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Tema: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

  1. #81
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Puerto Rico no quería independizarse de España

    La imagen negativa sobre lo hispánico hunde sus raíces en la hegemonía mundial del Imperio español. Incluso su muerte como gran potencia estuvo acompañada de una gran campaña de propaganda contra ella.





    by Admin


    abril 15, 2018

    in Hispanidad, Historia





    España, el país más odiado por Estados Unidos, por César Cervera, ABC

    «En Estados Unidos no se acuerdan de la guerra con España en 1898. Lo más viejo tiene diez años», reza una de las citas más populares del humorista Woody Allen. Pero lo cierto es que la leyenda negra contra todo lo español estuvo presente hasta bien avanzado el siglo XX –cuando otros enemigos ocuparon el interés americano– por culpa, precisamente, de la guerra de 1898. El desastre militar protagonizado por los escombros del Imperio español frente a la emergente armada americana estuvo firmemente secundado por una campaña propagandística que renovó a nivel mundial la mala imagen de los españoles.

    Como luego ocurriría con los alemanes, los japoneses y los comunistas, los españoles se convirtieron en los enemigos recurrentes de EE.UU. incluso en el cine. En la película «The Sea Hawk» («El halcón del mar», 1940), Felipe II aparece retratado como un tirano fascista que contempla un enorme mapa del mundo y planifica la invasión de Inglaterra. Su estética oscura traza una referencia directa con el nuevo enemigo de Inglaterra y EE.UU. por esas fechas: Adolf Hitler.

    España, que había sido un importante apoyo de las 13 Colonias durante la Guerra de Independencia contra los ingleses (a riesgo de crear un mal precedente en los territorios españoles de América, como de hecho ocurrió), se tornó en el principal enemigo de EE.UU. a finales del siglo XIX. Las ideas ilustradas y liberales que habían entrado en Estados Unidos en el siglo XVIII se unieron a sus simpatías por las nuevas repúblicas nacientes al sur, aumentando el sentimiento antiespañol. Aprovechando el crecimiento del movimiento independentista en Cuba, EE.UU. se inmiscuyó en el conflicto con un casus beli dudoso, cuando no inventado, para apropiarse de los últimos territorios españoles de ultramar.

    La escalada de recelos entre los gobiernos de EE.UU. y España fue en aumento, mientras en la prensa de ambos países se daban fuertes campañas de desprestigio contra el adversario. De esta manera, el hundimiento en La Habana del acorazado americano de segunda clase Maine, enviado básicamente para intimidar a España, fue utilizado por los periódicos de William Randolph Hearst, hoy día el Grupo Hearst, uno de los principales imperios mediáticos del mundo, para convencer a la Opinión Pública de la culpabilidad de España y de la necesidad de empezar una guerra contra este país.

    Al grito militar de «¡Remember the Maine, to Hell with Spain!», los norteamericanos destrozaron a las fuerzas españolas. Además de conceder la independencia de Cuba, que se concretará en 1902, España tuvo que ceder Filipinas, Puerto Rico y Guam. Sin embargo, las consecuencias a largo plazo fueron todavía más nocivas para los intereses hispánicos: EE.UU. recogió, renovó y amplificó la leyenda negra sobre España. Así, la visión negativa sobre nuestro país, que tenía su génesis en la propaganda holandesa, francesa e inglesa vertida durante el periodo imperial, fue elevada al grado de relato histórico con el ascenso de las potencias que habían rivalizado con la Monarquía hispánica por el cetro europeo y, más tarde, el heredero más destacado de éstas.

    «El resultado fue que una gran oscuridad cubrió España, atravesada por ninguna estrella e iluminada por ningún sol naciente»

    «Nada quedaba más que los españoles; es decir, indolencia, orgullo, crueldad y superstición infinita. Así España destruyó toda la libertad de pensamiento a través de la inquisición, y durante muchos años el cielo estuvo lívido con las llamas del auto de fe; España estaba ocupada llevando leña a los pies de la filosofía, ocupada quemando a gente por pensar, por investigar, por expresar opiniones honestas. El resultado fue que una gran oscuridad cubrió España, atravesada por ninguna estrella e iluminada por ningún sol naciente», expuso el político norteamericano Robert Green Ingersoll en los años previos a la Guerra de Cuba. La fobia anglosajona contra lo español fue asumida por EE.UU, incluidas todas sus mentiras y exageraciones.
    Libros de escolares sesgados

    El historiador norteamericano Philip Powell (California, 1913-1987) fue uno de los primeros en analizar esta campaña contra los españoles en su obra «La Leyenda Negra. Un invento contra España»: «La escala de los héroes de la anti-España se extiende desde Francis Drake hasta Theodore Roosevelt; desde Guillermo «El Taciturno» hasta Harry Truman; desde Bartolomé de Las Casas hasta el mexicano Lázaro Cárdenas, o desde los puritanos de Oliverio Cromwell a los comunistas de la Brigada Abraham Lincoln –de lo romántico a lo prosaico, y desde lo casi sublime hasta lo absolutamente ridículo-. Hay mucha menos distancia de concepto que la que hay de tiempo entre el odio anglo-holandés a Felipe II y sus ecos en las aulas de las universidades de hoy; entre la anti-España de la Ilustración y la anti-España de tantos círculos intelectuales de nuestros días».

    «Esta torcida mezcla perdura en la literatura popular y en los prejuicios tradicionales, y continúa apoyando nuestro complejo nórdico de superioridad para sembrar confusión en las perspectivas históricas de Latinoamérica y de los Estados Unidos»

    A las cuestiones políticas hubo que sumar el componente religioso. «La deformación propagandística de España y de la América hispana, de sus gentes y de la mayoría de sus obras, hace ya mucho tiempo que se fundió con lo dogmático del anticatolicismo. Esta torcida mezcla perdura en la literatura popular y en los prejuicios tradicionales, y continúa apoyando nuestro complejo nórdico de superioridad para sembrar confusión en las perspectivas históricas de Latinoamérica y de los Estados Unidos», explica Philip Powell en el citado libro.

    Como muestra de estos prejuicios, en 1916, cerca de 40 iglesias protestantes se reunieron en Panamá para organizar una ofensiva religiosa contra el carácter decadente e idólatra del Catolicismo. La falsa creencia de que los protestantes eran superiores a los católicos –algo que se justificaba en el auge del Imperio inglés en el momento que desplazó al español– dio lugar a una doctrina racista que situaba a los anglosajones en lo más alto de la escala evolutiva.

    La economía parecía darles la razón. Para el economista Max Weber, los protestantes representan el «espíritu del capitalismo moderno», caracterizado por la búsqueda racional del beneficio a través de una profesión elegida libremente. Y, hasta mediados del siglo XX, no se comenzó a rebatir esta proclamada superioridad del mundo protestante y anglosajón sobre el Catolicismo y los pueblos latinos. Todavía en 1980 un grupo de reflexión, «El Council for Inter-American Security», elaboró varios documentos muy conocidos en los que cuestionaban la capacidad de la Iglesia católica para resistir el avance del marxismo-leninismo.

    Como le ocurrió antes a Inglaterra, la perspectiva de que el legado de su imperio acabase tan deformado como lo ha hecho el español hizo que EE.UU. empezara a mirar la historia de nuestro país con una mirada menos severa tras la II Guerra Mundial. La impresión. «Nadie que lea los periódicos podrá dudar que las naciones del mundo están compilando una nueva Leyenda Negra, ni de que los Estados Unidos han disfrutado de un poderío mundial; como España, se han permitido llevar la autocrítica hasta el extremo; y, a la postre, su destino puede ser el mismo», afirma el hispanista William S. Maltby en su libro «The Black Legend in England» (1969).

    El sesgo antiespañol de cuantiosos materiales educativos norteamericanos, que llegaban hasta la caricatura, han sido progresivamente corregidos, entre otras razones por el aumento de la influencia hispana en EE.UU. El pasado español de numerosos estados norteamericanos, como en el caso de California, Florida o Texas, está siendo poco a poco desempolvado en los últimos años.



    _______________________________

    Fuente:

    https://eldiariodelamarina.com/puert...rse-de-espana/


  2. #82
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    ¿ PORQUE SE PERDIÓ LA GUERRA DE CUBA?





    La conmoción del desastre de 1898 desencajó toda la maquinaria del estado.Los diecisiete años de la regencia de doña María Cristina estuvieron plagados por los conflictos internacionales. Las tribus cabileñas de Marruecos se sublevaron; a un anarquista italiano le dio un arrebato y se llevó por delante aCánovas, la escuadra norteamericana nos echó de casi todas nuestras residuales colonias y, finalmente, Sagasta, la pareja de baile que componía el perfecto dueto de los dos partidos instalados en el turnismo, hollaría la profunda tierra allá por 1903.

    Es necesario apuntar que había un caldo de cultivo previo pues al sentimiento nacional cubano no se le había dado ninguna satisfacción ni horizonte autonómico alguno y la gestión administrativa desde la península estaba en modo demodé. Con estos mimbres aunados a la proverbial capacidad fagocitadora del vecino del norte, la crónica de un varapalo anunciado estaba servida.


    Estados Unidos, la joven y dinámica nación americana, desde sus balbuceos en el siglo XVIII, no hizo más que crecer y su voracidad expansiva era ilimitada

    España era para entonces un imperio decadente y fatigado tras cuatro siglos de extenuante lucha en todas las latitudes, y las corrientes positivistas y evolucionistas que hacían furor en la época consideraban que había naciones pujantes y otras moribundas, y que en consecuencia debían de ser sustituidas por la elemental ecuación de la ley del más fuerte.

    El lúcido y premonitorio general Polavieja ya había apuntado hacia soluciones negociadas ante la que se avecinaba y el almirante Cervera tampoco erraría en sus negros pronósticos. Pero eran voces en un desierto habitado por sordos.

    En los límites del genocidio

    Estados Unidos, la joven y dinámica nación americana, desde sus balbuceos en el siglo XVIII, solo había hecho crecer y crecer. Su voracidad expansiva era ilimitada. Su facilidad para volatilizar indios y mexicanos en su andadura hacia el inabarcable oeste era más que notoria y podría considerarse en los límites del genocidio. Cuando concluyó su actual realización geográfica como estado de estados, se preguntaron si podrían galopar a través de los mares, como en efecto así sucedió.

    De entrada le echó el ojo a la vecina Cuba, una perla que tenía al lado de casa y a unos ciento veinte kilómetros de la sureña Florida. Hasta en cuatro ocasiones y partiendo de una oferta primera de doscientos treinta millones de dólares y llegando a los trescientos en última instancia, intentaría comprar a España aquella joya. Desde la península se satirizaban en los diarios los intentos de arreglar de “buenas maneras” las aspiraciones norteamericanas.

