La mayoría de quienes deciden abstenerse de votar lo hacen por estar decepcionados o desencantados con todos los partidos y sus políticos, y muy pocos se abstienen realmente por convicción.
El sistema liberal democrático está basado en supuestos y principios que no soportan un simple análisis objetivo. Debemos considerar que el voto, por sí mismo, representa un “voto de confianza” a una persona que solo conocemos por sus discursos y gracias a la mercadotecnia, y no personalmente, por lo que desconocemos sus verdaderas intenciones y/o los intereses y compromisos que limitarán o condicionarán sus decisiones. No debemos olvidar que después de ganadas las elecciones, cuando el nuevo gobernante tome decisiones; y muchas de ellas estén equivocadas y además apruebe leyes contrarias a los intereses de la nación o a los principios morales de la población, tampoco habrá forma de que sus votantes queden libres de responsabilidad.
Algo similar le sucede a quien recomienda a un desconocido (porque le pareció inteligente y simpático) para ocupar un alto cargo de responsabilidad en una empresa y luego descubren que es un incompetente o un delincuente.
Hay mucho más que decir…
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