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Tema: Las Islas Marianas: el chamorro

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  1. #1
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    Re: Las Islas Marianas: el chamorro

    ¿QUÉ SE HABLABA EN LA ISLA DE GUAM A FINALES DEL SIGLO XIX?

    El español era una lengua ya asentada desde hacía siglos, con una variante con personalidad propia, hablada por una población mestiza de nativos y por forasteros de diversos orígenes (españoles, mexicanos y filipinos principalmente). Manuel Sanz, que fue juez de residencia del gobernador de las Marianas, en 1827 escribió: "La lengua de estos isleños es parecida al tagalo, pero lo más corriente que se habla es castellano, que se ha generalizado más que en la isla de Luzón".

    Pablo Pérez, gobernador de las islas entre 1848 y 1852, decía que "casi todos poseen el castellano".

    En el mismo sentido se expresaba Francisco Coello, que, además, nos confirma la existencia de un dialecto español específico: "El idioma indígena se asemeja al malayo y al tagalo de las Filipinas. Los españoles lo designan con el nombre de chamorro, que es el mismo que dieron desde un principio a los habitantes, pero hoy en día casi todos hablan el castellano, con algunas voces de su dialecto primitivo".

    Luis de Ibáñez, que fue gobernador entre 1871 y 1873, solo aporta una noticia escueta: "Muchos de ellos hablan el español, pero su lengua natural es el chamorro".

    Francisco Olive y García, gobernador de las Marianas entre 1884 y 1885, asegura que se trata de un territorio muy hispanizado: "En Marianas, en su mayoría hablan castellano, hasta en la solitaria isla de Rota, tanto que como en otra parte dijimos, hemos encontrado menos dificultades para entender y hacernos comprender en Marianas, que en Guipúzcoa y en Filipinas".

    Y en 1884, por tanto poco antes del Desastre, dice Muñoz Barreda en su libro La Micronesia Española o los archipiélagos de Marianas, Palaos y Carolinas: "El idioma más general es acaso el español".

    Más aún: para los chamorros, el español era su principal lengua de relaciones internacionales y de comercio. Con España, con Filipinas, con las demás islas de Oceanía (Carolinas, Palaos). Incluso con Japón. En 1898, el padre agustino Patricio Adell escribió lo siguiente: "En una casa de comercio de Yokohama vieron un letrero que decía: "Aquí se habla español". Entraron tres o cuatro padres, y había una chamorra o mestiza de las Islas Marianas, y casualmente aquella misma semana había ella recibido cartas de nuestros padres de Marianas, pues dijo que le hacían encargos y pedidos".


    Fuente, "Del Español al Chamorro. Lenguas en contacto en el Pacífico". Grabados, Isla de Guajan.











    ________________________________

    Fuente:


    https://www.facebook.com/holaguam/posts/739951192796887

  2. #2
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    Re: Las Islas Marianas: el chamorro

    Guam se escuda tras la fe que heredó de España

    El catolicismo que trajeron los jesuitas es el principal legado de los más de tres siglos de dominio español sobre esta isla ahora estadounidense




    Xavier Fontdeglòria




    Agaña (Guam) 18 AGO 2017 - 15:09 CEST


    La capilla de la catedral de Agaña, en Guam, se ha quedado pequeña en los últimos días. Las amenazas vertidas por Corea del Norte sobre la isla han llevado a más gente de lo habitual a las misas, con lo que algunas se celebran en una sala adyacente con más capacidad. Las oficia el padre Michael Jucután, que insta a sus feligreses a encomendarse a Santa Marian Kamalen, la virgen patrona de la isla. Su nombre procede de la adaptación en chamorro, el idioma indígena, de las palabras españolas María y camarín, el lugar donde según la leyenda colocaron su estatua tras encontrarla en el fondo del mar.





    Turistas visitan los vestigios del Fuerte Nuestra Señora de la Soledad, construido por los españoles en Umatac, Guam. X. Fontdegloria


    Un 85% de los habitantes de Guam, un territorio estadounidense situado en el Pacífico en el que viven unas 160.000 personas, son católicos. La religión es el legado más visible de los 333 años de colonización española sobre la isla. Todos los pueblos, por pequeños que sean, tienen su iglesia y su patrón o patrona al que honran con procesiones cada año. Los chamorros siguen realizando la novena por los fieles difuntos, nueve días de oraciones tras la muerte de un familiar.

