49.-El origen mallorquín de Cristóbal Colón. La lengua de Colón.



Con relación a este tema, mucho se ha escrito y comentado. Sin embargo, es digno de tomar en consideración el magistral estudio del gran filólogo español Ramón Ménendez Pidal, que arroja los resultados siguientes:

1º Colón escribía siempre en latín o en español, nunca en italiano ni en portugués.

2º Su latín era hispánico, y cuando comete errores de la mencionada lengua latina, dichos errores son hispanismos.

3º Su español es muy aportuguesado, pero no aparecen italianismos.

4º La primera lengua moderna que Colón supo escribir fue el español.

Es importante tener en cuenta el hecho de que mientras el futuro Descubridor residía en Portugal (período 1476-1485), antes de entrar en Castilla, en uno de sus libros, la “Historia rerum ubique gestarum” de Eneas Silvio (Pío II), edición de Venecia, 1477, escribrió en 1481 una larga apostilla en español.

“Hacia 1495, cuando Colón volvió a España de su segundo viaje, leía la “Historia de Plinio”, traducida por Chistóforo Landino, Venecia, 1489, y anotaba en español sus márgenes. Hasta que punto tenía Colón el español como lengua habitual de su pensamiento y, sobre todo, como lengua para la escritura, lo muestra el hecho de que las notas manuscritas repiten al margen en español las mismísimas palabras italianas del texto impreso”.

Salvador de Madariaga, en uno de sus libros nos dice que, “el castellano en el siglo XIV ya entonces se hablaba como lengua predominante en algunas comarcas de Mallorca y en Tortosa”.

La correspondencia entre Cristóbal Colón y sus hermanos, y lo mismo la dirigida al italiano Padre Gorricio, que vivía en el Monasterio de las Cuevas de Sevilla, está toda en español. Ello evidencia que Bartolomé y Diego, ya antes de arribar a Castilla, hablaban y escribían en castellano. Hasta la fecha, nadie ha podido demostrar documentalmente que lo hicieran en italiano.

Con razón un ilustre orador colombino Antonio Gómez Restrepo, decía en la Fista de la Raza en 1917, en Bogotá, que el español fue el idioma que usó Colón “aún en aquellos escritos de tal manera íntimos y personales, que sólo se redactan en la lengua que se ha aprendido a hablar desde la cuna. En español consignó los incidentes de sus portentosos viajes, en forma de diario; en español están sus cartas; en español fue escrito el libro extraño de las Profecías, que nos revela hasta dónde alcanzaba la exaltación de su espíritu de iluminado en aquel hombre de sentido tan práctico y tan positivo. No empleó nunca Colón, ni en los momentos decisivos de su existencia el italiano ya que por entonces había llegado a su perfección clásica, sino la lengua vigorosa, enérgica, ruda todavía, pero próxima a los esplendores de la Edad de Oro, de la cual había de decir Carlos V poco después que era el idioma más apropiado para hablar con Dios”.



SU ORIGEN MALLORQUÍN

Desde aquella memorable fecha del 12 de Octubre de 1492 en la que fué descubierto el Nuevo Mundo, hasta nuestros días, muchas han sido las teorías que se han presentado acerca del origen de Cristóbal Colón. La oscuridad de sus orígenes ha llevado a los historiadores a hacer las más diversas interpretaciones y son muchos los países que reclaman la paternidad del Almirante.

La teoría sobre la procedencia mallorquina del Decubridor no se ha visto corroborada documentalmente hasta el presente siglo en el que diferentes ilustres historiadores han tratado de demostrar que el verdadero Descubridor de América no fué el genovés Cristóforo Colombo, sino el mallorquín Cristóbal Colom.

El primero de ellos fué sin duda el peruano Luis Ulloa quien se dedicó al tema a partir del año 1922 renunciando al cargo de director de la Biblioteca Nacional de Lima, al confiarle el Gobierno de Perú una misión especial de estudio en los Archivos y Blibliotecas de Europa.

Ulloa, en un libro publicado en 1927: “Cristófor Colom fou Català, la veritable gènesi del descobriment” define al Almirante como un noble nacido en los paises de habla catalana cuyo verdadero apellido era “Colom”, y en su nombre, por otra parte, así como en el escudo, símbolos y firma se encuentran indicios de catalanidad.