    Pero los habitantes de aquella enorme nación se hartarían a la postre y demostrarían malos modos. La táctica cambió. Siguiendo la llamada doctrina Monroe (América para los americanos), se fraguó una financiación del movimiento independentista cubano que fue in crescendo en sus actividades contra las tropas españolas. En esas estaba la situación cuando, en visita de cortesía, y con la idea o pretexto de evacuar y defender a sus conciudadanos en la isla, fondeó el crucero Maine en el puerto de La Habana.



    Crucero español Reina Mercedes, hundido en la entrada de la bahía de Santiago de Cuba.


    Un ensayo general

    Ríos de tinta han corrido sobre uno de los hechos más controvertidos de la reciente historia moderna y que, a la postre, ha sido un canon de actuación muy repetido en los conflictos que ha enfrentado Norteamérica con otros países; la agresión prefabricada de un tercero para justificar la intervención propia en defensa de la libertad y los derechos humanos. Esto fue lo que se ensayó en Cuba.

    Al parecer, el intenso calor y la humedad imperante pudieron crear un cortocircuito en la santabárbara y esta, recalentada por la combustión espontánea de uno de los depósitos de carbón adyacentes que alimentaban las calderas del navío, creó una enorme deflagración accidental. Más de doscientos sesenta marinos y oficiales pasaron a mejor vida.

    Dos golpes demoledores en Manila y Santiago por parte de una marina más avanzada tecnológicamente y renovada íntegramente en el último decenio del siglo XIX, convirtieron en chatarra una flota obsoleta

    Rápida y convenientemente, se recalentó de paso a la predispuesta opinión pública a través de la prensa amarilla, liderada por el memorable magnate William Randolf Hearst que, además de dirigir o intervenir indirectamente una veintena de periódicos en suelo continental, tenía intereses cruzados con terratenientes insulares tanto en el sector bananero como en el azucarero. Todo indica que el gobierno norteamericano tenía información reservada que ocultó a la opinión pública para poder favorecer una intervención militar sin más dilaciones.

    Dos golpes demoledores en Manila y Santiago por parte de una marina más avanzada tecnológicamente y renovada íntegramente en el último decenio del siglo XIX, convirtieron en chatarra una flota obsoleta, que lucharía testimonialmente con una dignidad encomiable. A las perdidas militares había que añadir las económicas, de tal manera que la humillación trascendía la magnitud de lo aceptable.

    Algunos años antes, y por no utilizar palabras más gruesas, el ministro de Marina, llamado almirante Montojo, en un caso de incompetencia manifiesta, publicaría en La Gaceta los planos del submarino de Isaac Peral. Y no solo esto, sino que cuando se botó en Cádiz, fueron invitados lo más granado de las delegaciones militares europeas en un alarde contra natura con lo que debería de ser un secreto de estado sin paliativos. Respecto a este submarino torpedero (el primero de la historia con esta peculiar característica táctica) el almirante Dewey, el triunfador ante Cervera diría en sus memorias (sic): “Si España hubiese tenido allí un solo submarino torpedero como el inventado por el señor Peral, reconozco que yo no habría podido mantener el bloqueo de Santiago ni veinticuatro horas”.

    A pesar del tiempo transcurrido, se debería hacer una investigación rigurosa para identificar a los traidores y corruptos que vendieron la tecnología del señor Peral a potencias extranjeras e impidieron el desarrollo en España de este revolucionario submarino y despojado de cualquier grado u honor que les hubiese sido otorgado. Sería un acto de justicia necesaria.





    Jules Cambon, el embajador de los EEUU en Francia firmando el tratado de París.



    Qué país el nuestro

    Había que regenerar la nación y la podredumbre de la clase política que había permitido ese fiasco. Pero las camarillas de políticos profesionales encastradas y apoltronadas en los partidos liberal y conservador seguirían manteniendo su estatus en nuevas formaciones políticas. Camaleónicos mutantes, se convertirían en republicanos, socialistas o nacionalistas de toda la vida para poder parasitar mejor a una castigada población que pedía cambios a gritos.

    La guerra de Cuba se llevaría las vidas de más de 55.000 hijos de la patria y carne de cañón barata para una guerra que se podía haber evitado perfectamente

    Éramos entonces un país con una tasa de analfabetismo del setenta por ciento de la población, en el que se prestaba más atención a las hazañas taurinas de Lagartijo que a lo que ocurría allende los mares.

    La guerra de Cuba se llevaría las vidas de más de 55.000 hijos de la patria, carne de cañón barata para una guerra que se podía haber evitado perfectamente por una camarilla de egos bien atildados.

    Por el tratado de Paris de 1898, España “cedería” Puerto Rico , Guam y Filipinas a Estados Unidos, mientras concedía la independencia a Cuba. Necesidades de capitalización para mitigar aquel severo revés económico y sus derivadas de lucro cesante, nos obligarían a hacer caja con la venta adicional a Alemania de las islas Palaos, Carolinas y Marianas.

    A la postre, Cuba se convertiría en el gran garito y vertedero de la mafia italoamericana. Las compañías fruteras del continente camparían a sus anchas practicando un cuasi esclavismo con la población local, mientras una feroz dictadura se abatía sobre este castigado pueblo.

    Toda una época. Donde antes no se ponía el sol, solo quedaban los vestigios y la historia de un gran imperio.

    Un siglo después el gobierno de EEUU asumiría públicamente que la llamada “voladura” del Maine había sido un accidente. Un poco tarde.


    FUENTE: elconfidencial.com



    ____________________________

    Fuente:


    https://porlavueltaaespana.blogspot.....html?spref=fb

  3. #83
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Desastre del 98 por Tomás Pérez Vejo





    https://www.youtube.com/watch?v=OstvXllnWo4

  4. #84
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Pues francamente, no puedo estar más en DESACUERDO con este señor de la conferencia. En lo único que coincido es en lo de utilizar el concepto "Monarquía Catolica" (al rey de España, se le conocía diplomáticamente como "Su Majestad Católica"); pero también "Monarquía Hispánica" que él rechaza y tambiénhistórico, o "Corona Española" o "Las Españas" que también son válidos. Y eso de que la "nación española" es un invento del 1812 sólo lo puede decir alguien que pertenece a la historiografía liberal; para ellos todo lo que que no venga de una Constitución no existe. Lamentable

    "No se puede hablar de España antes de 1820"......hombre, eso dígaselo a Quevedo, o sin ir más lejos al Conde de Aranda que plateaba tres Reinos españoles federados en América, cada uno con un infante al frente:

    “..Que V.M se desprenda de todas las posesiones del continente de América, quedándose únicamente con las islas de Cuba y Puerto Rico en la parte septentrional y algunas que más convengan en la meridional, con el fin de que ellas sirvan de escala o depósito para el COMERCIO ESPAÑOL. Para verificar este vasto pensamiento de un modo conveniente a la ESPAÑA se deben colocar tres infantes en América: el uno de Rey de México, el otro de Perú y el otro de lo restante de Tierra Firme, tomando VM el título de Emperador. (…)“

    Memoria secreta presentada a SM Don Carlos III por Su Excelencia el del Conde de Aranda (1783)
    Última edición por DOBLE AGUILA; 20/04/2018 a las 01:17
    ALACRAN y Pious dieron el Víctor.

  5. #85
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Conferencia sobre reunificación de Puerto Rico con España "LA Ñ POR TODAS PARTES" por Patricio Lons





    https://www.youtube.com/watch?v=WxticwnLkVE

  6. #86
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?


  7. #87
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?




    Bombardeo de San Juan, Puerto Rico– 12 de mayo de 1898


    El capitán de artillería del ejército español Ángel Rivero Méndez recuenta en su libro Crónicas de la guerra hispanoamericana en Puerto Rico el pánico que sintieron de los habitantes de San Juan durante el bombardeo del 12 de mayo de 1898 por la flota de buques de la Armada de los Estados Unidos comandada por el almirante Sampson:

    Pánico.- Ya he dicho que al empezar el bombardeo muchos pacíficos habitantes de San Juan corrieron hacia las afueras de la ciudad; el espectáculo, visto desde lo alto de San Cristóbal, era doloroso: ancianos, enfermos, cojos con sus muletas, ciegos, a tientas y sin lazarillos, madres con sus hijos de las manos y en brazos los más pequeños todos huían en abigarrado tropel, como un rebaño que se desbanda; los campesinos que a dicha hora llegaban con sus cargas de aves y vegetales, volvieron grupas, y a todo correr tomaron la carretera de Río Piedras, y hasta uno, creyendo escapar mejor, abandonó su carga y montura fiando la salvación a sus propios pies.

    El teniente Policarpo Echevarría, que iba por Puerta de Tierra hacia San Jerónimo, utilizó el caballejo, y sobre la carga de plátanos galopó hasta su castillo.

    El tranvía de vapor de Pablo Ubarri hizo frecuentes viajes abarrotado de pasajeros, arrastrando en algunos más de catorce coches; fué bastante la confusión en dicho tren, porque muchas personas entraron por las ventanillas y otras querían llevar consigo maletas y grandes bultos. Dos infelices mujeres dieron a luz en las cunetas del camino, más allá del puente de San Antonio; otras huyeron en ropas menores, casi desnudas.

    El bombardeo de San Juan, no de sus baterías solamente como dijo el almirante Sampson, sino de la ciudad y sus defensas, fué un acto de guerra innecesario, cruel y abusivo. Hay leyes humanas que no necesitan para ser cumplidas estar consignadas en ningún código: son leyes de humanidad, de amor y respeto hacia las mujeres, hacia los niños, hacia los ancianos, y que se extienden a todos los no combatientes.

    El teniente Jacobsen, comandante del crucero alemán Gier que visitó a San Juan, antes y después del 12 de mayo, publicó más tarde en Berlín un resumen de sus observaciones, y en la página 13 de su libro dice lo que sigue:

    «Una verdadera sorpresa pudo haber ofrecido alguna ventaja al Almirante, solamente en el caso de que hubiese tenido la intención de forzar el puerto. Si fué una simple cuestión de reconocimiento, debió haber garantizado un plazo de dos o más horas, sin que eso alterase el resultado del bombardeo.»

    Este marino, que fondeó con su crucero de guerra en el puerto de San Juan el día 9 de mayo, dos días antes del bombardeo, y al cual recibí y festejé en mi castillo, volvió a visitarnos a raíz del armisticio; ni antes ni después hubo secretos para él; lo vio todo, y así su trabajo resulta en extremo interesante; desde estas páginas le doy las gracias por el ejemplar que me enviara el año 1899. En ese libro y refiriéndose a los defensores de San Juan puede leerse:

    «Son muy valientes estos soldados; de gran empuje y resistencia, siempre sobrios. Por esas cualidades militares, el soldado español es altamente apreciado en todas partes.»

    Fuente: Rivero Méndez, Ángel. Crónica de la Guerra Hispanoamericana en Puerto Rico. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra (s.a.) artes gráficas, 1922, pp. 90-92.

