Fuente: El Pensamiento Navarro, 8 de Mayo de 1977, última página.
Don Javier de Borbón-Parma y el Alzamiento Nacional
Carlos de Olcoz
No podía haber ni un minuto más de espera… España necesitaba una explosión de patriotismo y de sacrificio para evitar que el comunismo internacional se adueñase totalmente de nuestro pueblo. En muchas provincias la revolución era dueña ya de la situación… Había que operar rápidamente.
Ya a mediados de julio del 36 el Alzamiento estaba en marcha… Sólo faltaba un empujoncito para que se iniciase el combate. El día 17 llegaban de Madrid, donde el ambiente era irrespirable, nuestros diputados a Cortes, que venían a refugiarse en esta tierra de lealtad. El Círculo Carlista de la Plaza del Castillo era un campamento de guerra. Allí se presentaron a la hora del café el Conde de Rodezno, Luis Arellano, Javier Martínez de Morentín, Jesús Elizalde, José María Lamamié de Clairac y otras personalidades del Tradicionalismo español.
En un aparte, el Conde de Rodezno me dijo: “Ahora va de veras. Ya ha llegado la hora”. Puede suponer el lector la emoción que me produjeron estas palabras de nuestro ilustre correligionario.
Inmediatamente aparecieron en los salones del Círculo un grupo de muchachos vistiendo la camisa parda… En el bolsillo la boina de requeté. ¿Qué va a pasar? Y ante los acontecimientos, varios jóvenes nos dirigimos a la iglesia de Santo Domingo, para postrarnos ante los PP. Dominicos que nos aguardaban en el confesionario. ¡Con qué devoción confesamos nuestros pecados…! Era lo primero ante el momento en que nos encontrábamos.
Hubo, sin embargo, que esperar unas horas. Se aguardaba con impaciencia la orden de que el Requeté se sumase al Ejército para luchar por el honor de la Patria.
Por fin, don José Martínez Berasain trajo al Círculo la grata nueva: “Don Javier de Borbón y Parma, en nombre del Rey Don Alfonso Carlos, su tío, ha dado la orden de que nos sumemos al Alzamiento”.
En efecto, al General Mola, Jefe de la conspiración en Navarra, llegaba el documento que se transmitía desde San Juan de Luz y que Mola esperaba con viva ansiedad. Decía así:
“La Comunión Tradicionalista se suma con todas sus fuerzas en toda España al Movimiento Militar para la salvación de la Patria, supuesto que el Excmo. Sr. General Director acepta como Programa de Gobierno el que en líneas generales se contiene en la carta dirigida al mismo por el Excmo. Sr. General Sanjurjo, de fecha de nueve último. Lo que firmamos con la representación que nos compete.– Firmado, Javier de Borbón Parma – Manuel Fal Conde”.
Don Javier quedaba en Bayona. Esperaba tener noticias interesantes, que podían ser útiles para el General Mola y para los carlistas.
Los momentos fueron de gran emoción. De indescriptible emoción. El Alzamiento estaba ya en marcha…
Y llegó el 19 de julio, imposible de olvidar. Alegría inmensa en el despertar de tan jubilosa fecha. Habíamos amanecido sin República, sin Frente Popular, en guerra franca contra los asesinos de Calvo Sotelo y los que durante cinco años habían empedrado de amarguras, infortunio, dolor y sangre el suelo español.
Asistir al levantamiento de un pueblo que se cansa de ser esclavo porque ha nacido para señor, y se rebela enérgico contra los tiranos, no es gesto corriente ni que se ve con frecuencia en la historia, pero nosotros lo vimos y lo vivimos el 19 de julio. Vimos cómo llegaban muchedumbres que cantaban himnos con sabor de las Cruzadas del siglo XIX, porque cantando se disponían a enterrar un sistema de oprobio que moría entre maldiciones…
¡19 de julio de 1936! Los requetés se levantaban en armas a la orden del Rey, en cuyo nombre habían hablado el Príncipe Don Javier de Borbón Parma y el Jefe Delegado en España, don Manuel Fal Conde.
La triste nueva de la muerte del Príncipe carlista nos llegó ayer. ¡Qué el Señor acoja en su seno el alma de Don Javier de Borbón Parma!
No le faltarán las oraciones de los buenos tradicionalistas, de los auténticos carlistas… De los que nunca pactarán con el enemigo, que sería un deshonor imperdonable. La lealtad a nuestros principios no debe ser traicionada nunca. No puede ser traicionada. Nuestro honor así lo exige.
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