Como originario de Felanitx ha sido descrito por Ricardo Carreras Valls, Renato Llanas de Niubó, Bartolomé Arán, Suau Alabern, José María Millás. etc., y más concretamente como hijo de Don Carlos, Príncipe de Viana, y de Margarita Colom, lo aseveran Juan Cerdá, el sevillano Manuel López Flores, Luis Schoch y Pereira de Castro, y el venezolano Hermano Nectario María, que fué Agregado Cultural de la Embajada de Venezuela en España. Miembro de cuatro Academias de Historia de Hispanoamérica y de dos de Europa, y autor de toda una serie de obras de carácter histórico.

Colón, a lo largo de toda su vida tuvo siempre puesta su mirada silenciosa hacia su patria chica, es decir, hacia las tierras que le vieron nacer y de las cuales no pudo hablar nunca por razón de Estado. Y así fué como el 12 de Octubre de 1492 denominó San Salvador, a la primera isla que descubrió, dándole él mismo nombre del Santuario de San Salvador de Felanitx, que él conoció durante su infancia y que, como se sabe, fué construido en 1349.

El 28 de Octubre, en Cuba, Colón nombró también San Salvador a un río y a un puerto que, a su juicio, entendía que era frecuentado por naves del Gran Can. Como se podrá observar, al igual que anteriormente, el Almirante no mencionó en ninguna parte la procedencia del citado nombre de San Salvador.

El 9 de Enero de 1493 el Almirante escribió en su Diario que “llegó a una punta que llamó Punta Roxa, que está justamente al Leste de MonteCristi”. Esta Punta Roxa que se halla situada en la Costa Norte de la República Dominicana tiene su homónimo en la Costa Norte de Mallorca. Se encuentra entre el Puerto de Sóller y La Calobra.

También al Sur de la República Dominicana, situada entre Azua y Bani, se halla la Punta Salinas, la cual muy posiblemente Bautizó con este nombre Bartolomé Colom, hermano del Descubridor, pues tenemos constancia que estuvo habitando por esta zona largo tiempo. En Mallorca este topónimo está situado al Sur de la isla. Se conoce como Cabo Salinas. Figura ya registrado con esta denominación en la famosa carta náutica que el cartógrafo mallorquín Angelino Dulcert dibujó en 1339. Hoy conservada en la Biblioteca Nacional de París.

Mientras realizaba su tercer viaje a América, con el nombre de su madre “Margalida”, (Margarita en castellano), el Almirante designó a una isla cerca de la Costa de Venezuela. El cartógrafo Juan de la Cosa transcribió esta palabra mallorquina en la carta náutica que dibujó en el Puerto de Santa María, en el año 1500. Se conserva actualmente en el Museo Naval de Madrid. Ella procedía del mapa que en 1498 trazó Colón de las nuevas tierras descubiertas y que, como asegura Samuel Eliot Morison, “un testigo en los pleitos de 1514 dijo que todos los descubridores posteriores de tierra firme se guiaban por las cartas que el Almirante había hecho, porque sólo él hizo cartas de todo lo que descubrió.” En el archivo del Palacio de Liria, de los Duques de Alba en Madrid, se conservan varias cartas autógrafas de Colón en las que firma “El Almirant” en mallorquín y no “El Almirante” en castellano.

En el archivo del Reino de Mallorca, año 1482, se conserva un interesante documento en el cual se menciona a Miguel de Pax Vice-Almirant, hecho que prueba que la mencionada palabra ya se usaba en la Isla en el siglo XV.

Con relación al verdadero apellido del Descubridor existe la evidencia que no era ni Colombo ni Colón, sino Colom, con “m” final, tal y como se escribe en los países catalanes. Es de tomar en consideración que del Almirante de las Indias no se ha podido probar documentalmente jamás que durante todo el tiempo que vivió en Portugal y en Castilla se le llamase ni una sola vez Colombo.

Joao de Barros, cronista del Rey Juan II de Portugal le llama en 1484 Christovam Colom. Lo mismo acontece en la carta del Conde Borromeo de 1494; en el colofón de la edición alemana de la Carta de Colón, impresa en Estrasburgo, en 1497, en la que costa que la traducción se hizo del catalán; en los facsímiles de los encabezamientos de las diez ediciones de la carta del Almirante, publicadas en diversos países europeos -y tres de ellas en Italia- entre 1493 y 1497.

A todos estos testimonios todavía podemos anexar un escrito dirigido “Al Rey y a la Reyna” que consta en el “Libro de Privilegios” del Descubridor, en el que consta, como en otros muchos del mismo, el nombre “Colom”.
Gonzalo Fernández de Oviedo en su “Historia General y Natural de las Indias” también le llama siempre “Colom”.