    Imagen: Bombardment of San Juan, Porto Rico, circa 1898. Library of Congress Prints and Photographs Division Washington, D.C.




    ______________________________

    Fuente:

    https://www.geoisla.com/2017/03/bomb...-mayo-de-1898/
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.

  8. #88
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  9. #89
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    La verdad incómoda de 1898: lucharon más cubanos por España que por la independencia

    Algunos historiadores como John Lawrence Tone afirman que la mayor parte de los soldados que se alistaron en las tropas independentistas, «lo hicieron en el último mes de la contienda, cuando los españoles declararon el alto el fuego»



    Israel Viana


    Madrid

    Actualizado: 12/11/2018 08:54h


    «La patria ha sido defendida con honor. La satisfacción del deber cumplido deja nuestras conciencias tranquilas, con solo la amargura de lamentar la pérdida de nuestros queridos compañeros y las desdichas de la patria», escribía el almirante Cervera en el parte de guerra de la batalla naval de Santiago de Cuba. Aquella derrota, acaecida el 3 de julio de 1898, era el episodio final del conflicto en el que España perdió sus últimas colonias de ultramar, tan solo un mes antes de que se firmara el armisticio con Estados Unidos.

    Desde entonces, la Guerra de Cuba ha generado ríos de tinta, con interpretaciones de lo más variopintas y partidistas a uno y otro lado del Atlántico. En la historiografía cubana, por ejemplo, se ha tendido a minimizar, salvo algunas excepciones, el papel de España a causa del escaso uso que ha hecho esta de los archivos españoles. En su literatura de la isla se muestra a todos los oficiales de la península como monstruos y a los hombres que mandaban como instrumentos «desvalidos» de una monarquía casi feudal, como si fueran una masa informe. Y, además, muchos de sus estudiosos retratan a los insurrectos cubanos de una manera unidimensional: todos son heroicos, amigos de los campesinos pobres y de los trabajadores castigados por los españoles, además de, por supuesto, hombres dispuestos a dar su vida por una Cuba independiente. Pero, ¿cuánto hay de cierto en esta imagen transmitida en algunos libros sobre la guerra del 98?

    Si atendemos a las cifras, la más importante en el plano militar es que España realizó, en cuatro años, el segundo mayor desplazamiento de soldados de la historia después del protagonizado por los estadounidenses, en la Segunda Guerra Mundial, para luchar contra los nazis. Hablamos de 200.000 españoles que cruzaron el Atlántico para enfrentarse en Cuba a los 40.000 hombres del Ejército libertador. Pero aquí hay que tener en cuenta lo que apunta John Lawrence Tone en «Guerra y genocidio en Cuba, 1895-1898» (Turner, 2008): la mayor parte de los que se alistaron en las tropas independentistas «lo hicieron en el último mes de la contienda, una vez que los españoles declararon el alto el fuego». Un movimiento el de estos desertores realizado por «mera supervivencia, ante el derrumbe inminente del poder español, puesto que sus familias e intereses estaban en Cuba».


    Entre 60.000 y 80.000 voluntarios
    Fernando J. Padilla, de la Universidad de Bristol, cifra a los desertores en una quinta parte de los voluntarios que lucharon bajo la bandera de España. Cuando se firmó la rendición, el 13 de agosto de 1898, se calcula que este cuerpo estaba formado por 60.000 hombres. Otras fuentes dicen que llegaron a los 80.000. De estos, habrían muerto durante el conflicto cerca de 2.000, de los cuales el 40% eran naturales de Cuba según las listas de fallecidos consultados por este historiador y publicadas por el Ministerio de la Guerra.




    Soldado de la Guerra de Cuba, en 1895- ABC


    Si extrapolamos este porcentaje al total de integrantes de esta milicia, resultaría que unos 32.000 cubanos llevaron el uniforme de los voluntarios y combatieron a favor de seguir manteniendo los lazos con el Gobierno de Madrid. Si a este número sumamos los bomberos «negros», los criollos que se alistaron al Ejército y los más de 30.000 guerrilleros originarios de la isla que lucharon contra los separatistas, se puede concluir con seguridad que, como defiende Tone, entre 1895 y 1898 hubo más cubanos luchando por España que por la independencia.

    Recordemos que los separatistas nunca superaron los 40.000 combatientes, aunque el historiador americano Donald H. Dyal los rebaja hasta los 30.000 en «Historical Dictionary of the Spanish American War» (1996). De ahí que solo empezaran a vislumbrar la posibilidad real de ganar la guerra cuando recibieron el apoyo de Estados Unidos a principios de 1898, tras la falsa acusación del hundimiento del famoso acorazado Maine.


    Voluntarios a favor de España

    Este importante cuerpo de Voluntarios —creado en 1855 para aligerar de carga al Ejército regular y reforzar la defensa de la isla frente a los ataques de Estados Unidos, empeñados estos en anexionarse la isla— tuvo una importancia capital para el devenir de los diferentes episodios de la Guerra de Cuba. A pesar de ello, la atención que han recibido de los historiadores ha sido escasa. En el siglo XIX, autores como José Joaquín Ribó y Luis Otero Pimentel analizaron su papel en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) en diferentes obras. «La mayoría son ciudadanos de modesta fortuna, que viven de su profesión o trabajo corporal, del cual depende también la subsistencia de sus familias», escribía este último en 1876, cifrándolos en 18.000 solo en La Habana. En épocas más recientes se han publicado otros estudios, no muchos, sobre el tema, como el de la española María Dolores Domingo (1996) y el de su homóloga cubana Marilú Uralde Cancio (2011).




    Un grupo de médicos extraen una bala máuser a un soldado de San Quintín, en la Guerra de Cuba (1896)- ABC


    De estos últimos trabajos, solo algunos se han replanteado la visión que tradicionalmente se tenía de la milicia de voluntarios y guerrilleros. Entre ellos está el citado John Lawrence Tone, que se ocupó, a mediados de la década pasada, de analizar su papel como defensores de España en la última guerra. En ellos se aporta un punto de vista novedoso: el españolismo más militante en Cuba no fue fenómeno surgido o desarrollado únicamente en las áreas urbanas ni, tampoco, protagonizado exclusivamente por personas llegadas de la Península. Entre los voluntarios había una importante representación de hombres nacidos en Cuba e, incluso, algunos de los llamados «de color» entre ellos. Es decir, negros y mulatos —o «pardos y morenos», según el lenguaje de la época— sin ningún lazo de sangre con España o Europa.

    Baste como ejemplo un dato aportado por Joan Casanovas Codina. Entre los 2.932 voluntarios de Matanzas contabilizados por este historiador catalán, 710 eran cubanos, lo que confirma, efectivamente, que no fueron solo españoles los que combatieron en el Instituto de Voluntarios durante la Guerra de los Diez Años. De la misma forma que otros muchos isleños participaron también en la guerra del 95 del lado de España. Su contribución a este Ejército fue del 25% de los oficiales y el 30% de las tropas aportadas por la Península, Baleares y Canarias, a los que habría que sumar, como defendía Tone, los guerrilleros, criollos y bomberos.


    Las «tropas de color» del Ejército español

    Según estimaba también el historiador militar y biógrafo del capitán general Weyler en 1997, Gabriel Cardona, hubo más de 80.000 cubanos, entre voluntarios y soldados de reemplazo, en el Ejército español. También se alistaron por iniciativa propia a favor de Madrid algunos otros combatientes sin ningún lazo con la península, como una serie de batallones puertorriqueños.




    El acorazado Maine visto por popa, en 1895


    El jefe del imbatido regimiento de caballería Pizarro, el general Figueroa, por ejemplo, era cubano de nacimiento. También lo eran los 30 «bomberos negros» que formaban la escolta de Weyler, con los que el general quiso recuperar la fidelidad que esta raza había mantenido con España en la Guerra de los Diez Años, formando la «unidad de élite de voluntarios de Valmaseda». El mismo capitán general de Cuba entre 1896 y 1897 dedicó una serie de párrafos muy elogiosos en sus memorias, reeditadas en 2004 por la editorial Destino, a estos voluntarios cubanos: «A los pocos días de mi llegada a la isla, fui designado para organizar un batallón y un escuadrón de voluntarios. La recluta se hizo rápidamente, acudiendo a ella un buen número de cubanos blancos y de color, así como algunos extranjeros de diversos países de Europa [...]. Todos estos soldados se batían con gran valor, sin excepción alguna [...]. Era tan intenso el espíritu de ofensiva de aquellos voluntarios, y tanta su fe y confianza en el mando, que ni uno solo flaqueó en el ataque. Su bravura de aquel día me ha dejado imperecedero recuerdo, constituyendo la confirmación más plena del alto concepto que formé entonces de las tropas de color. Justo es consignar que, a mi gratitud y confianza, correspondieron siempre con inquebrantable lealtad».

    Lo que no cuenta Weyler es que, en la parte oriental, durante los años 60 y 70 del siglo XIX, el papel de estos voluntarios no era solo el de proteger a las poblaciones de los cada vez más incipientes ataques de mambises, sino también aterrorizar desde el principio a los partidarios de la independencia para mantener un férreo control de las ciudades.

    Después de la Guerra de los Diez Años, más concretamente entre 1890 y 1893, las principales revistas de temática militar, como «Ejército» y «El Correo Militar», publicaron una serie de artículos donde se proponía convertir a estos voluntarios en una especie de reserva colonial del Ejército, como había ocurrido en Australia, Nueva Zelanda y Argelia, con el objetivo de rebajar la tensión que este cuerpo había mantenido con las autoridades españolas en años anteriores. Esto, sin embargo, no habría cambiado mucho el papel que desempeñaban desde su creación en 1855: reforzar el sistema defensivo de la isla con la ayuda de los civiles. En 1889, también se planteó la posibilidad de otorgarles el voto, pero fue rechazada por las Cortes.


    Los lazos entre los voluntarios y Madrid

    Esto amplió el desencuentro que en otros años se había producido entre estas personas ajenas al Ejército que daban su vida a cambio de nada y el Gobierno español. Hombres que, además, se encontraban con el problema de compaginar la obligada formación militar con sus propios trabajos —los que realmente daban de comer a sus familias— como comerciantes, cocheros o campesinos. Esa marginación política durante el periodo de entreguerras minó la cohesión que debía haber entre los 60.000 voluntarios que había en ese momento y el capitán general que debía dirigirlos. una situación que podría acarrear muchos problemas si tenemos en cuenta que los soldados regulares eran entonces de tan solo 15.000.

