Revista FUERZA NUEVA, nº 476, 21-Feb-1976
CONVERSACION CON GONZALO FERNÁNDEZ DE LA MORA. (Entrevista de Javier Badía).
El “señor embajador”, Gonzalo Fernández de la Mora es director de la Escuela Diplomática y principal dirigente de UNE, junto con Zamanillo y José María Valiente. “Me he integrado en UNE, a pesar de que se me han ofrecido puestos de relevancia en otras asociaciones, porque era la única en que se conjuntaban Acción Española y Tradicionalismo”.
El “señor embajador”, Gonzalo Fernández de la Mora es ex ministro de Obras Públicas, además de abogado, diplomático y escritor. Nació el 30 de abril de 1924 en Barcelona. Nos recibe en su despacho de la Escuela.
-¿Qué participación política concreta va a ser la suya en estos momentos?
-Voy a trabajar desde la UNE con el objetivo final de ayudar a la promoción de un Frente Nacional.
-Aparte de las asociaciones políticas que van a integrar ese Frente Nacional, y que todos conocemos por sus recientes declaraciones, ¿han contado con la posible integración de algún otro grupo?
-En todo caso, las fuerzas que lo integran son las que tienen que decidir. De cualquier forma, esto no es cosa de un grupo o de grupos, sino de masas.
-¿Por qué ahora su participación en la promoción de un Frente Nacional?
-Porque el pueblo español, que hasta aquí ha vivido amparado por el Estado del 18 de Julio, debe comprender que ahora hay que defender a ese Estado desde la base, frente a los que intentan liquidarlo, unos “intramuros” y otros “extramuros”. Las circunstancias exigen que cada cual asuma sus responsabilidades sociales. Y también los intelectuales, por incómodo que a veces les resulte, deberían bajar ahora a la palestra, como lo están haciendo cada día los marxistas.
Del currículum de Gonzalo Fernández de la Mora entresacamos: colaborador de la sección literaria de ABC desde 1946; ha sido director de la Editorial Prensa Española; está en posesión de numerosos premios literarios, Luca de Tena, Mariano de Cavia, Gibraltar, Nacional de Literatura, etc.
«RAZÓN ESPAÑOLA»
-¿Cómo intelectual, ¿cuál es su plan de trabajo?
-Los temas que ahora tengo en el telar son predominantemente de teoría del Estado. Pronto aparecerán mis estudios «La oligarquía, forma trascendental de gobierno», en la «Revista de Estudios Políticos», y «Cambio político e ideología», en el «Boletín de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas». También tengo terminado un libro titulado «La Partitocracia», en el que se analizan los elementos básicos de la hipótesis demoliberal. Envío, además, al «ABC» tres o cuatro artículos mensuales, en los que voy desarrollando, para el gran público, un cuerpo de doctrina.
-¿Se formará, como usted ha insinuado, un grupo que herede el espíritu de Acción Española?
-La Historia la determinan las ideas y, por eso, el rearme intelectual es la condición necesaria de cualquier operación política profunda y duradera. La reconstrucción de algo parecido a Acción Española es una imperiosa necesidad. Estoy tratando de reunir a un grupo de profesores y de escritores para reelaborar una concepción del mundo y tomar posiciones críticas ante los últimos episodios teoréticos, especialmente, los neomarxistas.
-¿En qué plazo, aproximadamente, podría formarse Acción Española?
-Posiblemente en el curso de este año, pero bajo la denominación de Razón Española. El cambio de nombre sería por motivos de actualización.
-Ahora mismo, ¿está en peligro la supervivencia del Régimen?
-Así lo creo. Por un flanco le amenaza el capitalismo demoliberal, y por el otro le amenaza el marxismo. Ya han abierto anchas brechas y, sobre todo, han quebrado tanto la moral del sistema, que los sitiadores esperan que la rendición progresiva y gratuita haga innecesario el brusco y oneroso asalto.
-¿Necesita el Régimen de reformas?
-Su necesidad más urgente es la reforma moral, es decir, la voluntad de defenderse. Esta voluntad sólo puede dársela un líder o un grupo inteligente y valeroso, que le diga al Estado del 18 de Julio: “levántate y anda”. Cuando esto se haga, como tantas veces lo hizo Franco, nos asombrará ver cuán fuerte es y cuánta gran historia puede forjar. Pero, además, necesita reajustes institucionales.
