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Tema: Las Indias no eran colonias

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  1. #1
    Avatar de Montealegre
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    Re: Las Indias no eran colonias

    "En el llamado Salón del Buen Retiro, en Madrid, y colocado en la segunda mitad de la estancia, precisamente en el grupo de los Reinos extrapeninsulares y a la diestra del solio regio, aparece el símbolo de Perú, representado por el escudo de Lima (como el de la Nueva España lo era por el de la ciudad de México). El significado político de ese recinto implicaba la jerarquía y la individualidad que se reconocía al Perú dentro de la galaxia de los dominios de la corona de España"

    En: LOHMANN, Guillermo. Historia General del Perú. ​Tomo V., Lima, 1994.
    El Tercio de Lima dio el Víctor.

  2. #2
    Avatar de Mexispano
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  3. #3
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Mmm... quería que la imagen pudieran observarla todos los que entran al foro (aún los visitantes) pero al desconectarme, solo puedo ver el nombre del archivo.

  4. #4
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Cita Iniciado por Mexispano Ver mensaje
    Mmm... quería que la imagen pudieran observarla todos los que entran al foro (aún los visitantes) pero al desconectarme, solo puedo ver el nombre del archivo.

    Los archivos adjuntos sólo los pueden ver los usuarios registrados, para que las imágenes las vean todos hay que subirlas a algún almacén de imágenes como Photobucket o ImageShack y pegar la etiqueta en el mensaje. Imagen desde Photobucket:



    Última edición por Erasmus; 27/08/2013 a las 02:09



    Imperium Hispaniae

    "En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."







  5. #5
    Avatar de Montealegre
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    Re: Las Indias no eran colonias

    No solo Virreyes, también varios otros altos cargos recayeron en criollos. Menciono solo algunos peruanos:
    -Antonio de Aranguren y Zubiate (Trujillano): Consejero del Consejo de Indias
    -Alvaro de Ibarra (Limeño): Oidor y Visitador.
    -Juan de Valencia el del Infante (Limeño): Espía Mayor de Castilla y Superintendente de las correspondencias secretas del Rey.
    -Manuel Francisco de Clerque y Solano: Embajador de Carlos II y Procurador de la ciudad de Lima.
    -Vicente Morales y Duárez: Presidente de las Cortes de 1812, etc.
    GiulioRudolph dio el Víctor.

  6. #6
    Avatar de Mexispano
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Cita Iniciado por Erasmus Ver mensaje
    Los archivos adjuntos sólo los pueden ver los usuarios registrados, para que las imágenes las vean todos hay que subirlas a algún almacén de imágenes como Photobucket o ImageShack y pegar la etiqueta en el mensaje...
    Gracias por la información

  7. #7
    Avatar de Donoso
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Cita Iniciado por Mexispano Ver mensaje
    Mmm... quería que la imagen pudieran observarla todos los que entran al foro (aún los visitantes) pero al desconectarme, solo puedo ver el nombre del archivo.
    Por desgracia si permitimos que las vean los no registrados, podrían enlazarlas desde fuera y producirnos un gasto importante.

    Aun así es mejor adjuntarlas, porque sino desaparecen. Basta ver cualquier tema de hace 2 o más años para ver que las imágenes enlazadas desde fueran han desaparecido casi todas.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  8. #8
    Avatar de Michael
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Cita Iniciado por Montealegre Ver mensaje
    Esquema de la composición de la Monarquía Católica (Magna Hispania), con la respectiva mención de los distintos Reinos de los Imperios de Indias:



    Genial. Sólo que en cuanto a la Monarquia Indiana habría que matizar su organización ya que el sistema de capitanías generales fue tardío. Sería de un modo más tradicional mencionar los obispados, gobernaciones, virreinatos, audiencias, etc.

    Abrazos en Cristo.
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

  9. #9
    Avatar de Donoso
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    Re: Las Indias no eran colonias

    La nota de los *** no es correcta. En 1713 los reinos de la Corona de Aragón pasan a gobernarse con las leyes de la Corona de Castilla, pero no desaparecen. El título "Reino de España" no existe hasta la monarquía liberal de Amadeo de Saboya, casi a finales del siglo XIX.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  10. #10
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Gracias, Donoso, por la aclaración y la corrección.

    Michael: ciertamente se puede mejorar el cuadro adicionando lo que mencionas. Sería más preciso.

  11. #11
    Avatar de Montealegre
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    Re: Las Indias no eran colonias

    La Monarquía Indiana fue una Unidad Política distinta de Castilla desde su concepción jurídica en la Capitulación de Santa Fe, donde ya se prefiguraba el Señorío Indiano. Posteriormente, como tal y ante las pretensiones de los herederos de Colón, éste fue incorporado en la Corona de Castilla en 1520, pero esta relación no se mantuvo siempre, pues con el correr del tiempo Las Indias fueron gestando su constitución histórica propia, lo que las ubicó en una posición suprema dentro de la Monarquía Católica, posición esta, que se consagró jurídicamente con la promulgación de Las Nuevas Leyes de 1542, las que vinieron a ser, según denominó notablemente Alfonso García Gallo, la primera manifestación de la Constitución de las Indias que estableció una Unión Personal con Castilla. Todo lo dicho es absolutamente distinto de lo que en la antigüedad fue una Colonia. Una Colonia, para los latinos, era la ordenación jurídica de cives romanos, quienes crean ex novo un asentamiento dentro de un territorio extranjero, nunca poblado, esto es, extraño a la Urbe y donde se podría aplicar plenamente el Ius Civile. Asimismo, lo expuesto dista de lo que se ha entendido modernamente por una Colonia.

    Este concepto moderno tiene su inspiración remota en la noción griega de la “factoría”, o asentamiento comercial transoceánico, y se ha desarrollado en torno a las ideas de Hobbes, el cual definía una Colonia diciendo:

    “La procreación, es decir, las creaciones filiales de un Estado, son lo que denominamos plantaciones o colonias, grupos de personas enviadas por el Estado, al mando de un jefe o gobernador, para habitar un país extranjero que: o bien carece de habitantes, o han sido estos eliminados por la guerra”.

    Por lo tanto, el derecho que se aplica en una Colonia no es un derecho territorial propio, sino un derecho foráneo e ilimitado, debido a que fueron los ingleses los que más utilizaron esta fórmula de factorías o colonias:

    “El Derecho inglés distinguía asimismo claramente el ámbito del suelo inglés, como ámbito espacial de vigencia del Common Law, de otros ámbitos espaciales y consideraba el Common Law como Law of the Land, como Lex terrae. El poder del Rey era considerado absoluto en el mar y en las colonias, mientras que en cuanto al propio país, estaba comentido al Common Law y a las barreras institucionales o parlamentarias del Derecho inglés”.

    De esta óptica moderna surgió hacia el siglo XIX el colonialismo, como un subproducto de la talasocracia anglo-francesa de los siglos XVII y XVIII.

    Esto dista mucho de lo que ocurría en la Monarquía Indiana. Así nos lo reconoce Horst Pietschmann cuando nos dice:

    “A pesar de la dependencia que puede observarse en distintas esferas, seguramente no es posible designar a las Indias como “colonia” desde el punto de vista del derecho público, y ciertamente no sólo por la razón de que aún no existía la forma jurídica de colonia, sino, sobre todo, a causa de la circunstancia de que estas dependencias no representaban el resultado de una definición correspondiente de status según el derecho público, sino más bien el de un desarrollo político que no tenía como objetivo primario la creación de dependencias. Por lo tanto habrá que aprobar al opinion de Pierre Chaunu, cuando afirma: Castilla et Indias en sont pas Métropole et colonies, elles son les royaumes inégaux d’ une meme grand familie patriarcale”.

