INSTRUCCIONES
Para el jefe de las armas de S. M. en Venezuela, sobre la organización, disciplina y conducta que deberán observar los cuerpos que se creen, y con los pueblos que ocupen y vuelvan al dominio real.
Organizar todas las partidas que pueda, y las existentes, dándoles las denominaciones de batallones y escuadrones cuando las primeras pasen de 400 hombres y los segundos de 200. Sus comandantes serán efectivos de infantería y de caballería, y divididas las compañías, nombrará los capitanes, subalternos y demás clases, dándoles los correspondientes títulos en comisión de que dará parte.
Llamará á los oficiales del rey que haya en el país para que organizen partidas y se coloquen en ellas u otros destinos militares.
En cuanto sea posible procurará que los cuerpos se organizen bajo el método que prescriben las reales ordenanzas.
Inspirará en los jefes todo el debido arreglo, disciplina y subordinación, ofreciéndoles que sus servicios serán ventajosamente premiados.
Todo jefe y oficial que se pase con tropas y armamento del enemigo. Se le mantendrá en su empleo y usará de su servicio sin prejuicio de otros premios, según lo merezca la importancia que ofrezca su unión a las filas de los leales.
Estando el ejército que formó dividido en batallones y escuadrones, ofrecerá mucha ventaja, cuando se les ocupe en el servicio, será mas fácil su manejo y mucho mas útil en las empresas militares.
Debe penetrárseles que así como en la guerra el soldado ha de ser terrible contra su enemigo, rendido este, la generosidad debe resplandecer en aquel como atributo propio del valor.
Con los pueblos deben ser humanos, atraer á sus vecinos por la dulzura y buen trato, conducirse con ellos como hermanos, no zaherirles ni echarlos en cara su conducta anterior, y procurarles motivos de gratitud por sus servicios y de admiración por sus proezas y fidelidad.
El jefe de las armas o el comandante que opere en detall, procurará por medio de proclamas manifestar á los pueblos que ocupe, que el objeto de sus tropas es reunir el territorio al suave y paternal gobierno de
S. M., destruir el anárquico revolucionario de la república, proteger la vida y propiedades de los vecinos, lanzar los tiranos y hacer que vuelva aquel al feliz estado que gozaban sus moradores en 1809, disfruten del sosiego, de la propiedad y justicia que les han arrebatado una porción de aturdidos, infames, ignorantes y traidores.
Les manifestará que S. M. ha perdonado todos los estravíos pasados hasta aquel momento, que ninguna acusación que se haga tendrá acogida, si el objeto es la venganza; que á cada cual se tendrá en los goces de sus bienes legitimamente habidos, que los sentimientos no tendrán lugar, y por último que cada palabra dada por el jefe de las armas sobre cada uno de estos puntos será inviolable en su cumplimiento.
Todo delito de traición que se cometa despues de la entrada de las tropas realistas, se castigará inmediata y militarmente, guardando las fórmulas de ordenanza en cuanto lo permitan las circunstancias.
Se procurará gravar lo menos posible á los pueblos, llevando cuenta y razón de lo que suministren con las debidas aclaraciones y formalidad.
En todo pueblo en que entren las armas de S. M., se restablecerán las correspondientes autoridades bajo el mismo pié en que se hallaban en 1809, procurando que recaigan en las personas de más notable probidad y conducta, cada uno de los cargos públicos, y los tenientes justicias mayores se establecerán por ahora reunidos a los mandos de armas, por convenir asi ínterin se este procediendo a la pacificación, pues de esté modo será mas rápido el real servicio.
Los empleados civiles se establecerán de la misma manera en clase de interinos, y en caso de que se presenten los propietarios, servirá ánquellos de particular mérito el tiempo que los desempeñaren, destinándolos á otro encargos.
El ramo de real hacienda se establecerá en manos puras, económicas y de confianza, porque en esta consiste la oportuna y pronta recaudación y el cubrir las atenciones públicas sin gravámen del vecindario.
