero ¿se puede los domingos y dias festivos? . Y en tal caso ¿las corridas deben celebrarse solo en cosos y plazas cerradas o tambien en los campos y otros lugares?. ¿Pueden verlos los sacerdotes? ¿Dónde, cómo y en que ocasiones?. ¿Y los religiosos?. ¿Incurren en excomunión los soldados de caballería? ¿Y los de infantería?
Había minuciosos canónigos y curas, bachilleres y barberos capaces de ver un mosquito, e ignorar un elefante, y otros que se inflamaban de ira y gritaban : ¡Excomunión latae sententiae!, que implicaba además la prohibición de dar sepultura a los que murieran corriendo los toros.
Los clérigos no pueden asistir a las corridas si se dan en días laborables , decían los primeros. Incurren en pecado pero no son por ello automáticamente excomulgados; es preciso que el obispo lo haga en cada caso y de forma expresa, puntualizaban los eclécticos. ¿Y qué pasa si ven correr los toros desde una “ventana secreta”?. Entonces no pecan, decían los “aperturistas”. No, la prohibición también les afecta, respondían otros recordando que así había sucedido con cuatro jesuitas extranjeros que en visita a Madrid fueron llevados a una habitación de la Plaza Mayor, desde donde tras los visillos, vieron la corrida, pero denunciados por alguien reprendidos por el general de la Compañía. ¿Incluye la prohibición a los que solo han recibido las órdenes menores, como por ejemplo los ostiarios?. ¿Se pueden correr los toros por las calles o el campo si llevan “las patas atadas con fuertes cuerdas”? Cuestiones de este tipo se discutían largamente.
Estos puntos dan una idea de los subterfugios y evasivas, los detalles y minucias de los que se servían ciertos sacerdotes, religiosos y moralistas para obviar las disposiciones pontificias.
Los reyes y gobernantes y en general gran parte de los españoles, aplicaban para la prohibición de las corridas de toros la misma formula que para otras normas : “La ley se acata pero no se cumple”, decían entonces. No muy lejos de lo que siguen haciendo tantos españoles hoy : “Yo respeto la sentencia o el acuerdo adoptado , pero….”. Como si fuera posible legalmente no respetar, acatar y cumplir la sentencia de un tribunal, sea supremo o constitucional, local o internacional.
A partir del siglo XVIII los defensores de las corridas empiezan a argumentar razones económicas: contribuyen a perfeccionar la doma de los caballos, al manejo y práctica de las lanzas a los integrantes de los cuerpos de Caballería, mejoran las razas los toros, expanden la ganadería y son fuentes de trabajo. Todavía hay personalidades importantes e ilustradas – el conde de Aranda, Jovellanos, Cadalso, – que se oponen a las corridas. El primero redacta un proyecto que eleva al rey Carlos IV diciéndole que “no hay ninguna razón particular para que subsistan las corridas y si muchas para su prohibición. Son espectáculos bárbaros, que distraen a los trabajadores y les hacen perder muchos días y horas laborables”. Aranda propuso que la ley de prohibición entrara en vigor en el plazo de cuatro años. Para entonces había perdido el cargo. Los Borbones siguieron siendo unos apasionados de las corridas, que a partir de Fernando VII se convirtieron en “fiesta nacional” con la entusiasta aprobación de aquel pueblo que lo seguía al grito de “viva las cadenas”. Su hija Isabel II , lo mismo que sus sucesores compartieron la afición de los toros y la amistad con toreros.
A fines del siglo XVIII se reglamentó y organizó la fiesta y se permitió el toreo a pie, dejando de ser una diversión solo practicada por caballeros de las clases superiores. Paralelamente la Iglesia fue perdiendo su fuerza y prestigio.
«¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
𝕽𝖆𝖒𝖎𝖗𝖔 𝕷𝖊𝖉𝖊𝖘𝖒𝖆 𝕽𝖆𝖒𝖔𝖘
En España ni siquiera los clérigos (excepto religiosos) tienen prohibido asistir a las corridas de toros desde hace siglos:
(véase https://books.google.es/books?id=IIP...=toros&f=false)
La lidia no deja de ser un tipo de caza, y la Iglesia enseña desde hace siglos que cazar por gusto es lícito:
(véase https://books.google.es/books?id=gZJ...page&q&f=false)
Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)
Barbárie!
En defensa de los toros (de lidia) ha salido Luciíta Echevarría, esa escritorcilla de profundas obras intelectuales, algunas de las cuales han debido ser llevadas al cine subvencionado, ese que nadie ve y yo menos, pero esta vez a la muchachita (51 tacos) parece que la cosa le ha salido mal, y si no que se vea porque esto es de chiste, como todo lo que hace esta fauna bufonera hispánica (por lo de la ubicación geográfica). El tema no tiene desperdicio.