    No se puede negar que hacia el siglo XVIII esta concepción de la gran familia patriarcal sufrió un cambio inmenso debido a la llegada del absolutismo borbónico y su exacerbado centralismo; el que se condensó en la nueva divisa Utraque Unum. Ahora bien, la esencia bipolar de la Monarquía Católica se mantuvo dentro de lo que se conceptualizó como un solo “Cuerpo de la Nación” como se puede apreciar en el Real Decreto del 8 de julio de 1787 que declaraba que: “España e Indias conforman un solo cuerpo de Monarquía sin predilección particular”.

    Pero es necesario señalar que este centralismo jamás significó la pérdida de identidad política de los territorios, siendo así que el orden institucional de cada reino estaba diferenciado y era independiente; por eso, el inglés Walton, aún en 1814, anotaba que:

    “Todas las instituciones que juntas constituyen un gobierno europeo pueden encontrarse en las colonias hispánicas, las cuales pueden compararse a un sistema de estados confederados…”

    En este mismo año José Baquíjano y Carrillo (1751-1818) recordaba:

    “… que estaba sancionado en las Leyes de Indias que declaraban no ser aquellas posesiones colonias sino reinos agregados a Castilla, prohibiendo se les nombre de conquista cuando se hable de ellos”.

    Es recién desde el siglo XIX que, con el advenimiento de la Independencia, la historiografía liberal trató de equiparar, por analogía, la condición jurídica de las Indias con la posición de las 13 colonias norteamericanas, produciendo una confusión en cuanto a la verdadera naturaleza de las relaciones entre los polos de la Hispanidad. Esta visión de los historiadores decimonónicos, que presenta una situación de inferioridad y servidumbre, ha dado origen a los apelativos de Colonia o Coloniaje para un periodo histórico que nada tuvo de tal.
    En: ALTUVE-FEBRES LORES, Fernán. Los Reinos del Perú. Apuntes sobre la monarquía peruana. Lima: Editorial Dupla S.R.L., 2001, pp. 181-185

  12. #12
    Avatar de Michael
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Amigo Montealegre: gracias por el artículo y por todas tus buenas aportaciones en el foro. Aprendo bastante con ellas.


    Abrazos en Cristo Jesús.
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

  13. #13
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Historias de la historia de una conquista; Érase una leyenda muy oscura, unos indios y unos hijos de la Gran........................Bretaña.

    Lo que la Leyenda Negra contra España no cuenta de las Leyes de Indias





    El cuerpo de normas que regló la vida en las colonias de América supuso el origen de lo que hoy conocemos como Derechos Humanos

    «Y no consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y sus bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien». Esta es la última voluntad que la Reina Isabel la Católica dirigió a sus súbditos en su testamento. Se trata sin duda de un deseo que choca con la imagen cruel que la Leyenda Negra ha propagado del Imperio español por todo el mundo.

    Tal y como defiende Juan Sánchez Galera en su último libro «Vamos a Contar mentiras», y mal que les pese a los seguidores de la propaganda antiespañola, los monarcas hispanos no consolidaron la conquista de América a sablazo limpio, sino gracias a un ejército de maestros y curas. Frente a quienes presentan a los descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo como crueles genocidas, el historiador afirma que Leyes de Indias que reglaron la vida en aquellas colonias supusieron el origen de lo que hoy conocemos como Derechos Humanos.


    España consolidó la conquista de América con un ejército de maestros y curas


    En 1493 el Papa Alejandro VI reconoce mediante la bula «Inter Caetera» la propiedad de la recién descubierta «terra nullis» (tierra de nadie) a los Reyes Católicos, a condición de que evangelicen a los nuevos súbditos. Pero muy pronto surge un debate en la intelectualidad española, alentado por la misma Corona, acerca de la licitud de obligar a todo el continente a pertenecer a un imperio con el que no había mantenido antes ninguna relación. Los españoles empiezan a hacerse preguntas incómodas. «Se parte completamente de cero con la premisa de establecer unas nuevas normas de convivencia entre los hombres, basadas no ya en lo que se entendía hasta ese momento como cierto en Europa, sino unos valores comunes a todos los hombres de todos los tiempos», explica Sánchez Galera.

    Isabel la Católica fue la primera persona que se preocupó por los derechos de los indios: determinó que seguirían siendo los propietarios de las tierras que les pertenecían con anterioridad a la llegada de los españoles y, en el año 1500, dictó un decreto que prohibió la esclavitud. Nace así un nuevo derecho que, en palabras del autor, «reconoce que las libertades de los hombres y de los pueblos son algo inherente a ellos mismos, y que por tanto, les pertenecen por encima de las consideraciones de cualquier príncipe o Papa». Aquellas normas supusieron el punto de partida de la Leyes de Indias.

    Más adelante, una junta de la Universidad de Salamanca convocada por el emperador Carlos V en 1540 concluye que «tanto el Rey, como gobernadores y encomenderos, habrían de observar un escrupuloso respeto a la libertad de conciencia de los indios, así como la prohibición expresa de cristianizarlos por la fuerza o en contra de su voluntad», cuenta Sánchez Galera. Con el tiempo se va formando un cuerpo de normas, las Leyes de Indias, que recogen, entre otros, los siguientes derechos para los indios: la prohibición de injuriarlos o maltratarlos, la obligación de pagarles salarios justos, su derecho al descanso dominical, la jornada laboral máxima de ocho horas y un grupo de normas protectoras de su salud, especialmente de la de mujeres y niños.

    La esclavitud y las encomiendas
    Aunque la Reina Isabel la Católica había prohibido la esclavitud, algunos colonos se ampararon en las encomiendas para sortear las leyes que llegaban desde la España europea y obligar a los indios a realizar trabajos forzados. Con todo, Sánchez Galera defiende la institución: «Los indios, fuera de ser unos desposeídos, son propietarios de pleno derecho de aquellas tierras que trabajan, y del rendimiento de las mismas pagan un tributo o servicio a su encomendero, quien a su vez tiene obligación de protegerlos y cristianizarlos. Como toda institución humana, la encomienda dio lugar a ciertos abusos, y en contados casos, incluso degeneró en una especie de esclavitud encubierta».


    Ya en 1518 una ley establece ya «que sólo podrán ser encomendados aquellos indios que no tengan recursos suficientes para ganarse la vida, así como que en el momento en que fuesen capaces de valerse por sí mismos habrían de cesar» en este régimen. De todos modos, Carlos V da una estocada mortal a la institución con sus Leyes Nuevas de 1542, que limitan sobremanera las situaciones en que se podía poner en práctica.

    En cualquier caso, la actitud de los monarcas españoles contra la esclavitud fue decidida. Isabel la Católica y el Emperador Carlos V promulgaron decretos que vedaban esa práctica y, «si bien es cierto que Felipe II se deja presionar por los colonos del Caribe haciendo concesiones especiales para Puerto Rico y La Española, poco más tarde vuelve a dejar clara su repulsa hacia este tipo de institución, prohibiendo una vez más la esclavitud, e incluso haciendo extensiva dicha prohibición a la incipiente importación de esclavos negros», explica el autor.