En Castilla, en 1487, el futuro Almirante recibió varios estipendios librados por la contaduría y pagados por la tesorería de los Reyes. Los asientos de todas estas sumas constan en los libros del tesorero Francisco González de Sevilla, a nombre de Cristóbal Colomo, lo que evidencia que por estas fechas, Colón había adoptado este nombre, al menos para documentos oficiales.

De la misma forma le llama también el Duque de Medinaceli, en una carta que desde Gogolludo escribió, el 19 de Marzo de 1493 al Gran Cardenal Don Pedro González de Mendoza.

Fernando Colón y Fray Bartolomé de Las Casas cuentan que el Descubridor “se solía llamar antes que llegase al estado que llegó Cristóbal Columbo de Terrarubra, y lo mismo su hermano Bartolomé Colón”.

Esta interesante definición que nos indica su lugar de procedencia, ha sido lo que ha posibilitado conocer el lugar exacto de su nacimiento y dónde pasó su infancia.

Está documentalmente demostrado que ya en 1346 existía en Felanitx una extensa finca denominada Alquería Roja, nombre que traducido al latín se transforma en Terra Rubra. Actualmente se le llama Son Ramonet. A pesar de que Doña María Maimó, actual propietaria de Son Ramonet, dice saber de su abuelo que este predio y Son Colom antiguamente estaban en la misma mano. Por falta de documentos que lo acrediten a mediados del siglo XV no se sabe a quien pertenecía esta mencionada finca. Sin embargo se tiene constancia de que en 1431, Juan Colom, abuelo del Almirante, era propietario de una finca que estaba situada cerca del camino real que desde Felanitx conducía a Manacor.

Varias declaraciones hechas por el propio Colón están en concordancia en que nació en Mallorca en 1460, y que comenzó a navegar desde muy joven. El 21 de Diciembre de 1492 Colón escribe en su diario que ha “andado veinte y tres años en la mar, sin salir de ella tiempo que se haya de contar, y vi todo el Levante y Poniente”.

El Almirante en carta a los Reyes desde Cádiz o Sevilla en 1501 manifiesta: “Muy altos Reyes: de muy pequeña hedad entré en la mar navegando y lo he continuado fasta oy”.

El navegante mallorquín también declaró que vino “a servir de veintiocho años” (a los Reyes Católicos). Esta afirmación se halla en la carta que escribió a los Monarcas desde Jamaica el 7 de Julio de 1503.

Estas últimas afirmaciones prueban: En primer lugar, cuando declara Colón que ha andado veintitrés años en la mar, justifica que empezó a navegar en 1469, es decir, cuando tenía nueve años de edad. En segundo término cabe destacar que la navegación fue siempre su oficio. Finalmente declara que vino a servir a los veintiocho años a los Reyes, con lo que proclama que empezó a servir a Don Fernando y a Doña Isabel en 1488.

Se sabe que diversos historiadores han considerado al Almirante embustero incorregible por no armonizar sus asertos con la tesis genovesa. Pero como podemos comprobar, El Descubridor no puede ser nunca el genovés Cristóforo Colombo que nacido en 1451, ejerce de tejedor de paños por lo menos hasta 1473, tal como varios investigadores afirman.

El hijo del Descubridor, Fernando, en su obra la “Historia del Almirante”, manifiesta refiriéndose a la procedencia de su padre, que “quiso que su patria y origen fuesen menos ciertos y conocidos”.

Posteriormente, en otra página Fernando añade: “Volviendo a las condiciones y personas de sus progenitores, digo que, si bien fueron personas de valía, habiendo sido reducidos a necesidad y pobreza a causa de las guerras y bandos de Lombardía, no encuentro en qué forma vivieron ni donde habitaron, a pesar de que el mismo Almirante diga en una carta que su trato y el de sus mayores fué siempre por mar”.

En esta misma obra también nos dice que “el Almirante fue hombre de letras... y que no gastó el tiempo en cosas manuales ni en artes mecánicas”. Después añade: “Pondré fin a este capítulo con lo que escribió en su carta al aya del Príncipe Don Juan de Castilla, con estas palabras: “Yo no soy el primer Almirante de mi familia”.

La clave del enigma:

Si Cristóbal Colón “quiso que su patria y origen fuesen menos ciertos y conocidos”, causas profundas lo debían motivar. El Almirante, hijo de padre noble y de madre plebeya, como lo expresaban en aquella época las leyes reales, no podía participar en la herencia de su progenitor. Pero como hecha la ley, hecha la trampa, mediante el procedimiento de la ocultación de sus orígenes, en Castilla se le concedieron grandes oficios reales.