Lucía Etxebarría la lía con la foto de un toro.
La escritora compartió en su cuenta de Twitter un texto criticando la tauromaquia.
ELPLURAL.COM Lunes, 20 de agosto de 2018
Lucía Extebarría está de vacaciones en Castrillón, Asturias. El pasado fin de semana, la escritora decidió dar un paseo por el campo y aprovechó la tranquilidad de la naturaleza para criticar, en su cuenta de Twitter, la tauromaquia. Etxebarría escribió un tuit en el ponía en duda que los toros fuera bravos por naturaleza: “Para aquellos que decís que el toro es bravo por naturaleza. Estos son un toro y una vaca. Se me cruzaron en el camino. La tortura no es arte ni cultura”. Además del texto, acompaña el tuit con dos imágenes en las que se le ve con los dos animales.
Para aquellos que decís que el toro es bravo por naturaleza.
Estos son un toro y una vaca. Se me cruzaron en el camino
La tortura no es arte ni cultura pic.twitter.com/nPklnNv1lt — Lucia Etxebarria (@LaEtxebarria) 18 de agosto de 2018
Al ver las fotos, los usuarios de la red social comenzaron a reírse de la escritora por hablar de toro bravo cuando, más bien, se trataba de un toro manso.
MIRA, LUCÍA, YO ME HE CRUZADO CON ESTE MACHO DE LOBO IBÉRICO. NO SÉ CÓMO PUEDEN DECIR QUE SON AGRESIVOS Y QUE ATACAN A LAS GANADERÍAS. CUÁNTO INSENSIBLE. pic.twitter.com/G0vI6FWoD4 — Mundochoto (@Mundochoto) 18 de agosto de 2018
No sé de qué os sorprendéis, yo hoy me crucé un con cocodrilo en el baño y le dí un biberón de leche.
Pd: se fue hablando perfecto catalán pic.twitter.com/g1PPbzKf5S — M. Romero (@mariogambas) 18 de agosto de 2018
Totalmente de acuerdo. Yo he estado hoy con una pantera y mira, tan pacífica. pic.twitter.com/2I0RCksHhp — Luys de Algaida (@LuysdeAlgaida) 18 de agosto de 2018
Ante las críticas, Etxebarría escribió otro tuit para defenderse:
“Este animal no es un ternero. Porque hace tiempo que cumplió las 18 semanas. Tampoco es un buey, porque no está castrado. Os guste o no, es un toro. Que sea joven no quita que sea un toro, con dos cojones”.
Este animal no es un ternero. Porque hace tiempo que cumplió las 18 semanas. Tampoco es un buey, porque no está castrado. Os guste o no, es un toro. Que sea joven no quita que sea un toro, con dos cojones. pic.twitter.com/onXX3Vf0MC — Lucia Etxebarria (@LaEtxebarria) 20 de agosto de 2018
https://www.elplural.com/fuera-de-fo...toro_201787102
Tiene más de 18 semanas y no está castrado, no es un buey y, además, es un toro de lidia porque ella así lo afirma y punto en boca.
¡Cómo está esa gente! y aún se atreven a salir a la calle, a presumir de "hintelestuales", a afirmar que ell@s son la "hintelijenzia" mientras los demás sois todos unos catetos...
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
Desmontando las mentiras de Lucía Etxebarria.
Usar Twitter es peligroso. Nunca sabes por dónde te va a salir. Un día es el altavoz de los idiotas y otro es un detector de incultos. También tiene cosas buenas, agudiza la creatividad y el ingenio.
Aunque este no ha sido el caso de la escritora Lucia Etxebarria. Más bien se ha convertido en rehén de su propia incultura.
Con tal de abrirle un poco los ojos, sin afán de convertirla en aficionada si es que algún día leyera estas líneas, y para contrarrestar las mentiras vertidas sobre la tauromaquia, me dispongo a rebatir sus burdos argumentos expuestos en un hilo en su perfil de Twitter.
Todo empezó con este brillante tweet:
Para aquellos que decís que el toro es bravo por naturaleza.La escritora recibió multitud de respuestas, la gran mayoría en tono burlesco. Pero ella seguía en sus trece y atacó con una colección de despropósitos que repasaremos uno a uno.
Estos son un toro y una vaca. Se me cruzaron en el camino
La tortura no es arte ni cultura pic.twitter.com/nPklnNv1lt
— Lucia Etxebarria (@LaEtxebarria) August 18, 2018
El toro de lidia no es una raza distinta.
