Fuente: La Actualidad Española, 5 de Diciembre de 1968, Número 883, páginas 32 – 34.
EL PANORAMA ES ALGO CONFUSO
¿REY O REGENCIA?
LOS PROBLEMAS REGIONALES
ENTREVISTA CON ESTEBAN BILBAO
Del ex presidente de las Cortes Españolas se han dicho muchas cosas. Por ejemplo, ésta: “Franco fue el vencedor en la guerra, y Esteban Bilbao –la Historia lo dirá algún día– ha sido el organizador del nuevo Estado, el gran legislador; el hombre que, como Presidente de las Cortes, ha llevado en su cartera a El Pardo, día tras día, durante veintitantos años, para que el Jefe del Estado las firmara, las Leyes más importantes por las que hoy se gobiernan los españoles…”.
La expresión es exagerada, porque me parece imposible que un solo hombre haya podido elaborar personalmente todas las Leyes Constitucionales hoy vigentes, pero la labor del Marqués de Bilbao y Eguía –título concedido por Franco–, durante su larga colaboración con el nuevo Estado nacido el 18 de Julio, ha sido abrumadora.
Me recibe en su piso de Madrid, frente al Retiro, donde sostenemos una larga conversación en la que se entremezclan recuerdos de su juventud y opiniones sobre algunos hechos políticos actuales.
Don Esteban nació en Bilbao, el año 1879; estudió la carrera de Filosofía y Letras en Deusto. Más tarde cursó Derecho en Salamanca y se doctoró en Madrid. Accedió a su primer cargo público en 1904, como Teniente de Alcalde del Ayuntamiento bilbaíno.
Desde sus primeros años militó en el Carlismo, siendo Diputado a Cortes por Tolosa (Guipúzcoa) desde 1916 hasta 1918. Al año siguiente consiguió el acta de Senador del Reino, y en 1921 fue Diputado a Cortes, otra vez, por Estella (Navarra).
En 1926 fue nombrado Presidente de la Diputación de Vizcaya, y un año más tarde, miembro de la Asamblea Nacional Consultiva. Diputado por Navarra en 1933, ostentó desde este mismo año la primera Presidencia de la Acción Católica de Vizcaya.
Estalla la Guerra Civil, y Don Esteban cae preso, pero es canjeado por el Alcalde de Bilbao. Al formarse el llamado Gobierno de la Victoria, es nombrado Ministro de Justicia, cargo que ocupa hasta 1943, para ser designado Presidente de las Cortes y del Consejo del Reino hasta 1965, fecha en la que cesó, a la edad de ochenta y siete años.
Desde 1946 es Presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, así como miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Don Esteban saca su cajita de rapé y me pasa el cenicero de Vázquez de Mella para que eche en él la ceniza de mi cigarrillo. Empieza la entrevista.
Escribe: JOSE CARLOS CLEMENTE
Fotos: ROGELIO LEAL
PANORAMA POLÍTICO ACTUAL
– ¿Cómo ve usted el actual panorama parlamentario español?
– Lo veo algo confuso. Desde mi atalaya privada no alcanzo a comprender algunas de las cosas que actualmente están sucediendo. Como ya se habrá dado cuenta, la actual Legislatura está en manos de los sindicalistas y de los falangistas, y, en definitiva, de suscitarse una votación general, siempre saldrá ganando la tesis que presenten estas personas. ¡Y todavía piden más!
– ¿Ve usted alguna diferencia sustancial con las Cortes que presidió hasta el año mil novecientos sesenta y cinco?
– Ninguna. Sigue este claro predominio.
– De suscitarse la presentación de algún candidato monárquico, ¿cree usted que su actitud sería favorable a alguno de ellos?
– Esto es muy complejo. Si el candidato fuera presentado por Franco, estoy seguro de que sería aceptado inmediatamente. Sea el candidato que sea. El Jefe del Estado tiene un prestigio que nadie discute. De no ser así, dudo mucho que las Cortes se pronuncien a favor de alguno de ellos. La tendencia general es regencialista. Desde hace algún tiempo –algunos años–, parecía ser que el Príncipe Juan Carlos tenía cierta acogida favorable en ciertos sectores oficiales, pero me da la impresión de que no es lo suficientemente popular para contar con el asenso de los Procuradores.
– ¿Usted era favorable a esta solución?
– De ninguna manera. Yo soy carlista, he sido carlista, y siempre lo seré. Por tanto, no puedo aceptar, ni aceptaré, ninguna solución monárquica que venga a través de esta rama. La monarquía alfonsina o juanista fue bien despedida un catorce de Abril. Sería una equivocación que volviera. Ya se han visto las desgracias que provocó. No sería inteligente tropezar tantas veces en la misma piedra.