Este hecho tiene precedentes. Don Alfonso V el Magnánimo, Rey de Aragón y de Sicilia, entre 1394 y 1458, y de Napolés desde 1442, tuvo tres hijos naturales reconocidos. Uno de ellos fue Don Fernando de Calabria, que ostentaba el Título Nobiliario de Duque y del cual el Rey jamás mencionó el nombre de su madre. Su progenitor en su Testamento, el 26 de Junio de 1457 le nombró heredero del Reino de Nápoles.

Con relación a este asunto, el Profesor Manzano en su obra Cristóbal Colón, Siete años decisivos de su vida (1485-1492), relata: “El precepto legal alfonsino prohibe absolutamente las uniones extramatrimoniales de barragania de... “ilustres personas” (reyes, principes, duques, marqueses, condes, etc.), con mujeres viles, plebeyas, tanto en el caso de que ellas mismas fueran de condición inferior como en el de que lo hubiesen sido sus ascendientes. Y la razón de semenjante prohibición no es otra que la oportunidad y claramente expresa la ley: porque no sería cosa digna ni decorosa que la sangre de los nobles se mezclara con la de tan viles mujeres. Hasta tal extremo intenta la ley evitar esas uniones nobles cons de condición inferior como en el de que lo hubiesen sido sus ascendientes. Y la razón de semejante prohibición no es otra que la oportunidad y claramente expresa la ley: porque no sería cosa digna ni decorosa que la sangre de los nobles se mezclara con la de tan viles mujeres. Hasta tal extremo intenta la ley evitar esas uniones de nobles constituidos en elevadas dignidades con mujeres viles, que a los hijos habidos en ellas en ningún caso los considera naturales, sino espúreos, es decir, como hijos habidos en “mujer”... que se da a muchos, razón por la cual no pueden participar de la herencia de los padres, ni estos, si no quieren, estan obligados a criarlos”.


Muchos fueron los pasos que anduvo el desdichado Fernando por tierras de Italia buscando el lugar donde nació su padre, pero desde luego, sin resultado alguno.

En definitiva, Fernando Colón afirma que en su familia había otro Almirante y que por mala fortuna y, a causa de las guerras, había venido a gran necesidad y pobreza. Según criterio de diversos historiadores, no estaba equivocado, pues José María Quadrado en su libro “Forenses y Ciudadanos” al asegurar que en Felanitx (Mallorca) a mediados del siglo XV, el abuelo de Cristóbal Colón, o sea, a Juan Colom, se le exigió la “responsabilidad por sus hijos prófugos, y hubo casi de disipar su hacienda en donativos al veguer, escribano y baile”.

Juan Colom, además de ser el padre de Margarita (madre del Almirante de las Indias), lo era también de unos prófugos que se exiliaron en Provenza, reino del Rey Renato de Anjou, al cual pretendían los amotinados forenses entregar el Reino de Mallorca.

Estos hijos de Juan Colom, eran dos: uno se llamaba Cristóbal Colón, como su sobrino, y el otro era el que se conocía con el nombre de Guillaume de Casenove Coullon, Almirante-corsario que estuvo al servicio del Rey Renato, y que era conocido en Italia por Colombo y en España por Colón.

Entre 1469 y 1476, Cristóbal Colón estuvo navegando con ellos, período en que el futuro Descubridor aprendió astronomía y la ciencia marítima.

En el Registro General del Sello del Archivo de Simancas se conservan dos valiosos documentos en los cuales se menciona al corsario Colón, capitán del Rey de Francia.

El primero de ellos fechado en Sevilla, a 30 de Enero de 1478, dice: “Carta de marca y represalia a favor de Juan López de la Riaza, vecino de Guetaria, cuya nave fué tomada y saqueada por los bretones de Bristol y entregada más tarde a Colón, capitán del Rey de Francia, del que hubo de rescatarse el dicho.”

El segundo documento, fechado en Vitoria, a 4 de Noviembre de 1483, describe: “Para que el licenciado López de Chinchilla haga información sobre los gastos y daños ocasionados a Juan Ochoa de Elguero, armador de Bilbao, en servicio de Sus Altezas, uno de los cuales fué la pérdida de una nao que le tomó Colón, Capitán del Rey de Francia.”

