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Tema: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

  1. #121
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    Re: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

    Aspas de Borgoña, flameando al viento


    Resulta bastante irónico que, en vísperas del bicentenario de la independencia del Perú, las Aspas de Borgoña ondeen en Lima desafiando el último y más decadente estadio republicano que afronta este pobre país, el socialista, propuesta que parece haber ganado las elecciones generales 2021.

    Portando los mismos estandartes que sus antepasados, la Cruz de Borgoña, bastones rojos sobre paño blanco, un grupo de peruanos se apostaron como guardianes a los laterales y a vanguardia de los cientos de miles que marcharon el sábado 19.06 rechazando el presunto fraude que habría cometido la izquierda chavista, encarnada en el candidato Pedro Castillo, en la segunda vuelta, que pese a estar prácticamente definida a favor del hombre-títere del Foro de Sao Paulo, muchos se niegan a reconocer como presidente por ser no solo un rival político, sino un enemigo total de todo aquello que valoran: familia, tradiciones, patrimonio.

    La izquierda radical, empoderada por el voto necio de los progres que se negaron a elegir a la candidata Fujimori -hija del dictador que instauró el “neoliberalismo” en el Perú y está preso por crímenes de lesa humanidad y peculado doloso-, aun cuando su plan de gobierno era el que mejor les convenía para continuar sus acomodadas vidas aburguesadas, se ha movilizado hacia la capital peruana, la “Ciudad de los Reyes”, a reclamar el trono que tanto ansiaba.

    Si bien no están emparentados ideológicamente, acompañan su comparsa el “Perú profundo”, un término inventado sabe Dios por qué sociólogo para referirse a las masas olvidadas por un Estado históricamente deficiente que no supo darles un lugar en el reparto de las riquezas de este país ancho y ajeno. Justamente el “Perú profundo” reclama cambios drásticos en el sistema económico y la estructura social y política, pues no ha visto beneficiada ni representada los últimos doscientos años por el modelo que irradia desde Lima.

    Y aunque en esto último puedo estar de acuerdo con mis compatriotas enfadados con el sistema, provincianos como yo, no puedo hacer otra cosa sino espantarme, oponerme y distanciarme de ellos cuando queda descubierta la maquinaria chavista que sostiene a Pedro Castillo y sus acólitos que irán a parar al gobierno, y que sustituirán a los tecnócratas liberales una vez hecho el cambio de mando. No puedo estar de acuerdo con que sean ellos quienes dispongan de las riendas del Perú en adelante. Un cambio no es un destrozo, un cambio no es simplemente un dinamitazo como pretenden algunos. Y los que enarbolan las Aspas de Borgoña en las protestas lo han entendido cabalmente. Si en 1821 los revolucionarios acabaron con casi tres siglos de civilización y orden, en 2021 lo harán de nuevo, y esta vez las bases -si tal palabra cabe- de este “orden” son más blandas, por no decir que son casi inexistentes. La república bananera no tuvo otras bases sino las ruinas del Imperio español.

    Para sorpresa de los liberales acartonados, los déspotas libertarios y los marxistas con olor a naftalina -las “tribus políticas” con significativo impacto digital-, el hispanismo tiene cada vez mayor aceptación entre los jóvenes de derecha conservadora, menos propensos a caer en la propaganda chauvinista que imparte la educación oficial, y que tampoco se han dejado seducir por los tópicos de la “Patria Grande” y los “estados plurinacionales” que prometen los comunistas bolivarianos, continuadores de la revolución que deshizo los reinos españoles americanos en el siglo XIX.

    “No debería sorprender la aparición de las Aspas de Borgoña en una manifestación de esta naturaleza en Lima. Era lógico que en países que fueron críticos con los procesos de independencia, como el Perú, esta bandera se volviera a ondear. ¿Por qué aparece el Aspa de Borgoña en las protestas contra el presunto fraude comunista? Precisamente como un símbolo contestatario. Estas protestas son síntoma de hartazgo social, que irónicamente se producen en una fecha muy simbólica, casi mística para los revolucionarios. Puede que haya algo providencial con lo que estamos viviendo, pues lo que mal empieza, mal acaba. La narrativa idolátrica de las independencias no se sostiene más”, me contaba por teléfono hace unos días mi buen amigo el historiador español Antonio Moreno, y nunca unas palabras fueron más ciertas, sobre todo en tiempos de tanta incertidumbre.

    “Aspas de Borgoña, flameando al viento”, dice una canción por ahí, creo que, escrita para una serie o película, aunque algún despistado la habrá hecho pasar por auténtica de los viejos tercios. Lo cierto es que cae muy a pelo para estos tiempos tan difíciles, en que se están deshaciendo los falsos ídolos y los falsos credos forjados con mentiras hace doscientos años por los que prefirieron traicionar a sus padres y hermanos para comerciar con los herejes.

    Himnos y canciones que nos recuerdan que es bueno ondear al viento los símbolos que nos quitaron los oligarcas que se adueñaron con mentiras de estas tierras, quitándoselas a sus legítimos dueños, y ahora se sorprenden que la revolución que iniciaron se les salga de las manos y otros la dirijan y afilen sus navajas contra sus cuellos. Como buenos hijos de Dios y de Santiago, habrá que recuperar nuestros países de las manos de ambos cánceres -de los jacobinos y de los marxistas- y devolverlos al buen camino, con las enseñas de nuestros padres que son esperanza y buena nueva para tiempos, que esperamos, no sean tan amargos.


    Rodrigo Saldarriaga




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    https://www.mundorepubliqueto.com/20...ndo-al-viento/

  2. #122
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    Re: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

    Mausoleo del general José Antonio Navala Huachaca en la Iglesia de Iquicha (Ayacucho). El general Navala Huachaca fue el último general realista del Perú. Lideró una guerrilla junto a otros oficiales del derrotado Ejército Real durante la Guerra de Iquicha, aquella que culminó con la derrota de los monárquicos tras el combate de Uchuraccay de 1828.

    Tras la Capitulación de Ayacucho de 1824, oficiales peruanos y españoles del Ejército Real liderados por Navala Huachaca iniciaron su resistencia y se asentaron en San José de Iquicha. José Antonio Navala Huachaca había alcanzado el grado de General del Ejército Real del Perú por gracia del virrey José de la Serna dado sus distinguidos servicios en el campo de batalla.