    Frailes y maestros

    La Leyenda Negra que pesa sobre España también acusa a sus colonizadores del Nuevo Mundo de haber cometido allí un genocidio contra la población indígena. Pero si el Imperio español pudo consolidar su conquista de América no fue gracias a las armas, sino, fundamentalmente, gracias a su clero y educadores. Ciertamente, si bien los primeros escritos de los descubridores españoles describían a los habitantes de aquellas tierras como «pueblo angelical» cuya «aparente ingenuidad hacía presagiar una fácil y pronta civilización y evangelización», pronto aquellas poblaciones resistieron armadas a los abusos de los primeros colonos, estallando así los enfrentamientos bélicos.

    «Su aparente ingenuidad presagiaba una pronta civilización y evangelización»


    Fernando el Católico encarga entonces un estudio jurídico-teológico al dominico Matías de Paz y al jurista Juan López de Palacios, quienes concluyen que la guerra contra los indígenas sólo será justa «cuando sus caciques y jefes prohíban la libre conversión de sus súbditos, o bien sea menester el desterrar inhumanas costumbres que se niegan a abandonar», como el canibalismo o los sacrificios de personas a los dioses. Pero dado que, pese a las limitaciones fijadas desde España, en muchas ocasiones se recurría a las armas sin que hiciese falta, una Real Orden de 1526 impuso en todas las expediciones militares la compañía de sacerdotes con el fin de poner fin a aquellos abusos.
    Pacificado ya el continente, en 1573 Felipe II pone fin a la lucha armada en América, «y confía sus mayores y más ricas posesiones a un nuevo ejército compuesto, esta vez, a base de frailes y maestros. Comienza la verdadera y definitiva conquista de América», concluye Sánchez Galera.

    La «Leyenda Blanca» estadounidense

    «Si en el siglo XVI los grabados de Theodore de Bry sirvieron para condenar como criminales de guerra a los descubridores y conquistadores españoles, en el siglo XX una nueva técnica de comunicación, el cine, sirvió para darles el título de héroes a los anglosajones que exterminaron a las poblaciones indias de América de Norte», denuncia en «Vamos a contar mentiras» el historiador Juan Sánchez Galera. En su opinión, no todos los colonizadores de aquellas tierras se comportaron igual.

    De acuerdo con el autor, los conquistadores al servicio del césar Carlos V fusionaron en el Nuevo Mundo las culturas europea e indígenas, en muchas ocasiones mediante matrimonios mixtos, dando lugar a una sociedad mestiza. Por su parte, los colonos anglosajones formaron comunidades donde regía una especie de apartheid que separaba a británicos de indígenas. «No crearon nada, simplemente aniquilaron a los indios y sus culturas, para más tarde reocupar sus territorios, a los cuales trasladaron sus formas europeas de vida», acusa Sánchez Galera. Si los españoles conquistaban para expandir su cultura y su fe, los ingleses lo hacían, sobre todo, por motivos puramente mercantiles.

    Por otra parte, y entrando en el terreno de lo religioso, «para los colonos protestantes los indios no eran unas almas esperando recibir la fe, sino unos ingratos pecadores que no habían sabido rentabilizar las tierras y talentos que Dios les había dado. Así, Dios, dolorido por tan ingrata actitud, había decidido readjudicarlas a sus fieles hijos anglosajones» que, con el tiempo, «consiguieron hacer realidad lo que siglos más tarde no pudo el mismísimo Hitler: exterminar, literalmente, razas enteras», concluye el historiador.

    JJ.Godoy Espinosa de los Monteros - Historias de la historia de una conquista; Érase una leyenda muy oscura, unos indios y unos hijos de la Gran........................Bretaña.

  14. #14
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Cita Iniciado por Michael Ver mensaje
    Amigo Montealegre: gracias por el artículo y por todas tus buenas aportaciones en el foro. Aprendo bastante con ellas.


    Abrazos en Cristo Jesús.
    De nada, Michael. Me alegra escucharlo. Yo también disfruto y aprendo con tus aportes. En verdad, yo aprendo tanto de este foro que me parece de justicia tener que dar algo, aunque sea aportando de manera modesta.
    Saludos en Cristo.
    Última edición por Montealegre; 29/08/2013 a las 04:58

  15. #15
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Privilegiar la Conquista como el proceso principal de la formación de lo hispano en América es un error y quizás sea uno más de los engaños a los que nos hemos sometido. El arraigo de lo hispano en América se produjo con mayor fuerza, y para siempre, después de la Conquista. Pero mucho se nos ha hecho creer que la época de los gobiernos virreinales fue una época tranquila y somnolienta. Mentira.

    En esos años, el imperio español estaba consolidado y era la primera potencia del mundo. La Corona gobernaba sobre España, Italia, el norte de África, América y las Filipinas. El Pacífico y el Caribe eran mares españoles. Las flotas de guerra y comercial españolas eran las más grandes del mundo. “Cuando España se mueve, la Terra tiembla” decían nuestros antepasados con el orgullo que solo los españoles saben sentir. La protestante Inglaterra era la principal rival que tenía España y trataba por todos los medios de arrebatarle tierras, mares y riquezas. España, y por lo tanto Hispanoamérica, vivió prácticamente todo este período en guerra contra los ingleses que asaltaron muchas veces Panamá, Santo Domingo, México, Cartagena de Indias, Portobelo, Cuba, Maracaibo, Guayaquil, Montevideo, Buenos Aires, Perú y Chile. En Europa, en el Atlántico, en el Caribe y en el Pacífico los españoles, tanto europeos como americanos, combatieron fieramente a sus enemigos y lograron mantener la supremacía en el mundo. La buena estrella hispana llegaba a lo más alto.

    Por esos años la Conquista era un recuerdo añejo de ciento y tantos años atrás e Hispanoamérica comenzaba a comprenderse como un gigantesco territorio con pequeñas villas y gigantescas zonas rurales despobladas, organizado en virreinatos y capitanías generales, con los que España daba gobierno y leyes a los españoles, americanos o europeos. Porque, independiente de dónde hubieran nacido todos se consideraban españoles y compatriotas, pero se identificaban con un origen diferente, fueran gallegos, peruanos, extremeños, vascos, chilenos, andaluces, valencianos, mexicanos, catalanes, orientales, cubanos… Paisanos se llamaban entre ellos y se concebían todos como parte de una gran nación hispana. Un mundo ya descubierto y conquistado, pero aún pendiente de poblar, civilizar y formar. A ese mundo próspero llegaron por años y años nuevos contingentes de españoles desde Europa, compuestos principalmente por hijos de vecinos de ciudades menores, emprendedores que venían a probar suerte en los mercados americanos, jóvenes graduados de las universidades capaces de ocupar a algún cargo administrativo y soldados para servir en fuertes, desiertos, pampas y cordilleras. Muchos de ellos tenían estudios universitarios o experiencia en la administración pública, en política, en los negocios y en las guerras europeas. Fueron ellos los que ayudaron a cuajar lo español, a que floreciera y se enraizara la civilización en América. Fueron ellos los que más españolizaron América y sus hijos y nietos fueron hispanoamericanos.