Lo que verdaderamente nunca logró saber el pobre Fernando fué el lugar de nacimiento de su padre, y así, tras sus infructuosas investigaciones personales por Génova y otros lugares de Italia, pretendió seguirlas por tierras catalanas, lugar donde halló muchas dificultades, no porque se hubiese borrado su origen familiar, sino debido al Real Decreto con que el Rey Carlos V, el año 1523 le prohibió continuar sus estudios y la búsqueda de datos por Cataluña. ¿Por qué se lo prohibió?, ¿Cuáles fueron las motivaciones que forzaban al Monarca para tomar tal determinación?, ¿Qué explicación tiene la citada determinación si Colón era genovés?

Conclusión: La prohibición estaba marcada por el interés que tenía la Corona en impedir que se desvelase el secreto, por ser dicho tema Razón de Estado.

De tomar en consideración es también el hecho que Colón no solamente fue navegante nato, sino también un gran cartógrafo, pues según relata Samuel Eliot Morison, estaba bien “preparado para hacer los mapas de sus propios descubrimientos, y sin duda registró cada nueva isla en una carta en blanco mientras navegaba a lo largo de ellas. Dos veces en el Segundo Viaje encontramos referencias a su registro de aun las más pequeñas islas en una carta que estaba preparando”.





50.-La nobleza del almirante


Carta de Cristóbal Colón al mallorquín Miguel Ballester, datada en La Cocnepción, 21 de mayo de 1499.


La gran diferencia que existe entre la fábula genovesa y los hechos que se conocen de la vida real de Cristóbal Colón, ser perfila nítidamente en su personalidad, pues tanto su aspecto autoritario como su carácter y aficiones literarias, ponen en evidencia que ni era de origen plebeyo, ni tampoco de ascendencia hebrea.


La noble alcurnia del Almirante donde empezó a notarse fue en Portugal. Todo ello se deriva como vamos a tratar de probar, del hecho de ser hijo de Don Carlos, Príncipe de Viana, el cual, era muy conocido en este país, pués en 1459, durante su confinamiento en la isla de Mallorca, le visitó el embajador portugués Gabriel Lorenzo, que era portador de las bases mediante las que se concertaba el matrimonio de Don Carlos con la infanta Catalina, hermana del Rey de Portugal. La muerte del Príncipe de Viana, en Septiembre de 1461, afectó tanto a la Infanta lusitana que se retiró al convento de Santa Clara de Coimbra, de por vida.


Así vemos a Colón, en 1478 ó 1479 casarse, probablemente en Lisboa, con Filipa Moniz Perestrello que pertenecía a una familia de la más alta nobleza lusitana. Filipa era noble por ambos costados, e incluso estaba emparentada con el Arzobispo de Lisboa.


Mientras residía en este país, el noble navegante se relacionó y fue bien acogido por la Corte lusitana. Esto le permitió incluso el poder copiar la famosa carta que había enviado el 25 de Junio de 1474 al matemático y físico de Florencia, Paolo del Pozzo Toscanelli, al canónigo Fernando Martins, que le fue prestada por el Rey de Portugal que la tenía en su archivo.
Llegado el año 1483, cuando sus proyectos de descubrimiento ya estaban definidos, propuso a Don Juan II, descubrir grandes tierras muy ricas en oro, plata y piedras preciosas, por la vía del Poniente hacia Auster o Mediodía. Pero a cambio, solicitó al Rey de Portugal lo siguiente: “Primeramente, que le honrasen armándole caballero de espuelas doradas”, como segunda condición, “que se pudiese llamar Don Cristóbal Colón, él y sus sucesores”, y, como tercera condición, “que le diesen título de Almirante Mayor del Océano”.


No cabe duda que nadie hasta entonces, ni posteriormente, había presentado a Don Juan II tan magnas peticiones que, solamente se justifican en un personaje de estirpe real, tal como él lo era, hijo de Don Carlos, Príncipe de Viana y de Margarita Colom. El futuro Almirante pedía más de lo razonable: pedía retazos de soberanía porque se sentía hijo de Rey.
Posteriormente, a principios de Marzo de 1493, al regreso de su primer viaje a las Indias, el Almirante fue recibido por el Rey de Portugal con los honores debidos a su alto rango.
El prestigioso historiador norteamericano Washington Irving nos lo relata así: “Al aproximarse a la residencia Real. Salieron a recibirle los principales caballeros de la comitiva soberana y lo condujeron con gran pompa al palacio. La Recepción que le hizo el monarca fue digna de un príncipe ilustrado. Mandó que tomase asiento en su presencia; distinción dispensada sólo a personas de la sangre real ó egregia estirpe, y después de muchas enhorabuenas por el glorioso resultado de su empresa le aseguró que cuanto el Portugal contenía que pudiese serle útil a sus soberanos o a él, quedaba enteramente a sus órdenes”.


