En comparación, el racismo francés (si llegó a haber alguno) no es nada. Todas esas cosas serían impensable en una sociedad católica.

Mancha sangrienta de la esclavitud


En 1718, el año en que Nueva Orleáns fue fundada, la recién formada Compañía del Oeste empezó a traer hombres africanos a la ciudad y venderlos como esclavos, al precio de $660 cada uno. Seis años más tarde, el “code noir” (Código Negro) fue instituido en Nueva Orleáns. Este conjunto de leyes, tomado de la experiencia colonial francesa en Haití, dictaba la pena de muerte para cualquier africano que golpeara a un francés. Castigos por ofensas menores incluyeron cercenarles las orejas, marcar con hierro candente y azotar. Y este también ordenaba que los hijos de mujeres esclavas fueran esclavos.
La mancha sangrienta de la esclavitud penetró y dominó todo aspecto de la vida en Nueva Orleáns por casi 150 años, al pasar la ciudad del gobierno francés al de Estados Unidos y en los años como parte de la Confederación de estados esclavistas. La gente negra esclavizada trabajó las enormes plantaciones de caña y algodón y las limpiadoras de algodón y los ingenios de caña, cargaban y descargaban barcos en los muelles, construyeron diques a lo largo del Río Misisipí y se ocupaban de todas las necesidades de las plantaciones. Las mujeres negras eran violadas repetidamente por sus “amos” blancos, y los hijos producto de esos crímenes se volvían esclavos.
La guerra de Secesión terminó la esclavitud. Pero las plantaciones de esclavos en Nueva Orleáns y Luisiana fueron transformadas en plantaciones de aparcería y en granjas carcelarias y los negros continuaron el trabajo rompe-lomo de cultivar y pizcar algodón y caña de azúcar. Terror violento y turbas violentas, vastas granjas carcelarias e instituciones y leyes que incrustaron el estatus oprimido y degradado de la gente negra en todos los aspectos de la vida cultural, social y política a un grado terrible de detalle se volvió la costumbre y ley de Luisiana.
La época de gran agitación social y política de los 1960 y los 70 propulsaron cambios importantes en la sociedad de Estados Unidos. Pero a través de los siglos una característica constante del territorio que se ha conocido como los Estados Unidos de América ha sido la profunda y perdurable opresión del pueblo negro. Hoy, cuando uno de cada ocho hombres negros está en prisión y la policía gratuitamente mata a balazos a la gente negra, algunas formas de esa opresión han cambiado, pero la mancha que empezó con el primer africano traído a este país en cadenas ha calado y desfigurado todas las dimensiones de la vida.
Esto es verdad a lo largo y ancho de Estados Unidos. Pero en muy pocos lugares es tan evidente como en Nueva Orleáns.