-¿Cuáles?
-Hay que rehacer el consenso nacional sobre el instrumento legal ahora disponible, que son las asociaciones políticas. Ellas deben encauzar los procesos electorales, y deben ser tenidas en cuenta para la formación de los gobiernos. El sistema tiene que ser coherente. Últimamente esa coherencia parece harto problemática: se dice que se promueve a las asociaciones, y, sin embargo, se las desconoce.
-¿Pero las asociaciones no serían una contradicción con la representación orgánica del Sistema?
-Bueno, en primer lugar, hago una distinción fundamental entre asociacionismo y partitocracia. En mi opinión, las asociaciones son una representación orgánica, pues agrupan la representación familiar de los que coinciden en los Principios del Movimiento.
-¿…?
PERMANENTES E INALTERABLES
-¡Qué se puede tocar y no, en nuestra Constitución [LEYES FUNDAMENTALES]?
-Los Principios Fundamentales son, por su propia naturaleza, permanentes e inalterables. Y entre esos principios figuran la monarquía tradicional, la representación orgánica y la unidad sindical. La república, aunque sea coronada, la partitocracia y el plurisindicalismo de la lucha de clases no serían un desarrollo de la Constitución vigente, serían una efectiva liquidación y un retorno a las fórmulas de 1931. Entiendo que esta liquidación no puede hacerse legalmente a causa de la inmutabilidad de los Principios; tendría que hacerse mediante una ruptura del orden institucional, ése cuya defensa corresponde, por mandato del artículo 37 de la Ley Orgánica del Estado, a las Fuerzas Armadas.
-¿Es grave el momento actual?
-Es grave por tres razones principales. La primera es económica. Hasta la muerte de Carrero nuestra balanza de pagos se venía cerrando con superávit. Pero en 1974 y 1975 se han producido grandes déficits… La segunda razón es social; en el bienio 1974-75 los conflictos laborales han aumentado notablemente… La tercera razón es política: el clima de permanente revisionismo constitucional creado desde principios de 1974 ha producido confusión doctrinal, inseguridad institucional, atomización de la minoría dirigente y desconfianza. El deterioro económico, el social y el político se potencian mutuamente y desencadenan una espiral conflictiva.
-¿Podría establecer algún paralelo histórico?
-Sí; ya lo vengo haciendo desde la primavera de 1974, cada vez con menos escepticismo por parte de mis lectores, que ven cómo mis previsiones se cumplen. El proceso actual me recuerda mucho al del año 1930. Como entonces, hay indefensión intelectual, hay lavado colectivo de cerebro; y hay ingenuidad y abandonismo de un lado y revanchismo del otro. Mi optimismo se funda en que ahora las potencialidades reactivas de España son mayores. Pero ya queda poco tiempo para pasar de la potencia al acto, de la preocupación a la operatividad.
-¿Es éste un momento de lamentaciones?
-La pura lamentación me parece una confesión de impotencia. Y algo poco útil. El marxismo de lengua española, derrotado en 1939, no ha perdido el tiempo en lamentarse, sino que lo ha dedicado a organizarse.
PÉRDIDA DE VOLUNTAD
-¿Es entonces, un momento de triunfalismos?
-El espectacular balance del Estado del 18 de Julio, sobre todo en el campo del orden, de la justicia social y del desarrollo económico, no sólo justifica, sino que exige el triunfalismo; pero ya ni se ejerce, ni siquiera se vive, precisamente a causa de esa pérdida de voluntad a que antes me refería. Uno de los datos más asombrosos del momento actual es que el Estado, que ha realizado una de las obras más impresionantes de nuestra historia, parece tener complejo de inferioridad ante aquellos que estuvieron a punto de borrar a España del mapa de la civilización occidental.
-¿No hay, pues, ningún triunfalismo?
-Esa es otra cuestión. En estos momentos campea por doquier el triunfalismo de los enemigos del Estado vigente, al que dan por liquidado. Pero, felizmente, creo que están cantando demasiado pronto una victoria que, por cierto, sería la derrota del bien común de los españoles.
-¿Es, entonces, un momento de decisiones?
-Sin duda alguna. La circunstancia nacional nos exige definiciones en vez de ambigüedades, y decisiones en vez de esperas. Ya nadie puede permanecer en la reserva: o se moviliza o se declara vencido.