Mientras Colón estaba en la Corte, Don Juan II mandó a los Reyes Catolicos y al Duque de Medinaceli un rápido mensajero para hacerles saber la inesperada y feliz noticia. Dada su situación geográfica, las buenas nuevas llegaron antes a Cogolludo (Guadalajara) que a Barcelona; así fue como Don Luis fue el primero que supo que Colón había vuelto de su primer viaje y había descubierto todo lo que prometió.
El 19 de Marzo, desde Cogolludo, el Duque de Medinaceli escribió una carta a su tío el Gran Cardenal Don Pedro González de Mendoza dando cuenta de aquella arribada. En un fragmento de ella podemos leer: “Reverendísimo Señor. No sé si sabe Vuestra señoría cómo yo tove en mi casa mucho tiempo a Cristóbal Colomo, que se venía de Portogal y se quería ir al Rey de Françia para que emprendiese de ir a buscar las Indias con su favor y ayuda; e yo lo quisiera provar y enbiar desde el Puerto, que tenía buen aparejo con tres o cuatro caravelas, que no me demandava más, pero como vi que hera esta empresa para la Reina, Nuestra Señora, escrevilo a su Alteza desde Rota y respondióme que gelo enbiase”.
Cabe recordar que en 1485, rechazado su proyecto en Portugal, el futuro Descubridor abandonó este país acompañado por su hijo Diego, y se encaminó hacia el Puerto de Palos. Tras su paso por el Monasterio de La Rábida, lugar donde halló un hogar y escuela para su hijo, el noble navegante se encaminó hacia los dominios del Duque de Medina Sidonia. Allí le propuso sus planes, pero por causas que se desconocen no fueron aceptados. Frustrado de nuevo su proyecto, Colón dirigió su mirada hacia el Duque de Medinaceli que, a la sazón, residía en el Puerto de Santa María.
Don Luis de la Cerda acogió con entusiasmo el proyecto de Colón sin tener la necesidad de consultar con nadie, y le dió alojamiento en su residencia Ducal tal y como lo manifiesta en su carta recientemente citada. Salvador de Madariaga asevera que en el palacio del Duque, Colón fue tratado y protegido con los honores y preeminencias que entonces se dispensaban a las personas de noble alcurnia.


Este apoyo que Cristóbal Colón recibió en el ducado de Medinaceli, no resulta aceptable que lo recibiese un mercader genovés, pero sí un hijo de Don Carlos, habida cuenta que Don Luis de la Cerda se había casado con Doña Ana de Navarra y Aragón, hija natural del Príncipe de Viana y de Doña María de Armendáriz, hecho que prueba que el futuro Almirante era cuñado del Duque.
En el Archivo de la casa de Medinaceli, Casa de Pilatos en Sevilla, se conservan varios documentos que acreditan estas aseveraciones. En uno de estos documentos se describe lo siguiente: “Don Luis de la Cerda, Vº Conde de Medinaceli, Señor del Puerto de Santa María y de la Villa de Cogolludo y su tierra... casó tres veces. La primera con Doña Catalina Laso de Mendoza.
Casó segunda vez con Doña Ana de Navarra y Aragón, hija del Príncipe Don Carlos, primogénito de Navarra, y de Doña María de Almendáriz, de quien tuvo por su hija única a Doña Leonor de la Cerda y Navarra”.


En Enero de 1486 el futuro Almirante se dirigió a Córdoba portando unas cartas del Duque al confesor de la Reina. En esta misma ciudad, a fines de Abril o principios de Mayo, tuvo lugar la primera entrevista entre Colón y sus tíos los Reyes Católicos. Cabe citar que desde esta fecha fue ayudado y protegido por los Monarcas, hecho que evidencia que Cristóbal Colón no era Cristóforo Colombo.
Mientras el navegante residía en Córdoba, conoció a Beatriz Enriquez de Harana, la que habría de ser la madre de su segundo hijo, Fernando, que nació en Agosto de 1488, y, como podemos ver, en vez de darle el nombre de Doménico, nombre del padre del Colombo genovés, se le dió el del Rey Fernando.