Según Etxebarria el toro de lidia es la misma especie que el “toro de campo”, entendiendo que para “toro de campo” se refiere al ganado no bravo utilizado para otras labores. Una puntualización, el toro de lidia también se cría en el campo, más concretamente en las dehesas. Además de su importancia genética, el toro de lidia es el perfecto guardián de la dehesa ibérica, pues su crianza se extiende por más de 500.000 hectáreas entre España y Portugal, y contribuye de forma extraordinaria a su conservación.
El tema es que según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación el toro bravo sí que es una especie única y diferenciada del resto de ganado bovino: https://www.mapama.gob.es/es/ganaderia/temas/zootecnia/razas-ganaderas/razas/catalogo/autoctona-fomento/bovino/lidia/usos_sistema.aspx
Los toros no están en peligro de extinción.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), una especie se considera en peligro de extinción cuando se encuentra comprometida su existencia globalmente. Esto se puede deber tanto a la depredación directa sobre la especie como a la desaparición de un recurso del cual depende su vida, tanto por la acción del hombre, debido a cambios en el hábitat, producto de hechos fortuitos (como desastres naturales) o por cambios graduales del clima.
No es difícil pensar que en un hipotético caso donde la tauromaquia estuviese prohibida, los toros estarían abocados a su extinción puesto que no tendrían ninguna utilidad y nadie podría garantizar su existencia más allá de tener un grupo muy reducido de animales durante un periodo de tiempo.
De hecho, hay 14 encastes que se encuentran en peligro de extinción, en parte debido a que no lidian en las plazas. Esta idea la argumentó el ganadero, veterinario y periodista Adolfo Rodríguez Montesino en una conferencia en el Aula Taurina del CEU: https://www.taurologia.com/articulo_imprimir.asp?idarticulo=1831&accion
Por si no fuera poco, si partimos de la definición de la FAO, donde se considera que una especie está en peligro de extinción cuando cuentan con menos de 1000 animales, el 50% de los encastes estarían en peligro de extinción: https://www.abc.es/20120926/cultura-...209261801.html
Los toros de lidia solo son más negros.
Su teoría la sustenta con esta afirmación espectacular. Señora Etxebarria, permíteme que le diga que los cárdenos de Victorino Martín, los colorados de Alcurrucén, los jaboneros de Núñez del Cuvillo, los salineros de Miura, entre otros, son muy distintos a los “toros de campo” y no precisamente por su color. Aquí puedes aprender todas las pintas de los toros:
Ha visto toros sentada en el tendido cero de una plaza.
No hay tendido cero en ninguna plaza. No se sabe muy bien en qué plaza estaría. Igual le dio por poner TVE2 un sábado a la hora de comer. ¿Se referirá a barrera o callejón? Otro misterio.
Hace falta herir a un toro primero para que ataque.
Si una imagen vale más que mil palabras, un vídeo todavía más. Internet está lleno de imágenes de tentaderos a campo abierto donde el animal puede huir en cualquier momento. Nadie lo retiene ahí, solo su bravura.
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El toro ataca solo después de que le banderilleen y rejoneen y entonces el torero debe acercarse con un capote
El día que estuvo en el tendido cero de vete tú a saber qué plaza no estaría muy atenta. Estaría escribiendo alguna novela de las suyas. El torero, como es sabido por cualquier persona que haya pisado una plaza alguna vez en su vida, recibe al toro con el capote antes de ponerle banderillas y antes del tercio de varas. Además, se llaman picadores y no rejoneadores, pero no nos desviemos del tema.
En el video se puede ver a Morante de la Puebla esperando a portagayola a un toro recién salido de chiqueros y sin herirle:
Los españoles no van a los toros
Pretenden vender una película donde casi toda España es antitaurina. Pues resulta que habiendo tantos antitaurinos no llegan ni a la mitad de la población: https://www.lasexta.com/noticias/sociedad/el-487-de-los-espanoles-se-manifiesta-en-contra-de-los-festejos-taurinos-frente-a-un-412-que-se-declara-a-favor-de-los-toros_20170715596a37af0cf213125bf27437.html
Por otro lado, si se suman los asistentes a corridas de toros y espectáculos taurinos populares se alcanza la cifra de 25 millones de asistentes, por lo menos una vez en 2017: https://www.abc.es/cultura/toros/abci-mas-cinco-millones-espectadores-asistieron-toros-espana-2017-201801200121_noticia.html
Las corridas retransmitidas por RTVE tienen nula audiencia.
Entre septiembre de 2012 y 2016, TVE emitió un total de cuatro corridas de toros con una audiencia media de un 10,8% de cuota de pantalla y 1.052.000 espectadores. Estos datos supusieron un aumento en la audiencia respecto a otros días en la misma franja horaria: https://www.abc.es/cultura/toros/201...505302137.html
Otro programa de una televisión pública es líder de audiencia en su franja horaria. “Toros para todos” es un éxito de audiencia en Canal Sur: https://laeconomiadeltoro.wordpress....14/06/03/1821/
Las fiestas taurinas nos cuestan 564 millones al año de subvención.