    Fue el Imperio en su madurez el que amparó el crecimiento de lo hispano, indiano, criollo o americano; como queramos llamarlo. Época larga, increíble e imperial, de prosperidad y de cambios, de navegaciones por el mundo y de valentía en serio, a cañonazos; época de comercio a escala planetaria; época en que la nación hispana repartió por el mundo santos, militares, iglesias, poetas, valientes, corruptos, universidades, jueces, catedrales, idioma, costumbres, conventos, leyes, misioneros, haciendas…; todo al buen amparo de tejas, adobes, palmeras y sauces llorones.
    Kontrapoder, Hyeronimus y Leolfredo dieron el Víctor.

  16. #16
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Como directivo en funciones del Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica, me complazco en invitarles a que adquieran el libro «Pueblos y Soberanía, continuidades y rupturas conceptuales durante la insurgencia en el reino de Quito (1809-1813)», del historiador quiteño Ahmed Deidán de la Torre, mismo que ha sido publicado bajo el aval y el sello del Instituto en coedición con el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, del cual también formo parte. El libro se encuentra disponible hasta hoy en la Feria Internacional del libro de Quito, en el segundo piso, en los puestos de Tecnilibro y de Corredor Sur (12 dólares). Un libro necesario para comprender cabalmente el proceso de la independencia de Quito.

    Les dejo esta cita del autor extraída del libro:


    «Basados en el constitucionalismo histórico y en el uso cotidiano de las leyes, los españoles americanos creían que sus reinos y territorios eran parte integrante de la Monarquía española. Los derechos y privilegios adquiridos por conquista y mestizaje entre noblezas permitían que los españoles americanos consideraran que el pacto existente entre la Monarquía española no era entre América y la España peninsular sino entre los reinos particulares de que la Monarquía estaba compuesta y el rey. No existía ninguna diferencia legal o política entre la península y la América española, y tampoco existía una entre los vasallos en ambos hemisferios. La declaratoria venida desde la península en 1809, a través de la cual se reconocía la igualdad de los territorios americanos y de las provincias peninsulares, sólo confirmaba la perspectiva americana de este particular. Del otro lado, algunos peninsulares en oficios privados se referían a los territorios americanos como colonias de extracción, mientras que otros notaban que las leyes de América eran las mismas que regían en la península. Estas aclaraciones son fundamentales para comprender las razones por las que los españoles americanos reaccionaron de la forma que lo hicieron tras el colapso de la monarquía.»









    __________________________

    Fuente:

    https://www.facebook.com/photo.php?f...4054867&type=3

  17. #17
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    Re: Las Indias no eran colonias

    La riqueza industrial en la época virreinal

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    “América alcanzó un alto grado de progreso industrial (…) En esos años la América española había llegado a lo que es hoy el desiderátum de las naciones: a bastarse a sí misma (…) El monopolio español (…) produjo (…) sobre todo industrialmente, la autonomía de América (…) América (…) se pobló de industrias para abastecer en su casi totalidad el mercado interno (…) los productos podían en buena ley competir con sus similares europeos (…) donde hubo libertad comercial, hubo pobreza; allí, donde se la restringió, prosperidad”






    Trabajadores de diversas industrias y oficios del virreinato de Nueva España, el cual alcanzó un gran desarrollo económico durante los siglos XVII y XVIII.



    El siguiente texto es un extracto de la obra “Defensa y pérdida de nuestra independencia económica” (Capítulo I), “, del abogado, profesor universitario, historiador y diplomático José María Rosa. Fue publicada por primera vez en 1943.


    “El que sabe ser buen hijo
    a los suyos se parece
    y aquel que a su lado crece
    y a los suyos no hace honor
    como castigo merece
    de la desdicha el rigor”



    EL INDUSTRIALISMO COLONIAL (1)

    Las primeras industrias de América latina tuvieron su origen en el siglo XVII. Las industrias elaborativas se entiende, pues las extractivas -como la minería- se explotaron inmediatamente después del descubrimiento.

    América alcanzó un alto grado de progreso industrial: por lo menos desde el siglo XVII, hasta que el imperio español tembló en sus cimientos al terminar el XVIII. En esos años la América española había llegado a lo que es hoy el desiderátum de las naciones: a bastarse a sí misma, a la autarquía (2) ¿La causa? El monopolio español; el tan mentado, tan desprestigiado monopolio español. Pues éste, si en mínima parte significó la dependencia comercial hacia España, produjo, en cambio, sobre todo industrialmente, la autonomía de América.

    Claro es que la creación del monopolio español no tuvo como mira -a lo menos como mira eficiente – la formación de una industria americana autóctona. El monopolio fue creado por causas militares principalmente. En 1588 el poderío marítimo español se derrumbó con el desastre de la Invencible, quedando España en la paradójica situación de ser la potencia colonial mayor del mundo, mas careciendo de una escuadra con la cual defender sus colonias. Por eso estableció el régimen de galeones, que convenientemente custodiados partían de un puerto único americano -generalmente Santo Domingo- e iban hacia otro puerto único español -casi siempre Cádiz-. La carencia de suficientes navíos de guerra como para custodiar el tráfico comercial libre entre la metrópoli y sus colonias, en esos mares infestados de bucaneros ingleses y holandeses, obligaba a la navegación en convoy como único medio de mantener una comunicación entre las distintas partes del imperio español.

    Ya de por sí la reducción del comercio hispanoamericano a una flota anual de galeones – y años hubo que no partió ninguno – transportando hasta Puerto Bello los productos destinados a Nueva Granada, Venezuela, Perú, Chile y Río de la Plata, aminoró extraordinariamente la dependencia hacia España de la economía americana. América tuvo entonces que producir lo que España no podía enviarle. Pero a la dificultad en el transporte se unió otra causa: las ideas de los economistas españoles del siglo XVII- Pues España atravesaba desde mediados del XVI una fuerte crisis, traducida en el alto valor que alcanzaron todas las mercaderías: los medios de subsistencia eleváronse en grado sumo. La causa -hoy podemos saberlo- fue la importación de oro americano, que produjo como lógica consecuencia el desequilibrio en el valor adquisitivo del dinero: el oro bajó de valor con respecto a las demás mercaderías, y claro está, las mercaderías subieron con respecto al oro; con la grave consecuencia social de que el oro se hallaba en pocas manos, mientras que la demanda de mercaderías era general.

    Pero entonces se creyó firmemente que esta suba se debía a la salida de productos españoles para América. De allí que se tratara de evitar su envío al Nuevo Mundo, limitándose la exportación española a lo estrictamente indispensable- En realidad el comercio hispanoamericano en los tiempos de los galeones quedó reducido al transporte del oro y la plata de América a España, y al regreso de esos barcos llevando el mismo peso en los pocos, poquísimos, efectos ibéricos que no podían producirse aquí.

    América tuvo que bastarse a sí misma. Y ello le significó un enorme bien: se pobló de industrias para abastecer en su casi totalidad el mercado interno. Malaspina, escritor del siglo XVII, nos dice que “el movimiento fabril de México y el Perú eran notables”. Habla de 150 “obrajes” en el Perú, que a 20 telares cada uno, daban un total de 3.000 telares. Y Cochabamba, según Haenke(3), consumía de 30 a 40 mil arrobas de algodón en sus manufacturas.



    TÉCNICA DE LA PRODUCCIÓN COLONIAL

    Los “obrajes” -talleres de hilados y tejidos- se encontraban organizados en su mayoría de acuerdo al tipo de trabajo artesanal: con sus maestros, oficiales y aprendices, y requiriéndose haber pasado los dos grados inferiores y rendido el examen de “obra maestra”, para lograr con el título de maestro la licencia de regentear un obraje.





