Veamos. El antiguo “reino de Toledo” (después: Castilla la Nueva) es el antiguo reino taifa musulmán cuyos límites, que comprendían parte de la actual Extremadura, no coincidieron con los límites de posterior reino cristiano de Toledo tras la separación de Castilla y León tras el reparto a sus dos hijos decidido por Alfonso VII tras su muerte, en 1157.
De ahí viene la confusión.
Es decir, si nos situamos en 1085, Alfonso VI de Castilla (y León) conquistaba el reino taifa de Toledo con todo su territorio que incluía (siendo musulmán) una parte de las actuales Cáceres y Badajoz.
(Otra parte pertenecía al reino taifa musulmán de Badajoz).
Posteriormente, a principios del siglo XII, todo el territorio del Reino de Toledo volvió a ser objeto de batallas, conquistas y reconquistas sucesivas contra los almorávides musulmanes, (batallas de Alarcos, Uclés, Zalaca...) de tal modo que la conquista y posesión definitiva por parte de los cristianos acabaría realizándose algo más tarde.
Pero para entonces, desde el año 1157 hasta 1230, internamente Castilla y León habían vuelto a ser dos reinos independientes entre sí, tras la muerte de Alfonso VII, continuando la reconquista León (Fernando II y Alfonso IX) por una parte y Castilla (Alfonso VIII) por la otra.
De modo que León se extendió hacia el sur, en paralelo a Portugal y a Castilla, formando la Extremadura leonesa, ya sin Toledo; mientras que Castilla reconquistaba el reino de Toledo ya sin la parte leonesa (como se conoce históricamente)
De modo que ya con Fernando III el Santo, el reino de León alcanzaba a limitar con Andalucía (por la zona de Huelva) y el reino de Castilla englobaba propiamente el territorio del Reino de Toledo; división que constituyó las posteriores regiones de Extremadura (conquistada por León) y Castilla la Nueva.
En definitiva, Extremadura como región debe considerarse ajena a Toledo y a Castilla la Nueva
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