    La explosión del Maine en La Habana y la entrada de Estados Unidos en la guerra contra España, en abril de 1898, aceleró el final del conflicto. Durante las ocho semanas que restaron de campaña se incrementaron las deserciones de voluntarios, sobretodo de los naturales de Cuba. Esto convirtió la cifra de cubanos luchando por la independencia en mayor de lo que realmente había sido en los cuatro años anteriores. Y es que, a pesar del tono triunfalista de la prensa española en el verano del 98, pocos se creían ya las posibilidades reales de triunfo de Madrid frente al poderío naval del gigante del norte.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.abc.es/historia/abci-ver...4_noticia.html

  10. #90
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?



    El libro está basado en la tesis doctoral de la profesora Sharon Clampitt Dunlap. (Voces del Sur / Michelle Estrada Torres)


    Libro explica por qué el inglés no caló en Puerto Rico como en Guam y Filipinas


    Publicado por: Redaccion Voces del Sur en Cultura y Entretenimiento,

    Michelle Estrada Torres

    Voces del Sur


    ¿Por qué si Estados Unidos impuso el inglés en Guam, Filipinas y Puerto Rico simultáneamente, los boricuas no hablan ni usan cotidianamente este idioma y los habitantes de los otros dos países sí? ¿Qué papel jugaron los movimientos nacionalistas en cada territorio para llegar a ese desenlace?

    Esas preguntas las respondió la lingüista Sharon Clampitt Dunlap en su tesis doctoral a finales de los ’90 y las rescató dos décadas más tarde para convertirlas en libro, en una versión revisada y actualizada dirigida a un público general.

    El resultado fue el texto Language Matters: A Sociolinguistic Analysis of Language and Nationalism in Guam, The Philippines and Puerto Rico, que se presentará este sábado, 17 de noviembre desde las 5:00 p.m. en la librería El Candil en Ponce.

    La Dra. Clampitt Dunlap, catedrática del Departamento Transdisciplinario de Estudios a Distancia en el recinto de Ponce de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, llevaba más de 20 años en Puerto Rico al momento de hacer la tesis y había visto de primera mano el escaso dominio y uso del inglés localmente a pesar de que se enseña en las escuelas públicas desde kínder hasta duodécimo grado.

    Partiendo de la curiosidad por encontrar las razones para esa particularidad puertorriqueña, Clampitt Dunlap expandió su campo de estudio a Filipinas y Guam, que también fueron ocupados militarmente por los estadounidenses. Su estudio la llevó a viajar a esos países ubicados en el Pacífico, contactar recursos universitarios, entrevistar residentes de allá y adquirir múltiples libros para reconstruir la historia política, social y cultural de cada destino.

    El primer paso fue evaluar los elementos socioeconómicos que inciden en que un país retenga o despache una lengua, como la institucionalización del mismo, la migración, urbanización, industrialización y tecnología.

    En ese sentido, Guam se vio influenciado grandemente por dos olas de inmigración que poblaron la isla de extranjeros, por lo que se impuso el inglés como lengua de enseñanza en las aulas para unificar el proceso.

    “El inglés se convierte entonces, como decimos los lingüistas, en la lengua franca, la lengua común”, señaló la profesora en entrevista con Voces del Sur. De hecho, allí se mantiene la enseñanza en inglés en las escuelas y ese idioma “prácticamente ha sustituido el idioma materno”.

    En Filipinas, el gobierno fomentó la emigración por razones laborales porque, entre otras cosas, se beneficiaba de las remesas que llegaban del extranjero. En su estudio, Clampitt Dunlap no pudo concluir que ese fuera un factor definitivo para que se mantuviera el inglés.

    “Uno se pregunta: ¿ellos mantienen el inglés para fomentar ese tipo de emigración o los emigrantes traen el inglés a su regreso? Ahí no está todo claro”, señaló.

    Lo que sí está claro es que allí el inglés está institucionalizado y “en Filipinas más personas hablan inglés como segundo idioma que cualquiera de las otras vernáculas”, que son más de 150 lenguas y el filipino, un idioma “artificial” que construyeron para representarse nacionalmente.

    Además, “en los filipinos observé que hay translanguaging, que es usar el idioma que más le conviene en un momento determinado, y en los periódicos por ejemplo pasan de inglés al tagalo sin explicación”.




    Language Matters: A Sociolinguistic Analysis of Language and Nationalism in Guam, The Philippines and Puerto Rico fue publicado por Academica Press. (Voces del Sur / Michelle Estrada Torres)


    En el caso de Puerto Rico, cuyas primeras diásporas mantuvieron el español inclusive en su retorno a la isla, la migración no fue un factor que impulsara localmente el uso del inglés. Además, aunque como en Guam y Filipinas, aquí se ve el inglés con prestigio y como un elemento que te abre las puertas al éxito laboral y económico, “la realidad es que en Puerto Rico si quieres trabajar tienes que saber español”.

    Ante su insatisfacción con los hallazgos encontrados en materia socioeconómica, Clampitt Dunlap sumó el elemento nacionalista. “Entonces empecé a mirar un factor que no se ha estudiado muchísimo que es el nacionalismo, una defensa nacionalista del idioma. Y en este caso no estamos hablando de nacionalismo en el sentido de luchas de autonomía política, sino la defensa de las características etnoculturales de la nación”, sostuvo.

    Su conclusión fue que Filipinas luchó para que la educación se diera en el lenguaje materno, pero “nunca rechazaron el inglés en ninguna forma, no presentaron el inglés como una amenaza a la identidad etnocultural”.

    Los nativos de Guam, entretanto, se alzaron cuando se les impidió publicar mensajes en chamorro en los periódicos, lo que interpretaron como una afrenta a su lengua materna. Sin embargo, su lucha se dio “dentro del marco de los derechos civiles establecidos por los Estados Unidos” argumentando que “era antiamericano denegarles el derecho de usar su idioma”.

    En Puerto Rico la historia fue otra.

    “La lucha en Puerto Rico para eliminar el español o incluirlo como idioma oficial fue más político que etnocultural. Lo que hace a Puerto Rico distinto a los otros dos sitios es que monta una construcción doble de identidad. Identifica español con Puerto Rico y puertorriqueños, e identifica el inglés como idioma de los invasores, de los americanos. Así que es español-identidad puertorriqueña e inglés-identidad estadounidense”, explicó.

    “Y entonces empezaron la segunda parte de la construcción que era el inglés como amenaza a la identidad puertorriqueña. Esa construcción de amenaza no existió ni en las Filipinas ni en Guam”, agregó.

    También jugó un papel importante “la existencia de una elite intelectual en Puerto Rico al llegar los americanos” que defendió el español. “Eso no existía en las Filipinas ni en Guam”, puntualizó. Ese bloque de poder criollo, al verse excluido bajo el nuevo imperio, se defendió usando el idioma como elemento unificador del país.

    “A diferencia de Guam y las Filipinas, los americanos sí excluyeron del poder a los puertorriqueños que tenían poder antes de que ellos llegaran. Y esos puertorriqueños, en principio, hablaban de mejorar a Puerto Rico junto a Estados Unidos, pero cuando vieron que ellos no estaban incluidos en el asunto, que no había gobernador ni secretario de educación puertorriqueño, empezó una lucha al concluir que ellos (los estadounidenses) sí eran una amenaza. Y construyeron la lucha usando el idioma como símbolo”, manifestó la educadora.

    Con el paso del tiempo, esa defensa del español, aunque con claros matices políticos, se ha mantenido como un asunto que trasciende las preferencias de independencia o estadidad, señaló Clampitt Dunlap.

    A su juicio, el fortalecimiento del uso del inglés en Puerto Rico no ocurrirá hasta que la lengua materna sea más robusta.

    “Estoy clara en que, si queremos que en Puerto Rico se hable más inglés, hay que fortalecer el español. Si tú te sientes seguro con tu cultura, idioma e identidad, el inglés no va a ser ninguna amenaza. Pero ahora mismo lo es porque hay una inseguridad lingüística tanto en el español como en su propia construcción de identidad puertorriqueña. Por eso es que atacan tan fuertemente a los puertorriqueños en los Estados Unidos que no les enseñan inglés a sus niños, porque hay esa inseguridad con la identidad propia. Y para mí hay que fortalecer fuertemente el español en las escuelas, las casas y en los medios de comunicación”, opinó.

    Language Matters: A Sociolinguistic Analysis of Language and Nationalism in Guam, The Philippines and Puerto Rico, publicado por Academica Press, será presentado por Aaron Gamaliel Ramos, sociólogo y profesor de la Universidad de Puerto Rico.

    Publicado: 16 de noviembre de 2018




    _______________________________________

    Fuente:

    http://vocesdelsurpr.com/2018/11/lib...5ffvy5ZRz_W5Lc

  11. #91
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?


  12. #92
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Ley 53: cómo Estados Unidos acabó con la república de Puerto Rico en 72 horas

    Jorge Alvarez


    Puerto Rico tiene la condición de estado libre asociado a EEUU y, aunque sus habitantes carecen de derecho a voto en las elecciones presidenciales, son ciudadanos estadounidenses desde la promulgación de la ley Jones-Shafroth en 1917. Esta norma eliminaba la tutela directa que Washington ejercía sobre la isla y autorizaba la creación de un Senado y, en cierta forma, dio carta legal a un movimiento nacionalista que poco a poco fue creciendo y obligó al gobernador a dictar en 1948 lo que se conoció como Ley 53 o Ley Mordaza, para tratar de ahogar ese activismo.

    El deseo de independencia por el que abogaban algunos políticos como José de Diego y Eugenio María de Hostos tras pasar la isla de manos españolas a estadounidenses se vio frustrado desde el primer momento cuando estos últimos optaron claramente por la anexión, sometiendo su nuevo territorio a un gobierno militar a despecho de la petición de la Cámara de Delegados portorriqueña de que se les concediera la independencia. El estallido de la Primera Guerra Mundial no sólo ahogó ese grito sino que permitió al ejército de EEUU reclutar hombres en Puerto Rico.




    Bandera del PNPR (Partido Nacionalista de Puerto Rico)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons


    Sin embargo, la idea siguió latente y tomó forma en 1917 con la fundación del PNPR (Partido Nacionalista de Puerto Rico) por José Coll y Cuchi, un abogado y escritor metido en política y ardiente opositor a la Ley Orgánica de 1900, la que el gobierno estadounidense usaba para regir a los portorriqueños desde el año homónimo y que, por tanto, precedió a la citada Jones-Shafroth. La ley, conocida también como Ley Foraker por el apellido del senador que la impulsó, equiparaba el inglés al español, establecía fuertes aranceles a los productos insulares e imponía el dólar como moneda oficial.

    Todo lo cual creó un considerable malestar que encauzó Coll hacia lo que se llamó la Unión Nacionalista, formada por miembros del Partido Unión de Puerto Rico, que aglutinaba a varios partidos de corte independentista; de ahí salió el citado PNPR, del que fue presidente Coll con Pedro Albizu Campos en la vicepresidencia. Albizu, nacido en Ponce en 1891, había estudiado ingeniería química en Vermont y derecho en Harvard, trabajando luego como letrado pero siempre evitando representar a empresas yanquis. Aunque había combatido en la Primera Guerra Mundial en el ejército de EEUU, era simpatizante de la demanda de libertad de Irlanda y la India, manteniendo buena relación con líderes como Eamon de Valera, Subhas Chandra Bose o el propio Gandhi, al considerar que Puerto Rico también estaba en situación de sometimiento colonial.