    Fernando de Magallanes llegó a Guam en 1521 en su camino hacia Manila con el objetivo de mapear la zona y sus intercambios con el pueblo indígena fueron mínimos. No fue hasta 1662 cuando el misionero jesuita Diego Luis de San Vitores logró el visto bueno de la reina Mariana de Austria para establecerse en la isla con una veintena de personas más con el objetivo de evangelizarla. Desde este momento, España mantuvo su presencia en Guam de forma ininterrumpida hasta 1898.

    La población indígena vivía entonces dispersa, eran pescadores y medio nómadas. Los misioneros quisieron catequizarlos y para ello crearon los pueblos, principalmente en dos lugares: Agaña (la capital actual, donde se instaló el gobernador español) y Umatac (en el sur). Los jesuitas, primero, y los agustinos, después, levantaron iglesias y escuelas. "Obviamente hubo algunos episodios de tensión y revueltas entre los locales y los españoles -el mismo San Vitores fue asesinado por un padre de familia por haber bautizado a su hija sin su consentimiento-, pero en general no fue una colonización invasiva. Los oficiales del Gobierno eran locales, educados por los colonos, y la gente vivía tranquila", explica Omaira Brunal-Perry, historiadora e investigadora del Centro de Investigación del Área de Micronesia de la Universidad de Guam.

    En su momento más álgido, la colonia en Guam alcanzó unas 7.000 personas, de las cuales entre 300 y 400 eran de origen español. El mestizaje entre estos y los chamorros dejó una huella importante en el lenguaje local. Todo lo que no existía en la isla y que traían los barcos (materiales, animales, medicamentos, ropas, instrumentos,...) fue adaptado de la lengua de Cervantes. Los chamorros hoy en día dicen cuchillo, maleta, mesa y casi todos saben los números en castellano. Se calcula que aproximadamente un 60% del léxico del chamorro procede de este idioma. Los apellidos españoles son ubicuos.

    Guam se convirtió también en parada obligatoria de la ruta del Galeón de Manila en su viaje desde Acapulco hasta la capital filipina. En la bahía de Umatac, donde fondeaba el barco, siguen presentes los vestigios de fuertes militares que protegían a los barcos españoles, aunque la ruta perdió relevancia tras la independencia de México en 1815. Nunca, en los más de dos siglos de ocupación española, fue necesario disparar los cañones.




    Parte de la estructura del antiguo palacio del gobernador español en la ciudad de Agaña, en Guam.


    La herencia española en Guam sufrió un severo revés cuando los estadounidenses tomaron el control de la isla a partir de 1898. El legado arquitectónico en Agaña, donde se concentraba la población, quedó reducido a escombros tras los intensos bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. En la plaza de España, el centro neurálgico de la ciudad, permanecen algunas estructuras de lo que fue el palacio del gobernador. Un plan aprobado por la administración actual, más sensible a recuperar el patrimonio histórico, pretende reconstruir el edificio en su forma original.

    La americanización durante el siglo XX mermó también el uso del idioma local, que actualmente lo habla solamente el 15% de la población. Hasta los años 40 del siglo pasado se prohibió hablar cualquier lengua que no fuera el inglés y hasta los 70 no se empezó a promover la revitalización del chamorro. La continuidad de la lengua española fue truncada, cuenta Brunal-Perry, por una epidemia de gripe en 1918 que se llevó por delante a la mayoría de las personas mayores en la isla. Las nuevas generaciones fueron solamente educadas en inglés.

    "Los americanos llegan en el 1898 y se encuentran con un mestizaje que no entienden. Entonces la historiografía americana empieza a interpretar a su manera lo que ha pasado durante los 300 años anteriores, de un modo que les permita también justificar su presencia después de la Segunda Guerra Mundial, porque el mundo vivía un proceso de descolonización y les interesaba mantener esta colonia", explica David Atienza, antropólogo y profesor de la Universidad de Guam. En los libros de texto actuales, dice, más de 300 años de historia de dominio español no llega ni a un 10% del temario. Los casi 120 de Estados Unidos, sin embargo, ocupan el 80%.


    Una toma sin violencia

    La toma de Guam por parte de Estados Unidos en 1898 no ofreció resistencia alguna por parte del contingente español allí presente. En plena guerra hispano-estadounidense, los barcos americanos llegaron a Guam y dispararon los cañones. Nadie sabía en Agaña que había un conflicto armado en curso, porque el correo tardaba tres meses en llegar a Guam y la guerra había empezado apenas 60 días antes.

