Iniciado por
Valmadian
Empecemos por lo correcto, en la literatura política carlista no hay referencias a los lobos, sino a otros problemas. En el Siglo XIX las poblaciones lobunas eran mayores y no sé de que esta cuestión fuese eje central de discusión entre carlistas, independientemente de que en algún que otro almanaque de los que entonces se publicaban (yo tengo algunos ejemplares del "Vademecum del Jaimista" con un siglo de existencia) tratasen de ello, bien como noticia, bien recogiendo la problemática que pudiese existir en algunos sitios.
Ahora bien, mientras antaño no se hacía política de la naturaleza, ni había debate, no se elaboró una ideología que concretase argumentos en tal sentido, al menos así hasta que surgió el "ecologismo", que es la última ideología surgida en el Siglo XX, y no hay ninguna otra nueva desde entonces. Pero el ecologismo, que hizo de la naturaleza su bandera de acción, tampoco es igual que los animalistas. Mientras los primeros priorizan la naturaleza constriñendo la acción del hombre, los segundos pretenden transmitir los derechos de los hombres a los animales, lo que es un disparate. En cambio, el conservacionismo, que no es conservadurismo, lo que busca es mantener el medio natural para seguir transmitiéndolo a las próximas generaciones, y en esa transmisión está incluido el lobo.
Ovejas se crían por miles de millones en todo el mundo, los lobos son una especie antiquísima de cánidos de los que se conservan muy pocos ejemplares, resultando muy complicado que extiendan sus áreas de población y subsistencia. A todos los que pensáis del modo en el que argumentáis así, yo os invito a que os deis una vuelta por el anillo cinturón de Madrid para que podáis comprobar la burrada, la salvajada, el disparate, que han cometido en nombre de un falso progreso: cientos de kilómetros de autopistas por todas partes que se cruzan unas con otras, cientos de urbanizaciones entremezcladas con las autopistas, cientos de fábricas y parques empresariales, intercalados con las autopistas y las urbanizaciones, macrocomplejos comerciales repartidos por aquí y por allá con miles y miles de plazas de aparcamiento para los millones de coches que circulan cada día por esas autopìstas. Y no contentos con ello, entre Guadalajara (55 km a Madrid), entre Toledo (70 km hasta Madrid), por ejemplo no hay campo, todo es ciudad. Pero hasta en las zonas más desarrolladas sucede algo similar, antes mencionaba la población de Collado-Villalba (55.000 habitantes) a 40 km de Madrid por la autopista de La Coruña, donde comen los jabalíes en las urbanizaciones, y donde tampoco hay campo, pero si mucho verde gracias a los miles de miles de chalets.
Y esto sólo es un apunte de una realidad, esto no es discurso animalista, sino denuncia de la barbarie que se ha apoderado de España, de mi España, de la que quisiera dejar, y no puedo, a mis descendientes y en la que no estarían todas esas infraestructuras bestiales y si el lobo como parte de la naturaleza de España. No sé si hay alguna parte que precise de más aclaraciones, pues estaré encantado de darla.
Además, hay algo que tampoco acabo de captar del todo, como es eso de los lugareños. No es lo mismo que a los lugareños de un lugar se les respete en sus costumbres, siempre que no atenten contra lo más elemental, y otra que los lugareños que viven en su lugar disfruten igualmente de todos los medios que se ponen a su alcance y que no podrían disfrutar sin el concurso de otros. De ahí que lo de los impuestos sea decisivo, porque quien paga, exige.
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