    Pedro Albizu Campos en 1936/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons


    Era mucho más radical que el presidente del partido -defendía incluso la lucha armada-, por lo que no tardaron en chocar. Coll, se retiró y Albizu quedó así como líder de un movimiento que, además, en 1922 se vio sacudido por el llamado Caso Balzac vs. Porto Rico: el periodista portorriqueño Jesús M. Balzac, condenado por difamación en tribunales insulares, apeló a la Corte Suprema de EEUU pero ésta dictaminó que no tenía los mismos derechos que los estadounidenses natos al no ser Puerto Rico un territorio incorporado.

    La sensación de ser, pues, un país anexionado dio alas al PNPR pero no se plasmaron en resultados en las elecciones de 1932, en las que apenas obtuvo cinco mil votos. Eso, la represión desatada contra los simpatizantes de la independencia y el difícil contexto de la Gran Depresión, decidieron a Albizu a renunciar al juego democrático mientras los comicios fueran organizados por EEUU, llamando a la desobediencia primero y a la lucha armada después. En 1936 fue detenido y condenado por conspiración junto a otras figuras independentistas, permaneciendo encerrados en una prisión de Atlanta hasta su liberación en 1947.




    El inicio de la Masacre de Ponce, captado por un fotógrafo de prensa/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons


    Entremedias, la policía sofocó a tiros una manifestación en recuerdo de la abolición de la esclavitud que derivó en protesta contra las sentencias. El episodio tuvo lugar en la primavera de 1937 y terminó bañado en sangre: diecinueve muertos y un centenar de heridos, entre los que había un niño y varias bajas colaterales ajenas (transeúntes, conductores e incluso dos agentes que cayeron por las balas de sus propios compañeros) que le costaron el puesto al gobernador, el general Blanton Winship, y originaron que al suceso se lo conozca como la Masacre de Ponce.

    En 1947, después de que Truman asumiera la presidencia y reorientara la política gubernamental para reducir la tensión, nombrando a un gobernador autóctono y concediendo el derecho a elegirlo cada cuatro años, Albizu regresó a su tierra. Aquella década de cárcel no sólo no le había cambiado sino que volvía dispuesto a empuñar las armas, viendo que los cambios empezaban a tener éxito y se preparaba la conversión del estatus de la isla a estado libre asociado. De hecho, muchos nacionalistas habían abandonado la isla para escapar a la represión, instalándose en Nueva York al aprovechar el creciente flujo de emigrantes hacia esa ciudad.




    Harry S. Truman, presidente de EEUU, en 1947/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons


    Paradójicamente, el responsable de esa persecución era Jesús Toribio Piñero, el primer gobernador nacido in situ. Piñero también había estudiado ingeniería en EEUU (en su caso en Pensilvania) pero orientó su vida a la política colaborando con el senador liberal Luis Muñoz Marín en la formación del PPD (Partido Popular Democrático), fundado en 1938 y que había cambiado su posicionamiento inicial independentista por otro favorable al estado libre asociado, lo que originaría una escisión ocho años después. El PPD se hizo hegemónico y Piñero gozó de bastante poder.

    Gracias a ello y a las medidas económicas introducidas mano a mano con Muñoz, que alternaban cierto reformismo agrícola con la defensa de derechos para la clase obrera, obtuvo el apoyo de Truman en tiempos en los que el New Deal estaba de moda. Eso le dejó manos libres para desatar una campaña de persecución contra los independentistas, que consideraban que la condición de estado libre asociado era una cesión de la soberanía a EEUU (curiosamente, también se oponían los partidarios de una integración total como estado de pleno derecho).




    Harry S. Truman y Jesús Toribio Piñero en 1948/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons


    Era el 10 de junio de 1948 cuando Piñero, que contaba con el respaldo del Senado -controlado por su amigo Muñoz Marín-, promulgó entonces la Ley 53, una norma mordaza (así la llamaron en EEUU, Gag Law) que restringía cualquier manifestación ideológica relacionada con el nacionalismo. De hecho, se trataba de una copia de la Ley Smith estadounidense de 1940, que perseguía acciones e ideas tendentes a derribar al gobierno y se había aprobado en el contexto de la entrada del país en la Segunda Guerra Mundial.

    Sólo que la Ley 53 no se enmarcaba en una contienda, a pesar de lo cual penaba exhibir una bandera portorriqueña, cantar melodías patrióticas, criticar a EEUU, hacer proclamas a favor de la independencia, imprimir o distribuir material contrario al ejecutivo y organizar grupos o reuniones con fines subversivos, a riesgo de ser condenado a penas entre diez mil dólares de multa y diez años de prisión (o ambas cosas). La única protesta oficial contra el ataque a la libertad de expresión que suponía la ley y que contrariaba la propia constitución estadounidense la hizo un senador llamado Leopoldo Figueroa porque era el único de toda la cámara que no militaba en el PPD.




    Retrato oficial de Luis Muñoz Marín como presidente del Senado de Puerto Rico/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons


    Ahora bien, fuera de las instituciones sí hubo un clamor popular de oposición que, en cierta forma, encabezó Santos Primo Amadeo Semidey, al que se apodaba el Campeón del habeas corpus. Era un abogado y educador que antaño había tenido escaño en el Senado y que recurrió ante la Corte Suprema de EEUU, centrando su demanda en dos puntos: por un lado, la detención de Enrique Ayoroa Abreu y otros quince líderes del Partido Nacionalista Puertorriqueño; por otro, considerar inconstitucional la Ley 53, ya que los portorriqueños tenían concedida la ciudadanía estadounidense.

    Los ánimos se fueron caldeando y el 21 de junio Albizu Campos reunió a opositores de toda la isla en Manatí para un discurso público mientras otros, a caballo entre Puerto Rico y Nueva york, empezaban a preparar una insurrección armada. Antes de que acabara el año se celebraron elecciones y Piñero cedió el puesto de gobernador a Muñoz Marín; si el cesante había sido el primer gobernador nativo, el segundo era el primero elegido por votación en vez de designado. Tomó posesión del cargo el 2 de enero de 1949, así que sería él quien tendría que desarrollar la aplicación de la Ley 53.




    La proscrita bandera de Puerto Rico, enarbolada en el centro de Jayuya/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons


    El alzamiento estaba previsto para 1952, fecha prevista para que el Congreso de EEUU declarase a Puerto Rico estado libre asociado, pero las circunstancias llevaron a adelantarlo dos años. Fue lo que se conoce como el Grito de Jayuya, en alusión al municipio del centro insular donde tuvo lugar. El día 26 de octubre de 1950, la policía rodeó la casa de Albizu Campos para detenerle por declarar que el nuevo estatus de la isla sólo sería una farsa colonial, aunque no le encontraron porque fue previamente advertido.

    A la jornada siguiente fueron arrestados varios miembros del PNPR cuando viajaban en un coche lleno de armas. El 28, varios nacionalistas presos organizaron un motín en la cárcel que permitió la fuga de más de un centenar y provocó el fallecimiento de dos agentes. Finalmente, todo estalló el 30 simultáneamente en varias localidades de Jajuya, entre ellas Peñuelas, Mayagüez, Naranjito, Arecibo y Ponce. No obstante, las revueltas más graves fueron en Utuado, San Juan y la propia Jayuya. En esta última los insurgentes lograron hacerse con el dominio del pueblo gracias a que la familia de una de sus líderes, la profesora boricua Blanca Canales, habían escondido un arsenal en casa.




    Policías reprimiendo la revuelta en Utuado/Imagen: Foro Plan Integral Largo Plazo


    Corrió la sangre. La policía había disparado el 27 contra una caravana de nacionalistas matando a cuatro, mientras que el 29 hizo otro tanto contra el domicilio familiar del líder del PNPR de Peñuelas acabando con otros dos pero al coste de desatar una batalla campal que un día después se reprodujo en Jayuya cuando los revolucionarios asaltaron la comisaría y, en venganza, asesinaron a los oficiales. A continuación ocuparon la oficina de correos y cortaron las líneas telefónicas, aislando el lugar e izando la bandera en la plaza principal mientras declaraban a Puerto Rico república libre.

    La república duró setenta y dos horas. Durante ese tiempo, fracasaron las intentonas de Utuado, donde los rebeldes fueron masacrados, y San Juan, la antigua capital, en la que se frustró un intento de magnicidio contra Muñoz Marín. No fue el único porque el 1 de noviembre dos nacionalistas atentaron contra la casa de Harry S. Truman, lo que llevó a EEUU a implicarse abiertamente en la represión de Jayuya enviando aviones y tropas de su Guardia Nacional en ayuda de la de Puerto Rico, que había sitiado la localidad. Los bombardeos aéreos, artillería y la superioridad numérica terminaron por aplastar a los independentistas ese primero de noviembre.




    Un P-47 Thunderbolt, el tipo de avión empleado para bombardear Jayuya y Utuado/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons


    Así acabó aquel golpe, que registró veintiocho muertos (dieciséis nacionalistas, siete policías y un guardia) y cuarenta y nueve heridos (nueve nacionalistas, veintitrés policías, seis guardias y once transeúntes). Albizu pasó quince años en prisión y no salió hasta 1964, en que se le otorgó un indulto por el grave estado de salud que presentaba, al parecer consecuencia de ser sometido a experimentos con radiación (de hecho, murió cinco meses después). Blanca Canales fue sentenciada a cadena perpetua, salió en 1967.

    Truman tuvo perspicacia para darse cuenta del problema y en 1952 dio el visto bueno a la celebración de un plebiscito sobre el futuro de Puerto Rico. El ochenta y dos por ciento de los participantes votaron a favor de la constitución que establecía el estado libre asociado. Quizá debería haberse acabado todo ahí pero en 1954, durante una visita a la Cámara de Representantes de EEUU, cuatro miembros del PNPR efectuaron varios disparos mientras ondeaban una bandera portorriqueña. Varios congresistas resultaron heridos, aunque los agresores aseguraron que sólo querían llamar la atención. Pasaron un cuarto de siglo en prisión y su acción interrumpió un indulto que había previsto para Albizu.




    Lolita Lebrón, una de las cuatro responsables del ataque al Congreso; penaría 24 años de cárcel/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons


    Resulta curioso que la mayoría de los represaliados por el Grito Jajuya no fueran acusados de tomar parte en las acciones armadas, ya que a pocos se les pudo probar su implicación, sino de vulnerar la Ley 53. Respecto a ésta, permaneció en vigor hasta 1957, cuando fue derogada al considerarla inconstitucional la Corte Suprema. Para entonces hacía un lustro que la perseguidísima bandera había pasado a ser oficial.