SUS RELACIONES ACTUALES CON EL CARLISMO
– Entonces, ¿cuál es su solución?
– Ya le he dicho que soy carlista, y todo el mundo sabe que el representante legítimo del carlismo es Don Javier de Borbón Parma. ¿Qué más quiere que le diga? ¿No está suficientemente claro?
– Usted mantuvo un estrecho contacto con los Reyes de la dinastía carlista, especialmente con Don Jaime y Don Alfonso Carlos. ¿Puede aportarnos alguna noticia interesante o nueva sobre su personalidad o su actuación política?
– Yo me escribía mucho con ellos. Era su consejero. Incluso llegué a redactar no pocos documentos y proclamas. Tuve la suerte de gozar de la confianza de personas tan caballerosas y tan preocupadas por España. La dinastía carlista se ha caracterizado siempre por su amor a la causa española. ¿Ve usted aquella maleta que hay encima de la silla?
(Don Esteban me señala al fondo del despacho, cerca de la biblioteca. Allí hay varias maletas y maletines. Me indica que me acerque y que abra la más voluminosa. Me encuentro con unos sobres grandes repletos de cartas, fotos y documentos. Se los acerco a Don Esteban).
– Ahora le voy a enseñar un documento importantísimo. Los monárquicos juanistas darían una fortuna por él. Le voy a leer algunos párrafos del mismo. Es una carta que me dirigió poco antes de morir Don Alfonso Carlos de Borbón. La fecha es seis de Abril de mil novecientos treinta y seis. Preste atención:
»”Sabes que el 23 de Enero firmé una carta por la que pido que a mi muerte sea nombrado Regente del partido mi sobrino Javier. Esa carta se halla en nuestra Secretaría de Madrid. El 7 de Marzo estuvo aquí Javier, y tuvo una entrevista con Fal”.
»Esto confirma y ratifica la sucesión de Don Alfonso Carlos. La fecha es muy significativa. Rebate las teorías de los partidarios de Don Juan de Borbón. Pero sigamos adelante:
»”Fue para mí un gran acontecimiento que el excelente Javier, por acto heroico y de sacrificio, aceptara esta pesada carga. Es una gracia de Dios, yo le considero el salvador de España:
1.º Tiene los principios nuestros, los más puros.
2.º Es hijo del Duque Roberto de Parma, que fue Coronel al lado de mi hermano en la Guerra.
3.º La Reina Margarita es su tía.
4.º Es sumamente inteligente, dulce y humilde. Un católico ferviente y practicante. Villores le llama un santo.
5.º Su primer deseo es defender la Religión, y con gusto se sacrificará para salvarla en España.
6.º Tiene casi cuarenta y siete años, y un hijo de cinco años.
7.º Es un gran admirador y entusiasta de los carlistas.
8.º Como Capitán de Artillería belga, hizo los cincos años de Guerra. Es, pues, un verdadero militar.
9.º Como Borbón, es el primero de ellos que no quiso reconocer la usurpación. Después de mí corresponde a él, según nuestros principios carlistas de legitimidad…
Tiene mi plena confianza y respondo de él. Creo que es Dios quien nos lo envía para salvar a España. En mi carta a Javier pongo que la rama de Don Francisco de Paula no podía sucederme por su rebelión”.
»¿Qué le parece? Esta carta explica muchas cosas.
«ES IMPOSIBLE SER TRADICIONALISTA Y NO SER CARLISTA»
– Hoy en día los términos tradicionalista y carlista parece ser que se prestan a confusión. ¿Cuál es su opinión al respecto?
– No comprendo cómo alguna persona se autotitula tradicionalista y le molesta que le llamen carlista. Más bien dicho, sí lo comprendo. La confusión favorece siempre al enemigo. Es imposible ser tradicionalista y no ser carlista. Si alguien niega eso, es que no es ni tradicionalista ni carlista. El término tradicionalista se refiere a la doctrina, pero la doctrina no tiene ningún valor si no se identifica, en este caso, con la dinastía que defiende precisamente esa doctrina, es decir, la dinastía carlista. Más claro, agua.
EL CONCIERTO ECONÓMICO CON NAVARRA
– Actualmente existe una Comisión Navarra que está discutiendo con el Gobierno ciertos aspectos de su Concierto Económico. ¿Cree usted que los Fueros son una solución a los problemas regionales?
– ¡Naturalmente! Yo siempre he defendido los Fueros de Navarra. En mi época de Ministro de Justicia evité que el Concierto Económico con Navarra, y, por tanto, sus Fueros, sufrieran en su integridad.
– ¿Podría ser algo más explícito en este asunto?