En todos los pueblos se organizará la milicia urbana con sus oficiales, para cuidar del buen órden y policía interior de seguridad, manteniéndolos arrados y con arreglo.
Deben servir de bases para la pacificación: 1°, manifestar que las armas de S. M no conocen partidos, resentimientos, agravios ni venganzas siendo su objeto la verdadera pacificación del país: 2º, que ellos garantizan la seguridad de todos los vecinos, la propiedad de cada uno de estos legalmente adquirida y la tranquilidad del territorio: 3°, que así como no se hará mérito alguno de lo que pasó en los desgraciados tiempos de la revolución en que han estado las provincias, castigarán severa y prontamente los nuevos crímenes de esta clase que puedan perpetrarse y á que se entreguen los ingratos: 4°, que bajo estos principios habrá una amnistía que será cumplida con la mayor religiosidad: 5°, los empleos y cargos se proveerán en personas que mantengan el aprecio de los pueblos, por su moderación, conocimientos, probidad y conducta intachable: 6°, que todo debe ponerse bajo el régimen en que se hallaba en 1809:7º, la prensa mantendrá por una mano diestra la publicación de las pasadas desgracias y diferencia del tiempo de la revolución y el que ha sucedido á esta, el estado de ruina a que los facciosos llevaron las provincias de donde hicieron desaparecer la agricultura, el comercio y la industria, gravando los pueblos con enormes contribuciones y peores cadenas que las que los sultanes hacen sufrir á sus esclavos: que del estado próspero en que se hallaba todo el continente en aquella época, lo han ido apresuradamente reduciendo á la nada destruyendo sus capitales, ahuyentando sus vecinos y poniéndolo en la lamentable situación en que se encuentra. Inculcar la multitud de mandones que se han creado, su fausto insultante y su insufrible orgullo, cuando el pueblo gemía en la miseria: que la felicidad que proclamaban tenía por objeto su único y sórdido interés, al que han sacrificado tantas víctimas y destruido masas enormes de riquezas: se les debe comparar este triste estado con el que tenían antes de la revolución: presentarles casos y hechos, y el arreglo que se pone en las rentas quitando las contribuciones onerosas, las capitaciones y demas cargos desconocidos con que querían cubrir sus robos, dilapidaciones y empeños con el extrangero: en fin, con la prensa es donde: se ha de batir victoriosamente al enemigo, y donde se ha de aumentar la opinión, porque por ella se presentaron los males que han causado, la ignorancia con que han mandado, sus bárbaros procederes, sus atentados escandalosos, su inicua traición y horror que debe causar la memoria del gobierno revolucionario.
Al estado eclesiástico se debe respetar guardando a sus individuos las justas consideraciones que les corresponden, y ellos serán de un gran peso en la opinión por sus consejos privados, públicos, y en el púlpito.
Organizadas las partidas bajo estos principios, y arreglando su conducta á ellos puede asegurarse que las empresas tendrán el éxito más feliz, lográndose la pacificación tan deseada, y por cuyos servicios, ya lo verifiquen separada o colectivamente, serán premiados en todos sus casos como militares, y sus jefes además por el carácter político que desplieguen en favor del buen orden y que sepan conservar.
El comandante general dará parte razonado por ahora á esta capitanía general de todas las operaciones, la comunicará los detalles, hará patentes los servicios de los subordinados y de la organización que vaya estableciendo, sirviéndole esta instrucción en clase de interina hasta la real aprobación, la cual se da para su observancia usando de las facultades con que ha revestido S. M. a este gobierno. Puerto Rico, 30 de Junio de 1827.
- Miguel de Latorre
OFICIO
Del General Latorre al Comandante Don. José Arizábalo.