-¿Hay antecedentes de la actual situación en las últimas etapas del Régimen?
-No hay ningún efecto histórico sin causa. Se han cometido errores en el pasado. Uno de los primeros fue el desarme intelectual del Estado. Uno de los últimos fue la solución de la crisis de enero de 1974. Pero la historia hay que asumirla con lo bueno y con lo malo, aunque sacando lecciones correspondientes. No tengo la impresión de que lo estemos haciendo suficientemente.
-¿Hay alguna diferencia entre un rey de nuestro tiempo y europeo, y un rey monarca católico, social y representativo?
-Aunque reconozcamos que los modos de religación con lo absoluto atraviesan una grave crisis, creo que cabe una actitud católica. Y las otras dos dimensiones, la representativa y la social, me parecen rotundamente vanguardistas. Entiendo, pues, que la Monarquía puede ser de nuestro tiempo, y, a la vez, católica, social y representativa. Pero hay más, debe serlo por imperativo de los Principios Fundamentales.
HUMANISMO, CIENCIA Y TECNOLOGÍA
-¿Se ha olvidado usted de la europeidad?
-Hay quienes creen que Europa es la partitocracia y la sociedad permisiva. ¡Pobre definición del crisol de los valores occidentales! Yo creo que Europa es el humanismo, la ciencia y la tecnología. Pues bien, en la Edad Contemporánea, el Estado del 18 de Julio es el que ha puesto a España más cerca de Europa en cuanto al desarrollo económico y social, y en cuanto al nivel cultural medio. ¿Cómo puede ser incompatible con la europeidad el Estado más realmente europeizador que hemos tenido, por lo menos desde tiempos de Carlos III? Lo que nos deseuropeizó fue el Estado demoliberal, que culminó en la primera y segunda Repúblicas. Esas sí que estuvieron a punto de africanizarnos.
-¿España es diferente?
Todos los países son diferentes. Y cada uno necesita unas instituciones políticas adecuadas a sus estructuras reales. Desde el fin de la segunda guerra mundial, las grandes potencias occidentales, seguramente con buena intención, han tratado de imponer Constituciones demoliberales al resto del mundo. El fracaso de tal operación ha sido dramático en media Europa, en Hispanoamérica, en Asia, en África y en Oceanía. El último ejemplo es Portugal y su imperio. España tiene, por primera vez en la Edad Contemporánea, unas instituciones políticas eficacísimas, lo cual demuestra que responden a su propia idiosincrasia. No soy partidario de volver a importar modelos constitucionales, sino de perfeccionar el que hemos creado.
-¿Qué posibilidades ve en la formación de un Frente Nacional?
-Un Frente Nacional que reúna a todas las fuerzas partidarias de la continuidad perfectiva, y contrarias a la ruptura, es indispensable para evitar la liquidación del Estado vigente. Es, además, el único modo civil y eficaz para impedir la dictadura del minoritario Frente Popular, el cual sólo podría imponerse si nos encerramos, como en los últimos tiempos, en la apatía, la atomización o la ambigüedad. Creo que, a medida que la situación se deteriore, resultará menos difícil constituir el Frente Nacional porque serán más los que adquirirán conciencia del peligro. Hemos de esforzarnos en que esta reacción no se produzca demasiado tarde.
-¿Cuáles serían las tareas más urgentes del actual Gobierno?
-Un plan de emergencia económica para equilibrar la producción y el consumo; una operación de rearme intelectual para dar al pueblo español respuestas a la demoledora crítica a que está sometido; y un plan de estabilización política para poner fin a la inseguridad institucional, a la descomposición de la clase dirigente y a la desconfianza del inversor. Y hay que proscribir cualquier acción demagógica que, a medio plazo, no haría sino empeorar los problemas de base. También, en el aspecto operativo, lo económico, lo social y lo político se potencian mutuamente. La estabilización política estimula la reactivación económica; y el rearme institucional robustece las instituciones.
Gonzalo Fernández de la Mora, el señor embajador, el autor de «El crepúsculo de las ideologías» y «La quiebra de la razón de Estado», es un hombre amable, con un historial intelectual arrollador, sólo comparable a su personalidad. Gonzalo Fernández de la Mora hace honor a su carrera de diplomático. Palabra.
-Para finalizar…
-Frente nacional.
Que así sea.
Javier BADÍA
|
Marcadores