    Referencia:

    .- Las tumbas de Uchuraccay, José María Salcedo (1984).







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    Fuente:

    https://www.facebook.com/reynodelper...1953176373822/
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  3. #123
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    Re: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

    En los periódicos de Londres se publica el siguiente aviso:

    “Un empréstito de 1.200.000 libras esterlinas ha sido contraído, en nombre del Estado del Perú, con Sus Excelencias John García del Río, fundador de la Orden del Sol, y últimamente Ministro de Estado de Relaciones Exteriores, y el General Paroissien, fundador de la Orden del Sol, y Oficial de la Legión del Mérito de Chile, Enviados Extraordinarios y Ministros Plenipotenciarios del Gobierno Peruano con este propósito.

    El monto del empréstito será emitido en bonos pagaderos al portador de 100, 200 y 500 libras, cada uno de los cuales rendirá un interés anual de 6 por ciento. Los intereses serán pagados semestralmente, el 15 de abril y el 15 de octubre de cada año, en Londres, en el banco de los señores Everett, Walker, Maltby, Ellis and Co.

    Las rentas derivadas de la Casa de la Moneda y de la Aduana serán hipotecadas para asegurar el pago de los intereses y la devolución del empréstito. Los bonos serán pagados anualmente a la par durante 30 años, en proporciones iguales cada año, comenzando en 1826 y concluyendo en 1856.

    La actual deuda del Estado de Perú no alcanza a 61/2 millones de dólares, lo cual representa aproximadamente la mitad de este empréstito.

    El producido neto de la Casa de la Moneda es, según el promedio de cinco años, de unos 275.000 dólares o 55.000 libras esterlinas, y el de la Aduana, bajo la ventaja del libre comercio, no puede ser inferior a medio millón de libras esterlinas”.

    El dinero recaudado se depositó en dos cuentas que Kinder abrió en Everett & Co., en la calle Lombard. Una cuenta, a nombre del empréstito (Peruvian Loan Account); la otra, a nombre del Estado del Perú y el propio agente (State of Peru - Thomas Kinder Jr., Esq.).

    García del Río, Paroissien, Kinder y el banco tomaron, además, una precaución: enviaron un “representante especial” a Lima, a fin de que San Martín ratificara el contrato y las facultades de Kinder para obligar al Perú.

    El elegido fue un joven comerciante, Robert Proctor, a quien también se le encargó que abriera un banco en Lima, Robert Staples & Co. Ese banco, propiedad de Staples y Kinder, sería el responsable de recibir las remesas que hicieran, desde Londres y a favor del Perú, Kinder o Everett & Co. También estaría a cargo de enviar a Inglaterra los dineros que quisieran repatriar los comerciantes británicos en Lima.

    Proctor zarpó a principios de diciembre de 1822, ignorando que San Martín ya no gobernaba el Perú.

    La noticia de la “abdicación” llegó a Inglaterra en febrero.

    A esa noticia siguieron, aquí, meses de incertidumbre. Los ahorristas sintieron que se les cortaba el resuello: San Martín había abandonado Lima y Bolívar no se decidía a entrar.

    El empréstito estaba garantido por el Perú independiente, con la plata acuñada y sin acuñar de la Casa de la Moneda, más los ingresos de aduanas. En caso de que España pudiera restablecer su colonia, desconocería el empréstito. Los acreedores, en ese caso, lo perderían todo.

    En agosto de 1823 se supo que el Congreso peruano había aprobado el empréstito.

    El Congreso ya había revocado los poderes de ambos enviados, en cuanto “a la forma de gobierno”. Esto significaba que ya no podían ofrecer la corona del Perú.

    Al ratificarse el empréstito se fue más allá, anticipando que el Gobierno del Perú designaría un “agente extraordinario”, en reemplazo de los dos comisionados que en su momento había designado San Martín.

    García del Río y Paroissien decidieron que seguirían actuando, como si nada ocurriera, hasta la llegada de ese agente. Ver menos







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  4. #124
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    Re: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

    Hoy 28 de julio se cumplen 200 años de que José de San Martín proclamó la independencia del Perú, después de invadir el Virreinato con un Ejército de argentinos y chilenos. San Martín terminaría retirándose del Perú en 1822, y en 1823 Simón Bolívar llegó al país para terminar el proceso independentista.

    En 1824 Bolívar es proclamado Dictador del Perú.

    En 1826 Bolívar redacta una nueva Constitución de la República Peruana que establece una Presidencia Vitalicia, y Bolívar se dispone a convertirse en el primer Presidente Vitalicio del Perú, con lo cuál gobernaría el país hasta su muerte, o eventualmente su renuncia voluntaria; en otras palabras, hasta que a él le diera la gana.

    Esto causó una profunda indignación en Perú donde ya Bolívar era muy impopular.

    Bolívar no convocó un Congreso para aprobar la Constitución Vitalicia, sino que la hizo ratificar por los Colegios Electorales controlados por funcionarios nombrados por él; pero Bolívar tuvo que regresar a la Gran Colombia y entonces dejó encargado del gobierno al general Andrés de Santa Cruz, Presidente del Consejo de Gobierno del Perú, con la misión de promulgar la Constitución Vitalicia, lo que sucedió el 9 de diciembre de 1826.

    Pero menos de 2 meses después comenzó una rebelión cívica contra Bolívar y Santa Cruz se sometió a la voluntad popular, y el 27 de enero de 1827 la Constitución fue derogada y con ello Bolívar fue destituido como Presidente Vitalicio del Perú. Después se reunió un Congreso Constituyente que redactó una nueva Constitución y eligió al general José de La Mar como Presidente del Perú.

    Bolívar estaba furioso porque el Perú se hubiera negado a tenerlo como Presidente por el resto de su vida y lo hubieran derrocado; comenzó entonces a exigir al Perú el pago de deudas y a pretender anexar territorios peruanos a la Gran Colombia, lo que generó una escalada de tensiones.

    La gota que colmó el vaso fue cuando Perú ayudó a los rebeldes bolivianos que derrocaron a Sucre, y entonces Bolívar, como Presidente de la Gran Colombia, declaró la guerra al Perú el 3 de julio de 1828, comenzando un sangriento conflicto entre ambos países, pero esa es otra historia.