    El Gobernador español se tomó los disparos como un saludo de cortesía al que sin embargo no pudo responder porque en los almacenes ya no quedaba pólvora. Cuando los americanos desembarcaron y les informaron sobre la situación, los pocos efectivos allí presentes se rindieron pacíficamente debido a la inferioridad numérica y la imposibilidad de que llegara ayuda a tiempo.




    ________________________________

    Fuente:

    https://elpais.com/internacional/201...69_779478.html

  3. #3
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    Re: Las Islas Marianas: el chamorro

    La vergüenza de Guam: así perdió el maltrecho Imperio español su última perla del Pacífico

    La isla que estos días amenaza Kim Jong-un se mantuvo bajo bandera española hasta junio de 1898. Ese mes, sus defensores se rindieron a los norteamericanos tras un curioso malentendido



    Soldados españoles destinados a las colonias – ABC


    Manuel P. Villatoro - ABC_Historia

    16/08/2017 19:48h - Actualizado: 17/08/2017 12:11h.

    Guardado en: Historia



    Ni batallas hasta el último hombre, ni combates a ultranza para defender el que -por entonces- era uno de los últimos retazos del ya inexistente Imperio español. La forma en la que Estados Unidos arrebató Guam a los nuestros el 20 de junio de 1898 no fue heroica, al igual que tampoco lo fue la resistencia planteada por el minúsculo destacamento hispano de la isla.

    Al contrario de lo que acaeció en Filipinas, en este caso el peso de la realidad cayó de forma inexorable sobre los 58 militares encargados de proteger aquel perdido enclave. Los últimos de Guam eran hombres que no tenían ninguna posibilidad de victoria ante el inmenso ejército yanqui y que, sabedores de su inferioridad numérica, prefirieron capitular sin combatir. Todo, para evitar una matanza.

    Pero la historia de la pérdida de Guam va más allá de una mera rendición. Habla de unos soldados totalmente olvidados por su gobierno. De unos combatientes españoles que, cuando los buques estadounidenses arribaron a la «Perla del Pacífico» (como era conocida la isla), no pudieron siquiera hacer fuego contra ellos debido a la penosa situación en la que se hallaban sus cañones.

    Aquellos héroes fueron los últimos en la lista de prioridades de una España desvencijada que se agarró como pudo a las escasas posesiones de ultramar que todavía atesoraba. Un país en otros tiempos imperial que privó de armas, munición, refuerzos y hasta información a los combatientes afincados en regiones menores como Guam. No en vano, cuando los norteamericanos fondearon en el puerto de Guaján (nombre castellano de la isla hasta la aparición de los yanquis) los hispanos desconocían que se había iniciado la guerra entre ambos países. Nadie les había informado de ello.

    La situación llegó a un punto de ridículo tal que los oficiales españoles atrincherados en la isla pensaron que los primeros disparos que se hicieron desde los bajeles norteamericanos eran las salvas previas a una visita de cortesía.

    Por si fuera poco, y para vergüenza peninsular, la región que hoy amenaza con bombardear el líder norcoreano Kim Jong-un estuvo bajo posesión rojigualda más de tres siglos. Y no solo eso, sino que fue en su momento una de las paradas más importante del popular Galeón de Acapulco. Esa fue la tierra que perdimos en junio de 1898. Un pedacito de España en mitad del Pacífico.


    Un curioso descubrimiento

    La presencia española en Guam comenzó a fraguarse allá por el siglo XVI. Más concretamente, cuando la expedición europea de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano arribó a las Marianas en su viaje de circunnavegación del globo.

    Así lo desvela el Coronel del Ejército de Tierra en la reserva José Antonio Crespo-Francés en su dossier «Los olvidados de Guaján». En él, señala que los hispanos se detuvieron en la zona exactamente el 6 de marzo de 1521 para aprovisionarse de víveres y agua. Aunque aquel primer encuentro acabó en desastre (los nativos robaron una buena parte del cargamento a aquellos visitantes del otro lado de las aguas) sirvió para poner los primeros mimbres de la presencia hispana en la isla.


    «San Vitores puso a aquellas islas su nombre actual de Marianas, para honrar a la reina regente, Mariana de Austria»


    Fue necesario esperar casi medio siglo para que otro navegante, Miguel López de Legazpi, tomase posesión de la isla (así como de todo el archipiélago) en nombre de España el 22 de enero de 1565.

