Se me ocurrió una idea mientras leía el tema “Tengo una pregunta para el secretario general de la CTC”, dirigido a don Javier Garisoain, en el Foro Santo Tomás Moro (donde ya he publicado este tema; lo reproduzco aquí para ampliar miras). Es bastante peregrina y sin duda en seguida será rebatida; no obstante, ahí va:
Las reticencias de CTC de reconocer a D. Sixto Enrique de Borbón (en calidad de Regente y probable futuro Rey) radican sobre todo en la confusión del brazo político del carlismo (la CTC) con la Comunión en sentido más amplio.
Me explico. Decía el usuario “capitan_valor” en el ya mencionado tema que “históricamente la CTC era una Comunión de ideales” en la que “se encuadraban el requeté, los círculos, las asociaciones estudiantiles como la AET, las margaritas, etc. etc. y también un partido político.” Don Javier Garisoain responde confirmándolo: “Nosotros siempre hemos dicho que el carlismo es algo más que un partido. Lo que sucede es que el estado de nuestra organización política allá por los años 80 era tan débil que desde los Congresos de la Unidad se prefirió trabajar preferentemente en el fortalecimiento de la CTC como núcleo político.[...] Por suerte o por desgracia la denominación de CTC está desde 1986 vinculada a la dirección política y electoral que es la CTC como partido.”
Teniendo esto en mente, pasemos a D. Sixto. Dice don Javier que "la inmensa mayoría de los carlistas, especialmente aquellos que le han conocido personalmente, no confían en él". Alguien le pregunta si esta razón no viene a ser una excusa encubierta para elegir al rey a dedillo, sobre todo para alguien que es monárquico. Don Javier contesta:
A lo que yo opino:“Y tiene razón el opinante al decir que para un monárquico esa no es razón suficiente para rechazar o aceptar la legitimidad de nadie. Pero es que además y antes que eso he dicho también que quienes presentan a don Sixto no se sabe muy bien si lo hacen "en calidad de rey, de abanderado o de regente". Don Sixto es un hombre soltero, de edad avanzada, sin descendencia, enfrentado a su familia, y alejado políticamente de la mayoría de los carlistas. Es duro tener que decir esto, pero es la verdad. ¿Qué esperanza puede ofrecer a los españoles?”
- 1. La soltería, la edad avanzada, la falta de descendencia y el enfrentamiento con su familia son razones tan de “a dedillo” como la supuesta falta de confianza. El alejamiento político a la mayoría de los carlistas (sin entrar a valorar si es verdad o no) tampoco es en sí suficiente motivo, a menos que quede excluido por no acatar los principios de la legitimidad española según sintetizados por D. Alfonso Carlos I. En qué calidad se “presenta” a D. Sixto creo yo que no ofrece lugar a muchas dudas: ocupa la regencia de la Comunión (como hizo D. Javier I) mientras se intenta dilucidar (que no elegir) quién es rey; hasta que no se establezca definitivamente la exclusión de quienes le preceden por sangre en la línea de sucesión (los hijos de Carlos Hugo), D. Sixto no será el rey (como ocurrió a D. Javier I).
- 2. No obstante, parece ser que estas (un poco caprichosas) objeciones encubren una de mayor peso: “¿Qué esperanza puede ofrecer a los españoles?”. Es decir, no tiene juventud y descendencia que lo hagan atractivo a la opinión pública. Pues bien, la idea de que el rey tenga que ser idóneo para la opinión pública me parece que surge como consecuencia de la confusión entre el brazo político y la Comunión en su amplitud. Cuando el rey (sea quien sea) encabeza la Comunión amplia, nada impide que el brazo político se presente con líderes carismáticos que puedan con cierta autonomía discrepar con algunas opiniones personales del rey, aunque manteniendo la fidelidad. Esto ya ha ocurrido, sin especial detrimento para el carlismo. Por otro lado, si el brazo político no reconoce al rey o regente, como ocurre con CTC, tendrá que encontrar sustituto a esa figura aglutinante en la “personalidad jurídica” del “partido”. Si ocurre esto, si una de las partes (el partido) se constituye en cabeza del todo (la Comunión), inevitablemente eclipsará a las demás partes de la Comunión en sentido social amplio. Mientras el brazo político siga predominando, la actuación del carlismo se centrará en aquello que tenga más sentido desde una perspectiva estrictamente política: a día de hoy, progresar electoralmente sin meterse en la escabrosa cuestión de “colocar a un pretendiente” -amenaza directa al poder constituido, por otra parte- me parece una buena política para conseguir resultados. Sin embargo, por importante que sea este aspecto práctico, no puede ser la actuación íntegra del carlismo. Tiene que haber algo más. La Comunión tiene una dimensión auténticamente social que la diferencia de las “asociaciones” y “juventudes” políticas que están subordinadas a los partidos oligárquicos del sistema. La Comunión amplia, por su naturaleza social diversa y difusa, no puede ser aglutinada salvo por la figura de un rey, o un “partido” con fuerte personalidad jurídica. El liderazgo de un rey (figura política por su naturaleza pero a la vez vivo recordatorio de que el carlismo no puede encajar como uno más en el sistema parlamentario) es la única manera perdurable, la única, de coordinar un plan de acción íntegro que equilibre lo político y lo social. Si se opta por el liderazgo de un partido se asegura el predominio del brazo político, que por lógicas razones de oportunidad política no reconocerá a un rey, aunque tenga ideas monárquicas. Cayendo, así, en un círculo vicioso que se retroalimenta y que a la larga acabará en un estancamiento en que el carlismo no tendrá:
A) Ni una Comunión a la que se subordine el brazo político, ni
B) Un Rey.
Es decir, condenación al posibilismo y división perpetua.
Que conste que no acuso a la CTC de posibilista, ni mucho menos: sólo sugiero que en el futuro puede ser una tentación que aceche. No me gustaría ofender a nadie, espero que se tome como lo que es: una crítica constructiva hecha desde el respeto y la profunda amistad, esperando suscitar reflexiones que, ya sean a favor o en contra de lo dicho, ayuden a mejorar la situación del carlismo hoy.
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Firmus et Rusticus
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"Haciendo no una revolución en sentido contrario, sino lo contrario de la Revolución"
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