Sorprende que Jimenadro no tenga la perspectiva histórica de las revoluciones ocurridas en Occidente a partir de 1789, cuando trágicamente Europa empezó a desarraigarse de la civilización cristiana. Mayo de 1810, resulta de su extensa y documentada relación un enfrentamiento entre los intereses comerciales azuzados como siempre por Britania y el afán igualitario de los hombres-dioses. ¿Olvida que en mayo de 1797 – o si prefiere Pradial del año II – el fogoso Gracchus Babeuf fue llevado al patíbulo aún después de haberse suicidado con el puñal, luego de haberse enterado que había sido condenado a muerte? Y así fue porque había osado poner su pluma y su inteligencia reclamando a la burguesía triunfante la parte que pensaba le correspondía al proletariado.
El cristianismo ya no estaba en esa disputa: más de 30000 cabezas habían rodado al canasto de la guillotina por profesarlo o ser sospechosos de ello. O había sido masacrado en la Vendée.
Como siempre ha pasado en tales casos, cuando el desorden llega a estos extremos aparecen los espadones para restaurar el orden y la autoridad descabezada. Pero la semilla estaba sembrada: Napoleón no hizo sino extender la siembra. Por eso tiene su monumental mausoleo en ¨Les Invalides¨, no por sus glorias militares.
La siembra llegó a España en mal momento: su Rey no estaba a la altura de la circunstancia histórica y sólo el pueblo español sin distinciones fue el protagonista de la gloriosa resistencia que terminó expulsando al invasor. Pero el mal quedó: el traidor Riego impidió el envío de tropas que hubieran permitido conservar loas Reinos de Indias – no colonias – dentro de la común Patria Hispánica cristiana. Riego, dijo Don Rafael Gambra, terminó como correspondía: en el patíbulo y en ejecución pública. Las Cortes de Cádiz recogieron el constitucionalismo transpirenaico y no mantuvieron las verdaderas raíces hispánicas: la Fe, la Patria, los Fueros y la Monarquía legitimada por su ejercicio y no por su origen. En su soberbia individualista llegaron a decretar que ¨Los españoles serán bondadosos y honestos¨. Así, por decreto, no por mandato irrevocable de la Ley de Dios.
En estas condiciones no puede extrañar que la mala semilla cruzara fácilmente el Atlántico hasta nuestras costas. Las llamadas guerras de independencia no fueron tales: legítimamente se llamó así a la que el pueblo español libró contra el invasor napoleónico, no contra Francia. Contra Napoleón corrieron ríos de sangre patria: contra Francia no: los Cien Mil Hjos de San Luis cruzaron toda España hasta Cádiz sin que se derramara una gota de sangre y retornaran a su Patria cumplido en objetivo.
En nuestras guerras ¨de independencia¨ ¿de qué nos íbamos a independizar si ya la Patria común había derrotado al invasor? Lo diré: se trataba de continuar 1789 e independizarnos de Dios. La lucha no era contra aquél enemigo ya derrotado: era sin nombrarlo y mimetizado en una falsa metrópoli opresora, contra el Cristianismo ya desplazado en Europa por el jacobinismo triunfante. Cuántos hombres murieron tras este engaño, nombrando a Cristo en el momento supremo, sin saber que habían sido enrolados contra Él!
En todo el trabajo de Jimenadro no se nombra a Dios: ya no existía. No se nombra al gran Santiago de Liniers y Bremont, francés que puso desde joven su espada al servicio de España y murió por ella, cumpliendo su deber militar, denigrado ignominiosamente y fusilado en Cañada del Tigre por los ¨patriotas ¨ Castelli y Rodríguez Peña.
El camino despejado las luchas volvieron a ser las de burguesía y proletariado: los unos a por la riqueza, los otros a por la igualdad. Pero todos liberales, todos sin Dios, con lo que no quedó ya más asegurado el buen uso de aquélla ni la pacificadora concepción de ésta.
Lo vio lúcidamente Donoso Cortés en la década de 1840, sólo 50 años después de 1789 y treinta del Mayo porteño cuando dijo que la escuela (como se decía entonces) socialista no se distinguía de la liberal sino por su arrojo. Gajos del mismo tronco.
Y así nacieron nuestras Repúblicas, con soles, triángulos, estrellas, gorros frigios y …sin la Cruz.
Hace bien Rey Brigo en preguntarse no si en Colombia con Uribe ganaron conservadores pero ¿y los cristianos?
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