La comunicacion que me hace V. con fecha 11 del corriente, la ha puesto en mis manos Mr. A. Lavallé comisionado al efecto. Por ella me he instruido de todas las ventajas conseguidas por los leales sobre esos rebeldes, como lo estaba ya por sus anteriores comunicaciones de Abril, de las que tuvieron lugar en las épocas anteriores á que se referían. Lo quedo igualmente de todo lo demás que me manifiesta V. relativo al estado y fuerza de nuestras partidas, buen espíritu público que anima á los pueblos, situación del enemigo y reflexiones sobre las operaciones que deben practicarse, plan para ellas, auxilios con que deba contar é instrucciones que desea pare el mejor acierto. Concretándome pues a lo más urgente, diré a V. que al momento que recibí sus partes de Abril, los puse en noticia del Excmo. Sr. Capitán General de la isla de Cuba, exigiéndole prontos auxilios, particularmente de fuerzas navales; despaché al efecto dos buques, uno á La Habana que llegó, y otro a Cuba que se perdió, echando al agua las comunicaciones; pero que repetí al primer punto, ignorando si ha llegado; y este tercer parte saldrá expresamente con un oficial en comisión para entregarlo y exigir contestaciones terminantes sobre los socorros pedidos. De todo esto tengo elevadas cuentas á S. M. y aguardo por momentos sus soberanas resoluciones. Por este relato observará V. que no he perdido momento en procurar socorros a esos beneméritos fieles vasallos, y que el no haberlos ya dado directamente como deseo tiene origen en faltarme lo más esencial, los buques de guerra pues en este caso ya los habría dirigido con armamento, municiones y algún dinero, extendiéndome, según la necesidad, á alguna guarnición para sostener en caso ventajoso á Puerto Cabello. Estos mismos auxilios son los que repito a V. hallarán en mi autoridad los fieles, como se lo tengo comunicado por una persona de toda mi confianza que despaché cerca de V. competentemente instruida, y hago hace dos días en ese territorio. De consiguiente, por su parte todo lo he puesto en movimiento hasta donde he podido. Comunicaciones prontas a La Habana y a la corte; pido a la primera dé auxilios con eficacia, y hasta dirigiendo un comisionado al general de dicha isla; y envío cerca de V. una persona de toda mi confianza.
Debe V, pues, vivir en la seguridad de que estoy decidido en favor de la gloriosa empresa que tienen esos valientes entre manos, que estoy muy al cabo de sus heróicos esfuerzos, que espero de su constancia y amor al rey nuestro Señor, seguirán en fines tan laudables unidos y con toda la prudencia que corresponde á la digna nación, cuyos derechos defienden, y deben esperarlo todo de la magnanimidad y bondad característica del soberano, que derramará abundantemente sus gracias en favor de sus leales vasallos.
Se trata ya de un asunto sério, se trata de la destrucción de un gobierno anárquico por los armas; es preciso pues organizarlas, mantener el órden y la disciplina, fijar la opinión, dar la mas alta idea de la diferencia de gobierno, atraer á los pueblos con dulzura, buena fé y premio.
Perdonar lo que pasó, lanzarlo al olvido y crear una nueva era castigando severamente al que despues de pacificado osare erguir el cuello revolucionario. Deben garantizarse las propiedades y la seguridad individual como bases esenciales para que la pacificación sea firme, útil y cierta.
Esta falta de principios ha sido la causa de la pérdida de esos pueblos, y de nada serviría el ocuparlos, si no se observara religiosamente, para desterrar hasta los deseos de nuevas reacciones. Desde luego apruebo cuanto se ejecute a nombre de S. M. Los Jefes serán sostenidos con el carácter que hoy tienen, y á cuya firmeza acudiré con mi autoridad luego que sepa cual sea aquel. Autorizo á V. para que se ponga al frente de las armas con el carácter de comandante general de ellas, y cuando V. me participe la organización de los cuerpos de que hablo en las instrucciones, los empleos que tengan en la actualidad en ellos sus jefes, su estado de subordinación á mis disposiciones sobre organizarlos, la unión de principios que en todos reina y el premio á que se hayan hecho dignos despacharé los correspondientes nombramientos á nombre de S. M.