En los Presupuestos Generales del Estado se puede ver cómo solo se destinaron 35.000€ de todos los españoles para financiar la tauromaquia. Más concretamente, esta cantidad fue destinada a la Fundación del Toro de Lidia “para la compilación del conjunto de conocimientos y actividades artísticas, creativas y productivas que integran la tauromaquia como patrimonio cultural y su difusión en el entorno digital”. https://www.eldiario.es/cultura/gastos-locos-presupuestos-Cultura-hablado_0_756975060.html
Además, la FTL se tomó el tiempo en elaborar un estudio desmintiendo estas afirmaciones: https://fundaciontorodelidia.org/wp-content/uploads/2017/01/Informe.-La-verdad-sobre-el-informe-Bosch.pdf
Es cierto que a este valor habría que añadir las ayudas municipales para celebrar espectáculos taurinos dentro de los presupuesto de fiestas. De todos modos, no están incluidos en los PGE.
Por si fuera poco, el profesor Juan Medina sostiene los toros es la actividad cultural que más aporta a la Administración: 56 millones, sólo en cotizaciones sociales e IVA, y recibe la mitad, algo inaudito: http://www.elmundo.es/cultura/2016/03/10/56e12de822601dc0768b467c.html
Un único muerto por asta de toro en 18 años.
Todos recordamos el dolor que pasamos por las pérdidas de Víctor Barrio (9 de julio de 2016 ) e Iván Fandiño (17 de junio de 2017), ambos fallecidos por asta de toro. A ellos se podrían sumar El Pana y Renato Motta en el continente americano, entre otros. Es absurdo pretender vender la idea de que el toro bravo no mata.
Además, entre 2000 y 2015 más de 74 personas murieron en encierros y festejos taurinos en España. De ellos, 71 eran hombres y 3 mujeres. Después de 2015, los años más trágicos son 2009, con 10 personas fallecidas, y 2012, con 8. A estas muertes habría que sumar las de los años posteriores hasta hoy: Doce muertes convierten a 2015 en año más trágico en los encierros desde 2000 | España | EL MUNDO
Toros muertos al año: 30.000.
Tomando los datos oficiales del Ministerio de Cultura y Deporte, se celebraron 1553 espectáculos taurinos (corridas, rejones, novilladas, festivales y festejos mixtos) en 2017. Multiplicando por 6 esa cifra de festejos (6 son los toros lidiados normalmente en una espectáculo) nos daría una cifra de 9318 animales. Algo muy lejos de lo que pretende vender ella: https://www.mecd.gob.es/cultura-mecd...adisticas.html
En definitiva, uno puede tener la opinión que quiera sobre cualquier tema. La opinión es libre. Sin embargo, lo que ha hecho y sigue haciendo Lucía Etxebarria no son opiniones, son mentiras con las patas muy cortas, pero que han calado en la sociedad a base de repetirlas día tras día.
Última edición por Pious; 15/09/2018 a las 03:37
Anacronismo de los toros.
Artículo de Agustín de Foxá publicado en el diario ABC el 24 de abril de 1957, muchas veces publicado en la blogosfera taurina, no obstante siempre merece la pena volver a ser leído. Absolutamente brillante.
El secreto de los toros reside en que es un espectáculo anacrónico. Cuando vuela un avión a reacción sobre el embudo dorado de la plaza, uno se asombra de que sean contemporáneos los hombres de arriba -tocando botones, radares, ondas hertzianas, luces parpadeantes en verde y rojo, palancas de robot, en el límite de los viajes interplanetarios- con los hombres de abajo, de verde manzana y plata, de corinto y oro, ídolos asiáticos con espada y lanza y saetas de papel rizado, entre caballos y toros, manejando la sangre en lugar de la gasolina, con la Muerte allí, en el diamante de la puntilla, que desconecta al toro de la red eléctrica de la Vida. O con la enfermería, entre santos óleos.
***
Cuando se desintegra la materia y se forma el hongo venenoso de ecuaciones de la bomba de hidrógeno, todavía unos mozos matan con la espada como en los albores de la Edad del Bronce. En torno a la plaza, de esta isla primitiva de relinchos y mugidos, de esa gota de selva, de esa partícula de Génesis, rugen los claxons, las bocinas, los motores del mundo hecho por el hombre, con su fauna mecánica, con sus "autos" -coches amputados de caballos-, con sus motocicletas con una muchacha a la grupa como un recuerdo atávico de la jaca; con su biscuter, mestizaje o cruce entre el automóvil y la motocicleta.