    Autor: Efraín Jorge Acevedo.






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  5. #125
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    Re: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

    Los procesos separatistas hispanoamericanos tienen episodios dignos de una novela negra, y uno muy truculento fue el del asesinato de Bernardo de Monteagudo.

    Monteagudo fue un dirigente independentista argentino, participó en los procesos separatistas de Argentina, Chile y Perú. En Perú fue Ministro de varias carteras en el gobierno de José de San Martín, cuando fue Protector del Perú, e incluso ejercía en la práctica como Jefe del Gobierno porque San Martín se concentraba en las campañas militares.

    Cuando Simón Bolívar se convirtió en Dictador del Perú, Monteagudo se convirtió en su mano derecha, ejerciendo mucho poder en el régimen bolivariano.

    Monteagudo era muy odiado porque fue responsable de confiscar los bienes y desterrar a miles de españoles peninsulares, imponer medidas despóticas y durante la etapa de San Martín promover la Monarquía Constitucional, así que tenía muchos enemigos tanto realistas como republicanos.

    El 28 de enero de 1825 al anochecer, Monteagudo caminaba por una plazoleta de Lima rumbo a la casa de una amante cuando fue asaltado y apuñalado hasta la muerte; su cuerpo fue encontrado con las manos aferradas a un enorme puñal que tenía clavado en el pecho.

    Dos hombres fueron detenidos y confesaron ser los asesinos, implicando a dirigentes republicanos como autores intelectuales, hubo juicio y los dos sicarios fueron condenados a muerte y los otros implicados absueltos; pero en un giro sorprendente Bolívar decidió reunirse en la cárcel, a solas, con el asesino y luego les conmutó la pena por cárcel.

    Esto alimentó las teorías de conspiración; una de ellas es que Bolívar descubrió en la entrevista que el autor intelectual fue José Sánchez Carrión, un Ministro de su propio gobierno; incluso se dice que después Bolívar mandó a envenenar a Sánchez como venganza, y que luego mató también al envenenador para ocultarlo.

    Otra teoría es que fue una venganza de algunos españoles, y otra señala al propio Bolívar como el autor intelectual, ya que consideraba a Monteagudo como un hombre peligroso que podía traicionarlo; incluso en una carta San Martín relataba que le habían informado de esa versión. El misterio sigue.



    Autor: Efraín Jorge Acevedo.







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  6. #126
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    Re: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

    RESPUESTA A UN CHAUVINISTA PERUANO, MUY ACTIVOS ESTOS DÍAS

    1) El Perú es un nombre genérico para designar a todos los territorios al sur de Panamá que después fue aplicado al territorio central del imperio de los incas, no se habla de ustedes, se habla de difusas consideraciones geográficas. El Perú, como América son creaciones intelectuales españolas. Que exista una continuidad de nombre en ciertos territorios no les da la personalidad jurídica ni menos histórica de un momento o ciclo anterior. No soy chauvinista como usted, de Ecuador obviamente no se habla porque aquí la decisión del nombre del nuevo estado republicano fue completamente ahistórica, pero se habla desde el principio y mucho de Quito, este sí nombre prehispánico, pero no por eso considero un chauvinismo quitense por llamarlo de alguna manera, el Reino de Quito fue una creación y jurisdicción española, contenido primero dentro del virreinato del Perú y después en el de Nueva Granada. Los cronistas e historiadores clásicos están plagados de interpretaciones erróneas teleológicas y anacrónicas, como usted entenderá. Y aquí vamos al segundo punto. 2) El virreinato, el reino y la república del Perú no son lo mismo. Y sí, ustedes peruanos, como nosotros los ecuatorianos, y los demás países sudamericanos quisimos cortar de cuajo con el pasado, basta leer las declaraciones de independencia y las primeras constituciones, el caso peruano no es la excepción, en ninguna parte se habla ni se reclama continuidad histórica con el pasado, menos con el más remoto (más bien en las primeras constituciones ecuatorianas se llega a hablar del reino español de Quito como base de su territorio y hasta ahí, en las del Perú ni eso, sobre todo en la primera). 3) Los peruanos como el resto de hispanoamericanos claro que tienen continuidad con su pasado hispánico (el prehispánico prácticamente dejó de existir guste o no, más allá de algunas expresiones puntuales y simbólicas), pero esto A PESAR de los nuevos estados, no gracias a ellos. Querer legitimar la República del Perú como sucesora del virreinato, cuando esta en sus inicios oficilamente ni siquiera se atrevió, y no del Reino español del Perú es un típico error chauvinista que considera la existencia de los estados-nación o más precisamente de las nacionalidades contemporáneas ficticias de origen ilustrado como pre existentes a la indepedencia, cuando claramente no es así. No había una nacionalidad peruana, mucho menos una ecuatoriana o boliviana antes de la independencia, todos eramos españoles de América, como se acabó de sancionar en Cádiz, recogiendo todo el derecho tradicional e histórico de las Indias castellanas. 4) Patricio Lons puede y comete errores de buena fe, no hay tal peruanidad sin la Hispanidad y considerarla extensiva a cada parte de América del Sur por la existencia del virreinato (palabra que a veces se utilizaba como sinónimo de reino en el desconocimiento, pero la mayoría de veces no, institución de origen aragonés y que en Europa se utilizó para gobernar territorios de todo tipo que no eran ni habían sido reinos, como Cataluña en la misma España peninsular), que contenía varios reinos dentro de sí, es un absurdo chauvinista, centralista, contrario a toda la tradición jurídica de respeto a las particularidades, libertades y personalidad propia de los reinos históricos de la Monarquía Española en ambos mundos, siendo todos españoles pero a su manera, por eso se hablaba de las Españas y de las Indias, en plural. Esa una interpretación decimonónica de la historia basada en las ideas en boga de entonces, entre otras el nacionalismo liberal, enemigo de las preeminencias y los fueros de los reinos españoles. 5) El primer virreinato de América estuvo ubicado en la Isla Española, tenía jurisdicción y potestad administrativa sobre todo el continte americano, incluyendo los territorios de los actuales México y Perú, donde se establecieron el segundo y tercer virreinato, no por eso creo que a nadie se le ocurriría decir que todos éramos la Española y claro, mucho menos nadie se atrevería hoy a reclamar la dominicanicidad de los demás países hispanoamericanos. 6) Su nacionalismo chauvinista es divisionista y tergiversador, hace daño no sólo a la idea de la Unidad perdida, sino a la unidad que debemos retomar. Si todos fuimos Uno y lo volveremos a ser es por España, la histórica y la que sigue existiendo en nosotros, y no por los reinos particulares que la conformaron históricamente por siglos. Por último, los reyes medievales españoles se consideraban sucesores de señores no cristianos y a su vez señores de no cristianos, no por eso un nuevo Al-Andalus podría ni debería reclamar legitimidad sobre la España peninsular histórica ni la actual.