Conviene, por ahora sobre todo, que haya la mayor unión, que la prudencia dirija todos los actos, que los golpes que se den al enemigo sean muy combinados, con ventaja y decisivos, que se les destruya en detall, que no se veje á los vecinos, que se afirme la opinión, se conserven las buenas posiciones que ofrecen las líneas del Tuy y Guarico, y cuando el número de fuerzas lo permitan, se estrechen los valles y capital, aprovechando todos los casos, cortando las comunicaciones, interceptando los recursos y poniéndolos en el extremo de que su gobierno se haga más odioso por las vejaciones á que se halle obligado para buscarse socorros; debe evitarse mucho que reúnan sus fuerzas.
A las nuestras se las debe entusiasmar, proclamarles con decisión los principios detallados, cumplirlos y fijar así la buena opinión del ejército. A la distancia á que nos hallamos es muy dificil aconsejar sobre las operaciones. Estas tendrán lugar según las circunstancias que no deben despreciarse.
La maestría de la guerra consiste en saber organizar los cuerpos, en saber animarlos. Hacerse los jefes ídolos del soldado, captarse el amor de los enemigos, ser firmes, enérgicos y terribles en los combates, no desaprovechar en esto la menor ventaja: movimientos prontos y oportunos deciden muchas veces las batallas con poca pérdida, y la efusión de la sangre debe evitarse, en cuanto sea posible. Demarcar las operaciones desde aquí no es fácil, y acaso seria un mal: solo diré que el jefe en campaña debe conservar las buenas opiniones, la subsistencia de sus tropas, los socorros oportunos para sus marchas, las comunicaciones y sobre todo conocer mucho el terreno, y proporcionarse avisos seguros sobre el enemigo. Si la conducta del ejército que se crea no pierde de vista estos consejos, engrosará con la fuerza enemiga y se hará formidable, y cuando su jefe se penetre de esta superioridad moral que lleva, debe no desperdiciar momento, ni dar derrotado al enemigo hasta destruirlo. Una conducta intachable, mucho desinterés y generosidad debe distinguir á todas las clases. La guerra es de opinión, y aquel que despliegue más virtudes recogerá los laureles, los jefes de las partidas, a los oficiales y tropa les hará V. ver, que son la admiración del rey y de todos los españoles fieles, por su constancia, valor y lealtad. Que prosigan en sus heroicos hechos de la manera que hasta aquí lo han practicado, que además de las bendiciones de que los colmarán esos pueblos, tendrán la justa recompensa que les corresponde de nuestro adorado monarca, que como siempre llena de beneficios superabundantes á sus valientes tropas.
Les dará V. las mas expresivas gracias á nombre del rey, y que en mi hallarán constantemente su apoyo y su defensor, pues no perderé un instante en solicitar sus adelantos y darles los que se hallen en mis facultades. Creo que hasta el regreso del oficial que dirijo á la Habana, deben Vs, estar a la defensiva sin que por esto se deje de sacar toda la ventaja posible de las circunstancias, y siendo tales que se vea van á decidir la cuestión, aprovechar sin perder instante.
Deseo conocer los servicios de cada comandante de partida, para acordarles interinamente el premio á que se hayan hecho acreedores, y á Cisneros particularmente por sus repetidas proezas contra los enemigos del rey. También puede V. tomar en Santómas algunos fusiles, pólvora y plomo, aprovechando seguridad en su envío con toda precaución, no comprometiéndose á pagarlo hasta hallarse en su poder, y con su aviso lo satisfaré entonces aquí, cuidando mucho de quitar al enemigo todo el armamento que se pueda.
