Lo de llegar al Siglo XVII tiene mucho mérito, pero algo menos si todo se desarrolla en el mismo pueblo, ahí interviene decisivamente la suerte. Los problemas de la diplomática (tratado de los diplomas y documentos) suelen concentrarse en estas situaciones comprometidas: incendios e inundaciones de archivos, ratas, olvidos de registro, traspapeleos y pérdidas a manos de funcionarios poco cuidadosos, guerras, robos y rapiñas, humedades en los fondos archivísticos..., vamos toda una suerte de calamidades, a lo que hemos de incrementar geométricamente los riesgos cuantos más años transcurran hacia atrás.
Habitualmente lo más lejos que se puede llegar sin demasiado esfuerzo es a la generación de tatarabuelos o de los padres de éstos, es decir, finales del XVIII o principios del XIX. A partir de ahí las cosas se complican progresivamente.
Como afirma DOMINGUEZ ORTIZ, "A pesar de los embrollos e invenciones de los genealogistas y reyes de armas, casi ninguno podía remontar su ascendencia más allá del siglo XIV". (El antiguo régimen, Ed. ALFAGUARA, pág., 117) Y como continúa: "La progresiva desvalorización de la simple hidalguía conducía a la situación actual, en que no se considera noble más que a quien pueda ostentar un escudo de conde, duque o marqués". Op. cit., p. 118
No obstante, a mi me gusta discrepar mucho, soy un discrepador de oficio, y discrepo del Prof., DOMINGUEZ en que las cosas tienen un valor real si este se mantiene en la calle, o entre los grupos sociales. Hoy en día, una persona con ascendencia hidalga comprobada tiene reconocimiento de nobleza por parte de otros similares y por parte de aquéllos que sí ostentan un título. Y a los hechos me remito en relación a la Asociación citada, a los contenidos de la revista "Hidalguía", al Instituto Salazar y Castro, al uso de escudo familiar si se tiene derecho a ello y por el que se han de abonar unas tasas en el Ministerio del Interior, al reconocimiento que se da en ciertos sectores sociales, etc.,etc. Otra cuestión, y termino, es que se pretendan asociar a dicha condición la de los privilegios anteriores, esos no los tienen ya ni los titulados con o sin Grandeza de España, sólo los políticos gozan de una parte de ellos aunque esta lamentable Constitución los prohiba expresamente.
Tú lo has dicho. Primero se ha de demostrar que se tiene derecho al uso de dicho escudo, cuya demostración no tiene nada que ver con probanza alguna de hidalquía y, en caso afirmativo, ¿alguien conoce algún tipo de uso público que en este Estado no tenga alguna carga impositivaaaa?
Demostrar que se desciende de hidalgos al Mº del Interior le importa un rábano con chorreras, pero si quieres poner un escudo en tu blazier, tarjetas de visita, puerta de tu casa, colgando del balcón o del mirador, etc., lo suyo es que pagues en la Sección de Títulos y demás... del citado Mº. No obstante, no suele suceder nada administrativamente hablando a no ser que a algún mala baba se le ocurra denunciar el asunto.
Para mayor información, y para quien esté interesado en el tema, lo mejor es preguntar a la "Asociación de Hidalgos a Fuero de España", donde pueden dar las mejores orientaciones al respecto.![]()
¡Muy interesante!
Sí, no hay más que fijarse en el comercio de vanidades insulsas que se hace con eso de los diplomitas, escuditos, llaveritos bajo el común denominador de: genealogía, ¡ conoce los orígenes de tu apellido ! y demás zarandajas. Pero si sale hasta en fascículos, y es que no es serio. Tal vez, por eso, es por lo que el Mº del Interior no hace ni caso, pero que alguien no sea denunciado porque si no...
Elijo este post para presentarme y presentaros mis respetos, luego lo haré formalmente en el subforo presentaciones. He encontrado este foro de casualidad, buscando información sobre la Hidalguía. No ha muchas fechas y por mor de un primo hermano experto en Heráldica, recibí mi árbol genealógico, enterándome de toda mi historia. El árbol nace en el año 1177 con mi abuelo el Capitán Don Andrés de Cañizares, conquistador de Cuenca. Hay en este árbol constancia explícita de mi nobleza e hidalguía, procedo y pertenezco al Linaje de los Altamirano de Trujillo (Cáceres) y noble por mi abuelo Luís María de los Remedios Piñango y Montón, Teniente Coronel de Infantería. Por estos motivos indago, leo y estudio todo lo relacionado con la Hidalguía y por esto os encontré.
En relación al hilo pongo algunos datos que he ido recopilando:
Todos los vecinos de Cuadros eran Hidalgos de sangre por ser hijos de hidalgo, notorios por no haber ninguna duda sobre ello, por los cuatro costados porque lo eran sus cuatro abuelos.
Su origen radicaba en ser los descendientes de los únicos que habían aguantado la embestida de los árabes "..cuando la desaparición de España.." Para otros el origen estaba en Clavijo cuando algunos caballeros habían aportado 500 sueldos cada uno para pagar el infamante tributo de las cien doncellas. Por ello se les exigía tener algo, lo cual equivale a decir tener solvencia para hacer frente a 500 sueldos.
Según otros autores, la figura del hidalgo surge cuando los soldados reclutados entre los oficios manuales no funcionaban como se esperaba en los combates, por lo que hoy llamaríamos falta de motivación, se recurrió a un cuerpo social más identificado con la causa del rey: los hidalgos, más mentalizados como clase dirigente comprometida con el Reino. Se decía entonces , en la Ley de la Partida, que un soldado:
"es mejor (hidalgo) flaco y sufridor que (villano) fuerte pero ligero para huir"
La primera clasificación social que se conoce es la de Fray Prudencio de Sandoval:
Rey-Conde-Potestad-Infanzón-Villano-Plebeyo
El infanzón, llamado así porque mandaba sobre infantería en la guerra, pasó a ser llamado Hidalgo. La primera mención histórica al hidalgo es de Risco, referida a 1206.