    Otro siglo después se presentó en la zona el jesuita Diego de San Vitores con la intención de predicar el catolicismo ente los isleños. «San Vitores puso a aquellas islas su nombre actual de Marianas, para honrar a la reina regente, Mariana de Austria», explican Fernando Prado, León Arsenal y José Antonio Álvaro Garrido en su obra «Rincones de historia española» (editado por «Edaf»). En este punto existen controversias. Algunos autores afirman que nuestros compatriotas fueron bien recibidos, mientras que otros como el mismo Crespo-Francés son partidarios de que -aunque en un principio recibieron el cariño de los chamorros (o lugareños)- no tardaron en nacer diferencias entre ambos bandos.

    Mosquete para arriba, espada para abajo, los españoles terminaron por imponer la paz en Guam. Al fin y al cabo la isla (de solo 500 kilómetros cuadrados) era determinante para el Imperio, pues en ella podía hacer una parada el popular Galeón de Acapulco. Un bajel encargado de cubrir la ruta comercial entre Manila y Nueva España.




    USS Charlestone- Naval History and Heritage Command


    «Esta ruta comercial a través del Pacífico la protagonizó el único buque que navegó en solitario, el también denominado Galeón de Manila o Nao de China. Un lazo permanente con Oriente que se mantuvo durante dos siglos y medio», desvelan Carlos Canales y Miguel del Rey en su obra «El oro de América. Galeones, flotas y piratas» (editado también por «Edaf»). La importancia de la isla hizo que llegase hasta Guaján un destacamento español dedicado a su protección.

    Guam sirvió a los marineros del Galeón de Manila como isla en la que avituallarse hasta que la ruta comercial cayó en desuso. A partir de entonces, fue una isla accesoria para España. Un pedrusco olvidado guardado por unos pocos soldados al que -curiosamente- se solía enviar a políticos con nuevas ideas.

    «Las Marianas conocieron una serie de gobernadores de talante progresista. Uno se siente inclinado casi a preguntarse si precisamente por ser espíritus innovadores fueron enviados a ese rincón perdido del Imperio», añaden los autores de «Historia española». Aquellos líderes lograron, al otro lado del mundo conocido, desarrollar una agricultura más que próspera y, a su vez, apostaron por escolarizar a los más pequeños.


    Traición

    Mientras los españoles de Guam vivían apaciblemente, la tensión fue creciendo a nivel internacional. Cuando el calendario marcaba 1898 las cosas no pintaban, de hecho, todo lo rojigualdas que el gobierno penínsular hubiera deseado. Para empezar, porque las revueltas locales empezaron a generalizarse en las colonias. Pero también porque Estados Unidos (un país con menos de dos siglos de historia) decidió que el norte se le había quedado pequeño y empezó a mirar hacia el exterior en busca de nuevos territorios. ¿Cuáles fueron los seleccionados? Pues los nuestros. Entre otros, Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

    Sabedores de la desesperación que generaban en la Península estas colonias y la cantidad de hombres y monedas que estaban costando a España, los norteamericanos consideraron que era el momento de intentar apropiarse de ellas. En principio los gobernantes de las barras y estrellas lo intentaron ofreciendo oro a nuestro país. Pero desde aquí les respondimos con una sonora negativa.




    La Habana, 16/2/1898. Fotografía del acorazado de la marina de los Estados Unidos, Maine, tras la explosión que lo hundió la mañana del 15 de febrero de 1898- ABC


    Aquello cambió la forma de pensar de la nueva potencia mundial: si no podían hacerse con ellas por las buenas, lo harían por las malas. Así fue como, hasta el sombrero de los hispanos, Estados Unidos comenzó a ayudar de forma disimulada a las colonias con armas y dinero para que se independizaran de la metrópoli.

    La situación volvió a dar un vuelco el día 15 de febrero de 1898 cuando, en mitad de la noche, el buque estadounidense «Maine» (el cual había llegado a las costas cubanas en misión de paz, aunque sin previo aviso y considerablemente armado) voló por los aires. Sin mediar palabra, los norteamericanos culparon de la explosión a los españoles y nos declararon la guerra. ¡Qué oportuno para ellos!. Aunque no tardó en demostrarse que todo había sido un desafortunado accidente, a Estados Unidos le vino como anillo al dedo esta catástrofe, pues gracias a ella pudo iniciar las hostilidades y preparar a sus hombres para tomar las ansiadas posesiones españolas al otro lado del globo.

    Había comenzado la guerra, y los militares de la rojigualda iban a pasarlo mal si querían mantener los últimos retazos de su antiguo Imperio. Habían sido cazados entre la espada (los nativos) y la pared (los estadounidenses).