    Fuentes:

    La nación puertorriqueña: ensayos en torno a Pedro Albizu Campos (VVAA)

    /Puerto Rico. Una interpretación histórico-social (Manuel Maldonado-Denis)

    /America’s Colony. The Political and Cultural Conflict Between the United States and Puerto Rico (Pedro A. Malavet)

    /Puerto Rico. The Trials of the Oldest Colony in the World (José Trías Monge)

    /Guerra contra todos los puertorriqueños. Revolución y terror en la colonia americana (Nelson A. Denis)

    /The Nationalist Insurrection of 1950 (Write to Fight)

    /Wikipedia




    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.labrujulaverde.com/2019/...G85VH8zqgB_5zk

  13. #93
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    En 1889 en plena etapa de la administración de Filipinas del gobernador general Valeriano Weyler comenzaron a entrar desde el extranjero publicaciones clandestinas de carácter separatista e independentista solicitando dinamita y bombas orsini para comenzar una revolución la respuesta del pueblo Filipino fue una enérgica manifestación de desprecio a los autores de las publicaciones y una gran demostración de lealtad y aprecio hacia España.












    https://www.facebook.com/porlavuelta...BQ6e&__tn__=-R

  14. #94
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Valeriano Weyler, ¿héroe o villano?


    redacción

    octubre 19, 2018

    El rincón de la historia sin complejos,Historia,


    Hace unos pocos meses, tuvimos que oír la tontería de que, si teníamos que denigrar al gran Valeriano Weyler por genocida en Cuba, una estupidez más de la estúpida izquierda pro-leyenda negra y antiespañola.

    En 1896 en plena guerra de Cuba se apresuró a salir a escena la corrompida y corrupta prensa de New York liderada por los degenerados dirigentes William Hearst y Josep Pulitzer con motivo de los logros militares del general Español Valeriano Weyler algo que para los gringos perjudicaba sus corruptos planes para apoderarse de Cuba , Puerto Rico y Filipinas. La corrompida prensa comenzó a publicar todo tipo de injurias, calumnias y falsos testimonios contra el general Weyler, donde la famosa frase de uno de los corresponsales de Pulitzer tuvo eco, pues este había sido enviado a ver las atrocidades contra los cubanos y no vio nada, fue cuando el famoso periodista le dijo “tu tráeme las fotos, que yo pondré una guerra”.


    La prensa useña puso al gobierno Español y sus militares como lo peor a nivel internacional, nunca tuvieron pruebas para sostener lo que publicaban en sus periódicos, todo a base de caricaturas y dibujos a día de hoy, no hay una fotografía de los supuestos campos de concentración donde el ejército español exterminaba a la población civil cubana , no hay ninguna fotografía del general weyler asesinando a civiles cubanos .Todo lo que se ha dicho y publicado en 1896-1898 contra el general weyler, el ejército español y el gobierno de España forma parte de la corrompida y maloliente prensa useña y sus corruptos políticos. España siempre se preocupó de sus regiones donde llevo el progreso y la modernidad, y donde, como también en el caso de Puerto Rico, y en menor caso filipinas, eran provincias de ultramar, donde sus habitantes eran españoles de pleno derecho, y donde hoy en día, los puertorriqueños, son considerados useños de segunda, o mano de obra barata, ya hare otro día un artículo al respecto.

    En las islas Filipinas en honor y aprecio al general weyler por su labor política y administrativa conserva los títulos de hijo adoptivo de las ciudades de Manila, Vigan, Iloilo y Jaro, incluso fue condecorado con la gran cruz del elefante blanco del reino de Siam (Tailandia), por lo tanto es hora de marcar punto y final a la leyenda negra inventada por la prensa de New york en los años 1896-1898 y enviarla al pestilente pozo de donde nunca debió salir los despachos putrefactos de Hearts y Pulitzer.

    Otro de las hazañas que recordamos de Weyler, es como sofoco las revueltas en Cataluña en los años 20, provocadas por anarquistas, comunistas y separatistas, donde apunto los cañones a sus sedes y les invito a rendirse o los dispararía, y como bien sabemos, el magnífico general, nunca hablaba de farol.

    Agradezco la ayuda en este artículo, a mi querido amigo Antonio Pérez.


    EL RINCON DE LA HISTORIA SIN COMPLEJOS, CON DAVID LÓPEZ CERRO




    ____________________

    Fuente:

    Valeriano Weyler, ¿héroe o villano? - DiarioAlcázar.com


    Imágenes adjuntadas Imágenes adjuntadas
    Última edición por Mexispano; 26/02/2019 a las 05:28

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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    La Cuba olvidada

    por Antonio Moreno Ruiz

    12 junio, 2019


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    En la portada del libro «España contra los salvajes (Cuba, la guerra civil olvidada» (*) figuran unos de tantos defensores de la Cuba Española. Es una muestra representativa, pues no en vano, como nos recuerda su autor, Ferrán Núñez, hubo 70.000 cubanos que lucharon por la bandera española, y que luego de 1898 se vieron privados de la nacionalidad y de la bandera por la que habían luchado con su sangre. Y decimos muestra representativa porque entre esos cubanos que lucharon por España había muchos criollos, así como había también muchos negros y mulatos. Y todos fueron iguales en perder lo que le correspondía por derecho.

    Y esa cantidad de cubanos leales no es algo extraño, pues aparte de la continuada emigración ibérica, ya a principios del siglo XIX habían emigrado a la perla del Caribe muchas familias realistas huyendo de la América del Sur; familias cuyos miembros quisieron seguir siendo en Cuba lo que fueron siempre: Españoles americanos. Entre estos destacados miembros del continente figuró hasta María Antonia Bolívar, hermana del conocido Simón.

    Por todo ello, el historiador quiteño Francisco Núñez del Arco gusta de resaltar que Cuba concentró lo mejor de la América Española.

    En Puerto Rico, donde no se pudo ni provocar una guerra separatista, pasó tres cuartos de lo mismo: Los boricuas no tuvieron más acceso a su nacionalidad española.

    Pasaron los años y los desórdenes legales hasta hoy continúan, siendo que el estado español ha regalado la nacionalidad a gentes cuyo origen y cultura poco o nada tienen que ver con España mientras que miles de descendientes directos de españoles de América siguen sin poder acceder, trabados por una burocracia pesada e incoherente.

    No obstante, la Cuba olvidada pasará a ser la Cuba recordada; y desde este diario estamos dispuestos a ayudar a forjar la base que ha de hacernos pelear por lo que es justo, con nuestro leitmotiv por bandera: Una ley justa para que los descendientes directos de españoles pueden acceder a su nacionalidad natural.

    Así sea.


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    _______________________________________

    Fuente:

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  17. #97
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    ENIGMAS DE LA GUERRA DEL 98 por CARLOS CANALES

    ENIGMAS DE LA GUERRA DEL 98 por CARLOS CANALES


    LA RULETA DE LA HISTORIA


    Una inciativa creada por DIVULGADORES DEL MISTERIO que tiene como objetivo ofrecer una conferencia mensual en LA CAFETERIA VANDERLY, Plz. Dr. Laguna 4, 28009 Madrid


    La guerra hispano-estadounidense, denominada comúnmente en España como guerra de Cuba o Desastre del 98, en Cuba como guerra hispano-cubano-norteamericana, y en Puerto Rico como guerra hispanoamericana, fue un conflicto bélico que enfrentó a España y a los Estados Unidos en 1898, resultado de la intervención estadounidense en la guerra de Independencia cubana.


    Al final del conflicto España fue derrotada y sus principales resultados fueron la pérdida por parte de esta de la isla de Cuba (que se proclamó república independiente, pero quedó bajo tutela de Estados Unidos), así como de Puerto Rico, Filipinas y Guam, que pasaron a ser dependencias coloniales de Estados Unidos. En Filipinas, la ocupación estadounidense degeneró en la guerra filipino-estadounidense de 1899-1902. El resto de posesiones españolas del Pacífico fueron vendidas al Imperio alemán mediante el tratado hispano-alemán del 12 de febrero de 1899, por el cual España cedió al Imperio alemán sus últimos archipiélagos —las Marianas (excepto Guam), las Palaos y las Carolinas— a cambio de 25 millones de pesetas (17 millones de marcos).


    CARLOS CANALES: Es abogado y escritor. Investigador del folclore y las tradiciones, es autor, junto a Jesús Callejo, de Duendes (1994), primera obra de la trilogía sobre los «seres mágicos de España» y Seres y Lugares en los que usted no cree (1995).


    Como investigador de la historia de España, ha sido director de las revistas de historia Ristre y Ristre Napoleónico y es autor de un libro sobre la Primera Guerra Carlista, otro sobre la Guerra de la Independencia y de decenas de artículos para revistas especializadas.


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    Última edición por Mexispano; 13/10/2019 a las 06:00

  18. #98
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Betances y Hostos sabían que los puertorriqueños apoyaban ser parte de España. Pero esta información no la enseñan en la escuela.





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  19. #99
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Abril de 1898.- ¡GUERRA O DESHONOR! (Mateo Sagasta, Presidente del gobierno español)

    Un viejo aforismo universal dice que "si la Filosofía se escribe en griego y el Derecho en latín, el Honor se escribe en español". Hasta un progresista como Práxedes Mateo Sagasta apeló al Honor cuando en abril de 1898 Estados Unidos le declaró la guerra a España. "Guerra o deshonor", clamó Sagasta desde la presidencia del Consejo de Ministros ante el desafío militar arrojado como un guante al rostro de España por los Estados Unidos.

    "Guerra o deshonor", clamó Sagasta y la inmensa mayoría de la sociedad española le apoyó. La infantería española destrozó, literalmente, a la infantería norteamericana que, henchida de su propia propaganda, no sabía a quién se enfrentaba: a la mejor infantería del mundo, heredera de las Falanges griegas, de las Legiones romanas y de los Tercios del Gran Capitán. Pero todo se perdió en el mar. Todo, menos el Honor.

    El 19 de febrero de 1899, menos de un año después de aquella decisión, el presidente del Gobierno, el liberal Práxedes Mateo Sagasta, comparecía en sesión parlamentaria y reconocía que el estado español no tenía recursos económicos ni logísticos para repatriar a los 7.500 soldados españoles.

    Con anterioridad ―entre agosto de 1898 y enero de 1899― se había repatriado a un contingente de 13.000 personas, formado por soldados y por funcionarios de la administración colonial (con sus familias) que llegarían a la península ―básicamente al puerto de Barcelona― a bordo de los barcos de la naviera privada con sede en la capital catalana Compañía Translántica, contratada a propósito por el estado español.