Antes del descubrimiento de América y durante el tiempo que vivió en Castilla, al futuro Almirante en vez de verle rodeado de mercaderes genoveses, como nos lo pintan algunos historiadores, le vemos amparado por altas personalidades. Cabe mencionar a Alonso de Quintanilla, Contador Mayor de los Reyes, el Cardenal Don Pedro González de Mendoza, conocido con el sobrenombre de “Tercer Rey”; Fray Diego de Deza, profesor de Teología de la Universidad de Salamanca y también tutor del Príncipe Juan, heredero del trono, Andrés Cabrera y su mujer Beatriz Fernández de Bobadilla, Marqués y Marquesa de Moya.


En la Casa de Aragón también tenía influyentes amigos, entre los que se encontraban Gabriel Sánchez, tesorero, y Luis de Santángel, escribano de ración. Los Santángel eran una de las familias más ricas de Aragón, de origen judio convertida al cristianismo en 1430. Luis de Santángel que financió el primer viaje de Colón, con un préstamo a la Corona de 1.140.000 maravedís, había nacido en Valencia y era hijo de Luis de Santángel, el Viejo, el cual mantuvo continuas y excelentes relaciones con los Reyes Alfonso V El Magnánimo y Juan II.
El 14-4-1467 se concuerda matrimonio entre Galcerán de Santángel, de Valencia, hijo de Luis, mercader, y Graciosa, doncella, hija de Pere Pardo, difunto, mercader, que aporta un dote de 2.000 libras. Los Pardo era la familia de mercaderes más importante de Mallorca, la más activa y la que mayor capital invertía en el comercio marítimo y en seguros. En 1450 Gabriel Pardo aseguraba a Nicolau Centurione, mercader genovés, 1000 libras en un viaje a Pera.


En 1470 el mismísimo Luis de Santángel que financió el primer viaje de Colón residía en Mallorca, lugar donde vivía su amigo Arnau Descós, personaje de ilustre familia, amante de las letras y célebre lulista. Ambos se conocieron cuando estudiaban en Nápoles. El 21 de Noviembre de 1470 Luis de Santángel, menor, mercader de Valencia ahora residente en Mallorca, nombra a Gabriel Plegamans, mercader, por patrón de su balenero para ir a Sicilia. Tambiénhallamos en Mallorca al Tesorero de la Corona de Aragón Gabriel Sánchez.
Cristóbal Colón, al regreso de su primer viaje escribió una carta dando cuenta de sus descubrimientos a sus amigos Luis de Santángel y Gabriel Sánchez. Las misivas están fechadas a 15 de Febrero de 1493.
El 17 de Abril de 1492 se firmó en Santa Fe de la Vega de Granada un importante documento de incalculable valor histórico. En dicho documento que se conoce con el nombre de “Capitulaciones de Santa Fe”, quedaron estipuladas todas las condiciones establecidas entre Colón y la Corona, mediante las cuales se llevaría a cabo la empresa del Descubrimiento.


La primera condición que registra el documento es que “Vuestras Altezas como Señores que son de las dichas Mares Oceanas fazen dende agora al dicho don Christoval Colón su Almirante en todas aquellas islas y tierras firmes que por su mano o industria se descubrieran o ganaran en las dichas Mares Oceanas para durante su vida, y después de muerto, a sus herederos e sucessores de uno en otro perpetualmente con todas aquellas preheminencias e prerrogativas pertenecientes al tal officio, en segund que Don Alfonso Enriquez, quondam, Almirante Mayor de Castilla”.
La segunda condición que impone el noble navegante es que “vuestras Altezas fazen al dicho don Cristóbal su visorey e Governador General en todas las dichas tierras firmes e yslas que como dicho es el descubriere o ganare en las dichas mares”.