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  7. #127
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    Re: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

    No hay un Perú «milenario», como tampoco un Ecuador ni una Bolivia ni una Colombia ni un Chile ni una Venezuela o una Argentina milenarias, etc., etc., etc. Hay culturas y civilizaciones que hace milenios habitaron en lo que ahora es la República del Perú, nombre español este, por cierto. Ninguna de ellas era peruana.


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  8. #128
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    Re: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

    Un capítulo llamativo de la independencia hispanoamericana, tiene de protagonista a un venezolano, nos referimos al sitio del Callao y Bartolomé Salom.

    Salom, nació tal día como hoy 24 de agosto de 1780 en Puerto Cabello, hijo de un canario y una mallorquina, fue próspero comerciante hasta que la guerra apareció en su camino, uniéndose al bando insurgente.

    Pasa a las campañas del Perú. Ocurre Ayacucho y José Ramón Rodil y los últimos realistas del Perú se atrincheran en la Fortaleza del Real Felipe del Callao. La entrada de Bolívar en Lima provocó la huida masiva de la población realista, criollos y peninsulares a el Callao. 8.000 refugiados convirtieron la fortaleza en el último bastión de la resistencia en Sudamérica.

    Salom y 4.700 soldados, inician el bombardeo con artillería pesada a la fortaleza. Durante dos años del sitio, dispararon 20.327 balas de cañón, 317 bombas e incontables balas.

    También se atacó por mar por medio de la flota gran colombiana, chilena e insurgente.

    El ejército republicano mantiene el bombardeo día tras día, intentando que los monárquicos se rindiesen. En informe del 26 de septiembre de 1825, Hipólito Unanue escribe Bolívar el estado del sitio:

    «sigue defendiéndose obstinadamente y no pasa día sin que se haga fuego fuerte contra él».

    Empieza a escasear los alimentos, causando un mercado negro de alimentos entre los civiles, comerciando inicialmente con pocas legumbres, frutas, y gallinas, para luego consumir carne de caballos o bueyes y finalmente comerciar con ratas.

    Rodil empieza a enviar al frente enemigo a civiles enfermos, que fueran una carga y así estuvieran fuera de peligro, pero los insurgentes por orden de Bolívar y liderados por Salom, rechazan las oleadas de civiles con plomo y pólvora, convirtiéndose en una matanza.

    Tan sólo el 25 % de los civiles sobrevivieron al asedio. Las enfermedades como el escorbuto hicieron que muchos defensores fallecieran.

    Rodil accedió a negociar con el General venezolano cuando supo que no llegarían refuerzos de la península. El 23 de enero de 1826, luego dos años de resistencia, los realistas entregan la fortaleza. Sobreviven 376 soldados, muchos partieron a España.

    Autor: Emilio Acosta.

    * En comentarios: Plano de la plaza de El Callao hecho por los insurgentes. Ver menos







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    Re: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

    Ejército Real del Perú, la epopeya jamás contada (con el Capitán Perú)

    El virrey Abascal formó un ejército al que Bolívar aludió por jactarse de catorce años de triunfos. La propaganda oficial dice que ese ejército sólo estaba formado por europeos que desembarcaron para someter el unánime deseo de independencia de los sudamericanos; así, los realistas serían los "españoles" y los patriotas los peruanos. No obstante, ¿realmente fue así? ¿De dónde provenían en su mayoría aquellos soldados que campearon desde Quito a Chile y tuvieron en los Andes sus mayores y mejores apoyos?

    Con un invitado de lujo como el Capitán Perú, analizamos una parte importantísima de una gesta que se nos hurtó, deformando el imaginario colectivo del Perú en particular y de todo el mundo hispánico en general.

    ¡Pasen y vean!





    https://www.youtube.com/watch?v=cJYEO8Ht1C0&t=34s

  10. #130
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    Re: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

    ¿Es histórica la serie "Los Otros Libertadores"?

    Conversamos con Herbert Koster, el investigador que asesoró la serie "Los Otros Libertadores" de Latina, donde nos cuenta lo bueno, lo malo y lo feo en la producción de este programa.

    Miniatura hecha por @datejadaf





    https://www.youtube.com/watch?v=su7b15jH0s8

  11. #131
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    Re: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

    Entendiendo la independencia del Perú

    Entendiendo la independencia del Perú con el historiador Hugo Pereyra Plascencia





    https://www.youtube.com/watch?v=bCMIJUSG6YU

  12. #132
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    Re: ¿La independencia Peruana una imposición foránea?

    La Rebelión antirepublicana de Iquicha: Antonio Navala Huachaca un general indígena en pro de la monarquía española





    ANTONIO NAVALA HUACHACA Gran General indígena del ejército realista que defendió el reyno del Perv y las águilas imperiales junto con los iquichanos hasta 27 años después de declarada la "independencia". Gran defensor de la religión católica con los iquichanos. Él se dio cuenta de que los independentistas no eran más que una sarta de burgueses, que saqueaban templos y sembraban el odio hacia la tradición en la masa indígena. Los iquichanos se rebelaron y Jose Antonio Navala Huachaca defendió nuestra tradición imperial y reyno.Este hombre vale más que la falsa historia de Tupác Amaru II que no luchó "por los indios" sino que al ver que el comendador no le dio el ampliazgo de su cacicazgo (más poder) se "rebeló.
    Basta con escuchar el himno nacional para conocer la interpretación tradicional de la independencia: El peruano “oprimido” y “condenado a una cruel servidumbre” levanta “la humillada cerviz” y exclama, eufórico: “¡somos libres!” La historia es más compleja. La rebelión indígena de 1827 en Iquicha (provincia de Ayacucho) rechazaba la república y reclamaba nada menos que el retorno de la monarquía española. A continuación, una indagación histórica.