    Hacia Guam

    Mientras el mundo se caía a su alrededor, la guarnición española de Guam (formada por 54 soldados y 4 oficiales) desconocía la existencia de la guerra. Casi permanecía ajena a cualquier noticia de España, pues el último mensaje con información patria les había llegado desde Manila en 14 de abril de 1898 (apenas 10 días antes de que los norteamericanos declararan oficialmente que se alzaban en armas contra la Península). De hecho, en aquel texto únicamente se afirmaba que las hostilidades estaban creciendo pero que, para evitar un enfrentamiento directo, el gobierno pensaba acercarse de forma amistosa a los Estados Unidos.

    Por descontado, los españoles tampoco eran conscientes de que se dirigía hacia Guam un gigantesco contingente norteamericano para tomar por las bravas la región. Un ejército al mando del capitán de navío Henry Glass y que, en palabras de Crespo-Francés, se había desviado hacia la «Perla del Pacífico» tras recibir «órdenes de dirigirse a Filipinas para reforzar al almirante George Dewey».

    A día de hoy existe cierta controversia entre los historiadores a la hora de enumerar las tropas que partieron hacia la isla. Sin embargo, las fuentes anglosajonas nos hablan de un crucero protegido (el «Charleston»), tres transatlánticos (el «City of Pekin», el «Australia» y el «City Sydney»), 2.386 soldados y 115 oficiales. «Casi todos ellos eran voluntarios procedentes de los estados de California y Oregón», se determina en la obra «Rincones de la historia española».


    Una situación absurda

    Glass llegó a Guam en la mañana del 20 de junio de 1898 e, instantáneamente, descerrajó tres andanadas a los defensores de Guam. A partir de aquí la historia varía atendiendo a las fuentes. La versión más extendida es la que ofreció el capitán Pedro Duarte. El primer oficial que, según su propio relato, avistó a los bajeles norteamericanos. «Los buques maniobraban cerca de los arrecifes de coral que protegían el puerto de Apra, al sur de Agaña, capital de la isla y principal punto de desembarco de todo Guam», añaden los expertos en el libro editado por «Edaf». Tras percatarse de lo que se les venía encima, el militar avisó de la llegada de la flota al capitán del puerto, el teniente de navío Francisco García.


    «Los buques maniobraban cerca de los arrecifes de coral que protegían el puerto de Apra, al sur de Agaña, capital de la isla»


    Según parece, García no se mostró nervioso y consideró que aquellos disparos no eran más que las salvas habituales hechas por los bajeles extranjeros al entrar a puerto. En lugar de desesperar, se limitó a llamar al doctor Romero (cirujano naval), a un sacerdote chamorro y a José Portusach (hijo de un rico comerciante de la zona). Este último, por su facilidad para el inglés.

    Una vez reunidos, el militar pidió prestado un bote y se preparó para dirigirse hacia el «Charleston» a conversar con el oficial norteamericano. «De hecho, hasta el bote era suministrado por el progenitor de José, Francisco Portusach, lo que da idea de la precariedad de medios de los soldados españoles en la isla», añaden los expertos españoles en su obra.

    Tras un breve travesía, nuestros protagonistas llegaron al «Charleston», donde fueron recibidos de forma muy cortés por Glass. Uno de los primeros en dirigirse a los noteamericanos fue el doctor quien, en virtud del reglamento militar, preguntó si había alguna novedad sanitaria en el buque.




    Henry Glass- ABC


    Posteriormente tomó la palabra el teniente español. «García se disculpó por no haber respondido a las salvas de saludo del buque estadounidense. Adujo que los cañones del viejo fuerte de Santa Cruz estaban en tan mal estado, por culpa de los años y la herrumbre, que no osaban dispararlos por miedo a que explotaran», añaden los autores en el libro editado por «Edaf». Glass no salió de su asombro y tuvo que pasar el mal trago (a nadie le sienta bien dar una noticia así) de informar al enemigo de que había comenzado una contienda entre ambos países. De hecho, también le informó de que el bajel había disparado munición real, aunque no con demasiada buena puntería...

    Aquel encuentro fue más fructífero, en lo que a información se refiere, que las noticias que habían llegado de España. Y es que, por si fuera poco, Glass también explicó al oficial que España había perdido la mayoría de su flota en el combate de Cavite el 1 de mayo. Una contienda en la que, en apenas seis horas, el almirante español Patricio Montojo y Pasarón sufrió de primera mano la potencia naval yanqui.

