EL DEBER DEL HISTORIADOR CRISTIANO
Por: Raúl Zamora Echeverría
Aunque pocos piensan de esta manera, la profesión de Historiador es apasionante. Quien ingresa al mundo de la Historia entra en una dimensión mágica en la que predominan personajes famosos y no tan famosos, acontecimientos importantes y otros no tanto, hechos de relevancia para la humanidad entera y otros sólo para una comunidad local.
Cuando el Historiador penetra en el mundo de la lectura histórica, puede "revivir" a todos aquellos personajes que físicamente ya no existen; reconstruye hechos que ya pasaron, tal cual si estuvieran sucediendo en el instante presente; edifica y admira aquellas construcciones de las que quedan pocos vestigios o nada de ellas, se empapa del ambiente sociológico de cada comunidad social de hombres en el mundo... Por supuesto que todo esto lo hace con el instrumento maravilloso de la imaginación y la inteligencia.
Por eso es que para el auténtico Historiador; para el amante de la Historia, no le basta con estudiar el pasado y darlo a conocer sosteniendo firmemente una tesis. No. Para el auténtico Historiador esto no le es suficiente. Porque él además "vive" la Historia, "siente" la Historia, "reflexiona" en la Historia, luego entonces saca conclusiones del presente y del futuro.
Pero indudablemente para el Historiador cristiano esta vocación toma principal relevancia, porque debe ser entre todos un narrador verídico. No debe halagar a nadie, ni disfrazar los errores de quién sea; al mismo tiempo, no debe temer hacer justicia con las miles de calumnias que habían hecho de la Historia una inmensa conspiración contra la verdad. Si el Historiador cristiano, o cualquier Historiador, no tiene el suficiente valor para dar a conocer la verdad y no venderse, o se presta a seguir la corriente a pseudohistorias y pseudohistoriadores, debe mejor abstenerse de escribir Historia.
El mundo entero está harto de libros híbridos en los que historiadores creyentes hacen coro con los que no lo son.
Imposible para el Historiador cristiano seguir el juego a falsas Historias o a las tan de moda Leyendas Negras.
Y es que uno de los principios que el Historiador cristiano debe tener grabado en su entendimiento, es que la Historia es el gran teatro donde se produce lo sobrenatural, donde se llevan a cabo los designios de Dios; y debe tener el valor de sostenerlo y demostrarlo a sus lectores.
No temamos escribir Historia; a dar a conocer la verdad, por cruda y desagradable que ésta sea. Es preferible ser atacado, calumniado, perseguido, marginado, y por qué no, temido, por decir la verdad, que vendernos cobardemente a intereses obscuros.
No nos sonrojemos por escribir Historia. Que se sepa que no transigimos en nada. Que vivimos comprometidos con la verdad antes que todo.
La sociedad actual necesita esta clase de Historiadores. Los problemas políticos, económicos, productivos, educativos y hasta religiosos, se deben en mucho a la ignorancia de los pueblos de la Historia. Hoy la frase aquélla que dice que "el pueblo que no conoce su Historia está condenado a repetirla" toma mucha veracidad. Si las naciones y el mundo entero conocieran su pasado, lleno de vastas experiencias en todos los órdenes, otra cosa sería de la sociedad actual.
Compañeros Historiadores: apasionémonos por el estudio de la Historia, pero vivámosla, sintámosla, reflexionémosla; pero sobre todo, divulguémosla con estricto apego a la verdad.
Hoy nuestro papel profesional no está relegado. México y el mundo necesitan conocer su Historia.



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