    Contexto histórico

    En la década de 1820, el Perú contaba con aproximadamente un millón y medio de habitantes, de los cuales casi dos tercios (alrededor de novecientos mil) eran considerados indígenas. En conformidad con la idea republicana que subyace a la independencia, el libertador San Martín prohibe hablar de “indios” o “indígenas” - en adelante, todos habrían de ser considerados iguales, es decir, “peruanos” y con los mismos derechos (Contreras y Cueto ²2000, 76; Basadre, 161).

    Pero, en la realidad, las diferencias seguían siendo notorias. El idioma materno de la población indígena no era el castellano, la mayoría ni siquiera podía comunicarse en el idioma oficial. Por otro lado (y en esto nada ha cambiado), la población blanca y mestiza de la costa no mostraba interés en aprender el quechua. La mayor parte de la población indígena vivía de una agricultura a nivel de subsistencia. Si había excedentes, estos se trocaban en las ferias regionales (Contreras y Cueto ²2000, 76). La autosubsistencia y el trueque constituían enclaves económicos aislados del resto del país, de modo que la economía nacional era precaria.

    Con la fundación de la República, en 1821, José de San Martín había abolido el tributo colonial sobre los indígenas. Pero solo cinco años después, el tributo volvió a instaurarse bajo el nombre de “contribución” indígena (Bonilla 2001, 177). Fue esta contribución la que obligó a muchos indígenas a vender su mano de obra y trabajar en los centros mineros aledaños. Una parte menor trabajaba en haciendas bajo un régimen conocido como “yanaconaje”. Los yanaconas recibían, por parte de un terrateniente, una parcela para la autosubsistencia y a cambio de ello debían trabajar en las tierras del hacendado por una determinada cantidad de días al año. No recibían dinero, pero el hacendado solía hacerse cargo del pago de la contribución (Contreras y Cueto ²2000, 77).

    La contribución indígena fue un factor importante para la constitución económica de la República. Un cálculo hecho para el año 1829 estima que casi 13 por ciento del presupuesto anual se financiaba mediante este tributo. Entre 1839 y 1845, el tributo ya sostenía más de un tercio del presupuesto nacional (Bonilla 2001, 177-178). Fue recién en 1854, con el “boom” del guano, que Ramón Castilla abolió este tributo.

    El Perú independiente se construyó sobre un modelo fuertemente centralista. No solamente estaba la reintroducción del tributo indígena. El gobierno central también se arrogó el derecho de nombrar las autoridades locales.


    Las tres fases de la rebelión





    La rebelión de Iquicha no se podría explicar sin los factores mencionados. En efecto, los rebeldes exigían la abolición de la contribución. Pero ello no pudo haber sido el único motivo, pues ya hemos visto que el tributo indígena también existía en la Colonia. ¿Por qué, entonces, el deseo de regresar al orden colonial?

    Antonio Huachaca, líder de la rebelión, expresa sus motivos en una carta dirigida al Prefecto de Ayacucho, en 1826:

    salgan los señores militares que se hallan en ese depósito robando, forzando a mujeres casadas, doncellas, violando hasta templos, a más los mandones, como son el señor Intendente, nos quiere acabar con contribuciones y tributos (…) y de los (sic) contrario será preciso de acabar con la vida por defender la religión y nuestras familias e intereses (Bonilla 2001, 155).

    Antonio Huachaca era un campesino indígena que había luchado por la causa española, enfrentándose a los independentistas cuzqueños, en 1814. En recompensa por sus servicios, había alcanzado el grado de General de Brigada en el Ejército Real del Perú. En la carta aquí citada queda claro que, más allá de los tributos, Huachaca ve a las fuerzas independentistas y patriotas como extrañas, abusivas y hasta paganas.

    En efecto, los independentistas habían saqueado iglesias (Bonilla 2001, 159). Más allá de estas circunstancias, es notorio que los indígenas hicieran de la religión católica una causa suya.


    Pero volvamos al escenario de la rebelión. Antonio Huachaca estuvo acompañado por otros líderes, todos ellos indígenas a excepción del francés Nicolás Soregui, comerciante y ex oficial del Ejército Español en Perú. Según un testimonio, las fuerzas rebeldes sumaban 1500 hombres. Según otro, llegaban a 4400 (Bonilla 2001, 162). Todos coinciden en que la mayoría de rebeldes provenían del distrito de Iquicha, provincia de Ayacucho. Contrariamente a lo que se podría suponer, ninguno de los líderes rebeldes eran caciques. Más bien, se trataba de comerciantes o arrieros (Bonilla 2001, 167). También hubo participación indirecta de españoles y mestizos. Estos no fueron protagonistas, pero ayudaron en la organización y la propaganda (Bonilla 2001, 153).

    La primera fase de la rebelión se da entre marzo y diciembre de 1825 cuando los indígenas de Iquicha se movilizan, pero son contenidos rápidamente por el ejército patriota que se encontraba en Huanta. La paz sería muy corta. En enero de 1826 se produce otra movilización que también protesta contra el cobro del diezmo de la coca. Cabe resaltar que la región de Ayacucho y, especialmente la de Huanta, vivía del comercio de la coca. Éste les aseguraba una posición económica relativamente buena (Bonilla 2001, 152).

    En junio de 1826, los rebeldes bajo el comando de Huachaca y Soregui logran tomar el pueblo de Huanta convirtiéndolo en centro de operaciones. Luego, y con el apoyo de dos fracciones desertoras de los Húsares de Junín, intentan tomar Huamanga (Ayacucho), pero son derrotados por la guarnición de la ciudad. En julio de 1826, el general y Presidente del Consejo de Gobierno Andrés de Santa Cruz viaja personalmente a Ayacucho para combatir a los rebeldes.

    La tercera fase de la rebelión se inicia en noviembre de 1827 cuando los rebeldes de Iquicha vuelven a tomar Huanta, manteniendo la ciudad bajo su control por dos semanas. A continuación, los iquichanos atacan nuevamente Ayacucho, pero son derrotados una segunda vez. Esta derrota marcaría el fin del movimiento. Hasta junio de 1828, todos los líderes con excepción de Huachaca son apresados. En diciembre del mismo año, Soregui y otros tres líderes son condenados a muerte. Dos años después y ante la apelación presentada por los inculpados, la Corte Superior de Justicia del Cusco anula todas las sentencias de muerte y Soregui es desterrado por diez años junto a otros líderes (Bonilla 2001, 150-151).