De este contrato de Cristóbal Colón con los Reyes Católicos, algunos historiadores han llegado a decir que nunca se vió ni se verá otro parecido, habida cuenta que es un tratado sobre lo desconocido, y en el que el navegante va demandando y la Corona accediendo. Y así fue como estos relevantes honores y codiciadísimos oficios, el sobrino de los Monarcas de golpe y porrazo fue elevado a las más altas cúspides de la Grandeza castellana.
Con relación a la petición del futuro Descubridor del cargo de Virrey y Gobernador General a perpetuidad de cuantas tierras descubriese viajando hacia Occidente, Federico Udina Martorell afirma que esto evidencia que él conocía la estructura política de la Corona de Aragón, ya que el cargo de Virrey, era poco conocido en Castilla, y el de Gobernador General, con esta denominación de General no existía en la Corona de Castilla.
Cabe puntualizar que, a la sazón, y conforme a las instituciones catalanas, el heredero de la Corona asumía el gobierno de Cataluña a Título de Virrey. Este cargo correspondía al Príncipe de Viana, puesto que Don Alfonso V, en Nápoles, a 26 de Junio de 1457, le había declarado Príncipe heredero y sucesor después de su padre, de los reinos de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña, Sicilia y del principado de Cataluña. Este dato nos desvela la razón por la cual Cristóbal Colón reivindicó con tanto ahínco a los Reyes el cargo de Virrey, bien parece con la finalidad de igualarse en cuanto a ciertos honores y preeminencias a su padre el Príncipe de Viana.
También en Abril de 1492, es decir, varios meses antes del descubrimiento de América, los Reyes ya reconocieron documentalmente la nobleza de Colón.
En el archivo de la Corona de Aragón, en Barcelona, se conservan juntamente con la copia cancilleresca de las “Capitulaciones de Santa Fe”, dos salvoconductos que también en copia de cancillería expidieron Don Fernando y Doña Isabel en favor del Almirante y Virrey para que nadie pusiese impedimento para realizar el viaje que en servicio de los Monarcas se proponía llevar a cabo.
El primero de estos documentos en el que lo declaran noble es el pasaporte de Colón. En un fragmento de él podemos leer: “Enviamos al NOBLE Cristóbal Colón, con tres carabelas por el Mar Océano hacia las Indias”. Dado en Granada, 16 de Abril de 1492. Yo el Rey. Yo la Reina. El Rey y la Reina me ordenaron esto a mí, Juan de Coloma”.
El segundo salvoconducto para el descubrimiento del Nuevo Mundo es una carta de los Reyes Católicos al Soberano de Catay. En este documento se dice: “Por ello hemos decidido enviaros a nuestro NOBLE Capitán Cristóbal Colón, dador de la presente.


Desde Granada, 30 de Abril de 1492. Yo el Rey. Yo la Reina. Coloma Secretario.”
Tras el regreso de su primer viaje, a finales de Abril de 1493 los Reyes recibieron en Barcelona al Almirante rodeados de toda la Corte, encabezada por el Príncipe Juan.
Dice Salvador de Madariaga que los “Reyes asombraron a sus cortesanos otorgándole dos honores singulares, hasta entonces reservados a los más grandes de entre los grandes: se levantaron para recibirle y cuando les hubo besado las manos le ofrecieron un escabel”. Posteriormente, el Rey le hizo cabalgar a su lado, con el Príncipe Juan al otro, privilegio hasta entonces reservado a la sangre real.
En la misma Ciudad Condal, Colón obtuvo escudo de armas que llevaba en sus cuarteles el castillo de Castilla, el león de León, cinco islas, las cuales representan a las Islas Baleares y, según dice el documento real de Mayo de 1493, “en el otro cuadro bajó a la mano izquierda las armas vuestras que soliades tener”. Es evidente que el Almirante se esforzaba por hacer constar que ya de antiguo había tenido “armas”, es decir, nobleza.


Este derecho de llevar en sus armas un castillo y un león colocaba a Colón al mismo nivel de los Reyes, habida cuenta que el león y el castillo eran las arnas reales.
A esta concesión siguieron otras: el 28 de Mayo los Reyes le confirman solemnemente sus títulos, honores y privilegios definidos en las capitulaciones de Santa Fe, el mismo día se le dan las cartas reales para nombras a las personas por él elegidas para el gobierno de las nuevas tierras descubiertas y, además de todo esto, también se le dio el sello real. En suma, estas concesiones ponían en manos del Almirante poderes casi regios tanto en mar como en tierra.
Ante este cúmulo de sólidos argumentos, muchos han sido los historiadores que no han dudado en afirmar que el Descubridor era de Noble Alcurnia. Entre ellos cabe citar: Luis Ulloa, Ricardo Carreras Valls, Marcelo Gaya y Delrue, Renato Llanas de Niubó, J. Suau Alabern, Ricardo Sanz, Margarita del Olmo, Emilio Cuenca, Caius Parellada, etc.

Conferencia pronunciada el 14 de Noviembre de 2002 por Gabriel Verd Martorell, Secretario General de la Asociación Cultural Cristóbal Colon en el Aula “General Weyler” del Club Deportivo Militar “Es Fortí” de Palma de Mallorca, organizada por la Asociación Amigos del Castillo de San Carlos.