    Alegoría de la industria (1804-1806), por Francisco de Goya. La industria textil fue muy importante para el auge económico y extenso desarrollo industrial de la América Hispana.



    No fue el taller artesanal el único tipo de producción colonial: algunos encomenderos de indios emplearon la mano de obra de éstos, excusándose en la carencia de oficiales libres de nacionalidad española. Pero las “encomiendas industriales” constituyeron excepciones, toleradas solamente mientras se consolidaron los “obrajes” artesanales. El virrey del Perú, don Francisco de Toledo, reglamentó minuciosamente en 1601 el trabajo de los indígenas en las industrias manufactureras evitando cualquier abuso de los encomenderos (4). Y finalmente fue suprimido por varios decretos y ordenanzas reales (5) En cambio en las reducciones y misiones, los obrajes con mano de obra indígena fueron habituales, por cuanto constituían uno de los fundamentos mismos de la creación de tales establecimientos, que era la educación indígena tanto en las labores agrícolas como en las manuales. Aquí el producto de la industria indígena recaía exclusivamente en beneficio de las mismas reducciones y misiones. (6)

    Los esclavos no eran empleados habitualmente en faenas industriales, no obstante la opinión en contrario de Juan Agustín García (7). En primer lugar la esclavitud no fue normalmente permitida en la América hispana hasta la guerra de Sucesión, cuando Inglaterra impuso en el tratado de Utrecht de 1713 el derecho a establecer sus “asientos de negros” en puertos del Atlántico. Los pocos esclavos que hubo antes de esa fecha – tolerados por los funcionarios españoles; que no permitidos por las Leyes de Indias (8) – se filtraron de las colonias inglesas del norte, y las portuguesas del sur. Estos pocos esclavos no nos permiten suponer que la esclavitud fue regularmente admitida antes de 1702, y así encontramos que el modesto “asiento de negros” portugués, que las autoridades bonaerenses toleraron en el siglo XVI, fue clausurado estrepitosamente por la superioridad española.

    Los negros esclavos no eran tampoco mayormente aptos para labores industriales. Fueron empleados de preferencia en la agricultura; y en nuestro Río de la Plata – donde no existía mayor agricultura – destinados casi exclusivamente a tareas domésticas. Algunos realizaban pequeñas confecciones caseras, y otros fueron empleados en talleres, rescatando con sus jornales el precio de su libertad- Pero la protesta de los trabajadores libres, así como la resolución que el Cabildo de Buenos Aires tomó sobre ellos (9) a nos demuestra que el caso no era muy común ni constituía la tan manida “explotación de los esclavos”, lugar repetido por algunos escritores antiespañoles.

    La práctica de los gremios -no las Leyes de Indias- había exigido a los maestros zapateros y plateros, presentaran “informaciones sobre limpieza de sangre” (10). En el siglo XVIII estas informaciones fueron suprimidas, admitiéndose a cualquier trabajador americano, a condición de haber aprobado su examen correspondiente, para que pudiese optar al grado de maestro y abrir su taller. De esta manera los negros o indios libres pudieron dedicarse también a la industria si poseían aptitudes para ello. Además de los talleres manufactureros, hallamos al iniciarse el siglo XIX las fábricas de derivados de la ganadería: saladeros, curtiembres, jabonerías, la “fábrica de pastillas de carne” del conde Liniers en Buenos Aires, etc. La fábrica tenía características propias del pequeño capitalismo: en lugar del maestro que trabajaba junto a los oficiales y aprendices, encontramos al patrón capitalista vigilando la labor de sus obreros por medio del capataz técnico.

    Esta técnica, tanto en los primitivos obrajes como en las posteriores fábricas, fue la habitual en sus respectivos tipos de producción. La maestría del artesano tuvo que suplir la falta de herramientas adecuadas, pero los productos podían en buena ley competir con sus similares europeos, y en algunas industrias -platería, tejidos- llegaron a superar, por el arte de su confección, a las propias mercaderías extracontinentales.



    LA AMERICA “PROTECCIONISTA” Y LA AMERICA “LIBRECAMBISTA”

    No toda la América española fue encerrada en la barrera del monopolio, surgiendo por esa causa a la vida industrial. Hubo parte de ella, justamente nuestro Río de la Plata, que quedó virtualmente fuera de esta política.

    No tenía España barcos suficientes para vigilar las costas del Atlántico sur, ni podían los modestos gobernadores de Buenos Aires correr con sus botes a los poderosos navíos extranjeros que anclados en las Conchas, la Ensenada o en el mismo puerto, ejercían impunemente el contrabando. Y este contrabando, imposible de perseguir, acabó siendo tolerado: el viajero francés Azcárate de Biscay (11) vio en 1658 en el puerto de Buenos Aires a 22 buques holandeses cargando cueros. Desde 1680 la Colonia constituyó un verdadero nido de contrabandistas, Y muchos gobernadores, obligados por las circunstancias a esconder la ley y cerrar los ojos, clamaban por la permisión lisa y llana de lo que era imposible combatir: Bruno Mauricio de Zavala, el fundador de Montevideo, entre otros.

    Tan tolerado fue el contrabando, tanto se lo consideró un hecho real, que la Aduana no fue creada en Buenos Aires sino en Córdoba -la llamada Aduana seca de 1622- para impedir que los productos introducidos por ingleses y holandeses en Buenos Aires compitieran con los industrializados en el norte. Y que el oro y los metales preciosos no emigraran hacia el extranjero por la boca falsa del Río de la Plata.

    Hubo así dos zonas aduaneras en la América hispana: la monopolizada y la franca. Aquélla con prohibición de comerciar, y ésta con libertad -no por virtual menos real- de cambiar sus productos con los extranjeros.

    Y aquella zona -la monopolizada- fue rica; no diré riquísima, pero sí que llegó a gozar de un alto bienestar. En cambio la región del Río de la Plata vivió casi en la indigencia. Aquí, donde hubo libertad comercial, hubo pobreza; allí, donde se la restringió, prosperidad.

    Y eso que Buenos Aires tenía una fortuna natural en sus ganados cimarrones que llenaban la pampa.

    Los contrabandistas se llevaban los cueros de estos cimarrones -necesario como materia prima en los talleres europeos- dejando en cambio sus alcoholes y sus abalorios (fue entonces cuando los holandeses introdujeron la ginebra). Era este un trueque muy parecido al que realizaron hasta ayer los comerciantes blancos con los reyezuelos de África.

    El dinero -a no ser el oro y la plata filtrados por Córdoba- entraba muy poco en estas transacciones. Los cueros se cotizaban en reales, pero se pagaban en especie: de más está decir que los reales pagados por cada cuero eran harto insuficientes, mientras que los abonados por cada litro de ginebra o cada metro de paño inglés, sumamente considerables. Azcárate de Biscay (12) dice en 1658, que cada cuero valía de 7 a 8 reales (un peso de a ocho en la moneda de entonces). Pero es posible una exageración (13), ya que en el siglo XVIII cuando el ganado cimarrón se había terminado, el precio de cada cuero de vaca doméstica pocas veces pasaba de 9 reales. (14)





    Vista del puerto de Buenos Aires, desde el río, en un grabado de Malaspina (siglo XVIII). Inglaterra y otras potencias europeas realizaron un intenso contrabando en el Río de la Plata, que acabó perjudicando el desarrollo de su industria.