    Antonio Huachaca, en cambio, siguió participando en enfrentamientos, aunque esta vez entre caudillos militares. En 1838, Huachaca es rehabilitado al ser proclamado Juez de Paz y Gobernador del distrito de Carhuaucran, lo cual motivó un irónico comentario de una autoridad local. Califica a Huachaca de Jefe Supremo de la Republiqueta de Iquicha, con insulto del gobierno peruano y de sus leyes (Bonilla 2001, 154).

    Comentarios finales

    Según el historiados Heraclio Bonilla, las interpretaciones de la rebelión de Iquicha suelen inclinarse hacia dos extremos: El primero sostiene que la opresión de los indígenas durante la colonia habría desencadenado un proceso de alienación que los hacía indiferentes frente a las nuevas ideas republicanas. Esta tesis es compatible con la interpretación marxista presentada por Carlos Iván Pérez Aguirre en 1982:

    Centurias de experiencia y de lucha de clases han demostrado que [los campesinos indígenas] sólo pueden colmar sus reivindicaciones, especialmente su derecho a la tierra, bajo la dirección de la burguesía revolucionaria y, cuando ha caducado su rol histórico, sólo bajo la dirección del proletariado.

    La segunda interpretación, en cambio, sostiene que los iquichanos rebeldes siempre tuvieron presentes la noción de la república. Desde esta perspectiva, la rebelión “ocultaba el deseo de sus líderes por encontrar reconocimiento y lugar en el nuevo ordenamiento” (Bonilla 2001, 166).

    Tal como sostiene Bonilla, sería demasiado simple hablar de los rebeldes iquichanos en términos de “víctimas” o “héroes”. Si bien los iquichanos estuvieron apoyados por blancos y mestizos, la lucha fue conducida y ejecutada por indígenas, siendo ellos ex soldados, comerciantes y arrieros. De modo que no se les puede clasificar como simples víctimas. Por otro lado, tampoco es convincente asignarles conciencia republicana cuando ellos declaraban explícitamente su apego a Fernando VII, rey de España.





    Una interpretación adecuada debe intentar conciliar ambos extremos. Al final, probablemente, la rebelión se debió a una conjunción de factores, todos ellos importantes. Están los factores económicos (contribución indígena, diezmo de coca), está la independencia precaria con la situación de guerra entre realistas y patriotas y los arriba mencionados abusos de los patriotas, está el centralismo limeño. Todos estos factores debieron haber contribuido a que el proyecto republicano sea percibido como excluyente y extraño a los propios intereses. Bonilla cuenta cómo el prefecto de Ayacucho, Pardo de Zela, reportaba a su superior, en junio de 1827, lo que los pueblos de su jurisdicción reclamaban frente a la nueva autoridad: “costumbre, señor: costumbre” (Bonilla 2001, 153).

    En todo caso, podemos constatar una brecha entre el proyecto republicano (igualdad ecónomica, social y jurídica) y la realidad. Jorge Basadre cita el manifiesto del Congreso Constituyente de 1822 que fuera proclamado por Luna Pizarro, Sánchez Carrión y Mariátegui:

    Vosotros indios sois el primer objeto de nuestros cuidados. Nos acordamos de lo que habéis padecido y trabajamos para haceros felices. Vais a ser nobles, instruidos, propietarios y representaréis entre los hombres todo lo que es debido a vuestras virtudes (Basadre, 161).

    Hoy en día ya no hablamos de indígenas, pero el 50 por ciento de ciudadanos peruanos que viven en condición de pobreza material y social siguen estando al margen de la igualdad proclamada.

    Por Evaristo Pentierra


    Bibliografía:

    Basadre, Jorge (sin fecha): Historia de la República del Perú, 1822-1933. Tomo I. Edición del diario La República y la Universidad Ricardo Palma, sin lugar.

    Bonilla, Heraclio 2001: Metáfora y realidad de la Independencia en el Perú. Instituto de Estudios Peruanos, Lima.

    Contreras, Carlos y Marcos Cueto ²2000: Historia del Perú contemporáneo: Desde las luchas por la Independencia hasta el presente. Instituto de Estudios Peruanos y Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú.


    Cortesía y Comentario iniciales en cursiva de Martín Macedo

    ¡ Navala victoria !
    ¡ Mamacha Rosario !
    Antonio Huachaca,
    Príncipe del Incario,

    Van los iquichanos,
    Feroces y leales,
    Tremolando orgullosos,
    Las banderas reales,

    Por la Religión y el rey,
    Los indios galopan,
    Libres como cóndores,
    Sudando su honra,

    Nobleza hispánica,
    Bien reconocida,
    Adhesión popular,
    Coraje realista,

    Sin querer revoluciones,
    Ni criollas ni peninsulares,
    Por un imperio católico,
    Braveza a raudales,

    ¿ Independencia de qué ?
    ¿ Libertad obligada ?
    Sangrientos sofismas,
    América aherrojada,

    El Perú ya era libre,
    Flor y nata de las Indias,
    Su solera virreinal,
    Provocó gran codicia,

    Así, Huachaca, pues,
    Fue el gran capitán,
    De unas huestes indómitas,
    Resistencia y fidelidad,

    En las pampas de Quinua,
    Aún se sigue escuchando,
    ¡ Navala victoria,
    Mamacha Rosario !

    Y así yo propongo,
    Algo para Sevilla:
    Estatua para Huachaca,
    Abajo la de Bolívar.


