UN CAUTIVO DEL MORO DE GRANADA A LA FUGA.

Juan de Aranda de Jaén era hijo de Juan Fernández de Aranda y nieto de Juan Sánchez de Aranda, almogávares de la frontera del Reino de Jaén con el moro de Granada.

Cayó cautivo de los moros y sufrió la esclavitud bajo el poder de un moro que pertenecía a la guarnición de Baza. Tenía su dueño la costumbre de salir al campo con adarga y lanza -al fuero de la frontera. Y cuando regresaba, el moro estaba acostumbrado a arrimar la lanza fuera, a la puerta de la calle, apeándose del caballo a la vera de una piedra que le servía de apoyatura al pie. Y era lo frecuente que Juan de Aranda -nuestro protagonista- saliera a tomarle las riendas del caballo a su amo y, una vez que el amo moro se metía en la casa, aquel zagal cristiano su esclavo se encargaba de llevar al animal a las caballerizas.

Pero un día, cuando el amo se metió en la casa, Juan se calzó con presteza las espuelas que le había tomado al moro, se subió a la piedra que su amo tenía como apoyo, se encaramó aquel niño en el caballo, embrazó la adarga y puso la lanza en el encuentro, aunque apiolado con sus hierros que iban atravesados en la silla. Puso las piernas Juan como bien pudo e hincó el acicate y al galope corrió por las calles, buscando la puerta de la ciudad. Pero la encontró cerrada, pues con la grita de los moros, los centinelas alertados la habían cerrado. Juan no se rindió, sino que fue sobre el caballo por el adarve hasta que llegó a otra puerta, y por ella salió de aquella ciudad de sus miserias. No sin que le persiguieran muchos jinetes moros que le iban a la zaga. Unos cinco o seis moros le fueron pisándole los talones durante más de cinco leguas sin darle alcance. Juan pudo tomar asilo en un pueblo cristiano y los moros tuvieron que dar media vuelta a Baza sin la presa.

Escapó Juan de Aranda el de Jaén en salud, libre del cautiverio y ahorrando a su familia el cuantioso rescate que con aquel moro se había convenido para recuperar su libertad. Su listeza y su resolución, aunque era un niño lo liberaron.

Fue Juan más tarde regidor y caballero muy honrado. Y falleció viejo, sobre más de sesenta años -según nos narra Sancho de Aranda, un sobrino nieto suyo que, muy curioso él de conservar las tradiciones de su familia, escribió el ameno e interesante "El discurso genealógico del linaje de los Aranda que viven en la ciudad de Alcalá la Real..." (en el año de 1548), de donde lo he sacado yo.