Vigilan al combate virginal, primitivo, fresco, palpitante, no unos ojos humanos, sino lentes de máquinas de turistas, teleobjetivos, cóncavas pupilas del "cine" en colores.
Una concesión del ruedo sangriento, de ese "confetti" de desierto, a la vida moderna, es el camión que riega la plaza con su abanico, con sus dos alas de agua.
Pero a los toros los siguen arrastrando las mulillas, siempre un poco espantadas ante la cabeza muerta. Y ni una rueda gira sobre la arena porque la rueda es humana; ninguna creación divina la utiliza; sino piernas o patas, o el reptar, o las aletas, o las alas.
El hombre de la ciudad; el de las oficinas y los empleos; el del piano tedioso de la máquina de escribir; el del alfabeto, sin poema de amor, de la taquigrafía; el de los archivos -que son los nichos de las cosas-; el de la hipoteca, que es lo más opuesto a un bosque en Primavera; el de los tranvías, que es la negación del libre galope; ese hombre va a la plaza a rejuvenecerse, a oír mugidos que jamás serán congelados en la serpiente del hilo magnetofónico; a escuchar relinchos que nunca se extenderán a secar, como ropa blanca, en los hilos de teléfono; a ver la sangre sin análisis ni velocidad de sedimentación; a contemplar apagarse corazones que no conocen el electrocardiograma.
Los toros traen el campo a la ciudad, su paisaje de encinas y de ríos, sus florecillas amarillas o moradas de la Primavera. Hombres que nunca han visto la luna, ciudadanos del asfalto y de la propiedad horizontal, hablan de cuántas hierbas tiene ese toro; de los pastos de mayo que embravecen; de por qué los toros de aquella ganadería tienen las patas tan fuertes, ya que el abrevadero está a muchos kilómetros de “sus cerrados; y comentan cornadas, de las cuales ya nadie muere en el mundo. Los toros son el espectáculo de un pueblo religioso que juega con el Más Allá; no tienen nada de república ateniense (deporte), sino de Imperio romano (sacrificio).
Tenía razón aquel aficionado cuando decía que a los toros no iba uno a divertirse (el fútbol es mucho más divertido), porque tienen de todo menos de entretenidos. El toreo es intuitivo y racional, y matar frente a frente es maravillosamente absurdo existiendo mataderos de punzón eléctrico y frigoríficos donde la carne viva se convierte en cosa acartonada.
Todo lo que en el ruedo sucede es imprevisto y deslumbrante y allí se congrega todo lo inesperado; hay en los tendidos indios turistas de Bombay, chinos miopes; y entran, volando, villanos portadores de semillas; y alguna vez planea una paloma de tendido a tendido; o se suelta un globo; y discuten, y están a punto de pegarse, un abogado y un médico por la cojera de un toro; y preside un Rey o una princesa; y dos Felipes Segundos pintados por Velázquez -los alguacilillos- llevan al galope una enorme llave que no abre ninguna puerta.
En los toros se venden, astronómicamente, como en un eclipse, el sol y la sombra; ya semejanza de las rústicas cosechas, el espectáculo depende de la lluvia; de una nube que pasa.
Las gentes están tan tristes a la vuelta de los toros porque retornan a la vulgaridad, a la Civilización, a todo lo artificial y antibiológico.
Muchos pueblos han jugado con los toros; desde; hace miles de años en Creta, hasta el actual "rodeo" americano donde algunos capotazos de auxilio al vaquero caído son como la prehistoria de la arqueología del toreo. California está a punto de inventar las corridas de toros; como en las reelecciones de sus presidentes, Norteamérica está descubriendo la Monarquía.
Están tan en la entraña de nuestros sueños ancestrales los combates de toros, que han suscitado poemas, romances, novelas, esculturas, cuadros, músicas, grabados y óperas y todavía no ha surgido, ni creo que nacerá nunca, la Carmen, de Bizet, del fútbol; ni habrá tapices de Goya sobre un "penalti"; ni romances de Federico o décimas de Gerardo, a un "córner".
El toreo es casto y sensual; pueden ir a él los frailes y los niños, pero jamás una mujer es más apetecible que ensangrentada de claveles en una barrera de sol.
Antes, los toros eran más hermosos y bárbaros, y más imaginativos. Había plazas partidas; matadores en zancos; saltos a la garrocha; hombres como Martincho, que, esposado, saltaba desde una mesa sobre el lomo del toro; enanos y gigantes; globos de humo caliente; luchas de toros con leones y tigres; perros de presa...
Ahora, al intelectualizarse, las corridas han perdido vitaminas. Porque lo excesivamente clásico comporta algo de tedio. Y cuando se ve ese esqueleto de mármol, que es el Partenón, se siente, a veces, la nostalgia de las anárquicas gárgolas y de los monstruos de las sillerías de coro de nuestras Catedrales.
