18 de mayo de 1810
Baltasar Hidalgo de Cisneros
Acabo de participaros las noticias últimas conducidas por una fragata
mercante inglesa, que habiendo salido de Gibraltar, arribó a Montevideo el
13 del corriente. Ellas son demasiado sensibles, y desagradables al filial
amor que profesáis a la Madre Patria, por quien habéis hecho tan generosos
sacrificios. Pero ¿qué ventajas produciría su ocultación, si al cabo ha de ser
preciso que apuréis toda la amargura que debe produciros su inexcusable
conocimiento? Por otra parte es de mi obligación manifestaros el peligroso
estado de la Metrópoli de toda la Monarquía, para que instruidos de los
sucesos redobléis los estímulos más vivos de vuestra lealtad y de vuestra
constancia contra los reveses de una fortuna adversa, empeñada por decirlo
así, en probar sus quilates.
[…]
Encargado por la Autoridad Suprema de conservar intactos y tranquilos
estos dominios, he dedicado a tan justo y tan interesante objeto todos mis
desvelos y fatigas. Nada he omitido de cuanto he creído conducente, al
desempeño de tan elevada confianza: vosotros sois testigos de que no me
dispenso una alabanza a que no tenga justos y conocidos derechos; pero ni
estos, ni la general benevolencia que os debo, y a que siempre viviré
agradecido, me dispensan del deber que me he impuesto de que en el
desgraciado caso de una pérdida total de la Península, y falta del Supremo
Gobierno, no tomará esta Superioridad determinación alguna que no sea
previamente acordada en unión de todas las representaciones de esta
Capital a que posteriormente se reúnan las de sus Provincias dependientes,
entre tanto que de acuerdo con los demás Virreinatos se establece una
representación de la Soberanía del Sr. Don Fernando VII. Y yo os añado con
toda la ingenuidad que profeso; que lejos de apetecer el mando veréis
entonces como toda mi ambición se ciñe a la gloria de pelear entre vosotros
por los sagrados derechos de nuestro adorado Monarca, por la libertad, e
independencia de toda dominación extranjera de estos sus dominios, y por
vuestra propia defensa, si alguno la perturba.
Después de una manifestación tan ingenua nada más me resta que deciros,
sino lo que considero indispensable a la conservación de vuestra felicidad, y
de toda la Monarquía. Vivid unidos, respetad el orden, y huid, como de
áspides los más venenosos, de aquellos genios inquietos y malignos que os
procuran inspirar celos, y desconfianza recíprocas, y contra los que os
gobiernan: aprended de los terribles ejemplos que nos presenta la historia
de estos últimos tiempos, y aun de los que han conducido a nuestra
Metrópoli al borde de su precipicio; la malicia ha refinado sus artificios de
un modo tal, que apenas hay cautelas suficientes para libertarse de los
lazos que tiende a los Pueblos incautos y sencillos. Todo os lo dejo dicho:
aprovechaos si queréis ser felices de los consejos de vuestro Jefe, quien os lo franquea con el amor más tierno y paternal.
Buenos Aires, 18 de Mayo de 1810
Baltasar Hidalgo de Cisneros
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