    Buenos Aires, entregando los cueros de su riqueza pecuaria por productos extranjeros, no podía tener -y no tuvo- industrias dignas de consideración. Era tan poco rica, que el Cabildo empeñaba sus mazas de plata para mandar un enviado a España (15). Antonio de León Pinelo, escribiendo en 1629, se quejaba de la enorme miseria de la zona bonaerense: Buenos Aires era para él, la ciudad “tan remota como pobre” (16). Indudablemente el virtual librecambio no reportaba provecho alguno.

    Todo lo contrario. No solamente no hubo industrias a causa de la fácil introducción de los productos europeos, sino que los contrabandistas acabaron por extinguir el ganado cimarrón, la gran riqueza pampeana. Los permisos de vaquerías otorgados en un principio libérrimamente por el Cabildo a todo vecino accionero que trocaba, cueros por mercaderías contrabandeadas, acabaron por ser mezquinados. En 1661 (acta del Cabildo del 14 de enero) se informa que la hacienda se ha retirado a 50 leguas de la ciudad: en 1639, el mismo Cabildo ordena que se suspendan los “permisos de vaquear” durante 6 años, debido a la escasez de ganado. En 1700; se cierran nuevamente las vaquerías, esta vez por 4 años; en 1709 nuevo cierre durante un año; en 1715, otra cerrazón, también de 4 años (17).

    El contrabando había terminado con la única riqueza bonaerense. La formidable mina de cuero de la pampa hallábase agotada, pues desde esa última fecha -1715- ya no se otorgaron más permisos para vaquear; no es que se hayan cerrado las vaquerías, es que nadie tuvo empeño en internarse hasta las Salinas tras un rodeo cada vez más ilusorio.

    En 1723 el Cabildo informa que hace ocho años -justamente desde 1715 que nadie vaquea.

    Y en 1725, cuando se instala en Buenos Aires el “Asiento inglés de negros” a raíz del tratado de Utrecht, con la facultad de cambiar negros exportados de Angola por los cueros famosos de la pampa, encontráronse los negreros sin la riqueza que esperaban: los contrabandistas ya se la habían llevado. Cuenta Coni que un veedor mandado en busca de los famosos cimarrones, llegó hasta Tandil sin hallar ni un ternero.



    RIQUEZA INDUSTRIAL DEL VIRREINATO

    El tratado de Utrecht de 1713, que puso fin a la guerra de sucesión de España, significó prácticamente la repartija de ésta entre Francia, Inglaterra y Austria. Si Francia conseguía colocar un príncipe francés en el trono de Felipe II, Austria se quedaba con Italia y el Flandes Español, e Inglaterra con Gibraltar, Menorca y muy buenos privilegios comerciales: entre estos, la facultad de importar negros a la América española, mercándolos por productos autóctonos. Fue a raíz de ellos que se establecieron los “asientos de negros” en los puertos hispanoamericanos del Atlántico, por donde, juntamente con el comercio lícito de africanos, se deslizó el ilícito de efectos ingleses.

    Pero la industria anglosajona a principios y mediados del siglo XVIII, carecía de las condiciones necesarias para apoderarse del mercado americano. Si bien la fabricación vernácula era aún primitiva, y su técnica no pasaba de ser rudimentaria, el coste de la producción y aun la misma calidad de la elaboración, admitían todavía una competencia favorable con las manufacturas europeas. Levene, en su Historia económica del Río de la Plata, describe la riqueza de nuestra tierra al finalizar el siglo XVIII. La industria vitivinícola es próspera en San Juan, Mendoza, La Rioja y Catamarca; un barril de vino de la primera de estas ciudades se vende en Buenos Aires a $ 36 (del cual de 14 a 16 pesos son de flete); en 1802 se introdujeron en Santa Fe casi 10.000 barriles de aguardiente cuyano con destino a Corrientes, Entre Ríos y la Banda Oriental.

    En tejidos: Cochabamba era el centro fabril de todo el Alto Perú; los algodonales de Tucumán facilitaban la materia prima, que era elaborada en la ciudad del altiplano, proveyendo a los mineros de Potosí y a casi toda la población del norte. Centros importantes de esta industria fueron también Corrientes, donde el informe de su representante en el consulado nos dice que en 1801 “hubo individuo que acopió y remitió a Buenos Aires más de 1.500 ponchos y frazadas, su precio de 4 a 5 reales”; Catamarca, donde “no hay casa ni rancho en todo su distrito que no tenga uno o dos telares con su torno para hilar, y otro para desmotar el algodón. Se borda tan fino que… hasta los clérigos se visten con estos bayetones negros”; Tucumán, que elabora tejidos con sus propios algodones, y también Córdoba, Salta y Santiago del Estero encontraron su principal riqueza en la industria de los telares domésticos (18).

    Paraguay y Corrientes eran famosos por sus astilleros, donde se construían hasta navíos de ultramar; lo que hoy es apenas una remota esperanza, era una realidad en 1800 (19). “Con ligazón de algarrobo, entablado de lapacho y cubiertas de timbó colorado” se construyeron el año 1811 en Asunción 8 bergantines, 5 fragatas, 4 sumacas, sin contar balandras y otras embarcaciones menores. Y ellas quedaban totalmente terminadas con sus jarcias, velamen y ferretería, producido todo por la riquísima tierra americana.

    Las grandes carretas de Mendoza y aquellas un poco menores de Tucumán proveían los medios de transporte más usuales para el tráfico interno. También las mulas, criadas en Santa Fe y Entre Ríos, eran empleadas principalmente para la conducción de los barriles de vino o aguardiente cuyano.

    Corrientes fue famosa por sus talleres de arreos y talabarterías. Buenos Aires por sus platerías (20) y después del tratado de Utrecht, abolido el monopolio y en su consecuencia reducido el contrabando, destacóse por sus artesanos del cuero, especialmente zapateros, lomilleros y talabarteros.

    En agricultura: Tucumán producía en abundancia algodones y arroz; La Rioja, Catamarca y Salta aceites de oliva de tan buena calidad y tan importante cantidad, que amenazaban la clásica riqueza española de olivares. Cereales y productos de huerta, se daban en las “quintas” de todas las ciudades, especialmente Buenos Aires. Esta última conservaba su preeminencia ganadera, pese a la extinción de los cimarrones, y el virrey Loreto iniciaba en 1794 la después floreciente industria de la salazón de carnes.

    En todo lo necesario, la colonia se abastecía a si misma, no obstante las trabas que se opusieron a su desenvolvimiento industrial, y que veremos en los puntos siguientes. Claro está que entre nosotros no tuvo la industria incipiente las características que alcanzó en México o en el Perú; claro es que los modestos talleres coloniales se manejaron con una técnica primitiva en donde la habilidad del artífice tenía que suplir los defectos de las herramientas y utensilios.

    Es dable suponer que una correcta política económica hubiera desarrollado convenientemente estas industrias, y así como ellas proveyeron a las modestas necesidades del XVIII, lo hubieran podido hacer con las más complejas del XX. Las industrias criollas habrían crecido paralelamente con el crecimiento de la Argentina, si la mayoría de los gobernantes no hubieran hecho precisamente lo contrario de lo que debieron hacer. Y esa industria Argentina, en manos de argentinos, y dando trabajo a obreros -entonces eran “artesanos”- argentinos, no solamente no tuvo protección alguna fiscal, sino que fue perseguida como expresión de un pasado colonial indeseable, y muestra de una política económica reñida con el liberalismo del siglo XIX.