Cuando un pueblo sobre un bistec ensangrentado coloca, en lugar de mostaza, unas banderillas de lujo, se encuentra lejísimos de lo cartesiano y de la lógica.
Como el mito de Fausto y Mefistófeles, el toreo devuelve la juventud a la ciudad envejecida de reglamentos urbanos.
El toreo está fuera de nuestro tiempo; es un drama de capa y espada en el siglo del cinemascope. Y cuando un espada brinda a una bella mujer de anhelante pecho la muerte del toro, revive un piropo de hace veinte mil años.
Última edición por Pious; 15/09/2018 a las 05:43
El doctor Marañón y los toros.
Rescato hoy un artículo de interés del periódico ABC, del lunes 23 de mayo de 1983, escrito por Gregorio Marañón Moya, hijo del insigne don Gregorio Marañón, acerca de la afición de su padre por la fiesta taurina, donde entresaca algunas opiniones en torno a la tauromaquia. Don Gregorio Marañón es uno de los médicos y científicos españoles más importantes de la historia, cuyos descubrimientos tuvieron repercusión internacional. Historiador y prolífico escritor, entre sus inacabables distinciones, fue miembro de cinco de las ocho Reales Academias que hay en España (de la Lengua; de la Historia; de las Bellas Artes; Nacional de Medicina y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales).
Mi padre escribió 85 libros, 250 prólogos, 322 artículos en la gran prensa y 1229 conferencias, ponencias y discursos. Creo que es el español de su tiempo -o uno de los españoles de todos los tiempos- que más ha escrito. Abordó temas variadísimos en Medicina e Historia. Pero, sobre todo, en sus ensayos y escritos breves, fijó sus ojos y su pluma en casi todos los problemas de nuestro tiempo. Como él mismo ha dicho: "El modo noble de servir a Dios es el afán de que nada de cuanto ha creado sea ajeno a nuestra curiosidad".
Pues bien, de toros no escribió más que el prólogo a un escritor colombiano Miguel Rasch Isla, libro editado en Bogotá y prólogo publicado después en forma de artículos, en el diario La Nación, de Buenos Aires, y del que se recogen aquí algunos párrafos.
¿Por qué no escribió más sobre toros? Recuerdo lo que ha dicho José María de Cossío: "Ningún escritor español, de vocación mínimamente realista, puede dejar de reparar en el espectáculo de los toros". Sí, desde Larra hasta Camilo José Cela y Ángel María de Lera, pasando por Pérez de Ayala, Ortega y Gasset, Gerardo Diego y Alberti, Gómez de la Serna, etcétera, todos ellos han llenado páginas y más páginas sobre los toros y su política.
Si Marañón no escribió, pues, nada, o casi nada sobre los toros, no quiere ello decir que no fuese un aficionado, un gran aficionado. Fue aficionado toda su vida, si es que por afición se entiende lo que realmente es, es decir: la inclinación y la propensión a alguna cosa; el ahínco y el esfuerzo en conocer y gozar de una cosa.
Toda su vida sintió y vivió los toros con entusiasmo ferviente, con juvenil emoción, con inteligente y reposada crítica. ¿Quiénes fueron sus íntimos amigos? Precisamente los mejores aficionados de su tiempo, cuando no los propios toreros: Juan Belmonte, Ramón Pérez de Ayala, el duque de Arión, Sebastián Miranda, Luis López Dóriga, José María de Cossío, etcétera. Conoció y trató a muchos, muchos toreros. Muy amigos suyos fueron, de los que podríamos llamar "toreros del 98", Rafael El Gallo y Machaquito, de los que, además de amigo, fue su médico. Con Juan Belmonte tuvo mi padre una entrañable amistad, de sobra conocida. Siempre les unió una mutua comprensión, llena de recíproca admiración, de afecto, y de íntima y pública lealtad. Juan Belmonte fue su amigo y su torero.
El insuperable atractivo del arte taurino que, según él mismo dijo, consiste en su perenne renovación, fue ávidamente observado y analizado por él temporada tras temporada. Todos sus familiares y amigos, todos sus colaboradores y discípulos, recuerdan bien que el tema taurino fue una de sus constantes lecturas y una de sus permanentes y amenas conversaciones.
Si para el público no escribió más que lo que he citado -el prólogo a Rach Isla-, en cambio en centenares de cartas a sus amigos surge siempre la fiesta como la mejor y más sentida de sus fiestas.