– Yo fui nombrado Ministro de Justicia en el llamado Gobierno de la Victoria, es decir, en mil novecientos treinta y nueve. El entonces Ministro de Hacienda presentó al Jefe del Estado un Proyecto de Ley que afectaba directamente al sistema foral navarro. La cuestión se planteó en un Consejo de Ministros, y yo le señalé al Jefe del Estado mi punto de vista sobre esa medida. Los navarros merecían otro trato después de su decisiva aportación a la Guerra, y esta medida podía traer consecuencias incalculables. Franco, con gran inteligencia, ordenó archivar el asunto y ya no se volvió a hablar de ello.
»Cada región tiene sus propias peculiaridades, y esto es un tesoro que debemos conservar.
UN ENSAYO SOBRE DONOSO CORTÉS
– Don Esteban, ¿en qué está ocupado estos días?
– Este Verano, en Durango, he empezado a escribir un ensayo sobre algunas de las cosas que dijo y escribió Donoso Cortés. Han venido a verme algunos amigos y me han propuesto la edición de todos mis discursos políticos. ¿Ve usted aquel montón de folletos que hay en esa esquina de la biblioteca? Pues todos son discursos, y todavía faltan muchos más.
«UNAMUNO NO ERA ATEO»
– Creo que usted conocía muy bien a Don Miguel de Unamuno. ¿Cuál era en realidad su actitud religiosa?
– Muy profunda. Dijo verdades como puños, y por eso algunos «beatos» se escandalizaron y todavía se escandalizan. Tuve la oportunidad de intimar con él un montón de veces. Yo le podría contar muchas anécdotas que me ocurrieron viajando con Don Miguel. En otra habitación tengo un lienzo muy curioso. Se trata del cuadro que pintó Lecuona, que vivía precisamente encima del piso de Unamuno. El cuadro representa a San Ignacio de Loyola herido. La cara y la figura del médico que lo está curando son precisamente las de Unamuno. Era un hombre muy inquieto y profundamente religioso.
»En una ocasión hicimos un viaje juntos el que entonces era Alcalde de Bilbao, Don Miguel y yo. Por la noche, en el hotel, noté que Unamuno paseaba nerviosamente de un lado a otro de la habitación. Apagó la luz, pero, al cabo de poco tiempo, volví a oír los pasos. Estaba nervioso. Me levanté y me fui a su habitación. Le pregunté si le ocurría algo, si se encontraba bien. Me dijo que no sabía lo que le pasaba, que no podía dormir. Yo ya sé lo que le pasaba. Era un hombre que pensaba mucho y muy sensible. Estaba en una de sus crisis más características. Al fin le pude convencer para que se volviera a meter en la cama, le hice la señal de la cruz en la frente, y al cabo de un instante dormía como un bendito.
»¿Que Unamuno era ateo? ¡Qué me van a decir a mí! Don Miguel no era ateo, tenía sus dudas y sus crisis, pero era profundamente religioso y creyente en Dios. Su honradez no le permitía adoptar una actitud hipócrita.
«¡VEINTIOCHO AÑOS AL SERVICIO DEL RÉGIMEN!»
Don Esteban es un gran conversador. Me habla de muchas cosas. A punto de cumplir los noventa años, recuerda con gran lucidez sus primeras luchas electorales. Por ejemplo, me señala que en Vitoria se enfrentó con Eduardo Dato, y, después de varios incidentes –intimidaciones, ruptura de urnas, etcétera– puedo conseguir el acta de Diputado.
Sigue día a día un gran número de periódicos. Su mesa de despacho está repleta de ellos. Este hecho queda reflejado en su conversación: le preocupan mucho los problemas actuales. El Estatuto del Movimiento, la Ley de Sucesión –que consulta continuamente–, la reforma del Reglamento de las Cortes, el asunto de los sacerdotes de Derio, sus conversaciones de este Verano con el recientemente fallecido Obispo de Bilbao. «Tengo sus últimas cartas –y añade–: me escribía frecuentemente».
Durante la época en que fue Presidente de las Cortes, se llegaron a promulgar más de 4.000 leyes, algunas de las cuales me las enseña y dice: «Éstas las hice yo… tenga en cuenta que he dado veintiocho años de mi vida al servicio del Régimen. ¡Más de la cuarta parte de una vida centenaria!».
Ya cerca del mediodía, abandono la casa de Don Esteban Bilbao. Han sido más de tres horas de conversación. «Vuelva otro día y le contaré más cosas». Don Esteban representa un buen pedazo de la Historia de España; su vida política ha sido intensa, y, por tanto, su experiencia es muy valiosa. Volveré.
J. C. C.
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