    -------------------------------

    NOTAS

    (1) He preferido colonia y no período hispánico, porque entiendo que esa designación no puede extenderse a toda la dominación española. Es cierto que los reinos de Indias integraban a igualdad con los reinos de España el poderoso imperio hispano; que unas se manejaban por el Consejo de Indias y los otros por el de Castilla o Real; que en unos regía la legislación indiana y en los otros la peninsular. Pero esto ocurrió durante la dinastía de los Austria, hasta el tratado de Utrecht (1713) que puso fin a la guerra de sucesión y señaló el advenimiento de la dinastía Borbón. Hasta 1713, pues,”puede hablarse con propiedad de “período hispánico”.

    Pero después de Utrecht la concepción francesa sustituyó a la española. Los reinos de Indias se transforman en colonias de América (“América” era la designación inglesa, francesa y portuguesa para el continente que los españoles habían llamado “Indias Occidentales”). La centralización borbónica anuló al Consejo de Indias -cuyas funciones esenciales pasaron al cortesano -Secretario del Despacho Universal-, e hizo letra muerta de la legislación indiana. El tratamiento que se dio a “América” fue semejante al que tenían las “colonias” francesas de Canadá y Luisiana. Fueron dependencias de la metrópoli, y no reinos autónomos. Hasta la voz “criollo” (corrupción del creole francés) con el significado peyorativo que tenía en Francia, fue introducida en el lenguaje corriente.

    En Utrecht puede encontrarse, por lo tanto, la raíz del movimiento de independencia que se exteriorizó (a lo menos en 1810) como un choque entre el viejo autonomismo indiano contra el reciente centralismo borbónico. La polémica entre Castelli y el obispo Lué en el Cabildo abierto del 22 de mayo es sobradamente ilustrativa. (Nota de la 2º edición).

    (2) Autarquía no es sinónimo de independencia económica; aquélla significa producir lo necesario para satisfacer el consumo interno; ésta, el dominio de la producción y del consumo nacional, aun cuando la producción se exporte y el consumo se importe.

    La autarquía absoluta es imposible, a lo menos dentro de las actuales condiciones de la vida económica. Pero toda nación debe -si tiene posibilidades- aspirar a una autarquía relativa, esto es, a producir lo imprescindible. Podría, así, prescindir del mercado exterior por un determinado tiempo si las contingencias internacionales la movieran a ello.

    Independencia no es autarquía. Una nación puede vivir del comercio internacional importando alimentos, y materias primas, y exportando mercaderías elaboradas, y sin embargo, tener la más absoluta independencia económica. Que es el caso de Inglaterra. Para ello precisa poseer capitales, marina mercante, ferrocarriles, seguros, etc., que la hagan dueña virtual de su intercambio. Pero tampoco autarquía significa necesariamente independencia. Puede una nación producir lo imprescindible dentro de sus fronteras sin ser dueña de su economía. Como cuando el control de sus industrias, transportes internos, instituciones de crédito, etc., se encuentra en manos extranjeras.

    (3) Citadas ambas por R. LEVENE, Historia económica del Virreinato deL Río de la Plata. T. II, Pág. 130.

    (4) SOLORZANO, Política Indiana, Pág. 65. La reglamentación de Toledo “señala las tareas a que les han de obligar (a los indios encomendados, jornales y salarias que se les han de pagar, la distancia de leguas de donde podrían ser llevados, y todo lo conveniente para excusar que no fueran oprimidos ni agraviados en este servicio, ni se pudiese tener por duro e injusto”

    (5) Cédula del Consejo de Indias de l60l, y disposiciones posteriores de 1603, 1610 y 1615. .En una Carta de la Audiencia de Lima de 1821 se lee: “Que no se permita que los encomenderos tengan obrajes dentro de sus encomiendas, ni tan cerca de ellas que se pueda recatar, que se aprovecharan de los indios y de sus servicios personales para ellos,” (SOLORZANO, ob. cit., pág. 66)

    (6) R. R. CAILLER BOIS, Un ejemplo de la industria textil colonial (en Boletín del Inst. Inv. Hist. de la fac Fil. y Let., XX, 67 y 68, Pág. 19). En este trabajo se describe la vida industrial en las reducciones de Moxos al finalizar el siglo XVIII.

    (7) J.A.GARCIA, La ciudad indiana, Pág. 128.

    (8) SOLORZANO, ob. cit., Pág. 49: “Demás de que también se ofrece la duda, de si tendría inconveniente que las provincias de Indias se introduzcan y permitan tantos esclavos negros como para estos servicios sería menester, y veo que lo han prohibido muchas cédulas que se habla en el IV tomo de las Impresos de que hace mención ANTONIO DE HERRERA. Aunque por otros, según la han ido pidiendo los tiempos y ocasiones, por ir faltando los indios, se han dado órdenes y permisiones para lo contrario”, (L. II, cap. XVI).

    (9) R. LEVENE, ob. cit., Pág. I43. El Cabildo resolvió permitir el trabajo de los negros esclavos en los talleres, atendiendo a “que hay muchas viudas y familias que se sustentan con el jornal de sus esclavos, a los cuales, por lo mismo, no es conveniente separarlos de las artes mecánicas”.

    J. A. WILDE, Buenos Aires 70 años atrás, Págs. 108 y 109, explica el porqué de este trabajo industrial de los negros esclavos: “Infinidad de esclavos se libertaban por sus propios medios, y sus amos les proporcionaban los medios de hacerlo. Por ejemplo, unos salían a trabajar a jornal, que entregaban a sus amos, y éstos les adjudicaban una parte, con la cual, más o menos pronto, alcanzaban la suma requerida para obtener su libertad.”

    VIDAL, en sus Observaciones sobre Buenos Aires y Montevideo (trans. por WILDE, ob. cit., pág. 106) dice: “La esclavitud en Buenos Aires, es verdadera libertad, comparada con la de otras naciones.”.

    (10) F. MARQUEZ MIRANDA, Los artífices de la platería, Pág. 155. Sobre la supresión de la “limpieza de sangre” puede leerse el informe del Síndico Procurador del Cabildo de Buenos Aires, don Matías Chavarría, en mayo de 1796: “no hay estatuto ni disposición que excluya de las artes en Indias a las personas de baja condición o vil origen; lo que se apetece y busca es la pericia, habilidad y buena conducta” (ob. cit., pág. 186).

    (11) La Revista de Buenos Aires. T. XII, Pág. 19 y ss.

    (12) Relaciones de los viajes de monsieur Azcárate de Biscay al Río de la Plata. (La “Rev. de Buenos Aires”, t. XIII, Pág.. 19 y ss.).

    (13) EMILIO CONI, en su Bien informada Historia de Las vaquerías, llama a Azcárate, aunque por otros motivos, Tartarín vasco-francés.

    (14) EMILIO CONI, ob. cit.

    (15) D.L.MOLINARI, La representación de los hacendados de Mariano Moreno, Pág. 57. Esta importantísima obra, me ha servido de guía para el estudio del expediente de 1809, por el cual se abrió el puerto de Buenos Aires al comercio con Inglaterra.