Como dato biográfico de cierta curiosidad, voy a transcribir parte de dos de sus cartas sobre toros. La primera está escrita en su niñez, cuando estudiaba el Bachillerato en el colegio de San Miguel, de Madrid. Se la escribió a su amigo Mariano y González de las Casas. Tenían los dos catorce años. La carta dice así:
Regreso de la plaza y te diré que Regaterín está lo mismo que siempre: ni mejor ni peor; ni para atrás ni para adelante. De Campitos, el semidebutante, te diré que me agrada al vulnerar, pues mete el brazo con arte y valentía. Con la muleta es bastante peor y con la capa es el hombre más maleta que ha pisado la plaza de Madrid. En cambio, Manolete entusiasmó a la gente con el capote, pero con el pincho mal, pero que muy mal. Los toros, de Moreno, fueron unos grandísimos cabestros.
Esta carta termina así:
Quiero ser médico para descubrir el elixir de la inmortalidad. Tú, estate tranquilo, pues te curaré... ¡¡de balde!!
La segunda carta suya, a la que me he referido, es una carta a su hijo, a mí, y está escrita antes de marcharse para siempre y encontrar, por fin, la paz en la paz del Señor.
Me comentaba en ella los toros de antes y los de ahora y me escribía:
La crítica taurina de antaño se reducía a unas pocas líneas sencillas, escuetas, casi como un parte militar, en la que se nos comunicaba, exclusivamente, la bravura del ganado y las estocadas de los toreros. Que esto es lo esencial, según las reglas clásicas de Montes: mucho toro, pocos pases, una estocada.
Los toros tomaban 12 y más puyazos sin volver la cara, con lo cual todo queda dicho sobre lo que "era" tan prodigioso animal. Los toros de mi época tenían en mucha honra a sus cuernos y no toleraban escandalosos maquillajes.
Los toreros conservaban, fuera de la plaza, su entera personalidad torera, los modos peculiares de su castizo vivir. Eran grandes bohemios y grandes señores también, lo que explica el que frecuentaran el trato de los dos extremos sociales: pueblo y aristocracia.
Los toreros de nuestros días, nietos de Juan Belmonte, son, como ha escrito Agustín de Foxá, "jóvenes atléticos, cultos, que hablan varios idiomas, flirtean con las señoritas de la alta sociedad y se curan con penicilina". El que los toreros de hoy sean así, que se curen con penicilina y no con aguardiente, como el Pepe-Hillo, a mí me parece muy bien. Es en otras cosas del toreo de estos nuevos tiempos en lo que ya no estamos de acuerdo. De todas, quizá la más grave, es que los toreros de hoy han matado al toro en la imaginación del aficionado. El toro ha desaparecido del festejo taurino y el público de hoy no va "a los toros", sino que va "a los toreros". Si no se rectifica urgentemente restableciendo al toro como parte fundamental de la lidia, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la fiesta nacional marcha hacia el futuro con plomo en el ala.
¡Cuántas cosas se podrían contar sobre Marañón y los toros y cuántas sobre Marañón y los toreros, a muchos de los cuales admiró mucho y a todos apreció y estimó con su sentido fabuloso de la amistad y del respeto humano!
En el citado prólogo al libro de Miguel Rasch Isla, dice Marañón:
De toros, reconozco que es más difícil hablar sin título oficial. Trátese de una fiesta a la que cualquiera puede asistir, si es lo bastante rico para adquirir el billete; pero cuya técnica, complicada y sutil, cuyos rigurosos reglamentos y cuya ingente casuística, expone a graves errores a quien pretenda opinar sin la suficiente autoridad y erudición. En ningún otro sitio del mundo ocurre lo que en la plaza; a saber: que si alguien se permite emitir en alta voz un juicio no ortodoxo, puede surgir a su lado un aficionado de autoridad que severamente le diga: "Usted se calla, porque no entiende de esto". Y no hay, en efecto, otro remedio que callar, porque ante la iracundia del buen aficionado no es posible ni defensa ni apelación.
Gregorio Marañón Moya.
ABC, 23 de mayo de 1983.
Última edición por Pious; 15/09/2018 a las 05:48
En el IV Centenario de la muerte de Cervantes. Don Quijote y los toros (I).
CAPÍTULO XVII (2ª parte).
De donde se declaró el último punto y estremo adonde llegó y pudo llegar el inaudito ánimo de don Quijote con la felicemente acabada aventura de los leones.
En todo este tiempo no había hablado palabra don Diego de Miranda, todo atento a mirar y a notar los hechos y palabras de don Quijote, pareciéndole que era un cuerdo loco y un loco que tiraba a cuerdo. No había aún llegado a su noticia la primera parte de su historia, que si la hubiera leído cesara la admiración en que lo ponían sus hechos y sus palabras, pues ya supiera el género de su locura; pero como no la sabía, ya le tenía por cuerdo y ya por loco, porque lo que hablaba era concertado, elegante y bien dicho, y lo que hacía, disparatado, temerario y tonto. Y decía entre sí: «¿Qué más locura puede ser que ponerse la celada llena de requesones y darse a entender que le ablandaban los cascos los encantadores? ¿Y qué mayor temeridad y disparate que querer pelear por fuerza con leones?».