    Sagrada Hispânia




    _______________________________________

    Fuente:

    https://sicutcedruslibani.blogspot.c...e-iquicha.html

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    La Rebelión antirepublicana de Iquicha: Antonio Navala Huachaca un general indígena en pro de la monarquía española





    ANTONIO NAVALA HUACHACA Gran General indígena del ejército realista que defendió el reyno del Perv y las águilas imperiales junto con los iquichanos hasta 27 años después de declarada la "independencia". Gran defensor de la religión católica con los iquichanos. Él se dio cuenta de que los independentistas no eran más que una sarta de burgueses, que saqueaban templos y sembraban el odio hacia la tradición en la masa indígena. Los iquichanos se rebelaron y Jose Antonio Navala Huachaca defendió nuestra tradición imperial y reyno.Este hombre vale más que la falsa historia de Tupác Amaru II que no luchó "por los indios" sino que al ver que el comendador no le dio el ampliazgo de su cacicazgo (más poder) se "rebeló.
    Basta con escuchar el himno nacional para conocer la interpretación tradicional de la independencia: El peruano “oprimido” y “condenado a una cruel servidumbre” levanta “la humillada cerviz” y exclama, eufórico: “¡somos libres!” La historia es más compleja. La rebelión indígena de 1827 en Iquicha (provincia de Ayacucho) rechazaba la república y reclamaba nada menos que el retorno de la monarquía española. A continuación, una indagación histórica.


    Contexto histórico

    En la década de 1820, el Perú contaba con aproximadamente un millón y medio de habitantes, de los cuales casi dos tercios (alrededor de novecientos mil) eran considerados indígenas. En conformidad con la idea republicana que subyace a la independencia, el libertador San Martín prohibe hablar de “indios” o “indígenas” - en adelante, todos habrían de ser considerados iguales, es decir, “peruanos” y con los mismos derechos (Contreras y Cueto ²2000, 76; Basadre, 161).

    Pero, en la realidad, las diferencias seguían siendo notorias. El idioma materno de la población indígena no era el castellano, la mayoría ni siquiera podía comunicarse en el idioma oficial. Por otro lado (y en esto nada ha cambiado), la población blanca y mestiza de la costa no mostraba interés en aprender el quechua. La mayor parte de la población indígena vivía de una agricultura a nivel de subsistencia. Si había excedentes, estos se trocaban en las ferias regionales (Contreras y Cueto ²2000, 76). La autosubsistencia y el trueque constituían enclaves económicos aislados del resto del país, de modo que la economía nacional era precaria.

    Con la fundación de la República, en 1821, José de San Martín había abolido el tributo colonial sobre los indígenas. Pero solo cinco años después, el tributo volvió a instaurarse bajo el nombre de “contribución” indígena (Bonilla 2001, 177). Fue esta contribución la que obligó a muchos indígenas a vender su mano de obra y trabajar en los centros mineros aledaños. Una parte menor trabajaba en haciendas bajo un régimen conocido como “yanaconaje”. Los yanaconas recibían, por parte de un terrateniente, una parcela para la autosubsistencia y a cambio de ello debían trabajar en las tierras del hacendado por una determinada cantidad de días al año. No recibían dinero, pero el hacendado solía hacerse cargo del pago de la contribución (Contreras y Cueto ²2000, 77).

    La contribución indígena fue un factor importante para la constitución económica de la República. Un cálculo hecho para el año 1829 estima que casi 13 por ciento del presupuesto anual se financiaba mediante este tributo. Entre 1839 y 1845, el tributo ya sostenía más de un tercio del presupuesto nacional (Bonilla 2001, 177-178). Fue recién en 1854, con el “boom” del guano, que Ramón Castilla abolió este tributo.

    El Perú independiente se construyó sobre un modelo fuertemente centralista. No solamente estaba la reintroducción del tributo indígena. El gobierno central también se arrogó el derecho de nombrar las autoridades locales.


    Las tres fases de la rebelión





    La rebelión de Iquicha no se podría explicar sin los factores mencionados. En efecto, los rebeldes exigían la abolición de la contribución. Pero ello no pudo haber sido el único motivo, pues ya hemos visto que el tributo indígena también existía en la Colonia. ¿Por qué, entonces, el deseo de regresar al orden colonial?

    Antonio Huachaca, líder de la rebelión, expresa sus motivos en una carta dirigida al Prefecto de Ayacucho, en 1826:

    salgan los señores militares que se hallan en ese depósito robando, forzando a mujeres casadas, doncellas, violando hasta templos, a más los mandones, como son el señor Intendente, nos quiere acabar con contribuciones y tributos (…) y de los (sic) contrario será preciso de acabar con la vida por defender la religión y nuestras familias e intereses (Bonilla 2001, 155).

    Antonio Huachaca era un campesino indígena que había luchado por la causa española, enfrentándose a los independentistas cuzqueños, en 1814. En recompensa por sus servicios, había alcanzado el grado de General de Brigada en el Ejército Real del Perú. En la carta aquí citada queda claro que, más allá de los tributos, Huachaca ve a las fuerzas independentistas y patriotas como extrañas, abusivas y hasta paganas.

    En efecto, los independentistas habían saqueado iglesias (Bonilla 2001, 159). Más allá de estas circunstancias, es notorio que los indígenas hicieran de la religión católica una causa suya.


    Pero volvamos al escenario de la rebelión. Antonio Huachaca estuvo acompañado por otros líderes, todos ellos indígenas a excepción del francés Nicolás Soregui, comerciante y ex oficial del Ejército Español en Perú. Según un testimonio, las fuerzas rebeldes sumaban 1500 hombres. Según otro, llegaban a 4400 (Bonilla 2001, 162). Todos coinciden en que la mayoría de rebeldes provenían del distrito de Iquicha, provincia de Ayacucho. Contrariamente a lo que se podría suponer, ninguno de los líderes rebeldes eran caciques. Más bien, se trataba de comerciantes o arrieros (Bonilla 2001, 167). También hubo participación indirecta de españoles y mestizos. Estos no fueron protagonistas, pero ayudaron en la organización y la propaganda (Bonilla 2001, 153).

    La primera fase de la rebelión se da entre marzo y diciembre de 1825 cuando los indígenas de Iquicha se movilizan, pero son contenidos rápidamente por el ejército patriota que se encontraba en Huanta. La paz sería muy corta. En enero de 1826 se produce otra movilización que también protesta contra el cobro del diezmo de la coca. Cabe resaltar que la región de Ayacucho y, especialmente la de Huanta, vivía del comercio de la coca. Éste les aseguraba una posición económica relativamente buena (Bonilla 2001, 152).

    En junio de 1826, los rebeldes bajo el comando de Huachaca y Soregui logran tomar el pueblo de Huanta convirtiéndolo en centro de operaciones. Luego, y con el apoyo de dos fracciones desertoras de los Húsares de Junín, intentan tomar Huamanga (Ayacucho), pero son derrotados por la guarnición de la ciudad. En julio de 1826, el general y Presidente del Consejo de Gobierno Andrés de Santa Cruz viaja personalmente a Ayacucho para combatir a los rebeldes.