    En aquella sesión del 19 de febrero, el presidente Sagasta proclamó que la repatriación de los soldados españoles que quedaban en Filipinas correspondía al gobierno norteamericano, en virtud del Tratado de París firmado el 10 de diciembre de 1898. Pero la realidad era, según las fuentes, que los prisioneros de guerra españoles, por iniciativa propia, tenían que escapar de los campos de reclusión filipinos, llegar hasta Manila y entregarse a las autoridades norteamericanas, porque el Gobierno no tenía ningún tipo de relación ni contacto con los revolucionarios filipinos. En las sesiones de Cortes de los meses precedentes, la clase política española se refería al ejército independentista filipino como "bandidos", y a su comandante Emiliano Aguinaldo como "jefe de los bandidos".

    Las autoridades filipinas deberían haber puesto en libertad a estas personas una vez abandonadas las armas, pero nada ni nadie les empujó a actuar en este sentido. En octubre de 1898 el General Ottis, Comandante en jefe de las fuerzas estadounidenses de ocupación en Manila, envió una carta a Aguinaldo solicitando la libertad de la totalidad de españoles prisioneros. Aguinaldo sólo hablará del pasado. Así, se alegaba que los funcionarios civiles españoles eran voluntarios armados, que en ocasiones llegaron a torturar y fusilar a ciudadanos filipinos. Ahora no cabía el perdón. En cuanto a los clérigos, se les acusaba de ser creadores de grandes colonias agrícolas, conducidas de una manera egoísta y en contra de las necesidades de las clases más humildes. Aguinaldo, especialmente duro con ellos, defendía que bajo la máscara de la cura de almas se escondía el afán por enriquecerse y hacerse dueños absolutos de las vidas, hacienda y honor filipinos.

    La situación de los reos, dependía; de la provincia donde estaban, y si esta era más afín de España o no, y el jefe insurrecto que mandase en la zona. Es justo reconocer, hablando en general, un esfuerzo inicial de gran parte del pueblo filipino. Los vínculos de amistad y de sangre pesaban lo suyo, aunque hubo quienes se recrearon en sentirse superiores a la nación antes dominadora. En un gran número de poblaciones se obligaba a los prisioneros a trabajar en la construcción de carreteras, cavando trincheras, talando árboles o arreglando y limpiando caminos y calles. En algunos pequeños pueblos pudieron, sin embargo, gozar durante el día de una casi completa libertad de acción. Los lazos de hermandad también afectaron a altas instituciones del ejército revolucionario, varios jefes de las tropas de Aguinaldo dictaron severos castigos hacia todo aquel filipino que ofendiera a algún prisionero. Otros llegaron incluso a cobijar en sus hogares, durante meses, a bastantes oficiales. Numerosos soldados lograron escapar gracias a la ayuda de filipinos amigos, familiares o solidarios con los españoles. Aguinaldo solicito como medidas para negociar, la liberación de los prisioneros filipinos en España y en las provincias africanas.

    El 5 de febrero de 1899 se desataba la guerra entre los filipinos y los Estados Unidos. España, que había renunciado definitivamente a las islas con el Tratado de París, se veía abocada a ser testigo impasible de aquella lucha tan desigual. Su posición resultaba insólita y dolorosa. Por otra parte, en los más altos jefes revolucionarios se había ido desarrollando la idea de que la retención de aquellos desdichados proporcionaba un valor cara al futuro, una garantía ante las eventualidades del porvenir. Con la nueva guerra se truncaron de un modo brusco las esperanzas de liberación de los prisioneros. El 22 de febrero se firmaba en Madrid, al fin, un Real Decreto concediendo el indulto a los filipinos confinados en presidios de la Península y el Norte de África, vieja exigencia de Aguinaldo para negociar la libertad de los presos españoles. Pero ahora los jefes filipinos, como acabamos de ver, tenían otras necesidades. La situación de los prisioneros se fue así eternizando.

    El General norteamericano Ottis se opuso sistemáticamente a que el General Ríos (enviado español) negociase con el gobierno filipino, siempre con el argumento de que si éste recibía sólo dinero lo emplearía en armas o municiones. El 2 de octubre de 1899, tras el pago de 7.000.000 de pesos se llegaría por parte española y filipina al acuerdo de repatriación. En todos los diarios aparecieron de una forma continuada los nombres de los ocupantes de cada barco de repatriación. Las llegadas de los mismos se procuraban llevar a cabo de una manera sigilosa, a ser posible entre las tinieblas de la noche, como había sucedido en el caso de los repatriados de Cuba. Fueron los últimos en volver a casa, aunque muchos se encontraron sin hogar y se resignaron a vagabundear por el país. Nunca pasaron del anonimato, pero en verdad les cabe el honor, puesto que así quiso el destino, de ser realmente los últimos de Filipinas, sin cuestionar el papel tradicionalmente asignado de los héroes de Baler, a los que también les tocó vivir el olvido tras un ruidoso recibimiento.






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  20. #100
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    Re: ¿Por qué perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas?

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    La gesta de Manzanillo en 1898





    Agustín Ramón Rodríguez González el 14 may, 2017


    A menudo se habla del valor heroico de los marinos españoles que lucharon en 1898, pero pocas veces se recuerda que a él unieron la pericia y la decisión, valga como ejemplo una serie de combates bastante olvidados de esa guerra, que tuvieron lugar en el puerto de Manzanillo, al sudoeste de Cuba. Dichos combates son en conjunto, la tercera campaña naval en importancia de la guerra, aunque a considerable distancia de las dos más importantes de Cavite y Santiago.

    Al no ser bloqueado su puerto por el enemigo, al creerlo de escasa importancia, allí entraron varios mercantes españoles forzadores del bloqueo y de allí salió la columna al mando del coronel Escario en socorro del cercado Santiago. Pero el 27 de junio el presidente McKinley odenó atacarlo. Para ello se reunió una escuadrilla de cañoneros auxiliares: el “Hist” ( ex “Thespia”) de 472 toneladas, armado con 1x 47, 4x 37 y una ametralladora Colt, el “Hornet” (ex “Alicia”) de 425 toneladas, con 2 x 57, 1 x 47 y 2 x 37, y el remolcador “Wompatuck” ( ex “Atlas”) de 462 toneladas, con 3 x 47 y una Gatling. Iban mandados por los tenientes Young, Helms y Jungen, respectivamente, tomando el mando el primero como más antiguo. Como en Cárdenas, acción que relatábamos en otra entrada de este blog, contaban con la ayuda de un práctico cubano para entrar en el puerto.





    El cañonero auxiliar USS Hornet

    Cercanos a su objetivo, y frente a Niquero, toparon con la pequeña cañonera “Centinela”, un yate de vapor construido en los EE.UU, de 30 toneladas, y armado con dos piezas de 37 mm, al mando del teniente de navío don Claudio Aldereguía. El resultado no podía ser dudoso, y pese a su resistencia, la cañonera, con más de 25 impactos a bordo, una vía de agua, la máquina averiada, un fogonero muerto y varios heridos y contusos, tuvo que embarrancar para evitar su hundimiento. Los norteamericanos la dieron por hundida y siguieron adelante con su misión, pero lo cierto es que la esforzada dotación consiguió reparar su barco con sus propios medios y se pudo incorporar unos días después a su base de Manzanillo, a la que había intentado alertar con su resistencia.

    La noticia, transmitida por heliógrafo, llegó con retraso a Manzanillo, pero afortunadamente se estaba alerta. La escuadrilla allí destacada se componía de cuatro cañoneras: la “Guantánamo” al mando del teniente de navío don Bartolomé Morales , la “Estrella” de la de Forrest, al mando del de la misma graduación don Sebastián Noval, ambas de unas 40 toneladas, un cañón de 42 mm y una ametralladora, así como la “Delgado Parejo”, antiguo yate estadounidense “Dart”, regalado a la Armada por la colonia española en Nueva York, con 85 toneladas, con 1 x 57 y una Maxim, al mando de don Angel Ramos Izquierdo y la “Guardián” ex yate “Azteca”, regalado por su propietario, el naviero A. Menéndez, de 65 toneladas, por avería en la máquina esta última no podía navegar, por lo que su dotación se reducía a cuatro hombres que manejaban su única pieza de 42 mm. La dura campaña precedente contra la insurrección cubana y el clima se habían cobrado un serio tributo, y así, las otras tres cañoneras no contaban sino con 19 hombres de dotación cada una, incluido su comandante, pese a que teóricamente hubieran debido ser unos 25. Y de la entidad de estos barquitos da buen muestra la foto que encabeza el artículo.

    Aparte figuraba el viejo cañonero de madera “Cuba Española”, construido en La Habana en 1870, ya inútil, con su viejo casco de 255 toneladas y un anticuado cañón Parrott de avancarga de 13 cm por armamento y sólo treinta granadas, con la dotación reducida a siete hombres, y un viejo velero, adquirido pocos años antes para servir como pontón, almacén y cuartel flotante, con el mismo armamento y rebautizado “María”, constando su dotación de 39 hombres, incluyendo al médico y practicante de la flotilla. El mando de los dos pontones y de la inútil “Guardián” recaía en el teniente de navío don Ramón Navarro.

    La tarde de aquel 30 de junio era lluviosa y había poca visibilidad, sin embargo, el vigía del puerto señaló a las 15’30 a los intrusos que entraban en él. El jefe español era el teniente de navío de primera clase (hoy sería capitán de corbeta) don Joaquín Gómez de Barreda, comandante del puerto, un valenciano veterano de la guerra contra los rebeldes cubanos, en la que ya había merecido una Cruz Roja del Mérito Militar, quien no impresionado por la debilidad y estado de su fuerza, izó su insignia en el “Delgado Parejo” y seguido por las “Guantánamo” y la “Estrella”, se dirigió contra el enemigo, mientras los dos pontones y la inmóvil “Guardián”, daban su débil pero decidido apoyo desde sus fondeaderos.

    Manzanillo no estaba defendido por minas, y en cuanto a baterías, sólo había tres anticuadas piezas de campaña de 8 y 9 cm, prácticamente inútiles en un combate naval salvo a efectos morales, así como el apoyo, de nuevo poco más que moral, de algunos fusileros apostados en los muelles. Por todo ello, el peso principal de la acción iba a recaer en tres cañoneras que juntas, no sumaban la mitad del desplazamiento de cada uno de sus tres enemigos, y que reunían seis piezas ligeras contra las 13 atacantes.