Para ser reconocido como hidalgo (según el fuero de Ayala), además de linaje era necesario haber construido una casa:
"todo home que no ovo esfuerzo de la alzar, conozca que era peón y lo es"
Cuando Alfonso VIII pretendió poner un tributo a los hidalgos de cinco maravedís por cabeza, le contestó el Conde de Lara desde Gamonal que estos maravedís estaban en la punta de sus lanzas y que allí podía cogerlos.
Para F. Gordón Ordás, leonés republicano y anticlerical, decía que la historia de España se resumía en muy pocas palabras: "Tierra, vasallos y exenciones para los nobles, tierra, vasallos y exenciones para el clero y miseria, trabajo y pechos(impuestos) para el pueblo".
En la Crónica General, se cuenta el caso de Marcos Gutiérrez, alcaide del castillo de Aguilar (Cistierna-Sabero), fue cercado, todos los defensores murieron o abandonaron pero él siguió solo, alimentándose de los cueros de las sillas y de las hierbas del corral. Cuando se vio flaquecer se tumbó tras la puerta del castillo con las llaves en la mano. los asaltantes le encontraron desmayado apretando las llaves contra sí. La conclusión que saca el cronista es esta: "...Así cumplió Marcos como buen hidalgo."
A Don Diego López de Haro, le pidió Urraca que ayudara a su hijo para recuperar el Pendón del reino de León , "pero él que era leal y buen hidalgo, no quiso hacer eso..."
Carlos V, prohibió en las cortes de Valladolid (1532) la creación de más hidalgos, porque el título se estaba devaluando debido a los numerosos nombramientos de los últimos tiempos, desde Enrique II en adelante.
Según G. Ordás fue María de Molina la que robusteció los concejos, lo cual equivale a decir el estado llano.
Los concejos ponían todo tipo de trabas al establecimiento como vecino de un hidalgo, obligándole a presentar su ejecutoria, lo cual suponía recurrir a la Cancillería y cuantiosos gastos.
El honor hispánico
Revista FUERZA NUEVA, nº 513, 6-Nov-1976
EL HONOR HISPÁNICO
EL diccionario de la Academia no llega a la raíz en su definición del honor. Es una definición tan general y desvaída que no toca en lo específico y originario del mismo. El honor se sienta como un rey en el nucléolo de la conciencia para exigir al hombre la intransigente fidelidad a sus compromisos y personales obligaciones, aun contra todas las conveniencias de la popularidad o de la ambición. Un hombre de honor camina por la vida con su palabra personal, que pone siempre por encima de todos los avatares de la fortuna. Y a esa palabra, que brota de su íntima convicción y decisión, que no va olfateando los aires que soplan en cada momento, a esa palabra se atiene con inquebrantable tenacidad. El honor no tolera dudas, ni indagación alguna sobre sus soberanos derechos. Si alguien se atreve a insinuar una mínima sospecha, se yergue con majestad en su trono de caballero y sus ojos se imponen con el fulgor sereno de la estrella de la tarde.
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Hombres de este temple van quedando cada día menos en esta época materialista de la historia. Hoy se alzan otras majestades espúreas y sin abolengo para reemplazar a la vieja majestad del honor. Pero todavía nos es dado contemplar algunas de esas inconmensurables y fascinantes majestades, que antes pululaban en nuestra raza. Ni era entonces ni es hoy necesario que se instalen en los palacios, entre aduladores serviles. Donde alguno de esos hombres de honor se presenta, se impone por su misma majestad. El oro tiene que esconderse en los sótanos bancarios y la opinión pública se guarece en las covachas estrepitosas de las rotativas. El honor no se prostituye al dinero, ni hace reverencia alguna a las muchedumbres entontecidas por el reclamo publicitario. No es posible derribarlo desde fuera, ni tampoco es posible esclavizarlo. Cuando un puñal sobornado llega tal vez a clavarse en el pecho, donde el honor puso su trono, cae un hombre (del que no era digno este mundo vergonzoso), pero el honor tiene allá arriba un trono reservado entre los reyes.
Sólo uno mismo puede desceñirse su corona para encasquetarse el gorro de cualquier payaso. Sólo uno mismo puede pisotear su propio manto con los pies sucios por el lodo de las mentirosas democracias. En ese caso, el honor muere. Queda un animal más de la especie humana de esos que vegetan en sus mezquinas apetencias para que parezcan más grandes algunos pocos regios corazones. Repitámoslo otra vez: ante ciertas exigencias, un hombre de honor vuelve las espaldas sin vacilaciones. No se preocupa de qué perspectivas se abrirán o se cerrarán ante sus pasos. Para él nada prevalece sobre la conciencia de su propia dignidad.
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Dice Vossler que, a través de la literatura española, lo mismo en la Edad Media que en los siglos de Oro, hay siempre un motivo que persiste: el sentimiento metafísico del honor. Almas primates aquellas que, sin radar y sin cerebros electrónicos, se sentían estremecidas hasta la médula por la metafísica del misterio. De ahí brotaba espontáneamente el honor, que hoy se esfuma con el relativismo y con los gases de la democracia. ¿Hemos avanzado? Yo recuerdo lo que alguna vez dijo Fórster, que se puede hablar por teléfono y ser un bárbaro. Y es evidente que un bárbaro no sabrá nunca plantearse la alternativa del honor.
Pedro MALDONADO
Última edición por ALACRAN; 17/09/2021 a las 13:08
“España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.
A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)
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