    La cara de García debió ser todo un poema. Más sabiendo que -hacía apenas unos meses- habían solicitado a la metrópoli el envío de seis centenares de fusiles para armar a los nativos en caso de conflicto. Petición que no fue siquiera respondida.


    Fuerzas en combate

    Sin más noticias que darle (como si fuesen pocas) Glass preguntó sin ambajes a García cuántos españoles defendían Guam. El español respondió también sin rodeos: apenas 54 soldados, 4 oficiales y algunos chamorros. Todos ellos con munición más que escasa. A su vez, informó al mandamás enemigo de que el cañón del fuerte estaba en una situación penosa debido al salitre y a la falta de mantenimiento.


    «García se disculpó por no haber respondido a las salvas de saludo del buque estadounidense. Adujo que los cañones del viejo fuerte de Santa Cruz estaban en muy mal estado»


    A continuación, Glass se limitó a escribir en un papel las fuerzas que estaban a su cargo: «Crucero protegido “Charleston”, con 2 cañones de 20 centímetros, 6 de 15 centímetros y unos 14 de otros calibres, y 600 hombres, y transatlánticos “City of Pekin”, “Australia” y “City Sydney”, conduciendo una División del Ejército americano al mando del general Anderson». A día de hoy se cree que el militar engrosó las cifras de hombres. Una treta entendible si con ello conseguía que el enemigo se rindiese sin presentar batalla.

    Cuando terminó de hacer el recuento, el norteamericano pidió al teniente español que hiciese llegar aquel mensaje al mandamás de la plaza: el general Juan Marina. Y, ya que estaba, le solicitó que le transmitiese su invitación para subir al «Charleston» a parlamentar sobre aquel embrollo. Así acabó la entrevista.

    Viaje va, viaje viene, Marina (al que le quedaban pocos meses para jubilarse) y Glass establecieron al cabo de unas horas que se reunirían en Punta Piti (ubicada en tierra firme) para discutir la situación. Lo harían al día siguiente y en persona.


    La rendición

    La noche que siguió fue más que toledana. En las siguientes horas, Marina reunió a su plana mayor y, durante horas y horas, todos discutieron si plantar cara al enemigo y morir como héroes, o rendir Guam sin combatir.

    Los unos usaron como ejemplo Numancia. La idea de que sus nombres quedaran en grabados en los libros de historia como sucedió con los celtíberos era agradable en sus mentes. Los otros se limitaron a hacer números y señalar la imposibilidad de defender la colonia ante un ejército que (según creían) podía desembarcar a más de 5.000 combatientes en la región. Al final triunfó la lógica y se estableció que tocaba plegarse a la potencia yanqui.

    La mañana siguiente, con el rabo entre las piernas (pero sabedor de que no quedaba otro remedio) Marina acudió a la cita junto con Duarte, García y Romero. Los estadounidenses hicieron lo propio, aunque sin Glass, que temía una emboscada hispana. «Prudente, optó por delegar en su tercer teniente de navío la misión», añaden los expertos españoles. El militar llegó a eso de las nueve y media a la zona acordada portando en sus manos el siguiente mensaje:




    ABC


    Marina trató de engatusar al norteamericano. Quizá pensaba que, en cualquier momento, llegaría ayuda de la misma metrópoli que les había olvidado. Pero nada de nada. Cuando pasaron los treinta minutos de rigor, entregó su rendición:




    ABC


    Lo que vino a continuación se sucedió en un abrir y cerrar de ojos. En cuestión de horas, los oficiales fueron detenidos y llevados como prisioneros de guerra al «Charleston».

    A continuación -y en palabras de Garrido, Arsenal y Prado- «una compañía del regimiento de Oregón fue la encargada de desembarcar para desarmar primero a la guarnición española y a la fuerza de auxiliares chamorros, e izar luego la bandera estadounidense». Los nuestros fueron llevados poco después al buque «Ciity of Sydney», donde permanecieron hasta que fueron entregados a los rebeldes indígenas de Filipinas. Una vez firmada la paz, fueron linerados.

    Así, de esta guisa, fue como perdimos la «Perla del Pacífico», vendida posteriormente cuando nos percatamos de que ya poco podíamos hacer allí. Aquel día, más de tres siglos de presencia española en la isla acabaron de un solo golpe.


    _______________________________________

    Fuente:

    La vergüenza de Guam: así perdió el maltrecho Imperio español su última perla del Pacífico

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