Destas imaginaciones y deste soliloquio le sacó don Quijote, diciéndole:
—¿Quién duda, señor don Diego de Miranda, que vuestra merced no me tenga en su opinión por un hombre disparatado y loco? Y no sería mucho que así fuese, porque mis obras no pueden dar testimonio de otra cosa. Pues, con todo esto, quiero que vuestra merced advierta que no soy tan loco ni tan menguado como debo de haberle parecido. Bien parece un gallardo caballero a los ojos de su rey, en la mitad de una gran plaza, dar una lanzada con felice suceso a un bravo toro; bien parece un caballero armado de resplandecientes armas pasar la tela en alegres justas delante de las damas, y bien parecen todos aquellos caballeros que en ejercicios militares o que lo parezcan entretienen y alegran y, si se puede decir, honran las cortes de sus príncipes; pero sobre todos estos parece mejor un caballero andante que por los desiertos, por las soledades, por las encrucijadas, por las selvas y por los montes anda buscando peligrosas aventuras, con intención de darles dichosa y bien afortunada cima, solo por alcanzar gloriosa fama y duradera. Mejor parece, digo, un caballero andante socorriendo a una viuda en algún despoblado que un cortesano caballero requebrando a una doncella en las ciudades. Todos los caballeros tienen sus particulares ejercicios: sirva a las damas el cortesano; autorice la corte de su rey con libreas; sustente los caballeros pobres con el espléndido plato de su mesa; concierte justas, mantenga torneos y muéstrese grande, liberal y magnífico, y buen cristiano sobre todo, y desta manera cumplirá con sus precisas obligaciones. Pero el andante caballero busque los rincones del mundo, éntrese en los más intricados laberintos, acometa a cada paso lo imposible, resista en los páramos despoblados los ardientes rayos del sol en la mitad del verano, y en el invierno la dura inclemencia de los vientos y de los yelos; no le asombren leones, ni le espanten vestiglos, ni atemoricen endriagos, que buscar estos, acometer aquellos y vencerlos a todos son sus principales y verdaderos ejercicios. Yo, pues, como me cupo en suerte ser uno del número de la andante caballería, no puedo dejar de acometer todo aquello que a mí me pareciere que cae debajo de la juridición de mis ejercicios; y, así, el acometer los leones que ahora acometí derechamente me tocaba, puesto que conocí ser temeridad esorbitante, porque bien sé lo que es valentía, que es una virtud que está puesta entre dos estremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad: pero menos mal será que el que es valiente toque y suba al punto de temerario que no que baje y toque en el punto de cobarde, que así como es más fácil venir el pródigo a ser liberal que el avaro, así es más fácil dar el temerario en verdadero valiente que no el cobarde subir a la verdadera valentía; y en esto de acometer aventuras, créame vuesa merced, señor don Diego, que antes se ha de perder por carta de más que de menos, porque mejor suena en las orejas de los que lo oyen «el tal caballero es temerario y atrevido» que no «el tal caballero es tímido y cobarde»
—Digo, señor don Quijote —respondió don Diego—, que todo lo que vuesa merced ha dicho y hecho va nivelado con el fiel de la misma razón, y que entiendo que si las ordenanzas y leyes de la caballería andante se perdiesen, se hallarían en el pecho de vuesa merced como en su mismo depósito y archivo. Y démonos priesa, que se hace tarde, y lleguemos a mi aldea y casa, donde descansará vuestra merced del pasado trabajo, que si no ha sido del cuerpo, ha sido del espíritu, que suele tal vez redundar en cansancio del cuerpo.
—Tengo el ofrecimiento a gran favor y merced, señor don Diego —respondió don Quijote.
Y picando más de lo que hasta entonces, serían como las dos de la tarde cuando llegaron a la aldea y a la casa de don Diego, a quien don Quijote llamaba «el Caballero del Verde Gabán».
---o---
Intérpretes esotéricos han querido sacar partido, ya en sentido alegórico, ya en alusiones claras a la fiesta. No merece la pena detenerse a reparar en tales juicios. El que formara el gran hidalgo de la fiesta taurina lo sabemos autorizadamente de sus propios labios. Dialogando con el discreto Caballero del Verde Gabán, lo dice. Y aunque esta concesión la hace para parangonar las fiestas cortesanas con los trabajos oscuros y heroicos de los caballeros andantes, el elogio, al menos en la parte de valor y gallardía de la fiesta, está patente.
[José María de Cossío; Los Toros, literatura y periodismo; tomo VIII; edición Espasa Calpe, página 202 - 203].
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