    La tercera fase de la rebelión se inicia en noviembre de 1827 cuando los rebeldes de Iquicha vuelven a tomar Huanta, manteniendo la ciudad bajo su control por dos semanas. A continuación, los iquichanos atacan nuevamente Ayacucho, pero son derrotados una segunda vez. Esta derrota marcaría el fin del movimiento. Hasta junio de 1828, todos los líderes con excepción de Huachaca son apresados. En diciembre del mismo año, Soregui y otros tres líderes son condenados a muerte. Dos años después y ante la apelación presentada por los inculpados, la Corte Superior de Justicia del Cusco anula todas las sentencias de muerte y Soregui es desterrado por diez años junto a otros líderes (Bonilla 2001, 150-151).

    Antonio Huachaca, en cambio, siguió participando en enfrentamientos, aunque esta vez entre caudillos militares. En 1838, Huachaca es rehabilitado al ser proclamado Juez de Paz y Gobernador del distrito de Carhuaucran, lo cual motivó un irónico comentario de una autoridad local. Califica a Huachaca de Jefe Supremo de la Republiqueta de Iquicha, con insulto del gobierno peruano y de sus leyes (Bonilla 2001, 154).

    Comentarios finales

    Según el historiados Heraclio Bonilla, las interpretaciones de la rebelión de Iquicha suelen inclinarse hacia dos extremos: El primero sostiene que la opresión de los indígenas durante la colonia habría desencadenado un proceso de alienación que los hacía indiferentes frente a las nuevas ideas republicanas. Esta tesis es compatible con la interpretación marxista presentada por Carlos Iván Pérez Aguirre en 1982:

    Centurias de experiencia y de lucha de clases han demostrado que [los campesinos indígenas] sólo pueden colmar sus reivindicaciones, especialmente su derecho a la tierra, bajo la dirección de la burguesía revolucionaria y, cuando ha caducado su rol histórico, sólo bajo la dirección del proletariado.

    La segunda interpretación, en cambio, sostiene que los iquichanos rebeldes siempre tuvieron presentes la noción de la república. Desde esta perspectiva, la rebelión “ocultaba el deseo de sus líderes por encontrar reconocimiento y lugar en el nuevo ordenamiento” (Bonilla 2001, 166).

    Tal como sostiene Bonilla, sería demasiado simple hablar de los rebeldes iquichanos en términos de “víctimas” o “héroes”. Si bien los iquichanos estuvieron apoyados por blancos y mestizos, la lucha fue conducida y ejecutada por indígenas, siendo ellos ex soldados, comerciantes y arrieros. De modo que no se les puede clasificar como simples víctimas. Por otro lado, tampoco es convincente asignarles conciencia republicana cuando ellos declaraban explícitamente su apego a Fernando VII, rey de España.





    Una interpretación adecuada debe intentar conciliar ambos extremos. Al final, probablemente, la rebelión se debió a una conjunción de factores, todos ellos importantes. Están los factores económicos (contribución indígena, diezmo de coca), está la independencia precaria con la situación de guerra entre realistas y patriotas y los arriba mencionados abusos de los patriotas, está el centralismo limeño. Todos estos factores debieron haber contribuido a que el proyecto republicano sea percibido como excluyente y extraño a los propios intereses. Bonilla cuenta cómo el prefecto de Ayacucho, Pardo de Zela, reportaba a su superior, en junio de 1827, lo que los pueblos de su jurisdicción reclamaban frente a la nueva autoridad: “costumbre, señor: costumbre” (Bonilla 2001, 153).

    En todo caso, podemos constatar una brecha entre el proyecto republicano (igualdad ecónomica, social y jurídica) y la realidad. Jorge Basadre cita el manifiesto del Congreso Constituyente de 1822 que fuera proclamado por Luna Pizarro, Sánchez Carrión y Mariátegui:

    Vosotros indios sois el primer objeto de nuestros cuidados. Nos acordamos de lo que habéis padecido y trabajamos para haceros felices. Vais a ser nobles, instruidos, propietarios y representaréis entre los hombres todo lo que es debido a vuestras virtudes (Basadre, 161).

    Hoy en día ya no hablamos de indígenas, pero el 50 por ciento de ciudadanos peruanos que viven en condición de pobreza material y social siguen estando al margen de la igualdad proclamada.

    Por Evaristo Pentierra


    Bibliografía:

    Basadre, Jorge (sin fecha): Historia de la República del Perú, 1822-1933. Tomo I. Edición del diario La República y la Universidad Ricardo Palma, sin lugar.

    Bonilla, Heraclio 2001: Metáfora y realidad de la Independencia en el Perú. Instituto de Estudios Peruanos, Lima.

    Contreras, Carlos y Marcos Cueto ²2000: Historia del Perú contemporáneo: Desde las luchas por la Independencia hasta el presente. Instituto de Estudios Peruanos y Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú.


    Cortesía y Comentario iniciales en cursiva de Martín Macedo

    ¡ Navala victoria !
    ¡ Mamacha Rosario !
    Antonio Huachaca,
    Príncipe del Incario,

    Van los iquichanos,
    Feroces y leales,
    Tremolando orgullosos,
    Las banderas reales,

    Por la Religión y el rey,
    Los indios galopan,
    Libres como cóndores,
    Sudando su honra,

    Nobleza hispánica,
    Bien reconocida,
    Adhesión popular,
    Coraje realista,

    Sin querer revoluciones,
    Ni criollas ni peninsulares,
    Por un imperio católico,
    Braveza a raudales,

    ¿ Independencia de qué ?
    ¿ Libertad obligada ?
    Sangrientos sofismas,
    América aherrojada,

    El Perú ya era libre,
    Flor y nata de las Indias,
    Su solera virreinal,
    Provocó gran codicia,

    Así, Huachaca, pues,
    Fue el gran capitán,
    De unas huestes indómitas,
    Resistencia y fidelidad,

    En las pampas de Quinua,
    Aún se sigue escuchando,
    ¡ Navala victoria,
    Mamacha Rosario !

    Y así yo propongo,
    Algo para Sevilla:
    Estatua para Huachaca,
    Abajo la de Bolívar.


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