Revista FUERZA NUEVA, nº 465, 6-Dic-1975
Un comunicado inconveniente
Editorial tomado del diario «Arriba» (25-XI-75)
Resulta sorprendente que en el último párrafo del comunicado del Gabinete de Información de S. A. R. el conde de Barcelona se asegure que S. A. R. había decidido ahora guardar silencio en espera “a que sea oportuna una declaración más extensa”, cuando todo el Documento es una clara y reticente manifestación política aunque distribuida por el Gabinete de Información de don Juan de Borbón, que no reduce su gravedad. Este contrasentido resulta evidente. Teníamos la esperanza de leer un comunicado de S. A. R. el conde de Barcelona donde manifestara su gratitud al Generalísimo Franco y al pueblo español por la proclamación de su ilustre hijo, don Juan Carlos de Borbón, como rey de España.
Gratitud al Jefe del Estado, en primer lugar, por haber sido el verdadero artífice de la restauración monárquica; por haber propuesto a las Cortes españolas -representantes de la nación- al nieto en línea directa de don Alfonso XIII como sucesor a la Jefatura del Estado a título de Rey, precisamente, y como gran objetivo, para que la edad y la formación del Monarca estuvieran muy lejanas del dramático suceso de la Guerra Civil, y porque en su patético testamento señalara su fe admirable en la institución monárquica y en el hijo de S. A. R. el conde de Barcelona con estas emocionantes palabras: “por el amor que siento por nuestra Patria os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido”.
La homilía del cardenal primado de España, pronunciada en la plaza de Oriente, es un buen ejemplo de meditación para el hijo de don Alfonso XIII. En lugar de esta gratitud y reconocimiento exigibles, establece la inconveniente acusación al General Franco de haber ejercido un poder personal absoluto durante casi cuarenta años. Es sobradamente conocido que desde 1943, en que se establecieron las Cortes españolas, hasta su muerte hace pocos días, el proceso constituyente del Régimen ha significado una merma y limitación continuada de su poder –el más grande poder de adhesión tributado jamás por nuestro pueblo a un Jefe de Estado-, y que era transferido a todas las formas de representación, de deliberación y de decisión del país, que iban apareciendo en las sucesivas leyes, instituciones y organismos. Las propias prerrogativas y disposiciones transitorias que se habían reservado en la Constitución nunca fueron aplicadas.
Tampoco se distribuye en este comunicado ninguna gratitud al pueblo español, que ha distinguido con su afecto y con su respeto durante muchos años a quien hoy es Rey de España, y quien recibió la ovación entusiasta el día de su proclamación y juramento en las Cortes españolas por los representantes de toda la nación y la adhesión fervorosa de la calle.
Merece, por nuestra parte, respeto que S. A. R. el conde de Barcelona se considere heredero de Alfonso XIII y depositario de “un tesoro secular, cuyos deberes considera irrenunciables”. Sería una prueba de grandeza como padre y como descendiente directo del último Rey de España que esos derechos fueran transferidos a quien, a su vez, tendría que ser siempre, indefectiblemente, rey de los españoles. Queremos también recordar que la soberanía de un país no consiste, en el Derecho moderno, en que pueda ser otorgada por la institución monárquica, sino, por el contrario, es el pueblo quien se da a sí mismo la forma de gobierno que conviene a su destino. Esta es la verdadera muestra democrática y no otra cosa. El pueblo español mediante Referéndum, se constituyó en Reino en 1947, y en un marco de principios y de presupuestos políticos determinados que trataban evidentemente de que la monarquía secular contribuyera, con nuevo estilo, a la concordia definitiva, que tan magistralmente ha elegido como proyecto de su reinado el Rey Juan Carlos I. En 1969, las Cortes españolas, por una abrumadora mayoría de votos, aceptó la propuesta del Jefe del Estado para designar sucesor, a título de Rey, al hijo del conde de Barcelona. Por dos veces asumió en funciones la Jefatura del Estado, por enfermedad de Franco, y su familiaridad con los problemas y las circunstancias de nuestro país es evidente.
Franco ha sido escrupulosamente respetuoso con la tradición y la legitimidad monárquica en nuestro país a la hora de proponer a la persona real, pero es bueno que quede constancia que si el rey es descendiente por razón familiar del último Monarca español, la forma monárquica de poder, la institución monárquica, la nueva Monarquía no es heredera de la vieja, sino que es una creación moderna y original por el contexto político en que aparece, por las adhesiones populares que recibe, por la contemporaneidad de circunstancias que la asisten y por el suceso histórico que la hace nacer.
La mayor parte de los españoles conoce el copioso repertorio de declaraciones y manifestaciones de S. A. R. el conde de Barcelona y el servicio impagable de un Régimen que a veces impidió su divulgación para favorecer a personalidad tan respetable. Esta actitud hizo muy difícil al General Franco la restauración monárquica; por el contrario, la prudencia, la sabiduría, el realismo de su hijo don Juan Carlos, han sido un factor decisivo en aquella restauración. El derecho que reclama para que todos los españoles accedan a la soberanía nacional es el que han ejercido ahora, precisamente, en virtud de esa soberanía, para poner en el Trono a don Juan Carlos I, del que su padre, el conde de Barcelona, debe sentirse orgulloso, como lo estamos todos los españoles. Esto es ya irreversible, y sería especialmente positivo para la propia institución monárquica la desaparición urgente de pleitos de familia o de legitimidades ajenas a la decisión popular, que no harían otra cosa que contrariar al pueblo español, tan generosa y tan esperanzadoramente dispuesto a sostener un Régimen monárquico, que en 1931 se vio obligado, en la persona del Rey don Alfonso XIII, a abandonar el país por la espantosa soledad con que se vio rodeado. El pueblo español lo que desea es cumplir el Testamento de Francisco Franco, en el que se le pide que preste su apoyo y colaboración al Rey don Juan Carlos I. Y esto, resueltamente, el pueblo español está dispuesto a cumplirlo.
«Arriba» (25-XI-75)
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