    A las 15’45 se rompió el fuego por ambas partes, cayendo el alcance rápidamente hasta alrededor de una milla náutica, y pese a su inferioridad, sus resultados fueron mucho más favorables para los veteranos españoles sobre los recién movilizados y reservistas estadounidenses. Tras una hora de fuego, el resultado no era dudoso: el “Hist” había recibido once impactos directos y varios metrallazos y rebotes más, el “Hornet” había tenido menos suerte, pues tras recibir seis impactos directos, uno de los cuales le había hecho estallar una caja de municiones, otra granada le había seccionado la tubería principal de vapor, abrasando a tres fogoneros y quedando el buque inmóvil y derivando peligrosamente hacia un banco de arena, de donde le sacó a remolque el “Wompatuck”, que había recibido otros tres impactos, uno de ellos en la ballenera, y tenía uno de sus cañones inútil por avería. A la baqueteada flotilla no le quedó sino retirarse apresuradamente, acompañada por los vítores y aclamaciones de los defensores, que no pudieron rematar su victoria por su escasez de municiones y la imposibilidad de reemplazarlas en un previsible futuro.

    Los buques españoles habían sufrido ligeras averías y las siguientes bajas: en el “Delgado Parejo”, murieron dos hombres, otros dos resultaron heridos leves y contuso su comandante, substituido en posteriores combates por el de igual graduación don Joaquín Montagut, en el “María”, que soportó el mayor castigo, dos heridos y dos contusos, y otro contuso más en el “Guardián”. En tierra hubo dos heridos leves en la guarnición y otros dos entre la población civil.

    Los partes americanos son mucho menos detallados en lo referente a las bajas, que dicen se redujeron a los tres quemados en el “Hornet”, lo que parece poco probable. También son contradictorios en cuanto a la duración del combate y exageraron grandemente la flotilla española, a la que afirmaron haber poco menos que destruido.

    El valor de tales informes quedó palmariamente demostrado el día siguiente, el 1 de julio, y a eso de las 16 horas. Otra formación estadounidense se dispuso a lo que no debía ser sino completar la destrucción del día anterior. Los buques atacantes ahora eran el “Scorpion” (ex Sovereign”), prácticamente un crucero auxiliar con sus 850 toneladas y armamento de 4 piezas de 127 mm y seis de 57 mm, y el remolcador “Osceola” ( ex “Winthrop”) de 571 toneladas, con 2 x 57, 1 x 47, una Gatling y una ametralladora Colt. Iban al mando respectivamente del teniente-comandante Marix y del teniente Purcell.





    El crucero auxiliar USS Scorpion

    Esta vez la distancia de combate fue mayor, en torno a los 2.500 metros, seguramente para aprovechar el alcance de las piezas de cinco pulgadas, una granada de la cuales hubiera bastado para echar a pique o averiar seriamente a cualquiera de las cañoneras. Sin embargo, el resultado no fue muy distinto: tras 25 minutos de fuego, los atacantes debieron batirse en retirada. El tiro español, inicialmente algo corto, mejoró sensiblemente alcanzando con doce impactos al “Scorpion” de los que sólo uno perforó el costado (debido seguramente al escaso alcance y potencia de las ligeras piezas españolas) pero sembrando su cubierta de metralla. El “Osceola”, no reportó impactos, pero señaló que una de sus piezas se había inutilizado. Pese al castigo encajado, no informaron de bajas. De nuevo magnificaron a sus contrincantes, hablando de un cañonero de unas mil toneladas y otros dos de 300 a 400, aparte de poderosas baterías.

    Los españoles anotaron sólo algún impacto en el “María”, donde se produjeron tres heridos y algún contuso. Significativamente se recogieron poco después en tierra hasta 19 granadas enemigas de 5 pulgadas que no habían estallado. Pero muchos proyectiles cayeron en la población, matando a dos civiles e hiriendo a otro.

    Barreda había conseguido, contra todo pronóstico, una segunda y aún más meritoria victoria, al hacer un magnífico uso de sus muy limitados medios, dando la sensación al enemigo de que se enfrentaba con una fuerza mucho mayor. Pero no se durmió en su laureles: ordenó remolcar a los dos pontones hacia puntos en que batieran mejor las entradas del puerto y a la inútil “Guardián” se la despojó de sus municiones para rellenar los exhaustos pañoles de sus compañeras. El 2 de julio tuvo además la satisfacción de que la baqueteada “Centinela” se le reincorporara, rompiendo el bloqueo enemigo. Juzgando su situación imposible ante un nuevo ataque por la escasez de municiones, pidió al mando se le permitiera romper el bloqueo enemigo y dirigirse a otro puerto donde sus cañoneros pudieran municionarse, gesto que le honra y que contrasta fuertemente con la actitud derrotista de otros en la guerra. Pero tal permiso se le denegó por diversas razones.

    El día 3 de julio se produjo la destrucción de la escuadra de Cervera, y el 16 capitulaba Santiago, sólo entonces el mando norteamericano se decidió a neutralizar de una vez a la molesta flotilla. La operación tenía todo el aspecto de sacarse la espina de anteriores fracasos, pues sería mandada por el mismo Todd frustrado en Cárdenas. Para ello se reunieron los cinco buques que antes habían atacado Manzanillo, ya reparados y con un total de siete piezas ligeras más en los tres primeros, a los que se unieron los cruceros “Wilmington”, y su gemelo el “Helena”, cada uno con mas de 1.400 toneladas, 8 cañones de 102 mm y 8 de 57 y 37 mm..





    El pequeño crucero USS Wilmington

    A las 7’45 del 18 de julio entraron simultáneamente por tres bocas del puerto los siete buques mencionados, y ahora no se daría ninguna oportunidad a los defensores, aprovechando el mayor alcance de los 4 cañones de 5 pulgadas y los 16 de 4 pulgadas, los atacantes abrieron fuego y lo sostuvieron ampliamente por encima de los 3.000 metros que podían alcanzar las piezas ligeras españolas.

    Ante aquello, Barreda ordenó abandonar los buques, y salvando efectos y artillería atrincherarse en tierra, respondiendo al enemigo cuando éste se acercaba un tanto. Pero las cañoneras resultaron destruidas por el fuego enemigo, así como tres vapores de la compañía de Antinógenes Menéndez: el “Purísima Concepción”, un hasta entonces afortunado forzador del bloqueo, y los viejos de paletas, “José García” y “Gloria”, ambos de casco de madera. El total de bajas de la escuadrilla fue de un contramaestre herido, en la guarnición se registraron dos muertos y cinco heridos y solo un herido entre la población civil. Los atacantes no sufrieron daño alguno, no ya de la flotilla, sino de las anteriormente descritas como “poderosas y numerosas” baterías de costa.

    Aunque mortificado por la inevitable pérdida de los buques, Barreda comunicaba a Manterola estar “más satisfecho de haber salvado a nuestras dotaciones de una hecatombe…” que de sus victorias anteriores. Creemos que la frase refleja al hombre, y que sobran los comentarios.

    La situación de la plaza empeoró seguidamente, atenazada por el bloqueo por mar y amenazada por las guerrillas cubanas, el hambre y las enfermedades empezaron pronto a cobrarse un duro tributo en su guarnición, reducida tras la marcha de la columna Escario a tres batallones poco nutridos, dos de los regimientos “Vizcaya” y “Álava” y otro provisional formado por destacamentos de otras unidades, transeúntes, voluntarios, etc. Parecía una presa fácil, así que el mando norteamericano decidió tomarla, en una operación conjunta con las guerrillas cubanas.

    Para ello se preparó otra fuerza naval al mando del comodoro Goodrich, con insignia en el crucero protegido “Newark”, de 4.100 toneladas, armado con 12x 152 y 10 ligeras, los ya conocidos “Hist” y “Osceola”, el primero con su batería nuevamente reforzada por dos de 37 mm, el “Swanee” con dos de 4 pulgadas y 4 de 57mm, y el cañonero ex-español “Alvarado”, capitulado en Santiago, con sus cien toneladas y armado con uno de 57 mm y una Maxim. Acompañaba a la fuerza el transporte “Resolute”, con 4 x 57 mm, donde iba embarcado el batallón de “marines” del coronel Huntington.




    El crucero protegido USS Newark

    El bombardeo se inició a las 3’40 de la tarde del 12 de agosto, mientras las fuerzas cubanas atacaban por tierra. A las 4’15 Goodrich creyó observar que los atacados izaban bandera blanca, por lo que suspendió el fuego y envió al “Alvarado” con bandera de parlamento, seguido poco después por el resto de los buques. Al ver aquel despliegue, los españoles creyeron que todo era una añagaza, por lo que la marinería y tropa rompió fuego de fusil y con los dos o tres cañones que habían conseguido salvar, aparte de las piezas terrestres, siendo entonces cuando fueron alcanzados por primera vez los buques americanos, entre ellos el “Osceola” por una granada que hizo reventar una caja de municiones y el “Swanee” que recibió tres balazos de fusil en su bandera, provocando la inmediata retirada de los atacantes hasta la segura distancia de cinco mil metros. Desde las 17’30 continuó el bombardeo únicamente el “Newark” con el fin de agotar a los defensores, de forma intermitente, pero con el pesar de que una cuarta parte de sus granadas no estallaban por defectos en las espoletas. Mientras, el ataque por tierra de los cubanos había fracasado, y los “marines” esperaban la orden de desembarcar. Las dotaciones españolas desembarcadas no sufrieron baja alguna, pero en la guarnición de la plaza se produjeron seis muertos ( cuatro de ellos cuando dormían en su refugio) y nueve heridos, así como dos muertos y 22 heridos entre la población, sufriendo serios daños muchos edificios. La escuadrilla estadounidense no informó de bajas propias, mientras que en la partida cubana rebelde de Rubí se produjeron dos muertos y once heridos.

    Pero aquella noche se supo en la plaza que ese mismo día se había firmado el armisticio entre España y los Estados Unidos. Barreda no dudó en embarcarse en una pequeña lancha para comunicarlo a la flotilla atacante, pero y pese a ir iluminado con tres faroles blancos para demostrar sus pacíficas intenciones, el buque fue tomado por un torpedero y cañoneado. A la mañana siguiente se deshizo el malentendido y la heroica resistencia pudo terminar.

    D.Joaquín Gómez de Barreda recibió la Cruz de María Cristina (entonces solo inferior a la Laureada) por los combates navales y la del Mérito Militar por su defensa hasta el extremo del puerto y costa. Tal vez fueran algo cortas las recompensas, pero lo que no parece tener explicación es la escasa resonancia posterior que han tenido los hechos que protagonizó.

    La flotilla de Manzanillo, pese a sus limitaciones y estado, fue capaz de vencer por dos veces a fuerzas superiores. Enfrentada por tercera a una ya irresistible, abandonó sus castigados barquitos con un mínimo de bajas y siguió luchando, con muy escasos recursos de todo género, rechazando a un enemigo que había aprendido a ser muy cauteloso, prolongando la resistencia hasta el armisticio, y cediéndole sólo un incompleto y costoso triunfo cuyo único relieve consistió en la destrucción del pequeño forzador del bloqueo y de los dos viejos vapores de ruedas.

    Mas no se podía pedir a aquellos hombres y sus pequeñas lanchas de vapor, que lucharon tan brava como eficazmente contra un enemigo muy superior.




    _______________________________________

    Fuente:

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