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CRISTIÁN YÁÑEZ DURÁN
Estimado Bohemond:
1º “Las sagradas escrituras son un texto muy antiguo y por lo tanto hay que ver todo en su medida y en su contexto.”
La Sagrada Escritura puede y debe ser interpretada exclusivamente por el Magisterio de la Iglesia. Las opiniones al respecto no solo carecen de toda validez sino que son ilegítimas y usurpan el derecho exegético, no delegable, de la Iglesia.
2º “Todos somos hijos de Dios, tu, yo,un asesino y un pederasta”
Nunca será suficiente insistirlo. Sólo los bautizados son hijos de Dios; el resto, sólo son criaturas y objetos de la Ira Divina, porque han nacido en pecado, Pecado Original. Ahora que todos los hombres, para alcanzar su fin (de cuyo designio no son libres), la Beatitud Eterna, deban llegar a ser hijos de Dios es una cosa muy otra que transformarse en tales por el solo hecho de nacer.
3º “…y solo Dios tiene poder sobre la vida de alguien, nosotros solo podemos impartir justica terrenal, “
Eso es verdad sólo muy secundum quid. En cuanto causa primera (increada), Dios no sólo da y quita la vida, sino que obra todo cuanto sucede; muy distinto en cuanto a las causas segundas (todas credas), de las cuales Él se sirve para, por ejemplo, ejercer el Gobierno Divino, que es la realización de la Divina Providencia en el tiempo. La justicia humana solo es tal cuando obra en nombre de Dios porque, en cuanto esencialmente igual, ningún hombre tiene el más mínimo derecho sobre otro. Pero como nuestras relaciones son, necesariamente, de inherencia (accidentales) y no de subsistencia (esenciales), se da una diferenciación natural entre los hombres, una de cuyas proyecciones más relevantes es la jerarquía (orden sagrado), el ordenamiento que se da entre los miembros de la sociedad; de lo que se sigue que ningún hombre, en cuanto persona (que incluye substancia y accidentes) es igual a otro. Solo en virtud de esta diferencia legítima (pues se funda en la Ley Natural) un hombre puede ajusticiar a otro y hacerlo como ministro de Dios (en cuanto realiza su justicia), quien ordinariamente se sirve de intermediarios para ejecutar sus decretos, entre ellos matar.
Y la Iglesia Católica no solo jamás a condenado la pena de muerte, sino que siempre la ha justificado, explicando que en ciertos casos es necesaria para el Bien Común de la sociedad. Lo que Dios prohíbe, pues así lo enseña la Iglesia, es que como particular uno se tome la justicia en sus manos. “Toda autoridad viene de Dios”, como enseña Nuestro Señor, quien jamás cuestionó la autoridad romana para condenarlo a muerte, sino la iniquidad del juicio al que fue sometido. Por último, el mandamiento hay que leerlo completo: “No matarás al inocente ni al justo”. Luego, en el mismo Levítico y dentro de la explicación de este mandamiento, se detalla prolijamente como habían de ser ejecutados quienes violasen gravemente la Ley.
4º “…es mi opinion.”
En cuestiones de doctrina católica, Fe y Moral, no hay lugar para la opinión.
EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM
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