    (16) A.DE L. PINELO, Tratado de confirmaciones reales.

    (17) EMILIO CONI. ob.cit.

    (18) Informes coleccionados por LEVENE en ob. cit.

    (19) El texto se refiere a 1942. (Nota de 1a 2n ed.)

    (20) J. TORRE REVELLO, EL gremio de plateros en las Indias Occidentales, Buenos Aires, 1932. F. M ARQUEZ MIRANDA. Ensayo sobre los artífices de la platería en el Buenos Aires colonial, Buenos Aires, 1933.



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    https://hispanoamericaunida.com/2013...oca-virreinal/

  18. #18
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Se que hemos aclarado esta situacion hasta el cansancio, pero desde que empece este semestre, tres cuartas partes de mis profesores en la universidad han salido a hablar de "los españoles invasores, el oro" y esas cosas.
    Ante esta situacion me di cuenta de que el enemigo es mas grande de lo que creia, y hay que reforzar lo que de antaño venimos señalando, asi que muy pronto, y para disgusto de muchos chairos, veran mas publicaciones respecto a este tema.
    Encuanto a la imagen, tambien es preciso destacar que incluso los caciques indigenas eran realistas, y que en muchas ocasiones, cuando la armada española hacia frente a los ataques de piratas ingleses a los puertos americanos, se molestaban por no haber sido llamados para "combatir al enemigo ingles".

    En la imagen, el escudo de armas del virreinato de nueva España con el escudo de la ciudad de Mexico al frente.

    Tengo la suerte de que este escudo se haya conservado bien, y de haberlo encontrado en forma digital.

    -Matamoros.





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    Fuente:

    https://www.facebook.com/Hispanicbal...type=3&theater
    Vainilla dio el Víctor.

  19. #19
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    Re: Las Indias no eran colonias

    Mitos coloniales en el gran reino del Perú | EL MONTONERO

    Mitos coloniales en el gran reino del Perú


    22 de Febrero del 2017

    Es necesario revisar la historia para reconocernos


    Empecemos identificando un mito que incluimos adrede en el propio título de este artículo. Entre 1533 y 1821 no éramos una colonia, sino que fuimos uno de los reinos del imperio español, bajo la forma político-administrativa de virreinato (“Las Indias no eran colonias”, Levene, 1952; “América: de colonia a reino y de periferia a centro”, Justiniano, 2016). Hay una diferencia que se aprecia en el profundo mestizaje tanto genético como cultural que no hallamos en ningún otro proceso histórico similar.

    También en la posición relativa que ocupaban los reinos españoles-americanos en la consideración de la corona.


    Un sucedáneo de este prejuicio es que “los españoles se llevaron nuestro oro y nuestra plata”. Nada más alejado de la lógica.

    Ellos llevaban los minerales de un lugar a otro del mismo imperio, de igual modo que sobre la base de esas y otras materias primas se erigieron ciudades, acueductos, servicios públicos, sistema judicial, monumentos arquitectónicos, universidades, seguridad interna y externa, etc. Es absurdo pensar que los “españoles” en el siglo XVI, XVII y XVIII (en verdad, españoles-americanos o simplemente peruanos) tenían el afán de llevarse el oro y la plata lo más pronto posible, antes que llegue la revolución y la “independencia” en el siglo XIX (que en verdad fue una guerra civil). Así, no fuimos colonia sino el Reino del Perú, dentro del gran imperio español, aquel del que Felipe II dijo alguna vez “en mi imperio nunca se pone el sol”.


    Otro mito es el de la implantación violenta, dramática y genocida del catolicismo entre los indios americanos. Es cierto que se registraron abusos y violencia física contra los indios por parte de los conquistadores, incluso por parte de clérigos. Pero estos abusos fueron denunciados, entre otros, por el sacerdote Bartolomé de las Casas, cuya denuncia fue atendida por las autoridades peninsulares, lo que llevó a expedir leyes que protegían a los indios. De este modo, con las
    Leyes nuevas de las Indias promulgadas por Carlos I el 20 de noviembre de 1542, los indios pasaron a ser súbditos de la corona española, y los nobles indios, fueron reconocidos como tales manteniendo privilegios por encima del pueblo llano indio.

    El
    runa-simi o quechua, lengua dominante en Sudamérica prehispánica, fue rescatado de una desaparición progresiva e inevitable por la labor de sacerdotes que aprendieron la lengua y la usaron en su labor de evangelización. Domingo de Santo Tomás, misionero dominico, publicó el primer libro de “Gramática del idioma de los indios del Reino del Perú” en 1560. Otras lenguas nativas también fueron dotadas de alfabeto, protegidas y preservadas por el trabajo de los misioneros, labor que se prosigue hasta hoy.

    También debemos superar el mito que habla de un genocidio de indios americanos perpetrado por los conquistadores. En su extraordinario trabajo
    Guns, Steel and Germs (1997) Jared Diamond demuestra que la mortandad que siguió a la llegada de los españoles no se explica por la superioridad tecnológica o bélica que se habría traducido en muertes masivas y violentas, sino más bien en gran parte por efecto de gérmenes traídos por europeos. De hecho, la muerte de Huayna Cápac y el príncipe heredero Ninan Cuyochi en 1525 se habría debido al contagio de viruela que los europeos introdujeron inadvertidamente con su llegada al Nuevo Mundo desde 1492. Este acontecimiento precipitó la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa, quienes disputaron la sucesión ante el fallecimiento del Inca y su sucesor oficial. A su vez, esta convulsión política facilitó la conquista del imperio por los aventureros españoles comandados por Francisco Pizarro.

    Imaginemos la escena. Muchos indios caían víctimas de enfermedades como viruela, peste y sífilis. Brujos, chamanes y curacas huían de enfermos en convulsión, por temor al contagio de tan terribles males. Curas y monjas católicos, entregados a su misión, atendían a estos enfermos, los acompañaban en sus últimos momentos e incluso lograban la recuperación de algunos de ellos. Esas y otras labores filantrópicas, caritativas y solidarias eran un ejemplo de vida que transmitía en lo cotidiano una nueva visión del mundo. Esa nueva visión, admirable y admirada, representada en una dedicación sacrificada en todos sus extremos, tuvo mayor efecto de convencimiento que cualquier discurso, coacción o adoctrinamiento. Se establecieron así fuertes lazos, y las creencias religiosas cristianas se expandieron y enraizaron, desplazando a las que se consideraban paganas. Incluso estos lazos continuaron fortaleciéndose y desarrollándose por encima de casos innegables de abusos, excesos e injusticias. El desprestigio sobre los autores de tales fechorías no afectó ni las creencias religiosas ni el respeto a sus buenas autoridades.


    Hay que agregar también la introducción de instrumentos de hierro, la rueda y los animales de labranza, labor en la que también participaron muchos misioneros católicos. Estos elementos aliviaron en forma extraordinaria el duro trabajo que se debía realizar en el cultivo del campo cuando solo se tenía instrumentos de madera y cobre, sin rueda ni fuerza animal.


    Por Darío Enríquez
    Vainilla dio el Víctor.

    Todo el mundo moderno se divide en progresistas y en conservadores. La labor de los progresistas es ir cometiendo errores. La labor de los conservadores es evitar que esos errores sean arreglados. (G.K.Cherleston)

  20. #20
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    Re: Las Indias no eran colonias

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