Las posiciones del Pao, San Sebastián, Orituco y Güires; la montaña de Guapo y los pueblos de las riberas del Tuy proporcionan recursos, proximidad á la capital, y el poder aprovechar golpes de mano teniendo buenos avisos de la situación de los enemigos, no dándoles lugar á que reunan fuerzas, pues en cualesquier punto donde se sepa que lo hacen, deben atacarse y destruirse. Si fuese posible sorprender a los jefes revolucionarios, la insurrección habría terminado. Con avisos ciertos y marchas rápidas se consiguen estas empresas. Las imprentas deben cogerse todas y asegurarlas empaquetadas, no dejando más que una para el gobierno, la cual no debe cesar en circular boletines, proclamas, disposiciones sobre organización del gobierno y destrucción del enemigo
Una pluma maestra debe pintar como es en sí la revolución, el desorden de los rebeldes, la miseria á que han reducido el país, y cuanto concierna á fomentar el espíritu público, y odio al anárquico sistema de que salen. Creo con esto y con las instrucciones políticas y militares que acompaño, muy suficiente por ahora para llenar los deberes de V.: lo demás será hijo del tiempo, de que avisaré, no dejando V. de hacerlo, sin necesidad de firmar los oficios, pues ya me es conocida la letra, ínterin dure la posibilidad de que sean interceptadas. Mucha reserva, mucha unión, disciplina. subordinación y prudencia es lo que encargo.
Luego que tenga avisos de La Habana, si diere tiempo, procurará vayan algunos buenos jefes y empleados civiles de los que han correspondido á esas provincias y serán muy útiles por su pericia, conocimientos y de más circunstancias que los adornan, sin perjuicio de las promociones y empleos de esos beneméritos.
Al comisionado Mr. Lavallé se le ha atendido escrupulosamente, socorrido con quinientos pesos y será recompensado su interés ante servicio con oportunidad. En las comunicaciones mucha reserva, y no hacerlas sin toda la debida seguridad. Por último manifieste V. individualmente á cada uno de esos buenos españoles mi gratitud, y que no pierdo medio alguno para que gocen de la paz, seguridad y confianza que han desaparecido de esas provincias. Predique V. mucho, que las pasiones no salgan a luz, que todo lo pasado debe olvidarse, y como hermanos entran en la carrera del honor, de la buena fé y de la generosidad. Las comunicaciones que me anunció V. me había dirijido antes de las de Abril, no Ias he recibido; y será conveniente me las duplicase V. Si hubiera venido con la primera un comisionado, no se habría estraviado, ni perdidose el tiempo con La Habana, de donde acaso por la estación, nos veremos privados de los buques. -- Dios guarde á V. muchos años. Puerto Rico, 30 de Junio de 1827.
MIGUEL DE LATORRE
P. D. Acaba de fondear la goleta que despaché á La Habana en Mayo.
Fué visitada por un corsario y echó los pliegos al agua. También se perdió la correspondencia que dirijí á Cuba, y recelo suceda lo mismo con la que remití últimamente. Por consiguiente, aún se ignora en la Habana el estado de esos pueblos, y he duplicado todo y sale mañana con el comisionado. Yo no espero auxilios de allí hasta Octubre por la estación, pero no dudo los prestarán. He visto la proclama de B. en 19 de Junio, y combinado todo eso requiere ya actividad y obrar con denuedo, avisándome por buques extrangeros cuanto se haga, y en caso que los enemigos bloqueen, por los puertos que se pueda. Así se estrechará mas á la Habana por los socorros. Tengo varios impresos preparados que circularé luego que haya salido el comisionado de V. Prontitud, decisión y firmeza es lo que requiere la empresa; y no hay que perder tiempo en llevarla á su cumplimiento. Si V. se ausenta, deje encargada la persona que me escriba.
Autobiografía del General Páez, Capítulo XXII, página 439
https://books.google.com/books?id=5R...page&q&f=false
Última edición por Michael; 05/12/2023 a las 09:07
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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